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La Tregua por sue

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Notas del capitulo:

 

Hola a todos!!!  n_n Gracias por estar de nuevo por acá, es grato saber que el fanfic les ha interesado hasta donde va *_* espero que lo que están por leer sea de su agrado n_____n

 

 

 

Rippen se preparaba para cenar – o más bien para decidirse que pediría a domicilio -, en eso, un ruido proveniente del living lo hizo acercarse a verificar que lo había generado.

 

- Oh Larry, eres tú… - Mencionó con fastidio - ¿Qué te he dicho de usar la puerta? Si vas a entrar a mi casa, por lo menos úsala por decencia – Y es que estaba cansado de verlo entrar por la ventana a hurtadillas – Aunque la verdad, preferiría tener que lidiar con un ladrón que contigo.

 

- Traje para prepararte la cena. Hice las compras y resulta que compré demasiado, así que pensé que lo mejor era venir a compartir algo contigo – Comentó sonriente, obviando los regaños del ojirojo.

 

- Como sea… - Se sobó las sienes, no le iba a replicar el hecho de que podía compartir esa comida con alguien que viviera más cerca de su mansión, o en la mansión misma – Si no tengo que cocinar ésta noche, supongo que está bien soportarte un rato.

 

- Si por cocinar te refieres a calentar comida en el microondas, te informo por enésima vez que eso no es muy sano… ¿No haz oído eso de que usar mucho el microondas te puede dejar infértil?

 

- ¡Tsk! – Chistó – ¡Basta de tus cuentos de vieja! Lo que le pase a mis testículos es problema mío – Demandó - Sólo cocina Larry y deja que me las arregle cuando no te dé por venir a dártelas de mamá pájaro conmigo.

 

Iba a tomar una cerveza del refri y recostarse en el sillón a meditar sobre su poco satisfactoria vida cuando, en eso, tocaron a la puerta. Se molestó y sorprendió de que alguien estuviera tan tarde buscándolo – aparte de Larry, que ya no le sorprendía con nada de lo que hacía  -, pero más le sorprendió de ver de quién se trataba.

 

- ¿Penn Zero? – Y no ocultó su extrañeza al mencionarlo de un modo teatral.

 

- Deberías un día decirme tu apellido, porque realmente da énfasis a cualquier expresión iniciarla con el nombre completo. 

 

- ¿Qué haces aquí? Deberías estar en tu casa – Preguntó, obviando lo dicho por el ojiazul.

 

- Pues… estaba caminando por el vecindario y me preguntaba si estarías despierto a estas horas – Mencionó, tratando de ocultar su nerviosismo – No me preguntes como averigüé tu dirección – Miró de un lado a otro.

 

- No lo haré – Se encogió de hombros - Ya con Larry me he estado acostumbrando a ser acosado.

 

Sonrieron un poco y el silencio incómodo hizo acto de presencia. Penn tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano por no juguetear con sus manos, eso lo hubiese dejado en evidencia.

 

- ¿Quieres pasar? – Preguntó por fin el pelinegro – Está haciendo mucho frío afuera y no soy tan malvado como para dejarte sufrir de hipotermia.

 

- Gracias… - Entró - Aunque eso sería algo exagerado. Te creo un resfriado– Comentó – Por cierto, linda pijama. Yo tenía una así… cuando tenía unos cuatro años.

 

Rippen abrió los ojos cuales platos tras acordarse de que se había colocado la pijama de respaldo ¡La que tenía estampados de cachorros juguetones! Se lamentó ante tal humillación generada por la mala elección del día para dedicarse a hacer la colada.

 

- No tenía nada más que ponerme…

 

- Tranquilo, no juzgaré tu elección de vestimenta… ¿Y qué hacías? ¿Veías algún programa contemporáneo de tu edad? ¿Cómo esos shows en blanco y negro en dónde la gente usa palabras que ya nadie dice y hace referencias de cosas que nadie entiende?

 

Su sonrisa se vio opacada al darse cuenta de la presencia de Larry en la cocina.

 

- ¡Hola Penn! – Saludó enérgicamente el moreno.

 

El pelirrojo contestó con un débil movimiento de su mano.

 

- No sabía que tenías visita… - Su tono de voz cambió radicalmente – Aunque claro, me imagino que siendo villano y secuaz… tienen una relación bastante íntima…

 

- Ah, Larry… lo había olvidado – Confesó Rippen con cierta verdad – Créeme, si por mí fuera, no tendría ninguna clase de relación con él.

