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See you again. por FumiSaho

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Notas del capitulo:

Tarde mucho, pero espero que les guste.

Ü

Decir que me sentí satisfecho conmigo y lo que estaba en la estufa, era una reverenda mentira y de las más horribles. El estofado de res que había intentado preparar con base a los conocimientos previos otorgados por Taiga y la revista que estaba en uno de los cajones de la cocina, era algo semejante a lo que Yuuki llegaba a regurgitar, solo que con grandes trozos de carne navegando en la hirviente comida.

Bueno, no era tan malo, podía hacer otra cosa de comer, eran las… miré el reloj de la cocina, redondo, con un tenedor, cuchara y cuchillo señalando la hora, minutos y segundos, marcaba las 3:22.

Mierda.

Se suponía que la comida debía quedar a las tres, bañarme y estar listo a las cuatro para que a las seis, cuando llegase Taiga, recibirlo con el comedor preparado para la cena.

Liberando una profunda exhalación, apagué la estufa. No había nada que hacer; simplemente no era bueno en la cocina. Lo único que no se me quemaba o parecía algo desagradable, eran los postres, lo malo era que Taiga no era efusivo en cuanto esa clase de sabores.

Resignado y sin ganas de tocar la estufa por un buen rato, salí de la cocina dejando el mandil en el sujetador del horno. Sacudí mis manos limpiándolas luego en el pantalón ya que de todos modos se había ensuciado con acuarelas y masa para modelar. No me quedaba otra opción más que pedir comida a domicilio, calentarla en el horno y servirla sin evidencias de que no era casera. De esa manera tendría tiempo de lavar la ropa, bañarme y prepararme. Sin embargo, mis planes se vieron frustrados con brutalidad, al escuchar la voz de Taiga llamándome entre el tintineo de sus llaves al abrir la puerta.

−¿Taiga-kun? –me giré en redondo mirándolo desde el pasillo como se quitaba su chamarra de cuero café.

−Tetsuya, ¿Qué paso? ¿Por qué huele así? –me miró alarmado, sus ojos de profundo carmesí conectaron con los míos acercándose a zancadas. −¿Y Yuuki? –me tomó de los hombros sin esperar respuesta y solo pude exhalar profundamente antes de que le propinara un buen golpe para que se calmara.

−Calma, Taiga-kun. Yuuki está con Kise-kun. –hice una pausa observando como la calma volvía a sus ojos. –Le pedí que lo cuidara solo esta noche. Todo está bien. –le palmee el brazo recibiendo a cambio un abrazo que me envolvió por completo en sus brazos.

Olfatee el rico aroma que emanaba su camisa azul cielo y teniendo que levantarme de puntitas, también lo abracé cerrando los ojos, dejándome llevar por esa comodidad que me proporcionaba aquel encierro.

−¿Por qué llegaste tan temprano? –pregunté acariciando la paz que me proporcionaban sus brazos.

−Te dije que hoy solo tenía una reunión con el jefe para saber si me pondrá bajo trabajo de escritorio.

−Lo recuerdo, pero solo dijiste que era un jueves. No especificaste cual. Además de que este día ya lo teníamos señalado en el calendario.

−Nunca olvidaría esta fecha. –aseguró  en un murmullo. −¿Y qué es lo que huele tan raro? –murmuró sin bajarme.

−Era estofado de carne... –sinceré avergonzado de mis escasas aptitudes culinarias.

−Vaya. –deshizo su abrazo. Sus brazos descendieron hasta mi espalda baja acariciándola con los dedos. –¿Sería mala idea ir a cenar afuera?

Resoplé bajando la cabeza suprimiendo una risa que delataría mi plan B. Volví la vista hacia arriba. Me encogí de hombros y lo solté antes de hablar.

−No tenemos opción si no queremos morir por indigestión. –repuse fingiendo resignación. –Pero necesito tomar un baño.

−Podemos tomar uno juntos. –propuso mirando más allá de mi persona.

Podía distinguir la vergüenza en su rostro aun si no lo viera, pues se le denotaba incluso en el ligero balbuceo de su voz.

−No. –de inmediato me negué y el me miró con la curiosidad suplantando la vergüenza. –Me gusta cómo te ves y no quiero arruinar tu olor.

−¿Olor? ¿Te gusta cómo huelo? –inquirió con sorpresa alejándose todavía más de mí.

−¿No te lo había dicho?

−Es la primera vez que lo escucho.

−Bueno, me gusta todo de Taiga-kun, no debería sorprenderte el que exprese una cualidad más. –me defendí aunque sin mucho éxito al verme nuevamente atrapado entre sus brazos, solo que esta vez su boca tocaba suavemente la mía.

