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R27 Week (2018) por 1827kratSN

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Gustaba de ver el dolor ajeno, ser quien ejerciera ese dolor, sentirse poderoso en toda forma posible y certificar a los cuatro vientos que no había nadie mejor que él. Sentía placer por aplicar su ley, pero no pasaba más allá de eso. Era un hombre con un trabajo como cualquier otro, era bien remunerado, se sentía feliz con su vida actual, y al final era un artista a la hora de practicar sesiones de castigos especiales. Una combinación extraña de la que pocos estaban enterados.

 

—No toquen nada hasta que lleguen los de criminalística.

—Revisen la zona y memoricen los datos que pueden ser decisivos para que faciliten el trabajo de nuestros compañeros.

—Aseguren el área, no dejen que nadie pase.

—Ésta es una zona de crimen.

 

Muchas personas hablando, dando órdenes, y muy pocas teniendo bien claro lo que se debía realizar. Un crimen asustaba a cualquiera y ellos debían mantener la calma en los curiosos que les hacían el trabajo más difícil. Madrugada fría que les producía un humor irritante, ansiedad porque el cadáver estaba fresco y les daba la sensación de que se levantaría a pesar del horrible corte que le cursaba la espalda y el cuchillo clavado en el cuello de la mujer tirada boca abajo en el suelo.

 

—Reborn —el mencionado movía su cabeza en señal de escuchar—, ya hemos asegurado el área y el de criminalística ha llegado.

—¿Sólo uno?

—Dijo que él era suficiente.

—¿Quién se cree ese idiota? —alterado y ya furioso porque una mujer no había dejado de gritar y tuvieron que sedarla, salió dando pasos pesados hacia fuera de esa casa.

 

Siendo el jefe de policía de ese distrito ya se había topado con casos de asesinatos como ese y siempre tenía a, por lo menos, dos o tres criminólogos envueltos en esos estúpidos trajes de protección blanco que les cubrían la mayoría del cuerpo para apresurar el trabajo, ¡y ahora le decían que en ese caso sólo llegó uno! ¡Iba a mandar al diablo a los de ese departamento y exigiría rapidez, explicaciones y muchas cosas más!

Fue mucho peor hallarse con una menuda figurilla que acababa de colocarse la capucha de ese engorroso traje y procedía a abrir una maleta que sacó de la portezuela posterior de un auto sencillo que hasta parecía familiar. Se acercó con el ceño fruncido y dispuesto a pelear, le gruñó por lo bajo, y al estar junto a esa chica golpeó el auto con fuerza para llamar la atención. No era uno de sus mejores días cabe decir, así que sus buenos modales con las señoritas se fueron al carajo.

 

—No sé quién se cree —grande fue la sorpresa de Reborn cuando escuchó la voz varonil del criminólogo—, pero si hay una abolladura tendrá que pagar el daño —y ni siquiera lo miró, seguía preparando una cámara tradicional y los instrumentos que utilizaría para recabar evidencia.

—¿Hay falta de personal en tu departamento acaso? —si era hombre sería más sencillo, a él sí lo podía golpear.

—Trabajo solo, señor —seguía asegurándose de que todo estuviera bien con sus herramientas y guardaba dos rollos de fotografías más en sus bolsillos.

—Un solo niño novato no va a venirme a hacer perder el tiempo —volvió a golpear el auto.

—Tengo más experiencia que usted en esto, aunque no lo parezca —el muchachito ni siquiera se inmutaba.

—¡Deja lo que estás haciendo y mírame, mocoso! —tiró de la muñeca ajena y lo giró hacia él, descubriendo los brillantes ojos marrones que no deberían pertenecer a un fotógrafo forense.

—Primero, ¡no me toque! —el muchachito sacudió sus manos como si se hubiese manchado de tierra y revisó su uniforme con rapidez.

—No tengo tiempo para esto —bufó enfadado.

—Usted es el que me está haciendo perder el tiempo —arrastró cada palabra y las pronunció entre dientes— ¡escuchó! —el castaño frunció el ceño y esos ojos se afilaron de repente—. Porque quiero terminar con este caso para poder ir a comer pastel con mi… —respiró profundamente y se tocó el pecho para calmarse—. Sabe —suspiró— soy el mejor en esto, así que cállese, apártese —hizo un ademán con su mano para quitarlo del camino— y mire.

