Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

It's only flesh por Supercollider

[Reviews - 12]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hola a todos!

Sé perfectamente que ha sido más de un año desde la última vez que actualicé, pero recalco que dije que no sabía cuando volvería a subir pero que no abandonaría la historia, dicho y hecho; jamás la olvidé, solo que me costó mucho trabajar en ella. Tengo que admitir que me siento cada vez más distanciada de la serie, y me costaba trabajo centrarme en los personajes, entonces sentía que lo que estaba escribiendo no era lo que ustedes se merecían que yo les escribiera. Pero al fin, pude trabajar lo suficiente para poder armar algo decente. Si bien, este no era el desenlace que pensaba para mi historia, quería trabajar mucho más el arco de la gordura de Dean y del bullying, pero la verdad es que si me dedicara a hacer eso la historia no terminaría nunca porque, además de sentirme alejada de la serie, tampoco tengo tiempo en mi vida cotidiana para dedicarme a fics por capítulos como este, es un compromiso que debí haber pensado antes de subir la historia, pero bueno, sé que ustedes me entienden, prometo que de aquí en adelante solamente subiré cosas listas y, ojalá, de un solo capítulo.

Quiero agradecer de TODO CORAZÓN a las personas que se me acercaron, ya sea por mi correo electrónico, por mi tumblr, a través de comentarios, para preguntarme por mi bienestar personal, realmente, se los agradezco de corazón, son la razón (y los comentarios sobre la historia, por supuesto) los que me motivaron a terminar la historia. Gracias desde lo más profundo a todos los que se han dado el tiempo de leer, de dejar un comentario, un kudo o aun que sea una visita y hayan disfrutado y leído esta historia. Acá llega su fin, con algo más o menos cerrado, porque pensé crear otro cliff hanger para poder continuar con la historia pero sabía perfectamente que esta vez si que no iba a volver. Seguiré trabajando y publicando, por supuesto, dudo que alguna vez deje de hacerlo, pero bueno, así son las cosas.

Sin más que decir, acá está la historia. Gracias por todo <3

PARTE TERCERA

 

La escena le traía nostalgia del pasado, de otro hogar, de una familia que se supone era la misma, pero que había cambiado tanto que John no sabía si pensar entre "ni la sombra de lo que fuimos" o "todo lo que hemos conseguido a pesar de las tragedias"; de un Sam completamente dependiente, de ojos de color sin definir y una sonrisa sin dientes; de un Dean feliz lleno de esperanzas que enfrentaba con alegría al mundo. De eso ya no quedaba nada, los fines de semana en el lago habían pasado al olvido, y pensaba que después de tantos tragos de licor  pensó que había perdido detalles minuciosos de lo que alguna vez fue su vida soñada, pero ahí estaban otra vez, esas sensaciones agridulces e inefables plasmadas en el cuadro de su hijo mayor, encaramado en una de las sillas de la cocina, haciendo equilibro para tratar de encontrar el tarro de galletas vacio donde guardaban los ahorros.

Dudaba profundamente que el Dean de ahora estuviera ahí porque pensaba, en su inocencia —inocencia que John pensaba que su hijo todavía tenía, aun que cada vez fuese más difícil ver atisbos de ella — que en el tarro había galletas de verdad y no solo billetes.

—Pensé que con la mayoría de edad podrías comprar tus propias galletas, muchacho —dijo John, tratando de no asustar a su hijo.

Dean cerró los ojos, retrayéndose inmediatamente de la silla, pero con el tarro de galletas firmemente sujeto en la mano.

—Si ha pasado alguna emergencia, que es para lo que está ese dinero, creo que yo debería saberlo también,  ¿Te has metido en problemas?

Así fue como a John Winchester se le ocurrió por primera vez que quizás Castiel era más que un amigo para su hijo, pero como buen Winchester se lo guardó para sí.

 

 

Después de la última pelea la compañía de seguros de su padre, en la que se supone él era carga, le había expulsado porque no podían seguir manteniendo a alguien que no era rentable, lo que, personalmente, encontraba ridículo, pero así había sido, y ahora —y después que uno de los puñetazos, quién no se había molestado en sacarse los anillos, de su padrastro le haya roto de tal manera la cara que necesitaba puntos en varios de ellos— había firmado un pagaré donde juraba pagar la deuda que tenía por los servicios dados en menos de 72 horas sin siquiera tener un solo peso a donde recurrir.

Recién salido de la sala de emergencias, con la cara tapada e hinchada, quiso ir a pedirle dinero a su hermano Gabriel, ya se las arreglaría para encontrar un trabajo y devolverle el dinero, pero se encontró con Dean.

—¡Ni siquiera quiero preguntar cómo está el otro tipo! —Le dijo como saludo, apurándose en abrir la puerta de la tienda. 

—No sabía que tenías turno de apertura esta semana.

—Es porque no lo tengo —terminó de abrir la puerta y la sostuvo abierta para que Castiel pasara primero, este último no pudo evitar sonrojarse ligeramente al gesto y sentir como el estomago se le remolinaba entero, ya llevaban más de tres meses juntos y no podía quitarse esa sensación de recién enamorados del cuerpo—. Gabriel me pidió que le cubriera el día.

Castiel no dijo nada, se quedó paralizado en la entrada de la tienda, la desesperación le entumió el cuerpo mientras se imaginaba como sería pasar a la cárcel por no poder pagar una atención médica. Sino estaba Gabriel ahí para pedirle dinero, entonces....¿Qué haría?

—¿Cas? ¿Estás bien?

—No... —no sabe como lo hizo pero avanzó hasta una de las mesas del café, que todavía tenían las sillas encima, y se apoyó del borde.

Sintió las manos del otro chico en su espalda, pero no tenía la fuerza suficiente como para mirarle a la cara, su contacto era relajante, sin embargo no podía dejar de pensar en lo que haría con su vida, al igual que el dolor que sentía en su cara ya que los efectos de los remedios se estaban empezando a pasar.

—Me estás asustando un poco, amigo. —Dijo Dean, y luego se río nerviosamente.

—Oh, Dios, Dean, voy a ir a la cárcel. —Susurró él.

—¿Qué mierda hiciste, Castiel?

Dean le tomó de los hombros para mirarle directamente a la cara, y su rostro de desesperación fue suficiente para que Castiel le contara todo. Desde la forma en que su mamá no dejaba de restregarle en la cara la foto de la ecografía de su hermana hasta el silencio sepulcral que se plantó en la casa después de que su padrastro terminara de golpearle.

 

—¿Me estás diciendo que durante todo este tiempo tu padrastro te ha golpeado?

Era una pregunta retórica, pero Dean  sinceramente no podía creer lo que estaba oyendo. Al frente suyo Castiel desvió la mirada, y con los ojos firmemente pegados al piso, asintió cortamente con la cabeza.

—Lo merezco. —Agregó él, sintiendo que el silencio le estaba torturando demasiado.

—Para esa mierda, Cas. ¿De qué estás hablando?

—No soy una buena persona, Dean. Es lo mínimo que puedo aguantar después de todo lo que he hecho.

No podía creer lo que estaba escuchando, se acercó completamente al otro chico, agarrándole la cara entre las manos y obligándole a que le mirara a los ojos.

—No, está mal. No puedes comparar tus estúpidos intentos —Castiel iba a alegar pero Dean no se lo permitió —. ¡Ah!, shh, calla, y no intentes negarlo, porque sí son estúpidos intentos masoquistas de arreglar algo que ya pasó y hacerte pagar algo que nadie te está cargando.

—No podré borrar jamás el pasado Dean, necesito pagar siempre por lo que hice.

—¿Estás loco? Como iba diciendo, no puedes comparar tus estúpidos intentos masoquistas de "pagar" como si estuvieras en el purgatorio con permitir que alguien te golpee como se les dé la gana. ¡Terminaste en urgencias! No está bien bajo ningún estándar.

—Tú, sobre todas las personas, debería pensar diferente. —Le espetó el joven de ojos azules.

—Realmente voy a empezar a pensar que después de la paliza te dejaron algo suelto en el cerebro.  ¡Por supuesto que me preocupo de ti! Eres mi novio, joder.

Castiel se quedó en silencio, mientras se sonrojaba notoriamente . A pesar de todo lo que había pasado, y que la cara le dolía porque se había empezado a pasar el efecto de los medicamentos, se sentía feliz, muy feliz. Nunca pensó que la repentina facilidad con la que Dean aceptaba su relación le llenara de tanta alegría.

—Yo voy a pasarte el dinero, y dejaremos este asunto atrás.

—¡No! —Le atajó de inmediato Castiel.

Dean no dijo nada más, simplemente volvió sobre sus pasos para apagar todos los utensilios que había encendido y prácticamente tuvo que empujar al otro joven por la puerta para que le dejara cerrar el local.

 

Le dijo que esperara en su cuarto, que él subiría cuando todo estuviera listo, pero cuando la puerta de la habitación de Dean se volvió a abrir no pensó encontrar a John Winchester entrando también. El hombre le miró a la cara y se paralizó, como si hubiera visto un fantasma, podía sentir sus ojos recorriendo las marcas de su cara, y a pesar de que estaba completamente vestido, sabía que el otro hombre estaba mirando directamente a las heridas que estaban en el resto de su cuerpo.

Había demasiado silencio, y no era del tipo de silencio que le gustara; estaba demasiado acostumbrados a vivir momentos gratos en la habitación de Dean, pero ahora no se sentía para nada como eso. Dean estaba detrás de su padre, apoyado en el marco de la puerta, con la vista pegada en la puerta, como si tampoco él mismo pudiera creer que le había contado la situación de Castiel a su padre, él no era un soplón.

John también estaba pensando profundamente.

Su hijo estaba mal, y sabía que en parte —porque si aceptaba que toda la culpa caía en él no sabía con que fuerzas podría seguir manteniendo el calendario de sobriedad en números azules — era su responsabilidad. Él había sido responsable de su educación, o falta de ella, y si Dean no se podía expresar libremente, tanto en sentimientos como en palabras, sabía que tenía mucho que ver con la forma en que él había manejado las cosas después de la muerte de Mary.

Simplemente no lo había hecho.

Si pudiera haber un premio por arrepentirse de los errores del pasado, John Winchester, al menos, estaría nominado. Entregaría la vida con tal de arrancar toda la toxina que había dejado en sus hijos, en ambos, pero al menos Sam había tenido a Dean, mientras que el mayor simplemente había tenido ausencia.

La vida de las otras personas no era su asunto, y no había nada, pero absolutamente nada —ni raza, ni religión, ni orientación sexual— que le concerniera a otros era digna de su opinión, y desde que había empezado a pensar así, y gracias al apoyo del grupo de alcohólicos anónimos, había aprendido duramente la fortaleza de la diversidad. Se había tragado cada una de sus palabras de odio mientras, durante los peores tiempos de la desintoxicación y abstinencia, cuando no podía dejar de temblar, la única mano amiga que tenía ahí —los únicos brazos lo suficientemente fuertes para mantenerlo en la cama acostado y abrazarlo mientras los terremotos de dolor hacían avalanchas en sus venas — habían sido de una persona gay.

Definitivamente John Winchester no era el mismo hombre, y se veía claramente que su hijo prefería callarse todos sus sentimientos y constiparse hasta la muerte, él, sobre todas las personas, debía respetar eso. Pero era evidente que Dean quería mucho a Castiel, él no le prestaría dinero a cualquier persona; y si lo único que John tenía que hacer para que Dean estuviera feliz era darle un poco de apoyo moral a un chico que parecía estar viviendo un infierno —uno que le traía un recuerdo agrio dese su propia infancia, esa marcada por la carencia y ausencia de la figura paterna — entonces lo haría.

—Tienes que irte de ahí, hijo. —John fue quien rompió el silencio —. Un día no vas a tener suerte.