Sus labios eran escasamente suaves, pero siempre cuidadosos para conmigo, sumamente dulces y desesperantemente apetitosos para mi propio gusto. Sabía que si yo no iniciaba un buen contacto, él no le abriría paso a algo más que un simple roce de nuestros labios.

Abrí la boca dejando escapar un jadeo que lo incitaría a ceñir mi cintura a él, cosa que sucedió de inmediato. Otro jadeo escapó cuando mi pecho chocó contra su tronco duro y suave al mismo tiempo. Acaricié con la punta de la lengua su labio inferior sintiendo sus manos temblar y hacerse puños torno a mi ropa.

−Te amo. –murmuró halando mi lengua con los dientes.

Justo en estos momentos, era cuando únicamente decía esas palabras sin titubear.

−También te amo, Taiga-kun. –comuniqué al liberar mi lengua de aquella libidinosa prisión. –Pero debo ir a bañarme.

Me solté y corrí literalmente al baño antes de que Taiga me convenciera de lo contrario o quisiera meternos a la cama.

 

 

Cuando terminé, me di cuenta de que no había llevado ropa de cambio, por lo que enredé una toalla alrededor de mi cintura y con otra salí secándome el cabello. Me tomo por sorpresa el no oír la televisión en el canal de deportes o en el de cocina, sino que reinaba un silencio anormal en la sala.

−¿Taiga-kun?

Esperé en caso de que estuviese ocupado, pero no obtuve respuesta. Dejé entreabierta la puerta del baño y avancé secándome el cabello ya que aun caían gélidas gotitas contra la piel de mis hombros. El sonido que proferían mis pies descalzos en el suelo de madera era suave, por lo que, si Taiga estaba en la cocina, se sorprendería al verme ahí. Sin embargo, él no estaba en la cocina, sino sentado en el sofá frente el televisor con el control en la mano derecha, pero ni siquiera la había alcanzado a encender cuando aparentemente el sueño lo albergó.

−Hmph…

Decidí que no lo despertaría hasta que el mismo lo hiciera. Últimamente no había dormido bien, salía a horas tempranas y no tenía hora de retorno, así que no forzaría en él más agotamiento. La cena estaba programada para más tarde, tendría tiempo de cambiarme y dejarlo descansar.

 

________________

 

−Papi, mami dijo que llegaría tarde, que nos adelantáramos a la casa. –aviso Ayame colgando el teléfono de la recepción. Akira estaba coloreando su libro de dibujo junto a su hermano mayor y Ayumu dormía como siempre, en el corral que habíamos colocado en la oficina. Furihata me ayudaba siempre jugando con los niños cuando ellos llegaban de la escuela mientras yo preparaba los postres y pasteles encargados con ayuda de Sakurai. Al retirarme con los niños, ellos se hacían cargo de la pastelería. Esa era una rutina que no rompíamos porque Tatsuya trabajaba en la empresa de Akashi instalada en Tokio, se suponía que salía a las cuatro en punto, llegando con nosotros media hora después, pero hoy no sería así.

Hoy, de entre tantos días, teníamos cuatro encargos de dos pasteles y dos paquetes de galletas surtidas. Si bien ya casi teníamos los paquetes de galletas, los pasteles estaban a medio proceso y los niños aun no comían.

−Papi, hambre. –tironeó Akira del mandil en mi cintura que no estaba para nada limpio.

−Ven, preciosa, papi está ocupado. −la levantó Furihata antes de que yo pudiese decirle algo y ella abrazo su cuello mirándome inconforme. –No te preocupes, Ayumu tomo su papilla hace unos minutos, así que iré por hamburguesas con ellos. ¿Quieren ustedes algo de comer?

−No, gracias. Imayoshi-san me regañará por comer comida rápida. ¿Usted, Murasakibara-san?

−No, me apresurare a terminar esto. –repuse cortando las figuras de las galletas de chispas de chocolate.

−Bien, Ayame-kun, vamos. –le dijo tendiéndole la mano que Ayame tomó sonriendo pues ya se iba a comer.

−Regresamos en un rato. –aviso saliendo de la cocina.

−Tengan cuidado. –dijimos ambos antes de que partieran. A los pocos segundos se escuchó la campana de la puerta principal anunciando su partida.

−Perdón por hacer que te quedes cuando tienes un bebé en tu pancita.

−No se preocupe, Murasakibara-san, he pasado los primeros tres meses con buena salud, así que tengo el visto bueno en seguir trabajando unos cuantos meses más. –confió sonriente acariciando su vientre ligeramente abultadito.

