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Serpientes y leones por Sh1m1

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Notas del capitulo:

Holaa, aquí os traigo el último capítulo de esta historia, comenzó como una historia en tres actos y al final creció a 5.

 

En principio acaba aquí, pero me podéis decir si os apetece un pequeño epílogo.

 

Espero que os guste.

 

Besos

 

Capítulo 5. En tus brazos

 

 

 

Draco no echaba de menos Londres, ni el clima ni su historia le hacía sentirse unido a esa ciudad, su infancia la pasó en Wiltshire.   

 

Su vida tras la guerra, su crecimiento como empresario tuvo su sede en Londres. Salvo por sus dos queridos amigos nada le unía ya a esa ciudad.

 

Sin embargo de la mano del hombre al que amaba pudo apreciar la belleza que nunca había visto en ella, Harry tenía la virtud, el don, de iluminar la vida de Draco, como si hubiera vivido en una niebla baja eterna, él la abría a cada paso que daba.

 

Definitivamente se estaba volviendo un romántico de manual, y no había cosa que más odiara Draco que las cursilerías y los clichés. Ese tipo de pensamiento quedaría a buen recaudo dentro de su cabeza y su corazón, Harry sabía lo que él significaba en su vida, que ya no había lugar dónde él no fuera por estar juntos. Vivía en un pequeña ciudad de Rumanía, Merlín bendito, como si aquello no fuera una prueba de amor.

 

Pero con el calor de su mano en la suya, del amor que el moreno le demostraba sin reparos, a raudales, cubriendo el suyo y el del propio Draco, no había sido tan feliz en su vida. Y eso iba a protegerlo con uñas y dientes, a cualquier costo.

 

Sus padres, con los que mantenía una relación mínima, demandaban ver a su único hijo. Draco lo llevaba postergado meses, demasiados meses, les conocía serían capaces de cualquier estupidez con tal de que su hijo volviera.

 

Y la persona que ocupaba su corazón no tenía porqué soportar aquello, conocía el carácter de su padre, sería descortés e hiriente con Harry, siempre lo había sido. Su madre, una racista consumada, no vería con buenos ojos que aquel hombre fuera su elección. 

 

A Draco le importaba una mierda su opinión, pero como osaran  decirle algo que incomodara lo más mínimo a Harry, cortaría cualquier tipo de relación. Hacía años que era totalmente independiente de ellos, no necesitaba su fortuna, él estaba creando la propia, con su esfuerzo. 

 

Entre su familia y Harry, no dudaría, jamás.

 

—Draco, relájate, solo es una visita—le dijo Harry acariciándole la mano que había apretado hasta el punto de cortarle la circulación—. Estoy contigo.

 

Draco relajó un poco la presión en su mano, la limpia mirada verde le transmitía toda la tranquilidad que necesitaba en esos momentos, debía enfocarse en eso, en él. Lo atrajo hacia sí, reclamando sus labios.

 

La mansión reconocía a cualquier Malfoy y las puertas se abrieron para ellos, aquel lugar que había sido todo en su infancia se veía deslucido por el paso de los años y los horrores que habían vivido dentro.

 

Una elfina nueva les condujo hacia el salón de té que tanto gustaba a su madre. Era una buena elección, algo más íntimo que el salón principal donde sus padres solían llevar a las visitas que querían impresionar.

 

Draco había comunicado que iría con su pareja, y sabía hasta donde llegaban las redes de su padre, dudaba mucho que no supieran en este punto quién era él.

 

Los encontró como siempre, sentados en sus respectivos lugares, pero hacía tanto que no los veía que notó el inicio del envejecimiento en ellos, la cabellera platinada de su padre, impoluta como siempre escondía más canas que la anterior vez que los visitó.

 

—Padres—saludó Draco.

 

Los dos pares de ojos azules se alzaron para observarlos, el rictus en el labio de su padre no le pasó desapercibido, un tic que le ocurría cuando era incapaz de esconder su desagrado por algo. Estaba confirmando que sus fuentes no se equivocaba, su hijo, su único hijo se había unido al mismísimo Harry Potter, el salvador que los sumió en el ostracismo, aquel que lo mandó a Azkaban, aquel que acabó con el psicópata de su señor.

 

—Draco, hijo—se levantó su madre para saludarlo.

 

Draco se acercó a la mujer, nunca había sido una persona cariñosa, fría y distante, aleccionadora de los principios racistas con los que su clase se manejaba. Depositó un leve beso en su mejilla, siempre suave, una belleza fría inalcanzable.

