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Sexo casual por Haruka Eastwood

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Notas del capitulo:

Hola!! Solo espero que les guste el capítulo y lamento la tardanza :3 

¡Sin más preámbulos, a leer!

Titulo: Sexo casual

Resumen: Solo pretendían tener un poco de sexo rápido en el elevador, ninguno de ellos imagino que protagonizarían el video porno más visto de las redes sociales…

Categoría: Kuroshitsuji

Clasificación: Mayores de 16 años.

Género: Romántico. AU.

Advertencias: Lemon. Mpreg.

N° Capítulos: 8 de x

Por: Haruka Eastwood

~ * o0O0o ♦ o0O0o * ~

Sexo casual

Ciel Phantomhive Pov

Capítulo 8: Tan solo… bésame

Jadeante y con el corazón latiendo a mil por hora, no podía pensar claramente. Algo dentro de mí me gritaba que todo lo que acababa de hacer era un completo error, mi subconsciente me recriminaba por mi conducta, por ser tan impulsivo y por no medir las consecuencias de mis actos —como si siempre lo hiciera—. Nunca lo soy, siempre me considere prudente, pero cuando se trata de Sebastián todo eso queda en el olvido, tampoco me arrepiento, lo deseaba y en medio de la noche llegue aquí, no precisamente porque esperaba tener una noche de sexo, sino para despejar mi mente, y verlo fue un plus.

Entre el vasto mar de confusiones que armo mi mente, sólo había una cosa clara y era que lo necesitaba a él, ansiaba verlo, tocarlo y sentirlo en un nivel más allá de lo correcto. Traspase la barrera de lo moralmente apropiado, volviendo a quebrar la confianza que Claude depósito en mí unas horas antes. No lo sabe, es obvio, pero tampoco me puedo quedar callado, no debo, aun así me obligo a mirar a Sebastián en cuanto se ha separado completamente de mí.

Su rostro se ha ensombrecido dando paso al arrepentimiento y a la preocupación que se apodera de él, como si hubiese cometido el peor crimen de la historia. No lo culpo, yo mismo estoy siendo invadido por un maldito sentimiento que me recuerda que Claude no se merece esto. ¡Nadie lo merece! ¿Qué debo hacer? Me pregunto incesantemente, pero ni siquiera yo lo sé, tan sólo me incorporo en la cama mirando hacia la nada, como si estuviese perdido. Tal vez todo sería más fácil si Sebastián no hubiese puesto esa maldita cara de culpa.

—Ciel… escucha…

—Fue mi error —tajo frustrado, mientras me levanto con el afán de buscar mi ropa—, nunca debí venir aquí, tan sólo…

Su mano aprisiona con fuerza mi muñeca, jalándome bruscamente hacia la cama, logrando que caiga de espaldas en el colchón. Mi cerebro tarda una jodida eternidad en procesar lo que está pasando, sinceramente no entiendo nada, tan solo observo en Sebastián la expresión de un hombre famélico, guiado por una acuciante necesidad sexual, una que no creí posible. Mis labios son cazados con salvajismo, excitándome como nunca antes en un solo contacto demoledor.

Siento como su húmeda lengua se abre paso en mi cavidad bucal, mientras sus grandes manos me toman sin ninguna delicadeza, acomodándome sobre la cama, de tal manera que su cuerpo aprisionando él mío. Su sexo se frota con descaro en mi entrada haciéndome gemir como un cualquiera, preguntándome en qué puto momento logro separar mis piernas para acomodarse entre ellas. ¡Qué más da! ¡Maldito perro! No entiendo cómo logra cambiar mi humor, mis pensamientos y todo mi ser en cuestión de segundos, los mismos que le toma a mi cuerpo derretirse entre sus brazos.

Vibro y me estremezco conforme la temperatura de nuestros cuerpos asciende hasta asfixiarnos. La falta de aíre se hace presente y se ve en la necesidad de soltar mis labios, sólo lo suficiente para volverlos a cazar en un beso lleno de lujuria y desesperación, como si me quisiera robar el alma en un solo contacto, candente e impreso de un salvajismo puro. Siento su lengua danzar al compas de la mía, mientras sus manos ascienden desde mi cadera, obligándome a levantar los brazos, con el único propósito de sujetarlos sobre mi cabeza.

Su mano izquierda aprisiona mis muñecas y la derecha vuelve a descender, acariciando mis pezones con rudeza hasta estremecerme. Suspiro entre sus labios, mientras todo mi cuerpo es recorrido por una placentera corriente eléctrica que me quita el aliento. Es entonces, cuanto noto su mano derecha bajo mis caderas, elevándolas solo lo suficiente para penetrarme de manera ruda, casi bestial, iniciando un mete y saca constante, que poco a poco aumenta de potencia.

