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See you again. por FumiSaho

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Notas del capitulo:

Hola, personas!!!

No tengo excusas, pero es mi segundo dia de vacaciones y el dia que pude por fin librarme de un poco de cuestiones escolares...y eso a medias. jaajaja! 

Ha pasado mucho tiempo sin vernos los textos... ok, no. xD Como sea, vengo a traerles actualizacion de midotaka, nuestra pareja protagonista. :)


−Lamento la… oh, −se detuvo en el marco de la puerta. La confusión se reflejaba en sus ojos.− ¿Debería decir estoy en casa? –preguntó alzando la mirada hacia mí.

−Di lo que quieras. –carraspeé cubriéndome boca con el puño. Desvié la mirada entrando después de descalzarme los zapatos y ponerme el par verde de pantuflas dejándole a él un par gris que había comprado una vez que salí del trabajo a hora temprana.

Arrastré la maleta abultada que acompañó a Takao en su viaje, hacia la habitación. Encendí la luz sintiéndome completamente diferente a como cuando me fui al hospital ese mismo día. Era sorprendente, una sensación de suavidad, confortabilidad en todo el cuerpo, parecía que un suave y cálido aire envolvía mi piel por debajo de la ropa, tan satisfactorio como sentir el agua tibia y salada de una playa entre los dedos de los pies, con las olas susurrando al estrellarse sobre la arena. Eso era Takao.

Regresé a la sala para encontrarme con que no había entrado todavía y la mochila continuaba colgando en su espalda mientras cargaba al gato atigrado.

−¿Qué estas esperando para entrar? –pregunté extrañado.

Si se estaba arrepintiendo…

−Parece que olvidas algo importante, Shin-chan. –una sonrisa resultado de la diversión escondida en sus ojos y lo travieso de su personalidad, me produjo curiosidad y más que nada, ganas de arrebatársela de un mordisco.− ¿No me darás la bienvenida?

−¿Si no lo digo no entrarás? –inquirí cruzándome de brazos. Unos cuantos pasos nos separaban, tal parecía que esa distancia era menor para él que para mí.

−Deberías conocer la respuesta. –la sonrisa en sus labios se mostró ladina y el gato ronroneó subiendo sus patas delanteras al hombro de Takao.

Ahora entendía porque entre todos los gatos, este parecía burlarse de mi cuando tenía la oportunidad y a pesar de ello, no me molestaba demasiado, llegando incluso a gustarme.

−Bienvenido a casa. –resoplé dándome por vencido, pues nunca podría contra su obstinación.

−Hmph… esas palabras me hacen sentir raro. –confesó bajando al gato para poder quitarse los zapatos. Aunque había dicho eso, la sonrisa no se iba, sino que parecía emocionada. –Por un instante me creí fuera de mi cuerpo–trató de explicar dejando la mochila en el suelo. Se irguió subiendo el peldaño que lo separaba de las pantuflas. −, algo así como mareado, pero al mismo tiempo como si mi cabeza se hubiese llenado de esas palabras viniendo de ti, Shin-chan.

Ingrávido. Como flotar y dejarse llevar. De esa misma forma me sentía cada vez que ponía los ojos en él.

El apartamento no era la escenificación de perfección ni luminosidad, era carente de calidez, puesto que había pasado días deshabitado por mi escasa permanencia en él, era lúgubre. Y, sin embargo, ahora con solo la presencia de Takao a unos pasos, todo se volvía a reescribir. Mi vida regresaba a ser un lienzo en blanco para que este chico pudiese plasmar en mi lo que le viniera en gana y yo lo aceptaría gustoso.

Se acercó arrastrando los pies. El movimiento de su cuerpo al caminar era hipnotizante y el tener de fondo el apartamento que de ahora en adelante compartiríamos como pareja oficial, provocaban un cosquilleo en las palmas muy difícil de ignorar.

Recordar que una vez estuve de acuerdo en que las posibilidades de volver a ver a Takao eran nulas y menos probable aun, el tenerlo conmigo en casa, me eran impensables. Perpetuaba los constantes ánimos de Kise diciendo que nada es imposible; ahora tenían sentido. Sin embargo, como se lo había dicho en el pasado, mi vida era regida por lógica y precisión. Lógica que Takao arruinaba al alterar de forma arrítmica mi respiración, lo más básico de lo básico en un ser vivo: algo de supervivencia natural. El golpeteo constante de mi corazón queriendo asomarse para corroborar que aquella persona que tanto lo había turbado, estaba ahí para él, para compensar todas esas noches de desequilibrio emocional, parecía llenar la estancia.