Una vez que él lo dijo sonó tan fácil que casi fue automático el armarse de valor y subirse a un auto lleno de Winchester en dirección a su casa con el plan de que, una vez que volviera a salir de allí, no entraría nunca más.

 

A pesar de que había pasado en esas paredes casi toda su vida era sorprendente la nada que pasaba por su cuerpo. Pensó que le daría pena, que sentiría remordimiento o alguna especie de culpa al abandonar la casa materna, aprovechándose de que no había nadie, pero no fue así. Sentía que ese hogar tenía que estar empapado de memorias, con la vida de sus hermanos y la de él mismo impregnadas, tantas navidades, fiestas, cumpleaños y momentos, tantos buenos y malos, que habían pasado hasta que sus padres se separaron, cuantos bebés esas murallas vieron nacer, pero sinceramente no era nada más que una simple casa; para lo que Castiel sentía podría haber sido muy bien un modelo piloto de muestras de hogar, ya que se sentía vacía y carente.

No podía imaginarse cómo pudo soportar tanto tiempo ahí. Guardar su vida en una maleta fue muchísimo más fácil, tenía tan pocas cosas que con una malera y una mochila a medio llenar fue suficiente para dejar la pieza que usó durante casi veinte años completamente vaciada.

Podría haber recordado las infinitas guerras de ropa que se hacían entre los pasillos cuando todos sus hermanos vivían en la casa, o cuando Michael y Lucifer se gritaban por las escaleras mientras peleaban, solo para pedirse disculpas llorando en medio de las mismas. O las noches en las que se escapaba de su cuarto para ir a ver qué película de terror estaban viendo sus hermanos en la sala, pero era como si los recuerdos vivieran en otro lugar, en otra casa; se sentían tal lejanos que incluso podrían haber ocurrido en otra vida.

Bueno, pensó Castiel, a la mierda.

Cerró la puerta detrás de él después de que tiró sus copia de llaves adentro, y sin mirar atrás, arrastró la maleta y la mochila en el hombro hasta la acera del frente donde estaba estacionado la camioneta del padre de Dean, donde él mismo Dean se bajó y le ayudó a meterlo todo en el portaequipajes.

—No hay vuelta atrás, Cas. ¿Seguro que quieres hacer esto?

—Nunca he estado más seguro de algo —le afirmó.

Y sin decir más se subieron a la camioneta. John no dijo nada, y fingió mirar concentradamente al camino mientras los dos muchachos, sentados en el asiento de atrás, se tomaban de las manos discretamente.

—Además, aun que quisiera arrepentirme, no podría...dejé las llaves dentro de la casa.

Dean no pudo aguantar la carcajada que se le escapó, y, mientras se alejaban de la casa, la rítmica risotada del joven Winchester, que hacía sus mofletes vibrar, le llenó el corazón de una tibieza familiar, y Castiel, a pesar de que todavía le dolía el cuerpo por los golpes que le habían dado, sentía que realmente podía empezar a ser feliz.

 

 

 

Algunos días eran más difíciles que otros, y en muchos aspectos, entre los dos no solo había problemas y complicaciones mutuas que tenían que resolver (y que se volvían más complejas con el tiempo por esa tendencia a no querer conversarlas), sino que también individuales, tanto consigo mismos como con otras personas dentro de su universo social.

Castiel esperó que después de irse de su casa su madre estaría histérica, llamando a todo el mundo por todas partes, y que terminaría sí o sí teniendo que conversar con la policía para asegurarles de que no, no estaba muerto y de que simplemente se había ido del hogar como cualquier adulto; pero nada de eso pasó, su madre, tampoco su padrastro, se habían comunicado con él, ni siquiera le habían enviado un mensaje a él o a su padre, ni tampoco a alguno de sus hermanos. Todo el escándalo que pensó que su madre podría haber llegado a hacer fue solamente parte de su imaginación que le destruía durante las noches, mientras, acostado, con las manos sobre el estomago y la vista pegada en el techo, se debatía qué era lo que realmente debía sentir, y cómo no era capaz de hacer que su mente generara preocupación hacía su familia, al final de todo era su propia madre de la que estaban hablando, pero...simplemente no podía.  

Además, ahora viviendo bajo el mismo techo que Dean sus deseos y ganas de estar más cerca del otro chico, de tocarlo constantemente, de sentirlo a su lado, eran impulsos casi incontrolables. Pensaba que se habían encajonado mutuamente en casi todas las paredes del segundo piso para besarse hasta que no podían más o hasta que parecía que alguien podía llegar a interrumpirles; saber que se estaba tocando a sí mismo con Dean a unas cuantas paredes de distancia solo hacía que se sintiera más caliente y no había podido evitar meter sus manos dentro de sus calzoncillos ante la idea de que el otro chico pudiera estar tocándose también en su habitación. 

No era tan difícil escabullirse para verse, Sam estaba en muchas actividades en la escuela, y John trabajaba a horario muy extraños y durante varias noches de la semana en el bar, pero a pesar de eso habían logrado convivir muy bien, sobre todo cuando Castiel podía encontrar múltiples oportunidades en su diario vivir para restregarse contra Dean hasta que pensaba que explotaría si no tenía al otro chico completamente desnudo debajo suyo.

En ese momento era de día, demasiado temprano para el gusto de Castiel, pero apenas había salido el sol descubrió que cerró mal las cortinas la noche anterior y un rayo de sol le dio directamente en toda la cara, de esa forma seguir durmiendo era casi imposible, no importaba lo mucho que se moviera, el maldito rayo de luz le seguía molestando a pesar de tener los parpados muy apretados, y él no estaba dispuesto a sacrificar la comodidad de tener su cabeza apoyada en la almohada para ponérsela en la cara y protegerse con eso. No sabe cuánto pasó hasta que el sol se movió y la luz le dejó de dar de lleno en los ojos, pero ya era demasiado tarde, por más que intentara no podía conciliar el sueño.

Alargó la mano hacia el costado para tomar su celular y al ver la hora solo pudo gruñir, eran las siete de la mañana en un día donde tenía clases después de las una de la tarde, quizás desde qué hora estaba despierto, porque desde hace rato que se estaba dando vuelta entre las sábanas y no podía conciliar el sueño.

Obviamente que después de unos minutos de estar ahí, solo entre la calidez de sus colchas, mirando al cielo raso con una de sus palmas tocando su vientre, comenzó a pensar en Dean, en la última vez que habían estado juntos, como la última vez que habían cenado todos juntos había sujetado su mano por debajo de la mesa, o cuando se besaron en el auto hasta que los vidrios se empañaron en vez de ir a buscar rápidamente a Sam a la casa de un amigo. Castiel deseaba a Dean sin mesuras, ahora, y a medida que pasaba el tiempo y su mente se llenaba. Estaba erecto en cuestión de segundos, ni siquiera se dio cuenta como su mano había pasado de estar apoyada en su estómago a estar palmeando suavemente su pene por sobre la ropa interior. Podía sentir como le costaba respirar a medida que su mano se estrechaba en pulsos por sobre el bulto de sus calzoncillos.

No era difícil volver a rememorar uno de los días en que estaba solos en la casa, y Dean se volvía más suelto en sus cariños, dándole miradas llenas de lujuria por toda la casa, gimiendo suave y exquisitamente contra su boca  cuando se besaban porque sabía que nadie podía escucharlo, dejando que él le empujara contra la pared; podía sentir en carne propia, a pesar de estar solo, el suave cuerpo del otro chico en su contra, de su calor rodeándole todo el cuerpo, de la ricura de su erección en contra de la suya propia.  Fue casi acto reflejo estirar la mano que, que en  el ardor de la pasión que le provocaba tan solo pensar en el chico de ojos verdes, había metido por debajo de su polera y se estaba rozando un pezón con el dedo pulgar lentamente, hacia la mesa de noche en donde guardaba su lubricante. No es que lo necesitase demasiado, pero uno de sus placeres más grandes era frotarse contra el colchón de la cama mientras jugueteaba con su entrada, y cuando tenía algo de tiempo,  darse el lujo de estrecharse con uno o dos dedos, rosando su próstata lentamente hasta que se corría, mordiendo la almohada, en contra del colchón; esos eran los mejores momentos.

Realmente estaba en ello, su mente se había desplazado gratamente hacia pensamientos eróticos, no era nada difícil imaginarse a sí mismo en contra del cuerpo de Dean, sobre su regazo, mientras el otro le abrazaba por la cintura y le hacía exactamente eso que él mismo trataba de hacer, sin dejar que se moviera, masturbándolo con sus manos cariñosas  mientras restregaba su erección entre las nalgas de Castiel, que en su fantasía estaban convenientemente abiertas y su culo propiamente lubricado, solo esperando que Dean decidiera deshacerse de la ropa interior y montarlo ahí mismo.

Gimió contra la almohada, sintiendo como el aliento se le estrechaba en la garganta al mismo tiempo que la yema de sus dedos presionaban fuertemente en contra de su entrada; estaba tan ensimismado que no escuchó cuando llamaron a su puerta, ni la primera, ni la segunda y, lógicamente, tampoco a la tercera vez. Castiel tampoco se dio cuenta cuando Dean, cansado de esperar y sabiendo que el otro chico estaba dentro de su cuarto, abrió la puerta, sin imaginar lo que estaba haciendo ahí adentro.

Castiel paró en seco, ni siquiera sabe como pero dejó las manos en contra de la cama mientras, despegando la cara de la almohada, giró el rostro lo suficiente para mirar a Dean, quién solamente había reaccionado a cerrar la puerta, pero todavía estaba ahí, sonrojado hasta la raíz del pelo, con la mano en la manilla de la puerta, sin saber muy bien dónde mirar.

—Lo...Lo siento.—Murmuró.

—No te preocupes —dijo Castiel, con la voz agitada, sorprendentemente relajado con la interrupción de su momento íntimo.

Hubo un silencio muerto durante un par de segundos, lo suficiente para que Cas pensara en buscar su ropa y preguntarle a Dean qué era lo que había venido a hacer en primera instancia, pero Dean habló primero:

—¿Te importa si me uno?

Era tan inesperado, pero al mismo tiempo, algo con lo que Castiel había estado fantaseando desde hace tiempo, y estaba seguro que lo mismo pasaba por la mente del otro chico. Sabía perfectamente que era dificil para Dean tomar la iniciativa en su relación, ser más fuerte que la falta de autoestima carcomiéndote la conciencia gran parte de tu vida era una lucha que no se superaba de un día a otro, ni tampoco en meses, por lo que sabía que hacer ese tipo de cosas no era fácil para Dean, por lo que no lo dudó ni un segundo antes de empezar a asentir con la cabeza rápidamente.

—Por favor.

Se besaron rápidamente, no le importó que las manos de Castiel tuvieran lubricante y pre-seminal, ni se lo cuestionó cuando estas se enredaron en su cabello y se deslizaban por su espalda, arañando levemente la superficie entre sus omoplatos y hombros, sintiendo como cada roce de las uñas de Dean contra su espalda encendían más el fuego que sentía por dentro.  Necesitaba más de él, tenerlo más cerca, más pegado a sí, lo quería todo. Le besó profundamente hasta que sintió que se quedaba sin aire, hasta que sus manos pudieron conseguir abrir los pantalones de Dean; jadeó y se restregó hasta que pudo tener el pene erecto de su pareja en su mano, guiándolo junto al suyo para tomar ambos en su mano y masturbarlos al mismo tiempo.

