-Hey, Gokudera- llamó cierto moreno con una sonrisa- ¿me extrañaste?
-Tsk…- frunció el ceño- por supuesto que no, idiota
Yamamoto se acercó al peliplata y tras tomarlo de la cintura lo beso lenta y seductoramente, adentrando su lengua en su cavidad haciéndolo gemir entre el beso.
-Tu lengua me dice lo contrario- susurró contra los labios del chico tras el término de la unión
-I-Idiota...
-Necesito sentirte más, vamos de una vez- tomó del brazo al albino y lo arrastró consigo hacia las escaleras que llevaban al segundo piso.
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- Tal parece que Gokudera trae loco a ese hombre tan apuesto jaja- rio Fuuta
-Sí- respondió el pelirrojo- con el único que se ha acostado desde que visita este lugar es con Hayato
- ¿Crees que esté enamorado de él?- preguntó el castaño con curiosidad
-No lo sé, puede que sí, aunque ¿quién se enamoraría de personas como nosotros, que nos acostamos con muchos hombres a diario? sería algo prácticamente imposible- Emma sonrió tristemente y al ver como dos clientes usuales se acercaban a ellos, se paró del sofá donde estaba sentado dejando notar las prendas diminutas que llevaba, una minifalda que prácticamente le llegaba al mitad de las nalgas y una playera transparente que cubría no más arriba del ombligo dejando notar sus pezones.
-Tienes razón- Fuuta hizo lo mismo que el pelirrojo dejando ver su provocador traje de maid y las medias que vestía, las cuales le llegaban hasta los muslos.
-Están libres ¿verdad? - dijo un hombre tomando por la cintura al pelirrojo para luego acariciar con la mano que tenía libre su trasero
-Claro que sí, los acompañaremos con gusto- habló Fuuta mientras sentía como el otro hombre, probablemente amigo del que ahora tocaba a Emma, deslizaba sus manos por entre sus muslos
-Perfecto- respondieron los dos hombres para luego irse uno con Fuuta y el otro con Emma hacia el tercer piso del edificio a disfrutar de las maravillosas atenciones que el dinero de cada uno podía conseguir.
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-M-Mamá ¿Mamá, estás ahí?- llamaba entrecortadamente cierto joven de cabellos negros algo ondulados y ojos esmeralda
Se encontraba muy adolorido, en su cuerpo se podían observar varios de los hematomas que le dejaron los golpes recibidos hace unas horas.
El adolescente de 17 años recién cumplidos caminaba con dificultad apoyándose en las paredes con dirección hacia la entrada de su rústica y empobrecida casa, buscando a su madre, quien lamentablemente era la autora de la golpiza, una mujer desdichada y amargada con el mundo, una mujer a la cual su esposo dejó el mismo día del nacimiento de su único hijo, al cual desde que nació, culpó de tal acto y a consecuencia del abandono por parte del hombre, se hundió en el vicio del alcohol.
La mujer nunca otorgó ninguna muestra de afecto hacia el menor, todo lo contrario, lo golpeaba desde que el chico de nombre Lambo podía recordar.
A pesar de todo el sufrimiento que día a día soportaba, no todo en la aún corta vida del chico había sido malo. Esa parte buena, o mejor dicho “persona” tenía nombre y este era Aria, una mujer de buen corazón a la cual conoció cuando tenía 5 años y fue ella también la primera persona en regalarle una sonrisa.
Siempre le estaría agradecido por todo lo que hizo por él, gracias a ella el joven pelinegro ahora cursaba el primer año de preparatoria, ya que su madre nunca tuvo ni la más mínima intención de educarlo, primero porque no tenía recursos y segundo porque para ella solo existían dos cosas: los recuerdos de su padre y el alcohol.
Aunque Aria, al igual que todos los que vivían en aquel barrio marginal, fue muy pobre, trabajó muy duro y todo lo que ganó lo dedicó exclusivamente al menor, en pagar lo que pudiese necesitar para su escuela y su vestimenta.
Sin duda para Lambo, la persona que en realidad se había comportado como una verdadera madre con él había sido precisamente ella.
¿Pero por qué usamos palabras como “fue” o “trabajó” en lugar de “es” o “trabaja”?
La razón recae en que lamentablemente no todo lo bueno que uno puede tener dura para siempre, los momentos de felicidad son efímeros, el único consuelo que se tiene es disfrutarlos al máximo… atesorarlos dentro de nuestra mente y corazón.
Aria murió en los brazos del adolescente, le sonrió como solía hacerlo siempre y le pidió perdón por no haberle dicho sobre la enfermedad que le había sido diagnosticada hace años. Ese día, Lambo lloró como nunca lo había hecho, el dolor que sintió cuando el corazón de la mujer dejó de latir no se comparaba con las golpizas que le daba su madre biológica, aquel día sintió que su mundo se derrumbó completamente.
Pasó una semana y en todo ese tiempo el menor permaneció en su casa completamente solo ya que su madre biológica constantemente salía de casa y se perdía por días yéndose con cualquier hombre que le ofreciese algo de alcohol.
Lambo se encontraba en su habitación, si así se le puede llamar a un pequeño cubículo en donde solo había una cama de paja, y se estaba muy deprimido, no había asistido a la preparatoria desde la muerte de Aria y no tenía ganas de nada… no sabía cómo podría vivir sin ella.