 

- No quiero molestar. Quizás lo mejor sea que me vaya… - El pelirrojo fue detenido por el mayor.

 

- Ya estás aquí ¿Qué caso tiene que te vayas?

 

- Es tarde – Mencionó sin mirarle.

 

- ¿Y no lo consideraste antes? – Sonrió – Penn Zero, en ocasiones como ésta, eres tan evidente.

 

- … - Mostrándose serio - ¿A qué te refieres?

 

- ¿No te molestará el hecho de que Larry esté en mi casa, o si?

 

- ¡Ja! ¿Por qué habría de molestarme? Ustedes son un par de ancianos que andan reunidos recordando viejas épocas – Mencionó a modo de burla. Cuando tuvo contacto con los ojos rojos del hombre, se acordó de las veces en que se habían besado y de inmediato, sus mejillas se pintaron – Además… lo que yo piense… no debe importarte en lo absoluto.

 

- ¿Ah si? – Tomó al chico del mentón. Los labios infantiles volvieron a seducirlo y fue en busca de ellos.

 

- Rip… pen… - Al darse cuenta de lo que pretendía el mayor, el pelirrojo fue incapaz de resistirse. Siendo sincero, lo ansiaba. Cerró los ojos… esperando… - No lo… hagas…

 

- ¿Qué no lo haga? – Murmuró sensual – Pero si tus ojos me lo están pidiendo a gritos…

 

- Oh, pero de verdad me sorprende verte aquí Penn – Mencionó Larry con su vivaracha manera de expresarse – No sabía que ustedes dos fueran tan cercanos como para hacerse visitas nocturnas.

 

Ambos, Rippen y Penn, se habían apresurado a alejarse antes de que el director lograra siquiera ver un poco de lo que estaba pasando entre ellos.

 

- Tú y yo no somos cercanos Larry y aún así, vienes a hacerme visitas nocturnas – Acotó Rippen, con molestia – Agrego que siempre en contra de mi voluntad. 

 

- Y bien ¿Te quedas a cenar? – Preguntó Larry, como si fuera dueño de la casa – Hay suficiente para todos – Alzó los brazos con suma alegría.

 

El chico salió de su trance, sólo llegando a asentir como respuesta. Larry volvió a la cocina y Rippen sonrió por lo bajo. Ni siquiera había logrado besar al pelirrojo y se notaba que estaba abatido… ¿Sería posible qué encontrara la victoria que tanto deseaba en esa dimensión, usando tan viles maniobras? Rippen se maravilló ante semejante posibilidad.

 

- Disculpa, ponte cómodo – Tomó al ojiazul de los hombros y lo guió hasta uno de los muebles – Iré a colocar otro plato sobre la mesa y a cuidar que Larry no destruya la poca vajilla que tengo – Sonrió – No tardo.

 

Penn asintió lentamente, un tanto mecánico de hecho.

 

En cuanto Rippen salió de la habitación, el pelirrojo pudo recuperar un poco de sensatez.

 

 ¿Qué se suponía que estaba haciendo con su enemigo? ¿Con un profesor en su casa a altas horas de la noche? ¿Cómo era eso de que Larry le hacía “visitas nocturnas” a Rippen?...

 

Penn se molestó un poco y no supo porqué… incapaz de darse cuenta del tamaño de sus celos. 

 

Mientras comían, Penn no quitaba los ojos de encima del par de villanos de medio tiempo. Preguntas que nunca en la vida se había hecho, cavilaban en su cabeza.

 

- “¿Esas visitas del director Larry serán muy a menudo?... ¿Qué harán?... ¿Sólo se reunirán a charlar?...” 

 

Evidentemente, Larry no tardó en iniciar un monólogo/historia sobre algún evento de su vida cotidiana, que no tenía nada de coherencia y que siempre terminaba en complicados y extraños malentendidos… como fuera, ni Rippen ni Penn se enfrascaron con su loca historia.

 

Los ojos de ambos les parecían más interesantes.

