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Apocalipsis por 1827kratSN

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¿Qué hacer en un mundo que está destinado a la supervivencia del más fuerte? Solamente sobrevivir.

 

—Piedad.

—Pídele eso a tu dios —refunfuñaba cierto azabache cuyo mayor distintivo eran las patillas rizadas que adornaban su perfilado rostro.

—No. ¡Por favor, no! —un solo sonido retumbó en esa habitación, un estallido, algo que le quitó la vida a un desconocido.  

—Qué sencillo —en sus manos reposaba un arma pulida, brillante y letal—. Aburrido — se encaminaba fuera del lugar sólo para encontrarse un reguero de cadáveres, presas que intentaron detener su labor.

 

Reborn era su nombre, un asesino desde su juventud. El único cambio de su vida hasta ese instante fue que todo se volvió monótono y fastidioso. No había nada interesante y ya los gritos suplicantes no le complacían en lo más mínimo, por eso sólo aceptaba trabajos que le generaran dinero suficiente para —al menos—, tener diversión, que su cuerpo viajara a un periodo de confort momentáneo y que destrozara sus órganos en niveles tolerables. Pero nada parecía servir. Esa era la rutina de quien se casó de su vida.

Mas había otros que cambiaron su cotidianeidad y sus pecados por algo más pulcro, todo para dejar de lado todo lo que fueron alguna vez, todo lo que les conllevó a la desdicha. Existían quienes se replantearon su vida. Eran pocos los que tenían la suficiente fuerza de voluntad para hacerlo, pero existían. A este grupo perteneció cierto hombre de ascendencia china, quien logró su propia paz a través de la meditación, la quietud y días calmos. Fon se deshizo de su pasado y siempre afirmó que fue su mejor decisión.

 

—Maestro —tenía estudiantes, aprendices o como deseasen llamarse ellos mismos, quienes buscaban un cambio también—, he terminado mis tareas de hoy.

—Excelente —sonreía antes de palmear la cabeza de su alumna—. Entonces puedes ir a casa y descansar.

—Hasta mañana entonces.

—No —sonrió con dulzura—, será hasta cuando logres descansar lo suficiente.

—Pero…

—I-pin…, te he enseñado muchas cosas, es hora de que aprendas de ti misma.

—Entiendo —entristecía.

—Pero sabes que siempre podré recibirte de nuevo —correspondía a la felicidad de la jovencita con una gentil caricia en esos cabellos negros—, y tal vez así me enseñes lo que has aprendido por tu cuenta.

—¡Lo haré!

 

Eran dos seres humanos completamente diferentes, o tal vez no tanto puesto que los dos iniciaron y cursaron en el mismo mundo oscuro, pero que escogieron rutas muy alejadas la una de la otra para seguir con sus vidas. Tal vez fue eso lo que los unió de cierta forma.

El uno cansado de todo.

El otro interesado en saber de qué se estaba perdiendo.

Ni siquiera recuerdan cuál o cómo, ni siquiera cuándo fue su primer encuentro, pero no era cosa importante para ninguno de los dos. Les agradaba la compañía mutua en medio de su soledad autoimpuesta, así que, cuando se encontraban, compartían una plática corta, miradas momentáneas antes de compartir un té o un café, y finalmente se brindaban algo de confort humano en medio de un largo descanso silente.

 

—¿Puedo preguntarte algo, Reborn? —aunque a veces el silencio no era tan grato.

—¿Qué? —sin apartar su mirada de un punto lejano frente a él, respondía sin ganas.

—¿Hasta cuando seguirás con ese trabajo?

—Supongo que jamás lo dejaré.

—¿Y eres feliz así?

—No quiero una lección de moral, Fon.

—¿Y quieres descansar?

—Sí.

—Al menos con eso puedo ayudar.

 

La gentileza no formaba parte de la relación que tenían, era evidente. Fon solía ser ágil y rápido cuando necesitaba serlo. Bastaron dos tirones en la ropa de Reborn para despojarlo de la fedora y hacer que se recostara en medio del pasto en donde ambos reposaban, y antes de que le dieran contra, Fon solía acomodar la cabeza del asesino sobre su regazo.

Sonreía.

Fon deslizaba una de sus manos hasta cubrir los ojos del hitman, dejaba su palma quieta mientras sus dedos libres repasaban los cabellos frontales con suavidad en una caricia sutil. Los roces seguían hasta que el azabache de rizadas patillas dejase de forcejear y soltase un suspiro de resignación antes de cerrar sus ojos por voluntad propia. Fon entonces usaba sus dos manos para peinar los cabellos que se mecían con la suave brisa, eso mientras tarareaba una tonada suave que se acompasaba con su voz grave.

Calma.

Reborn se quedaba quieto, dejándose llevar por las notas, las caricias, la tranquilidad. Dejaba de lado sus memorias, deslices, fastidios, olvidaba cada cosa que hasta antes de la visita al hogar de Fon le preocupaban. Tal vez por eso buscaba a aquel asiático más seguido de lo normal, porque sólo junto a Fon hallaba al menos algo de paz para su alma.

Todo era así desde hace años. Y no iba a cambiar porque, al menos uno de ellos, no quería que eso pasase.

 

—Ven conmigo.

—¿Uh? —Fon abría sus ojos y los dirigía hacia los pozos negros de su compañero— ¿A dónde?

—Donde yo diga —detallaba las expresiones del asiático y observaba la larga trenza que se agitaba con los movimientos.

—No —reía bajito porque recibía un gruñido en amenaza—, este es mi hogar y no lo dejaré.

—Quiero sacarte de aquí, Fon. Esto es aburrido.

—Pero yo no quiero irme.

—Te obligaré —Reborn lo decía enserio.

—Yo no te dejaré.

—Quiero la calma que me trasmites… La quiero sólo para mí.

—Lo siento —cubría los ojos de Reborn y cerraba los suyos—, pero no cederé a tu voluntad egoísta.

—¿Por qué?

—No dejaré mi hogar, pero si quieres… puedo cederte un espacio aquí.

—No lo soportaría.

—¿Estás seguro?

—No.

—Tus respuestas jamás dejan de sorprenderme, Reborn, y a veces no termino de entenderlas.

—Así es mejor.

 

Y volvían a lo de siempre, o tal vez no.

Sólo bastaría con que alguno de ellos cediera.

 

 

Notas finales:

Les dejo esto hasta aquí, porque estaba en mi borrador y no quería que se quedase en el olvido.

La idea original algo tenía que ver con una maldición de dioses, pero no recuerdo cómo iba, al menos les dejo esto que iba a ser la introducción de una historia.

Besos~ 


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