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Ayudándote a superar tu claustrofobia por 1827kratSN

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Notas del capitulo:

Holiii

 

Bueno pensaba hacer dos capítulos por separado pero me animé a subirlos juntos, después de todo quería que hubise un lemon jejeje

 

Aun estoy un poco verde con los lemons pero me esforcé y espero que les guste

 

 

 

Irse, irse, ¿irse? cómo podía ser posible eso, ¿tanto se había enfadado el pequeño conejo? no podía ser posible. Nunca se lo iba a permitir, iba a impedir que el castaño se fuera o dejaría de ser Hibari Kyoya. Todas sus frustraciones fueron desquitadas en el interrogatorio del rubio que armó tremendo escándalo y se atrevió a dañar al joven conejo. Ese rubio era el líder de una banda peligrosa que acechaba a Namimori desde las sombras, incluso poniendo en riesgo a varios negocios importantes en el centro. La reacción del grupo con el café se debió a una venganza, el dueño del lugar había delatado acerca de uno de sus nuevos atracos, la policía logró interceptar el robo y apresar a los implicados, su venganza fue ésa. Lo que no tomaron en cuenta es que los empleados fueran bastantes hábiles y estuvieran bien entrenados, ¿quién lo diría?

 

Reborn apareció casi al llegar la noche para obtener alguna información para el hombre que lo empleó, claro que, a cambio de otra información valiosa, era un trueque beneficioso para ambas organizaciones. El turno de Hibari había terminado y ante la atenta mirada del Hitman salió de su oficina para dirigirse a su departamento “ni se te ocurra entrar a mi casa sin permiso” le había dicho el hombre de patillas antes de salir, claro que el azabache ni caso le había hecho. Fue un viaje tedioso para Hibari, lleno de pensamientos innecesarios, ¿qué haría si Tsuna terminara alejándose? Era su duda más grande. Subió por las escaleras tratando tal vez de despejar su mente de tantas cosas absurdas y sin sentido

 

 

 

—Que tenga buena noche, Fong-san, fue un placer tenerlo en mi casa – esa voz era la del castaño, sonaba algo más baja de lo normal. El azabache se limitó a quedarse oculto en las escaleras de emergencia en el piso que ocupaba el castaño

—debes descansar Tsuna, duerme bien – la voz de su hermano era amable contraria a la de él, le molestaba en demasía

—de nuevo gracias por cuidar de mi

—descuida, fue un placer. Entra y acuéstate, seguramente Reborn llegará pronto. Si necesitas algo solo llámame

—lo haré, muchas gracias – Hibari escuchó el ascensor abrirse, seguramente Fong se había ido ya – en realidad Fong—san es una buena persona – susurró el castaño mientras suspiraba. Algo le decía que no debía entrar a la casa, que alguna cosa buena pasaría si se quedaba ahí, pero ¿que sería?

—deberías meterte a la cama en vez de estar suspirando ahí en la puerta – la gruesa voz de Hibari retumbo en la mente de Tsuna, quien sorprendido lo miró con curiosidad, temblando ligeramente

—Hibari—san bu—buenas noches – se inclinó ligeramente mientras se agarraba de la puerta por temor a caer, aún estaba demasiado débil como para esforzarse

—¿tienes fiebre aún? – ¡¿pero qué estaba haciendo?! preocupándose por el herbívoro que le ocasionaba tantas dudas irracionales, eso era… nuevo

—ya ha bajado bastante – sonrió el castaño, feliz de verlo, aunque sabía que no debería ser así. Hace días que decidió evitar a Hibari y dejar que sus sentimientos se borraran

—aun estás rojo – el mayor se acercó, con cierta duda tocó la frente del más bajo verificando su teoría – tienes fiebre, si no entras de inmediato subirá de nuevo

—si claro, entraré en seguida. Gracias por su preocupación Hibari—san

—hmp…— estaba dispuesto a irse en cuanto la voz del menor lo detuvo

—¿está usted bien?... ¿no le ha pasado nada? – la bondad del castaño nunca desaparecería incluso el azabache notaba eso

—esos inútiles no me dejarían ni un rasguño

—me alegro que se encuentre bien

—preocúpate más por ti, que por alguien como yo

—aunque me diga eso, me preocupa el estado de Hibari—san

—¿por qué? – el azabache en verdad estaba interesado en escuchar la respuesta, solo necesitaba una señal para poder atacar

—porque yo… bueno… usted nos ayudó y… salió herido – había sido un día extraño y estaba cansado. Pronto la vista de Tsuna empezó a nublarse un poco

—¿Herbívoro, estás bien? – Hibari atrapó el delgado cuerpo en sus brazos, temblaba ligeramente y el calor que emanaba era evidente