 

Al principio, fue una mirada vacía, producto del tedio, luego se volvió una mirada cómplice y burlona – burlándose de Larry evidentemente -, luego sugestiva – no sabiendo qué se sugerían específicamente -, más luego el menor, llevado por el aburrimiento empezó a juguetear con su ojos, a ponerse bizco, a mover las cuencas de un lado al otro, a girar las iris erráticamente… el mayor al principio se percibió un tanto hostil, pero luego no pudo evitar sonreír ante la chiquillada, olvidándose por completo de que al que tenía frente suyo era su rival y el motivo de sus constantes quejas y pataletas… Por primera vez, una cena con Larry le parecía… tan poco irritante. 

 

Y todo transcurrió con la voz del director de fondo.

 

Por supuesto que nadie recordó que habló el hombrecillo esa noche.

 

- No me digas – Fue lo que repitió Penn Zero una y otra vez, con evidente sarcasmo disfrazado.

 

- Interesante, como siempre – Se aventuró a contestar Rippen, motivado por alguna razón. 

 

Ambos se lanzaban miradas cómplices y se divertían al compartir la broma.

 

Pronto, Rippen también sintió deseos de ponerse juguetón. Con uno de sus pies fue tanteando hasta dar con la pierna del chicuelo.

 

- “¿Qué le pasa?...” – El pelirrojo alzó una ceja al sentir el toque – “¿Querrá patearme la espinilla?”

 

Pero al buscar el rostro del mayor, halló una expresión bastante sensual que le hizo ruborizarse de inmediato. Penn permaneció quieto, ya que el hombre conocía el camino y no dejaba de rozarle la pierna con la punta de su zapato.

 

- ¿Qué pretendes? – Movió los labios sin emitir palabra alguna.

 

- Me divierto – Contestó Rippen imitándolo, tras leerle los labios.

 

- Ya basta – Continuaba la conversación muda.

 

- ¿Por qué? – Con una sonrisa, mantenía recostado su mentón en la palma de la mano.

 

Junto a esa conversación silenciosa, Larry hablaba pero nadie le escuchaba.

 

- Porque no es divertido – Sintiendo un cosquilleo asentarse en su zona baja. La punta del zapato del hombre se había metido entre sus muslos y le rozaba de un lado al otro, el sitio en dónde se hallaba su sexo.

 

- Para mí lo es – Aquella sonrisa de Rippen… lo mataba en serio.

 

No pudo evitar abrir las piernas un poco más. Y es que se sentía tan bien lo que le hacía.

 

- “Si… buen chico” – Rippen se mordió un poco el labio, al darse cuenta de la turbación en el rostro del ojiazul.

 

- ¡Ah…! – Aquel gemido se escapó de su boca y para salvarse, hizo como que estornudaba - ¡Achis!

 

- Salud – Mencionó Larry – ¿Te sientes bien? Estás rojo. El frío de la noche te debió de hacer daño.

 

- Si… el frío de la noche – Comentó Penn mientras le arrojaba al pelinegro una mirada afilada.

 

Rippen le contestó con una de sus encantadoras sonrisas.

 

- Ya es tarde. Me pregunto cómo hará Penn para volver a casa – Comentaba Larry mientras lavaba los platos.

 

- Si, es verdad. El transporte público ha dejado de trabajar y sería peligroso que se fuese solo… - Rippen pensó mientras recibía el plato y luego agregó – Podría quedarse ésta noche aquí – Continuó secando la vajilla – Podría llamar a casa del chico e informarle a sus familiares. 

 

- ¿Estás seguro? – Inquirió usando un tono que contenía extrañeza.

 

Rippen se detuvo. Analizó sus propias palabras y se percató de su error. Inmediatamente se llevó una mano a la frente.

 

- Tienes razón mí querido Larry ¿Qué se supone que estoy pensando? – Y sonrió, burlándose de su estúpido comportamiento - Suficiente es el haber permitido que mi enemigo entrase a mi casa a cenar. Dejar que pase la noche aquí sería más que insensato – Volvió a restregar el trapo contra el plato, ésta vez con mayor ímpetu – Dormir con el enemigo… - Pensó en esa frase y se rió un poco.

 

- No sólo eso. Tú y yo somos adultos, así que lo que pase entre nosotros durante una noche solos, es algo que nos concierne a ti y a mí.

 

- Créeme Larry – Le interrumpió de inmediato - En ningún momento me ha pasado por la cabeza la más mínima intención de que suceda algo entre nosotros en las innumerables noches en que te has escabullido en mi alcoba de noche – Vociferó de manera mecánica, completamente seguro de sus palabras – Mucho menos cuando te he descubierto mirándome mientras duermo – Mostrando total desagrado con la idea.

