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Tsuna lloró en brazos de Reborn mientras se aferraba con fuerza en modo de súplica muda que se contrariaba al pedido susurrante porque se alejase de él y lo dejase con sus problemas. Se quedaron así por un largo rato, sin entender bien lo que pasaba a su alrededor ni la razón de aquellos sucesos. De una u otra forma, ambos se necesitaban mutuamente y sus cuerpos lo demostraban al sentirse en paz con la cercanía instaurada.

 

—Lamento meterte en esto —aun con la voz quebrada, Tsuna se decidió a hablar a la vez que se forzaba a terminar con el abrazo.

—No me has metido en nada —antes de permitirse alejarse por completo, acarició las hebras castañas y soltó una sonrisa amable.

—Yo debí… —carraspeó antes de limpiar sus mejillas—. No debí salir tanto contigo, hice que las miradas incorrectas se fijaran en ti y…

—No es como si me importara

—Debería —ya sin lágrimas miró al azabache y de nuevo sus miedos lo envolvieron en un manto oscuro.

—Digamos que me gusta el nombramiento que me han dado —Reborn se acomodó el cabello y suspiró.

—¿Nombramiento?

—Tu amante —sonrió satisfecho por lo bien que se escuchaba.

—Reborn… lamento eso —negó varias veces y suspiró—, no pude contradecir a ese hombre y…

—Te lo dije antes, ¿no?

—¿Sí? —sin entender muy bien las palabras ajenas, elevó una de sus cejas para expresar su extrañeza.

—No me veas como a un amigo.

—Y ese es el problema… —Tsuna boqueó un par de veces antes de continuar— porque por un momento no te vi como uno.

 

Reborn no pudo replicar a eso pues Tsuna se alejó tanto como le fue posible, caminando a prisa por aquel departamento y susurrando algo para sí mismo mientras ofrecía un café. Se fijó entonces en detalles que pasó por alto hasta ese punto y que lo hicieron sentir fuera de lugar. No había entrado al departamento del castaño, no lo conocía, pero estaba seguro de que ese desorden no debería estar ahí. Eso no iba con Tsuna quien mostró siempre tener un gusto por lo pulcramente hogareño.

Cajas apiladas en una esquina, cosas a medio empacar, los muebles cubiertos por sábanas blancas y no sólo eso, estaba también el recibimiento en donde se mencionó la palabra “mudar”. Lo entendió entonces. En esos dos días en donde se dedicó a lamentarse por su mala suerte y a maldecir a los colegas que tenía, quienes se negaron a hacer la cirugía, Tsuna lo había pasado mal. Estaba claro que lo estaban obligando a tomar decisiones que no deseaba tomar. ¡Qué cabrón era el responsable de eso!

 

—¿Te mudarás? —indagó cuando logró detener el desenfrenado andar del castaño.

—Sí… —soltó una risita forzada e incómoda—, no pudo quedarme más aquí.

—¿Tanto te han presionado?

—Estoy cansado, eso es todo.

—Dime la verdad —sostuvo el brazo de Tsuna para que no escapara.

—Me quieren lejos —agachó su cabeza— y la verdad tampoco quiero sentirme vigilado.

—¿A dónde?

—Italia.

—No te puedes ir —jadeó ante la sola idea.

—Lo haré, Reborn —suspiró mientras se rascaba la mejilla sin mirar al mayor.

—¡Carajo! —bufó— No

—Ya no quiero pelear —con cuidado Tsuna se soltó del agarre ajeno que se apretó más de lo debido y lastimaba su brazo.

—No te vayas —suplicó y ni siquiera imaginó el estar en esa posición alguna vez.

—No tengo razón para quedarme.

—La tienes —apretó sus dientes.

—Sólo tengo recuerdos dolorosos —Tsuna se abrazó a sí mismo en un intento de auto consuelo.

—Me atienes a mí.

—Perdón… —Tsuna al fin se atrevió a mirarlo a los ojos, sintiéndose culpable por escuchar a aquel hombre en esa faceta desesperada—, pero no desistiré.

