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La Tregua por sue

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Notas del capitulo:

 

Yappo!!! :D como están todos por acá? Lamento no actualizar tan seguido como otras autoras n___nUu Realmente me emociona cada vez que leo un rr nuevo! Es gratificante saber que ésta locura que estoy escribiendo sea tan gustada ;) … sólo espero que sea así hasta el final (inner: Sue acostumbra a dar giros inesperados en sus historias ¬.¬) desvaríos de una escritora demente xB Ahora a lo importante!!

 

 

 

 

 

Penn y Rippen sin darse cuenta – o al menos por parte del pelirrojo -, comenzaron a valorar más el tiempo que compartían en lo que podría considerarse como su “vida real”, en Middleburg.

 

Protagonizaban escenas tontas y cursis, que podrían considerarse como buen material para una película de antaño.

 

- ¿Disculpa? – Penn se retiraba uno de los audífonos  - Está apagado – Mencionó el muchacho de cabellos rojos, mientras señalaba su reproductor de música. Había entrado en el salón y cuando el profesor se le aproximó y le habló sin mencionar una palabra, comprendió el mensaje.

 

- Oh… pensé que no podías oírme – Sonrió con amplitud.

 

- Pues… si podía hacerlo… - Desvió el mirar, sus mejillas se había coloreado al instante. Una sola de sus sonrisas era necesaria para dejarlo en tan lamentable estado.

 

Sashi alzó una de sus cejas, tal situación le pareció extraña, pero cuando buscó a Boone con la mirada, esperando hallar su reacción, se percató de que el muchacho ojiverde estaba distraído hablando con otro de sus compañeros.

 

- “Debo estarme imaginando cosas…” - Fue la conclusión a la que llegó Kobayashi.

 

En otra de esas ocasiones en la secundaria, la lluvia cayó en el lugar, producto de lo que comúnmente se conoce como una nube pasajera. Penn permaneció absorto en el espectáculo visual del cielo salpicado por una parte, por los débiles rayos del sol y por el otro, por la tenue oscuridad que poco a poco se iba cerniendo sobre él.

 

Era irónica aquella expresión del cielo; una burla de lo que era su situación presente.

 

Más el jovencito de los radiantes ojos azules no pensaba en ello, no lo percibía… no lo comprendía en esos momentos.

 

- “Seguramente… debe gustarle un clima así, libre de sol… con alta probabilidad de ver empaparse de pies a cabeza a todo el mundo” – Se burló por lo bajo – “Aunque… puede que lo deteste él también; la lluvia cae igual, sobre buenos y malos... Dudo que tenga una secadora en casa para secar la ropa rociada por la llovizna… Si… de seguro debe de detestar la lluvia” – Suspiró – “¿Estará viendo el cielo en éste momento?... Quisiera saberlo…”

 

Detuvo sus cavilaciones. Rippen estaba a sus espaldas. El adolescente lo sabía, era él. Siendo capaz a aquella altura de reconocer el olor del mayor; un aroma que le acariciaba los sentidos y le generaba ansias de tenerlo cada vez más cerca. Y como si el ojirojo pudiera percibir su deseo, se aproximó lo suficiente como para recostar su barbilla en uno de sus pequeños declives de hombro y exclamar de seguido:

 

- ¿Una muy maravillosa vista no crees? – No tuvo reparó en utilizar su atractivo tono sensual.

 

- Es… impresionante ciertamente… - Su corazoncito latía con premura dentro de su pecho.

 

- ¿Qué es lo que más te gusta…? – Estuvo tentado de agarrarle de una vez de las caderas, siendo para él tal atrevimiento adecuado, después de lo compartido en aquella dimensión dulzona.

 

Pero el villano fue “compasivo” con el pelirrojo y únicamente estacionó aquellas manos lascivas en sus antebrazos.

