Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

A Good Brother por anik_blood

[Reviews - 135]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Lamento la tardanza, tenía muchas cosas de por medio y poco tiempo para mi :L

Bueno aquí esta el cap, espero que les guste, especial agradecimiento a Yami, un amor <3


-¡Es un pony!
Los ojos grisáceos de Izuna brillaron con una fascinación tan grande que lograron sacarle la primera sonrisa del día a Madara.
Su madre siempre le decía que solo habían cuatro sonrisas importantes en la vida: la que sale con el sol pues anuncia un buen día, la que crea una persona amada pues rectifica el amor, la que es producto de la vergüenza pues representa humildad y la sonrisa producida por la felicidad de los demás, la más importante de todas pues solo aquellos que son felices por aquellos que aman pueden vivir plenamente.
-Haz sido un niño muy bueno-, dijo alzándolo en brazos y sentándolo sobre el corcel.-Además ya es hora que aprendas a cabalgar.
-¡Gracias! ¡Gracias¡ ¡Gracias!-Repetía sin parar mientras frotaba su rostro sobre el crin café del animal.
El rostro sonrosado y jovial de Izuna contrastaba contra el demacrado semblante de su hermano mayor. El niño era posiblemente la criaturita más hermosa que Madara pudo haber visto en su vida. De mejillas regordetas y siempre rosas, unos ojos grandes de iris grisácea y un cabello algo largo que desde hacía unos meses tendía a atarlo detrás de su cabello con una liga haciendo una colita diminuta. Como era muy pequeño, casi toda la ropa le quedaba grande y constantemente arrastraba los ruedos del pantalón y las mangas de sus camisas colgaban ocultándole las manitos.
-¿Cómo se llama?
-Janto y apenas tiene unos dos años-, le contesto mientras acariciaba el hocico del pony el cual agito la cabeza complacido.
-Es bonito-, dijo el pequeño abrazándose al cuello del caballo.-Prometo cuidarlo bien.
Se permitió sonreír de nuevo y en esa sonrisa las ojeras-que ya se le hacían costumbre-relucieron y por un instante aparento ser unos diez años mayor, incluso la puberta barba que apenas había comenzado a nacerle hacia unos meses parecía adquirir un tono más grisáceo. Lucia algo enfermo. Debilitado.
Izuna se dio cuenta de ello, siempre se daba cuenta de todo. Era un niño muy inteligente, al igual que su hermano había heredado la astucia de su padre.
-¿Te sientes mal?
-No, solo estoy algo cansado-, dijo reafirmando su sonrisa algo resuelta. Le revolvió el cabello y aseguro las riendas del pony.-¿Entonces quieres aprender a cabalgar ? si o no


Izuna llevaba meses sin estar tan feliz.
Desde que habían llegado al clan, su hermano casi no pasaba tiempo con él debido al trabajo y sus nuevos amigos, los cuales detestaba con todo el odio que puede tener un niño de seis años. La mayor parte del tiempo la pasaba jugando solo o buscando ser tomado en cuenta por aquel apático y aterrador hombre que le hacía llamar "padre". A veces jugaba con Itachi, otras leía y otras corría en círculos como un orate, pero la mayor parte del tiempo se encontraba pegado a la ventana de su casa esperando que su hermano volviera. Mas de una vez Madara lo había recogido dormido sobre un alfeizar y luego llevado con dulzura hasta su habitación
Así que disfruto cada segundo que le brindo su hermano mayor, sus palabras, bromas, consejos y alabanzas; lo abrazo todo lo que pudo acurrucándose en aquel pecho que para el era tan gigante como las colinas que se abrían a sus ojos.
El regazo de su hermano seria uno de sus mas vividos recuerdos tiempo después en su adultez. La seguridad que le transmitía, la sensación que nada podría pasarle serian las bases sobre la que se sustentaría su personalidad. Por otro lado Madara comenzaría a cambiar, la entrada en la vida política a tan temprana edad afectaría su cuerpo y mente. Las ojeras se convertirían a la larga en leves arrugas y ese carácter receloso, ligeramente apático y taciturno lo acompañaría hasta bien entrada su vejez.
Izuna se convertiría en un hombre jovial, seguro de si mismo y encantador. Madara sería un político consumado, profundamente nacionalista y sediento de poder y gloria. Solo era cuestión que el tiempo pasara.


Luego de pasar unas cinco horas cabalgando sin parar, Madara lo llevo al mercado común y para su sorpresa Madara no reparo en gastos. Primero lo llevo a un sastre que le hizo unas siete mudas de ropa a la medida de gran calidad, pantalones de lino, cuero y casimir, camisas de todos los colores, dos chalequitos para el invierno de piel de arce y tres zapatos de cuero de búfalo. También le compro un caballito de madera, canicas, una espada de juguetes, un chocolate y una bolsa llena de caramelos de miel, los cuales secretamente eran para él.
Él también se mimo un poco, se compro ropa, dos libros, un nuevo mazo de poker y un perfume almizcle con el que buscaba mantener drogado a Minato y si tenía suerte a Hashirama. También compro dentífrico, un jabón de lavanda, hilo y aguja, alcohol, un peine de hueso y una bufanda negra de lana, bastante elegante.
-Me gusta mi nueva ropa-, Izuna brincaba sin parar por el mercado. No habían ruedos que lo hicieran tropezar. Más nunca tendría que arrastrar los pantalones o remangarse las mangas de la camisa.
-Te luce muy bien. Casi pareces salido de algún castillo. Estoy seguro que cuando crezcas tendrás millones de mujeres haciendo fila para besarte.
-¡Iugh! ¡Las niñas son feas!-Saco la lengua en una expresión de asco ante la mera idea-¡Y son estúpidas!
-Eso dices ahora-, una sonrisa divertida se formo en sus labios-¿Cuantas esposas tendrás, dos, tres?
-Claro que no-, las pequeñas cejas se curvaron molestas.-Cuando sea grande seré un soldado, como Itachi y defenderé a mi clan.
La felicidad que llevaba consigo se disperso en menos de un segundo. Simplemente fueron las palabras que con tanta inocencia el niño había predicho. Su hermano y la guerra eran dos ideas que siempre había luchado para mantener separadas. Formo una mueca amarga. Esa había sido la primera razón por la cual, un viernes hacia casi tres años había huido de su clan a mitad de la noche.
-Tu no iras a la guerra- dijo con rudeza.
-Pero yo quiero ir
-¡Tu no iras a la guerra!
Las personas al rededor lo miraron algo curiosas. Acababa de gritar. Las manos le temblaban y había tomado bruscamente a Izuna de los hombros en un exabrupto producto del pánico. Allí en medio del mercado, a tan solo una cuadra del burdel, había sido presa del pánico, de su mas profundo miedo: perder a su hermano menor.
Pero eso no seria así. Se dijo nervioso, soltándolo y tratando de recobrarse. El no lo permitiría, Izuna estaría lejos de las espadas, seria un artista, un sabio, al igual que Hiruzen, se casaría con una buena mujer y tendría muchos hijos. Solo eso y nada mas.
Madara respiro profundo e ignoro los ojos asustados de su hermano, era la primera vez que le gritaba.
-Lo siento, solo que...tu no sabes lo que es eso- dijo acariciándole las mejillas ahora pálidas-. La guerra es...es muerte Izuna y tu aun eres un niño. Mi niño bueno- se levanto levemente, las rodillas les temblaban un poco -Eres lo único que tengo.
Era lo único que tenía.
Los ojos negros de Madara por un instante lucieron apagados, cansados, distantes. Cada vez mas parecidos a los que tendría en su adultez. Los ojos negros que constantemente remembraban el pasado, esas muertes, esos gritos terribles...y esa noche, una noche oscura, el llanto de un bebe, el aroma a sangre y a hojas muertas. Recordó la sonrisa de su madre y la belleza que solo el ocaso de sus ojos pudo dejarle.
-Prometí protegerte y lo hare aun me cueste la vida
Se incorporo y siguío su camino llevando al niño de la mano. Sin embargo Izuna no estaba de acuerdo con ello.
-¡Pero yo quiero ser un soldado!
Soltó un suspiro y lo miro molesto.
-¿Y puedo saber para que carajos quieres serlo?
-¡Para protegerte!
Sus ojos se abrieron un poco. No pudo negarlo, estaba perplejo. La guerra para los mas tontos es significado de gloria y una entrada fácil al poder, otros solo van por obligación, pero... ¿protección? ¿Para él? Madara lo miro fijamente unos segundos. No necesitaba que lo protegieran, nunca lo necesito, y mucho menos ahora, heredero de una gran fortuna, con un padre viejo y él en pleno apogeo de su juventud.
-Izuna, yo no necesito que me protejan.
-Si lo necesitas-, la mirada molesta del niño comenzó a convertirse en una rencorosa, y luego, muy sutilmente se tiño de tristeza y pena y la oculto sobrecogido, Los pequeños puños se apretaron. -...El primer día que llegamos al clan-, dijo con voz queda y lóbrega. Los ojos grises se comenzaron a colmar de lagrimas, pero no de tristeza sino de impotencia-...él te golpeaba y yo...y yo...yo no pude hacer nada
Era un recuerdo vago que había afectado profundamente al pequeño Izuna. Su hermano siendo masacrado por su padre, un desconocido que se proclamaba amo suyo y de Madara. Quiso gritarle, detenerle, salvar a su hermano pero no lo hizo y eso, eso lo destruía noche tras noche, un trauma que se avecinaba sobre él en un profundo silencio.
-Izuna-, susurro abrazándolo levemente. Estaba conmovido.
-¡Estaba muy asustado!-sollozo en su pecho, liberando por fin esa angustia que lo carcomía-¡No podía ayudarte porque...porque tenia mu-mucho miedo! ¡Y yo no quiero volver a tener miedo! ¡No quiero que te peguen de nuevo!
Madara lo entendió perfectamente.
Sabía a lo que se refería. Eran hermanos después de todo. Lo cargo en sus brazos y lo llevo sobre su pecho durante todo el trayecto, allí Izuna lloro durante largos y angustiosos minutos. No le dijo nada, no necesitaba hacerlo. Cuando se calmo, beso su frente y borro sus lagrimas con el dorso de su mano.
Tomo el rostro pequeño de su hermano con una de sus manos, pequeño y compungido, con los ojos grises rojizos y húmedos. Los pequeños puños se apretaban con la suficiente fuerza como para dejar los nudillos blancos y tensos, perfectos pata golpear a cualquier imbecil. Madara le sonrió. Nunca creyo que aquel pequeño bebe que cargo aquella noche se convertiría en un niño tan fuerte.
-Mamá estaría tan orgullosa de ti...