Dean gimió contra su boca una, dos, mil veces en éxtasis mientras sus miembros se rosaban, besándose y mordiéndose. Dean se sentía tan bien en su contra, caliente, sólido, moviendo las caderas para ayudar al vaivén de sus sexos juntos, restregándose casi descoordinadamente el uno contra el otro, sentía los testículos estirados y llenos, sabía que no podía aguantar mucho más: el sabor de Castiel en su lengua, llenando todos sus sentidos mientras lo cubría por completo con su cuerpo, mientras en su cabeza seguía reproduciéndose una y otra vez la imagen de Castiel acostado en su cama, masturbándose con una mano en el pene y otra dentro de su trasero, la simple idea le hacía gemir nuevamente.

Acomodándose un poco se afirmó en sus rodillas, deslizó las manos por las piernas de Castiel hasta que pudo tomar sus muslos, haciendo que Castiel abrazara sus caderas, dejando sus duros miembros más estrechos, jadeando sin poder evitarlo, hizo alusión de estar penetrándolo mientras se restregaba en su contra, moviendo la cadera de la manera en que lo haría si se encontrara en su interior, follándoselo duro y fuerte contra la cama. Soltó una de sus piernas para deslizar la palma de su mano hasta su trasero, sintiendo en la yema de sus dedos la entrada abierta y palpitante de Castiel, quien inclinó sus caderas para que su culo estuviera más a la vista, contrayéndolo a propósito para que Dean viera cuanto lo deseaba, y que estaba tan vacio allí adentro, que lo necesitaba.

—Mierda, ya... —Declaró Dean, a punto de eyacular.

—Adentro, por favor, adentro.—Le rogó Castiel.

Dean le miró confuso, jadeando con la boca abierta, mientras su pene seguía rosándose deliciosamente contra el costado de su propio miembro y sus testículos, la confusión parecía no aplacar casi en nada le necesidad máxima de correrse ya. Castiel no respondió, simplemente se apoyó en sus codos, soltando el agarre que tenía entre ellos, haciendo a Dean gruñir la pérdida contra la boca de Castiel, quién se acercó para besarle. Los hizo caer sobre la cama, todavía con las piernas abiertas al rededor del otro chico, y, alzando un poco más sus caderas y ayudándose con una de sus manos, guío a Dean entre sus nalgas, hasta su entrada, donde hizo presión hasta que solo la punta de la cabeza del miembro de Dean entró en él.

Ambos gimieron, Castiel sentía que lloraba, hace tanto tiempo que no tenía nada además de sus dedos dentro de sí que el pene ancho y caliente de Dean se sentía como cielo dentro de él, se mordió los labios porque sentía que estaba perdiendo control de su voz, y ondulando debajo de Dean, para ayudar con el movimiento inconsciente de Dean.

—Caaaas —gimió Dean, perdiendo el control; demasiado caliente, demasiado apretado, podía sentir la estreches del interior de Castiel resistiendo su entrada y fue más que suficiente para que se corriera cinco segundos después de haber sentido una pequeña probadita de cómo sería follar a otro hombre.

Por cinco minutos, que se sintieron como una eternidad, no pudo moverse, simplemente estaba ahí, todavía dentro de Castiel, luchando para poder recuperar el ritmo normal de su respiración y el control de sus extremidades. Cuando sintió que su corazón resistiría si se movía un poco y no terminaría con un ataque cardiaco, se apoyó en sus hombros y se deslizó fuera de Castiel, estremeciéndose al ver como su semen se escurría por las nalgas y muslos del otro chico.

—Mierda, desearía poder sacar una foto. —Admitió Dean, y luego el peso de lo que recién había dicho le hizo enrojecerse profundamente.

No sabía que le había pasado, pero en la niebla de la calentura y el placer había podido olvidar un poco su vergüenza y miedo y simplemente se había entregado a las promesas que el cuerpo de Castiel le sugería, cosa que había sido bastante buena porque, todavía no podía recuperarse por completo del desgaste físico que le produjo el orgasmo. Se dejó caer a lado de Castiel, todavía manteniéndolo cerca de su cuerpo, incapaz de siquiera imaginar alejarse de él, a pesar de la suciedad que había salido de su boca.

—Lo siento.

—No, no, no. —Susurró Castiel, girando él también, acunando suavemente el rostro de Dean con la palma de su mano y besándole suavemente en la boca.

—Ni siquiera me preocupé de ti. —Murmuró contra su cuello.

Castiel rió suavemente, girándose más para estar totalmente recostado en su lado derecho, tomó delicadamente una de las manos de Dean y entrelazo con las suyas, deleitándose en la suavidad de las blanduras de los dedos regordetes de Dean, y acercó sus manos unidas a su boca, besando sus nudillos para luego moverlas a su abdomen, un poco más arriba de su miembro que estaba casi completamente flácido, húmedo y manchado por su propio semen.

—Eso estuvo muy bien, Dean, muy bueno. —Declaró Castiel mordiéndose los labios.

Dean asintió con la cabeza, sintiendo como una sonrisa quería formarse en su rostro, y cuando reparó en que realmente no existía razón para reprimirla, o sentirse avergonzado, dejó que aflorara en su rostro, abrazando el cuerpo ligeramente sudado de Castiel más en su contra.

Pasaron un buen rato en silencio, hasta que el sudor se secó en sus cuerpos, su respiración volvió a la normalidad y podían moverse perfectamente, Dean estaba descansando su cabeza en el pecho del otro chico, acariciando suavemente su abdomen.

—Había venido a preguntarte si querías acompañarme al supermercado. Pero supongo que esto es mejor que hacer las compras. Todavía tengo que ir, nos queda solo un rollo de papel higiénico, y no tengo nada para preparar la cena, por si todavía quieres venir conmigo.

—Me iría contigo muchas veces, en todas partes, pero...¿No crees que es demasiado pronto?

—Eres de lo peor. 

 

Al final habían desperdiciado el resto del día sin hacer nada, y ya era casi media noche cuando se dieron cuenta de que todavía no habían ido al supermercado.

Una de las ventajas de vivir en una sociedad altamente capitalista era, sin dudas, la existencia de los supermercados que estaban abierto las 24 horas del día. Quizás no tanto para las personas que tienen que trabajar en los turnos extraños de madrugada y lidiar con las personas raras que de repente van a esa hora a comprar, como abogados sin horas de sueño y solo café funcionando como alma dentro de su cuerpo, o los profesores que iban a comprar lápices a las 4 de la mañana solo usando una bata de baño y pantuflas. Para Castiel, una de las ventajas de tener uno de esos, era, que había encontrado un lugar donde esconderse.

El baño de un supermercado eternamente abierto, sobre todo cerca de las una de la mañana era un vortex creado en medio del espacio tiempo, las luces te daban la sensación de que todo avanzaba mucho más lento de lo que realmente era; relojes detenidos, estática en el aire, bombillos de luz que parpadeaban y chicas maquillándose en el espejo del baño de varones ya que en el baño de damas había un grupo de amigas encerradas llorando y vomitando ya que, al parecer, una de ellas había terminado con su novio. El nuevo baño de chicas no era diferente, Castiel era el único hombre, encerrado en el cubículo mientras escuchaba los sollozos apagados del baño del lado por medio de la rendija y el parloteo de las niñas del otro lado comentando la situación que ni siquiera podían ver. Era ridículamente reconfortante. Al menos Dean no estaba ahí. Al menos todos ahí parecían estar sufriendo.

Todo había ido tan bien,  después de que Sam se había quedado dormido en el sofá viendo una película, luego de un día de no hacer absolutamente nada, habían ido a la cocina para servirse una taza de café, y habían terminado besándose contra la puerta del refrigerador, acariciándose suavemente mientras se desarreglaban la ropa. Habían pasado tanto tiempo distraídos que fue bastante tiempo después que realizaron que ni siquiera quedaba café que poner en la cafetera.

Ese día John tenía turno de noche en el bar, pero aún así les había dejado el auto, por lo que Dean no dudó en tomar el impala y partir.  Habían manejado hasta el supermercado, sonriéndose y riendo mientras escuchaban la música suave que emanaba de los parlantes del auto, con las ventanas abajo sintiendo la suave briza de la noche calurosa.

Todo era demasiado perfecto, debió haber pensado que pasaría algo, que nada así de bueno podía durar tanto tiempo, pero la embriagante ambrosia de amar y sentirse amado de vuelta era demasiado fantástica como para pensar en otra cosa. Aun que ninguno de los dos se haya declarado lo que sentían. Castiel pensaba que no era necesario, que podía verlo en todos los gestos que Dean tenía, en su comportamiento, en sus cuidados, como siempre se preocupaba de lavar la ropa con su suavizante favorito, como se preocupada de separarle un poco de ensalada sin aliñar para que él mismo lo hiciera, en cómo le rosaba suavemente la pierna con su mano derecha cuando él estaba sentado en el asiento del copiloto al momento de tomar la palanca de cambio, o en la forma en que Dean ya no se preocupaba tanto de tapar y esconder su cuerpo de él. Castiel podía sentir el amor que emanaba de Dean tan fuerte y constante que era imposible no amarle de vuelta, solamente esperaba que el otro chico pudiera sentir que era mutuo, que él también se sentía así.

Quizás ese mismo miedo infundado de que Dean pensara que él no lo amaba porque no podía demostrarlo bien fue lo que le motivó a, en medio del supermercado, cuando iban caminando lado a lado con el carro de compras delante de ellos por los pasillos de las sopas deshidratadas, tomar la mano de Dean entre las suyas, posándola encima de la del otro chico sobre el fierro del carro de supermercado, mientras acercaba su cuerpo al de Dean, para sentirlo más cerca. No era un gesto obsceno, ni nada por el estilo, pero era tan evidentemente un gesto de amantes que cualquiera que los viera sabría perfectamente que eran más que amigos. La burbuja romántica en la que se encontraba Cas era tal que, al principio, no se dio cuenta de que Dean se había tensado al lado suyo, solamente fue consciente de lo que estaba pasando cuando el otro joven sacó la mano de debajo de la suya y se alejó de él, poniendo el carro de supermercado entre ellos, mirándolo furiosamente.

—¿Qué piensas que estás haciendo? —Le espetó, con la cara roja.

Cas no supo que decir, porque realmente no sabía qué era lo que había hecho mal.

—Tomándome la mano como si fuéramos un par de maricas en público, ¿Cuál es tu problema?

Durante su crianza con su madre había pasado muchos tipos de abusos, tanto físicos como psicológicos, pero no importaba cuán duras hayan sido las palabras destructivas de su madre, o cuan doloroso podrían haber llegado a ser las palizas que su padrastro le daba, parecían pálidas en sufrimiento a comparación a como su corazón se contrajo al escuchar a Dean decir esas palabras.

Sabía que Dean había tenido, y todavía tenía, muchas cosas que aclarar con respecto a su sexualidad, y con su propia aceptación, pero pensó que después de tanto tiempo...

Ese era el problema de Castiel, pensó, pero nunca se preocupó de comprobar si lo que él pensaba que ocurría, lo que él deseaba que ocurriera, era lo que realmente estaba pasando.

Miró delante de él a Dean, temblando de rabia, alejado de él como si fuese un monstruo que le quemó la piel con solo tocarlo, tan asqueado con el simple hecho de estar cerca de él que tuvo que poner el carro de supermercado entre ellos, temblando de rabia como si Castiel hubiera insultado a su madre. Quizás para Dean lo que él hizo era algo semejante a eso, y el problema era plenamente suyo, ya que había confundido la amabilidad de Dean con un sentimiento que, basándose en lo que estaba viendo ahora,  parecía definitivamente no tener. No perdió su tiempo en decir algo, podía sentir como su garganta se había apretado y sus ojos picaban, pero no quería llorar en frente de Dean, no quería darle más material para hacerle daño, pero podía sentir como su rostro, a pesar de sus esfuerzos, reflejaba el dolor que estaba sintiendo. Solo se dio media vuelta, empujando el carro de supermercado hacia Dean, y se fue hacia el pasillo del lado, moviéndose con rapidez hasta que, sin darse cuenta, estaba corriendo hacia el fondo del lugar, entrando al baño, en donde  encontró a las otras chicas que, sin siquiera conocerlo, le dieron la bienvenida en su pequeño nido, sin juzgarle, dejando que se escondiera en el cubículo del baño, donde, sentándose sobre la tapa, por fin pudo llorar.