Las manos me colgaron un brevísimo momento en el que estuvo lo suficientemente cerca de mí como para romper esa mínima barrera entre nosotros. Contemplé su figura, las líneas que dibujaban su rostro coloreado de un suave canela, las negras pestañas cortas que no hacían más que otorgarle justicia al hermoso color de sus ojos que aunque eran de un frio color azul grisáceo, eran capaces de derretir el más fértil pensamiento escondido en algún recoveco de mi cabeza.

Tomé su rostro acunándolo entre mis manos. Su pulso debajo de mis meñiques, me golpeaba con fuerza y velocidad comprobándome que su corazón y el mío mantenían una carrera interna para demostrarse cuanto se anhelaban el uno al otro. No más sueños en los que la felicidad era efímera, disipándose con brutalidad al abrir los ojos y encontrarme solo.

−Takao… −musité inclinándome ante su rostro levemente alzado. En este punto sus ojos se encontraban cerrados y en sus delgados labios rosáceos se delineaba una sutil sonrisa que encerró todo pensamiento sensato bajo llave. El encuentro de nuestros labios fue pueril, únicamente nuestros labios en un suave tacto intentando descubrirse mutuamente.

Solo mi mano derecha se quedó amoldada a su rostro acariciando con el pulgar su mejilla y el resto de mis dedos se deleitaban con la suavidad de su cuello y los cortos cabellos suaves de su nuca. Mi izquierda viajó con lentitud por entre sus omoplatos sintiéndolo estremecerse y soltar un quedo jadeo en el que me di el permiso de hacer a mi lengua partícipe. Takao no objetó, en cambio pareció adaptarse con sagacidad friccionando su lengua contra la mía al tiempo que colgaba uno de sus brazos sobre mis hombros y la otra, hecha puño, se ceñía a mi espalda. No detuve mi recorrido hacia su columna, llegando a la cintura. Los ligeros espasmos que acompañaban mi recorrido me instaron a querer profundizar el tacto de mis dedos sin que su ropa y la mía interfirieran. Pero tal vez estaba yendo muy rápido.

−Shin-chan… −susurró Takao alejándose de mi boca al empujar con su palma, mi pecho. – Vengo sudado… ¿puedo tomar un baño primero? –me miró desde abajo. El brillo en sus ojos me rogaba cumplirle aquel capricho, pero mi sediento apetito de él, se inclinaba por ignorarlo.

¿Estaría mal decirle que me encantaba el aroma que ahora se desprendía de su piel? De todos modos sudaríamos en un rato… mas no quería incomodarlo. Quizás debería esperar un poco antes de confesarle que no importaba como estuviera, siempre provocaría un huracán de emociones en mi interior.

−Por supuesto. –aclaré mi garganta antes de soltar su cuerpo y sentirme falto de su calor. –Iré a prepararlo.

Pasé de largo asumiendo que tenía razón, pues ni yo me sentía a gusto si no me bañaba después de un viaje, y más aún cuando el vuelo fue de doce horas.

En el apartamento había dos baños: uno completo en la habitación y otro se localizaba en medio del pasillo, solo contando con lavabo y retrete, frente a mi habitación. Al fondo estaba el cuarto de lavado, donde también estaba la caja de arena del gato. Si debía limpiar los restos de arena que cayera, seria ahí. La arquitectura del baño era tan sencilla como lo era el apartamento: la taza de cerámica junto al lavamanos a juego, un espejo circular sobre este, un mueble de madera alargado donde acomodaba las toallas y demás cosas como la crema para afeitar, jabones, además de un botiquín que siempre se veía asaltado cuando me ocurría alguna desgracia como lo de mis nudillos. Frente a estos, estaba la tina rectangular blanca con una cortina blanquecina que la rodeaba, y un tapete de felpa con mis sandalias perfectamente acomodadas para su uso.

Corrí la cortina sentándome en el borde de la tina para abrir las dos llaves logrando estabilizar la temperatura del agua.

