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Indicio de Amistad por yuhakira

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Salieron del apartamento luego de que Ángel se alistó. Para fortuna de ambos no se había llevado su ropa por completo, y tal como había afirmado Jeyko, en el lavarropa había aún un par de mudas que le pertenecían. Tomó nota mental de llevarse eso también en cuanto tuviera la oportunidad.

 

Fueron a una de las salas de cine más cercanas al apartamento. Jeyko quería salir, alejarse un poco de ese encierro que los ponía uno frente al otro y los obligaba a compartir todo aquello que sentían. El problema era que Ángel empezaba a percatarse de las cosas que le ocultaba, desde su relación con Mateo, el que este conociera a Andrea, y sobre todo el que aun cuando Ángel no lo creyera posible había muchas cosas de él que no sabía, que nunca le había dicho por temor, por inseguridad, o porque simplemente no creía que su amistad fuera lo suficientemente fuerte como para soportar aquello. Jeyko temía que luego de la inesperada visita de Mateo, Ángel recordará todo lo sucedido durante su estadía en la academia, y empezará a indagar de las verdaderas razones por las que había abandonado la academia, y por qué de un momento a otro había dejado de mencionar a Mateo, del que por mucho tiempo no tuviera otro tema de conversación. 

 

Durante el camino se encargó de hablarle de otros temas a Ángel. Buscaba distraerlo con trivialidades que sabía llamaban su atención, como el estado del equipo, el nuevo técnico, como pintaban las cosas para el final del torneo, si clasificarían o no a finales, todo con tal de que el tema de Mateo quedara hay. Vieron una película de acción, donde el protagonista tenía que rescatar a su hija del ejército Talibán, para salvar al gobierno norteamericano, nada del otro mundo, pero que logró su cometido inicial, despejar sus mentes. 

 

La oscuridad de la sala se prestaba para muchas cosas, y Ángel estaba encantado de eso. El tiroteo, las bombas, la oscuridad. Era un ambiente que había aprovechado muchas veces en su adolescencia y que de nuevo lo seducía. Sin embargo, era distinto ahora, era un hombre con el que estaba, y aun cuando la gente hiciera oídos sordos no pasarían desapercibidos. Cruzó su mano con la de Jeyko, él lo recibió. Descubrió que sus manos temblaban, estaba nervioso, sus pies tampoco dejaban de moverse sobre el suelo de la sala, y su cuerpo estaba acomodado de forma en que se alejaba de él. Básicamente solo le permitía su mano para que pudiera cruzarla con la suya, más esa mano no le transmitió nada. Se sentía fría, sin vida, como si tomara entre su mano un simple pedazo de plástico. No podría hacer nada de lo que pensaba, no mientras Jeyko se mostrara tan distante. Trató de llamar su atención, se acercó a él y le pidió que no se fuera tan lejos. Jeyko le obedeció, se dejó abrazar, dejó que sus labios se juntaran con los suyos en un beso antes de que otra bomba explotara en la pantalla. 

 

Debía decirle. No sabía por qué, pero desde que Mateo pidió el número de Ángel en el apartamento sentía que debía hacerlo, decirle la verdad. ¿Cómo lo haría? No sabía si ya era muy tarde, si lo mejor era no decirle nada y dejar que las cosas siguieran su rumbo. Igual y él se casaría en cuatro días y no había nada que pudiera cambiar las cosas. Pero acaso no le debía al menos un poco de honestidad.

 

La película terminó rápidamente y luego de que salieron de la sala de cine entraron en un bar. Aún era temprano y no tenían afán de volver a casa. El bar era lo ideal para mantenerse separados, para conservar su distancia. Jeyko seguía mostrándose distante y eso empezó a preocupar a Ángel que se confundía cada vez que Jeyko mostraba un cambio de estado de ánimo tan brusco.

 

—Si llama le diré que no estoy interesado —Jeyko no entendió sus palabras y se mostró dudoso—. Si Mateo llama, le diré que no.