Cerré los ojos con fuerza, apretando los puños, conforme sus estocadas se volvían más intensas. En la habitación solo se podían escuchar mis gemidos siendo acallados por sus expertos labios, mientras su cadera chocaba contra mi trasero en un plac-plac constante, casi vulgar, el mismo que aumentaba mi libido a mil. Si seguía así no iba a durar micho tiempo, sobre todo porque mi miembro se rosaba contra su duro abdomen, sintiendo como su cuerpo se perlaba en sudor rápidamente debido al esfuerzo.

No era capaz de aguantar más tiempo, y termine corriéndome entre nuestros vientres de forma copiosa, tensando mi cuerpo a la par que mi mente quedaba en blanco. Tan solo escuche un gruñido gutural proveniente de Sebastián, quien siguió envistiéndome un par de veces más, antes de terminar en mi interior. Finalmente soltó mi cuerpo laxo, dejándose caer sobre mí, sin llegar a aplastarme, estremeciéndome con su agitada respiración y su cálido aliento que chocaba contra mi oído, erizando los bellitos de mi cuerpo.

—Me gustas —balbuceó una vez que logró normalizar su respiración—, y te deseo como jamás creí hacerlo… pero esto es… —de un saltó, se levanto de la cama, colocándose los pantalones, dejándose caer a un lado de mí, sin saber cómo continuar.

—Un error.

—Si —confirmó en un estado de ensoñación, antes de voltear a verme—. ¡¿Qué?! ¡No! Claro que no… o no sé.

Esta vez fue mi turno para sorprenderlo. Sin pensarlo, me reincorpore a una velocidad envidiable y me atreví a cazar sus labios en un beso hambriento y demoledor, que nos dejo sin oxigeno en cuestión de segundos.  Sus preciosos rubíes me miraron entre sorprendidos y complacidos por mi acción tan descarada, pero es que después de lo que ha pasado entre nosotros no puedo comportarme de forma mesurada, ni mucho menos fingir algo que no.

—Bésame, idiota —ordene, aunque parecía más una súplica.

—Como ordenes —su voz se asemejo a un ronroneo mimoso, que termino por embelesarme de este hombre, preguntándome, ¿qué diablos es lo que me has hecho, Sebastián Michaelis?, claro que la magia del momento tenía que terminar, y ese instante llego cuando sutilmente separo sus labios de los míos, abrazándome contra su pecho—. Lo lamento.

—¿Por qué te disculpas?

—Por todo —afirmó—. Me gustas, pero no puedo estar contigo, ni le puedo hacer esto a Claude, es mi hermano y no se lo merece.

—¿Por qué me volviste a besar? —Espete—. Si tu intención era decirme esto desde un principio, porque no me dejaste ir, en vez de arrojarme contra tu cama y follarme como si realmente te importara, ¡Como si realmente quisieras estar conmigo!

—¡Por idiota! ¿Entiendes? —Con brusquedad me tomó de los hombros, mirándome con una determinación abrumadora—. Ciel, escucha. Tú debes estar con Claude, no conmigo… yo soy un hombre que tiene una responsabilidad con su hija.

—No me importaría ser una madre para Beast, Sebastián —le aparte de mi. Estaba molesto, no le entendía, sus acciones y sus malditas palabras eran completamente opuestas, tanto que me levante con molestia de la cama comenzando a vestirme—. Mejor dime que no quieres estar conmigo, y que simplemente te apetecía un poco de sexo casual.

—Soy un hombre casado —mis manos se quedaron inmóviles, impidiéndome seguir con la tarea de abrocharme la blusa que traía. En cuanto escuche eso, de la nada la luz de la habitación se encendió, dejándome ver las fotografías que adornaban el lugar, no eran muchas, aun así me congele cuando vi a un precioso doncel embarazado, quien era abrazado dulcemente por Sebastián, sonriendo para la cámara—, sé lo que dije… que él se fue, pero no es del todo cierto. Gregory, mi esposo, esta en el hospital.

Apreté los labios con fuerza, conteniendo mi llanto. Había sido un completo estúpido por pensar que Sebastián era un hombre diferente, por haber caído ante una falsa ilusión de un varón atento que se esforzaba por darle lo mejor a su hija. Todo este tiempo estuve aferrándome a una idea absurda, porque él jamás podrá amarme, para él fui un momento, un desfogue, mientras que yo me iba visualizando una patética historia de amor que nunca tuvo un principio.

—Eres un maldito bastardo, ¿lo sabías? —Contuve la rabia, dedicándole una falsa sonrisa, cargada del más puro odio.

