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Indicio de Amistad por yuhakira

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Andrea se había levantado muy temprano esa mañana. Preparó su desayuno y luego se bañó; estando aún envuelta en la toalla busco entre su armario que se pondría ese día. Era sábado y aunque no hubieran planeado nada especial quería verse bien, que él la viera hermosa una vez más. Saco uno por unos sus vestidos sin poder elegir cual ponerse. Jeyko le había contado que había ido a casa de Ángel y a pesar de lo que había esperado las cosas habían salido muy bien, y también le había comentado su decisión de contar con Alex como su padrino, y como él había aceptado sin poner oposición. Había oído en su voz un mejor semblante. Una tranquilidad que antes, desde que Ángel se negara a ser su padrino, no había escuchado. Por eso buscaba verse con él ese sábado. Quería abrazarlo y hacerle saber que a partir del momento en que se conocieran ella ya había decidido estar ahí para siempre, siempre para él.

 

Luego de escoger uno de sus vestidos fue a almorzar con su mamá, María. Una mujer que en ese momento había visto a su hija pasar de una relación a otra sin llegar a ningún lado. Se había comprometido ya con tres hombres diferentes. El primero había sido cuando solo tenía la edad de 20 años, como era de esperarse la boda se canceló sólo días antes de que se llevará a cabo. María estaba agradecida de no haber invertido demasiado en ninguno de sus compromisos, y a pesar de que Jeyko le parecía un buen hombre rogaba a Dios que él al igual que los otro no le dejaran en el altar, o que por lo menos tuviera la delicadeza de hacerlo antes. Sabía que, a pesar de la fortaleza de su hija, ella no sería capaz de soportar otra desilusión de ese tipo, menos tratándose de Jeyko. Nunca la había visto tan enamorada como ahora, su rostro siempre reluciente y entusiasta. La hacía muy feliz verla así, pero eso no hacía que su miedo fuera menor. Su miedo a que esta vez las cosas terminaran como todas las anteriores se acrecentó cuando descubrió en la mirada de Jeyko una tristeza muy fuerte acongojando su corazón. Por las palabras de Andrea se había enterado de lo que sucedía. El encuentro con ella era exactamente para eso, para decirle que ya todo estaba bien, que él estaba mejor, y que ya se había decidido a decirle a Alex que fuera su padrino.

 

Se encontraron en el restaurante que se haría cargo del buffet el día de la boda. No era el mejor de la ciudad, ni tampoco el más costoso, sin embargo tenía muy buena sazón y el reconocimiento de la clientela. Luego de haber almorzado y saludado al chef, se fueron a casa de María. Estuvieron conversando un rato en la sala sobre lo que estaba sucediendo con Jeyko. María se había mostrado comprensiva con él y había intentado tranquilizar a su hija, que a pesar de la nueva noticia no se mostraba en realidad muy tranquila. Andrea esperaba que diera la hora en la que Jeyko estaría en su apartamento para ir con él. cuando pasaron las cuatro de la tarde imagino que él estaría pronto a llegar así que sin mucha espera se despidió de María y bajó a la puerta camino al apartamento de Jeyko. Antes de llegar a la avenida principal donde tomaría un taxi, el celular en su bolso sonó. Era Jeyko, y de sus labios brotó una sonrisa expectante, pero el contenido del mensaje terminó siendo decepcionante. 

 

—Ángel está aquí. Yo te llamo para ver cuando podemos vernos.

 