 

- …Que a pesar del mal clima… pronto saldrá un arcoíris – Esbozó por fin Penn con los ojos iluminados, clavados en el cielo, ansioso de que fuese escuchado su deseo.

 

- Je… - Rippen se mofó por lo bajo de su inocencia – Es verdad… como puede que sea el presagio de una tormenta que se avecina…

 

- ¿Te…? – Sus labios se curvearon bastante -… ¿Te gusta la lluvia Rip? – Completó en un gemido ahogado.

 

Ya su derrota en aquel mundo estaba más que asegurada.

 

El pelinegro ladeó el rostro un poco y fue aspirando el cuello del menor.

 

- Ah… - Las rodillas de Penn comenzaron a fallarle luego de que una sensación electrizante le recorriera el espinazo - ¿Qué haces…?

 

- No puedo resistirlo… hueles tan bien mi querido Penn…

 

- ¿Qué…? ¿Acaso… te gusta la loción que… uso? – Trastabilló. 

 

Zero trataba de conservar su temple, pero era obvio que se le dificultaba mantener no sólo la respiración, sino una conversación coherente en aquel instante tan provocador.

 

- Je je… eres encantador cuando intentas dártelas de sabelotodo.

 

Como Rippen sabía que el adolescente buscaba de ocultarle el rostro, hizo de las suyas y obligó al muchacho a girarse, anhelante de verle perder ante el placer.

 

Penn no podía hacer nada contra el arma que era su sonrisa victoriosa. Sus finos dedos se estacionaron en su mentón y le obligó a subir el rostro que había intentando bajar… inundado por ese rubor que se estaba habituando a generarle.

 

- Tienes unos ojos preciosos ¿Lo sabías? – Dijo el mayor en un suave murmullo que hizo perturbar mucho más al joven.

 

- ¿Qué dices…? – Sus mejillas se pintaron aún más y le era imposible mantenerle la mirada. Aquella expresión en el rostro del mayor, le daban al pelirrojo deseos de ser besado con fiereza – No mientas de ese modo…

 

Y es que jamás le habían proferido halago alguno ante sus ojos azules. Que Rippen lo hiciera…

 

- No miento… - Aseguró, perdiéndose en aquel cielo que era su mirada. Y anunció con mayor embeleso: – Son idénticos a los de tu padre…

 

Un sentimiento extraño arropó el corazón de Penn, un sentimiento que no fue capaz de descifrar al instante.

 

- Lo que quise decir es… - Rippen se percató de lo que había generado con sus palabras, y buscó de hacerse entender.

 

- Tengo que irme… – Más Zero se soltó del agarre y salió corriendo.

 

El pelinegro soltó un fuerte suspiro tras quedarse solo y con la calentura encima. Estacionó su mano delicadamente sobre su frente, en un gesto de puro dramatismo.

 

- Muy bien Rippen, mencionar a su padre en un momento como ese, no fue para nada una buena idea – Se recriminó – Y ya que estaba a punto de hacerlo caer… - Su sonrisa se alzó al pensar un poco en la reacción celosa del adolescente – Aunque pensándolo bien… quizás no fue tan malo sacar a relucir al “señor Zero”.

 

Penn corría sin importarle que pudiera llevarse por en medio a alguno de sus compañeros.

 

En su pecho aquella desazón continuaba y su mente no dejaba de bombardearle con pensamientos acusatorios, después de todo, se había sentido dichoso luego de que el mayor le confesara aquello sobre sus ojos… ¿Por qué sintió entonces que no lo estaba viendo a él realmente?

 

Cualquiera que fuera la verdad, Penn, como todo enamorado, ansiaba que la persona que le atraía, lo viese a él y sólo a él… 

 

***

 

En la clase de economía hogareña, se les anexó un pequeño tiempo destinado a darles clases de cocina, buscando que los alumnos pudieran arreglárselas en sus propios hogares. Aquello le vino al ojiazul como anillo al dedo, estaba cansado de comer la comida extraña que le preparaban sus tíos y de verse en aprietos cuando le sonaba el estómago y no tenía para comprar comida rápida.