 

Apretó la mano de su padre, y sus ojos se retaron, como siempre pasaba, una mirada cargada de intención, intenciones que hacía demasiados años le importaban nada y menos.

 

Ambos se quedaron mirando a Harry, desentonaba en aquel frío lugar como un rayo de luz en las tinieblas, su rayo de luz.

 

—Padres, os presento a mi pareja, Harry Potter.—Ojalá pudiera sacarlo de allí pronto.

 

Ambos se aproximaron a Harry, Draco en un par de zancadas se les adelantó uniéndose a él, dispuesto a responder del modo que fuera necesario si sus padres intentaban algo.

 

—Un placer volver a verle, señor Potter—dijo primero su madre. Aquel gesto le desconcertó, siempre era su padre el primero en saludar a las visitas.

 

—Narcisa—la saludó con una inclinación de cabeza, una sonrisa, una distinta a la que a él le dirigía se instauró en sus labios, como el gato que tiene entre sus uñas al ratón.

 

—Señor Potter.—Con la mano extendida de su padre hacia Harry en señal de saludo. Harry devolvió el apretón. A pesar de lo correcto del gesto, Draco sintió la tensión, pero no era unilateral, Harry siempre tan calmado, tan apacible, con su luz al rededor descargó un aura oscura, amenazadora inclusive, su limpia mirada, se llenó de poder, uno que tan solo había visto una vez en su vida, hacía tantos años en un campo de batalla desolador.

 

 

Lucius Malfoy aguantaba el tipo, incapaz de escapar de aquel apretón de manos que significaba mucho más que un saludo, era una amenaza, él había querido intimidar a Harry, como cuando era un niño, pero el adulto delante de él, no era para nada un chiquillo amedrentado.

 

—Señor Malfoy—dijo al fin Harry, soltando la mano de su padre. 

 

La tensión se relajó, la conversación muda que ambos habían sostenido se terminó, y su padre los invitó a sentarse con ellos a la mesa.

 

Draco estaba algo confuso, pero por una vez siguió a Harry que tomó el puesto al lado de Lucius.

 

El té fue servido, y sus padres comenzaron la consabida conversación sobre negocios y sociedad, aquella que tanto aburría a Draco.

 

Podrían dar por concluida la visita, para Draco era más que suficiente, pero su madre habló antes de que Draco anunciara que se irían.

 

—Y bien chicos, ¿cuándo anunciareis vuestro compromiso?—dijo su madre tras dar un sorbo de su té, como quien habla del tiempo, como quien no sabe que acaba de parar el corazón de su hijo.

 

—Madre—la amonestó Draco.

 

 

Harry estaba sentado en el sofá del apartamento de Draco, a pesar de todo, no se había desprendido de él, siempre que tenía que realizar alguna reunión en la isla le gustaba volver a él.

 

Draco caminaba de un lado para el otro, como un león enjaulado, no podía creer lo que su madre se había atrevido a decir.

 

—Draco, cálmate—le sugirió por enésima vez Harry.

 

—¿Qué me calme?—se giró Draco—¿Quién es ella para dar por sentadas esas cosas? Odio cuando quieren ir por delante de mí organizando mi vida, nuestra vida.

 

—Ella te ama—le dijo el moreno, a lo que Draco solo bufó incrédulo.

 

—Tanto en cuanto les de lo que ellos quieren.

 

—Ella arriesgó su vida por ti—le dijo Harry serio—. No cuestiones nunca el amor que ella te tiene. 

 

—¿Cuándo hizo ella nada de eso? ¿Cuando era un niño y nunca me tuvo en sus brazos, cuando me educó para odiar a las personas como tú, como tu amiga Granger, cuando me llevó de la mano junto a mi padre a que esto—dijo levantándose la manga de su camisa—me costara casi la vida?

 

Harry se levantó, tomando su rostro entre sus manos.

 

—Ella mintió a Voldemort por ti, arriesgo su vida, por darte una oportunidad a ti—le dijo suavemente, la mirada incrédula de Draco lo interrogaba—. En la batalla de Hogwarts cuando me encontró mal herido, me propuso un trato, ella mentía sobre mi muerte para tener una oportunidad contra Voldemort a cambio de ti, de protegerte si ellos morían ese día.

 

—¿Qué? Ella nunca me dijo nada de aquello—dijo él sorprendido—¿Por qué no me lo habías contado?

 

—No había necesidad, ellos no murieron—le besó suavemente.

 

Separándose de él, Draco estaba aún en shock, su mente asimilando ese gesto, su madre haciendo tratos con su enemigo, por él. 

 

 

Harry lo llevó al sofá, sentándose junto a él, besando sus labios de nuevo, uno tras otro depositando pequeños besos. 