Respiro hondo decepcionada, pero sobre todo molesta. El mensaje era corto pero certero, dejándola sin opciones. Sabía que si aparecía por el apartamento Jeyko no se lo perdonaría. Tampoco le dejaba opción para llamarlo. Jeyko necesitaba de ese tiempo para arreglar su relación con Ángel, aunque eso le molestara. Una relación que se había dañado sin que ninguno supiera realmente por qué, simplemente Ángel había tomado su boda como algo personal que le afectaba directamente. Ciertamente las cosas cambiarían. Ella se había comprometido con Jeyko a no cerrarle las puertas de su casa, a dejarlo quedar, como hasta entonces lo había hecho. Jeyko solía ser especial con ella y eso era lo que más le molestaba. Sus mensajes siempre iban cargados de palabras bonitas, de elogios hacia ella, todo él era así con ella. Excepto cuando de Ángel se trataba. Entonces él se volvía seco, decía todo tal cual lo pensaba, sin tacto. No había un “amor” de por medio, un “te quiero”, o un “me desvelo por verte”. Nada que la hiciera sonreír. Se lo había hecho saber en incontables ocasiones. Que siempre que Ángel estaba a su alrededor él actuaba de esa forma, le prestaba más atención a él que a ella. Pero Jeyko enfocaba sus esfuerzos en hacerle creer lo contrario, pero no bastaba. Andrea lo veía en sus ojos. Cuando estaban en el bar, cuando bailaban, veía en sus ojos como lo buscaba, como escudriñaba a las mujeres que lo acompañaban, como sus labios se curvaban en una sonrisa cuando sus ojos se encontraban, y entonces la besaba, como si eso completará un círculo, un círculo en el que ella reemplazaba una especie de satisfacción que él al parecer no le daba. Pero no siempre era así. En la soledad del apartamento. Cuando Ángel no daba vueltas por ahí. Él se enfocaba solo en ella, cumplía con sus caprichos, le consentía, la hacía reír. De todos los novios que había tenido, de todos los hombres con los que se había comprometido, él era el único que lograba en ella una felicidad incomparable. Se sentía completa, una mejor persona, mejor ser humano. En él había descubierto las cualidades de un hombre que sabe tratar a una mujer como reina, que respeta sus decisiones, que es capaz de respetar su lugar frente al mundo. Por eso no concebía su relación con Ángel. Él al contrario de Jeyko era un hombre que veía en la mujer un objeto de satisfacción, una forma de alejarse del mundo. En el tiempo que llevara de conocerlo, no había una sola mujer que hubiera repetido una noche con él. Una sola a la que él llamara o invitara de nuevo, nunca. Solo lo veía saltar de una mujer a otra en un trabajo mediocre, mantenido aún por sus padres y por supuesto por Jeyko. Un hombre completamente distinto a Jeyko.

 

Las mujeres con las que solía salir Ángel en su mayoría, eran mujeres hermosas, parecidas a las que salen en revistas, mujeres que sin duda podrían conseguir la atención de cualquier hombre. Sin embargo siempre terminaban con él. No era que Ángel no mereciera la atención de una mujer así, por el contrario, era una atracción física, que cualquiera que compartiera el mismo recinto podía adivinar. Era un hombre simpático, agraciado ante los ojos de una mujer, ella lo había pensado incluso la primera vez que lo vio. Poseía un cuerpo en muy buena forma, con una altura adecuada. No había conocido hasta ahora una mujer que lo sobrepasara en estatura aunque era obvio que él las escogía de esa forma. Tenía unas facciones bastante masculinas, pero con la suavidad de la piel de un bebé. Había escuchado de boca de Juan que la razón por la que nunca volvía a salir con alguien por segunda vez, era porque a pesar de su apariencia, y de la idea que se hacían las mujeres de él, no tenía en realidad mucho que ofrecer, su vida transcurría en el supermercado, su casa y por supuesto el apartamento de Jeyko. Su compromiso con la vida era continuar viviendo de la forma en que lo había hecho hasta entonces. Andrea nunca había descubierto en él una ambición que lo impulsara a ser alguien mejor, al contrario de Jeyko que tenía infinidad de planes. Planes que había compartido ya con ella, y que prometía hacerla parte de todo, porque ella quería ser parte de todo, apoyarlo. Por eso no entendía cómo podía darse una amistad entre ellos. No creía tampoco que los años que llevaban de conocerse pudieran justificar su irrompible amistad. Ángel era una persona que no le convenía. Eso era lo único que no se atrevía a decirle, temía que después de pronunciar esas palabras él le diera la espalda y actuará a su favor. Él era el único punto en su relación que amenazaba con dañarla. Trataba a toda costa de confiar en que lo que Jeyko sentía por ella fuera más fuerte que cualquier petición o sentimiento de Ángel.