-¿Le gusta señor? Pues déjeme decirle que tiene usted un excelente gusto.
Un hombre mayor de unos casi setenta años saco de un estante unos hermosos guantes de cuero negro. Los ojos le brillaban por la emoción de por fin vender algo en todo el día.
-Es hermoso-, los guantes eran tan negros y brillantes como sus ojos. Sedosos a pesar del resistente material, casi tenían un tacto aterciopelado. Le encantaban.
-Es cuero puro de napa. Flexible y resistente al fuego. Ideal para llevar una espada o para impresionar una dama.
-¿No se queman?-Dijo Izuna hincándose sobre la punta de los dedos de sus pies para ver mejor aquella prenda.-¿Y si meto mi mano en el fogón tampoco me quemaría?
-Ni si quiera sentirías calor. Le duraran toda la vida con facilidad. Además se adaptan a cualquier tamaño-, tomo los guantes y los volteo mostrándoles el interior que estaba cubierto por una hermosa y felpuda piel blanca-. Por dentro están recubiertos con piel de zorro ártico, de esta manera jamás le incomodaran o le producirán heridas por fricción.
-Son increíbles-, dijo Madara maravillado.
Toda su vida deseo unos buenos guantes, quizás era un mero trauma infantil. Sus manos eran algo ásperas y las cicatrices en sus palmas le recordaban al pasado y secretamente lo abochornaban cuando debía de estrechar las manos con alguna mujer. Tomo los guantes y se los probo. Las manos le temblaron placenteramente al ver lo bien que le quedaban.
-¿Cuanto cuestan?
-Por obviedad son un poco...un poco costosos, mi señor. Cuestan unas 30 monedas de oro.
Madara casi se le cayo la boca de su rostro. Si, la noche anterior había ganado unas 175 monedas, pero luego de comprar todo aquello en lo que no reparo en gastos, su crédito se redujo a unas 100 monedas y aun tenía que comprar dos sillas para caballo, avena y cubos de azúcar y otras cosas. No podía desperdiciar una tercera parte de sus ahorros solo en un caprichito.
Miro los guantes con ciertos desgano y se pregunto que tantas cosas debería dejarle hacer Minato para poder comprarlos. Las respuestas le erizaron la piel.
Podría vivir sin guantes de napa.
-Vaya, es un precio muy generoso...Quizás en otra ocasión.
-Por supuesto-, dijo el hombre mientras volvía a guardar los guantes. Lucia desganado. Posiblemente tendría aquella prenda desde hacia décadas jamás había logrado venderlos.
Madara tomo nuevamente a su hermano de la mano y lo llevo por el mercado hasta llegar a un restaurante donde cenaron pollo rostizado, papas y queso curado. Izuna que traía consigo un hambre atroz devoro todo y no dejo ni un poco. Su hermano no sabía pero muchas veces no comía, sensiblemente porque su padre no le hacia de comer y cuando lo hacía la comida era mala y muy poca. Había intentado cocinar pero se le había hecho imposible por su pequeño tamaño, más de una vez se había quemado los deditos con la estufa.
Madara comió también con hambre, disfrutando algo que no fuera la simple y dura carne de oveja que era lo único que se comía en su clan. Sin embargo estaba algo distraído. Habían pasado muchos sucesos aquella noche.
Se cuestionaba su sexualidad. Minato le había despertado una lujuria tan corrosiva que le quemaba el pecho y Hashirama, Hashirama provocaba en él cosas que jamás nadie había provocado. Hacía que el corazón se le acelerara, que le temblaran las rodillas y que todo en él se volviera un manojo de nervios y emociones. Era como un caos.
No le importaba mucho el hecho de ser homosexual o bisexual, pero si era algo que quería aclarar consigo mismo. Además sabía bien una cosa: ser gay le complicaba las cosas de manera inconmensurable. No había cosa más odiada que los homosexuales. Golpearlos era un pasatiempo, casi un deporte. Estaba segurísimo que su clan no aceptaría a un líder marica, mucho menos si este fuera pareja del heredero del clan Senju y la puta del líder del clan Uzumaki.
Suspiro cansado.
¿Cuando todo se había vuelto tan complicado?
-¿Estas pensando en los guantes?-Pregunto Izuna con la boca llena.
-¿Qué?
-No te preocupes. La señora Chira siempre me da unos cuantos cobres si le ayudo a rasurar las ovejas. Estoy seguro que si me esfuerzo mucho podre regalártelos para tu cumpleaños.
Madara sonrió ligeramente y acaricio los despeinados cabellos de su hermano. Izuna no sabia que cien cobres hacían un dradin y veinte dradines una moneda de plata y diez de estos una moneda de oro. Izuna podría dejar rosadas a todas las ovejas del mundo y ni siquiera alcanzaría la mitad del dinero. Pero no tenía ni paciencia ni energía para explicarle eso a su hermanito de siete años.
-Por supuesto que sí lo harás Izuna.