—Lo sé —sonrió, acomodándose el cabello, acercándose de manera peligrosa hacia mí, como una poderosa pantera al acecho, dispuesto a saltar sobre su estúpida victima—. Gracias por el momento, zafirito, pero tampoco soy como crees, tú debes estar con Claude, y yo fingiré que esto jamás paso, porque es lo mejor.

—Lo mejor —repetí, clavándome las uñas en la palma de la mano—. Entonces no te importara que en un futuro me case con tu hermano.

—No tendría porque importarme —me miró con mofa—, después de todo eres su prometido. Oh, ¿has escuchado la frase de “lo que pasa en las Vegas, se queda en las Vegas”? Pues lo que acaba de pasar aquí, no saldrá de estas cuatro paredes. Es por el bien de todos.

—¡¡Eres un hijo de puta!! —lo abofetee tan fuerte, que mi mano quedo marcada a la perfección en su mejilla, pero no me importo, tan sólo di la vuelta y me marche, tras azotar la puerta.

Fue el límite de lo que podía soportar, me sentía desecho y humillado por la misma persona que minutos antes me hizo sentir amado, protegido y deseado entre sus brazos. No lo entendía, ni pensaba hacerlo, todo lo que quería era irme lo más rápido que podía, así que al salir del edificio, sentí el frio viento golpear mi rostro, haciendo que tiritara. Ahora recuerdo que deje mi abrigo sobre el sofá de su sala, pero lo último que haría es regresar por él, de todas formas, ya nada importaba, pero por más que me lo repetía, las lágrimas comenzaron a fluir libremente, hasta empapar por completo mi rostro.

Afortunadamente, solo tengo que caminar una calle, y es que no quería estacionar mi auto en frente de donde él vive, una idea absurda si lo pienso bien, quizá solo deseaba pasar inadvertido.  Al subirme, encendí la calefacción, abrochándome el cinturón con las manos temblorosas, entonces comprendí que no podía callar, que no podía dejarlo pasar y que por primera vez, era incapaz de controlar lo que sentía. Simplemente llore, llore como nunca antes lo había hecho, abrazándome a mí mismo, dejando que las lágrimas salieran sin control, ni siquiera me importo amortiguar el sonido de mi llanto, y es que todo lo que quería es que mi pecho dejara de doler.

Después de una eternidad, finalmente el llanto se convirtió en un suave sollozo. Lo que paso después es incierto, simplemente llegue a casa y me metí bajo las cobijas, sin importarme nada más, o eso pretendía, porque el cuerpo me dolía horrores, casi como la primera vez que lo hice, sin mencionar que mi piel se esforzaba por recordar sus caricias y besos. Al final, me encontraba desesperado con una sensación incomprensible recorriendo cada parte de mi ser.

No podía más, y corrí al baño, metiéndome bajo el frio chorro del agua con todo y ropa, a la par que intentaba regular la temperatura, cuando lo conseguí, comencé a desvestirme y tallar mi cuerpo con tanta fuerza que mi piel adquirió un tono rojizo, pero era lo de menos, deseaba olvidar su tacto, su calor, y aquella sensación de su cuerpo sobre el mío, invadiéndome.

•••

Abrí los ojos con pereza, por primera vez en mi vida, deseaba quedarme todo el día en cama, sin embargo me levante y comencé a vestirme, viendo las terribles ojeras que adornaban mis ojos. Era un caos en toda la extensión de la palabra, lo peor vino cuando sonó el timbre, por lo que de mala gana abrí, contemplando a Claude con un precioso ramo de rosas blancas y una expresión que iba de la alegría a la timidez.

—Claude… —murmure, sintiendo mi garganta áspera.

—Amor —con una gentileza abrumadora, su cálida mano acaricio mi mejilla, antes de posarla sobre mi frente—, tienes algo de fiebre —su sonrisa se fue para darle paso a una mueca de preocupación, mientras me tomaba de la mano, guiándome hasta mi cuarto, recostándome delicadamente sobre la cama. Y asombrado le vi quitarme los zapatos, besando la planta de mi pie—, quédate aquí, iré a prepararte un poco de té.

—No es necesario.

—Por favor, déjame consentirte.

Su mirada era tan diferente a la de Sebastián, tan cálida, reconfortante y confiable que no evite estremecerme, sintiendo como acariciaba mi cuello con ternura, juntando su frente con la mía, antes de besar la punta de mi nariz, dejándome percibir su cálido aliento mentolado.  

—Claude, tan solo… bésame… —susurre de manera lastimosa, pero él pareció no notarlo.

—Siempre —ronroneó, al mismo tiempo que sentía como deslizaba nuevamente la sortija de matrimonio en mi dedo anular—, te amo tanto, Ciel Phantomhive…

~ * o0O0o ♦ o0O0o * ~

Continuará

Notas finales:

Mil gracias por leer~ ♥

Haruka Eastwood


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