Habrían pasado unos quince minutos hasta que pudo tranquilizarse completamente, sentía los ojos hinchados y toda la cara colorada, igual de inflamada que sus lagrimales. Suspiró ampliamente antes de ponerse de pie y abrir la puerta, caminando lentamente hasta el lavamanos donde se llenó las manos de agua y se salpicó el rostro.

—¿Noche dura? —Le dijo una voz al lado suyo.

Él no dijo nada, solo giró la cabeza para ver a una chica rubia y rubicunda, sentada sobre el mueble del lavamanos, con otra chica, de pelo negro y cara huesuda que estaba apoyada sobre ella, todavía llorando, con todo el maquillaje restregado por la cara.

—Con final inesperado —respondió después de un rato, con la voz seca por el llanto y los ojos sensibles después de habérselos restregado fuertemente.

—No tan mala, según yo, si es que te llamas Cas —anunció otra chica, entrando en el baño, con un vestido de fiesta brillante, verde y muy corto, traía en sus manos toallitas desmaquillantes y, esquivándole grácilmente, se las pasó a la chica rubia quien procedió a limpiarle el rostro a la otra niña.

—¿Por qué dices eso?

—Afuera hay un galanazo esperando por ti, y parece arrepentido. Me dijo que te buscara acá adentro y te rogara que por favor salieras a hablar con él.

—Eso es una buena noticia —declaró la chica sentada sobre el mueble del lavamanos —. No hay nadie afuera esperando por nosotros.

Castiel meditó un poco la situación, sabía que tenía que encontrarse con Dean sí o sí, tenían que volver a casa a guardar las compras y preparar la cena para cuando John terminara su turno. Si no volvía sabía que preocuparía al hombre mayor y no quería causarle problemas al mayor de los Winchester, que no había hecho nada más que ayudarle durante los últimos periodos de su vida. Pero estaba herido, sabía que a pesar de que había lavado su rostro los rastros de su dolor y las lágrimas todavía eran presentes, no quería avergonzarse más, ya se sentía lo suficientemente terrible, no creía poder resistir si es que, además de destrozarle el corazón, Dean le destrozaba la autoestima. No era algo contra lo que pudiera discutir o argumentar, si había alguien en el mundo quien merecía el daño y las burlas de Dean, era él.

—No dejes que tu orgullo te aleje de lo que quieres —una voz lo sacó de su concentración, y se dio cuenta de que la chica que estaba entre los brazos de la otra niña rubia había hablado, con la mitad de la cara limpia y la otra todavía llena de maquillaje, se había levantado un poco del pecho de su amiga para hablarle, pero parecía que esas palabras las había pronunciado más para ella que para Castiel, porque una vez que terminó de hablar se echó a llorar nuevamente contra el pecho de su amiga, ensuciando aún más su vestido de fiesta.

Ese no era el caso de Castiel, aquí no había orgullo, acá había una lucha constante entre tratar de borrar su pasado de abusador por medio de la entrega y sumisión completa a Dean y su yo que quería creer que todo eso estaba en el pasado y que ahora podía exigir, pedir y entregar tanto como Dean en la relación. Pero era difícil, muy difícil, porque la relación era de a dios y Dean también tenía que cargar con sus propios problemas e inseguridades, sobre todo con las inseguridades que le impedían abrirse con Castiel acerca de sus problemas y sobre sus sentimientos, inseguridades que terminaron hiriendo a Castiel  hasta que terminó llorando en el baño. A pesar de lo que su mente traidora podría haberle dicho mientras sentía como su corazón se estaba rompiendo en mil pedazos, sabía que Dean tenía sentimientos por él, no podía ser estúpido e inmaduro y cegarse respecto a todo lo que habían vivido juntos; no podía quitarle validez a eso. Y él tenía permiso para sentirse herido.

Él sabía eso, pero otra cosa distinta era que pensara que podían compartirlo y discutirlo. Pero también otra cosa era que Dean estuviera afuera dl baño esperando.

Se despidió de las niñas del baño con un gesto de cabeza y antes de salir del baño, suspiró nuevamente, y abrió la puerta del baño, encontrándose de golpe con el otro chico, sus ojos verdes y brillantes mirándole dolidamente.

—Cas...—susurró, tenía las manos detrás de su espalda y su mirada escapaba la de Castiel, como si estuviera avergonzado de mirarle.

—Vamos a casa, Dean.

El trayecto del supermercado al estacionamiento lo hicieron en completo silencio, Dean arrastraba el carrito lleno de las cosas que habían comprado por el oscuro estacionamiento iluminado por la luz artificial sin levantar el rostro, el cuerpo echado sobre la estructura de metal, haciendo que los fierros se enterraran y desaparecieran ligeramente sobre la gordura de su cuerpo, sus muslos haciendo un trabajo extra para empujar el carro que ahora no solo llevaba el peso de las compras, sino que el suyo propio. Castiel quería tocarlo, quería apegarse contra su espalda y dejar que sus manos se deslizaran por esos lugares donde los fierros le tocaban, no merecían tocarlo, y si él tampoco se lo merecía no le importaba, de pronto la memoria de lo que habían hecho en la tarde, el recuerdo de la corrida caliente y la estreches deliciosa de Dean dentro suyo, vino rápidamente a su mente, y lo único que quería era volver a sentir eso.

Carraspeo para volver en sí cuando se dio cuenta de que habían llegado al auto, y ayudó a Dean a guardar las cosas en el maletero mientras mantenían el silencio, cosa que no cambió incluso cuando se subieron al auto y salieron del estacionamiento; Dean ni siquiera se dio el tiempo de encender la radio, simplemente conducía, apretando fuertemente el manubrio con la vista fija en la calle. Veinte minutos después, pasaron por frente a la casa de los Winchester y pasaron de largo, lo que llamó la atención de Castiel, y siguió manejando hasta que aparcó en la parte trasera del deshuesadero de su tío Bobby, apagando el auto completamente y girándose para mirar a Cas.

—Es difícil para mí hablar...de todo, en general, sobre todo cuando se trata de...—hizo un gesto señalándolos a ambos —. Pero sé lo que quiero...aun que me cueste trabajo aceptarlo, pero estoy tratando de luchar contra eso, pero no quiero herirte, nunca fue mi intención, sé que esto es algo que tengo que superar por mí mismo, pero eso no te hace culpable...lo siento, por haber reaccionado así en el supermercado, no quise hacerte sentir...lo siento, perdóname.

—Me sentí...me hiciste sentir muy mal, Dean...

—Mierda, sí, lo sé. Realmente no sé que vino sobre mí, pero todo esto es tan nuevo y difícil, y sé que no tengo cara para decírtelo después de lo que hice hoy pero también es difícil para mí asumir que estamos juntos, va más allá de ser...gay, bi, no es sobre eso, es al respecto de que alguien realmente quiere estar conmigo. Siento que si me acero demasiado, si me permito a mi mismo creer que es real...yo no quiero que esto acabe, no quiero despertar un día y darme cuenta que nada de esto fue real.

—Oh, Dean. No...—susurró, Cas, avanzando hasta que se sentó sobre el regazo de Dean.

Ya lo había perdonado, no sacaba nada con fingir o darse más tiempo para pensar sobre lo que había dicho Dean y si es que lo perdonaba o no, sería una ridiculez, el momento en que salió de la puerta del baño y sus ojos se posaron sobre los verdes del otro muchacho, sabía que ya lo había perdonado, no había manera en que pudiera, realmente, enojarse u odiar al otro chico, menos aún no perdonarle en un instante, su corazón no estaba configurado para trabajar de esa forma.

—Ya está todo perdonado, está bien. —Susurró, mientras le tomaba el rostro entre las manos

—No, ¡No está bien! —Dijo, alejándose de él, tratando de distanciarse lo máximo que podía del chico que estaba sentado en sus piernas —. Mírame, mírame bien, yo soy el que doy asco, mira mi cuerpo, mira como estoy...

—Cállate. —Le ordenó Castiel, acercándose aún más a él, apretó fuertemente las caderas de Dean con sus muslos y rodillas, y le tomó el rostro fuertemente con las manos —Cállate. Nunca podrás entender lo mucho que me arrepiento de todos esos años donde te hice creer que tu cuerpo era quien realmente eres, ni siquiera eso, porque tu cuerpo es perfecto, me encanta, es tan majestuoso como tú. Eres hermoso, Dean Winchester, perfecto.

—Los hombres no pueden ser hermosos, Cas... —trató de discutirle, pero Castiel apretó sus dedos al rededor de la cara del otro chico y le mantuvo en su lugar con una mirada dura y honesta.

—Sí, sí pueden serlo, y tu lo eres. Tu alma es brillante y hermosa, Dean, luminosa como mil fuegos. Tus ojos, son tan lindos, tu cabello, tu rostro, tus mejillas son tan redondas y rosadas que quiero morderlas siempre. Tus dones en la cocina...oh, Dean, podría hablar horas de ti, y de lo perfecto que eres.

—No seas así, Cas —le susurró, con la cara roja por el sonrojo que las palabras del otro chico le había dicho —. El que no merece acá soy yo...

—Cállate, cállate, cállate, no digas eso, no, no, no...

Y no dijo más, sabía que era aún más difícil que Dean escuchara lo que él tenía que decir, así que se decidió por mostrárselo. Sin dejar que hablara más, se apoyó sobre sus rodillas, que estaban deliciosamente apretadas contra los suaves y anchos muslos de Dean, y le besó profundamente en los labios, con la boca abierta.

Se besaron con fuerza y pasión un largo rato, tocándose y abrazándose, acariciándose el cabello y desordenándolo, se restregaban el uno contra el otro con desesperación, sin separar sus labios, lamiendo dulcemente entre sus bocas, mordiéndose la lengua entre tantos. Castiel lo necesitaba en sí mismo, quería tener a Dean tan dentro suyo como fuese posible, con su corazón, que estaba sensible y agitado después del tumulto de emociones que habían compartido esa noche, con el dolor que había experimentado, con la confesión de Dean todavía fresca en su piel. Ni siquiera pensó cuando comenzó a desnudarse sobre Dean, sacándose la polera rápidamente, deshaciéndose de su cinturón y desabrochando la bragueta de su pantalón, haciendo acopio de toda su habilidad flexible para sacarse los pantalones sin salir del regazo del joven de ojos verdes.

—Quiero hacer el amor, ahora, ¿Qué dices? —preguntó, sentía que estaba jadeando, increíblemente deseoso de poder estar lo más cerca posible del otro chico, comenzó a restregarse contra el bulto del otro, sintiendo lo duro y caliente que estaba contra él. Al menos el cuerpo de Dean estaba actualizado con la situación.

—No sé...yo...alguien nos puede ver. —Replicó, pero sus caderas se alzaron para frotarse con más ahínco en su contra, cerrando los ojos, mordiéndose los labios para no gemir. A pesar de lo que habían hecho ese día en la mañana, estaba muy excitado y —Dean, este es un lugar desierto, y es media noche, no hay mejor lugar.

—No quiero sacarme la ropa acá, no puedo.

—No tienes que hacerlo. —Le aseguró.

Tomó sus pantalones, que estaban al lado suyo en el asiento del copiloto, y sacó su billetera. Tomó un sobre pequeño de lubricante que tenía adentro, acercando el paquete a su cara para poder ver, con la poca luz que venía desde la calle, si todavía podía usarlo.