Introdujo al pony en la caballeriza y le quito la silla y las riendas. Quería acostarse a dormir y recobrarse. Mañana debía ir al Clan Haruno para hacer un recado, además tenía que supervisar los ingresos del mes del clan, asegurarse de que los Uchihas recibieran clases, que Hikaku se mantuviera de preferencia borracho y dócil y que su padre no se metiera en cosas que no le convenían.
-Toma-, le dio dos terrones de azúcar a Izuna-, siempre dales un terrón y acarícialos luego de volver, eso los gratifica y harán que sean dóciles siempre.
Izuna lo tomo emocionado y mimo al animal mientras que Madara les daba a los caballos avena y trigo y les cambiaba el agua.
Afortunadamente su padre no estaba en su casa, de esa forma no le explicaría como compro todo aquello ni que había hecho la noche pasada y todo el día de hoy.
El chico se quedó sentado en la sala jugando con sus nuevos juguetes mientras que Madara subía a su habitación y caí casi inconsciente sobre su cama sin sacarse la ropa que aun conservaba el perfume de Minato. Había estado cabalgando durante unas siete horas de clan a clan la noche anterior y no había dormido absolutamente nada. Las piernas le dolían al igual que las caderas. De solo pensar que al otro día debía de ir al Clan Haruno lo enfermaba.
-Hermano-, una voz bajita resonó en su habitación. Izuna se paro frente a su cama mientras le tocaba el brazo con el caballito de madera que le había comprado-¿Puedes jugar conmigo un ratito?
-Estoy durmiendo Izuna-, volvió a cerrar los ojos como si eso lograra alejar al pequeño niño. Efectivamente, luego de unos minutos volvió a abrir los ojos y se encontró al chico inmóvil, sosteniendo con esperanzas el juguete. Suspiro-Juega solo, te prometo que mañana...-bostezo-, jugaremos juntos.
-Pero...
-Por favor Izuna.
-Es que sin ti no es divertido.
Madara suspiro cansado y hundió el rostro en la almohada. Izuna siempre lo manipulaba.
-¡Ven aquí!
-¡Ah! ¡No! ¡No me hagas cosquillas! ¡Hahaha!
Lo tomo de un brazo y lo metió con él dentro de la cama y lo arropo con las sabanas rojas raídas que apenas abrigaban por las noches. Cogió el caballo y comenzó a cabalgarlo imaginariamente sobre su estomago haciéndole cosquillas.
-¿Que te parece si te cuento una historia?
-¡Yo quiero jugar!-Un pequeño puchero se formo en sus labios.
-Pero yo tengo sueño-, le dijo dándole un golpecito en la nariz con el dedo índice-, prometo que será larga y buena, niño mimado.
-Bueno...¿puedo dormir contigo?-Pregunto ilusionado mientras se acurrucaba entre las sabanas y las tomaba con fuerzas como si evitara que fuera expulsado de la cama de su hermano como generalmente pasaba casi todas las noches, excepto en las que estaba demasiado borracho como para moverse.
-Vale.
Madara pensó un rato la historia y con una sonrisa tomo el caballo y lo alzo hasta los ojos de Izuna.
-Había una vez un caballo y un camino largo por recorrer. El caballo se llamaba Errante porque sus ojos jamás miraban al horizonte. Era más rápido que un rayo. Era café como el tronco de un roble y cada vez que galopada el cielo tronaba. Era el caballo más poderoso del mundo. Solo una persona podía cabalgarlo y esa persona era un caballero joven, con una voluntad de acero y...
-¡Ese soy yo!
Madara sonrió y por un instante, un muy pequeño instante, todo el cansancio desapareció.




Caliente.
Madara cerro los ojos sintiendo como el dedo de Minato bajaba lentamente por su nuca, recorriendo la curvatura de su espalda hasta perderse en su cadera. Estaba desnudo y con la piel al rojo vivo. Sudaba y jadeaba con pausa mientras miraba fijamente como humeaba la pipa de opio. El humo hacia formas abstractas e ininteligibles, casi como una bella obra abstracta. Había tomado tres caladas antes de que Minato le bajara los pantalones, y se había bebido media botella antes que le quitara la camisa.
Un beso en la parte baja de su espalda.
Sintió un escalofríos surcarle los muslos. El acaricio sus glúteos con pasión voraz y luego muy, muy lentamente, le clavo las uñas con fuerza y los araño, mirando fijamente su rostro de dolor y luego observando con placer el camino rojo que termino en sus entrepiernas. Madara jadeo confundiendo el dolor con el placer. Sabía que con Minato no seria la primera vez que sentiría esa amalgama de sensaciones.
Todo en él era una masa de emociones que terminaba concentrándose en su sexo que parecía arder en brazas contra las suaves sabanas de algodón. En ningún momento habían compartido palabra. El rubio solo lo tomo de la mano y lo llevo a la cama. Lo beso en los labios y luego lo desnudo con sus manos gruesas y fuertes, y con solo sus ojos termino convirtiéndolo en algo tan bajo que ni él comprendia.
Sucio.
Tan sucio.
-Ahh~
El pecho desnudo de Minato aplasto su espalda y lo hundio contra el colchon. La respiración se le hizo dificil y por un instante dejo de jadear. Lo ahogaba. Él recogio su cabello y descubrio su oreja derecha y allí deposito un beso humedo que le erizo los vellos de la nuca. La mirada se le torno difusa cuando sintio como la masculinidad del Uzumaki se colo entre sus muslos. El vello rizado rubio le hizo cosquillas en las nalgas.
-¿Nunca te has sentido apunto de morir?-Susurro sobre su hombro. Los dientes blancos se clavaron sobre su cuello hasta dejarlo marcado y rojo.-¿Nunca has sentido tanto placer que ni siquiera puedes respirar?
Algo entro en su cuerpo y quiso alzarse pero no lo logro, Minato lo tenía acorralado entre su pecho y la cama. Abrio un poco los labios que estaban rojos e hinchados de tantos besos y mordidas que había recibido y un pequeño suspiro salio de ellos, uno timido lleno de verguenza y humillación.
-¿Lo has sentido?
-Nunca me han metido nada por el culo-, fueron sus primeras y atropelladas palabras. Minato se rio con una risa angelical, muy tierna para la perversa lengua que la generaba.
-Contesta a mi pregunta.
Madara tenso sus piernas al sentir como aquella invasion aumentaba llenandolo de un ligero dolor inocuo que se comenzó a diluir a medida que el lubricante con esencia de hachis hacia su magía. Minato sabía que era virgen y se había tomado las molestia como para no lastimarlo mucho. El ligero placer producto del morbo y lo prohibido comenzo a crecer a un fuego vigorizante hasta que nuevamente jadeo ansioso.
-No me pagas lo suficiente.
Nuevamente rio.
Sucio.
Vergonzoso.
Tan deseable.
-Me llevaras a la quiebra.
Clavo nuevamente sus uñas contra la blanca y suave espalda y la araño hasta sacarle un gemido. ¿Era una reprimenda? No, claro que no, solo le gustaba morder y aruñar. Apretó la almohada con fuerzas y jadeo entrecortadamente. Su sexo húmedo y caliente se frotaba contra las sabanas suaves ensuciándolas con su propio placer. Los dedos de Minato salieron de su cuerpo más pronto de lo que lo hubiese deseado y se sintio absurdamente vacio y necesitado.
-Te ahogare con tus propios gritos-, declaro con una sonrisa. Madara temblo y al sentir el inflamado glande surcar sus gluteos.-No distinguiras el dolor del placer.-Comenzo a entrar y una flecha de dolor lo hizo temblar-. Gritaras para que me detenga y luego...-sintio sus labios humedos sobre su oido-...luego no pararas de rogar por más, por mi.
Violado.
Temblando.
El humo deformado lo tento a mirarlo nuevamente pero el dolor lo hizo cerrar los ojos y gemir. Punzante y agudo. No se detenía. No tenía por que hacerlo. Sin embargo fue generoso con él y lo hizo lento. Le beso toda la espalda y marco cada centímetro de su cuello mientras lo hizo. Susurro unas cosas indecente sobre su cuerpo y lo hermoso que se veía su cabello desparramado por la cama. Le dijo que lo disfrutaba y que moriría dentro de él si se lo permitía.
Madara se sintió ser arrastrado por el placer más bizarro que jamás había sentido. Era un placer constante y peligroso, doloroso pero exquisito Increíble. El sudor de Minato se mezclaba con su perfume a regaliz y el sabor de su boca se mezclaba con el de la suya. Sus mejillas las tenía calientes como su masculinidad que desde hacía rato era acariciado con sutiles apretones que lo cohibían.
Acabo a mitad del sexo provocándole satisfacción y egolatría al rubio. Sus manos no pararon de tocarlo en ningún instante a pesar de estar húmedas y tibias por su esencia. Tampoco paro de penetrarlo, de recorrerlo hasta arrancarle suspiros de ansias y nuevos orgasmos apresurados y entorpecidos.
Se encontro con los ojos humedos y la piel sensible y erizada, con las piernas tensas y temblorosos, lleno de dolor y colapsando de placer. Incapaz de respirar bien, de decir más o rogar por que se detuviera y le diera un segundo para recobrarse. Emocionado. Desesperado. Harto de placer.
Comprendio a que se referia con morir.