 

- Es que te ves muy tierno mientras duermes.

 

- No voy a hacer ningún comentario sobre eso – Entrecerró los ojos.

 

- Además, olvidemos por un momento que ambos se las tienen juradas…  Penn es un estudiante de secundaria y tú eres su profesor… ¿Te imaginas si alguien se llega a enterar que pasó la noche en tu casa?… nada más escandaloso – Había algo de dramatismo en su voz.

 

Por primera vez… Rippen pensó que Larry tenía toda la razón. Exponerse de semejante manera lo podía llevar a perder su empleo… no era que enseñar le gustara, pero al menos le permitía mantenerse. Una cosa era tratar de vencer al muchacho en las dimensiones a las que visitaban y otra la vida real… ahí si que no podía salvarse de las consecuencias graves de sus actos “trasportándose” fuera del lugar.  

 

La cárcel no era un mundo que estuviera muy ansioso por visitar…

 

- No te preocupes. Sé que tú no te aprovecharías de él – Habló Larry, sacando al pelinegro de sus pensamientos – Me alegro que empiecen a ser amigos.

 

- Dices boberías – Torció los ojos – Penn Zero y yo sólo tenemos un acuerdo de cero agresiones mientras estamos fuera de servicio. Será por un tiempo… ya después todo volverá a ser como antes… - Se perdió por un instante en sus pensamientos, después frunció el ceño – Pero si me gustaría que éstas visitas tuyas dejen de ser parte de tu itinerario. Verte aparecer desde una esquina oscura, es aterrador. Acabarás por provocarme un infarto.

 

- Digas lo que digas, sé que te gustan las sorpresas.

 

- No voy a discutir contigo Larry. Es gastar palabras, saliva y valiosos segundos de mi vida que jamás recuperaré.

 

Penn permanecía en el sillón – por petición de Rippen – sin tocar nada. Estaba completamente aburrido de ver los insectos chocar contra la bombilla y de ver el ferri pasar enfrente del edificio. Por lo que, empezó a juguetear con sus labios, haciendo muecas… recordando el beso… en el salón… en aquella dimensión…

 

- Penn.

 

- ¡Ah! – El ojiazul dio un brinco en el sitio - ¡Me asustaste! – Exclamó con la mano en el pecho.

 

- Je je se siente bien. Podría acostumbrarme – Rió un poco – Ahora sé porque a Larry le gusta.

 

- ¿? – No sabiendo de qué hablaba.

 

- Como sea, lo mejor es que te lleve a casa.

 

- ¿Me llevarás? – Se sonrojó - ¿En serio?

 

- Claro. Ni que fuera la primera vez que te subes en mi auto. Dadas las circunstancias, debería considerar utilizarlo de transporte escolar, de no ser porque detesto a los alumnos – Le dio poca importancia al asunto – Además, sería irresponsable de mi parte dejarte ir solo. Los autobuses dejaron de trabajar hace una hora y los vándalos ya han salido a hacer de las suyas con los niños indefensos que andan fuera de sus casas. 

 

- No sabía que eras un profesor tan ético.

 

- Je… ni yo – Le pareció gracioso – Cuando regrese me aseguraré de bañarme con una esponja de alambre. Tanta amabilidad para contigo me está afectando. Es eso o Larry agregó algo a la comida.

 

- Je je, quizás... Creo que también estoy empezando a sentir los efectos del veneno – Emitió con desagrado.

 

Era cierto que Rippen decía detestar cada una de las acciones de Larry, incluyendo su existencia misma.

 

Pero también era cierto que para todo lo mencionaba…

 

- Espera aquí. Iré a cambiarme – Dijo el pelinegro para sacarlo de sus pensamientos una vez más.

 

- Ni que te fueras a bajar del auto.

 

- A la calle no voy así. La otra vez salí un momento a la farmacia, me detuvieron y como no cargaba los papeles del auto y me reñí con el oficial, me detuvieron en la comisaría… No fue una experiencia agradable pasar la noche allí en pijama.

 

- Ja ja… Parece que la mala suerte te persigue Rip.

 

- Como sea. Más vale prevenir que lamentar. Ya sabes, toca algo y te corto los dedos.

 

- Si, si.