—¿Es un condón? —Preguntó Dean, tratando de mirar la fecha de caducidad.

—No, es lubricante —dijo Castiel —, lo tengo ahí desde hace un tiempo. Vence el otro mes, así que no hay mejor momento que el presente para aprovecharlo.

—¿Qué debo hacer? No tengo mucha experiencia, eso lo sabes...no quiero...no quiero hacer algo mal.

Castiel sonrió, y le besó con una sonrisa en el rostro, dejándose caer en la tibieza y suavidad de la lengua de Dean en contra de la suya, que se restregaba deliciosamente en las partes más íntima. Le guió para que hiciera todos los preparativos, guió la cabeza de Dean hasta su pecho desnudo y se permitió gemir y tirar del pelo del otro mientras este lamía y mordía sus pezones hasta que quedaron erectos y sensibles, rozándose contra la tela de la camisa de franela de Dean, quien tenía la boca perdida en el cuello de Castiel, besándolo y mordiéndole, con una de sus manos perdidas entre los muslos de Castiel, detrás de sus testículos, guiando sus dedos en el interior del otro, mientras Cas, sujetándolo por la muñeca, le insta a moverse, a estirar los dedos y a penetrarlo suavemente mientras lo prepara.

—Pon otro dedo. —Jadeo contra su cien, cerrando los ojos al sentir como Dean mordía una parte sensible de su cuello.

—¿Cuatro dedos?

—Tienes un pene grueso, Dean, necesito abrirme más.

—Mierda, no hables así. —Sentía que con las palabras de Cas se iba a correr en sus pantalones.

Tenía al otro chico completamente desnudo sobre sí, con cuatro dedos dentro de él, gimiendo deliciosamente en su contra mientras se frota contra su muslo. No sabía cómo había accedido tan rápidamente a hacerlo con él, pero sentía que lo necesitaba, de la manera más inmediata, sobre todo con lo hipersensible que sentía en su interior, con lo desesperado que estaba por demostrarle a Cas que él era la criatura fantástica en su vida, que lo necesitaba, que este no era un juego. Pasó de estar caliente a una necesidad imperiosa de estar dentro de él.

—¿Podríamos hacer esto en mí? ¿Algún día? —Preguntó Dean en un susurro.

—¿Qué? —Jadeo Castiel, meneando sus caderas de adelante a atrás para poder sentir los dedos de Dean rozar contra su próstata y lo rugoso del material del jeans de Dean contra la sensible cabeza de su pene.

—Esto —dijo, haciendo énfasis con los dedos dentro de Castiel, penetrándolo un poco más veloz, apretando más fuerte la yema de sus dedos contra la próstata del chico de ojos azules.

—¡Sí! —Gimió, sintiendo que su miembro iba a explotar por la constante estimulación y la imagen mental que acababa de aparecer en su mente de Dean, recostado en su cama, desnudo, con un dildo de práctica en su pequeña y rosada entrada —. Pero ahora, métemela.

Dean palideció un poco y se alejó del cuello de Cas, mirándolo a los ojos, se mordió los labios y asintió en silencio, sus gestos dilucidaban el placer que le causaba que Castiel le abriera la bragueta del pantalón y sacara su miembro, que estaba duro y húmedo, hinchado y deseoso de recibir atención, levantándose en sus rodillas para poder guiar el pene del otro chico hasta su entrada, ligeramente abusada por la preparación que cedió con algo de dificultad ante la intrusión de la penetración de Dean. Castiel gimió, el otro chico no era demasiado largo, un largo normal, pero era muy grueso, lo suficiente para que Castiel sintiera un ligero dolor mientras arremetía contra su interior. Dean sentía que iba  a desmayarse, jamás había tenido sexo anal, no pensó que se sintiera así, tan intensamente. Pensó que iba llorar, que se iba a desmayar, la cercanía que sentía con el otro chico era impresionante, así que, sin preocuparse mucho de lo que pudiera traer de consecuencias, dejó libre sus emociones, y lloró silenciosamente mientras Cas lo abrazaba contra su pecho y movía sus caderas, iniciando un movimiento suave y profundo que los hacía gemir profundamente a ambos.

Se besaron y acariciaron incontables veces mientras Castiel montaba a Dean, suave y profundo, con el mismo ritmo, deleitándose en la profundidad del placer que le producía tener a Dean dentro de sí, lo maravilloso que era sentir la estimulación contra su próstata, su pene rosándose contra el estómago blando de Dean, apoyar sus brazos sobre los hombros anchos y confianzudos de Dean, mientas su peso descansaba, subiendo y bajando, apoyando sus posaderas sobre los poderosos y calientes muslos de Dean. Sentía que se iba a correr en cualquier momento, y cuando sintió que el otro comenzó a llorar contra su pecho, sabía que estaba completamente perdido. No había otra persona más allá de Dean, estaba arruinado para siempre, tener a esa hermosa criatura llorando de placer mientras hacían el amor era una de las cosas más hermosas que había hecho. Sentía que la sensibilidad de su cuerpo había aumentado, y el llanto de Dean reverberaba por su cuerpo, haciéndole llorar también, y trató de apretarse tanto contra el chico más macizo, contrayendo su interior alrededor de su miembro,  abrumado por todo lo que estaba sintiendo, sobrepasado por la conexión que habían formado. Ninguno de los dos podía dejar de llorar, ninguno de los dos podía dejar de moverse, buscando más y más el cuerpo del otro aun que fuese imposible estar más cerca. Castiel buscó el rostro de Dean, y besándolo con un gemido mitad sollozo atascado en su garganta, eyaculó sobre  la camisa de franela de Dean. Las contracciones del interior de su cuerpo hicieron que Dean, con un quejido lastimero entre cortado por sus lágrimas, se corriera también en su interior.

Largos minutos después, cuando sus respiraciones estaban casi reguladas, todavía estaban abrazados, Dean dentro de Cas, ninguno de los dos quería soltarse, se besaban tranquilamente, memorizando cualquier parte del cuerpo que pudieran alcanzar. Ninguno de los dos quería dejarse ir, pero los vidrios del auto estaban empañados, y el frío de la madrugada estaba empezando a entrar a través de las paredes del auto. Dando suaves besos al rededor de la boca de Dean y en su mejillas, se levantó de su regazo, siseando un poco al sentir como el miembro flácido del otro salía desde su interior. Castiel se recostó rápidamente en el asiento del impala, para no manchar el cuero con la corrida de Dean que empezaba a deslizarse por su muslo, y se recostó con las caderas en el aire, lo que realmente fue una muy mala idea, sobre todo si su plan había sido comenzar a arreglarse para irse de ahí, ya que cinco minutos después tenía a Dean entre sus piernas, lamiendo con dedicación a su entrada, follándole suavemente con la lengua para tratar de calmar y suavizar con lascivos besos su abusado culo,  lamiendo hasta el último vestigio de su corrida desde su interior; que concluyó con Dean entre sus piernas, abriéndolas en forma de v con las manos apoyadas firmemente en sus muslos para poder penetrar profundamente en Cas, quien no dejó a Dean terminar en otro lado que no fuese bien dentro suyo, con las bolas apretadas contra sus nalgas y los dedos de Castiel enterrados en su espalda, dejando una marca que duraría días, no queriendo que terminara nunca pero ambos terminaron casi al mismo tiempo, con Dean gimiendo ronco contra la boca de Cas mientras daba cortas y poderosas envestidas en su contra, tratando de adentrarse aún más en él, mientras que Castiel lo estrechaba más contra sí mismo, jadeando mientras sentía la corrida del otro tibia dentro suyo.

Dean ayudó a Cas a vestirse, besándolo dulcemente en las partes que podía alcanzar, su tobillo mientras le ponía un calcetín, besó su cadera izquierda un par de veces mientras le ayudaba a ponerse la ropa interior y los pantalones, desde su ombligo hasta la barbilla mientras trataba de acomodar su polera. Dean manejó de vuelta a casa con un brazo por la espalda de Cas todo el tiempo, mientras el chico de ojos azules apoyaba su cabeza en su hombro. Cuando llegaron a su casa, vieron que todavía era temprano para que John regresara del bar y, en silencio para no despertar a Sam, se fueron a la pieza de Castiel, donde volvieron a desnudarse mutuamente, y cuando Dean estuvo debajo de las cobijas de la cama, con Cas a su espalda apretándolo contra su pecho mientras comenzaba a quedarse dormido, Dean se prometió a sí mismo (tanto por él como por Castiel) que daría todo de él por cambiar las cosas.

Aun que era mucho más fácil decirlo que hacerlo.

Ese fue su último pensamiento antes de quedarse dormido.

 

Dean se había encargado de cuidar a Sam desde que su madre había muerto, desde que lo tomó entre sus brazos esa fatídica noche que se quedaron huérfanos de madre y le prometió al pequeño bebe Sam, mientras besaba su cabeza en un intento de calmarse a sí mismo, que siempre lo cuidaría. A pesar de que la diferencia de edad que tenían no era tanta, y muchas personas pensarían que pelearían mucho a lo largo de su crecimiento, su convivencia casi siempre fue buena. Para Sam, Dean también era una figura paterna muy importante en su vida, y siempre creció con un gran respeto y amor por su hermano. A pesar de que de repente podían tener sus desacuerdos y discutir, cómo lo hacen todos los hermanos, incluso al punto de irse de manos y golpearse con cualquier cosa, el amor que los unía siempre era más fuerte.

Sam sabía que su hermano, a pesar de la apariencia que quería reflejar, era un hombre sensible, y que la había pasado muy mal durante su época de escuela, nunca tuvo muchos amigos, por eso Sam nunca tuvo problemas en estar ahí para su hermano, a él le encantaba que su hermano también fuera una especie de mejor amigo, acostumbrado a siempre ser sincero con él y compartir todo tipo de cosas. Por eso el día en que Castiel llegó a la casa fue muy sorprendente para él, porque Sam sabía perfectamente quien era Castiel, y fue todavía más sorprendente cuando realizó lo cambiado que estaba el otro chico, o lo distante que era la imagen que Castiel tenía de aquel joven que le había hecho la vida imposible a su hermano en la escuela. Quizás también se detestó un poco a sí mismo cuando se dio cuenta de lo rápido que había bajado sus defensas con Castiel, pero...al ver como su hermano se desenvolvía alrededor del joven de ojos azules era imposible mantener una actitud cortante cuando era tan evidente que Dean estaba totalmente enamorado de Cas.

Por todo lo anterior, pensó que su hermano le diría rápidamente cuando las cosas con Castiel se hubieran formalizado, pero para su gran y horrorosa sorpresa, Dean no se molestó en contarle nada, sino que Sam tuvo que vivir la experiencia de descubrirlos, a ambos, encaramados sobre la lavadora, atragantándose con sus lenguas y con las manos dentro de sus pantalones, estando los de Dean totalmente abajo de su trasero, dándole un primer plano de sus nalgas.

Sam gritó.

Dean se sobresaltó y se golpeó las rodillas contra la lavadora.

Cas rió.

—¡Nadie necesitaba ver eso, Dean! ¡Cúbrete el culo! —Regañó Sam, mientras salía rápidamente de la pieza de lavado.

Tratando de borrar la imagen de su mente, Sam fue hasta la cocina, con una sonrisa en su cara, mientras abría el refrigerador para sacar un poco de jugo. Tres minutos después sintió pasos apresurados, y Dean apareció en el salón. Estaba sonrosado y sudado, respiraba con un poco de dificultad, pero se debía al esfuerzo que había hecho en ir rápidamente hacia la cocina.

—¿Estás enojad? —Fue lo primero que preguntó Dean, antes de recuperar el aliento.