Minato limpiaba dócilmente su cuerpo con un paño de lino lleno de algún liquido con aroma a naranja y lirio azul.
El sexo había acabado tan rapido como había comenzado y ahora solo estaba lleno de sudor, de lubricante y de sustancias que no queria identificar. Oh y claro, la conciencia gritandole "puta" una y otra vez. ¿Cuando había caído tan bajo?
-No quiero dinero.
El rubio solo sonrio observando el cuerpo desnudo con el que ya se había familiarizado. Los musculos laxos subian y bajaban mecidos por una respiración queda que presagiaba el sueño. El cabello negro como una selva de cahoba cubria su espalda casí rozando los niveos gluteos llenos de marcas rojas y moradas con forma de dedos.
Delineo con un dedo una cicatriz que marcaba su pantorrilla izquierda.
-Yo quiero dartelo.
-No lo aceptare. No soy una puta. Todo lo que he hecho lo hago porque quiero no porque desee algo a cambio- y era cierto.
-Lo se. Pero igual te lo dare.
Los ojos negros brillaron con rabia. De golpe se sento en la cama.
-¡Te he dicho que no lo quiero!- La rabía surco sus palabras. Sin embargo más allá de ira era humillación.
Minato solo suspiro y froto las mejillas rojas de Madara con el paño perfumado. El Uchiha alzo su mano dispuesto a apartarla de un golpe pero se contuvo antes de golpearlo. Aun le debia cierto grado de respeto a aquel hombre.
-Como gustes Radama.


Horas más tarde se encontraba preparando su caballo dispuesto a partir a su clan. Eran las tres de la mañana y hacia tanto frío que el aliento se convertía en un vapor blanco frente a su rostro. Cojeaba ligeramente. Su trasero le dolía y ardía y las mordidas y aruños hechos por el rubio lo mantenían en un estado perpetuo de incomodidad. Abrió la bolsa de cuero cafe que colgaba al lado de la silla y de ella busco unos terrones de azúcar. El caballo se mostraba reacio a salir por allí y abandonar el sueño.
-¿Que?- El roce a terciopelo era algo que no pudo ignorar.
El ceño se frunció al ver una bolsita roja muy familiar. Pesada. Extremadamente pesada. Dentro unas ciento cincuenta monedas doradas y una nota: "Un pequeño donativo al clan Uchiha. PD: Te espero el martes a la misma hora. Por favor trae ropa mas facil de quitarte, las bufandas y los cintos de cuero distraen mucho. Preferiblemente, no traigas nada puesto".
-Hijo de la gran puta...


Cabalgaba en silencio con el ceño algo fruncido. Aun las mejillas estaban teñidas de un rosa pálido producto del leve dolorcito en su trasero al galopar. Inevitablemente pensaba en Minato, sus ojos, su voz y sus tibias manos. Suspiro y soltó un improperio. ¿Desde cuándo un Uchiha se convertía en la zorra de algo tan patético como un Uzumaki?
Fuera lo que fueses le asustaba un poco como Minato lograba hacerle hacer todas esas cosas impuras. Era como si supiese la forma de sus pensamientos con solo una larga mirada de sus grandes y brillantes ojos azules. Su sonrisa venenosa y la curbatura de sus musculos terminaban con doblegar todo su orgullo u honor.
Fue entonces que sus pensamientos fueron interrumpidos por una cortina de humo que se vislumbraba a los lejos.
Entrecerró los ojos. Podría ser un simple incendio o quizás alguien durmiendo al lado de una fogata. Sin embargo sus dudas comenzaron a ser derribadas al ver un brillo naranja, casi rojizo en las profundidades del bosque. La temperatura subía excesivamente a medida que se adentraba.
Cabalgo más rápido y comenzo a sudar frio al detallar que aquel brillo provenía en la dirección de su clan. Apretó los dientes nervioso y aumento el paso. Comenzó a percibir el aroma a madera quemada y vio las primeras llamas que consumían los árboles y el pasto. El corazón parecía incapaz de latir. El aroma acre y pesado del humo lo hizo toser y le enrojeció la vista.
Y luego otro aroma, uno dulzón, uno que le produjo un escalofrío tan potente que detuvo su respiración: apestaba a sangre y carne quemada.
-No puede ser
Golpeo el costado del corcel con sus zapatos haciendo que este fuera veloz por el bosque, sin embargo el caballo nervioso se detenia y se agitaba al ver el fuego y los estruendos de los arboles cayéndose. Sin embargo Madara logro dominarlo y hacerlo llegar a las fronteras cercanas de su clan.
Entonces escucho otro sonido que conocía muy bien, un sonido que solo se repetía en sus más profundas pesadillas. Un sonido agudo, metalizado, fuerte, mortal: dos espadas chocando.
El clan Hiuga había atacado al Uchiha a media noche en una emboscada. Eran doscientos enemigos contra treinta Uchihas. Las mujeres y los niños yacían escondidos en sus casas guarnecidos por las altas tapias que protegían las fronteras del clan. Solo eso los protegía, paredes de cemento gruesas y la voluntad ya agotada de unos cuantos hombres. Cinco había muerto y doce estaban heridos y apenas lograban permanecer en píe.
Tajima, el líder de los Uchihas jadeaba con fuerza. Los brazos le temblaban. Cincuenta años no pasan en vano. No era el mismo de antes, tan fuerte, tan valiente. Apenas lograba pensar y hacer estrategias. No podía motivar como debía a sus súbditos que caían cual cartas de naipes. El fuego lo mareaba y el humo agotaba sus viejos pulmones.
Cinco hombres fueron contra él. Tomo con firmeza la espada y se defendio de sus ataques, retrocediendo, trastabilando. El sharingan inyectado de sangre hacia que le palpitara la cabeza y le ardieran los ojos hasta llegar a un punto en que todo se hacia borroso y solo lograba ver a los enemigos cuando estaban a dos metros de distancia.
Observo como un Uchiha caía al suelo. Le habían cortado un brazo. Dos segundo despues la espada se había clavado en su cuello. Murió al instante.
-¡Tenemos que retirarnos!-Grito Itachi a lo lejos. Sudaba y cojeaba de una pierna pero por lo demás estaba intacto.-¡No podremos seguir asi por mucho más!
Tajima no sabía que hacer. Quedaban más de la mitad de los Hiuga y una veintena de los suyos. Dentro del clan quizas podrían alargar la lucha y recobrarse un poco. Podrían arojar aceite hirviendo, flechas, piedras, lo que fuera. Sin embargo eso solo alargaria una derrota inminente.
-¡Hay que volver coño!-Hikaku tecnicamente decapito a uno y luego acuchillo en el vientre a otro.
Era el que más muertes había cobrado hasta ahora, unos quince, quizas veinte hombres ya llevaba sobre su espalda. Sin embargo lucia extenuado, jadeaba y no paraba de maldecir en pequeños susurros. La mirada demente y enferma por un instante lucio dócil y apagada. Cerro los ojos por un instante, No podía permitir perder su hogar. Toda su vida había luchado para darle a su pueblo uno propio. No podía. Preferia morir a ceder. A ser derrotado. Pero no seria humillado de esa forma.
-¡Dejen de quejarse y luchen!-Les grito a los adoloridos y exahuostos hombres. -¡No permitan que los vean llorar ni correr!
Itachi se quedo petrificado un instante. Sasuke y él intercambiado miradas preocupadas. Se sintieron por un momento como corderos en un matadero y realmente, eso eran. Dentro de las fronteras de su clan podría defenderse mejor y prevenir las bajas que pueden haber en terreno limpio.
-¡Nos van a matar!-Volvió a gritar Itachi esquivándose cinco shurikens que se dirigían a su cuerpo. Uno impacto en su pierna izquierda. La sangre broto como el agua en una cascada en plena primavera. Sintió miedo.
-¡No vamos a huir! ¡No somos unos malditos cobardes!-Le grito cerca del rostro, casi escupiéndolo
-¡Si no retrocedemos seres unos cadáveres!-Itachi había tomado la osadía de tomar a Tajima por la camisa a modo de desesperacion-¡Cuantos más tiene que morir para que te des...¡Maldita sea!
-¡Corre!
Una bomba de pólvora exploto cerca de ellos e impacto directo contra una de las tapias que protegían la entrada del clan. Lenta y sutilmente una grieta corrió por el muro de doce metros y se escucho un sonido de craqueo presagiando su caída. Tajima jadeo asustado viendo como el fuego se exparcia a su alrededor. Apreto la grama bajo sus manos aterrorizado. La tierra estaba húmeda producto de la sangre que caía a gotas de su frente.
-¡Shisui!-Sasuke corrió hacia su primo el cual se desangraba sobre el suelo. Otra baja más.
¿Cuantos quedaban de pie? ¿Quince? ¿Nueve?