—estoy cansado, solo es eso – el castaño trató de alejarse, pero sus fuerzas le fallaron

—te llevaré adentro, eres demasiado descuidado – con delicadeza, impropia de él, cargó al castaño entre sus brazos. Estaba preocupado, tampoco era tan inhumano como para abandonarlo a su suerte

—perdón por causarle tantas molestias – aún en su estado podía disfrutar de la fragancia del azabache, estaba un poco feliz por la presencia del mayor en su casa. La fiebre le estaba nublando sus pensamientos… ¿no debería seguir enfadado? aunque… ¿por qué? La verdad ni se acordaba

—no eres una molestia

—claro que lo soy, no puedo hacer algo por mí mismo – la fiebre lo había hecho soltar su lengua al punto de ser demasiado honesto. Escondió su rostro en el pecho del mayor en un intento de grabarse esa esencia

—estas delirando por la fiebre – el azabache sentía cierta frustración ya que el más joven se despreciaba a sí mismo, ¿por qué lo hacía?

—puede ser… pero lo que digo es cierto – toda su vida supo que no servía para nada, ahora al estar con el azabache cargándolo solo hacía que eso fuera más evidente

—silencio herbívoro – caminó despacio mientras escuchaba la voz baja del conejito

—Hibari—san usted es un hombre genial

—¿dónde está tu cuarto?

—es la segunda puerta a la derecha – lo depositó en la cama con cuidado y se sentó a su lado

—te traeré algo de beber, estas muy deshidratado

—Hibari—san…— Tsuna tiró de la camisa del mayor, sintió sus lágrimas caer sin control, era vergonzoso – lo siento…

—deja de disculparte, no eres ninguna molestia – con delicadeza y usando sus dedos limpió las lagrimillas que rodaban por cada mejilla del joven

—no me disculpo por eso – admitió con cierta vergüenza

—entonces por qué lo haces

—porque… tengo miedo de enfrentar lo que siento por usted – debía parar o terminaría cediendo ante aquel hombre tan peligroso

—¿que sientes por mí? – algo en el interior del azabache le gritaba que debía saberlo, debía escuchar la verdad

—no lo sé, me da miedo saberlo – sus lágrimas brotaron de nueva cuenta y unos pequeños sollozos adornaron el silencio que se había formado

—el miedo te hace débil – los pulgares del azabache se paseaban por el rostro del menor, parecía que se rompería en cualquier momento

—es verdad, pero he vivido así desde que nací

—te cuidaré, ya no tengas miedo – necesitaba estar alado de ese pequeño conejo, sentía la necesidad de proteger a alguien más, por primera vez necesitaba sentirse útil para esa persona

—usted se cansará de mi… pronto – Tsuna había pasado sólo en su niñez, las personas se cansaban de su actitud torpe. Tenía miedo de que el azabache también se alejara

—no lo haría… nunca

—Hibari—san es un hombre amable cuando quiere, pero… también es posesivo y…

—¿y qué más?

—es muy agresivo, da miedo – era la verdad más grande de su existencia, el azabache solo sonrió levemente ante esa frasecita

—no puedo cambiar esa parte de mi

—no pido que cambie, solo que… está muy solo y yo…

—estar solo está bien para mi

—no lo creo Hibari—san, usted no debe estar solo, ¿no le da miedo estar solo?

—siempre he estado solo, no es algo nuevo Tsuna

—quiero estar al lado de Kyoya, quiero ayudarlo a enfrentar la soledad – sus ojos castaños se mantenían cristalinos, observando el rostro varonil de su acompañante

—entonces no te vayas de mi lado – ni siquiera el propio Hibari se creía lo que estaba diciendo eso, ¿estaba pidiendo algo a un herbívoro?

—no soy lo suficientemente bueno como para estar con Hibari—san

—¿eso es lo que piensas?

—sí, esa es la verdad

—pequeño… eres al único que dejaría estar a mi lado – por primera vez en su vida, sus palabras salían con honestidad y una ligera sonrisa llena de ternura se mostraba

—de verdad Kyoya – los ojos chocolate estaban brillantes, a punto de cerrarse debido al cansancio

—Tsuna, tu eres mío, no como una posesión… sino como… una persona especial

— ¿puedo decir que usted también es mío?