—Por supuesto —dijo Sam, y vio como su hermano perdía el color del rostro —. Uno no hace esas cosas en los lugares comunes de la casa que comparte con otras personas, Dean, sobre todo si esas personas son tu hermano menor de edad. —Concluyó Sam, tratando de dejar su punto claro, sabía que su rostro se había curvado en una de esas muecas que Dean siempre llamaba "cara de puta", pero realmente no le importaba.  

—Oh...pensé qué...—Finalmente Dean no dijo nada, simplemente le miró con los ojos dilatados y estiró las manos a los lados, haciendo un gesto vago.

—Yo pensé que me lo dirías, que no tendría que enterarme así...

—Ni siquiera yo estoy seguro de lo que soy, Sam. —Respondió rápidamente Dean, volviendo a la histeria de antes —. Es difícil, lo pienso y lo pienso pero tengo tanta basura en la cabeza que me cuesta trabajo admitir la...bise...bi...bisexualidad. ¡Ni siquiera puedo decírtelo a ti!

—¡Oye! ¡Oye! Dean, hermano, tranquilo. No, no. Está bien. No me importa tu sexualidad, qué genero o no-género te gusta es cosa tuya. Yo solo me refería a Cas, siempre lo sospeché, pero pensé que me contarías si las cosas funcionaban entre ustedes dos.

—Ah...¿Cas y yo?... ¿Ya lo sabías?

—Habría que carecer de los seis sentidos para no darse cuenta, Dean, es obvio.

—Tú eres obvio. —Espetó Dean torpemente, enredándose con las palabras, haciendo a Sam reír —. Gracias, Sammy. Realmente significa mucho para mí que...ya sabes, que no sea un asunto para ti.

—Ni lo menciones, solo no más cosas cochinas en los espacios públicos, tienen ambos una habitación, con pestillo.

—Perra.

—Imbécil.

 

 

Recién había salido de la escuela a la que le habían llamado a entrevista. La verdad era que nunca había sido un muy buen estudiante, pero desde que vivía con los Winchester tenía más ánimo de participar en las cosas que la universidad estaba haciendo, y así se terminó ganando el cariño de uno de sus profesores que, sin que él se lo imaginara, le terminó recomendando para un trabajo en una escuela; no era nada complejo, simplemente estar a cargo de un taller de acondicionamiento físico después de la escuela para que los jóvenes se mantuvieran en forma, y aparentemente, o según lo que podía sacar de la entrevista, no lo había hecho tan mal. Era su primera entrevista oficial de trabajo, y había pasado mucho tiempo en la mañana decidiendo que ponerse, porque no podía elegir entre la formalidad de un traje —que era lo que él pensaba necesario para cualquier entrevista de trabajo— o sus ropas de hacer ejercicio, porque al fin y al cabo eso era lo que iba a hacer, y ¿qué pasa si lo querían evaluar y él estaba usando un traje? Al final se decidió por el traje y llevó el buzo, comprimido y apretado, dentro de un bolso.

Resultó ser una buena elección, nadie le pidió que hiciera nada, y la directora en conjunto con el jefe de actividades extracurriculares habían agradecido la formalidad de su vestimenta, al parecer los demás postulantes no lo habían hecho y eso no había cumplido con los estándares. Al final, la carta de recomendación y la entrevista de veinte minutos dónde le preguntaron todo tipo de cosas, desde su opinión acerca del programa de ejercicios hasta si quería tener hijos alguna vez en el futuro. 

La verdad es que, hace unas cuantas semanas atrás, unos días después del accidente del supermercado, había encontrado un trabajo pero no le había dicho nada a nadie al respecto de aquello, sabría que no todos apoyarían su elección de trabajar en un lugar así, por eso había decidido mantener silencio, y de todas formas, aquel trabajo no pagaba tan bien, y si quería seguir viviendo con los Winchester —con énfasis en el con no a expensas de ellos — y tener dinero para sobrevivir el resto del mes necesitaba encontrar otro trabajo, por lo que la oportunidad que le había dado su profesor era como un regalo caído del cielo.

En conclusión, salió todo mejor de lo esperado. Caminó hacia afuera de la escuela, desajustándose la corbata del cuello con una mano mientras que con la otra buscaba su teléfono para llamar a Dean y decirle que ya estaba listo, pero eso no fue necesario, ya que, en frente de la escuela estaba el impala estacionado, con Dean apoyado en el capó, mirando distraídamente al cielo. Castiel no podía creer lo atractivo que se veía así, completamente relajado, sin la presión de ser visto que se hacía evidente en la forma que su cuerpo se tensaba y se escondía; este era la faceta de Dean que más le gustaba, relajado, descansado, sin ninguna preocupación aparente, la vista perdida en el cielo y el cuerpo relajado y apoyado en su auto favorito. El contraste de la pintura negra y brillante del auto contra la piel blanca y pecosa de sus manos hacía la imagen aún más seductora.

Sacando ventaja de que el otro chico estaba distraído y de su caminar sigiloso natural —muchas veces, casi todos los miembros de la casa, habían pegado el grito en el cielo al asustarse al no notar su presencia, incluso Dean le había dicho que le iban a tener que poner un collar con cascabel, Cas todavía no podía decidir si la idea le sorprendía o le gustaba — para acercársele y tomarle delicadamente el rostro entre las manos. La sorpresa duró solo los segundos que Castiel se demoró en ubicarse entre las piernas de Dean y besarle, quizás más intensamente de lo que había planeado, de lleno en la boca.

Sintió el pánico ligero de Dean en su contra, como su cuerpo se tensó, y las manos de este se posaron rápidamente en sus hombros. Estaba preparado para que le empujara y le mirara con el ceño fruncido, realmente lo estaba, pero el otro simplemente le devolvió el beso, lamiendo suavemente su labio inferior antes de separarse.

—Hola, Dean. —Susurró él sin alejarse mucho, el placer de decir su nombre era algo que jamás parecía pasar de moda.

—H-hola... —respondió él, nervioso por unos segundos hasta que le sonrió cálidamente —. ¿Cómo te fue en la entrevista?

—Sabremos con tiempo, ¿no? 

Parecía que las cosas empezaban a mejorar.

Al menos empezar con un trabajo que le pagara bien sería un buen inicio.

 

 

—Y, ¿Quién eres tú? —Preguntó Jo, sin dejar de lanzarle miradas coquetas a Dean, mordiéndose ligeramente el labio, enrollándose entre los dedos un mechón de pelo de manera insinuante y jugueteando con el borde del vaso de cerveza de Dean.

—Él…él es Castiel, pensé que ya lo sabías —respondió él, frunciendo el ceño, alejando su vaso de la mano de la chica mientras buscaba con la mirada a su padre para apurarle a terminar su turno luego e irse a casa, la situación ya estaba siendo demasiado incomoda.

Cas había pasado de su segundo trabajo —su misterioso trabajo que no quería compartir con nadie porque sino todos harían lo imposible para que lo dejara y se centrara en hacer clases en la escuela primaria — a buscarlo a la biblioteca, para luego pasarse juntos al bar donde John estaba a punto de terminar su turno y dirigirse todos juntos a un restaurant familiar del centro donde Sam los estaría esperando para invitarlos a cenar.

Pero cuando llegaron su padre todavía no había terminado, y les pidió que lo esperaran mientras bebían un trago.

Y eso había hecho. Hasta que apareció Jo Harvelle, la hija de la dueña del bar. 

Estaba todo bien, Cas tomaba a pequeños sorbos y de manera tranquila  su piña colada sin alcohol mientras él le daba largos tragos a su cerveza helada, una de las manos del hombre de cabello más oscuro estaba en su muslo por debajo del mesón, acariciándole suavemente en patrones relajantes desde su rodilla hasta el interior de sus muslos, peligrosamente cerca de su entrepierna. Pero no había ninguna intención detrás de esos mimos, así que Dean le dejaba ser.

Desde hace un tiempo había empezado a ser más abierto con la situación, desde que le había contado a Sam lo suyo —o más bien desde que su hermano les había descubierto  besándose desesperadamente— trataba de demostrarle públicamente su amor a Cas. Saliendo a citas, despidiéndose de él con cortos besos en la boca e incluso tomándole la mano en público. Aun que se aseguraba de que siempre fuera cuando estuvieran de paseo en una parte donde nadie los conocía y que no existía la posibilidad de cursarse con alguien, hacia mucho esfuerzo para que no le diera la locura y se fuera a encerrar dentro de su auto. Todavía no salía del closet para su padre o para sus conocidos, pero estaba dando pequeños pasos, aun que los demás pensaran que era ridículo, sabía que Castiel le entendía y se lo hacía sentir todos los días, algún día llegaría el momento en que fuera lo suficientemente valiente para enfrentar sus miedos con su padre y admitir públicamente que estaba en una relación con otro hombre.

Parecía lejano a la velocidad en que estaba tomando las cosas, pero al menos estaba consciente de hacía donde se dirigía, y no importaba lo mucho que se demorara en llegar, sabía que Cas estaba ahí con él durante toda la travesía.

Dean sabía que estaba pidiendo demasiado, que cualquier persona se hubiera aburrido hace mucho tiempo de vivir escondido en la sombra, pero Castiel no parecía estarlo. Dean se había confiado demasiado en eso, en que él jamás se aburriría, que le tendría paciencia eterna. Estaba pidiendo demasiado y no entregando nada a cambio, y ese día, en el bar mientras esperaban que su padre terminara de trabajar, fue el día en que la paciencia de Castiel Novak terminó.

Cómo había dicho, estaban tranquilamente tomando, Dean se había arrullado en las manos de Cas. Quería que llegaran luego a la casa para poder sentarse junto a él en el sofá, y pretender que se quedaba dormido encima de él, sólo para estar más cerca de él y poder oler el aroma cautivante y adictivo que emanaba de su cuello de la combinación de sudor y colonia.

Sin quererlo se había estado acercando más y más al otro hombre, hasta que sus rostros estuvieron muy cerca. Miró a los lados y nadie les estaba prestando atención, si se acercaba y le besaba a nadie le importaba, y Dean quería hacerlo.

Se lamió los labios ante la mirada atenta y profunda de Castiely ladeo la cara para acercarse los últimos centímetros que les separaban y poder por fin besarle cuando escuchó su nombre ser llamado.

— ¡Dean! —Ahí había sido cuando apareció Jo y lo arruinó todo.

Se alejo del otro como si estuviera en llamas y se acomodo en su propia butaca, mientras dirigía la mirada hacia donde venía la voz, desde el fondo del bar —la entrada  la cocina — reconoció a una chica delgada y rubia: Jo.

No era estúpido, sabía lo que ella estaba tratando de hacer.

Se conocían desde pequeños, sus padres eran amigos de toda la vida —una de las razones por las cuales John tiene un trabajo en el bar de los padres de Jo— y siempre habían tenido una relación unida hasta que empezaron a crecer. Jo se hizo popular…y el resto es historia, jamás volvieron a hablarse, pero siempre sabía cosas de ella ya fuese por su padre o por los eternos rumores que siempre rodeaban. Pero desde que había estado con Lisa, Jo se había puesto en una especie de misión de seducir a Dean, después se enteró de que era por una rivalidad que existía entre su ex amiga de infancia y su ex novia, pero él trataba de ignorarlo. Sin embargo, Jo era demasiado hostigosa, y no parecía importarle que Dean ya no tuviera nada que ver con Lisa porque, aparentemente, seguía en su misión.

Podía sentir como Cas se tensaba más y más a su lado, con cada segundo que pasaba su nivel de incomodidad aumentaba, sólo quería salir de ahí, pero su padre entraba y salía de la cocina, ignorando su presencia, mientras danzaba entre las mesas con bandejas llenas de comida y alcohol.

Hasta que preguntó quién era Castiel, y todo explotó.

—Si sé su nombre, pero sólo sé que es el inquilino de tío John, nada más. ¿Eran amigos de antes? ¿Compañeros de la universidad? ¿Novios? ¿Una noche de pasión que no fuese en el Roadhouse?