El corcel había salido despavorido luego de que un arbol casí les impactara. Ahora corria a pie por el bosque con las mejillas negras producto del ollín. No tenía armas ni armadura y ni siquera coraje. Solo panico y un corazon acelerado. El fuego era tal que hacia que sus zapatos de cuero le ardieran en los pies, los cuales comenzaban a ampollarse y a enrojecerse.
Lo unico que podía pensar era en Izuna.
-¡Agh!
Un dolor agudo hizo que se cayera sobre el suelo. No supo que paso. La cabeza parecio palpitar y escucho un pito agudo en los oídos. Sintió como si la boca se le llenara de agua, pero claro, no era agua. Inmóvil y conmocionado toco su costado y sintió la ropa mojada. Miro sus dedos. Estaban empapados en sangre.
Explosivamente el dolor inocuo cobro vida y a extendió desde sus costillas a su pecho y cadera. La sangre recobro su sabor a metal y el aroma y el calor del fuego absorbió sus sentidos. Lo habían atacado. Una daga estaba clavada en su estómago y se desangraba lentamente pero no lo suficiente como para morir inevitablemente.
La adrenalina corrió por sus venas como el mismo fuego corría por el bosque. Los oídos se le agudizaron y todo a su alrededor pareció moverse bajo cámara mientras que su mente iba a la velocidad de la luz. Escucho unos pasos acercándose, pesados, su enemigo era obeso pero lo suficientemente ágil como para haberlo herido sin que se diera cuenta, era joven, menos de treinta años.
Los pasos se detuvieron. Estaba frente a su rostro. El sonido del metal rompió el aire. Era un sable, el ruido era muy agudo. Contuvo la respiración y tomo firmemente entre sus manos una ramita chamuscada cuyo borde era puntiagudo. Util para lo que planeaba hacer. Apretó los dientes y conto hasta tres.
Uno.
El sable bajo directo a su pecho y antes que lo impactara el clavo con todas sus fuerzas la vara en el espacio entre el tobillo y el talón hundiéndolo hasta separar el tendón. El hombre grito de forma aterradora y soltó la espada a la vez que caía al suelo. Esa herida seria eterna, mas nunca caminaría sin la ayuda de una bastón.
Dos.
Tomo la espada con sus manos y se levantó hasta estar de rodillas y sin perder tiempo se le lanzo encima en un brinco y clavo la delgada arma sobre su estómago. Justo sobre el ombligo, perforando el páncreas. El hombre escupió sangre y lo miro fijamente. Esa mirada que solo tienen aquellos cuando están a punto de morir. Madara la conocía tan bien como la suya propia.
Tres.
Con sus dos manos movió el sable hacia arriba, cortando el estomago, creando una herida de casi veinte centímetros. Mortal. Se levanto sobre sus dos pies y saco la espada. Movio su cadera y sus brazos y proyectando toda la energia que venia desde la punta de sus pies lanzo el golpe sobre su cuello, decapitando su cabeza.
Madara jadeo aterrorizado sin parar de ver como la sangre caía a borbotones. Los ojos del hombre se abrieron y cerraron rápidamente y jadeo cosas inteligibles. En el tiempo que tomo blandir el sable para escurrir la sangre, el hombre obeso murió bajo sus pies, fue tan rápido que aun no recobraba la respiración cuando este dejo de hacerlo. A veces se aterraba ante lo difícil del vivir y lo facil del morir.
Pero no tenía tiempo para pensar. Corrio directo a su clan ignorando la tremenda herida que tenía sobre el costado derecho, ignorando que sus zapatos se habían derretido un poco y se pegaban dolorosamente sobre sus talones, ignorando que la sangre le escurria hasta el pantalon, ignorando que la guerra había vuelto a él tan rápido como el tiempo que paso huyendo de ella.