—Voy a… —Reborn apretó los puños.

—Va a hacer lo que le digo —el chico bufó antes de tomar su maleta, su cámara y cerrar su auto—, y si quiere referencias mías le sugiero llame a su jefe y pregunte… i-di-o-ta —torció los ojos antes de empujar al azabache con su maleta.

—¡Ey! Tranquilo, Reborn-kora —si el rubio no lo agarraba de seguro tendrían dos muertos en ese día—. Deja al chico trabajar, y si se demora pues te quejas con el jefe y ya.

 

Veinte minutos después Reborn tuvo que tragarse sus maldiciones y aceptar que el niño no sólo era rápido, sino que era más perceptivo que otros criminólogos con los que trabajó pues supo ver evidencias que ni ellos notaron en un inicio, además, el niño estaba tan concentrado en su tarea que a veces parecía que nadie más existía en ese mismo planeta a parte del cadáver de la chica y él. El castaño era un chico de esos que adora su trabajo a pesar de que fuera uno tan deprimente y exigente como ser fotógrafo forense.

 

—Tsunayoshi Sawada, veinte de febrero —algunos ya lo vieron hablar solo—, diez y cuarenta de la mañana. El cuerpo presenta tortura previa a la ejecución mediante arma blanca en el cuello. El arma usada para el corte en la espalda fue un hacha o un cuchillo de cocina para filetear carne, misma que no se halló por ningún lado…

 

El castaño hablaba para sí mismo y para esa grabadora diminuta mientras seguía mirando minuciosamente la escena y se acomodaba por décima vez el cubre bocas. Cuando terminaba el informe seguía con las fotografías en diferentes zonas, registrando fechas, posiciones, ángulos, y decenas de cosas más hasta el punto en que parecía que repetía las tomas, pero según él sólo estaba completando la vista periférica. Cosas de esas que los policías no entendían pero que para el chiquillo era como jugar a la comidita, cada ingrediente hacía de su plato final uno inigualable.

Aunque problemas sí tuvieron con el chiquillo.

Fue un idiota que sin querer dejó una ventana abierta y movió cinco milímetros una hoja ensangrentada, el niño elevó el grito en el cielo y exigió saber cuál era el culpable de entorpecer su minucioso trabajo. O cuando Colonello quiso invitarlo a un refrigerio de media mañana y el muchacho sólo lo miró mal y lo empujó hasta sacarlo de la escena de crimen, “su escena de crimen”. Fue gracioso hasta que le pasó a Reborn, y eso que sólo cerró muy fuerte una puerta y una de las banderillas amarillas que detallaba la evidencia número tres se cayó; tuvo que aguantarse el sermón del castaño al que le superaba en estatura, pero que ni se inmutaba por ese detalle. Discutieron hasta que ambos se quedaron sin argumentos y después Reborn sólo lo vio fruncir el ceño a la par que murmuraba maldiciones y le apuntaba con la lámpara de rayos UV.

 

—Es toda una diva —se burlaban cuando ya todos decidieron salir de esa casa y esperar a que el niño terminara con lo último del trabajo.

—Más que eso —murmuró alguien que llegó para darles “apoyo”, un azabache de ojos azules metálicos que poco hablaba y les sorprendió.

—Kyoya, ¿quieres un café-kora?

—¿El omnívoro está ahí? —pero el recién llegado ni les puso atención y sólo apuntó a la casa mientras daba los pasos para acercarse a la misma.

—Si lo molestas te morderá —los policías se reían en burla de quien ingresó por esa puerta y la cerró tan lentamente que a todos se les hizo extraño.

—Le doy cinco minutos.

—Yo tres.

—Apuesto a que sale en diez.

 

Ninguno acertó. Kyoya salió después de veinte minutos, lo hizo cargando la maleta de aquel criminólogo y con la nariz sangrando. Se hubiesen reído de no ser porque vieron al niño salir detrás del azabache mientras se quitaba el cubre bocas y mostraba su enfado en ese ceño fruncido y la mirada afilada que les envió un claro «les reto a que digan algo». Lo mejor fue cuando Tsuna empezó a darle órdenes mudas que Kyoya seguía al pie de la letra, era como ver a un perrito entrenado obedeciendo a su dueño.