—si

—entonces nunca lo dejaré solo de nuevo

—Tsuna debes dormirte, descansa – susurró el azabache mientras acariciaba las hebras castañas

—Kyoya… Kyoya… yo… yo – terminó por quedarse dormido mientras una de sus lágrimas resbalaba por su mejilla

—herbívoro… no sé qué has hecho para ablandarme tanto, me las cobraré después – besó la frente del menor con cariño y procedió a traer agua y un paño para tratar de bajar la fiebre del más joven que susurraba cosas sin sentido mientras dormía. Con dedicación cuidó del jovencito hasta que el dueño del departamento y su acompañante llegaron. Sin esperar queja ni reclamo se retiró en silencio de la misa forma que hacía siempre “más te vale que no le hayas tocado ni un solo trozo de piel” había gruñido el de patillas antes de que Hibari saliera “ganas no me faltan” fue la respuesta altanera del otro

 

 

 

A la siguiente mañana…

 

 

 

Tsuna tenía recuerdos vagos de lo ocurrido, pero había uno que no creía que fuera verdad “entonces no te vayas de mi lado”, eso era imposible. Hibari nunca diría algo así y menos aún lo cuidaría con tanto cariño, ¿o sí? Cuando se levantó, aún tenía el cuerpo pesado pero sus ropas eran diferentes, seguramente Lambo o su tío se las cambiaron. Salió a la cocina en donde una humeante taza de café descansaba en la mesa y su tío leía el periódico de ese día

 

 

—ya era hora de que despertaras Tsuna

—Buenos días tío, lamento causarte problemas

—deja de decir tonterías dame Tsuna y ven a desayunar

—si – se sentó en la mesa en donde su tío le colocó su plato de comida – Reborn ¿tu cuidaste de mi toda la noche?

—la vaca estúpida ayudó un poco – el hombre de patillas se sentó enfrente de Tsuna y observaba cada movimiento del menor

—no sé porque lo tratas de esa forma si se supone que estás enamorado de él – Tsuna siempre se preguntó si su tío no podía expresar abiertamente sus emociones o…

—¿quién está enamorado de quién? – el castaño ya se esperaba esa reacción

—no sé si eres sádico o tsundere – sonrió con dulzura ante el ceño fruncido del mayor

—no fue el único cuidándote anoche – mencionó Reborn con un tono algo enojado

—tú también lo hiciste ¿no?

—Hibari estuvo aquí – Tsuna se atoró con su pan al escuchar eso

—¿eh?... ¿co—cómo dices? – era verdad, ¿no fue un sueño?... oh por Dios ¡era verdad! los ojos serios de su tío se lo decían todo – no bromees Reborn

—no lo hago, lo encontré aquí cuando llegué

—entonces no era un sueño

—dime ¿cómo llegó a tu cuarto? – ahora sí que el azabache de patillas estaba furioso

—¿a… a mi cu—cuarto?

—sí, estaba en tu cuarto – la voz de Lambo llegó pronto, salía del baño con muestras de recién haberse duchado – hola Tsuna… yo también lo vi

—Buenos días Lambo

—no cambies el tema Tsuna, dime… ¿cómo llego ahí? – exigió el mayor

—no… no me acuerdo bien, lo último que tengo claro es que salí a despedir a Fong—san y luego… vi a Hibari en las escaleras y creo… que me desmayé – algunas imágenes estaban mezcladas en su mente

—típico de ti, te desmayas en frente de un extraño y le permites pasar a tu cuarto

—es nuestro vecino no cualquier extraño – el castaño hizo un ligero puchero, hábito imborrable en su personalidad

—el mismo que quiere tenerte como posesión

—bueno creo que no es así – el castaño recordaba alguna de las palabras de Hibari y pronto se sonrojó ligeramente

—¿por qué lo dices? – preguntó Lambo mientras se servía un poco de leche

—no lo sé, no me acuerdo bien…  pero creo que él me lo dijo

—Reborn… ¿por qué Hibari quiere a Tsuna como posesión? – Lambo podía ser tan inocente y aunque nunca lo dijera en voz alta, el hombre de patillas adoraba eso

—acaso no entiendes vaca tonta – el mencionado hizo un puchero ofendido y negó con la cabeza –  Hibari quiere llevarse a la cama a Tsuna – tanto el castaño como el joven de cabellos rizados escupieron las bebidas que en ese momento estaban por consumir – el desastre lo limpiarán ustedes después

—co—co—cómo dices e—eso – el ojiverde estaba rojo – ¿acaso no puedes ser más sutil? – gruñía bajito, algún reclamo que dudaba decir en voz alta

—no—no bromees Reborn… esas cosas no se dicen en el desayuno – Tsuna trató de disminuir el sonrojo de su rostro sin éxito

—no bromeo dame—Tsuna, esas son las intenciones de Kyoya – habló furioso mientras se levantaba para dirigirse a su trabajo –  creo que hablaré con Fong para que controle a su hermano

—no le causes problemas a Fong—san… y no le digas lo que me acabas de decir a mí – exigió el castaño antes de ver salir a su tío

—Tsuna… tienes un problema muy grave –mencionó Lambo cuando estuvo seguro de que Reborn no volvería

—¿qué dices Lambo? – el castaño evitó la mirada de su acompañante, estaba ya suficientemente confundido y avergonzado

—Reborn no te dejará estar con Hibari – el joven ojiverde se comportaba como su hermano menor y lo cuidaba cuando era necesario

—no creo que Hibari—san en verdad esté interesado en mi

—¿él te gusta no?