Algunas personas son buenas cantando, otras cocinando, otras bailando. Su madre siempre le decia que todos habían nacido para algo y la felicidad yacía en ser lo que uno debe de ser. Nadie es un bueno para nada, eso lo dicen quienes aun no se han descubierto. Madara no sabía que si algo se le daba bien era en matar.
Era su arte. Los hombres su lienzo y la espada su pincel.
Era lo que mejor conocia. Sabía cuales eran los gritos de dolor, los de colera, los de miedo y los agonicos. Sabía donde cortar, donde golpear y cuando retroceder. Solo tenía que verle los ojos a su enemigo, la forma en como fruncia los labios y como movia los pies al pelear. Nada más, nada menos.
El fuego le quemo la ropa, los golpes le impactaron en el cuerpo, las armas cortaron sus brazos y sus manos se llenaron de llagas por el roce constante del mango rasposo del sable. El sudor se mezclo con la sangre y el hollín. Había crecido con ese aroma, a carne y cabello quemado, a sangre, a sudor. Ese era el aroma de la guerra. De su vida. De una vida a la que jamás lograria escapar. No importaba que tan lejos huyera.
Conto veintidos Huguramas muertos cuando logro abrirse paso hasta la entrada de su clan. Habían tres grandes grietas en los muros y uno apunto de caerse. Todo estaba lleno de fuego y los cadaveres de los Uchihas yacian chamuscandose en el suelo, los que quedaban de pie estaban tan agotados que simplemente daban lastima.
Shisui yacia en una esquina inconsciente junto con otros Uchihas severamente heridos. Apenas trece seguían de pie. Los enemigos le triplicaban el numero.
A lo lejos los Hiugas se reeorganizaban en un grupo pequeño pero compacto de cincuenta y tantos hombres.
Desde lejos logro encontrar a su padre. Hubiese querido sentir lastima al verlo en ese estado tan deplorable pero estaria mintiendo. El hombre jadeaba y apenas tenia fuerzas para esquivar los pesados ataques de los enemigos. Se quedo quieto un instante viendo como un Hugurama jovial lo empujaba riendose y de una patada lo mandaba al suelo.
Debio dejar que lo mataran pero eso significaria la derrota por regla de su clan. Así que sin muchas ganas corrio hacia aquel imbecil y de un solo movimiento le cerceno una mano y luego hundio el delgado sable en su pecho. Cayo como un costal de trigo a sus pies. Tajima inmovil y sorprendido miro a su hijo.
Madara le tendio la mano sin mostrar la minima expresión en su rostro.
No la acepto.
Tajima se levanto con rapidez aparentando tener una vigorosidad que realmente la mediana edad le había robado, sin embargo sus ojos tenían el brillo de un lobo salvaje, sediento de sangre y hambriento.
-¿Donde estabas?-Escupio en un tono tan tetrico que casi lo hizo palidecer.
-Ahora eso no importa. Tenemos que volver y practicar una ofensiva-, aunque no quiso sus palabras sonaron a una orden y ambos sabian que Tajima no aceptaria ordenes de él.
-¡Me niego a ocultarme!
-¡Estos hombres dan lastima por un demonio!
El puño de su padre le impacto en la nariz y lo hizo retroceder tres pasos. El impacto lo mareo un poco y le quebro el tabique nasal. El mensaje fue tan claro como la sangre derramando por su rostro: su padre estaba molesto y posiblemente hoy lo mataria si no lo hacia la guerra. Sin embargo no desistio.
-¡Como te atreves a hablarme de esa manera!
-¡De que puta manera quieres que te hable si estas haciendo que maten a mis hombres!
Otro puñetazo fue directo a su rostro, este tuvo la suficiente fuerza como para lanzarlo al suelo de rodillas.
-¿Tus hombres?-Dijo de forma burlezca parandose muy cerca de su hijo.
-Mi familia-. La voz salio ronca y funesta. Estaba tan molesto que la espada que sostenia, temblo bajo su mano derecha-Estas matando a mi familia. A lo poco que me queda de familia.
Tajima apreto los dientes y su rostro se ensombrecio. Como detestaba la insolencia de su hijo. Lo tomo del cuello con sus manos ensangretadas y rasposas y lo alzo lo suficiente como para alejar sus pies del suelo. Aun era un retoño, un bebe que fingia ser un hombre. ¿Cuando su hijo se había convertido en tal ser?
-¿Tengo que recordarte lo que paso la ultima vez que me hablaste de esa manera?
Madara solo tomo con firmeza los brazos que lo asfixiaban y maldijo su nombre mil veces. No tenía tiempo para eso. En cualquier momento los Hiuga volverian a atacar. En vez de que su padre ordenara la retirada o reorganizar sus hombres perdía el tiempo golpeandolo.
-Lo siento-, dijo mordiendose el orgullo. Debia de ser inteligente con su imbecil padre.
Tajima lo solto dejandolo caer en el suelo. Froto su rostro cansado y miro los pocos y agotados Uchihas que quedaban. Algunas mujeres aprovechaban la calma y recogian a los cadaveres y heridos del suelo y lo llevaban dentro del clan y otras junto con los niños tratapan de corregir las grietas y averturas de las tapias.
-Podriamos hacer una ofensiva-, sugirio Madara limpiandose la sangre del rostro-, podemos hervir aceite y hacer que las mujeres lancen flechas y piedras.
-¿Como van a lanzar flechas esas idiotas?
-Les he enseñado
Tajima abrio los ojos sorprendido. Si, el programa educacional que había implantado Madara no solo se dirigia a aprender a leer y escribir, tambien había adiestrado a las mujeres en el arte del combate, la mayoria de ellas eran asombrosamente mas mortales que los hombres y todas eran estupendas arqueras. Treinta arqueras certeras podía matar a unos trecientos hombres en un segundo.
Tajima apreto los puños molesto y preocupado. No le importaba que su hijo estuviera cogiendo cual puta se le pasara por el camino o que llegara todos los días borracho, pero que estuviera adiestrando militarmente a casi la mitad de su clan, le daba motivos suficiente como para preocuparse. Pero no tenía tiempo para pensar en esas cosas po los momentos.
-Esta bien-, suspiro rendido y le dio la espalda-¡Itachi mueve el culo y pon a hervir aceite! ¡Freiremos vivos a estos bastardos!


Había sido una cruenta batalla, afortunadamente los Hiuga se retiraron luego de cinco horas de lucha interminable. Las Uchihas habían demostrado a todos los hombres, entre ellos su padre, que más allá de ser maquinas para hacer bebes eran tambien guerreras admirables, disciplinadas, feroces, valientes. Rapidamente la victoria de los Uchihas fue escuchada en todos los rincones de un planeta aun muy pequeño: hombres sin miedo a morir y mujeres letales y feroces.
Sin embargo mientras que las noticias eran escuchadas con asombro, su clan estaba de luto. Habían perdido un tercio de la población y casi la mitad de ella estaba herida, muchos mas nunca podrian pelear o caminar sin usar baston. Era algo funesto en todos los aspectos. Los campos serian menos trabajados, por lo tanto entrarian menos ingresos al clan; hombres muertos no procreaban hijos y eso significaba que su clan seguiria minusculo y claro, con tantas bajas militares, los niños y mujeres deberian incluirse en el campo de batalla.
Madara con ayuda de Hikaku y Sasuke recogian los cadaveres de los Uchihas y lo llevaban al cementerio donde serian pronto enterrados cuando ya estuviesen hecho tantos hoyos en la tierra. Sasuke tenía un rostro tetrico y apagado, parecia estar asqueado. En cambio, Hikaku estaba tranquilo y jovial, algo cansado y palido.
-¿Shisui esta bien?-Pregunto Madara cuando dejaron el cadaver de un hombre al lado de un enorme hueco en la tierra donde pronto seria enterrado. Lo conocia, era un buen estudiante, siempre intervenia en clases.
-Si, solo perdio mucha sangre. Nada que un monton de carne y cerveza no solucione-, solto Sasuke casi sin emocion y dejan corta la conversacion camino varios metros lejos para recoger otro cadaver del suelo y arrastrarlo al cementerio-. Carajo, este gordo pesa.
-Nadie te dice que lo hagas solo-, Hikaku lo ayudo a cargar al cadaver del suelo-. Nos ponemos mas pesados cuando muerimos
-Morimos-, corrigio Madara ayudandolos a transportar el cadaver.
-Es lo mismo, ustedes entendieron. Segun me contaron es porque la mierda dentro de nosotros se compacta y por eso nos hacemos pesados.
-¡Joder Hikaku que mierdas estudias todos los días!-El menor le palpitaba una vena en la frente. Madara quiso explicarle a Sasuke que Hikaku era mas hueco y estaba mas lleno de poqueria que una fosa comun pero no tenia animos para ello.
-Yo presto mucha atencion a clasese Sasuke a diferencia de ti que te la pasas dibujando penes en los cuadernos de los demás. Entre yo y tu no hay diferencias.
-Tu y yo- corrigio nuevamente Madara con malhumor.
-¿Yo y tu que?-Pregunto confundido.
-El yo va de ultimo, es tu y yo
-No entiendo que tratas de decirme Madara...
-Olvidalo- Maldicion desperdiciaba dirarimanete tres horas de su vida diarias enseñandole a esos idiotas una educacion medianamente decente auqnue por lo visto no funcionada.
-El punto es-, retomo la conversacion Sasuke mientras buscaban el tercer cadaver-, no nos hacemos mas pesados por eso, idiota, es porque nos llenamos de gusanos por dentro y obviamente eso nos genera un peso extra.
-¿Gusanos? Eso pasa luego de días. La mierda se pone dura como piedra.
-Eso no tiene sentido. Es más segun escuche la gente se caga inmediatamente luego de morir.
-Yo no veo nada.
-Esta dentro de sus pantalones.
-Claro que no
-Que si
-No
-Si
-No
-¡Pues revisemos a ver entonces!