−¿Cómo está Himuro? –preguntó tomando asiento en la tapa del retrete.

−El progreso es estable, sale a caminar cada mañana acompañado de una enfermera, pero Murasakibara parece ir de mal en peor.

Hace un par de días, al ingresar a Himuro, llamé a Takao calculando una hora conveniente para ambos. Le conté mi preocupación y la impotencia que sentí de no poder ayudar a mis personas cercanas, sin embargo, la opinión de Takao concordaba con la del médico a cargo de Himuro.  No lograba entender como unas palabras dichas a través de un teléfono me dejaban tan satisfactoria impresión.

−Debe estar pasándolo mal… ¿sus papás no vienen?

−No les quiso decir, no quiere alertarlos. Además de que residen en Akita, ambos trabajan, al igual que sus hermanos. Por el momento cerró la tienda para hacerse cargo de los niños.

−Ya veo.

La tina se llenaba poco a poco delatándose mediante el susurro del agua al correr y chapotear. El silencio que inundó la habitación del baño no fue incomodo, no fue un mutismo que deseara romper de inmediato, sino que se trataba de algo más interesante.

Me atreví a cerrar los ojos un momento dejando mi mente divagar en lo que parecía ser mi vida de ahora en adelante. No me sorprendió demasiado el sentir los brazos de Takao acomodarse sobre mis hombros, colocando sus manos sobre mi pecho y su mejilla tocando la mía.

−Es real, ¿verdad, Shin-chan?

−No estoy seguro de que más podría ser. –abrí los ojos para encontrarme  con los parpados cerrados de Takao justo a mi lado.

−Podría ser un sueño, tuyo o mío. −apostó apretujándose contra mí, como si eso nos hiciera deshacernos de las dudas.

−No es mi sueño, por lo menos.

−Por supuesto. Seguro que tus sueños son más obscenos, ¿eh? –murmuró divertido raspando sus dientes contra la piel de mi cuello dejando la impresión de una sutil mordida.

Obviamente tenía razón. Mis fantasías iban más allá de un beso o un simple reencuentro, siempre me imaginaba una vida junto a él, las peleas y reconciliaciones que creía viables conociendo a Takao. Suponía sus gestos al tenerlo en mi cama y llegaba a excitarme de sobremanera.

Aclaré mi garganta en un intento de aminorar el bochorno que se había originado por aquella afirmación tan correcta.

−Debes ser rápido para que también pueda bañarme. –acomodé mis lentes volviendo a mirar el agua que continuaba ondeándose por el chorro de agua que manaba de la llave acompañada de vapor. 

−Eres tan dulce, Shin-chan. –dijo con voz juguetona. Me dio un beso en la mejilla antes de quitarse de encima y cerrar las llaves que llenaban la tina.

−Las toallas están en ese mueble. Te traeré un cambio de ropa…

−Gracias, pero duermo en interiores. –comentó sacándose la playera junto con la sudadera azul cerrada.

La piel de su torso quedo desnuda, exponiéndome la poca claridad que había cobrado al permanecer tanto tiempo en Sapporo, un lugar más frio que Tokio. Los contornos delineaban los músculos que amenazaban con desaparecer si no recobraba el ejercicio que los había hecho aparecer, el suave y achocolatado color de sus pezones erectos por el frio, provocaban en mí el súbito gusto por las cosas dulces, deseando probarlos. Mis ojos detuvieron su deleitoso recorrido en aquel par de puntitos oscuros en la fosa iliaca izquierda. Se trataban de un par de lunares bastante llamativos para mi curiosidad.

−¿Te aseguraras que me bañe bien? –preguntó socarrón metiendo las manos a los bolsillos de su pantalón de mezclilla. La manera en que su cuerpo se curveó un poco hacia delante y la sonrisa juguetona que se asomaba de su boca, además del cabello despeinado que se le deslizaba con lentitud hacia los costados, me hicieron tragar duro.

−No seas tonto. –di media vuelta al contestarle. El rostro me ardía y el corazón bombeaba la sangre tan rápido que no dudé que se calentara por la fricción. Debía calmarme, calmar mi sensibilizada epidermis, por lo que salí a zancadas del baño cerrando la puerta detrás de mí sin agregar nada más que pudiese desatar los deseos que luchaban por salir.

