Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Eternos Enemigos por kurerublume

[Reviews - 85]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

 

CAPÍTULO XX: Se ve mal

 

 

 

—¿Llamó por mí, mi señor Bronte? —dice Kairos al llegar a la sala común de nuestra fortaleza, la cual es como mi cuarto: paredes de piedra, iluminada por antorchas, una mesa enorme y un asiento que sobresale de los demás en el cual estoy sentado, el mío.

 

 

—Sí, llegaste verdaderamente rápido. Espero no haber interrumpido nada —digo con tranquilidad, pues Kairos no solo es nuestro mensajero más veloz, al igual que su hermano, Zorba, se dedica a dar placer a los sátiros que se lo piden. Obviamente consensuado, desde hace tiempo que establecí esa ley: nada de forzar, ni a nuestra especie ni a las demás.

 

 

—Por supuesto que no, mi señor. ¿En qué le puedo servir?

 

 

—Necesito que mandes un mensaje al líder de los centauros, a Lykaios.

 

 

—Claro, ¿cuál es? —dice una vez se le pasó la sorpresa por la petición que hice.

 

 

—Colaboración, Kairos. Hoy nos uniremos a ellos en la batalla. Nuestros sátiros volverán a pelear… después de mucho tiempo. Ya es hora —me levanto lentamente de mi asiento—, ahora ve y dile a los demás que se encuentren aquí, conmigo. Una buena noticia será dada… aparte de la posible muerte de mis camaradas. Cuento contigo, Kairos.

 

 

Lo noto todavía asombrado por mis palabras, normalmente no me muestro tan serio. Lentamente se inclina y responde— Sí, mi señor. Con permiso —sale rápidamente y me retiro a donde está mi hermano Zarek.

 

 

Pasa poco tiempo para que todos estén reunidos. Al final, él decidió que era mejor postergar la noticia de su no muerte. Que lo mejor era usar eso a nuestro favor para infiltrarse y rescatar a Soterios, a lo cual estuve de acuerdo. Él conoce muy bien la manera de entrar a Caesonia. Espero que tenga éxito y así evitar más muertes de las necesarias.

 

 

Antes de entrar a la sala común, tomo un poco de aire. Abro la puerta y ahí están, mis 70 sátiros soldados. No son muchos, pero los demás son tan jóvenes que sería imprudente mandarlos a pelear.

 

 

Tomo aire, tengo que demostrarles el propósito, motivar y lograr ver que nuestro éxito puede obtenerse si unimos fuerzas. Los humanos siempre han pensado que entre los sátiros y las demás criaturas hay cooperación, pero la verdad es que actuamos de manera independiente: por eso preferí que mi gente se mantuviera ajena a la miseria.

 

 

Ya no podemos seguir así.

 

 

—Mis camaradas, sé que han escuchado sobre la desgracia que caerá este día. Humanos contra centauros y minotauros. No podemos permitir que el mal triunfe, no cuando podemos hacer al respecto. Nuestra gente ha ido cambiando a lo largo de los años. Yo cambié, ustedes conmigo. Y ahora les pido que a mi lado peleen para volver a esa era de paz y dicha que se nos fue arrebatada a todos —hago una pausa—. No pretendo obligarlos a nada, nadie puede forzarlos a hacer algo que no deseen. Por eso se los pido, ayúdenme a terminar con esto, de una vez por todas.

 

 

Se hace un silencio en toda la sala, pero mantengo mi postura firme. Lentamente comienzan a hacerse comentarios, los cuales no logro escuchar muy bien.

 

 

—Cuente conmigo, mi señor Bronte —se escucha una suave voz: Zorba se acerca a mí—. Sera un placer luchar a su lado.

 

 

Se hace un bullicio, sé que Zorba en sí no es soldado. Pero ver su carita tan ilusionada y así de decidido… simplemente logra cautivarme. Siempre me ha gustado este lado de Zorba.

 

 

—Gracias —pongo mi mano en su hombro, sonriéndole. Él se sonroja y decide voltear a otra parte con una sonrisa.

 

 

Poco a poco todos se acercan a mí, diciéndome que pelearán a mi lado. No puedo más que estar agradecido.

 

 

—¡Soldados, prepárense para esta guerra! —todos gritan al tiempo que salen corriendo a la cámara de armamento, aquella donde por muchos años se han guardado nuestras armas.

 

 

No nos queda mucho tiempo.

 

***

 

 

 

Con mucho pesar termino de ponerme mi armadura. Si algo detesto es la guerra, pero si hay algo peor es esto: quedarme a “resguardar” Caesonia. Detesto que Dirius me trate como si fuera un inútil. Soy de los mejores arqueros y me ordenaron quedarme aquí a pretender que hago algo.

 

 

Mi General, que es Lucius, se ha puesto ya con los demás soldados.

 

 

Tomo mi posición que es en la gran muralla que protege Caesonia, enfrente está un terreno limpio que permite divisar  a cualquier enemigo. Más adelante se ve el bosque.

 

 

 

—Cornelius, deja de estar distraído —volteo a ver al Capitán de Arquería: Kassius.

 

 

—Perdone, Capitán, ¿pero qué hace aquí? —digo extrañado al verlo aquí junto a mí.

 

 

—Mi hermano me mandó a supervisar las posiciones de los soldados que se quedarán a proteger —dice serio y con el ceño fruncido.

 

 

—¿Se irá a combatir? —solo sonríe apenas.