 

Cuando Rippen regresó al recibidor, se extrañó de escuchar unas risas. Sus ojos se abrieron al máximo.

 

- Vaya Rippen, no sabía que eras un bebé tan lindo – Penn lloraba de la risa – Bueno, si tenía más o menos una idea, tú sabes, por la misión de la otra vez en la que tú y Larry eran bebes y nosotros unos peluches de felpa ¿Lo recuerdas?

 

- No Penn… definitivamente NO recuerdo las misiones en las que soy moralmente humillado y finalmente vencido por alguien que tiene el tercio de mi edad – Mencionó con todo el sarcasmo que pudo concebir y girando sus ojos, como solía hacerlo para demostrar tal hostilidad.

 

- Uy, mira ésta Penn, es mi favorita – Larry tenía los ojos brillantes mientras admiraba la fotografía del pobre bebé villano encuerado – Mira sus pompitas.

 

- ¡Larry! ¡Ya basta! – Rippen estaba de colores al ver el álbum fotográfico contenedor de tantos momentos vergonzosos, exhibido sobre la mesita - ¡¿Qué parte de no ponerse a revisar mis cosas no entendiste?! ¡Ya hemos hablado de esto y te lo dejé muy en claro!

 

- Lo sé, pero Penn se veía aburrido y tardabas mucho en arreglarte. Pensé que sería una excelente manera de pasar el tiempo. Eso me recuerda la vez que vine a visitarte y recordé que habías ido a pasar el fin de semana con tus padres, noté que le faltaba lustre a tus zapatos y aproveché de organizarte las camisas en unicolores, colores mezclados y figuras geométricas. Claro que en esa categoría entran las camisas que tienen líneas uniformes y luego están las que tienen líneas perpendiculares que forman cuadros… Eso me hizo pensar en lo fácil que es engañar al ojo humano y…

 

- ¡Ah no! ¡Nada de tus experiencias de vida interminables y fuera de contexto! – Tenía una vena sobresaliente en la frente - ¡Es inaudito! – Alzó los brazos - Ya hubieras leído mi diario si no tuviera clave y no estuviera totalmente encriptado.

 

- Vamos chicos – Trató de mediar Penn – Los miembros de un mismo equipo no deberían pelear… un momento – Miró a Rippen - ¿Tienes un diario? ¿En serio? Ni yo tengo uno. De verdad, no sabía que los adultos escribían diarios. Pensé que eso era de chicas.

 

- Pues si lo hacemos – Hizo un ligero movimiento de cabeza – Para tu información. Es una buena manera de trazarse objetivos y recordar a quienes les guardamos rencor y porqué.

 

- Y también los adultos ocultan sus diarios para que personas inescrupulosas no los encuentren… aunque no fue muy difícil encontrar el de Rippen de hecho… pero admito que aún hay unas cosas que no entiendo – Larry se rascaba la barbilla - ¿Qué significa el símbolo del cerdito? 

 

Fue la gota que derramó el vaso. Luego de que su rostro se contorsionara en todos los gestos habidos y por haber, Rippen agarró al pelirrojo de la muñeca y empezó a jalarlo, dejando a Larry ensimismado en otro de sus monólogos interminables.

 

- Ese Larry… la última vez lavó, planchó y organizó todas mis corbatas – Exclamó como si fuera lo más obvio del mundo - ¿No entiende que tengo mi propio sistema? Y para colmo confundió el suavizante con el cloro… arruinó mis corbatas favoritas y tuve un terrible olor a químico cada vez que las usaba.

 

- Conque eso pasó… todos pensamos que habías agarrado un gusto terrible por los colores desteñidos… y por los perfumes baratos – Reflexionaba con la mano en su barbilla.

 

- ¿Lo ves? Me humilla en todos lados igual que tú. Sólo que se supone que él está de mi lado - Apretó el volante - ¡Es tan irritante!

 

- Vamos. No es tan malo – Penn todavía se reía – Es un poco aterrador si, pero no es para tanto.

 

No le contestó, el hombre encendió el vehículo e inició la marcha. El silencio que vino en el camino, le permitió al ojiazul darse cuenta de dónde estaba y con quién… su corazón empezó a latir más deprisa sin saber la razón.

 

- ¿Ya te sientes mejor? – Preguntó el mayor, más sereno.