 

—Eres libre de hacer lo que quieras, si te gusta y tú le gustas no veo por qué no puedan salir.

 

Volvieron a guardar silencio después de eso. La cerveza que ordenaron al llegar ya iba por la mitad, y la situación se había puesto incómoda. Jeyko seguía sumergido en sus vacilaciones, y no había mostrado mucha atención a su comentario. Ángel aburrido se levantó de la mesa y fue hasta la rockola, sacó varias monedas del interior de su chaqueta y fue metiendo una a una en la máquina, luego se quedó allí sentado buscando las canciones que elegiría. Jeyko lo observó desde la mesa en la que estaba sentado. Ángel siempre había sido frío y solitario, y cuando se sentía ignorado hacía exactamente eso, se alejaba y buscaba la forma de distraerse solo. Sabía que si salía con Mateo él podría contarle todo, y Ángel se alejaría para siempre de él. Entonces recordaba que ese no era un tema del que hubieran hablado. El día en el que se casaría se acercaba rápidamente, y luego de que eso pasara no sabía realmente qué pasaría con su relación. Le gustaba pensar que a pesar de eso ellos podrían seguir manteniendo una rutina como la que habían tenido hasta entonces. Más no estaba seguro de si luego de lo que había pasado ellos podrían compartir una habitación sin dejarse llevar por esa necesidad que el cuerpo les exige satisfacer. Sin dejar de querer sentirse vivos, extasiados el uno en el otro. Vio tan extraño todo lo que estaba pasando, que por eso se sintió tan nervioso y curioso cuando lo dejó entrar, cuando lo dejó hacer. Le molesta saber que Ángel lo creía inocente sobre sus conocimientos de lo que estaba pasando o lo que hacía, que no lo creyera consciente de que se estaba metiendo con un hombre, que creyera que se estaba simplemente dejando llevar. Porque es algo que quiere. Que desde que se planteó la idea de estar con Ángel de ese modo, no había podido pensar en otra cosa. Ángel, le gustaba. Siempre le había gustado. Por eso le había permitido estar tan cerca, por eso nunca le había propuesto que durmiera en otra cama, o que no jugaran de la forma en que lo hacían. Llevaba pensándolo mucho, y tal vez antes no se había dado cuenta. Pero Ángel tenía razón. Si todo era así porque era él el único en enamorarse. La verdad era que no, que no era el único, que siempre habían estado tan acostumbrados el uno al otro que no imaginaron que fuera necesario más. Mientras estaba ahí sentado, mirándolo jugar con la pantalla táctil de la rockola lo aceptó. Ángel le gustaba mucho y probablemente al igual que él, lo sabía desde siempre… no, estaba seguro de haberlo sabido siempre. Pero había ganado su miedo a perderlo y por eso había reprimido cualquier sentimiento que tuviera por él en el pasado. No importaba que ya hubiera experimentado con otro, lo que Ángel creía nunca había hecho.

 

Ángel pudo sentir su mirada sobre sí. El corazón le palpitaba con fuerza y sentía las manos temblorosas, a pesar de que solo era la sensación de su mirada sobre su espalda. Estaba perdiendo el control, o esa fue la sensación que tuvo por un instante, cómo si le estuviera dando a Jeyko el poder de hacer con él lo quisiera. Luego de haber seleccionado todas las canciones se giró a mirarlo y Jeyko con un gesto le pidió que volviera y se sentara a su lado. Con cautela se acercó a él. Lo suficientemente cerca para entrelazar su mano por debajo de la mesa, y al mismo tiempo bastante retirado para que nadie pudiera verlos. La mirada de Jeyko cambió de nuevo. Sus manos le atravesaron con un calor incalculable, y sus ojos le penetraron intensamente. Si el lugar hubiese sido el indicado Ángel se hubiera abalanzado sobre él para besarlo, pero no lo era y solo atinó a sonreír.

