Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Eternos Enemigos por kurerublume

[Reviews - 85]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Me tardé horrores en actualizar, solo se me fue la inspiración, pero ahora volvió con todo xD ya tengo la mitad del siguiente capítulo, el cual publicaré el próximo martes.

Espero les guste este cap.

 

CAPÍTULO XIV: Conflictos

 

—Vaya, al fin alguien decidió despertar —me quejo sin ganas, recostado en esta cama con Lykaios— ¿Sabes cuánto tiempo llevas dormido?

 

—No, no lo sé.

 

—¿Recuerdas por qué acabaste así? —levanto una ceja, incitándolo a que vea la situación en la que, por su culpa, estamos desde anoche.

 

—Claro que sí, un ataque de los soldados de Caesonia. No sé, fue diferente a las otras batallas. Yo…—se queda callado, sus ojos se pierden.

 

—¿Lykaios?

 

—Yo… perdí a algunos camaradas —su expresión se torna demasiado seria, sé lo que significa— ¿Sabes? En todos estos años supongo que me he acostumbrado a tu manera de pelear, de dirigir; esto fue verdaderamente caótico. Sé que poco te importa, que tal vez estés contento al saber esto, pero hace mucho que no perdía a tantos camaradas en tan poco tiempo. No se llevaron a ningún prisionero, a nadie. Fracasé como su guía porque me acostumbré a pelear contra ti; me acostumbré a ser algo… piadoso, me ablandé. Y ahora, estoy más furioso que nunca. Haré que lo paguen —es hasta esa última frase que lo siento, su mano aprieta con algo de fuerza mi cintura y suelto un leve quejido—. Lucius, disculpa.

 

—No hay cuidado —me remuevo más incómodo que antes—. Con esas palabras acabas de declararnos en una situación mucho peor, no sé cuánto más podamos respetar nuestro acuerdo, Lykaios.

 

—Disculpa.

 

—No, he sentido lo mismo. Y te comprendo, también me he acostumbrado a ti, también fracasé al venir contigo y siento ira en mi ser al pensar en ustedes. Es normal, pero escucha, tienes que soltarme para que pueda limpiar tus heridas. De verdad te lastimaron, tienes que conseguir a alguien que te ayude mejor.

 

—No, confío en tus cuidados.

 

—Para con eso ¿quieres? —me levanto abruptamente— No puedes confiar en mí, ¡no puedes! ¡Serías un completo idiota si lo haces! —él no dice nada, pero sus ojos me dicen todo lo que está pensando— Solo acabemos con esto. Tan pronto como te considere apto para ponerte en pie, escaparé. Con permiso —digo para salir de ahí y sentir mi garganta desgastada. Lo peor no ha sido haberme acostumbrado  a la manera en que pelea, sino que ya también es así  con esto; vivir con él ya está empezando a dejar de ser extraño, y no puedo aceptarlo.

 

Voy corriendo por todo lo necesario y a paso firme regreso a su lado para limpiarlo lo mejor que puedo.

 

—¿Es en serio lo que dijiste, Lucius? —suelta de la nada, pero no digo nada— Respóndeme.

 

—Sí, fue en serio. Ahora quédate calladito, estúpido centauro.

 

—Acabas de romper uno de los…

 

—¡Lo sé y no me importa! Ya bastante humillante es tener que cuidarte.

 

—¿De verdad consideras humillante el cuidarme? —su voz suena muy gruesa y no sé qué responderle— Lucius, por favor, vete —dice pasados unos segundos en los que sus ojos me escudriñaban sin disimulo—. Ya es suficiente, solo vete. Regresa con tus soldados y vuelve para intentar asesinarme y ganar la guerra que tu padre inició. A estas alturas es bastante obvio —hace una pausa—, jamás podré regresar el tiempo. Solo fui obstinado, pero ya no más.

 

—¿A qué te refieres? ¿Obstinado con qué?

 

—Contigo, Lucius. Así que vete, y la próxima vez que nos veamos, no tendré misericordia —sus palabras suenan… casi impropias viniendo de él.

 

—¿Estás diciendo que…? —antes de acabar mi pregunta su mano me atrapa y me acerca a él.