 

—Dime, Draco, ¿acaso es que no quieres comprometerte conmigo?—dijo suavemente en mitad de uno de sus besos.

 

—¿Qué? ¿Por qué dices eso?

 

—Veo que te espanta la idea—dijo con un puchero, maldito, se estaba burlando de él, él era su vida.

 

—No me espanta—le dijo mirándole a los ojos separándose a penas—. Pero no lo haré porque alguien me obligue. No ellos.

 

—¿Si nadie te obligara?

 

—¿Lo estás diciendo en serio?—Bruja astuta, entendía por qué había soltado aquella bomba, sembrando la idea en la mente de Harry, era una gran manipuladora, no podía negarlo.—Nada me haría más feliz que casarme contigo, Harry.

 

—¿Me comprarás un anillo bien grande?—le dijo burlón el moreno, y Draco se abalanzó sobre él, mientras Harry reía. 

 

Tras una sesión de cosquillas donde finalmente Harry se rindió, ambos jadeaban riendo, se miraban, intensamente, y Draco sintió que aquello era todo lo que quería, a ese hombre bajo su cuerpo, entre sus brazos, para siempre.

 

—¿Harry, quieres casarte conmigo?—lo había dicho, finalmente lo había dicho, ¿era una locura?

 

—Sí—. No fue más que un susurro, pero le llegó al alma.

 

 

Mierda, Draco no sabía que una simple palabra pudiera hacerle tan sumamente feliz, y lo abrazó con tanta fuerza que podría romperle de felicidad.

 

—¿No deberías hincarte de rodillas y pedírmelo bien?—le dijo Harry tratando de respirar.

 

—Creo que mejor te hincaré otra cosa para sellar nuestro acuerdo, ¿Algo que objetar?—le dijo frotando su incipiente erección contra su ¿prometido?

 

—Tú sí que sabes cómo tratar a un hombre—le dijo enredando sus piernas a su cintura y besándolo con pasión.

 

 

o0o

 

 

 

Theo acariciaba la espalda de Hermione, ¿cuántas semanas llevaban haciendo eso? No lo recordaba, pero ya no era ninguna sorpresa encontrar a la morena en el salón de su casa. 

 

 

Le había habilitado el acceso por la red Flu, y no podía negar que era todo un acierto cuando apareció una noche, y encontró a la morena sentada en su sofá, completamente desnuda con una de sus corbatas anudada de modo informal. Recorría sus pechos hasta acabar en el inicio de su pubis, como una flecha indicándole hacia donde dirigirse.

 

 

 

Le gustaba cuando ella se dejaba hacer entre sus brazos, cuando se entregaba verdaderamente, no es que no disfrutara de su lado dominante, sabía Dios que lo excitaba sobremanera, pero tener el lado suave de ella era casi como un regalo, uno que dudaba que ofreciera habitualmente.

 

Cuando con su boca abierta jadeaba su nombre, no su apellido, cuando le pedía más, mientras acariciaba su pelo, y se retorcía bajo su cuerpo. Una pequeña ventana a algo profundo en ella, y podía ver tanto dolor, solo un atisbo, algo a los que quería llegar y acariciarla allí dentro, pero era tan pequeño el resquicio que siempre era expulsado.

 

Los momentos de calma, como aquel, eran escasos, los sabía, y se cuestionaba a sí mismo, porque se sentía tan interesado, ¿qué tenía ella que la hacía especial para él?

 

—Quiero algo más que esto—le susurró en el cabello, ella abrazada a su cuerpo, casi absorbida por él, comenzó a moverse.

 

—No puedo darte más—le dijo.

 

—No quieres darme más—la corrigió.

 

Sus ojos castaños lo miraron, por una vez, lo miraron de verdad, sin aquella máscara de autosuficiencia, sin aquel desagrado que muchas veces usaba para dejarle claro lo que eran.

 

Se empezó a  escapar, como siempre hacía y Theo comenzó a impacientarse.

 

 

 

—Sácame de esto, y déjame entrar a ese otro nivel—le dijo abrazándola más fuerte.—Una cita.

 

Ella lo miró sorprendida, pero al menos no estaba luchando dentro de su agarre.

 

—Piénsalo, tampoco es tanto, una cita—insistió un poco más.—Cenar, charlar... ¿bailar?— ella elevó una ceja—. Ya veremos eso de bailar— la balanceó y ella comenzó a reír.

 

—Venga, Granger, atrévete—la provocó.

 

—No se me dan bien las citas—dijo ella pero aún no se apartaba—. No me gusta perder el tiempo, ni el tuyo ni el mío.