Fui a la sala y encendí el televisor sin prestarle realmente atención a lo que había. Me senté distraídamente dejando el control en la mesita del centro. El sofá era cómodo y uno de los más grandes que había encontrado pues una vez que Murasakibara fue a casa de mis padres, prefirió sentarse en una silla del comedor que en los sillones diminutos que escogió mamá (incluso yo me sentía de dos metros). En este tipo de sofás bien podía sentarse cualquiera sin sentirse enorme.

Muy poco tiempo paso cuando empecé a sentir los parpados pesados. La luz de la pantalla parpadeaba en mi cara, pero no me importaba si cerraba los ojos. Nunca me había quedado dormido en el sofá, en cambio Ayame y Kise una vez en diferentes ocasiones, lo habían hecho con facilidad. Acomodé mi cabeza en el respaldo, respirando cada vez más lento y de manera rítmica.

 

El abrir nuevamente los ojos, me fue un poco difícil, pues aún me sentía cansado, pero con un gran dolor punzante en la parte posterior del cuello. Incómodo por la posición, bajé la cabeza sobándome con la izquierda. Quise mover mis hombros para librarme del dolor, pero algo me lo impidió. Automáticamente miré a mi derecha, donde mi brazo era sujetado por el izquierdo de Takao que entrelazaba nuestros dedos por sobre una manta grisácea que cubría únicamente nuestras piernas, y su cabeza descansando en mi hombro.

Literalmente mi corazón saltó abruptamente de su sitio volviendo su marcha rápida pero no desenfrenada. Miré sus brazos descubiertos ya que solo vestía una camiseta blanca de tirantes.

Me avergoncé de mí mismo al sorprenderme sonriendo tontamente al tener clavados los ojos en nuestras manos. A regañadientes solté nuestro agarre sin abstener mi necesidad de darle un beso en la frente antes de levantarme e ir a la habitación para acomodar las cobijas y llevar a Takao a la cama.

Estaba más que dormido, ni siquiera se inmutó cuando lo alcé entre mis brazos, sin embargo, una vez en la cama, se acomodó abrazando la almohada en su cabeza. Lo dejé con la luz de la lámpara iluminando tenuemente la habitación mientras me dirigía al baño llevando en la mano mi pijama gris de seda. Podría sonar pretencioso, pero la seda era la única tela con la que dormía bien, no me sentía acalorado y no se enredaba entre las sabanas incomodándome.

No fue mucho tiempo el que desperdicie en una ducha, pues aunque no lo admitiera, me sentía ansioso de poder dormir, después de tanto tiempo soñando ese momento, junto a Takao. Sequé mi cabello lo mejor que pude, apagué la luz y fui a la cama con el corazón en un puño. Las manos me temblaban y solo estaba sentado de espaldas a él. Inhalé profundo un par de veces antes de resolver acostarme de una vez.

Mi cuerpo se tensó instintivamente. Mis ojos se quedaron clavados en el techo oscurecido pero iluminado con una franja clara por la luz del exterior que se colaba por una ranura de las cortinas. Giré mi rostro hacia mi izquierda encontrando la nuca de Takao. Estaba de espaldas a mí, abrazando su almohada con ambos brazos. Me pregunte como es que podía dormir de esa manera, además de que no llevaba pijama. ¿Cómo podía una persona dormir cómoda sin pijama? Su espalda se hinchó ligeramente antes de soltar un suspiro entre sueños.

Mi mano derecha, torpe y trémula, estiró los dedos intentando no ser brusco al tocar las fibras delgadas de su cabello negro corto de la nuca pero a medida que iba hacia arriba, era mas largo. Cuando menos me di cuenta ya estaba sobre mí costado izquierdo tan cerca de Takao que podía oler el shampoo de moras que daba brillo al cabello seco.

No era que tuviese exactamente el cabello así, sino que lo había comprado porque venía con una pasta dental gratis.

Acercándome un poco más su espalda rozaba contra mi pecho al respirar. No había terminado de pensar en la posibilidad de abrazarlo, mi mano ya se deslizaba por su torso apreciando la calidez que emanaba. Acomodé mi izquierda debajo de la almohada respirando la felicidad y calma que solo Takao era capaz de suministrarme.