—yo no…— trató de negarse, pero la mirada verdosa posada en él terminó por desarmarlo – si es verdad

—te ayudaré en lo que pueda, pero no será fácil convencer a Reborn

—gracias Lambo, pero no creo que sea necesario… Hibari solo tuvo pena de mi estado

 

 

Claro, eso era lo que pensaba el castaño, ¿qué otra razón habría? debía dejar de lado todo y seguir con su vida normal, después de todo se iría pronto. Necesitaba preparar sus cosas, tal vez ese viaje le serviría para olvidar todo ese asunto. Por otro lado, estaba Kyoya cuyo humor había mejorado bastante comparado con los últimos días, pero había un pequeño problema ¿cómo hacer para que el castaño no se fuera?

 

 

Solo piensa…

 

 

 

Cada día que pasaba, el azabache corría el riesgo de perder al castaño. Era ya el tercer día desde aquel incidente y no había visto a Tsuna. El café estaba en reparaciones, el castaño no había salido tarde de nuevo, su horario seguía siendo variado, la única opción que le quedaba era… ir al departamento del conejito, pero el de patillas jamás lo dejaría en paz y no estaba de humor para discutir, aunque no sería mala idea probar las fuerzas de ese hombre

Esa noche al regresar a su casa, Tsuna decidió tonar el ascensor, ¿hace cuánto no lo hacía? sin importarle esperó que las puertas se abrieran y aún con dudas entró despacio. Era hora de enfrentar sus miedos. Vio cómo las puertas se cerraban, pero algo las detuvo y de nuevo procedieron a abrirse mostrándole la mirada metálica que tanto le atraía. Ya no estaba solo en ese ascensor, estaba con…

 

 

—Hibari-san… buenas noches… ¿Cómo ha estado? – sin poder evitarlo se emocionó un poco y le brindó una cálida sonrisa

—Tsunayoshi… al fin decidiste obedecer mis órdenes

—no yo solo… solo… quise probar mi propia voluntad – presionó el botón número 6 de su piso y el azabache el 7

—parece que ya estas completamente bien – con disimulo observaba el nerviosismo del más bajo

—es cierto… gracias por ayudarme esa noche, me dijeron que usted cuidó de mi

—es cierto

—la verdad no tengo muy en claro lo que pasó, pero… me disculpo por causarle tantos problemas

—¿no recuerdas lo que pasó? – otro inconveniente más y al mayor no le gustaba nada

—solo algunas cosas. Tenía fiebre y mi mente está un poco nublada

—prometiste no dejarme solo – susurró el azabache acercándose al castaño que retrocedió por instinto mientras un lindo sonrojo se mostraba en las mejillas

—¿de… de verdad? – Tsuna se recriminaba tanta osadía ocasionada por la fiebre

—lo hiciste – su voz profunda resonaba en uno de los oídos del más bajo. El aliento del mayor le causaba escalofríos, Hibari se había acercado e inclinado para estar a la altura del más joven

—yo… bueno yo – el castaño desvió su mirada al pequeño número que indicaba en qué piso estaba

—no te vayas – Hibari besó al castaño con cariño, un roce simple que hizo temblar el corazón de Tsuna. Esas palabras sonaron… delicadas, correspondió aquel ósculo mientras se aferraba a la chaqueta del más alto

—yo… Hibari—san… yo – el más alto no dudó en separarse para observar el sonrojo en el más joven, que trataba de ocultarlo con una de sus manos

—no te obligaré a nada – aunque quisiera hacerlo no podía – si bajas en tu piso dejaré de molestarte – el castaño miró con confusión mientras el azabache se erguía y esperaba a que las puertas se abrieran – si me acompañas hasta mi departamento no te dejaré ir

—yo… Hibari—san eso…— las puertas se abrieron y el castaño dudó en salir

—es tu decisión Tsuna—

—¿qué pasa si no voy? – ¿no era eso lo que quería? entonces porque ahora no sabía que decidir

—serás libre de mi interés – habló con sinceridad mientras se apoyaba en una de las paredes – debes apresurarte a salir – Tsuna permaneció en la puerta evitando que se cerrara, pero no sabía que hacer

—no… no quiero… hacerlo – el castaño retrocedió algo dudoso, ingresó al ascensor sintiendo como su pecho se comprimía al ver las puertas cerrarse

—¿estás consiente de lo que has hecho Tsuna? – le había dado dos opciones, la respuesta era la esperada y ahora debía…

—creo… creo que sí – el castaño estaba nervioso, su cuerpo se había liberado de aquel enorme peso al dejarlo llevarse por sus sentimientos

—¿por qué te quedaste?