 

—¿Qué pasa contigo? —preguntó luego de que Jeyko se inclinó para acariciarle la pierna debajo de la mesa—. En un momento estás bien, te comportas cálido y amoroso conmigo, y luego estás tan distante que me pones a dudar.

 

—Lo sé, lo siento —le sonrió, inseguro aun de lo que haría—. Tengo muchas cosas que contarte, cosas que pueden cambiar todo, la percepción que tienes sobre mi, y pueden acabar esto antes de tiempo.

 

—¿De qué estás hablando?

 

—En la academia —respiró hondo. Aún no estaba seguro de que parte de la historia contarle. A pesar de que ya se había decidido a decírselo aún dudaba de si era necesario contarle toda la historia— conocí a Mateo.

 

Ángel se echó hacia atrás enojado. Mateo volvía a meterse en su vida con Jeyko y le enojaba que tuviera que recordárselo. Le molestaba aún más pensar que él era el causante de sus constantes cambios de ánimo ese mismo día. Más lo dejó continuar, luego de que Jeyko se mostrará impaciente.

 

—No lo hagas más difícil —Se lo diría sin rodeos—. Esto que estamos viviendo tú y yo, ya lo viví antes, con Mateo.

 

Ángel se mostró atónito, no entendiendo del todo lo que le estaba diciendo. Jeyko apretó con más fuerza la pierna de Ángel debajo de su mano, tratando de captar toda su atención. Él lo miró sorprendido, incapaz de comprender lo que quería decir.

 

—¿A qué te refieres?

 

—A todo, y a más.

 

—¿Qué quieres decir con más? —trató de analizar en su mente a lo que se refería, pero luego de imaginarlo no pudo decirlo.

 

—Por eso hablaba todo el tiempo de él. Me gustaba mucho pero no podía decírtelo, a pesar de que todo el tiempo estaba hablando de él, aun cuando sé que te molestaba. Siempre imaginé que si te lo decía saldrías corriendo y no serías más mi amigo.

 

—Pero…

 

—Cuando él consiguió el puesto en Gama Pie nos separamos. Nunca tenía tiempo, y paulatinamente dejamos de vernos. Cuando conocí a Andrea me invitó una vez a una reunión en su casa y él estaba ahí. Es uno de sus viejos compañeros de colegio, tienen una amistad muy sólida, es su mejor amigo. Le pedí que no le dijera nada a Andrea de lo que había pasado entre los dos y lo aceptó, tampoco intentó buscarme. Después de eso mantuvimos contacto a través de Andrea, ella fue quien quiso invitarlo a la boda. El 70% de los invitados son suyos y a la mayoría ni los conozco —quisó seguir hablando pero Ángel retiró con brusquedad la pierna debajo de su mano, y soltó el agarre que aún mantenía.

 

—¿Por qué nunca dijiste nada? —lo miró más triste que enojado.

 

—Lo odiabas. Ni siquiera soportabas que hablara de él, qué pasaría si te hubiera dicho que tenía una relación amorosa con él. Tenía miedo de tu reacción. 

 

—¿Hubo alguien más?

 

—A parte de Mateo no. Ha sido el único. La razón por la que insistí en que no eres gay fue porque no quería que pensara que tenemos algo, menos después de ver mi cuerpo así de marcado como lo dejaste, sería muy fácil atar cabos, y como no quieres que cancele mi boda, lo mejor sería que Andrea no se enterara de esto. Así como tampoco sabe lo de Mateo.

 

—¿En qué momento hiciste todo eso? sí siempre estaba ahí contigo, ¿Cómo es que no me dí cuenta?

 

—Cuando decidías no quedarte en el apartamento él iba, o cuando hacías el turno de la tarde me quedaba con él y se iba antes de que llegaras. Siempre encontraba un lugar o una excusa, además estaba en la academia y allá nos veíamos casi todos los días. No fue muy difícil.

 

—Es sorprendente lo que dices, prácticamente te comportaste como si fuera tu amante —Jeyko no pudo evitar reírse por el comentario—. ¿Qué es tan gracioso?