No dijeron nada mientras Tsuna se quitaba aquellos guantes blancos y los guardaba a la vez que se sacaba su uniforme para demostrar que debajo de eso vestía unos jeans y una sudadera normal. También vieron a Kyoya susurrarle algo al castaño y luego esquivar un puñetazo del más pequeño, cosa muy rara porque aquel “carnívoro” parecía divertirse mucho con eso.

 

—¿Qué te traes con el fotógrafo? —claro que no se iban a quedar con la duda y en cuanto el castaño se fue, todos rodearon a Kyoya.

—Hum —ignoró a todos sus compañeros antes de irse a su patrulla.

—No sabía que eras gay —comentó Reborn sólo en modo de burla.

—Te advierto que es mío —sí, todos se quedaron callados después de eso.

 

Reborn volvió a ver a aquel chiquillo cuando éste relataba a la perfección la escena del crimen para los investigadores con los que trabajaba en el departamento, lo hacía con tal detalle que hasta le dio náuseas y no era para menos. «Los músculos del cuello se desgarraron en una vena principal, dos milímetros fueron suficientes para que toda la sangre se escapara con rapidez. La víctima seguramente convulsionó e intentó cubrir la herida porque la sangre se regó alrededor. La mujer tal vez sufrió unos cinco minutos mientras se ahogaba con su propia sangre, y ni qué decir de la herida en su espalda. Mi hipótesis es que…». Sí, demasiado asqueroso hasta para él. Lo peor de todo era que el niño se comía un pastel de fresas cuyo relleno se derramaba como si fuera la sangre coagulada de la víctima.

Lo vio constantemente a partir de ese punto pues lo transfirieron al departamento de investigación. Siguió escuchando horrores relatados por esa boca que se manchaba con dulces cada vez más —cabe la redundancia—, dulces. Se tuvo que aguantar los retorcijones en el estómago y aceptar que las cosas que el niño decía como hipótesis les servían muy bien para realizar el resto de su trabajo. Pero en la oficina no era el único lugar donde lo vio, y eso se le hizo sumamente gracioso, porque no creyó que el chico cursara ya sus treinta y tantos años y gustara de meterse en la zona de bares cada viernes acompañado de al menos cinco personas que siempre eran las mismas —Kyoya se incluía en el grupito—.

¿Y qué pasó después de eso? No estuvo muy seguro, pero su relación con el chiquillo pasó de las discusiones a… los castigos.

Tal vez no debió haber entrado a la escena del crimen cuando el niño trabajaba, aunque tampoco debió tirar un jarrón “por equivocación”, pero tenía curiosidad porque cada que Kyoya visitaba al niño salía no sólo sonriente y de buen humor, sino con alguna herida física notable.

Tenía que aceptar que el chiquillo era rápido y hábil cuando el enfado le ganaba; por eso terminó con la cara estampada en el suelo, sintiendo la presión del pie del muchacho en su espalda y con su brazo doblado hacia atrás. Al parecer el niño también sabía de técnicas básicas de lucha.

 

—Retrasas mi trabajo —una amenaza fría y sin temor— y lo has hecho a posta.

—¿Y qué vas a hacer?

—¿Acaso buscabas ser castigado, Reborn?

—Castigarme, ¿tú a mí? —a pesar de ser quien estaba en el suelo, su orgullo le impedía aceptar su error.

—No puedo hacer mucho porque estamos en horario de trabajo —una suave risa brotó del chico—, pero algo puedo hacer.

 

El aliento de Tsuna chocó contra la oreja del investigador en el suelo, quien se rió porque el niño era de muchas palabras y poca acción; Reborn hasta quiso levantarse o lo intentó hasta que sintió la rodilla de Tsuna ejercer presión sobre su omoplato derecho y causarle dolor agudo. Gruñó por lo bajo porque iba a pelear, o esa fue la intención hasta que sintió una mano que se deslizó por la parte posterior de su rodilla en una caricia notoria y ascendente por su piel cubierta de tela.