 

- Hoy haremos galletas.

 

- Que genial ¿No Penn? – Celebraba Boone ante el anunció de la profesora.

 

- Son sólo galletas – Dijo, de lo más tranquilo. Esperaba que les enseñasen algo que le sirviera para almorzar y cenar debidamente.

 

En eso, dos de sus compañeras empezaron a reír, las escuchó atentamente:

 

- …Yo venderé las mías… ¿Y bien? ¿Le darás las galletas que hagas? – Preguntaba una.

 

- No sé… puede que si – Se sonrojaba un poco.

 

- Tienes que hacerlo ¿Acaso no quieres agradecerle lo que hizo por ti el otro día?

 

Una sonrisa comenzó a dibujarse en el rostro del adolescente.

 

Prepararon las dichosas galletas y el pelirrojo se enorgulleció de su obra. Tenían buen sabor y textura.

 

- ¿Me das una probadita? Se ven deliciosas…

 

- Contigo nada es una probadita, Boone – Custodió las galletas, no quería que el ojiverde se las devorara. 

 

- ¿Las guardarás para comerlas luego? – Preguntó el ojiverde, quién prácticamente se había comido todas sus galletas en una sentada.

 

- Algo así… nos vemos Boone. Tengo algo que hacer.

 

- Últimamente estás muy misterioso Penn ¿Haz encontrado algo divertido que hacer?

 

- Pues… digamos que todos tenemos nuestros secretos – Le guiñó un ojo.

 

Penn salió del salón y fue buscando con la mirada. Se detuvo en el salón de arte con el corazón latiéndole a mil por hora. Desde la vez en que se había ido corriendo dejando al otro con las intenciones al aire, Zero sentía que le “debía” algo al mayor; después de todo, lo acontecido en aquella dimensión dulce, aún le acuciaba los pensamientos.

 

- Vamos Penn Zero. No te acobardarás ahora… - Respiró hondo.

 

Claro que el ojiazul no pensaba en lo cercano que estuvo de ser chamuscado en el horno del malvado brujo come niños, sino, aparte del detalle del muffin, en el candente roce que habían tenido en ese mismo universo… De sólo atraer aquel recuerdo, el muchacho sentía que las hormonas se le alborotaban y le hervía la sangre. Detestó a más no poder, el estar en una etapa de su crecimiento en dónde aquellos sentires son difíciles de ocultar y de ignorar.

 

Y otro asunto de mayor peso… el preguntarse qué pasaría entre ellos si volvían a estar solos, le entregaba una emoción tan fuerte y seductora, similar a la que tenía siempre que se enfrentaba al peligro como el casi héroe que era…

 

- Bien… - Trató de abrir la puerta, pero ésta se hallaba cerrada – Eh… ¿No tendría clases hoy?... – Se  lamentó - Que mal…

 

- ¿Me buscabas Penn Zero?

 

Penn se giró en el acto y se halló con Rippen y su galante sonrisa.

 

- … ¿Por qué la puerta de tu salón está cerrada?

 

- ¿Tú me preguntas eso? Simplemente busco de evitar que estudiantes inescrupulosos se vuelvan a meter en él mientras yo no estoy presente – Confió con su sonreír aún adornándole el rostro – Por cierto… ¿Qué haces aquí? Hoy no toca que nos veamos, al menos no en clases.

 

- Yo… - El muchacho desvió el mirar. Le hizo entrega de lo que llevaba entre las manos, simplemente añadiendo: - Galletas.

 

- ¿Galletas? – Pestañeó un par de veces, un tanto confuso.

 

- Si, te las estoy dando. Las hicimos hoy en la clase de economía… No te preocupes que éstas si están hechas a base de azúcar. Tienes mi palabra de que no te harán ningún daño – Soltó de un tajo, angustiado de seguir haciendo el tonto frente al hombre.