 

 

Desperté con el increíble egoísmo de querer dormir más tiempo. A pesar de que siempre me despertaba ansioso de ir al hospital, hoy sentía mi cuerpo sumamente relajado. Miré el techo blanco que había cobrado un tono amarillento por la luz solar. Fue al sentarme, a punto de tallarme el rostro, recordé que no había pasado la noche solo.

Busqué a mi compañero en la cama revuelta, pero no había rastro de él. La puerta del baño estaba abierta, por lo que no estaba ahí. El sueño y tranquilidad de mi cuerpo desapareció en un santiamén. No me puse ni las pantuflas al salir de un salto de la cama con los lentes en mano para ponérmelos de inmediato. El ruido sordo que proferían mis pies descalzos contra la madera del suelo alertaría a cualquiera que estuviera cerca, incluso podría despertar al gato que no dudaba, aun durmiese en la sala. Me detuve de golpe al ver a Takao en la cocina. Todavía no salía del pasillo que conducía a las habitaciones, entre la sala y el comedor. La televisión estaba prendida y en el canal de videos musicales.

Era estúpido, pero no me había dado cuenta del ruido de la sala, de la cocina porque Takao preparaba algo en la estufa y mucho menos me percate del rico olor dulce que inundaba todo el apartamento. Todo por precipitarme.

Dejé que mi corazón se calmara recargándome en la pared, sin atreverme a ir a la cocina. Me quedé quieto, observando cómo se movía moviendo la cabeza y el cuerpo al ritmo de la música de la televisión.

−¡Uh! –exclamó cuando una nueva canción empezó. Al parecer le gustaba demasiado, porque en cuanto la batería dio paso a la guitarra que, sucesivamente le daba la bienvenida a la voz del cantante, Takao agarro aire para empezar a cantar. –I’ve been searching for you, I heard a cry within my soul. I've never had a yearning quite like this before, now that you are walking right through my door... –movió la cadera en un hipnótico vaivén. Solo llevaba bóxer de licra como anoche, y la camisa se le movía y alzaba dejándome ver su hueso pélvico. − All of my life, where have you been… Ah, Shin-chan. –se sobresaltó ligeramente al darse media vuelta y descubrirme mirándolo. –Jajaja… puedes reírte de mi escaso talento como bailarín, porque no canto tan mal.

−Esa canción… −me acerqué a él sin importarme el continuar descalzo, deteniéndome frente a la barra, del otro lado de donde se encontraba.

−¿La recuerdas? –sonrió emocionado, colocando las palmas sobre la barra de la cocina.

− …no era la apropiada para bailar en pareja… −miré abstraído en mis recuerdos el brillo en sus ojos y como las comisuras de sus labios se estiraban de a poco en una sonrisa que me mostraba los hermosos dientes blancos.

−Y aun así bailamos. –comentó sin perder la sonrisa. − ¡Mierda! –exclamó girándose de nuevo a la estufa donde empezaba a salir humo del sartén.

−¿Desayunaremos quemado? –curiosee colocándome junto a él al acercarme a la estufa. En el sartén estaba un redondeado hot cake de apariencia apeteciblemente suave y esponjosa, con humo saliéndole de los bordes ennegrecidos, eso hasta que Takao lo giró y toda esa apariencia fue suplantada por una cara completamente negra que reveló una mayor cantidad de humo.

−Ja- ja… eso quisieras, ¿no? –respondió entre risas luchando por hacer desaparecer el humo sacudiendo la mano con un trapo a cuadros azules, humedecido. –Ya hay varios hechos, así que podremos desayunar bien. –suspiró plantándose a escasos centímetros de mí. –Si me vas a abrazar de esa forma cada noche, me gustaría que lo hicieras también durante el día, Shin-chan. –comentó ladino parándose sobre las puntas de sus pies. Rodeó con su izquierda mi cuello y la otra me ajustó los lentes.

−Lo hice porque tenía frio. –desvié la mirada de sus impasibles ojos claros sintiendo como hervía la vergüenza en mi rostro.

−Hmm… Me pregunto que harás en las noches de calor… −colocó el dedo índice sobre su barbilla haciendo un encantador mohín con los labios al pensarse las cosas.

El ver sus labios sonrosados, húmedos y ligeramente fruncidos me hicieron morderme el mío al imaginarme el sabor y la coloración que cobrarían al ser atacados.