Se encontraba metido en sus recuerdos cuando escuchó la vieja y apolillada puerta de madera abrirse indicando que su madre biológica había regresado.
Lo primero que el adolescente oyó fueron gritos aturdidores que aclamaban su nombre, la mujer fue rápidamente hacia el cubículo donde se encontraba él, abrió violentamente la puerta y antes de que pudiera decir algo recibió un fuerte golpe en el rostro.
Su madre comenzó a gritarle cada vez más fuerte sacándole en cara el abandono del hombre al que nunca conoció, su padre, para luego golpearlo con un palo de madera que siempre usaba en él.
Lambo llegó a dar al suelo con lo que la mujer aprovechó para patearlo seguidamente y a pesar del llanto y los gritos por parte del adolescente pidiendo que parara, rogándole que se detuviera, ella no lo hizo, más aún luego de unos minutos tomó un cinturón para seguir con su brutal golpiza, levantando la playera del menor y dándole con el duro accesorio de cuero directamente contra la piel. Estuvo así por más de 10 minutos más hasta que el menor dejó de gritar puesto que estaba punto de quedar inconsciente.
La mujer arrojó el cinturón al suelo y salió del cubículo dejando allí al pelinegro, para luego salir de la casa nuevamente, al parecer había regresado solo para desquitarse con el menor golpeándolo.
Pasó cerca de una hora en la que el chico seguía tirado en el suelo, ya que las fuerzas para pararse aún no regresaban a su cuerpo, sentía que toda su piel quemaba y el solo respirar le dolía.
Luego de unos 15 minutos con toda la determinación que pudo llegar a reunir, se levantó muy lentamente del suelo, tenía la intención de ir hacia la entrada de su casa porque sabía que su madre luego de pegarle fuertemente, casi siempre se hacía cortes con los pedazos de botellas de alcohol que destrozaba para su objetivo.
-Mamá... ¿Dónde estás?- el menor logró salir de su “cuarto” y apoyándose en las paredes para poder caminar comenzó a llamar a su madre.
Lambo la divisó en el suelo al lado de la vieja puerta, se acercó con temor a ella, pero no porque le diese miedo el que lo golpeara de nuevo, sino por descubrir que se hubiese hecho daño como usualmente hacía.
-Mamá - el menor se arrodilló como pudo hasta llegar a la altura de la mujer y al ver lo que había hecho no pudo evitar gritar
-¡No!... no es cierto ¡despierta! ¡Por favor hazlo!
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-Algún familiar de la señora Yumiko - preguntó un hombre mayor quien vestía una bata blanca
-Yo… soy su hijo, mi madre está bien ¿verdad?- respondió el chico un poco mejor de la golpiza ya que al llegar al hospital, las enfermeras le ofrecieron atenderlo también
-Tienes que ser fuerte- el doctor miró al adolescente con tristeza- tu madre no sobrevivió, a causa de haberse cortado las venas perdió mucha sangre… realmente lo lamento, chico
-No puede ser- de sus ojos comenzaron a caer lágrimas- es mi culpa, si yo la hubiese traído a tiempo…
-Estabas muy lastimado, no es tu culpa- el doctor acarició sus cabellos negros- en verdad lo lamento- le sonrió tristemente y luego se alejó de allí
Es verdad que Yumiko nunca había sido una buena madre para Lambo; sin embargo, este la quería, no podía odiar a su madre por más daño que esta le hubiese hecho
Dos días después fue el entierro de Yumiko, el cual fue pagado por el generoso doctor que atendió a su madre ya que Lambo no tenía dinero, y ¿cómo tenerlo si apenas era un estudiante de preparatoria?... un chico que había quedado completamente solo en el mundo a tan corta edad.
Tras el entierro, fue hacia su casa y guardó la poca ropa que tenía en una valija algo vieja... ya había tomado una decisión.
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-Hola- sonrió tristemente mientras miraba la lápida donde estaba enterrada Aria- no podré seguir estudiando Aria-san, no tengo cómo pagar la preparatoria- el pelinegro se agachó y acarició con su mano la fría placa de cemento- perdóname por no cumplir nuestra promesa, esa que te hice cuando tenía 6 años
El adolescente se levantó rápidamente y se restregó los ojos con sus muñecas para limpiar las lágrimas que habían empezado a brotar de sus ojos- me iré a la ciudad, buscaré empleo y trataré de salir adelante, lo haré por los dos, esta será una nueva promesa, sobreviviré cueste lo que cueste
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-Gracias por haberme ayudado…- dijo bajando de un camión de carga
-No tienes por qué, chico- un señor de avanzada edad le sonrió tiernamente- esta es la gran ciudad de Tokio, te deseo mucha suerte
-Gracias- Lambo se despidió también para luego observar como el camión partía dejándolo completamente solo en una ciudad desconocida
Al fin llegué
Fue hacia un puesto de periódico y con el poco dinero que pudo conseguir al ayudar a algunos cargadores de alimentos en su camino hacia Tokio, compró uno.
Empezaré a buscar trabajo ahora mismo… aún es de mañana- pensó para luego abrir el periódico en la sección de empleo.
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