 

- Bien… confío en ti.

 

Tras añadir eso, el mayor sabía que Penn se perturbaría. El ojiazul subió la mirada y se encontró a Rippen comiéndose una de las galletas.

 

- ¿Y bien? – Su corazón no dejaba de palpitarle a un ritmo acelerado – No te quedes callado, dime ¿Qué te parecen?

 

- Mmm… están deliciosas – Le brindó otra sonrisa – Las mejores que he probado en la vida.

 

A ese punto, Penn se daba cuenta de que no podía controlarse más. Sabía que terminaría haciendo alguna estupidez si no se alejaba para calmarse. Por lo que buscó cualquier excusa para poder salir de allí despavorido, pues el sofoco era tanto que le costaba respirar.

 

- Esto… ¿Quieres un poco de leche? Puedo ir a la cafetería a comprar.

 

- Jo… pues, ahora que lo mencionas, es otra leche la que me gustaría tomar – Su gesto no podía ser más sugestivo.

 

- ¿Qué quieres decir…?

 

¡Cuánta inocencia! Antes de que Penn lograra caer en lo que escondía lo recién mencionado, Rippen se apresuró en agarrar al muchacho de la muñeca y tras meterse en el salón, procedió a volverlo a cerrar con llave.

 

- ¿Qué pasa Rip…? – Exclamó el pelirrojo en el momento en que lo hubo soltado.

 

Pero el pelinegro no le respondió con palabras… su sonrisa… aquella que hablaba siempre por sí sola, le hizo entender de inmediato las intenciones de su profesor.

 

De nuevo estaba por comenzar… una batalla en dónde tenía todas las de perder…

 

Rippen, luego de dejar lo que quedaba de las galletas sobre su escritorio, se acercó de nueva cuenta hasta el joven, buscando sus labios. Penn lo recibió sin quejarse, ésta vez permitiendo que la lengua del mayor se colara por su boca y avivara la suya. El calor iba en aumento, el hombre no dejaba quietas sus manos, metiéndose por debajo de su camisa, acariciando por doquier… El adolescente se dejaba hacer, todo se sentía tan bien que no le importaba el hecho de que se tratase de su supuesto enemigo.

 

¿Se sentía seguro por lo de la tregua? ¿Acaso ella era prueba de que podía entregarse y olvidarse de quienes eran ellos?

 

Así, su falta de experiencia y de entendimiento propios de su edad, fueron de nuevo su guía…

 

El pelinegro abandonó sus labios para seguidamente ir descendiendo, cuando llegó hasta la pelvis del chico, procedió a abrirle los pantalones. En aquellas circunstancias, Penn ya no razonaba, era un manojo de hormonas desbordadas, un caldo de placer que ansiaba explotar cuanto antes fuera de su cuerpo.

 

Se recostó en el escritorio y cerró los ojos con fuerza. No había cabida para arrepentimientos. Ya no pensaba en si un héroe debía o no comportarse así…

 

Rippen sacó el miembro semi despierto del joven y comenzó a tratarlo. El ojiazul gimió por lo bajo cuando el ojirojo le dio una lamida.

 

- De… detente… – Dijo como pudo. Se sentía desfallecer.

 

- ¿Mmm? ¿No te gusta? – Preguntó con malicia y sin dejar de tocarle.

 

- Si… pero… - Sus mejillas no podían estar más rojas. Ocultó su boca con una de sus manos, como un niño pequeño – No deja de ser… raro…

 

- No te preocupes Penn Zero. Te prometo que te haré sentir un placer fuera de éste mundo – Anunció para luego engullir su sexo por completo.

 

- Ah… ah… - No sabía que diantres exclamar, era tan grande su deseo que por instinto comenzó a mover sus caderas y a acariciar el cabello del moreno.

 

Rippen ciertamente era un experto realizando aquella labor. Su técnica no tardó en lograr que el muchacho acabara corriéndose en su boca, luego de que soltara un gemido delicioso.