 

Después de recibir el mensaje y de haber vuelto al apartamento de María llamó a Alex y le pidió que fuera al apartamento de Jeyko y le dejará claro a Ángel que de ninguna forma podría separarlos. Por eso Juan y Alex habían terminado en el apartamento el sábado. Confiados que para cuando llegaran Ángel no estuviera allí. No pudieron evitar la sorpresa al verlo, y aún más ver la alegría de Jeyko, quien en todo la noche no mencionó a Andrea, ni tampoco lo hizo en la mañana cuando desayunaban y Alex pedía que no fuera a cancelar la boda, sin importar que pidiera Ángel, a lo que Jeyko solo sonrió, seguro de que Ángel no le pediría tal cosa.

 

El domingo por la tarde, mientras Jeyko y Ángel compraban los ingredientes para la torta, Andrea fue hasta el apartamento de Alex, para que ellos le contarán todo lo que había pasado la noche anterior en el apartamento de Jeyko. Llegó alrededor de las dos de la tarde. Alex estaba en su habitación viendo un partido de fútbol, Juan la recibió en la sala. Su relación con ellos nunca había sido muy cercana. Para Juan y Alex era únicamente la novia de Jeyko y ahora sí prometida. Pero desde que Ángel se negara a ser el padrino de Jeyko ella se había acercado a ellos voluntariamente. En un principio se habían sorprendido por su actitud. Ella quería que la ayudaran a consolar a Jeyko y convencerlo de que la presencia de Ángel a su lado no era estrictamente necesaria. Al principio, el hecho causó un poco de discordia entre Alex y Juan. Ambos tenían opiniones diferentes sobre la forma en la que deberían actuar. Si era necesario involucrarse o no. Juan pensaba que en el momento que fuera oportuno y necesario hacerlo lo haría. Alex no veía problema en ayudarla. Decidieron finalmente ayudarle en lo posible con la condición de que la imagen de Ángel no se transfigurara ni ante ellos ni ante Jeyko. Sin embargo y a pesar de sus esfuerzos, las continuas conversaciones con Andrea, el conocer sus miedos y frustraciones ante Ángel, se fueron contagiando en sus propias conclusiones y sentimientos. En Alex aún más que en Juan. Alex pasó de sentir a Ángel como un ser que tenía miedo del cambio y de perder a un amigo, como el ser que buscaba de cualquier forma destruir una pareja que tenía un futuro prometedor. Juan por su parte, a pesar de que se dejaba contagiar por esos miedos también podía ver en Ángel un descubrimiento de sí mismo, que más que afectar la vida de Andrea o la de Jeyko le afectaba a él únicamente, un auto conocimiento que desgraciadamente había tenido que empezar gracias a la noticia de Jeyko, y que lo había puesto contra la pared empujándolo a tomar decisiones de las cuales, posiblemente, se arrepintiera una a una después de llevarlas a cabo. Seguramente por eso estaba aún con Jeyko, en su apartamento, tratando de remediar el daño ya hecho y sus malas decisiones.

 

Juan se sentía molesto. Luego de haber regresado del apartamento de Jeyko Alex se había encerrado en su habitación y ni siquiera le había recibido el almuerzo, que como era su costumbre preparaba única y especialmente para él. Por eso cuando llegó Andrea se limitó a atenderla en la sala. Le hizo saber que Alex estaba en la alcoba, pero le mintió al decirle que se sentía indispuesto, simplemente porque luego de haber pasado la noche allá, de haber compartido de nuevo con el que había sido uno de sus mejores amigos toda la vida, sabía que no podía seguir dejándose llevar por los miedos de una mujer llena de inseguridades. Por eso le había negado a Alex, negándose a llamarlo para que se uniera a la conversación. Sabía que sus comentarios solo podrían empeorar la situación, y lo que menos necesitaba Ángel era que su odio hacía él se incrementara sin fundamentos propios solo por una histeria contagiada. Había visto en los ojos de Ángel mucha tristeza como para considerar que en él hubiese malas intenciones. Por el contrario, se veía tan lastimado que estaba seguro que no intentaría nada. Tampoco encontraba un motivo para que él pudiera desear tal cosa, pedirle a Jeyko que terminara su relación es un absurdo. Por esa razón se había disgustado con Alex. Él aseguraba que Ángel tenía malas intenciones y Juan en su afán de defender sus propios argumentos, se había envuelto en una discusión que lo había terminado dejándolo solo en la sala, mientras Alex se encerraba en la habitación. 

