Su rostro se pintó de un color embarazosamente rosa cuando noto una presencia pararse justamente a su lado. Se encontraba lleno de tierra y lodo de los pies ala cabeza, sus manos incluso continuaban presionando fuertemente contra el lodo donde, recientemente, había plantado una baya. Bajo el rostro avergonzado antes de reaccionar, alzándose de inmediato de donde se encontraba, intentando inútilmente quitar los restos de lodo en partes de su ropa que no se encontraba manchada ya por la anterior acción llevada a cabo.
—Buenas tardes.
Dijo en un susurro mientras continuaba con sus vanos intentos de quitarse el lodo de las manos y brazos, su rostro se encontraba totalmente rojo al notar finalmente que toda su ropa estaba en igual o peores condiciones que sus manos.
—Buenas.
Se detuvo al instante cuando finalmente escuchó una contestación, una única palabra que vino de una forma que parecía un susurro, dijo que el silencio naciera a la vez que cesaba todo movimiento, prestando más atención a aquel sonido extraño que no lograba que finalmente cayó en cuenta de que era lo que se trataba.
—¿Te estas riendo?
Pregunto en un tono ligeramente molesto y avergonzado mientras alzaba la vista, para mirar fijamente al que parecía estarse burlando de su persona.
Y no, no parecía, en verdad si estaba burlando de él, de cuclillas en el suelo y con una de sus manos cubriéndose la boca intentando no reírse en voz alta, se encontraba el joven de cabello y ojos plateados que hace algunos días —¿O acaso ya eran semanas?— había conocido como Steven Stone, el tipo que tenía un Metang que parecía gustarle su Absol.
—No
Respondió el de ojos plateados sin moverse de donde se encontraba, aún con vanos intentos de contener una ansiada risa que deseaba salir a como dé lugar.
—Mentiroso.
Fue lo último que dijo antes de darle la espalda y mirar nuevamente la tierra fértil donde, momentos antes, se había entretenido plantando algunas bayas que había cosechado en otro lado días antes, tan entretenido que se olvidó de absolutamente todo lo que se encontraba a su alrededor.
Incluso olvidando que justamente se encontraba a las afueras de Rustboro City.
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—En verdad me lamento mucho si te he asustado, no era mi intención.
Escucho la voz de Steven a sus espaldas, mientras terminaba de exprimir su chaqueta y de quitarse lo más posible el lodo que aparentemente había encontrado hogar en sus brazos, chapoteando el agua que pertenecía al lago de la ruta 104. Continuo dándole la espalda al hombre que le pertenece el Metang —el cual al parecer no traía fuera de su poké ball como cuando lo había conocido— negándose rotundamente a dirigirle la palabra justamente cuando le había oído reírse de su apariencia, no, reír no, carcajear, el tipo de cabello plateado literalmente estalló en carcajadas cuando le vio totalmente inundado en el lodo y sin poder quitar la mayor parte de la suciedad de sus manos.
—¿Eres Drew, cierto?
Sacudió su chaqueta verde con la esperanza de que la poca agua sobrante que aún debía mantener la tela finalmente se soltase de la misma, ya con las manos con una ligera coloración carmín debido al esfuerzo de exprimir la dichosa tela.
—¿Nos conocimos en Lilycove City, verdad?
Un ligero tic en su ojo se hizo presente cuando le escuchó nuevamente, pero se mantuvo firme dándole la espalda, observando su chaqueta repetidamente como si estuviese buscando manchas que le hubiesen quedado tras intentar limpiarla. Algo totalmente inútil, pues en realidad no había necesidad alguna de observar tanto la tela, pues las manchas eran fácilmente visibles y sin la más mínima necesidad de tener la prenda a contraluz.
—¿Estas enojado?
Dejó escapar un susurro antes de girarse sorpresivamente ante el mayor —aunque en realidad no sabia cual era su edad, deducía que era mayor por la estatura, pues apenas y le llegaba al pecho— quien no pudo evitar asustarse y retroceder ante dicha acción llevada a cabo.
—No era necesario que te rieras a carcajadas— señaló con un ligero sonrojo en sus mejillas, antes de pasar sus brazos por dentro de las mangas de su chaqueta sin importarle que esta estuviese aún húmeda— Si, me llamo Drew, y si, nos conocimos en Lilycove y no, no estoy enojado.
Observó fijamente el rostro de Steven durante unos minutos después de —finalmente— haber respondido a todas las incógnitas para que le dejara en paz de una vez. Solamente para darse cuenta que este se encontraba a punto de reír una vez más.
—Sabes que, olvidalo, paso a retirarme.—anuncio obviamente ofendido antes de sacarle la vuelta con toda la intención de irse de ahí— Que pases buenas tardes.
—¡Espera!
Sintió como era tomado de los brazos y fácilmente girado por el de cabellos plateados, claro, no es como si hubiese tenido tiempo de reaccionar, pues ya le había dado la espalda y estaba alejándose de él con la pisada más larga que podía dar.
—Tienes tierra aquí.
Miró atentamente como el mayor había movido su mano diestra para pasar a quitar la mencionada tierra que se encontraba bien oculta de su rango de visión, justamente por debajo del párpado y en su mejilla izquierda.
—Sabes, no deberías avergonzarte por estar lleno de lodo.—Sus ojos verdes literalmente brillaron cuando el mayor le sonrió amablemente, una vez le hubiese mostrado con el dedo índice la mencionada tierra que le quito— Esto demuestra que amas a la naturaleza.
El silencio que se instaló entre los dos no fue tan incómodo como en anteriores momentos —ocasiones no, solamente habían coincidido dos veces— se encontraba consciente que su rostro se encontraba nuevamente teñido de un rosa —o tal vez carmín, ni él mismo quería saberlo— embarazoso que hacía que sus mejillas se sintieran cálidas, la mano diestra del mayor continuaba encima de su hombro, e incapaz de seguir manteniendo la mirada desvió la vista, posandola por breves instantes en el dedo índice con el cual momentos antes había acariciado su mejilla, y finalmente observando el suelo una vez más, notando el curioso calzado de Steven.
—Eso no es tierra— señaló en un susurro, llamando la atención del mayor— Es lodo.
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Magnolia: Amor a la naturaleza, simpatía, dignidad, belleza esplendorosa