 

—Lo pasaremos bien, di que sí.

 

Finalmente ella se separó.

 

—No te entiendo, Nott…

 

—Theo

 

—¿Qué?

 

—Prefiero Theo, y sé que sabes pronunciarlo, te he oído.

 

—No tengo tiempo para esto... Theo... No tengo tiempo para este tipo de sentimientos—dijo ella buscando su ropa.

 

 

Él la escuchaba, y podía imaginar que todo eso sucedería, pero a pesar de ello quería intentarlo.

 

—Probemos...

 

—Eres tan ridículo, Theo—dijo ella rodando los ojos—. A los otros no les importó ser solo sexo.

 

Vale, eso había picado y ella lo sabía, lo sabía porque sus ojos brillaron. No se creía en absoluto que no tuviera tiempo para sentimientos, solo que elegía pisotearlos.

 

 

—Ellos no son yo, y yo tengo un límite, y estamos llegando a él, Hermione.

 

A Theo no le iban los últimatums, de hecho no le iban las relaciones, pero esta chica le gustaba, quería intentarlo. Si nunca hubiera llamado a su puerta y no siguiera apareciendo, él no insistiría, pero demonios ella seguía allí.

 

—No me amenaces, Theodore—dijo ella muy seria.

 

—No es una amenaza, es una propuesta—tener ese tipo de discusión completamente desnudos no era lo más ortodoxo, pero era como había surgido.—Acéptala, disfrútala, que yo sepa no te he pedido matrimonio, solo una cita.

 

Ella comenzó a vestirse dando el tema por concluido.

 

—Te espero en Maison Claudet, en Cecil street mañana a las siete.

 

Ella ni lo miró, al parecer estaba indignada por la sugerencia. Theo la miró, le gustaba, era preciosa y dura, pero si no iba; si lo dejaba plantado, cerraría la chimenea para ella y no volvería a abrir la puerta. El asunto se estaba complicando y él no iba a jugar más el papel del polvo estupendo que coges cuando quieres.

 

Antes de que ella fuera a entrar a la chimenea, él la paró.

 

—Ve, por favor.

 

Ella se soltó de un aspaviento, y Theo se dio cuenta que quizás esa sería la última vez que la vería.

 

 

 

o0o

 

Blaise miraba su móvil de un modo compulsivo, llevaba horas esperando una respuesta.

 

Había mandado un mensaje al pelirrojo que había salido despavorido tras besarse como si no hubiera un mañana y clavarle su erección en el trasero, bien, había habido ropa, demasiada, pero no por ello lo había sentido menos. Y ni hablar del estado de necesidad y frustración en el que se había sumido tras su marcha repentina.

 

Quién mierda se creía que era para llegar de salvador, delante de su madre pregonando que era su novio, besarle, refregarse y salir espantando cuando su estúpida moral salía a flote.

 

A la mierda con su heterosexualidad, ¿es que era el único que no se daba cuenta de que esta se estaba yendo cada vez más lejos mientras más frecuentaba a Blaise?

 

Todos daban por hecho que eran pareja, hasta su propia polla había dejado claro que le gustaba Blaise, no tenían 13 años, y en parte se sintió defraudado por la mojigatería de Ron y su escaso valor al no querer enfrentarle.

 

“Llámame, necesitamos hablar” le había escrito hacía más de 12 horas, doce malditas horas y nada, ninguna señal. 

 

 

 

Volvió a mirar su móvil, Blaise pensó si presentarse en el departamento de aurores como una novia despechada pero realmente no creía que aquello fuera bueno para aligerar el diálogo, pero no dudaría si era el único modo de verle.

 

 

Acostumbrado a tener al auror para él siempre que quisiera,  estaba entrando en modo pánico por minutos. 

 

Nunca se había sentido así, porque nunca se había enamorado, no se andaría con rodeos. Estaba total y absolutamente enamorado del cobarde de Ron Weasley, esa amistad de la que habían hablado existía, era su amigo, pero era a la vez algo más que eso; Blaise le necesita y nunca necesitó a nadie de aquel modo hasta el punto se doler.  Blaise no era un mártir, no acostumbraba a sufrir y aquella tortura que estaba sufriendo por el silencio de Ron le estaba pasando factura a sus uñas, sus maravillosas uñas perfectas.

 

 

Probó a llamarle por enésima vez, su buzón saltaba, y lanzó el maldito chisme contra el sofá de su salón.

 

Estaba tan frustrado, que necesitaba irse de allí. Tenía que salir y olvidarse del pelirrojo, al menos tenía que intentarlo.