 

—Él decía lo mismo. Discutimos por eso varias veces, prácticamente me exigía que dejara de tratarlo como mi amante —Ángel no dijo nada al respecto—. Casualmente Andrea tiene la misma queja. Supongo que me es difícil hacerte a un lado de mi vida. Siento decírtelo hasta ahora. La verdad es que siempre has sido mi prioridad.

 

Ángel se levantó de la mesa dando por terminada la conversación. Jeyko se había convertido en una caja de sorpresas. De nuevo pensaba que de ser capaz de odiarlo lo haría, que todo sería más fácil. Pero no podía. Deseaba con todas sus fuerzas poder hacerlo, para simplemente tomar un taxi y alejarse para siempre de él, pero no podía. Sus pies se detuvieron en la salida esperando que Jeyko lo alcanzará. No tuvo que esperar mucho, lo que tardó en pagar la cuenta. Escuchó con nostalgia la última de las canciones que había colocado en la rockola. Pensando en ti de Cancerbero, sonó en el parlante y la voz de él sonó más grave en su corazón, “si tan solo hubiera tenido un detector de mentiras”. Cuando Jeyko llegó a su lado, detuvo un taxi y ambos subieron en él. Rápidamente estuvieron de nuevo en el apartamento. 

 

Escapar del apartamento había sido una buena idea en un principio, pero habían vuelto peor de lo que se fueron. Ángel había vuelto con una determinación en la mente. Esa noche cedería a sus impulsos y dormiría con él. Estaba decidido a hacerle el amor, perderse en su cuerpo, en su aroma, en su piel, quería tocarle como nunca lo había hecho, que su único recuerdo se basará en su tacto y todo lo que le producía. Quería hacerlo suyo, borrar de su memoria cualquier experiencia anterior, para poder guardarlo para siempre en su recuerdo, en su piel. Así doliera, así el corazón le lastimara por dentro con cada latir. Ahora lo único que quería era amarle, amarle con todo lo que tenía dentro. Después se preocuparía por sí mismo, después buscaría la forma de curar sus propias heridas. Ahora lo único importante era hacerlo suyo, dejarle saber con cada beso, con cada caricia que lo amaba, más de lo que jamás había amado a alguien, más de lo que jamás podría amar a alguien. Por eso le perdonaba el que le ocultara la verdad, el que le hubiera mentido, el que no le hubiera dado una oportunidad mucho tiempo atrás. Pero todos esos deseos venían desde el enojo. No sabía contra quién, si por Jeyko que había creído que él no podría aceptarlo tal cual era. O hacia sí mismo por haberle hecho creer que no podría haberlo aceptado. Con esa determinación en la cabeza volvió con Jeyko al apartamento, justo cuando estaba empezando a anochecer. Pero como si el destino se burlara de él, impidiéndole cumplir cualquiera de sus determinaciones, miró con desgano a quienes los esperaban en la portería. En definitiva, no era su día.

 

Jeyko se acercó confuso. Alex y Juan los esperaban impacientes en la portería. Estrechó sus manos y los invitó a seguir. Ángel siguió manteniendo su distancia. Juan se había acercado a saludarlo, y le había dicho en tono bajo que Alex recordaba por partes lo sucedido, según él había vuelto para disculparse. Las palabras de Juan contrariaban las acciones de Alex que ni siquiera se había detenido a saludarlo y había avanzado al lado de Jeyko ignorándolo por completo.

 

Una vez en el apartamento Jeyko fue hasta la cocina a buscar lo que beberían esa noche. La razón por la que ambos estaban ahí era porque lo habían planeado desde la semana anterior cuando Jeyko aún no había conversado con Ángel. 