—Joder, ¿Por qué tantas preguntas? ¿Es acaso una entrevista de trabajo?

—Nooo…—canturreó ella, y luego le miró lascivamente mientras se mordía el labio —, ¿Por qué tan nervioso?

—Cas y yo sólo somos amigos, ¿sí? , amigos, Dios, Jo, por la misma mierda —respondió bruscamente, golpeando su vaso contra la madera de la barra

Jo siguió hablando de algo más después, no pudo registrar muy bien que era, quizás un chiste por la tonalidad con la que lo decía, pero se había distraído mirando a Cas.

Tenía la mirada pegada en su regazo, no se movía, ni siquiera pareciera que respiraba. Se notaba que tenía la mandíbula tensa y apretada, parecía que cualquier movimiento repentino haría que explotara.

En ese momento fue cuando llego John, saludándole con unas palmadas en la espalda. Se giró en la butaca para saludarlo, pero antes de que pudiera abrir la boca Castiel se había puesto de pie y se estaba cerrando la chaqueta.

—Lo siento mucho,  sólo mi amigo —dijo de la nada, mirando a Dean profundamente—, John. Pero recordé que dejé algo pendiente en mi trabajo de suma importancia. Lo recordé ahora, mi jefa me acaba de avisar…así que bueno…

—El trabajo es el trabajo, hijo, no te preocupes. Cierra con pestillo cuando vuelvas a la casa, ¿sí? —dijo John, inconsciente de la insinuación escondida en las palabras del otro chico.

Castiel no dijo nada, simplemente asintió en silencio y se dio media vuelta hacia la salida del bar. En ningún minuto le dedico una mirada a Dean, ni a nada de lo que dejó tras su espalda.

Dean sintió una punzada de culpa, el hecho de ser presentado solo como amigo nunca había molestado tanto a Cas, nunca como para que ni siquiera le mirara, pero mientras le veía retirarse con la espalda rígida, evidentemente apurado por salir, él sabía que tenía que ir en su búsqueda, para eliminar cualquier pensamiento erróneo de su mente. Dean podía estar en las profundidades más abismales del closet, pero eso no significaba que sus sentimientos por Castiel fueran solo de amigos, todo lo contrario.

No podía decirlo, no podía formarlo en esas dos palabras aún, pero pensaba que era bastante obvio en la manera en que se comportaban el uno con el otro, tanto en la cotidianeidad —cuando Dean le separaba ensalada sin aliñar en el almuerzo porque sabía que no le gustaba, o lavaba su ropa con detergentes para bebe — como en la intimidad — como siempre procuraba acariciar cada rincón del rostro de Cas cuando él lo tomaba en su boca de rodillas en cualquier parte de la casa— de su relación.

Ya no era una cosa de una noche, ni nada de lo que había sido en el pasado, era muchísimo más, y él pensaba que ambos estaban en la misma página, pero aparentemente…

— ¡Cas! —Gritó tras él, caminando rápido para alcanzarlo, ignorando completamente como el tiro del jeans le apretaba el estomago ante el rose —. Hombre, ¿Qué sucede? , y no me digas que tienes que ir a trabajar porque sé perfectamente que eso es pura mierda.

Castiel se giró lentamente para mirarle, su rostro estaba decaído, sus ojos tristes y decepcionados le miraron directamente; la punzada de culpa volvió a hacerse presente, y esta vez parecía no querer irse. Abrió la boca para decir algo, pero la cerró nuevamente, tensando la mandíbula, parecía querer decir muchas cosas pero no se decidía por cual empezar. Después de unos segundos que se le antojaron eternos, él habló, con la misma mirada extenuada.

— ¿Tu siquiera quieres ser mi novio, Dean? —Le preguntó, sin cambiar su faz ni tampoco sacando la mirada.

La pregunta le cayó de golpe, se mordió el interior del labio en un gesto nervioso mientras se esforzaba por tratar de responder.

—Cas, tú sabes- —trató de empezar, el otro le interrumpió bruscamente, casi enojado.

—No, Dean, no sé. No sé nada. Es una pregunta simple, sí o no. Tu sabes que odio estar haciéndote esto, pero…pero ya no puedo, Dean, no puedo. ¿Lo eres? ¿Eres mi novio? Si lo eres, por favor dilo aquí, ahora. Estoy esperando.

Miles de pensamientos abarrotaron la mente de Dean, desde la certeza absoluta de sus sentimientos hacia Cas hasta el hecho de que su hermano, su padre y casi todas las personas que él conocía estaban en el bar tras él.

Pero al parecer tenía un tiempo límite, porque después de un minuto en completo silencio, simplemente acompañado por el ruido apagado de la Roadhouse, Castiel apretó nuevamente la mandíbula y asintió en silencio, dándose media vuelta y retirándose del lugar, dejando a Dean solo en el medio de la vereda, sin saber qué hacer, demasiado perdido en su debate interno como para realizar lo que realmente estaba ocurriendo, pero cuando lo hizo, ya era demasiado tarde.

Esa noche Cas no contestó su celular, ni tampoco volvió a la casa.

 

 

Bueno, quizás había estado exagerando un poco, pero después de lo dramática que había sido su despedida de verdad pensaba que Castiel no iba a volver para siempre. Estando un rato ya en casa, ni siquiera era tan tarde, el teléfono de la casa sonó. John contestó y, Dean ni siquiera había pensado en esa posibilidad, quién llamaba era Cas. Incluso cuando trataba de ser menos egoísta se daba cuenta de que sus preocupaciones no salían más allá de su metro cuadrado.

La cara de John palideció notoriamente, y en menos de cinco minutos, estaban manejando hacia la casa de los Harvelle para dejar a Sammy al cuidado de Ellen mientras su padre y él se dirigían a toda velocidad al hospital. Dean pensó que se iba a morir de un ataque cardiaco, solo sabía quién era la persona al teléfono porque John había nombrado al otro chico con alegría antes de quedarse completamente callado; se imaginó lo peor, incluso que no era Cas sino uno de sus hermanos y que la peor noticia del mundo iba a salir de sus labios, y que así, en un par de segundos, jamás podría volver a verlo.

Pero gracias a Dios, John explicó las cosas mientras iban empujando el límite de velocidad hacia la casa de Ellen, sintió como el alma le volvía al cuerpo, pero eso no quitaba el amargo sabor que le quedó en la boca al escuchar la noticia; la preocupación no dejó su cuerpo.

Al llegar allá encontraron a los hermanos de Castiel fumando nerviosamente en el estacionamiento. A penas aparcaron el no esperó, se bajo del auto con el motor todavía encendido y sintió como sus pies sobrevolaban el piso a la velocidad que iba hacía dónde estaban los Novaks, y no paró hasta que tuvo a Castiel delante de él, entre sus brazos, abrazándolo fuertemente en su contra sin importar que otras personas estuvieran ahí.

—Me diste un susto de muerte. —Le recriminó mientras sentía que el otro chico le daba pequeños besos en su doble papada.

—Lo siento, hubiera llamando antes pero mi primera reacción fue venir hacía acá, pero lo hice a penas tuve la oportunidad. —Murmuró en voz baja y notoriamente cansada.

—¡Me asustaste mucho, Cas! ¿Qué estabas pensando? Desapareciste y después mi papá casi se volvió loco.

—Lo siento mucho, Dean.

Dean sintió que podía gritar muchas cosas más, estaba tan molesto, tan enojado, tan preocupado. Había sentido tantas cosas en tan poco tiempo que sentía que ahora, ahora que sabía qué era lo que realmente estaba pasando, estaba desinflándose de a poco, que sus piernas no podrían sujetarle.

"Eh..." pensó Dean, "Incluso ahora consigues ser una total mierda, Winchester" se dijo a sí mismo cuando realizó lo que estaba haciendo.

—No tienes de qué pedir perdón, solo estaba siendo un idiota....¿Cómo...cómo está tu madrastra? ¿Tú hermanita?—Preguntó, sin soltar a Castiel y levantando la cabeza para mirar al resto de las personas que estaban ahí.  De pronto fue muy consciente de su extremada cercanía con Castiel, pero nadie parecía estar prestando atención.

Había dos hombres rubios, uno más delgado que el otro , el que era más ancho de espaldas tenía heridas de acné en la cara y a pesar de que portaba cara de mafioso la tibieza de sus ojos era evidente, el otro tenía rasgos más angulares, delicados, su rostro era más infantil y sus ojos más serios. A su lado había  una chica más joven que ellos de pelo largo y rojo, las mismas facciones delicadas y alargadas que el rubio delgado, con mejillas enjutas. A todos los había visto una vez en la reunión familiar que tuvieron en la pastelería, ese día que Castiel había llegado casi con un ataque de pánico. Al único que conocía realmente de grupo era Gabriel, quien al igual que todos los de ahí, menos Castiel, fumaban sujetando el cigarro con manos temblorosas. El parentesco era innegable, hasta por la presencia que despedían podía decirse que eran hermanos

—Estable en su gravedad —respondió el hombre rubio  con rostro serio pero ojos amables  —,eso es mejor de lo que esperábamos y la pequeña Clarie...crítica...en incubadora, ninguno de nosotros ha podido verla.

Dean asintió en silencio, poniendo espacio personal entre él y Castiel por primera vez en que llegó a ese lugar, para estirar su mano al hombre que le respondió.

—Lamento que nos presentemos así —habló el hombre rubio, tomándole la mano y dándole un firme apretón —, aun que después de probar tus pasteles  y escuchar a Castiel constantemente, siento que ya te conozco, Dean, soy Lucifer.

—Digo lo mismo...por la situación, no por el pastel, porque sé que los hago yo...no es que tú no cocines pero...ah. —Terminó nervioso Dean, rascándose la nuca en un reflejo nervioso.

Eso pareció aliviar un poco el ambiente, porque todos lanzaron una leve risa, excepto Gabriel que comenzó a molestarlo por su imposibilidad de dar buenas respuestas y de siempre perder en piedras-papel-o-tijeras con su hermano menor. 

Castiel estaba trabajando cuando recibió la llamada histérica de su hermano Jimmy diciéndole que se habían llevado a su madre (la de Jimmy, Becky) al hospital porque tenía un fuerte dolor abdominal y no podía sentir a la bebe moverse. Cuando llegaron al hospital ejecutaron una cesárea de emergencia, toda la familia de inmediato se puso en alerta y fueron al hospital. La presión de Becky había estado por las nubes cuando hicieron el procedimiento de emergencia, y el bebe, prematuro, una semana lejos de los siete meses, salió muy poco preparado para el mundo exterior, pulmones débiles, bajo peso, presión sanguínea muy baja con la imposibilidad de ser alimentado porque a Becky no le había bajado la leche; al menos eso era lo que les había contado su padre mientras se dirigían al lugar y Dean recién sentía que el cerebro le subía de la nariz a su lugar correspondiente.  Lentamente mientras se saludaban Castiel corroboró lo que había dicho su padre, pero viniendo desde su propia boca sonaba mucho más terrible, el dolor de una persona que tiene miedo de perder a no solo un ser querido, sino dos, desgarraba el corazón de Dean.

Después de presentarse con los demás (Michael y Anna), se dio cuenta de que no sabía a dónde se había metido su padre, y dándose una vuelta que hizo que los pantalones se le bajaran incómodamente hacia la cadera, vio a su padre entrando por el costado del hospital, por el lado contrario al que habían llegado, en sus manos traía una bandeja con vasos de café para llevar.

—Pensé que los necesitarían  —explicó simplemente John, entregándole un vaso a Castiel en primer lugar, para después palmotearle el  hombro cariñosamente —. ¿Cómo estás, hijo?

—No lo sé. He estado orando pero siento que Dios no me escucha...