—porque quiero aliviar la soledad de Hibari-san

—no debiste hacerlo – el azabache se acercó con lentitud disfrutando de los pequeños estremecimientos del más joven que se mantenía cerca de las puertas automáticas aun dándole la espalda

—¿me va a hacer algo malo? – la voz del mayor era tan profunda que sintió algo de miedo… no, no era eso, sentía escalofríos

—algo así, depende de cómo lo tomes Tsuna – con delicadeza lo abrazó por la espalda y en cuanto las puertas se abrieron salió junto con el castaño – pero nunca más te dejaré ir

—¿Por qué? – susurró el castaño mientras se giraba para enfrentar al mayor, había recordado las palabras de Fong “no dejes que te haga nada hasta que no te diga lo que siente

—Tsuna, yo te quiero a mi lado – el azabache besó cada una de las mejillas del castaño mientras se éste se mantenía con los ojos cerrados – te quiero Tsuna, quiero monopolizarte—

—Hibari—san

—di mi nombre – el azabache rodeó la cintura del más joven mientras lo guiaba hasta su departamento, le quitó la mochila que en ese momento llevaba

—Kyoya… Kyoya…— el rubor aumentó en cuanto se vio prisionero entre los brazos del más alto que lo ingresaba al departamento a oscuras y detrás de él cerraba la puerta. Escuchó el leve golpe de su mochila que quedaba en el piso del departamento, cualquier escapatoria se había borrado, pero… ¿quién quería escapar?

—tranquilo – susurró en el oído del más joven que se estremeció en sus brazos. Hibari, usando una de sus manos levantó el mentón de Tsuna y admiró esos ojos chocolates tan intensos que a pesar de la oscuridad se mostraban igual de bellos. Se acercó para unir sus labios con clara muestra de cariño, el calor del contrario les calaba el alma de manera intensa. Un roce empezó por dar comienzo a una danza sincronizada de sus labios, el mayor necesitaba más y sin consideración mordió con rudeza el labio inferior de su pequeño conejo que gimió de dolor. Sus instintos más bajos empezaban a sobresalir, marcando lo que era suyo sin consideración para que nadie osara a acercársele. Lamió la parte afectada con cuidado mientras escuchaba el pequeño suspiro que escapaba del castaño que se aferraba con fuerza a su pecho. Procedió a invadir la cavidad contraria hasta encontrar la lengua tímida del menor, acariciándola, incitándola a imitarlo y con torpeza fue correspondido.

 

Tsuna estaba mareado ante tantas emociones que circulaban por su cuerpo, necesitando un soporte y se aferró a los hombros del contrario. Poco a poco fue deslizando sus brazos por detrás del cuello del mayor, el contacto se hizo más íntimo, los sonidos que despedían sus bocas al separarse, los suspiros del más joven incitaban al mayor a seguir sin descanso. Ese pequeño herbívoro podía hacerlo sentir de maravilla, los labios rosados y suaves tenían sabor a gloria, la calidez de sus manos y sus dedos enredándose en las hebras negras. Sólo la necesidad de regular sus respiraciones terminaba aquel apasionado contacto

 

 

—Hibari… es decir Kyoya… usted… me gusta… mucho – antes de seguir el castaño necesitaba confesar sus sentimientos. Separándose un poco soltó todo sin ninguna duda, aún tenía su respiración algo agitada pero no importaba

—yo te quiero Tsuna – fue la respuesta corta del azabache que lo abrazó posesivamente mientras hundía su nariz en las hechas rebeldes disfrutando del aroma que despedía – necesito más que un beso, pequeño – Hibari susurró en el oído del menor que ya se imaginaba a lo que se refería

—Kyoya yo nunca…— un nuevo beso lo interrumpió

—eso es lo que me alegra más Tsuna – el mayor le mostró una sonrisa llena de deseo – porque seré el primero y el único – el cuerpo del menor sintió una corriente atravesarlo

—pero yo…— de nuevo no pudo terminar la frase, un nuevo beso despejó su mente de inmediato. Dejándose llevar, las manos del azabache empezaron a acariciarlo con suavidad, recorrieron su espalda, los dedos del mayor se deslizaron por debajo de las prendas. Cada parte de piel rozada era inundada por un calor intenso y leves estremecimientos se hacían presentes. No supo cuándo pero ahora estaba en la sala del departamento y el mayor lo apoyó en uno de los sofás – Hibari—san… aquí – sus mejillas se incendiaron aún más si era posible, se sentía tan indefenso en ese momento

—te haré mío Tsuna – el azabache mordió el lóbulo con suavidad logrando un profundo suspiro en el castaño – ya no hay vuelta atrás