−¿Ya saben que será? –pregunté nuevamente creando rayitas de chocolate blanco en las galletas.

−No, queremos enterarnos en su nacimiento.

Cada embarazo de Tatsuya fue hermoso para mí. La primera vez nos enteramos justo antes de nuestra graduación, recuerdo exactamente como palideció más de lo normal cuando un médico nos leyó los resultados sanguíneos de pruebas anteriores con los que había acudido con sus padres, pero en ese momento ellos estaban en USA, así que fui con él.

−Felicidades, será madre. –comunicó un sonriente joven médico.

−¿Eh?

−Bueno, probablemente usted lo sabía, pero hay un cierto tipo de muchachos llamados donceles. Éstos son capaces de portar la vida dentro de su ser por el tiempo establecido para el desarrollo embrionario completo del humano. Son ciertas características las que lo establecen, como pueden ser la diferencia en la secreción de varias hormonas y feromonas. Además de que cuentan tanto con sistema de reproducción masculina como femenina...

−¿Lo sabias, Muro-chin? –la pregunta surgió cuando el medico parloteaba sonriente, explicándonos el proceso y los diversos cambios que sufriría el cuerpo de Himuro.

−S-sí, pero…

−¿Seremos papis?

−Eso creo.

−¿Estás feliz?

−¿Lo estás tú?

En ese momento ambos desviamos la vista del médico parlanchín que ahora nos comunica la importancia de realizar pruebas pre y neonatales mostrándonos un libro con imágenes. El rostro de Himuro estaba pálido y se le veía el miedo reflejado en los ojos enrojecidos. Ninguno de los dos estaba preparado para ser padres, ninguno de los dos había pensado en la posibilidad de que un niño viniera al mundo por la calentura irrefrenable de una relación en la que no únicamente era por sexo, sino que yo lo quería mucho y me hacía feliz cada día que pasaba con él. ¿Qué si yo era feliz por un bebé?

−Tendría que dejar de comer mis dulces, cuidarte y cuidar de un bebito…

−Atsushi…

−¿No es más emocionante que ir a prácticas de básquet? –ambos necesitábamos el mutuo apoyo.

Podría ser que me dejase influenciar con el más mínimo empujón, que me encantaran los dulces y no me importase mucho lo que sucedía a mí alrededor, pero en cuanto Himuro era parte del panorama, todo cambiaba a una reacción diferente a lo que solía ser.

−¿Estás seguro? –me preguntó y vi como cerraba su puno torno a su pantalón de la escuela. –No es nada fácil lidiar con la responsabilidad de ser padres. Uno simplemente no decide ser bueno en algo, y creo que lo sabes perfectamente.

Su voz era serena y fría, pero sus manos temblaban, sus nudillos se volvieron blanquecinos por la fuerza en que apretaba los puños.

−Tan seguro como que me gustan más los nerunerunerune contigo.”

 

−Atsushi, ya llegué. –se anunció aquella voz que extrañaba constantemente. −Hola, Ryou-kun. –apareció segundos después empujando las puertecillas de la entrada a la cocina. Como cada día, llevaba puesto un traje serio que se le veía muy bonito a la hora de quitárselo.

−Buenas tardes, Himuro-san. –saludó Sakurai con una leve reverencia y una sonrisa pequeña en sus labios.

Tatsuya avanzo hasta nosotros con su típico maletín y una bolsa de papel que delataba su anterior parada en un Majiba. Su rostro era el mismo que cuando lo vi por primera vez: cautivador, inquietante y la manera en que sonreía con simpatía me hacía comprender la razón de tantas cartas y chocolates de compromiso en San Valentín.

Viviría siempre agradecido al baloncesto, pues de no ser por eso nunca me hubiese acercado “al chico nuevo de segundo”

−Atsushi, ¿estas llorando?

−¡Por supuesto que no! –dejé de decorar la corteza del pastel con chocolate. Me giré alejándome de ellos para ir al baño.

Ese chico nuevo de segundo hacía de cada postre uno mejor.

 

_____________________

 

Desperté completamente descansado. Sin saber dónde exactamente me encontraba, estiré mi cuerpo escuchando como tronaba mi espalda.

−Es bueno saber que no desfalleciste, Taiga-kun. –su pacifica voz provenía de mi derecha. Tantos años con él me habían hecho inmune (o casi) a su falta de presencia.

Sobresaltado miré al poseedor de tan fantasmagórica habilidad encontrándome a mí mismo en el sofá con una cobijita de Yuuki cubriendo mi cuerpo. Tetsuya vestía como cada día, no como para ir a cenar.