Madara se fue de allí con un tic nervioso al ver como esos dos enfermo le bajaban el pantalon a alguien que posiblemente había sido el padre o esposo de algun pobre individuo. Unos siete Uchihas miraban asqueados la escena y luego de unos minutos por todo el clan surcaba el rumor de que Hikaku y Sasuke eran amantes y necrofilicos y que habían hecho el amor con el cadaver del molinero.
Estaba cansado y queria darse un largo baño. Apestaba a carne podrida y sentia que en cualquier momento vomitaria.








Tobirama era un muchacho dotado.
A su corta edad Hiruzen ya se había quedado con algo que enseñarle. Los libros de historia o alquimia eran absurdos para él y las complicadas formulas geometricas para calcular ángulos, distancia y tiempo simplemente un pasatiempo. Su conocimiento era tan extenso como las llanuras de su tierra. Podía recitar poemas de memoria, interpretar las mas profundas y satiricas obras o predecir cuanto aumentaria los precios del arroz solo leyendo el periódico unas cuantas veces.
Su intelecto lo llevaba a estar solo. en el mundo de los niños no importa mucho cuanto sabes sino que puedes hacer y aun mas importante, si eso lo haces de forma divertida, vulgar o peligrosa. Tobirama era un niño frio, apatico y constantemente malhumorado. La mayor parte del tiempo la pasaba leyendo en la gran y majestuosa biblioteca de su padre, practicando esgrima con los soldados o en las reuniones de su clan como acompañante de su padre, solo que a diferencia de Hashirama, el no se quedaba dormido ni dibujando pajaritos en las servilletas.
Pero la verdad a pesar de una agenda aterradora para cualquier niño de su edad, Tobirama la mayor parte de su tiempo estaba aburrido. Aburrido. Abismalmente aburrido. Su mente inquieta agonizaba durante los tediosos juegos con su hermano y las eternas y aburridas cenas familiares. Nada parecia emocionarlo más allá que encontrar un libro nuevo en la biblioteca de su padre.
Pero ese aburrimiento tuvo fin un día cuando salio a cazar con su padre y hermano. Aburrido deanvulaba por el bosque tarareando una cancion. Fue entonces que escucho un sonido ronco y un pequeño chillido de un animal. Se acerco de donde provenia el ruido y encontro a un pequeño conejito con su pata atrapada por los dientes de una trampa de madera.
El pelaje blanco estaba manchado con sangre roja y brillante. No pudo evitar sentir fascinación por ella. Lo libero de la trampa y el animalillo chillo ligeramente, la pata tenía dos profundas laceraciones y posiblemente un hueso roto. El albino acuno al conejo entre sus brazos y lo acaricio buscando calmar al conejo asustadizo y adolorido.
-Shh, ¿te lastimaste?-le pregunto suavemente mientras jugaba con sus gachas orejitas, bajando sus pequeños dedos hasta su estomago y luego a su pata herida y sin poder contenerse cerro su mano entorno a esa extrimidad y la apreto con tanta fuerza que la criaturilla chillo de forma aguda y comenzo a agitarse adolorida-¿Te lastimaste? ¿Te lastima lo que te hago?
Sonrio y comenzo a jadear escuchando los chillidos y los vanos intentos por escapar o mordeler. Apreto mas duro, mas duro. El crujio los dientes y sintio como sus mejillas sudaban, el corazon latia sin parar. Era una sensación maravillosa. Ver el tormento del animal lo enloquecia, le provocaba un asqueroso morbo tan exquisito, tan dulce...

Batsuma sonrio mirando como su hijo curaba la pata de un conejillo que encontro en el campo. Obviamente el conejo sería su cena pero el pequeño le había rogado tanto que lo dejara ser su mascota que no pudo decirle que no. Supuso que tenerlo lo ayudaría a ser un niño mas sociable y menos amargado.
El padre miro contento al ver por primera vez a su hijo tan contento en su vida. No paraba de acariciar el pelaje del inconsciente conejito blanco de tres patas.