 

Andrea se sentía especialmente segura hablando con Alex. Contrario a cómo se sentía con Juan. Él siempre había mantenido la distancia, podía adivinar en él un recelo hacia su persona que en el instante en que entró en el apartamento se acrecentó. Pero lo que le interesaba era saber si de él conseguiría algún tipo de información que le ayudara a quitarse esa angustia de encima, ese malestar que estaba empezando a afectar su estado de salud. Fueron en vano todos sus intentos, cualquier cosa que preguntara Juan hábilmente desviaba la pregunta, o simplemente contestaba con monosílabos. Pronto fue obvio que de él no conseguiría nada, y por más que mirara a la habitación de Alex este no iba a salir de ahí, tendría que entrar a buscarlo ella misma.

 

—Juan, te importaría darme un vaso de agua.

 

—Claro, espérame aquí.

 

Andrea esperó a que Juan entrara en la cocina y sin pensarlo se levantó del sofá. Camino hasta la habitación de Alex, y sin siquiera golpear en la puerta entró en la habitación. Alex la recibió con sorpresa porque estaba concentrado en el partido de fútbol que estaba viendo y no escuchó que alguien entrara en el apartamento.

 

—¿Mujer que haces acá?

 

—Bueno me quedé esperando que me llamaras y como no lo hiciste pues decidí venir —comentó mientras se sentaba al borde de la cama. En realidad Alex no se veía tan mal como Juan le hubiera asegurado al principio—. Cuéntamelo todo.

 

—¿Dónde está Juan? —inquirió nervioso.

 

—Aquí —Juan se pronunció dejando el vaso de agua en el borde de la puerta sobre el piso, y dirigiendo a Andrea una perfecta mirada de disgusto, y de la misma forma en que se acercó a la habitación se fue.

 

—¿Están peleados?

 

—No, simplemente sus puntos de vista difieren de los míos, y a veces no sabemos cómo lidiar con eso, no te preocupes.

 

Juan se ocultó tras la pared curioso de lo que Alex le diría. Andrea no tardó mucho en volver a preguntar sobre lo que había pasado la noche anterior en casa de Jeyko. Alex le comentó que efectivamente Ángel había estado con él, que se había quedado con él, y que según sus cálculos probablemente él estuviera toda la semana con él. O por lo menos el tiempo que le fuera posible. Andrea se mostró triste esperando que Alex dijera algo más. Juan escondido tras la puerta supo que Alex a pesar de lo fuerte de sus argumentos y la terquedad de su persona reconocía que en parte él tenía razón. Por eso había evitado cualquier comentario sobre lo sucedido en la noche anterior, sobre comentarios que se pudieron haber dicho, o la palpable alegría de Jeyko, de la que tampoco había dicho nada. Sin embargo, a Juan le hubiera gustado que algo de eso le hubiera dicho, para que sintiera algo de escarmiento por haberlo engañado y haber entrado en el cuarto de Alex de esa manera. Pero Alex mantuvo silencio y no le dijo más de lo estrictamente necesario. Luego de un rato y convencida de que no le dirían nada más Andrea se despidió y Juan se alejó rápido hasta la sala, donde ella sin despedirse cruzó la puerta. Al mismo tiempo que el golpe de la puerta sonó, escuchó la voz de Alex que desde la habitación lo llamaba, y Juan sin querer hacerlo esperar fue hasta él.

 

—¿Crees que hice bien al no decirle nada?

 

—Jeyko te pidió ser su padrino a pesar de haberse negado incluso a casarse si Ángel finalmente no lo hacía. No importa qué, él se casará con ella, y nuestro deber es estar ahí, lo demás es algo que les incumbe solo a ellos, y si ella tiene mucha curiosidad, pues que vaya y lo averigüe por ella misma, lo mejor es evitar problemas que no nos incumben.

 

—Tienes razón —su disgusto había terminado, Juan para hacérselo saber se acercó a él y le besó la frente.

 

—¿Quieres algo de comer?

 

—Si… tengo mucha hambre.

Notas finales:

Gracias por leer.


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