Damián venia de una familia muy bien posicionada, su madre era una abogada con un bufete bastante exitoso y su padre un cirujano idolatrado en su trabajo. Tenía un hermano, desde que recordó este siempre recibía elogios por su cabello castaño claro y ojos color miel heredado de sus abuelos, a diferencia de él que tenía tez bronceada y unos ojos marrones oscuros comunes.
Desde que tiene memoria ha sido objeto de comparaciones con su hermano, eran totalmente diferentes tanto en apariencia como en personalidad. Su hermano Ariel fue el modelo perfecto desde niño, era amble y educado con los adultos y niños de su misma edad, pero al mismo tiempo bastante sociable y alegre. Era una de esas personas que atraen a los demás por su aura que transmitía confianza y buenas vibras, a diferencia de él.
Siempre había sido un niño callado y no porque fuera tímido, solo le gustaba estar por su cuenta, era bastante independiente desde temprana edad o lo máximo que podía ser un niño. A veces hablaba con los demás, pero no por un largo periodo de tiempo, Damián no le veía nada de malo ni erróneo a su personalidad, pero después vinieron las críticas de todos sus familiares.
"¿Por qué no hablas con los demás?" "No conseguirás amigos con esa actitud" "Eres bastante amargado" "Deberías ser más como tu hermano"
Estas frases se hicieron parte de su vida cotidiana, pero los peores momentos venían cuando había reuniones familiares. Le molestaba demasiado ser comparado con su hermano así que evitaba a toda costa ir a cenas familiares con sus tíos, abuelos... Ya era suficiente con lo que le decían sus padres.
Ariel era un estudiante ejemplar, por lo general a una persona le cuesta al menos una materia, pero a él no, tenía calificación perfecta en cada una de ellas. Damián por otra parte se le dificultaba matemáticas, sus calificaciones no eran malas sino regulares, quedando a la sombra de las perfectas calificaciones de Ariel. Había momentos en los que sus padres felicitaban a Ariel con una gran sonrisa en su rostro y cuando llegaba su turno se llenaba de frustración ya que sabía que estos nunca le felicitarían de la misma forma.
Poco a poco se fue excluyendo, pensó: "Si me siento mal con ellos entonces me alejaré" colocó una barrera entre su familia y como no tenía tantos amigos la mayoría del tiempo la pasaba solo, aunque esto no le molestaba.
Pero como era en casa también lo era en la escuela, tenía acaso tres amigos solamente para jugar. "Debes aprender a llevarte con los demás como Ariel, él tiene bastantes amigos" tenía esa frase grabada de tantas veces que la decían. Fue a su habitación y recordó haber llorado toda la noche hasta que sus ojos ardieron ¿Por qué no lo podían aceptar como era? ¿Era tan malo?
"No quiero que mi hijo sea un inadaptado" escuchó decir a su madre mientras hablaba con su tía, estas palabras, aunque no pareciera lo herían gravemente, pero ¿cómo competir con el primogénito de sus padres? Ariel era todo lo que un padre quisiera tener.
Su relación con él era complicada, no se llevaban mal pero tampoco eran cercanos. Cuando sus padres lo comparaban cruelmente delante de Ariel él solo se quedaba callado mirando hacia otro lado. A veces le daba consejos para la escuela y otras veces le ayudó a estudiar matemáticas, pero Damián siempre tuvo la sensación de que lo hacía por lastima.
Un día como cualquier otro en su colegio, mientras leía “el gran Gatsby” una chica se le acercó, era ni más ni menos que Isabel, era bastante popular entre sus compañeros por su apariencia angelical y ser extrovertida. Damián no esperó que fuera y le hablara de lo más normal, como si fueran amigos de la infancia.
No vio en ella ningún atisbo de malicia así que le siguió la corriente ese día. No se esperaba que ella le hablase todos los días siguientes.
Poco a poco Isabel se fue ganando la confianza de Damián, por lo general era ella quien hablaba todo el tiempo y él solo escuchaba, pero poco a poco Damián se fue abriendo. Él estaba feliz, tenía que admitirlo, ahora formaba parte de su pequeño círculo de amigos, al tiempo la chica se había hecho importante para él.
Le confortaba el hecho de que ella lo aceptaba y le agrada su personalidad, a veces Damián se preguntaba porque una chica tan dulce y extrovertida como ella se habría fijado en un chico callado y aburrido como él. Llegaron al punto de ir a la casa del otro a menudo y pasar todo el tiempo que podía cerca, Damián de dio cuenta que le gustaba.