 

—Sí, General. Mis tropas no serán las mismas, tampoco yo. Ese extraño acuerdo que teníamos de llevar prisioneros o dejar vivos a los heridos acabó. Esta guerra terminará hasta que la otra especie caiga —cada palabra implica un jalón más que me pone más cerca de su rostro, de escuchar cómo escupe cada oración. Me pone nervioso y también me asusta; me enoja e irrita que decida todo esto por sí mismo. Sonará pretencioso, pero este centauro no es…

 

—Tú no eres así —le digo sin pensarlo—, simplemente no. Por eso te respetaba, porque entendías tan estúpidamente bien como yo que cada vida vale y que si podíamos evitar más muertes era mejor. Así que no me vengas con eso, Lykaios.

 

—La guerra logra transformar.

 

—A quien así lo permite.

 

—No, basta con ser un testigo, una víctima o incluso el que causó todo para saber que te cambia contra tu voluntad, justo como te pasó a ti.

 

—No es verdad.

 

—Sí que lo es. Así que dejémonos de hipocresías, haz lo que digo y a la próxima atácame en serio, con tu mente enfocada en quitarme la vida. Prometo que será recíproco. De todas maneras, ahora no vales nada como humano ni como ser vivo.

 

Eso logra enojarme más que cualquier otra cosa que me hayan dicho o hecho en el pasado— ¡Bien! Juro que te asesinaré, maldito bastardo. Tú, asquerosa criatura inferior, no tienes ni el derecho de decirme qué hacer, así que cállate de una puta vez ¡cállate y muere de una vez!

 

 

 

                                                                         ***

 

 

 

En estos momentos estoy totalmente preocupado. Ayer fue… terrible, en serio terrible. Jamás imaginé que algo así podría llegar a pasar en esta guerra, siento que todo fue mi culpa, como si mi llegada hubiera generado todo eso, tanta muerte.

 

Y es que apenas dos días que regresé no imaginé la cantidad de preguntas que me invadirían, mucho menos esas miradas, como si de verdad me hubieran extrañado. Solo querían información útil, la cual francamente era escasa.

 

Me mantenía con la mirada abajo, dolido.

 

—¡Cornelius! —fue hasta que volví a la realidad que lo vi, Dirius estaba frente a mí y no dudó en abrazarme— No sabes cuánto me alegra volver a verte, creí que ya no lo volvería a hacer jamás. Has estado perdido tanto tiempo. ¿No estás lastimado? —tomó mi barbilla sin pena y sus ojos me recorrieron de arriba hacia abajo, comprobando así que estaba perfectamente bien.

 

—No, Dirius.

 

—¿Ese minotauro no te hizo nada? —preguntó con el ceño fruncido.

 

—Claro que no, él fue… —iba a decir que era amable y noble, pero ni loco lo iba a decir frente a nadie— no me hizo nada. Estoy bien, logré escapar —le sonreí sin ganas y volvió a abrazarme, acercando sus labios a mi oído.

 

—Qué bueno, si quieres esta noche podemos ponernos al corriente —susurró con ese tono que me encantaba, que significaba sexo. Una corriente fue de mi cuello hasta  mis pies, y sin querer gemí quedito en su cuello. Solo recibí el sonido de su ronca y breve risa de satisfacción.

 

Me dio la espalda y cuando lo vi con atención me quedé pasmado, Arion y Dirius se asemejan, pues tienen su cabello/pelaje negro y los ojos de igual color.

 

Una parte oscura en mí emergió. Y esa noche, me desfogué como nunca antes me había permitido. Al entrar Dirius a mi habitación con esa mirada candente simplemente me quité mi ligera bata de baño.

 

—Eres tan hermoso —devoramos nuestras bocas y con algo de rudeza tomó mis nalgas, apretándolas y logrando que se movieran como si brincaran—. Te extrañé, Cornelius.

 

Mi pecho se apretó cuando hablé— También yo.

 

No tardamos mucho en estar desnudos, sudados y jadeando. Cuando entró en mí sentí que estaba traicionando a Arion por eso; y que estaba aprovechándome de Dirius al imaginar que era aquel minotauro el que me penetraba.