—Hibari—san espere… yo no

—lo siento pequeño, pero no puedo parar ahora – el mayor empezó a repartir besos por las mejillas del más joven y descendiendo por el cuello al que mordió levemente, esa marca de seguro y se notaría claramente

—pero… aah…— el pequeño se avergonzó por el sonido reciente que salió de sus labios. Suave, profundo, lascivo… el mayor sonrió satisfecho sobre la piel recientemente atacada, lamiéndola y besándola con suavidad

—¿quieres que me detenga? – el azabache se alejó un poco para ver la reacción del más joven

—no… es solo que – escondió su rostro en el pecho del mayor, aferrándose con fuerza, con temor a que fuera un sueño – no aquí…

—entonces te llevaré a la habitación – sentenció Hibari, ahora nadie impediría que poseyera aquel cuerpo tan frágil – pero la próxima vez te tomaré en ese sillón

—que dice… Hibari – sintió claramente como lo cargaban estilo princesa y a pasos tranquilos se lo llevaban del lugar e ingresaban a otra habitación que tenía una cama enorme en el centro, tan ordenada y sencilla – puedo caminar solo Hiba…

—di mi nombre Tsuna… gime mi nombre – la voz ronca, deseo, lujuria, placer todo se mezclaba en ese momento – hazlo – fue una orden. El azabache colocó al castaño en su cama, observando cada expresión, cada movimiento, cada duda, cada signo de nerviosismo. Se alejó un poco para admirar un poco al pequeño conejo que lo ablandó. En las penumbras no podía distinguir bien las facciones del contrario así que encendió la pequeña lámpara de mesa a su costado y sonrió de medio lado al ver al joven indefenso

—no debe encender la lámpara – el castaño trataba de apartar su mirada, el azabache estaba encima de él y lo ponía muy nervioso, más de lo que ya estaba por haber accedido a hacer “eso”

—¿por qué no?

—es porque… yo…— sabía que de todos modos terminaría siendo observado, pero… que lo viera claramente era vergonzoso

—quiero admirar tu cuerpo – susurró cerca del oído del más joven que reprimió un jadeo y se aferró a los hombros del más alto – quiero ver tu rostro cuando te toco – mordió levemente el lóbulo del castaño mientras sus manos se aventuraban por debajo de las prendas y acariciaban la piel del abdomen del contrario – quiero ver la expresión que harás cuando entre en tu interior

—Hibari—san no… no diga esas… cosas… mgh…— su piel vibraba ante aquel contacto, sentir los besos del mayor sobre su cuello y los dedos acariciar sus pezones lo hacían sentir extraño

—di mi nombre pequeño, es una orden – pellizcó uno de los botones haciendo que el más joven jadeara y se retorciera un poco – dilo

—Ky…kyoya … yo…— el mayor se inclinó a besarlo con ternura para enseguida descender, levantar la camiseta y lamer la piel del pecho de Tsuna – me siento… extraño… ahh – la sensación de la lengua rodear sus pezones fue demasiado placentera y no dudó en gemir, fue despojado de las prendas superiores que empezaban a estorbar

—solo disfruta del contacto… Tsuna – las manos del mayor acariciaban cada parte de esa piel canela con descaro. Su lengua dejaba un camino brillante con su saliva, besos y mordidas leves formaban un sendero que llevaba al delirio al menor quien se retorcía desesperado, tratando inútilmente de no emitir gemidos sonoros mientras estrujaba las sábanas entre sus dedos

—Kyoya… que vas a… mgh… aaahh…—los dedos habilidosos se paseaban por encima del pantalón del castaño, acariciando aquella parte tan íntima que jamás nadie había tocado. El castaño por inercia trató de cerrar sus piernas e incorporarse, pero el azabache se lo impidió recostándolo de nuevo mientras le robaba el aliento con un nuevo beso en el cual sus lenguas exploraban la cavidad contraria, el castaño solo pudo abrazarse a la firme espalda y suspirar

—tranquilo… abre tus piernas – con delicadeza las separó y se colocó en medio de éstas rozando su propia hombría con la del más joven que gimió bajito ocultando su rostro en el cuello de Hibari –puedes sentir… cuanto te deseo… pequeño – el menor asintió avergonzado rozándose involuntariamente logrando que un gruñido profundo saliese de la garganta del mayor

 

 

El menor jadeaba expectante, excitado como estaba, su mente no funcionaba correctamente haciendo que sus manos temblaran y no pudiese hablar, aunque eso no hacía falta. El azabache se separó unos cuantos centímetros, el calor en su cuerpo había aumentado considerablemente haciendo que su propia ropa estorbara, con habilidad cada prenda superior fue retirada dejando ver cada musculo bien formado, cada centímetro de piel clara adornada por pequeños rasguños debido a las constantes peleas que mantenía. Tsuna acarició el pecho del mayor con delicadeza como deseando compartir el dolor de cada pequeña cicatriz por mínima que ésta fuera, los ojos chocolates le mostraban cariño y algo dentro del mayor nació