 

 

—Obviamente —Kassius siempre ha sido tan sincero y responsable. Algunos dicen que está vacío por dentro, pues apenas y demuestra emociones; que lo único que abarca en su persona es la arquería. Pero justo por eso siempre me he enorgullecido de haber sido su aprendiz—. Lamento que mi hermano te haya ordenado quedarte aquí, eres más valioso en el campo de batalla —me da unas palmaditas en la espalda y da media vuelta. Pero antes de marcharse, se  detiene—. Aunque te diré, Cornelius: no siempre hay que ser obediente.

 

 

Me sonríe una última vez y se va. Es extraño, siempre he pensado que él es realmente formidable y digno de admiración.

 

 

No entiendo por qué los demás parecen temerle, si lo hacen por su cara toda seria… entonces Domitius no se queda atrás. Ah, Domitius, sigo rezando a los dioses por ti.

 

 

Sacudo mi cabeza, ya que otra vez estoy pensando en otras cosas, pero es que es imposible no hacerlo.

 

 

¡Ah, maldición! ¿Deberé hacerle caso a su “discreto” consejo? Kassius siempre es tan leal y obediente, por eso me sorprende que me haya dicho eso.

 

 

Aprieto mi arco en mi mano izquierda. Lo miro fijamente; veo el cielo: sigue nublado. Las tropas apenas van a marchar. Todo parece ir tan rápido ahora.

 

 

Pero ya tomé una decisión. No me importa si después me acusan, yo iré a la batalla. Quiero hacerlo, se lo debo a mis amigos. Por mí, Dirius puede hacerme prisionero o enojarse y gritarme todo lo que quiera.

 

 

—Está decidido —camino rápidamente hacia las puertas  de Caesonia. Cubro mi rostro gracias al casco, así nadie me dirá nada.

 

 

Las puertas se abren, algunas mujeres lloran mientras que otras arrojan pétalos y otra cosa que nunca he sabido para qué es. Seguro el templo está lleno de ofrendas a nuestros dioses. Si pudiera, ahora mismo estaría ahí.

 

 

Todos estamos alineados, marchando hacia muestro destino. Me atemorizo un poco, no puedo evitarlo. Pronto volveremos a enfrentarnos, pero esta vez será muy diferente, porque cuando estaba Lucius al mando solían ser altercados breves, que acababan con más prisioneros que con muertos y que no requerían de prácticamente todos los soldados de Caesonia. Lo sé, todos lo saben y por eso sienten algo de miedo y ansiedad. Quién podría culparnos por sentirnos así.

 

 

—Esto es aún más extremo que la matanza de la vez pasada —escucho a un soldado hablar. Es cierto, aquella vez que estuve durmiendo por el cansancio pasó eso… eso que me causó repulsión. Recuerdo esa cabeza separada de su cuerpo. Me sigue dando escalofríos.

 

 

Seguimos en camino hasta que Dirius ordena que nos detengamos. Justo frente a nosotros están ellos.

 

 

—No puede ser, esta vez pelearán juntas todas las criaturas —dice alguien con sorpresa. No puedo ver muy bien a esta distancia—. Son muchos más que la vez anterior.

 

 

¿Cuántos más? Me cuestiono inmediatamente.

 

 

Esa pregunta se responde sola al escuchar los gritos y exclamaciones que hacen nuestros enemigos. Se escuchan como si fueran centenares. Nuestro pueblo apenas está conformado por unos 300 soldados, tal vez un poco más. Esto está mal, se oye mal… ¿de verdad nadie más se ha dado cuenta de eso? Tal vez sí, pero son igual de cobardes que yo como para quedarse callados.

 

 

Nuestro rey no está aquí con nosotros, simplemente dio un discurso que pretendía darnos valor.

 

 

Pronto es nuestro turno para gritar y atemorizar a las criaturas, pero parece  ser que todos venimos a lo mismo y que nadie quiere rendirse.

 

 

Escucho a Kassius gritar que los arqueros nos hagamos para atrás y nos preparemos para disparar. Tomo una flecha y la coloco en mi arco, apuntando hacia arriba; mis manos tiemblan un poco al ver a todas las criaturas frente a nosotros.

 

 

 De verdad haremos esto.

 

 ***

 

 

 

Tengo frente a mí al enemigo que siempre he conocido, por el que he creado y efectuado estrategias de batalla. Los enemigos de siempre.

 

 

Dirius monta un caballo blanco, se ve tan propio de un líder que apenas comprendo cómo me veía yo para los demás… o eso quiero pensar. Su armadura tan resplandeciente y su escudo tan digno de un General.

 

 

Si alguien me quitó esto fueron ellos. Ese estúpido de Lykaios conocerá la textura de mi espada en su cuerpo. Lo juro por los dioses.

 

 

Dirius comienza a gritar y nosotros hacemos lo mismo. Jamás había visto a tantas criaturas juntas. Casi podrían igualar… si no es que superar a nuestro ejército. Se ve mal para cualquiera.

 

 

Por primera vez, siento que la victoria es incierta; difícil de alcanzar. Hace mucho que no me sentía así de ansioso. No sabía que de verdad necesitara esto: pelear.

 

 

 

Nuestro destino seguramente ya está escrito, el de muchos probablemente en un final repentino, doloroso o muy lento. Y está bien, por algo hemos entrenado tanto.

 

 

El sonido del cuerno es lo último que escucho antes de comenzar a correr hacia mis enemigos. El sonido de ese cuerno es la indicación de que la batalla última, va a empezar.

 

 

.

 

Notas finales:

Espero hayan tenido una hermosa Navidad y un muy buen inicio de año.

Ojalá les haya gustado este capítulo.

Nos seguimos leyendo :)

¡BESOS!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).