 

 

Cuando abrió la puerta de su apartamento no esperaba encontrarlo allí, pegado a la pared y cabizbajo.

 

—Ron.—A pesar de estar furioso con él verlo tan perdido en sus pensamientos le entristeció.

 

Su clara mirada estaba llena de dudas, le miraba pero no le comprendía. ¿Qué estaba pensando?

 

 

—No sé qué siento—le dijo el pelirrojo enfocándose en él. 

 

Blaise se debatía entre gritarle o lanzarse a consolarlo, siempre aquella estúpida necesidad de darle lo que fuera a aquel necio.

 

 

—Pasa, siéntate.—Al final claudicó ¿había tenido más opciones?

 

 

Ambos entraron, Ron se sentó en el sofá de la noche anterior y Blaise tomó asiento a su lado. Levitó una jarra de agua y vasos. Aquello iba a ser una dura conversación, notaba su garganta seca.

 

Pasó un buen rato hasta que el pelirrojo habló.

 

—Eres mi amigo—comenzó el auror.

 

—Sí, lo soy—. Aquello era verdad, quizás él estuviera un pelín enamorado pero la base era aquella, eran amigos.

 

—Yo no beso a mis amigos—dijo como una obviedad Ron—. No los tocó del modo en el que te toqué ayer...

 

Iba a hablar, pero el pelirrojo parecía tan afectado que no supo bien que decir.

 

—No los deseo, no los pienso a cada momento, no me siento así por mis amigos.

 

—¿Me deseas?—preguntó Blaise, a pesar de la evidencia lo preguntó.

 

—¿Acaso no estabas aquí ayer? Con lo que te frotabas no era con mi varita precisamente.

 

—Ya... pero te fuiste ...

 

—No puedo hacer esto—dijo señalándolos—No me siento bien con esto.

 

 

—¿No quieres besarme?—dijo acercándose Blaise, demasiado cerca quizás.

 

—Sí que quiero—le dijo mirándole los labios.

 

—Pues hazlo, no pienses tanto—le dijo Blaise aún más cerca—. Son prejuicios, solo eso, yo te gusto, tú me gustas, ¿qué puede haber de malo en ello?

 

–No me gustan los hombres– soltó desesperado Ron.

 

Blaise estaba prácticamente encima de él.

 

—No te gustan los hombre, Ron—le dijo besándolo suavemente—. Te gusto yo—lo besó de nuevo—. Solo yo...

 

En esa ocasión fue el pelirrojo el que demandó por el beso y Blaise le correspondió, quería perderse de nuevo en él.

 

Sus manos recorrieron la ancha espalda del auror y este se inclinó aún más hasta tumbar a Blaise, el beso era furioso e intenso y Blaise se derretía bajo su cuerpo. 

 

Ron se separó escasamente de sus labios.

 

—Solo tú—le dijo.

 

—Solo yo—repitió extasiado Blaise.

 

 

o0o

 

Theo estaba nervioso, no lo iba a negar. Sentado en la mesa de aquel restaurante con una copa de vino miraba su reloj.

Se preguntaba si había hecho lo correcto, si todo aquello tenía sentido. 

 

Poner a Hermione en aquella tesitura cuando ella misma decía no querer nada más con él, podía se un error.

 

Pero sabía que si no cortaba con aquello se traicionaba a sí mismo, él no quería “eso” que tenían, estaba bien por un tiempo, pero ¿cuánto más?

 

 

La hora había pasado por más tiempo del que dictaba la educación, una copa de vino recién acabada después y Theo soltó el aire retenido en sus pulmones.

 

Buscó su billetera, unas pocas libras sobre la mesa y el corazón doliéndole.

 

Ella no iría, lo sabía.

 

No iría a su casa, no quería encerrarse en ella, no cuando aún olía a esa mujer. Caminaría y después haría lo que se había prometido, cerrarse a ella.

 

 

Estaba abriendo la puerta sumido en sus pensamientos, cuando chocó con alguien.

 

Alguien que se incrustó en su pecho, bajó la mirada y unos ojos marrones y brillantes le miraban desde abajo.

 

—Has venido—dijo sorprendido.

 

Ella solo sonrió y buscó el calor de sus brazos, ¿se podía arreglar un corazón roto con un abrazo?

Notas finales:

No pongo "Fin" por si os apetece un epílogo, pero si la pongo completada.

¿Qué opináis? ¿Han quedado todos bien sujetos en los brazos de la persona adecuada?

Gracias a todos por leer, y los que la habéis comentado, mil gracias!

Besos, Shimi


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