−Lo siento, me hicieron leer muchos papeles y mis ojos se cansaron… ¿Qué hora es? –pregunté al mirar a mi alrededor. La sala se veía oscura y escasamente iluminada por la luz parpadeante del programa de entretenimiento en la televisión. Se oían las risas provenientes del aparato, pero Tetsuya no se mostraba para nada complacido con la comicidad de aquel show.

−Van a dar las ocho. –contestó con voz seca sin despegar los ojos de la pantalla. 

−Mierda. Lo siento. –repetí sobando mi cara con ambas manos.

−No te disculpes, estabas cansado.

−Tetsuya. –me acerqué cautelosamente. Estaba enojado y lo sabía aunque no lo exteriorizara. –Vamos a cenar. –tomé su mano sintiéndola fría y pequeña, siempre más pequeña que la mía. Me levanté del sofá y lo halé de la mano incorporándolo junto a mí. –Toma tu suéter. –le sonreí antes de apagar la televisión con el control y tomar mi chamarra del respaldo.

−¿A dónde iremos? –sus ojos azules cobraron la luminosidad de la curiosidad y emoción que únicamente podía notar yo.

−A donde todo empezó.

 

 

−No me esperaba venir al Majiburger.

−Me gusta pasar a comer aquí. Pensé que también te gustaría hacerlo. –me rasqué la mejilla sin encontrar las palabras adecuadas para expresar cuanto cariño le había tomado a este local de comida rápida y como empezamos a ser cercanos.

−Eres inesperadamente muy cursi, Taiga-kun.

La sonrisa que se formó en aquellos delgados y rosados labios que me apetecía besar, junto con el ligero sonrojo en sus mejillas, me hizo arrepentirme de salir de casa y no quedarnos en la cama.

Pero al terminar pasaríamos toda la noche en ella, de eso estaba seguro.

 

_________________

 

Kise se había ido a dormir a mi cama junto a Yuuki, puesto que el rubio no acostumbraba madrugar. Mientras Aomine y yo nos quedábamos en la sala haciendo preparativos, o mejor dicho yo, porque Aomine solo estaba sentado con las piernas cruzadas y los brazos extendidos a lo largo del respaldo del sofá, haciendo zapping a la televisión.

A diferencia de esa pareja tan dispareja, yo no sabía nada de Takao excepto lo que me dijeron agregando el hecho de que estudiaba en la Hokudai.

−¿Cómo es que saben tanto de Takao? –pregunté desde la cocina, preparando café.

−Ohh. ¿No es un poco tarde para estar celoso?

−No estoy celoso, idiota. –acomodé mis lentes desde el puente. –Simplemente tengo curiosidad.

−Sí, lo que sea. Kise se lleva bien con él desde que se reencontraron en Hokkaido por una entrevista de televisión. –arguyó dejándole en el canal de deportes, donde daban los resultados de la liga japonesa.

−¿Desde cuándo? –investigué un poco más sentándome junto a él, dejándole su taza de café sin leche pero dos cucharadas de azúcar, en la mesa.

−Hace como dos años. Kise le prometió que no te diría nada para que no te alertaras o le regañaras por no haberte contactado en todo ese tiempo. No sé mucho, pero, Kise le informa cada aspecto concerniente a ti. Takao no la ha tenido fácil, Midorima, así que cuando llegues no seas tan… tu. –confió mirándome con seriedad al quitar sus aburridos ojos de la pantalla, delatándome que tenía algo más que decir, pero no lo haría, o por lo menos era lo suficientemente delicado como para que él lo dijera.

Asentí sin poder decir nada más y bebí un sorbo del humeante café entre mis manos.

 

 

−¡Buen viaje, Midorimacchi! –se despidió Kise agitando la mano derecha, pues con la izquierda sostenía al bebé vestido de osito mientras jugaba con su cabello rubio, quien se veía bastante primaveral para la época, portando una camisa de manga tres cuartos negra, un chaleco gris con blanco, un pantalón corto blanco, tenis sin agujetas, negros. Aomine no había podido venir por su trabajo en la estación, pero agradecía secretamente la presencia del rubio.

Le despedí únicamente alzando la mano antes de darles la espalda y entregar mi boleto para entrar al pasillo que conectaba al avión. 

Notas finales:

Los nerunerunerune son dulces conformados por una especie de masa que haces tu mismo y caramelos pequeños que se adieren.

Perdon por la tardanza.

Gracias a los lectores fantasma y a los que dejan un Rvw, me ayudan a saber si va bien la situacion. xD 

Nos vemos en la actualización. 

:}


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