 

Mordía mis labios para no gritar ese nombre que me había impuesto como prohibido.

 

—¿Te gusta? —preguntó mientras arremetía con fuerza en mi trasero y me daba una nalgada bastante sonora.

 

—S-Sí —gemí sin poder parar de preguntarme si Arion lo haría así de fuerte o con más suavidad. Pasados unos segundos, decidí que lo haría tan gentilmente que probablemente yo terminaría pidiéndole que me embistiera con más fuerza.

 

—Cornelius, eres en verdad hermoso —sentí que iba a terminar y el placer se convirtió en miedo.

 

—Dirius, afuera —me miró extrañado y tuve que aclararle—. Córrete afuera.

 

Al principio pensó que bromeaba, pero después comprendió que no era así— ¿Por qué? Sabes que me gusta correrme en ti, y a ti también, no lo niegues —espetó poniendo más fuerza en su cadera.

 

—¡Ah! Por favor, Dirius —comencé a llorar poquito y al final me hizo caso. Me sentía tan culpable, tan indigno. Durante estas semanas tuve la fantasía que sería Arion quien me haría todo eso.

 

—De verdad te lastimaron, ¿no es así? —acarició mi mejilla y la besó— Te vengaré, lo prometo. Mañana nos enfrentaremos a ellos y te juro que no habrá piedad. Ahora que Lucius no está podemos ser más despiadados. Me eligieron para ocupar su lugar —abrí mis ojos por la noticia, no era por felicidad precisamente, sino por que Dirius es conocido por la brutalidad de sus ataques.

 

Aclaré mi garganta y decidí cambiar de tema— ¿Y Domitius? No lo he visto desde que llegué, no me quieren decir dónde está.

 

Sus ojos me mostraron tristeza, me abrazó y por fin habló— Está perdido, dos semanas después de que Lucius y tú desaparecieran él fue asignado a búsqueda y rescate. No regresó —me abrazó más fuerte al escuchar cómo contenía mi llanto—. Lo siento, Cornelius.

 

Mi corazón se rompió en fragmentos más pequeños, más difíciles de volver a juntar; mucho más al no saber dónde encontrarlos.

 

—Quiero dormir.

 

—Hazlo, nadie interrumpirá tu sueño —besó mi frente y mis ojos cedieron.

 

----------------

 

Al día siguiente me levanté abruptamente, había dormido más de lo planeado y ya estaba atardeciendo. Un sonido muy fuerte fue el que me despertó: las puertas de Caesonia abriéndose. Me asomé por el balcón y contemplé cómo llegaban varios soldados, algunos heridos. Dirius estaba al frente con una sonrisa.

 

No fue sino hasta minutos después que comprendí que habían ido a una batalla hasta saciar su sed de sangre. En el centro pusieron dos cabezas: una de un centauro y otra de un minotauro. Me generó  náuseas.

 

Pero lo peor fue esa noche, no disfruté del sexo que me proporcionaba Dirius, sin quererlo lo aborrecí por lo que hizo. Lucius jamás hubiera hecho algo así, hubiera tomado prisioneros, pero este nuevo General no.

 

Y ahora, en esta mañana me encuentro llorando como no pude hacerlo desde ayer. Suplico y suplico a los dioses que Arion esté bien, a salvo. Él es fuerte, es hábil en la espada, pero esta duda es inevitable.

 

Quiero que siga vivo, quiero verlo, estar con él, tocarlo, deseo volver a platicar para recibir esas respuestas tan cortas que él siempre da; quiero acariciarlo como me permití. Sí, quiero todo eso. Pero después de esto ya parece imposible, seguro ahora nos odia más. Me daría miedo volver a encontrarlo y saberme odiado por él, yo sería incapaz de lastimarlo. Solo dejaría que me enterrase su espada si me permitiera besarlo y morir en sus brazos, esos tan familiares y cálidos que he llegado a apreciar.

 

Solo por eso volveré al campo de batalla.

 

 

 

                                                             ***

 

 

 

—¡Que te apartes mierda! —un codazo certero y logro que ese pene ambulante se quite de encima.