 

El hombre no desperdició ni una sola gota de su esencia, lamiendo la ahora flácida virilidad como deshaciéndose de los rastros de un delito.

 

- Eso ha sido rápido mi querido muchacho – Sonrió, pero no era una sonrisa burlista, sino llena de ternura – Tranquilo, el aguante viene con el tiempo – Comunicó, comprensivo.

 

- … - Unas cuantas lágrimas se escapaban de sus ojos azules.

 

- ¿Se sintió bien, verdad? – Con cuidado le ayudó a limpiarse las lágrimas.

 

- Si… - Le daba vergüenza que lo viese de esa forma – No… no me mires…

 

- No tiene nada de malo llorar. Cuando te lo hacen por primera vez sientes que te vas a morir… - Le acarició la mejilla – Ya luego, de un momento a otro, estás en el cielo. 

 

Ya del arrogante Penn Zero, sólo quedaban unas piernas temblorosas que sostenían con dificultad un pequeño cuerpo, rojo de pies a cabeza.

 

Debido a su estado, el ojirojo le ayudo acomodarse los pantalones. Luego se levantó y depositó una de sus manos sobre el hombro del menor.

 

- Gracias. Estuvieron realmente deliciosas… no sólo las galletas, sino la leche también.

 

- ¡Eres de lo peor! – Penn estalló en cólera ante aquella sonrisa suya acompañada de aquel comentario tan agudo. Retiró la mano de su hombro de un sopetón. Su vergüenza era inmensa.

 

- Oh vamos. Te comportas como un niño – Sin dejar de reírse.

 

- Soy un niño – Se quejó.

 

- Cuando te conviene – Añadió para seguidamente, darle un leve toquecito en la frente con uno de sus dedos.

 

A pesar de que insistiera en mostrarse molesto, Penn tenía que admitir que el hombre no le había mentido…

 

…Aquel placer era algo fuera de éste mundo y ciertamente, había ido al cielo luego de experimentarlo. Todo metafóricamente hablando por supuesto.

 

***

 

Tras aquel encuentro con su querido profesor en el salón de arte, Penn se sentía más relajado… Luego de ir al baño a lavarse la cara – y verificar que su piel volviera a tener su color habitual – fue en búsqueda de Sashi.

 

 

Se acercó hasta la chica de las coletas que se encontraba sentada sola, como solía hacerlo.

 

- ¿Qué tal? ¿Todavía molesta?

 

- Algo – Sashi se mantenía cruzada de brazos - ¿Y esto?

 

- Son algunas de las galletas que hicimos en clase. Oí que las tuyas se quemaron hasta casi volverse  trozos de carbón… así que pensé en convidarte algunas de las mías.

 

- Pero que considerado – Mencionó sarcástica.

 

- Así somos los héroes – Y Zero le siguió la corriente.

 

- Penn ¿Realmente piensas que unas galletas arreglarán todo el desastre que hiciste?

 

- Nou… pero por lo menos te quitará el amargo sabor que de seguro te debió quedar en la boca por comerte todas esas galletas negras – Comentó, había visto que por la vergüenza de su resultado, la chica se había comido todas las galletas quemadas – A ver, muéstrame la lengua.

 

- No te mostraré la lengua Penn.

 

- Vamos, quiero verla toda pintada.

 

- ¿Quieres que te deje un ojo negro de paso? – Mencionó aunque no en modo de amenaza, sino en juego.

 

- Ja ja está bien, está bien… - Hizo una breve pausa - Sabes Sashi… No tienes que hacer las cosas bien todo el tiempo… está bien equivocarse.

 

- ¿Y eso en qué ayudaría en el equipo? Ya es suficiente con que tú y Boone se la pasen equivocándose – Se ruborizó un poco; había puesto todo de sí en preparar las galletas, que no le salieran como esperaba la hacían sentirse inútil - “Ah… y yo que quería darle unas cuantas a Teddy”

 

- Es verdad… somos unos tontos sin remedio.