 

 

—Kyoya… yo te… quiero – las palabras dulces del más joven acabaron con toda la paciencia que tenía. Devoró los labios de SU herbívoro con necesidad mientras lo despojaba de las prendas restantes que ocultaban la evidencia de que el pequeño conejo también lo deseaba. Aquella imagen se grabó en lo más profundo de la memoria del azabache, respiración agitada, ojos entrecerrados, leves gemidos de placer, las mejillas sonrojadas, la piel expuesta en todo su esplendor con un ligero toque de luz desprendido por la capa de sudor que empezaba a formarse en el cuerpo delgado, sentía su propia erección dolerle

 

—Tsuna si sigues tentándome… no tendré consideración – la voz llena de deseo causó estragos en el castaño que solo atinó a cubrir su rostro con uno de sus brazos – Tsuna… solo yo puedo tocarte así – con calma quitó el brazo para admirar el deseo en los ojos chocolates, deslizó sus dedos hasta la intimidad de su pequeño conejo que jadeó sorprendido. Empezó con un movimiento suave, deslizando sus dedos en toda la erección, los gemidos salieron sin vergüenza, el castaño solo incrustó sus dedos en los hombros del mayor que admiraba cada expresión – verdaderamente hermoso

—Kyo…Kyoya… me siento… raro… ahh…— sus palabras fueron interrumpidas por los dedos del más alto que acariciaron sus labios y de a poco se introdujeron en su boca, acariciaron su lengua y el sin dudarlo los chupó y mordió ligeramente cuando sintió que su miembro era masturbado con rapidez. De inmediato los dedos fueron retirados y reemplazados por los labios del azabache, podía sentir claramente las caricias en sus piernas con la mano que abandonó su erección. Sus piernas se abrieron más al sentir como era acariciado en aquella parte que ni siquiera él había tocado de tal forma, los besos descendieron hasta su vientre en donde la lengua del azabache empezó a simular penetraciones y al mismo tiempo sentía algo invadir sus entrañas – Kyo… ya… me du… duele

—respira profundo… pronto se sentirá mejor – el azabache tenía uno de sus dedos moviéndose sin descanso, entrando y saliendo, moviéndose en forma circular y el castaño solo podía estremecerse. Le dolía, pero a la vez lo estaba disfrutando, otro dígito más se unió haciendo que unas pequeñas lágrimas se le resbalaran, los movimientos de tijeras expandían su entrada, podía sentirlos en su interior. El mayor notó la incomodidad, pero necesitaba apresurarse, ya no aguantaba, necesitaba estar dentro del más joven pero no le haría daño. Descendió más hasta que su aliento rozó el despierto miembro del más joven, besó la punta recibiendo un jadeo sonoro

—Que… que va a hacer…— el castaño se incorporó un poco solo para ver como el azabache lamia la punta de su miembro y una corriente eléctrica lo recorría, tuvo que recostarse de nueva cuenta, sus brazos le fallaban. Kyoya lamió aquella extensión mientras incorporaba otro dedo el cual ni siquiera fue notado. Hibari engulló el miembro del más joven sintiendo como el cuerpo se estremecía y la espalda de Tsuna se arqueaba de placer soltando sonoros gemidos, los dedos podían deslizarse con facilidad ahora mientras la lengua rodeaba el glande del castaño – yo… algo… viene… ahhh… yo – todo movimiento paró de inmediato los dedos salieron y la boca del mayor se separó dejando solo un viento frio rodear la erección de Tsuna que abrió sus ojos levemente para observar atentamente como el otro se quitaba sus prendas restantes, mostrando el esbelto cuerpo y el miembro erecto que pronto entraría en él

—Ya es hora… Tsuna… te marcaré – el azabache se ubicó entre las piernas del menor mientras las acariciaba con lentitud disfrutando de los pequeños temblores en el cuerpo debajo del suyo. Besó con lentitud esos labios rosados que ahora estaban hinchados y entreabiertos, rozó la punta de su pene con la entrada, jugando un poco mientras sentía como el menor se aferraba a él, sus manos apretándole los brazos – tranquilo…— con lentitud empezó a ingresar observando como el menor cerraba sus ojos con fuerza y se mordía un labio – relájate…— estaba apretado, tanto como para causarle dolor, un placentero dolor. Masturbó el pene del menor para aliviarlo un poco y distraerlo, funcionando completamente. Los jadeos, el sudor estaban presentes y para evitarle el dolor intenso al menor se introdujo de golpe causando que Tsuna gritara de placer—dolor al ser invadido de manera violenta, corriéndose al mismo tiempo. El azabache gruñó al sentir aquella calidez rodearlo, apretado y caliente. Quieto, sin moverse vio al pequeño cuerpo debajo suyo temblar por el resiente orgasmo y después de unos segundos volver a tensarse