Su corazón empezaba a latir fuertemente cuando la miraba de reojo y observaba los finos rasgos de su rostro, esperaba a verla en cada lugar que iba y mirar su sonrisa.
Un día decidió que se le confesaría, estaba nervioso ya que era la primera vez que lo hacía, pero era un nerviosismo acompañado de una sensación cálida que le motivaba a seguir, solo necesitaba el momento perfecto y se presentó. Isabel lo había invitado a su casa para ayudarle hacer una tarea de literatura, pensó que ese sería el momento, tenía que llegar a la cuatro de la tarde, pero estaba tan ansioso que llego media hora antes. La casa de Isabel tenía un jardín delantero y posterior que estaba unido por un pequeño camino al lado izquierdo de la casa, llegó al frente y cuando estuvo a punto de tocar la puerta escucho unas risas provenir del jardín tiradero, pudo identificar entre estas la rusa de Isabel. Fue hacia el camino poco a poco con una sonrisa en su rostro hasta que escuchó su nombre pronunciarse, “¿Por qué sigues saliendo con Damián?” Le preguntó una de sus amigas y empezaron a reír, en ese momento se detuvo y espero a la respuesta de Isabel, “solo lo hago porque sus padres están ayudando a los míos” se quedó helado en su sitio, se preguntaba si había escuchado bien, pero las risas de sus amigas le confirmaban que no estaba alucinando. Sintió su corazón agitarse y una gran tristeza se atascó en su pecho. Se quedó unos minutos más escuchando como su madre que era jefa de la madre de Isabel le pagaba para que fuera su amigo, no lo pudo resistir más y se fue.
Ese día se sintió sumamente triste, pero esa tristeza se transformó rápidamente en ira, había sido un tonto al creer que Isabel estaba con él por voluntad propia, sus sentimientos lo cegaron y se comportó como un idiota durante todo ese tiempo. Se enojo con Isabel, con los padres de ella y con los suyos, pero más con sigo mismo. Desde ese di decidió que no volviera a quedar como un idiota y de dejaría llevar por sus sentimientos, sería racional y pensaría en sus acciones fríamente.
Cuando se graduó de la secundaria trató de buscar una universidad que quedará lejos de su casa. Al contarle a su familia cuál era a la que iba le pidieron a su primo, Sebastián que le diera alojamiento y este encantado acepto.
Cambió su personalidad totalmente, no sería el chico callado que una vez fue en su colegio así que actuó como lo haría si hermano y funcionó, pero no como se lo esperaba. Pensó que al tener varios amigos podría llenar ese vacío que sentía, pero no fue así, se sentía igual y nada cambió.
Sebastián era el único que sabía lo de Isabel y sus padres, no le contó a nadie porque no quería su lastima ni que lo mirara de manera lamentable.
Así fue como Damián puso esa barrera entre él y los demás, pensó que así no se vería perjudicado ni que nadie más podría lastimarlo, hasta que conoció a Eric. Y es que sabía que se podía comportar del modo en el que el solía hacer y al chico aun así le agradaba, era una sensación consoladora y le hacía feliz, pero al mismo tiempo se preocupaba de que se ilusionara y al final lo decepcionarán de nuevo.
Porque cuando empiezas a confiar y apreciar a una persona se volvía posesivo, lo quería monopolizar y que su atención estuviera sobre él, aunque sabía que el chico tenía sus otros amigos y prioridades primero pero esos pequeños momentos en donde Eric le daba suficiente atención eran sus momentos preciados que le alegraban el día.
Tanto reflexionar hacía que su mente se diera cuenta de que tan importante se había convertido Eric en su vida, su mirada de ojos verdes y sonrisa sincera aparecían en su mente sin ni siquiera darse cuenta.
Eran las seis de la tarde y Damián se sentía aburrido, estaba en su cama leyendo un libro, pero sus pensamientos no cesaban, necesitaba distraerse. Tomó su celular y le mandó un mensaje a Damián en donde le decía: “Estás ocupado?”
“Hola Eric, cómo estás? Si muy bien gracias. Y a ti? ....”
“Lo siento, hola. ¿Quieres salir un momento?"
“Si. Pero donde? “
“A dar una vuelta o lo que quieras…”
“Está bien, veámonos en aquella cafetería”
“Ok, ya voy para allá”
Dejo su libro y se arregló un poco, agarró su chaqueta y salió para encontrarse con Eric.
Mientras caminaba notaba el oscurecido cielo y los pequeños destellos que aparecían poco a poco y una sonrisa tranquila salió de sus labios sin notarlo.