 

- Eres todo un tonto – Una sonrisa se dibujó en su adusto rostro. Probó las galletas – Mmm… si que están buenas Penn.   

 

- Me alegro que así lo pienses Sash… entonces… ¿Todo arreglado?

 

- Pues si… pero si vuelves a meterte en líos, ten por seguro que no sólo te salvaré, sino que luego te daré una patada en el trasero.

 

- Auch… - Le dolió de sólo pensarlo - ¿Por qué tanta agresividad?

 

- Alguien tiene que ponerte carácter mientras vuelven tus padres ¿No crees?

 

- Je je si… gracias Sashi, en verdad, por estar siempre ahí.

 

- Oh vamos ¿Para qué son los amigos?

 

- Si y para pedirles prestado.

 

Intercambiaron sonrisas.

 

Sashi prefirió no indagar más allá, pensando que aquella turbación de su amigo se debía a la extenuante preocupación de tener a ambos padres atrapados en la dimensión más peligrosa jamás imaginada. Pensaba que, ella y Boone, sólo podían ayudarle estando a su lado. Tenían que respetar los límites que el joven les imponía.

 

Rippen se giró tras escuchar una voz que conocía.

 

- Vaya… así cierre la puerta con llave, no tiene caso si tú tienes copias ¿No?

 

- Soy el director. Tengo que tener copia de las llaves de todos los profesores a mi cargo – Mencionó mientras hacía girar el llavero en su dedo.

 

- ¿Incluso la de sus casas? – Entornó el mirar.

 

- Sabes que sólo tengo las tuyas – Sonrió con ternura.

 

- No preguntaré cuándo ni cómo sacaste esas copias… total, ni siquiera las usas. Te gusta entrar por la ventana para así darme sustos de muerte.

 

El ojirojo gruñó, Larry se tomaba unas libertades que lo sacaban de quicio.

 

- Oh ¡Galletas!

 

- ¡Las tocas y te arranco el bigote con mis propias manos!

 

Sólo después de haberlo mencionado, Rippen se dio cuenta de su exacerbación. Carraspeó un poco.

 

- Ya veo… Fueron un regalo de algún alumno – Habiendo él arreglado lo de las clases de cocina, se sentía emocionado que los estudiantes tuvieran aquel gesto con el ojirojo.

 

- Algo así… - Desvió el mirar – Únicamente me las dio porque le sobraban algunas… - Mencionó sin ninguna clase de expresión.

 

Al salir un momento del salón, había visto al muchacho pelirrojo obsequiarle las galletas a Sashi. Se sintió realmente ridículo tras verlos como un par de adolescentes enamorados…

 

… ¿Por qué creyó que aquel gesto consigo había sido especial…?

 

- Siendo que las hizo un estudiante, deben estar sumamente dulces. Los niños no piensan a la hora de comer azúcar ¿Sabes cuantas calorías tiene una galleta?

 

- Lo sé Larry – Le interrumpió de un tajo, indispuesto a alargar el asunto a un punto sin retorno – No soy socio de tres gimnasios sólo porque me guste ver a otros hombres sudando como cerdos… - Suspiró, agobiado -  ¿Sabes qué Larry? Cómetelas si quieres. Tanta azúcar irá directo a zonas donde no deseo.

 

- Yo siempre me preocupo por tu salud. Por eso yo siempre te preparo las galletas saladas.

 

- ¿Qué te preocupa mi salud dices? ¡Acabaré en el hospital seguro si me como tus horrendas galletas! – Exclamó confiado de lo que decía - Prefiero tirarme de cabeza en el gimnasio a bajar las galletas que me dio Penn, a tener que probar siquiera una de tus armas letales.

 

- ¿El alumno que te las dio fue Penn, Penn Zero? ¿El casi héroe?