 

—¡Maldición, Domitius! No te hice nada —se queja sobándose justo donde le pegué—. Has estado de un humor terrible. No he hecho más que cuidarte.

 

Le doy la espalda y vuelvo a retomar mi sueño, no sin antes responderle— Y secuestrarme, nada más eso.

 

Lo oigo quejarse— Tal vez es hora de que te estrene, mis compañeros ansían probarte, ¿sabías eso? Supongo que tu “buen humor” es señal de que ya estás en condiciones para eso.

 

Me dan unos terribles escalofríos de solo imaginarme lo que eso implica. Dioses, he estado tan cómodamente herido que solo había planeado mi forma de escapar, no de evitar eso. Bueno, Bronte me defendió la vez pasada, pero no creo que esa suerte se vuelva a presentar, en especial si hablamos de este sujeto orgulloso.

 

—No puedo esperar a estar en condiciones, pero para matarlos uno por uno —su risa maliciosa hace acto de presencia.

 

—Pero si no eres tan buen soldado, ¿o sí? Por lo que me han dicho, eres experto en el espionaje, pero no en batalla. Lo cual se comprobó aquella vez que mis allegados intentaron violar tu traserito —hace una pausa—. ¿Me dirás que es mentira?

 

—Si crees que por eso ya tienes la ventaja, te falta mucho por aprender —la facilidad con la que puede molestarme es asombrosa, sí, normalmente me enojo con facilidad, pero no suelo demostrarlo. Nada que ver cuando estoy con Bronte.

 

—Lo sé, pero yo sí mantengo mi mente abierta, no como tú, no como ustedes que se muestran reacios a abrir los ojos y escuchar. De verdad me sorprende lo ciegos que pueden llegar a ser si les da una “razón suficiente”.

 

—¿A qué te refieres? —cuestiono algo curioso.

 

—A esta guerra, a las que vendrán… a todo. Es obvio que se molesten por eso, pero no es excusa —este animal no deja de… ¿asombrarme? Sí, tal vez esa sea la palabra para todo lo que dice cuando no está con una erección. Sorprendentemente comparto esa opinión, incluso aunque me acaba de ofender, pero es un pensamiento que también tengo; sobre la causa de esta guerra, es algo sospechosa, si bien me atrevo a decir que no está del todo clara.

 

—Supongo que tienes razón —vuelve a reírse roncamente.

 

—Vaya, tú estando casi de acuerdo conmigo. Creo que todavía andas mal de esa herida; no estás en condiciones para darle placer a alguien.

 

—No sirvo para ser el de abajo, solo eso —siento su traviesa e inquita mano rozar apenas mi cintura.

 

—¿Y si estuvieras arriba? —sopla esa pregunta en mi oído.

 

—¿Dando bien duro? Sin duda, mi especialidad son los más orgullosos. Ya sabes, de esos que se resisten y al final, terminan gritando tu nombre —lo siento acercarse más a mí.

 

—Me vas a acabar matando, Domitius —retengo la respiración al sentir su proximidad—. Pero no me refería a eso cuando te dije arriba, sino a montarme, hermoso. Digo, si no sirves abajo, probablemente te guste estar arriba autopenetrándote —termina diciendo acariciando mi cuello con su nariz.

 

—¡Que te apartes con un carajo! —antes de que pueda propinarle otro buen codazo, se aleja.

 

—Aprendo rápido, hermoso —dice con satisfacción al saberse ileso—. Y tomaré tu silencio como respuesta: no te opones a estar arriba —me guiña un ojo y se marcha—. Descansa.

 

Pero qué grandísimo hijo de puta.

 

Ni en mis peores pesadillas podría ser así de sumiso. No, Domitius se conoce en Caesonia como el mejor en la cama, ¡pero no por recibir, sino por dar!

 

Aunque ver cómo alguien te monta es de lo mejor, pero porque ellos sirven para eso, yo no.

 

Pero ¿me podría ver en esa posición?

 

Una gran risa me sale sin cuidado— Ni en mil años.

Notas finales:

¿Qué les ha parecido? :)

Nos seguimos leyendo.

 

¡BESOS!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).