 

No, ya no estaba dispuesto a dejarlo ir. El mismo destino infame le impidió hacerse la cirugía, entonces que se jodiera y aguantara las consecuencias. Reborn se acercó al castaño, mirándolo de frente, le suplicó que no se marchara, que él se ofrecía a cuidarlo y darle todo lo que necesitase. Presionó al castaño para que reconociera la sinceridad de su ofrecimiento, se aferró al pequeño que negaba insistentemente a cada propuesta, se desesperó tanto que terminó por abrazarlo y se negó a soltarlo.

 

—Reborn… déjame ir... —avergonzado intentaba zafarse de aquel cálido y desesperado abrazo—. Sólo estás diciendo tonterías.

—No es así, maldita sea —maldijo entre dientes e ignoró los golpecitos en su pecho.

—En lo único que puedo pensar ahora es en que te estás confundiendo.

—No lo hago.

—¿Y qué hay de esa persona? … la que te causó el hanahaki —no podía negar que el sentirse necesitado le generaba alivio, pero no podía abusar de la simpatía ajena— y… la cirugía, ¿qué pasó con ello? … ¿por qué estás aquí? —susurró.

 

Reborn le hubiese gritado que el responsable de todo era él, que se había enamorado de él, que estaba dispuesto a hacer lo que sea sólo por verlo sonreír, que no le importaba vivir con un hanahaki progresivo si es que al menos pasaba el tiempo que le restaba de vida junto a él… Pero cuando sus labios se separaron no emitieron palabras, sino una tos seca que prontamente lo ahogó.

El pecho le ardía, dolía, los pulmones los sentía apretujados, tapados, no podía casi respirar mientras tosía como hace días no hacía. Reborn bien sabía que el rechazo del castaño había ocasionado eso, pero la verdad ahora ya ni le importaba mucho. Tosió cuanto le fue posible, fue sujetado por Tsuna hasta que se arrodilló en el suelo y de refilón vio como varios pétalos surgían de entre sus labios, ésta vez el color de esas malditas cosas eran amarillo y rosado entonados con el rojo de su sangre. Fue un largo proceso, uno en donde soltó una docena de esos pétalos y casi sintió su cuerpo colapsar en el proceso.

 

—Reborn, ¿estás bien? —con cuidado Tsuna hizo que el azabache bebiera un poco de agua.

—Sí —carraspeó y respiró profundamente mientras recobraba la estabilidad.

—Nunca había visto tantos pétalos en un solo ataque —susurró mientras sus dedos palpaban aquellas porciones de flores.

—Cosas inexplicables —intentó sonreír con burla, pero no pudo porque esos ojos achocolatados se encontraron con los suyos en una muestra de que algo había cambiado.

—Puedo preguntar algo… y tener la seguridad de que me responderás con honestidad —Tsuna entonces empezó a jugar con sus dedos y evitaba mirar la evidencia del hanahaki.

—Sí

—¿Soy yo? —sus facciones se tensaron, apretó los labios, miró al azabache con súplica para que éste dijera algo— El que causó tu hanahaki… ¿fui yo?

—No te culpes.

 

Y antes de que el castaño escapara o dijera alguna tontería como que sólo traía desgracia a sus parejas, Reborn lo agarró por el brazo y lo acercó a él. Con sus dedos acarició los labios y le impidió hablar mientras él se fijaba en las pequeñas lágrimas que se acumulaban en esos brillantes ojos chocolates. Lo abrazó. Ya no le importaba mucho lo que hacía. Se aferró al muchachito y respiró profundamente antes de susurrar varios «No te vayas».

Quien diría que él llegaría a rogarle a una persona, pero siempre había una primera vez y sinceramente creía que era el momento correcto.

Escuchó murmullos salir de quien se aferró a su espalda para, tal vez, esconder las lágrimas que no soportó contener. No le gustaba escuchar o verlo llorar, hasta creyó que no fue tan buena idea confirmarle sobre el causante de su mal. Al parecer nunca podía evitar que aquellas perlitas cristalinas se deslizaran por las coloradas mejillas del pediatra.

 

—Puedo… puedo intentarlo —en medio de sus sollozos, Tsuna logró formular aquella pequeña frase.

—Primero cálmate —suspiró.

—Reborn —su abrazo se hizo más necesitado, apretando la chaqueta del azabache—, puedo intentarlo.

—¿Te quedarás?

—Aun me duele todo lo que pasa… pero puedo intentar.

—¿Qué intentarás? —Reborn sintió ternura por la predecible respuesta del jovencito.