 

- Eh…  pues, no hay otro Penn Zero aquí ¿No? – Sin querer había terminado revelando aquello. 

 

- Así que te dio galletas… - Se llevó la mano a la barbilla, meditativo. Seguidamente exclamó con alegría - ¡Eso significa que ya son amigos! Muy pronto dejaran de pensar en destruirse el uno al otro.

 

- Dices tonterías Larry… como siempre – Hizo un gesto con su mano, quitándole peso al asunto.

 

- Pues, o es eso, o el chico gusta de ti Rippen. Después de todo, he visto a alumnos intercambiar obsequios sólo con las personas que les gustan… aunque claro, de tratarse de un cariño inocente no hay problema, pero si buscaras de corresponderle… eso no estaría para nada bien… Hace un tiempo, un profesor y una estudiante tuvieron un romance en éste mismo colegio – Rememoró – Vaya escándalo, tras enterarse los medios, asediaron al pobre hombre hasta que tuvo que mudarse de ciudad, obviamente tuvo que dejar la educación y no se supo nada más de él – Se encogió de hombros.

 

- …

 

- …Espero que comprendas que aún si el estudiante está de acuerdo, el mayor es el que siempre recibe la peor parte, porque se supone, es el que tiene mayor grado de madurez – Y mientras lo decía, no dejaba de sonar amistoso.

 

Rippen detestaba cuando Larry se metía en sus monólogos interminables. Pero aquel repentino ataque de sensatez de su parte, provocó en el ojirojo un molesto malestar.

 

- …Tranquilo Larry, no asistí a todas esas estúpidas charlas sobre acoso sexual escolar sólo por los refrigerios o porque fueran optativas - Rippen se cruzó de brazos.

 

- Sabía que hablando se entiende todo – Larry sonrió aún más y Rippen torció los ojos.

 

El pelinegro entendía muy bien cuando Larry lo ponía sobre aviso, muy a pesar de su tono amable y de su sonrisa, él podía comprender cuando el hombrecillo le llamaba la atención.

 

Después de todo, no sólo eran casi villano y secuaz malvado…

 

…Sino también, subordinado y director.

 

En aquel universo, por más que Rippen pataleara, Larry tenía autoridad sobre él y en ocasiones como esa, sentía que el hombre bonachón disfrutaba secretamente haciéndoselo entender. 

 

***

 

Penn también les obsequió unas galletas a sus tíos, y cuando sus padres llamaron, mencionó como una gran hazaña, la elaboración de las mismas en clase.

 

- …Debieron verlas. Luego de diez minutos empezaron a abombarse y el olor inundaba por completo el salón. Quería probarlas al instante, pero sabía que eso le haría daño a mi estómago.

 

- Oh cariño, de verdad me gustaría probar tus galletas – Mencionaba la madre, orgullosa de su pequeño.

 

- Lo mismo digo. Me encantaría comer tantas que tenga que abrirme la bragueta para liberar mi barriga repleta… Tienes que repetirlas una vez que estemos en casa, ¿Eh campeón?

 

- Claro papá. Las haré para ustedes – Sonrió, ilusionado.

 

No se sintió triste tras esa llamada, pues al darle a Rippen parte de esas galletas, el muchacho había sentido como si se las hubiese dado a su progenitor.

 

Lo sabía, era algo absurdo pensar de aquella manera. Pero había algo en el hombre que lo hacía sentirse confiado, seguro de que en realidad, no era capaz de hacerle daño alguno.

 

¡Verdaderamente cuánta inocencia!  

 

 

 

Continuará…

 

 

 

Notas finales:

 

Lo admito, cuando escribí éste y el otro capi, tenía ganas de comer dulces >3> no es nada sencillo saciar ese deseo hoy en día xD bien, espero que el capi les haya gustado y se animen a dejar su opinión sobre ello n___n a todos muchísimas gracias por haber leído!! Besotes enormes!! Bye Bye!! 

 

 


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