Hashirama besaba tenuemente los labios de Madara. Era uno de esos momentos que uno busca atesorar en los más profundo de su memoria, recuerdos para evocar cuando los días sean malos y lluviosos. Sus labios turgentes, rosados, carnosos, susurrandole en silencio que lo deseaba, que disfrutaba de su presencia. Su sabor dulce y amargo, una mezcla de durazno y nicotina, lo intoxicaba, consumia y drogaba.
Sobre la grama se consumia la colilla de un cigarro a medio acabar. La luna apenas iluminaba el follaje humedo del bosque, casi todo estaba bajo una penumbra, sin embargo estaba tan cerca de Madara que aun podia ver la distincion entre la oscuridad oscuridad de la noche y la negrura insondable de los ojos de Madara.
Lo tenia acostado sobre el suelo, con su cabeza recargada sobre una prominente raíz y allí Hashirama comenzaba a explorar las calles de la pasión, de la lujuria y del líbido. Sus manos acariciaban su pecho por encima de la ropa, tocando el vientre plano y sus musculos tensos, tratando de no rozar los pezones endurecidos o yendo más allá de su cadera por mera vergüenza incauta.
Tomo vuelto y beso su cuello con los labios apretados y húmedos. Un suspiro y un abrazo profundo lo invitaron a seguir. Aspiro el aroma de su cabello y dejo que su boca galopara por su piel sensible.
Lo beso, una, diez y mil veces y no quería parar.
Experimento con él cosas tan asombrosas, cosas que de día le avergonzaban y de noche le calentaban. Y para él era hermoso. Era tan inocente en tantos aspectos. Cada vez que rosaba su cuerpo sentia ansiedad ante la idea de equivocarse o ser reprobado, sin embargo todas sus caricias eran bien recibidas.
Madara era paciente, no lo presionaba. Hashirama era tan diferente a Minato, su ternura lo cautivaba y lo hacia sentir absurdamente encantado. La mayor parte del tiempo su corazón palpitaba en su pecho no por un emocionante y abrazante placer sino por la dulce inocencia de las acciones de otro. Hashirama era un niño, un niño que se había enamorado de él. Lo sabía, solo debía de ver sus facciones cuando lo besaba o su estremecimiento cuando lo miraba fijamente.
No quería lastimarlo.
Luego de unos minutos se separaron en silencio. Madara solo se incorporo y con una pequeña sonrisa retomo el cigarro que se consumía parsimoniosamente en el piso. Hashirama observo admirado como aquellos labios, rojizos de tantas mordidas, chupaba la colilla blanca y por un instante por su mente circularon imágenes depravantes.
-¿Que tal estuvo la batalla?-, dijo desviando la mirada y tratando de sonar despreocupado y no cachondo y desesperado.
-Horrible-. El mero recuerdo hizo que apagara el cigarro y que casi inmediatamente encendiera otro.-Muertos y más muertos, heridos, viudas y niños huérfanos. Además las cosas entre mi padre y yo empeoraron más.
-¿Pueden empeorar más?
-Por lo visto si, no creas yo también estoy impresionado- dijo cansado sin dejar de dar grandes y angustiosas caladas. -Creo que debo de comenzar a dormir en otro lado.
-Pues mi cama es bien grande- sugirió Hashirama con un tono alegre, optimista y bastante estúpido por demás, sin embargo con la suficiente inocencia como para que no sonara una propuesta indecorosa. Lastimosamente, Madara había pasado mucho tiempo con Minato.
-Lástima que esa pequeña polla tuya no lo sea también- dijo casi aguantando una risotada ante la cara de sorpresa y humillación del joven Senju.
Hashirama frunció el ceño y de un manotazo le arranco el séptimo cigarrillo que Madara había estado fumando durante esa noche y con un gesto de obstinación se lo llevo a la boca y el mismo le dio una fuerte calada, buscando irritar al otro ya que era el último que le quedaba en la cajetilla.
-¿Sabes que esos no son baratos verdad?-le pregunto con el ceño fruncido. Efectivamente se había gastado once cobres en ellos, la pequeña riqueza que tenia lo tentaron a mimarse con unos cigarrillos hechos a mano, con buen tabaco sin bichos ni aserrín y envueltos en papel no reciclado.
-No la tengo pequeña-, respondió fumando con tranquilidad y al mismo tiempo teniendo una batalla interna para no ahogarse con el pesado humo que le irritaba sus virginales pulmones-, recuerdo perfectamente una vez que nos estábamos bañando y tu la tenias del tamaño de un guisante.
-Eso fue hace casi dos años- dijo frunciendo el ceño ruborizado y luego agrego rápidamente- ha crecido bastante. Lo suficiente. Y se usarla por lo menos- nervioso busco nuevamente en su cajetilla y...si, era el último que quedaba.
Hashirama solo lo miraba risueño
-Estoy seguro que no podrías ni follar a una gato
-Estoy bastante seguro que algún día yo podre follar a un chico bastante parecido a uno-agrego cediéndole el cigarrillo a medio consumir, colocándolo casi sensualmente sobre sus labios, los cuales lo recibieron completamente agradecidos.
Madara no dijo nada, un poco distraído por la acción del chico, la cual por algún motivo que no reconoció la encontró provocadora. Durante unos cinco segundos miro fijamente los ojos cafés claros, casi de un color miel gracias al brillo de la luna nueva, y durante esos cortos segundos volvió a sentirse enamorado, tranquilo y feliz, casi como si la guerra hubiese desaparecido.
Hashirama un poco incómodo por la mirada fija y casi seria del Uchiha, desvío la vista y agrego en un tono un poco resuelto y falto de gracia, producto del mismo nerviosismo que le imponía los ojos azabaches:
-Debería aprender a usarla
-¿Que cosa?
-Pues eso.
-¿Que, el cerebro? No te haría daño
-¡Mi pene joder!
-¡Oh!-sonrió un poco- si, eso también te ayudaría bastante.
Otro pequeño pero largo silencio incómodo. Nuevamente agrego, falto de todo encanto y seducción y con las mejillas rojas como un carbón en brazas.
-Podrías enseñarme.
-Si, si podría-respondió Madara con una sonrisita divertida. Hashirama casi se le salió el alma al tener una respuesta positiva. Su mente a mil revoluciones por minuto solo concebía una idea magnifica y arrebatadora: perder la virginidad.
Trago duro y se le acercó para besarle y fue correspondido con pasión. Los besos de Madara era suaves, dulces, húmedos y gratificantes y a pesar que sus manos fueran ásperas al tacto, lo tocaban con tanta suavidad que hacía que le temblaran las piernas. Estaba enamorado de él y quería hacerle el amor, quería hacérselo desde hacía años, aun cuando no sabía nada del sexo.
Lo apretó contra su cuerpo buscando frotar su sexo, ya endurecido como piedra, contra su regazo y lo logro luego de unos leves empujones torpes. El Uchiha abrió los ojos durante el beso y miro como Hashirama apretaba los parpados y se frotaba con torpeza contra su cuerpo. La acción le pareció graciosa, tanto que no pudo evitar sonreír en medio del beso, rompiéndolo automáticamente.
-Hashirama, ¿Que se supone que haces? Pareces un perrito en celo-le dijo riendo divertido provocando que el rubor del Senju aumentara exponencialmente y la verguenza del chico lo hiciera temblar.
-Es que yo. ¡T-Tu eres el que se la pasa cogiendo, y-yo no se ...Se supone que debes de enseñarme!-se cubrió el rostro con las manos totalmente incomodo-¡Deja de reirte!
Molesto se alejo de él y cubrio su intimidad con dos manos y desvio la mirada molesto. El pelinegro lo miraba divertido. No lo negaba, quería mucho a Hashirama, tenerlo cerca lo hacía sentir protegido y amado y no dudaria en ningun segundo en quitarle la virginidad. Ese pensamiento hizo que abriera los ojos un poco, comenzaba a calar lo importante de eso. Él sería su primera vez y nunca lo olvidaria. Jámas.
Se levanto y se fue directo a su caballo dispuesto a irse lo más lejos que pudiera del Senju. Si eso llegase a pasar no quería que fuese en medio de un frio, humedo y oscuro bosque. Podría follar con Minato debajo de una piedra si era necesario, pero Hashirama...él era especial.
-¿A-Adonde vas?-el moreno corrio a toda velocidad y tomo a Madara con firmeza de la cadera antes que se montara en el aburrido y adormilado caballo negro-¡No puedes irte! ¿Es por lo que dije? ¿Por los cigarrillos? ¡Puedo comprarte más si quieres!
Fruncio ligeramente el seño y le dio un leve manotazo
-¿Por que todos creen que pueden comprarme con algo?-dijo para si mismo dandole una miradita al necesitado y rublorizado muchacho que le rogaba placer-¡Y no, no es por lo de los cigarrillos!
-¿Y entonces?-pregunto avergonzado tomandolo con mas fuerza, como si eso evitara que se fuera
-Estoy cansado, hace poco me rompieron el culo en una batalla y me duele todo el cuerpo. No podre cogert...enseñarte apropiadamente
-Pero no tienes que hacer mucho Mada, solo tienes que acostarte y bueno, abrirte de...y entonces me dejas hacerte...cosas-por algun motivo Hashirama cada vez estaba más rojo y mas tiritante. Le costaba decirle no a esa mirada.
Con la poca ternura que tenía él, tomo sus mejillas y beso su boca sutilmente y luego lo separo de su cuerpo. Los ojos cafes de Hashirama le miraron fijamente, rogantes, eran tan claros que por un instante penso que eran trozos de miel. Su mirada lo desarmo hizo que la voz se ahogara en su boca y si no tuviese un poco de autocontrol se hubiera lanzado contra su cuerpo y habria echo todas esas cosas por las que le rogaba el Senju.
-El Miercoles-susurro en una promesa, separandose sintiendo como le temblaban las piernas. El moreno asintio con algo de pena.
-El Miercoles entonces.
Se monto en el caballo y respiro profundo buscando calmar su revuelta cabeza. Le dio una ultima mirada al encantador joven que lo miraba con una sonrisa triste. ¿Estaba..? si, aun tenía ese graciosa erección apuntando casi al cielo por encima de sus pantalones. Sintio tristeza por él, el pobre pasaria toda la noche masturbandose sin parar. Y problablemente el tambien.
-Hashirama-le llamo mientras agitaba las cuerdas de su caballo, el cual relincho y preparo su trote-¿Que te hace pensar que yo sere quien se habra de piernas?
Y se fue dejando al Senju confundido, sorprendido e hirviendo dentro de sus pantalones. Lo miro partir durante u rato largo hasta que su figura quedo extinta en la lejania. Suspiro algo triste mientras caminaba de vuelta a su casa, no sin antes recoger el cigarrillo a medio extingir que Madara había fumado y que él se habia robado. Lo fumo, no quedaba casi nada, asi que casi sintio como le quemaba los labios, casi tan caliente como los besos de su Uchiha.
Y aun faltaban cuatro días para verlo de nuevo.
-No deberias hacerlo-una voz ligeramente aguda e infantil hizo que el corazón se le saliera. Tobirama lo miraba desaprovatoriamente.
-Tobirama...

 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).