 

—Ky…kyoya me duele… yo no…— las lágrimas se desbordaron de sus orbes chocolate, el dolor era intenso, podía sentirse totalmente lleno. Sabía que le dolería, pero esto era demasiado, sus lágrimas fueron retiradas con los pulgares del azabache que lo besó con ternura sin moverse ni un milímetro mientras lo masturbaba con delicadeza. El dolor fue pasando poco a poco y lo reemplazaba la ansiedad mientras sentía claramente que su miembro reaccionaba de nuevo, casi sin darse cuenta sus caderas se movieron en busca de un mejor contacto

—Tsuna… yo te… amo, pequeño – fue lo último que Tsuna esperó escuchar en un momento así. De pronto sintió como el mayor se movía, dentro y fuera causando un sonido erótico. Tsuna se sostuvo de la espalda fornida rasguñándola con desesperación, las penetraciones lentas no duraron y la consideración se fue por la borda. Ambos estaban anhelantes de aquel contacto, no dudaron en dejarse llevar por la pasión y sus instintos primitivos. Las estocadas rápidas, profundas llegando a ese lugar que causó que el castaño arqueara su espalda y gritara de placer. Gruñidos, jadeos, gemidos, el movimiento de la cama y el sonido de sus pieles chocar adornaba la habitación. El olor a sexo los invadía, el sudor en sus cuerpos evidenciaba el esfuerzo, cada movimiento hacía que Tsuna sintiera su entrada arder un poco, pero los labios deseosos del mayor lo distraían. Hibari lo besaba con necesidad, con salvajismo, mordiéndolo de vez en cuando y mientras tanto él solo podía aferrarse con fuerza, mareado por el placer desbordante, sus sentimientos se manifestaban de forma física completando un lazo que empezaba a nacer

 

—Kyoya… me… yo me… ahh…mgh...— el azabache todavía lo penetraba con violencia tocando ese punto que lo hacía delirar, quería correrse, ya no soportaba, pero su amante no pensaba lo mismo

—aun no – Kyoya apretó la punta goteante del miembro del más joven causándole dolor, mientras él se concentraba en penetrarlo con fuerza y rapidez, incrustando sus dedos en las caderas del más joven para llegar más profundo. Tsuna solo podía aferrarse en un abrazo frenético mientras incrustaba sus uñas con desesperación, su cuerpo temblaba de placer y su voz salía sin consideración, era tanto la lujuria que sentía que no le importaba las consecuencias. Un par de estocadas más y el mayor lo dejó libre, el castaño se corrió mientras gritaba el nombre de su amante, una experiencia exquisita para ambos. El apretujón del más joven hizo que el azabache derramase su esencia en el interior, cálida y abundante, desplomándose con suavidad encima del castaño que trataba de regular su respiración y aun lo abrazaba con fuerza. Pasaron algunos segundos antes de que el mayor besara al más joven mientras lentamente salía de la usurpada entrada. Un pequeño jadeo de dolor salió de la garganta del castaño, el azabache se recostó a su lado cubriéndolos con las mantas y abrazándolo con posesividad. El cansancio invadió a Tsuna que de apoco se durmió mostrando un ligero rubor, escondiendo su rostro en el pecho del azabache

 

Esa noche empezó normal y terminó con una de las más bellas muestras físicas de amor, sin importarles nada disfrutaron del silencio en la habitación. Su desnudez causó un contacto más íntimo, entrelazando sus piernas, el menor permanecía en su mundo de ensueños mientras el azabache observaba al pequeño conejo que hace poco gritaba su nombre con lujuria. Acariciando levemente los cabellos rebeldes que se pegaban a la frente de Tsuna, el sudor de sus cuerpos era la evidencia de lo sucedido, y el aroma que despedían sus esencias mezcladas era maravilloso. Un último beso casto y Morfeo se hizo presente

 

 

Continuará…

 

 

 

 

Notas finales:

Que les pareció?, les gustó el lemon?

Dependiendo de sus criticas acerca del lemon veré si hago otro pero con Reborn y Lambo, aunque ese me parece más difícil jejeje

 

Es raro que siga avergonzándome usar la palabra "pene"  a estas alturas jajaja y si se fijan casi nunca lo escribo 

 

Bueno ahorita les respondo los reviews y me pondre creativa para seguir con éste proyecto 

 

Ya saben críticas, sugerencias, dudas  lo que necesiten saber me dejan un review y con gusto les respondo 

 

Nos vemos

Besos!!!


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