—Curarte.

—¿Estás dispuesto? —escuchó un sollozo y suspiró—. Dijiste que por un momento no me viste como un amigo… entonces me aprovecharé de eso.

—Lo siento.

—No digas tonterías —le revolvió los cabellos sin separarse del castaño. Lo reconfortó con esas sencillas caricias por un largo y silente rato.

—Pero no puedo quedarme aquí… —no se atrevía a separarse del pecho ajeno, incluso mantenía sus ojos cerrados por miedo a la realidad que estaba cursando—. Yo sólo traeré más problemas.

—Te mudarás… —afirmó pues tuvo suficiente tiempo como para pensar en una solución a los martirios de Tsuna—, pero no saldrás del país.

—Debo hacerlo, Reborn.

—No por ahora —separó al pequeño y con delicadeza limpió esas lágrimas—. No hasta que yo pueda arreglar mis papeles.

—¿De qué hablas?

—Si te vas… me iré contigo.

—Estás loco —recriminó angustiado.

—Soy egoísta, narcisista, odio que la gente me diga que no, adoro la perfección y no tolero perder —Reborn sonrió de lado—. Me lo han dicho muchas veces, pero a veces se puede sacar provecho de eso.

—No entiendo.

—Lo harás.

 

Reborn había mostrado su mejor lado hasta ese punto, pero ya no lo haría porque como dijo, era egoísta. No quería que nadie más tuviera a Tsuna, no quería que nadie más causara esas sonrisas, no quería siquiera que alguien viera lo maravilloso de ese chico. Sonaba insano, lo aceptaba, pero ya no podía dar marcha atrás.

Renunciar a su puesto en el hospital fue sencillo. Ni siquiera lo pensó y llegó un día al hospital para hablar con el director. Se excusó con su enfermedad, diciendo que no podía seguir con su rutina normal y que debía cuidarse hasta que la cirugía se llevase a cabo pues la retrasaron por algunos inconvenientes en su salud. Simple, concreto, perfecto para que ese viejo inepto no replicara. Lo que hizo después sí fue difícil.

Se llevó a Tsuna a vivir con él. Reborn aún se reía por el recuerdo de la expresión confundida del castaño cuando le exigió eso para empezar con su “tratamiento” pues admitió que no quería tenerlo lejos ya que su hanahaki empeoraba si eso pasaba. Era obvio que Tsuna se iba a negar, se negó incluso cuando él lo cargó al hombro y lo aventó dentro del taxi que los llevaría a su casa. Se negó aún más cuando estuvo en medio de esa casa sencilla de dos pisos que Reborn heredó de sus padres. Pero nada se pudo hacer cuando la mudanza –contratada por el mismo Reborn—, llevó las cosas del castaño hasta ahí.

A Reborn le costó un poco convencer a Tsuna sobre los beneficios por mudarse junto con él, pero no le molestó usar su poder de convencimiento para terminar con las réplicas del castaño quien no se acostumbró a la estadía hasta la semana en que terminó de adecuar sus cosas en el lugar. Reborn jamás bromeó con aquello de secuestrar a su amor no correspondido, incluso lo había hecho…, más o menos pues no era secuestro si Tsuna aceptó hospedarse con él.

 

—¿Qué haces? —Reborn observaba a Tsuna, lo hacía siempre que podía.

—No quiero ser una molestia —sonreía mientras lavaba los utensilios de la cena, misma que él había preparado—, así que al menos haré esto.

—Una mujer viene a limpiar cada dos días, eso es mañana… pudiste dejar los platos ahí.

—Pues… me siento incómodo si no ayudo en algo, Reborn.

—Yo me siento incómodo porque alguien decidió ocupar la habitación de visitas —sonrió de lado.

—No dormiré en la misma cama que tú —rió bajito porque esa fue la primera discusión que tuvieron en la primera noche de convivencia.

—¿A qué le temes?

—A roncar y que me escuches —se excusó Tsuna, desviando la mirada.

—He pasado por tu habitación en las noches y puedo certificar que no roncas.

—¿Y si tú roncas?

—No lo hago —sonrió divertido por la tonta excusa.