−Abriré las ventanas. –aseguré temiendo perder el control.

−Eso veremos. –sonrió dejando un beso en la comisura izquierda de mis labios para después bajar sus talones y empezar a sacar las tazas.

Si su objetivo era provocarme, lo estaba logrando exitosamente. Sin embargo logré respirar con tranquilidad aliviado de no sucumbir ante mis instintos y mi cuerpo se relajó notablemente. Podría ser absurdo, pero quería que se sintiera cómodo y no acosado por mi constante necesidad de atacarlo y mantenerlo en algún lugar alimentando el hambre de mi lujuria.

El desayuno preparado por Takao consistía en un pequeño tazón con fruta picada, un par de hot cakes en un plato playo con decorado de bambús y una taza de café caliente. Claramente él sí gozaba de habilidades culinarias.

Miré la cocina con iluminación propia del ventanal que funcionaba como pared, paralela al desayunador. La estufa y refrigerador a la izquierda destellando luz metálica y a la derecha la alacena rectangular y largada compartiendo pared con una réplica de amanecer, una pintura de Dalí. Nunca había abierto las cortinas porque nunca había sentido la necesidad de hacerlo. La vista era hermosa, con gran alcance territorial, el cielo estaba nublado pero brillante, como si el sol persistiera en asomarse y calentar a aquellas personas que padecían de frio.

Takao a mi izquierda mecía los pies descalzos mirando atentamente al gato que también parecía disfrutar su comida. No parecía notarlo, pero esto no era normal para mí de ninguna forma. Su piel trigueña brillaba no metálicamente como los muebles, sino como si microscópicos diamantes fuesen dispersados en toda su piel de manera que pudiesen centellar con la mínima exposición a la luz solar.

Esa serenidad que bombeaba mi corazón desplazando en mis venas la necesidad de volverme egoísta y desear que cada uno de mis días fuese idéntico a este: poseer la calidez que ahora podía sentir acariciar mi epidermis, desde las puntas de mis pies que sentían el piso frio, hasta mis dedos al acariciar la cerámica de la que estaba hecha la taza frente a mí.

−Debemos apresurarnos si no queremos llegar tarde a la cita con Ki-chan. –comentó hablando con la boca llena de manzana. Desvié mi atención del café que contenía diminutas galaxias de espuma y concentré mis ojos en Takao, quien sonreía hacia su tazón de fruta sin darse cuenta de las pronunciadas sombras que originaban sus pestañas, o del jugo frutal que escapaba y mojaba sus labios volviéndolos aún más exquisitos que la mejor comida.

Cálmate, Shintarou. Lo que menos quieres ahora es tener una erección y frustrar toda paz.

Me mordí el labio tratando de despejar mi cabeza recordando que hoy teníamos una cita en el majiba, que no solo era para nosotros dos, sino para todo el equipo que una vez conformó Teiko.

 

 

Caminamos juntos, Takao a mi izquierda con sus dedos entrelazando los míos. Me sentía soñando. Ambos llevábamos un buen suéter, pues el aire comenzaba a ser frio y el sol había perdido la batalla contra las nubes que comenzaban a espesarse cada segundo que pasaba.

Ninguno se vistió formalmente, después de todo solo íbamos a un restaurante familiar. El llevaba un pantalón de mezclilla, tenis, una polo azul marino y sudadera negra de donde se veían las solapas del cuello de la camisa. Yo, por el contrario, vestí un pantalón azul, zapatos y un cuello de tortuga gris debajo del saco sport de un gris más oscuro.

Cuando llegamos al restaurant Takao soltó mi mano y corrió a Kise, que ya lo esperaba con los brazos abiertos. Ya se encontraban también Akashi y Kuroko con sus respectivas parejas, quienes platicaban entre ellos.

Aomine estaba junto a Kise escuchando la perorata en que se mantenían el rubio y Takao. A punto estuve de sentarme cuando Akashi acaricio la mano de Furihata avisándole que hablaría conmigo.

−Hola, Midorima-kun. –sonrió cálidamente y Kagami, con su hijo sentado en su regazo, también saludó.

−Hola. –correspondí el saludo antes de seguir a mi pelirrojo amigo.

−Me alegra que por fin estés con Kazunari. –me sonrió cómplice. Le devolví la sonrisa ajustando mis lentes.