 

Le costaba creer que en tan poco tiempo las cosas cambiaran tanto entre los dos. Jeyko de un momento a otro le había confesado una relación que le había ocultado mucho tiempo atrás, le había dejado saber una parte de su historia que desconocía por completo. Lo vio entrar en la sala con cuatro latas de cerveza en la mano, había evitado mirarlo directamente. Alcanzó una a Juan y otra a Alex, que sentados en el sofá habían encendido la televisión y colocado el partido de la Champion Ligue entre dos de los mejores equipos. Ángel se sentó en la mesa que hacía las veces de comedor, observando desde ahí el partido que iniciaba con el pitido del árbitro. Cuando Jeyko se acercó a darle su cerveza lo jaló hacia sí tomándolo por el brazo. Lo miró directo a los ojos y Jeyko solo atinó a sonrojarse nervioso de que alguno de los dos en el sofá pudiera percatarse de lo sucedido. Ángel intentó buscar en sus ojos algo en él que antes fuera su mejor amigo. Todo lo encontró allí, solo que esta vez su mirada —a pesar del nerviosismo que trataba de ocultar—, se mostró más sincera y cálida que de costumbre. Con una tierna sonrisa le dijo que todo estaría bien y que no tenía que preocuparse, como si interpretara su reacción por temor a la inminente presencia de Alex. Tomó con desgano la lata de cerveza de la mano de Jeyko y sin mucha tardía la destapó. El sonido del líquido rebosando por encima de la lata, atrajó la atención de Alex que observó con desconfianza la forma en que las manos de Jeyko se deslizaron por la pierna de Ángel, alejándose de él. Jeyko se sentó en medio de los dos hombres en el sofá. Después todo lo que se escuchó en el apartamento fueron los comentarios del narrador, que subía el tono de su voz cada que uno de los equipos se acercaba a la portería del contrario. Ángel, desde donde se encontraba no perdió detalle de la forma en que Alex se volvía a mirarlo cada que el partido se tornaba sumiso. Ni tampoco de la forma relajada en la que Jeyko se comportaba, como si encontrarse con ellos luego de lo sucedido le diera alguna clase de respiro a su congestionada mente. Aburrido, Ángel encendió un cigarrillo y abrió una de las ventanas del apartamento para que el humo saliera. Faltaban un par de minutos para que el primer tiempo terminara. Hacía varios minutos que habían terminado su cerveza y el partido había empezado a calentarse contando un tanto de cada lado. Juan, en un acto que conocían de memoria, sacó una calculadora del bolsillo interior de su chaqueta. Habían apostado de nuevo. Sin embargo, el semblante de Juan no le permitió ver a Ángel en qué estado se encontraban sus apuestas.

 

El pitido final sonó con un comentario sonoro del narrador que sorprendido respiraba hondo por lo excitante del partido. Jeyko se levantó e instintivamente recogió las latas de cervezas ya vacías sobre la mesa y acercándose a Ángel le ofreció traerle una más. Por lo emocionante del partido se había negado a levantarse a buscar una antes, y ahora se veía acosado por Alex que le reclamaba que lo atendiera como era debido. Sin embargo, se detuvo antes de adentrarse en el pasillo que lo conduciría a la cocina y observó con cautela la forma en que Alex se sentaba frente a Ángel en el pequeño comedor. A lo que Ángel respondió con un gesto de disgusto.

 

—Veo que tu labio está bastante bien. Para este momento imaginé que aún estaría hinchado.

 

—Imaginé que para este momento no recordarías nada.

 

—Es difícil olvidarlo cuando tengo una voz culpándome todo el tiempo —se giró a ver a Juan y descubrió con pena que él, al igual que Jeyko, lo miraban con presta atención atentos de cualquier movimiento en falso que pudiera hacer, a lo que levantó las manos en son de paz—. No pienso volver a hacerte nada, en verdad lo siento.

 

—Sé que la bruja de ojos color ámbar te sedujo con sus ideas absurdas. —Quería ponerle contra la pared, ver si en verdad no volvería a golpearlo. Pero Alex, a pesar de  su disgusto por el comentario, se mantuvo tranquilo.

 

—No tengo una excusa para lo que hice, pero... —lo pensó antes de continuar— aunque tuvo mucho que ver no fue su culpa, ella no me dijo “ve y rompele la cara”.