—¡Castiel! —Dijo espantado Michael, prácticamente acuchillando a su hermano con la mirada.

—Es cómo me siento, tú no puedes influir en eso. —Se defendió tozudamente Castiel.

Michael no dijo nada, y aceptó con un gracias susurrado el café que el padre de Dean había empezado a repartir.

—Voy a dejarle el suyo a papá —dijo Anna rápidamente, tomando dos vasos —. ¿Me acompañas?  —Miró a Michael.

El rubio asintió y ambos hermanos se dirigieron a la entrada del hospital, desapareciendo detrás de las puertas, era mejor así, definitivamente no era el lugar ni las circunstancias para ponerse a pelear . Gabriel estaba haciendo cigarrillos a mano mientras Lucifer había encendido otro nuevo inmediatamente después de terminar el suyo, sujetándolo por el filtro con los labios mientras revolvía su café con la cucharita plástica. 

—Tus sentimientos son válidos —continuó John —, pero sabes cómo funciona la fe, a veces es más difícil mantenerla, pero en esos momentos uno debe ser más fuerte.

Parecía que John estaba hablando más sobre algo que había pasado en el pasado, con otras personas, con otro accidente, más que con lo que estaba ocurriendo en la inmediatez, pero el concejo tenía el mismo calibre. Castiel simplemente asintió en silencio, mirando a los ojos al hombre mayor y dándole una sonrisa de labios apretados. Dean estaba a su lado, escuchando pero compartiendo miradas entre los otros dos hermanos de Castiel que todavía estaban al lado de ellos, pero apoyados en la muralla del estacionamiento, perdidos en el humo, parecían estar en otra parte. Jamás en su vida había visto a Gabriel tan preocupado y serio, ni cuando les entraron a robar a la tienda y les amenazaron con un cuchillo; pero tampoco podía creer la solides del concejo de su padre, era ese John Winchester que él había olvidado que existía, pero que agradecía que hubiera escogido ese momento para aparecer.

—Gracias, John. —Agradeció Castiel con dificultad, todavía no podía acostumbrarse a llamarle por su primer nombre.

—No hay nada que agradecer. Pensamos que algo había pasado, Dean acá pensó que habías terminado con él.

—¡Papá! —Chilló Dean, poniéndose colorado, sintiendo como su cara se ponía más redonda por el sonrojo de sus mejillas. Sintió que le faltaba el aire, no podía creer lo que estaba pasando. ¿Cómo? ¿Su padre sabía? ¿No le importaba? No, no, no, no, no.

—Castiel tiene una imposibilidad física que le impide  no amar, alejarse o pasar más de una hora sin hablar de Dean, jamás terminaría con él. —Gritó Gabriel.

Lucifer rió fuertemente, John trató de controlar su risa ante el evidente pánico en la cara de su hijo, pero después de unos segundos no pudo evitarlo.

Sin embargo, lo que reverberó más fuerte en su mente —más fuerte que el hecho de que la persona a la que más temía revelarle su orientación sexual, su amor a otro hombre, no tuviera nada negativo que decir al respecto de eso — eran las palabras que había dicho Gabriel.

—Eso es verdad —admitió Castiel, mirándole directamente a los ojos —. Sé que esta tarde ninguno de los dos se comportó como debía pero...yo...—Castiel no sabía si debía continuar o no, Dean había sido tan selectivo con la publicidad de su relación, habían ido avanzando lentamente, pero seguro, y ahora, toda esta información nueva, la repentina pero agradable aceptabilidad de John, la ligereza de sus hermanos ante el tema, sumado a la cantidad de sentimientos al bruto que había estado sintiendo durante toda la tarde desde que se fue de su pelea con Dean en el Roadhouse.

—Quizás deberíamos hablar en otro momento. —Concluyó Castiel, sin saber muy bien que decir.

Pero Dean era impulsivo, de repente no sabía muy bien porque hacia las cosas o como llegaba a terminarlas, pero lo hacía; en un minuto tenía dinero en la mano para comprarse las zapatillas que tanto había deseado y ahorrado por meses, pero terminaba saliendo de la tienda de ropa usada con una chaqueta de cuero que le quedaba demasiado grande. Cuando era pequeño, una de sus fantasías más grandes era que él salvaría al mundo de un apocalipsis zombie, pero antes de que el día del juicio llegara el iría, románticamente, a declararle su amor a una chica hermosa a la que siempre estuvo demasiado avergonzado de hablar, revelando que hasta en sus fantasías el poder de la espontaneidad era más fuerte de lo que pensaba, y ahora, con algo que ni siquiera se parecía a un apocalipsis zombie, pero que tenía el mismo peso de fatalidad sobre sus hombros , Dean estira la mano para tomar la de Castiel entre la suya, y entrelaza sus dedos.

—Te amo —le declara simple y fácil, pero por dentro siente que se muere, que su mano está demasiado sudada, que incluso las personas que están en los edificios rodeando el hospital le están mirando en ese momento, pero no importa, porque tiene a Castiel en frente, mirándole con esos ojos con los que solo mira a las abejas, a las estrellas durante la noche, ojos llenos de amor y devoción tan intensa...y todo dedicado a él.

Realmente valía la pena. 

Antes de que Castiel pudiera reaccionar como correspondía, escucharon como desde la entrada del hospital alguien gritaba. El momento se detuvo abruptamente, y todos se giraron para encontrar a Michael llamándolos y moviendo las manos para indicarle que entraran al hospital. Dean, que sentía como los dedos de Castiel dejaban su mano en cámara lenta, no podía creer que aquello que le había tomado tanto coraje hacer se había disipado tan rápidamente. Podía sentir como lágrimas de frustración comenzaban a  formarse en sus ojos y como su garganta se contraía al mismo tiempo que Castiel se alejaba más de él y se acercaba más a la entrada del hospital.

Pero parecía que Dean ya no podía ocultar sus sentimientos tan bien como quisiese de Castiel, porque antes de que estuviera demasiado lejos como para no oírle, le dio una de las sonrisas más hermosas que había visto en el mundo.

—Yo también te amo. —Le dijo, y se giró para avanzar rápidamente hacia donde su hermano mayor le había estado llamando.

Hasta hace unos pocos segundos, el estacionamiento había estado lleno de gente, lleno del murmullo de otras personas que a pesar de haber estado mirando atentamente lo que estaba ocurriendo entre ellos dos, no habían dejado de cuchichear entre sí, incluso Dean podía jurar que la mirada intensa de su padre producía una especie de estática que podía percibirse en el ambiente, pero ya no era así, estaban solo los dos Winchester, solos.

—Todo está bien, Dean. —Sintió más que escuchó a su padre decir, mientras le apoyaba una mano sobre el hombro y le palmoteaba la espalda un par de veces, duro, como siempre acostumbraba a hacer —. No importa a quien escojas amar, hijo, tu hermano y yo siempre te apoyaremos.

Eso fue todo lo que dijo, no ahondó más en el tema, no le dio ninguna mirada condescendiente ni hizo algún tipo de comentario acerca de como las cosas iban a ser desde ahí en adelante, sin decir nada, dándole la espalda y caminando hacia el interior del hospital, John Winchester había aceptado con simples frases que su hijo estaba en una relación con un hombre, como si no fuese un gran tema. Y el asunto era que quizás no lo era, y que Dean se había estado castigando eternamente por cosas que eran del pasado. Castiel ya no le miraba con culpa, su padre había cambiado notoriamente y parecía que todo era menos complicado de lo que se lo había planteado, quizás el único que todavía pensaba que los demás vivían en el pasado era él mismo, y que, a lo mejor, era al único que le faltaba dar el paso hacia el futuro.

 

No sabe exactamente cuánto tiempo había pasado, pero John ya había vuelto a casa a buscar a Sam, él había decidido quedarse en el hospital haciéndole compañía a Cas, sentado en la sala de espera común, apoyado en sus propios brazos mientras el pequeño y destartalado sillón del cuarto se sentía mil veces más incomodo en su ancho cuerpo, pero esa sensación quedó lentamente olvidada, ya que a medida que pasaba el tiempo y no había noticias de la pequeña Grace ni de su hermano mayor, Dean comenzó a quedarse lentamente dormido. Debió haber pasado bastante tiempo porque de la nada sintió una mano sobre su hombro y despertó de golpe, asustado y desorientado.

Se había dormido totalmente.

Cas le miraba con el rostro lleno de amor, se notaba que estaba cansado, todos lo estaban, ni siquiera estaba seguro qué hora era. Lentamente comenzó a ser consciente de que estaba aún en la sala de espera del hospital, y que le dolía el cuello por la posición en la que se había quedado dormido.

—¿Quieres conocerla?

Dean no necesitaba contexto, simplemente asintió. Se paró como pudo del asiento, sintiendo como todos sus huesos sonaban en protesta, y se encaminó hacia la sala, donde estaba la madrastra de Castiel, mirando a una caja de plástico transparente, la bebé estaba dentro. La visión era agridulce, llena de tubos y cables, conectada a una máquina que parecía tener mil monitores, estaba la pequeña Grace Novak, pero su pecho se movía rápidamente, y su cuerpo comenzaba a colorearse rosado, entre sus diminutas manos tenía un peluche de pulpo, de esos que les dan a los bebes prematuros para que no tiren los cables que tienen en ellos, apretaba el muñeco con mucha fuerza, y el corazón de Dean se hinchó, a pesar de todo la pequeña luchaba fuertemente para estar viva, no se quería rendir. Era tan pequeña y ya era toda una luchadora.

—Los médicos dijeron que está presentando una mejoría impresionante. —Dijo la madrastra de Castiel.

—Es hermosa. —Respondió Dean, fue lo primero que se le vino a la mente, y lo único que se le ocurrió decir —. Estará bien en un abrir y cerrar de ojos, ¿No es así, nena? —Y como si la bebé pudiera entender lo que él decía, se movió dentro de la incubadora, haciendo que uno de los monitores sonara suavemente.

—Le gustas —dijo ella, apreciativamente, y luego lo miró a la cara —. Igual que a su hermano mayor.

Dean se puso rojo, y de reojo pudo ver que Castiel también lo había hecho. Mordiéndose los labios se acercó a Cas y tomó su mano entre las suyas. Estuvieron unos minutos más en la sala, hasta que llegaron Michael con Gabriel, después de eso se fueron.  Caminaron en total silencio hasta las afueras del hospital, donde Dean encontró, para su sorpresa, que estaba el impala estacionado. Automáticamente se buscó las llaves en el bolsillo de la chaqueta, y las encontró, no en el lugar donde él las pone, pero en el bolsillo frontal, tenían un post-it pegado que tenía una carita que guiñaba un ojo, sabía perfectamente que había sido su padre.  

—Llévame a casa, Dean.

Él asintió, y, todavía empoderado por la ola de adrenalina que le había producido la idea de perder a Cas para siempre, le tomó la mano, entrelazando sus dedos, y comenzó a caminar hacia el estacionamiento, asegurándose de tenerle pegado a su lado mientras se abrían camino entre los pasillos del hospital. Adentro del auto, Dean se acercó y le besó suavemente en los labios.

—Vamos a casa.

Así partieron, en el impala, con las manos todavía entrelazadas, mientras Dean pensaba cuál sería el momento perfectamente público para pedirle a Cas que fuese su novio, tanto para redimirse como para satisfacer esa necesidad que tenía de que todo el mundo se enterara de que Cas y él estaban juntos. El miedo no había desaparecido, pero había comprendido, a casi terror de perder a Castiel, que hay cosas que son solo carne, solo material, y que había cosas más importantes por las que el miedo perdía valor, y esa cosa, ese alguien estaba ahí, a su lado, y Dean no permitiría jamás que fuese distinto. 

Notas finales:

Gracias por leer!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).