 

- Eso debería preguntártelo yo siendo que cuando salimos de tu casa, parecía que ibas a tener en cualquier momento una combustión espontánea.

 

- No me dirás que te asustaste.

 

- Tal vez si… un poco – Confesó.

 

Rippen rió por lo bajo, aunque no fuera cierto, saber que podía despertar temor en Penn Zero lo hacía sentirse… complacido.

 

- Aunque no me refería a eso.

 

- ¿Ah no? ¿A qué entonces?

 

- Me refiero a lo de tu pa… - Dudó – Como sea… ¿Es por aquí?

 

- Si, dobla aquí a la izquierda, junto a ese gnomo de aspecto horrible que definitivamente Boone y yo no destrozamos sin querer, mientras jugábamos al hockey callejero.

 

- Al parecer no eres completamente un chico bueno.

 

- Pues… digamos que tengo mi lado malvado, como todos – Sonrió. Luego le miró por lo bajo y mencionó con suavidad, algo ruborizado – Así como tú tienes tu lado bueno…

 

- Si… - Contestó desganado - Malas costumbres que no se quitan tan fácilmente.  

 

Siguieron unas cuantas calles más.

 

- Bien. Aquí estás, sano y salvo – Mencionó el pelinegro mientras se detenían – No todos los días tu enemigo te da el aventón hasta la puerta de tu casa. Considérate afortunado de llegar en una sola pieza y no en una caja.

 

- ¿No te parece excelente? Te he revelado mi guarida secreta – Fue su respuesta, con algo de drama.

 

- Oh vamos… - Le pareció divertido – Aquí lo máximo que puedo hacer es acabarte académicamente en una materia que muchos consideran innecesaria.

 

En el tono de su voz había decepción y Penn la percibió. No pudo evitar sentirse agobiado.

 

- Pues… yo creo que el arte es sumamente importante, digo ¿Qué no es una manera de rebelarse contra la sociedad? No hay reglas que te aten ni una única manera de percibirlo. Pienso que es… algo genial que podamos experimentar algo así en secundaria.

 

- Eso es muy distinto a lo que predico en clase. Siendo que los encasillo y hago todo lo posible por frustrar sus inventivas, pero… aprecio tu intento de hacerme sentir mejor – Le brindó una sonrisa un tanto afable.

 

- De nada… digo, eso se hace en una tregua ¿No? – Le dio un toque suave en el hombro con su puño - Olvidarse por un momento de las diferencias.

 

- Je… si.

 

 El chico se sonrojó de nuevo. No sabía porqué, quería prolongar su estadía en el auto.

 

Tal vez esperaba que algo ocurriese…

 

- Esto… gracias por la cena…

 

- Agradécele a Larry – Se rascó cerca del lagrimal – Tenía pensado devorar cualquier sobra del refrigerador… o pedir algo de comida china.

 

- Ya veo… Pues entonces… gracias por traerme…

 

- También fue idea de Larry – Con voz cantarina.

 

Penn se enfadó y como todo niño, lo expresó sin tapujos.

 

- ¿Qué acaso algo de lo que pasó ésta noche estuvo en tus planes?

 

- No, nada ¿Cómo ibas a creer que planearía que vendrías a visitarme? - Mencionó con naturalidad.

 

Claro, el pelirrojo se dio cuenta de que había hecho una pregunta bastante absurda.

 

- Pero… me alegro de que haya sido así – Vociferó como algo sin importancia.

 

¿Cómo era posible que aquel hombre le perturbara tanto?

 

Penn tomó su mochila, pero antes de bajarse del auto, se acercó hasta Rippen y le dio un beso en la mejilla.

 

- Hasta mañana… - Dudó, pero finalmente se atrevió a decirlo - …Profesor.

 

El pelinegro se sorprendió. Cuando salió del trance, el chico ya había cerrado la puerta y corría en dirección a su hogar.

 

- Esto es… - Se llevó la mano a la zona besada – Interesante… - Sonrió ampliamente – Muy… interesante.

 

Una sonrisa que contenía maldad pura.

 

 

 

Continuará…

 

 

 

Notas finales:

 

 

 

Oh! Nada como hacer visitas sorpresas *w* Muchas gracias por llegar hasta aquí y a todo aquel que se anime a comentar n___n besotes y abrazotes para todos!! Hasta el siguiente capi!! Bye Bye!! 

 

 


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