 

Jeyko finalmente fue hasta la cocina luego de que la mirada de Ángel se perdiera en el exterior y Alex resignado volviera al sofá. La explicación de Alex no había bastado. Podía ver que lo que más lamentaba era no poder olvidarlo, porque como él mismo se lo había dicho, Juan se encargaba de recordárselo. Ángel no pudo encontrar ni un poco de arrepentimiento en sus ojos, es más pudo distinguir en ellos un poco de disgusto luego de su comentario. Continúo fumando otro cigarrillo, hasta que se percató de que Jeyko tardaba más de lo esperado en la cocina y fue a buscarlo. Juan y Alex se habían concentrado de nuevo en la trasmisión que no tardó en iniciar con los comentarios de las jugadas más importantes del primer tiempo. Cuando entró en la cocina encontró a Jeyko hablando por teléfono. Se mantuvo en el umbral, pero le hizo saber que se encontraba ahí. Jeyko trató de cortar la comunicación en cuanto lo vio, pero cada vez que intentaba terminar la llamada ella insistía en ir y ayudarle, aunque fuera un poco en su tarea, y por más que lo intentaba no encontraba la forma de sacarla del paso. Desafortunadamente y aunque no lo quería su relación con Andrea estaba fundamentada en mentiras. Ahora mismo no podría decirle que estaban todos reunidos viendo un partido de fútbol; ni que la había engañado con Ángel; que tampoco prepararía la torta y menos que había sido tiempo atrás el novio de quien ella consideraba su mejor amigo. Sentía que estaba dentro de una bomba que podría estallar en algún momento y temía ante todo que en medio de la explosión mucha gente saliera herida. Sobre todo ella, a quien en realidad amaba, aunque ya no con el mismo tipo de amor que semanas atrás. Había llegado a eso sin darse cuenta, a no sentir nada luego de escuchar su voz por el teléfono, ni de ver su nombre en la pantalla del celular. Para sí sentir su corazón palpitar desenfrenadamente por la sola presencia de Ángel en el umbral de la cocina, mirándolo confundido. La amaba a ella o lo amaba a él. No estaba seguro de nada. Ángel lo sorprendió cuando retiró de su mano el celular y habló a través de él.

 

—¿Cuál es tu insistencia? Se verán el domingo, no podrías prestármelo estos últimos días, prometo devolvértelo sano y salvo. —la voz de Andrea tardó en escucharse del otro lado de la línea, el tiempo que tardó en reconocerle la voz.

 

—¿Por qué no puedes tú dejar que este con mi prometido? —comentó furiosa.

 

—Por qué dañaras la sorpresa que te está preparando niña tonta —sintió un jalón de la camiseta luego de lo dicho— hasta el domingo entonces.

 

—Más te vale no venir.

 

—Y perderme tu rostro de odio. Eso nunca. 

 

—Púdrete.

 

—¿Puedo confiar en que no vendrás? ¿Qué puedes esperar hasta el domingo, o vale más tu egoísmo por querer arruinar la sorpresa de Jeyko?

 

—Hasta el domingo, pero que conste no lo hago por tí.  

 