—Ya has hecho mucho por mí, Reborn… Me dejaste incluso mudarme aquí, así que ayudar es lo mínimo que puedo hacer —cambió de tema al instante ya que aun le incomodaba la forma tan coqueta con la que Reborn lo trataba a veces.

—Lo hago por conveniencia mía.

—¿Siempre eres así? —sonrió divertido al ver al azabache asentir— Pues envidio la seguridad que desbordas.

—¿Te sientes atraído por mí? —preguntó de repente y Tsuna casi suelta el último plato limpio que acomodaba.

—Oh… mira, qué tarde es… —con nerviosismo fingía mirar al reloj acomodado en una pared lejana—. Creo que iré a dormir.

—Responde —Reborn se interpuso en el camino del castaño y sonrió de lado—. Tsuna… responde

—No lo haré —con las mejillas un poco coloradas y desviando su mirada, intentó seguir con su camino, pero Reborn se lo impidió.

—Veo que sí.

—Reborn… ¿me dejas pasar?

—Yo me enamoré perdidamente de ti —susurró mientras se acercaba al oído ajeno causando un leve saltito en el castaño.

—Aun... aun no entiendo por qué —respondió con vergüenza dando un paso hacia atrás y sin mirarlo directamente.

—Puedo contarte las razones si me dejas dormir contigo.

—¡Claro que no! —agitado, retrocedió aún más.

—¿Quieres salir a algún lado mañana? —era sumamente divertido colocar a Tsuna en una situación incómoda, adoraba hacer eso— Ya sabes, como en una cita.

—No lo sé —no lo miraba, la vergüenza lo carcomía y el calor en sus mejillas aumentaba.

—¿Puedes mirarme al menos?

—No.

—Mírame —susurró y sus dedos tocaron el mentón ajeno para elevar ese rostro abochornado.

—Reborn… deja de hacer eso —pidió con la voz temblorosa.

—Hum —sonrió de lado mientras su pulgar acariciaba la comisura de esos labios—. No —y con agilidad se inclinó hasta poder posar sus labios sobre los ajenos.

—No… hagas eso —sus manos temblorosas empujaron el pecho ajeno sin la fuerza que quiso aplicar inicialmente.

—¿Por qué me besaste esa vez? —Reborn repitió aquel beso mariposa entre cada palabra, haciendo retroceder al castaño hasta que chocó contra el mesón.

—Yo… —suspiró al sentir de nuevo esos labios sobre los suyos—. No lo… sé.

—No puedo dejar de recordar eso —susurró sobre la boca de Tsuna mientras su mano se posaba en la cintura del mismo.

—Reborn…

—Repitámoslo.

—Espera —lo empujaba, o eso intentaba porque su mente estaba un poco perdida.

—Sólo uno hoy —su voz bajó de tono, sonriendo cuando sintió que el cuerpo del menor se deslizaba un poco hacia abajo.

—No —nadie podía dudar de que intentó escapar.

 

Mas, la negativa no valió de nada. Reborn tomó esos labios entre los suyos, de forma lenta, cuidadosa, gentil, nada en comparación al beso dado antes de su supuesta cirugía. Se deleitó con el sabor ajeno, disfrutó de invadir aquella boca con su lengua y hacerlo jadear debido a la falta de aire. Deslizó sus dedos por esa fina cintura, mordió la piel disponible, fue correspondido por unos instantes. Pero terminó riéndose cuando fue empujado torpemente y abandonado en la cocina. No cabía duda que los labios de Tsuna eran lo mejor que llegó a probar en esa vida.

 

—Insistiré —susurró Reborn para sí mientras se servía un vaso de agua—. Caerás, Tsuna —bebió con calma, sintiéndose satisfecho pues estaba claro que el castaño no le era indiferente y eso se reflejaba en los pétalos que cada vez disminuían en tamaño y número, así como en los pocos ataques de tos que ahora tenía en comparación a su situación anterior.

 

Continuará…

   

Notas finales:

 

Feliz día del orgullo LGBTTTI~

Espero que algún día todos podamos ser tratados como iguales y el odio por quienes tienen gustos diferentes se extinga.

Viva el amor~

Vivan las personas~

Viva el fandom, el yuri y el yaoi~

Los ama: Krat~

 

PD: He estado enferma, por eso no he podido terminar la historia, pero intentaré escribir el siguiente y último capítulo mañana.


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