−¿Qué tal fue la mudanza? –pregunté al volver a salir del restaurante. Akashi sacó del bolso de su blazer, una cajetilla de cigarros. Tomó uno entre sus dos dedos pálidos después de ofrecerme uno. Era muy temprano para mí, así que lo rechacé.

−Te mentiría si dijera que fue tarea sencilla. –guardo la cajetilla para sacar un encendedor metálico.

La cosa no iba bien si Akashi, quien había dejado de fumar hace un par de años, volvía a hacerlo.

A inicios de la semana pasada, Akashi me dijo que Furihata había abortado por un accidente que provocó Masaomi. No supe que decir ni cómo reaccionar. También comenzó a hacer planes para su estadía permanente en Tokio. Abandonaría toda comodidad que su padre le otorgaba con su fortuna solo para estar en paz con la persona a la que le profesaba amor.

−A pesar de que Kouki sonríe y encontré un empleo en una exportadora de licores… −comenzó a hablar dándole una calada al cigarro. −Las cosas no van bien con él.

Al soltar el humo que se guardaba en su boca, se recargó en la pared sin perder elegancia.

−¿Qué sucede?

−No me deja tocarlo más allá de un abrazo. Cree que si queda embarazado en este momento, estaría reemplazando a nuestro bebé. –suspiró dejando salir una gran cantidad de vaho ahora que la temperatura había descendido.

−Creo que deberías concederle ese espacio. Era lógico que se sintiera de esa forma… −miré a través del cristal a Takao que reía a carcajadas con todos allá adentro. −Quiero decir, no es fácil asimilar que una vida acabó sin verla iniciar. En mi opinión, digo que Furihata se dará cuenta de que no está suplantando a nadie y que necesitan progresar.

−¿Kazunari ha abortado?

−No. –negué cruzándome de brazos. Desvié la vista de su bonita sonrisa para volver a mirar las flores que se obstinaban por crecer en el asfalto. −Tiene niveles bajos de progesterona. Si queremos concebir debe regularse.

−Creía que la vida de adulto seria sencilla. –bufó apagando el cigarro contra su zapato lustrado color hueso.

−Todos los niños pensamos eso alguna vez. –coincidí sin muchos ánimos. Entramos juntos separándonos para sentarnos con nuestras respectivas parejas.

−Murasakibaracchi ya está en la línea, así que podemos hacer el anuncio. –avisó Kise colocando el celular en altavoz en medio de la mesa. La sonrisa que se cargaba era enorme. −¿Quieres decirlo, Aominecchi?

−¿Quieres que lo haga? –preguntó enarcando una ceja. Se burlaba del entusiasmo del rubio, que para todos, era evidente que se moría de ganas de hablar. Los ojos de Kise se iluminaron todavía más.

Reconocía ese característico brillo, lo había visto en los ojos del tipo que se casó con Misaki.

−¡Aominecchi  y yo nos casaremos! –exclamó mostrando en su dedo anular, el anillo brillante con piedras pequeñas.

−¿Really? ¡Congratulations! –la voz de Himuro a través del aparato en la mesa desencadenó las felicitaciones, Kagami riendo le entregó el niño a Kuroko para abrazar y hablar enérgicamente con Aomine, que sonreía entrelazando los dedos con los de Kise que también se vio bombardeado de sonrisas.

Obviamente también me levanté para darles un abrazo y felicitarlos, pero mi atención fue robada por esa sonrisa que Takao le regalaba a Kise al preguntarle los detalles de la propuesta.

 Aquello me llevó a preguntarme si Takao también le gustaría casarse, pues esa pareja de idiotas serían los primeros del grupo en hacerlo. 

 

 

Notas finales:

La cancion es de Lenny Kravitz Again. La cancion me gusta mucho. xD

Que mas...Oh, la progesterona es una hormona segregada por los ovarios y preparar al utero para la concepcion del huevo. O sea, sin esa hormona no hay embarazo. :D Es triste, pero es al mismo tiempo hermoso... digo, no todo en los fics puede ser perfecto. xDDD creo que exagero, pero me gusta el dramatismo. jajajaja

Ok, mucho cuento. Como siempre, gracias por leer y gracias a aquellas personirijillas que me alegran el dia con sus rws. x} Nos vemos en la actualizacion.!!!

:)


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