La llamada por fin se cortó. Ángel no pudo evitar hacer un puchero infantil contra el teléfono y el sonido desagradable de su voz. Jeyko lo miró desconcertado e impaciente por lo que había respondido, entonces se mostró aún más sorprendido luego de que le dejó saber que había cedido. Quizás más por evitarse la experiencia amarga de encontrarse con él, que por que la excusa de una sorpresa la convenciera. Jeyko sacó las latas de cerveza de la nevera satisfecho con lo ocurrido e intentó salir de la cocina. Ángel lo detuvo. Los hombres del otro lado cantaban un gol del equipo púrpura sólo minutos después de que iniciara el segundo tiempo, lo que inclinaba la balanza a favor de sus apuestas. Ángel aprovechó, ya que los imaginaba absortos en sus cálculos y cavilaciones. Se amarró a su cintura abrazándolo por la espalda. Jeyko no pudo evitarlo, solo atinó a sonrojarse cuando Ángel le besó el cuello, y buscando que lo soltara tintineo las latas de cerveza pero eso sólo logró acrecentar el beso de Ángel contra su cuello. Sintió el pecho caliente de Ángel contra su espalda. Los labios de Ángel se movían lentos pero presionaban con firmeza su piel, marcando un camino desde su cuello hasta sus mejillas, donde el uso de los labios, se intensificó. El pecho le quemaba. Cerró los ojos dejándose llevar por lo que sentía. Envidiaba la forma perfecta en que Ángel movía sus labios, y como estos hacían juego con su lengua y sus manos que se colaron rápidamente dentro de su pantalón. Dejó que un gemido suave se escapara de su boca, y solo recordó su visita reposada en su sala cuando los escuchó quejarse, al parecer, por una atajada del arquero contrario. Intentó zafarse de las manos de Ángel, pero él lo apretó con más fuerza contra su cuerpo, y estando junto a sus labios se unió por fin a ellos. Jeyko no pudo evitar responderle; no pudo evitar darse media vuelta y amarrarse a su cuello para intensificar más el beso. Ángel presionó su cadera contra la suya dejándole saber que quería más, que debía buscar la manera de zafarse de ellos rápidamente. Sus labios se separaron y estuvieron mirándose fijamente a los ojos. Ángel se acercó más a su rostro sin dejar de mirarlo. Besó su mejilla, suavemente acarició su espalda. Lo vio estremecerse. Volvió a tocar sus labios, a invitarlo a iniciar el beso esta vez. No fue mucho lo que tuvo que esperar, porque la lengua de Jeyko se amarró con fuerza a la suya. Las cervezas se empezaron a resbalar de las manos de Jeyko por la dificultad con que las sostenía. Cuando la voz de Alex se escuchó desde la sala llamándolos.

 

—¿Será que el par de tortolitos me piensa traer un trago?

 

Ángel miró suplicante a Jeyko para que lo ignorara y continuaran con lo suyo. Quería poseerlo. No le importaba si los otros dos estaban ahí. Solo deseaba hacerlo suyo y cegado por lo que sentía volvió a besarlo. Jeyko volvió a responder, pero esta vez el beso fue más cálido y corto que el anterior. Luego de sonreír se zafó de su cuello, dándole a cargar dos de las cervezas que llevaba en la mano para facilitar su agarre y así escapar de la tentación. Ángel jamás había sentido tanta necesidad de alguien. Lo veía caminar frente a él y se le hacía agua la boca. La forma fina de sus cabellos sobre su cuello, cortados perfectamente; la línea que cruzaba desde la base del cuello hasta la de la cintura, para enmarcar su perfecta postura; lo grueso de sus hombros; su cintura; la forma en que movía sus caderas y sus piernas de futbolista que siempre lo habían caracterizado. Lo necesitaba. Necesitaba abrazarlo; susurrarle al oído lo mucho que lo amaba; que sus dedos se entrelazaran con los suyos. Quería volver a besarlo mientras dormía; acogerlo en sus brazos; conocerlo como nunca lo había conocido. Jeyko se detuvo de nuevo frente a los dos que ocupaban su sala y con un gesto los obligó a abrirle espacio en mullido sofá y observar así con más detalle el partido. En pocos instantes la atención de los tres estuvo totalmente en el partido, donde pitaron una falta contra la estrella argentina, que podría poner el marcador con dos tantos de ventaja para su equipo. Ángel por su parte se encerró en el cuarto de Jeyko, donde vio el partido. Ninguno de los habitantes de la sala se percató de la falta de su presencia, ni siquiera Jeyko que luego de sentarse en medio de los dos se había concentrado por completo en el juego.

Notas finales:

Gracias por los comentarios, y por el numero de lecturas que van aumentado día a día, de a poco pero hay vamos.

No olviden dejar sus comentarios y darle asu amor a la historia.


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