Capítulo 4: Plan de huida
- ¿Cómo que no tienen novios? Pero si ustedes están comprometidos con los príncipes Stanislav y Cedric desde aún antes que nacieron. Por eso se les dio Zafir y Ruby, porque son el símbolo de su estatus.
O ese tal Aklimay estaba loco, o se creía su propia mentira, pensaron Demon y Ángel.
- ¿Qué edad tienen los príncipes?
Preguntó Ángel siguiéndole el juego al rubio, para saber cuán loco estaba este.
- Ochenta y ocho años.
- ¿Hablas en serio?
Preguntó Demon anonadado.
- Pues claro.
Dijo Aklimay, y Ángel y Demon vieron la verdad en sus ojos.
- ¡Pero si podrían ser nuestros abuelos!
Exclamó Demon indignado.
- ¡Con semejantes nombres, deben de ser esperpentos de la naturaleza!
Exclamó horrorizado Ángel.
- Tenemos que salir de aquí.
Dijo Demon desesperado.
- No hay modo de salir de esta dimensión, la única forma de salir es con el dios Dereck o... Con la bruja Nicoleta. Que es quien profetiza el porvenir de las parejas también.
Dijo Aklimay, con miedo y respeto ante aquella que llamaban Nicoleta.
- Tienes que llevarnos con ella.
Exigió Demon.
- Ni hablar. Son los prometidos de los príncipes. Si los ayudara a huir me encarcelarían por alta traición.
Dijo Aklimay espantado.
Ángel y Demon se miraron dispuestos a usar sus armas para obligarlo a que los llevara con la tal Nicoleta.
Demon notó el movimiento que hacía Ángel para empuñar las armas, pero se le adelantó, era hora de que tantos libros de psicología le sirvieran para algo, además de manipular maestros.
- No queremos huir - Le aseguró el pelirrojo de ojos rojos al rubio - Estamos sumamente honrados de estar pro... pro... prometidos a... ellos - Demon no supo quién le miró más sorprendido, si Ángel o Aklimay. Le lanzó una mirada de advertencia a Ángel y este comprendió.
- Sí, mi hermano tiene razón. -Le apoyó Ángel captando lo que tramaba su hermano. - Pero si vamos con Nicoleta, sabremos nuestro futuro. Y eso es muy importante para saber si seremos felices con nuestros... con ellos y si no, pues así podremos cambiar las cosas.
- Completamente cierto.
Apoyó Demon a su gemelo. Aklimay los miró dudando, pero al final aceptó.
- Bien, de acuerdo. Les llevaré con Nicoleta, pero espero que no intenten ningún escape, por su propio bien. Y no los estoy amenazando, yo no haría nada, pero puede que los príncipes no se lo tomen bien.
Les advirtió Aklimay. Las miradas que intercambiaron Ángel y Demon lo decían todo: Les importaba un pito y estaban dispuestos a salir de ese endemoniado lugar, más rápidos que flash.
- Demon ¿y si se resiste?
Le preguntó Ángel en voz baja.
- Entonces le damos uso a estas Daguitas.
Le dijo Demon con malicia. Y la sonrisa de Ángel ante el comentario fue igual de escalofriante que la de su gemelo. Pero algo inquietaba a los gemelos: su padre y su abuela, debían de estar muy preocupados.
Continuara...