Jadeó cuando sintió esos dedos pellizcar sus músculos laterales, bufó al sentir esos dedos abrirse paso por entre sus muslos y llegar a la unión de sus piernas y por ende a sus testículos. Escuchó una burla reflejada en la risita que Tsuna soltó antes de que esos dedos apretaran su escroto como si fuera un botón pulsante. Lo insultó antes de perder el aliento cuando sus testículos fueron fuertemente apretados y un escalofrío le recorrió la espalda. Dolió y le envió también una oleada de sutil excitación, para después ser dejado en el suelo pues el niño salió del lugar lanzando maldiciones en pro de que no volviera a interrumpir su trabajo o le iría peor.

 

—Te dije que el omnívoro es mío.

—Gracias por ayudarme —Reborn bufó en burla mientras se levantaba del suelo ignorando el ardor leve en sus bolas y miraba a su visita.

—No te le acerques —Kyoya frunció su ceño evidentemente.

—Así que ese es el tipo de castigo que te gusta recibir —se relamió el labio superior antes de sonreír con burla—. Tienes gustos muy raros, Kyoya.

—Te gustó, ¿no es así? —frunció el ceño.

—Que esto quede entre nosotros, Kyo-chan.

 

¿Gustarle? Si bien fue raro, aceptaba que le gustó saber que el niño no sólo tenía carácter de diva, sino que sabía defenderse, infringir respeto, y castigar de una forma no violenta pero que causaba dolor físico de igual forma. Y que se jodiera Kyoya porque le interesó saber si el niño podía ir más allá que solamente apretarle los huevos. Le nació una insana curiosidad con sólo ese castigo y el morbo de haber sido sometido a tan solo cinco metros del cadáver de un hombre. Ahora hasta se sentía enfermo, pero era interesante.

 

—Violada —Tsuna revolvía su pudín de chocolate mientras detallaba lo que suponía sucedió en el nuevo caso— de forma anal y vaginal —recogía un poco de pudín en su cuchara y amagaba con metérsela en la boca—. Encontré rastros de heces cerca de esa cama, así que…

—¡Podrías no decir eso mientras te tragas el pudín! —uno de los investigadores que escuchaban tuvo que levantarse para no ceder ante las arcadas.

—Niñita —bufó Tsuna ante de saborear su postre y relamer la manchada cuchara—. ¡Que lo saquen de aquí porque no tolero a los novatos con estómago de colegiala! —rodó los ojos y chasqueó sus dedos cual diseñadora de modas mandando al demonio a una modelo inexperta— ¡Rápido! ¡No tengo su tiempo! —siguió chasqueando sus dedos.

—Vete —Reborn rio sin poder evitarlo porque el niño era interesante y divertido—, vamos —suspiró antes de retomar compostura—, después te haremos llegar el informe.

—No sé cómo lo aguantan —murmuró el joven antes de abrir la puerta y salir.

—¡Ja! —Tsuna sonrió victorioso— Marica —se burló y los demás rieron sin poder evitarlo—. Como decía… —miró su reloj con interés—. Perdón, pero hasta aquí llego —se levantó de un salto y recogió su pudín.

—Ni lo creas, Tsuna —Reborn se le interpuso antes de que siquiera diera dos pasos—. Termina y ahí te vas —lo agarró de la mano y lo devolvió al asiento con un movimiento violento.

—¡No me gusta que me toquen! —hizo una mueca de asco antes de sacar un gel antibacterial y empezar a desinfectar sus manos con desesperación—. ¡Jamás lo hagas de nuevo! —chillaba histérico mientras hacía ruiditos entre dientes y miraba que su piel estuviera intacta—. Es asqueroso.

—Tienes problemas.

—Qué novedad —el castaño rodó los ojos—. Ahora bien, anoten rápido porque no voy a parar, ya estoy retrasado.

—¿Y se puede saber a dónde vas? —pero lo ignoraron.

—El agresor no uso condón así que, si examinan bien el poco ADN que la chica tiene dentro de sí, pueden tener…

 

Dos meses después, molestarlo se convirtió en tradición. Y si bien Reborn tuvo problemas con Kyoya, quien evidente trataba de ligarse al castaño sin remedio, le importó un pepino porque esa faceta escondida del niño le gustaba. Al inicio Tsuna lo ignoró olímpicamente, después respondía a sus acciones con miradas, insultos y puertas en la cara; pero después los castigos se daban sin contemplaciones porque era obvio que hasta ese chico se dio cuenta de que eso era a lo que quería llegar.

 

—Si quieres ser castigado con seriedad, te puedo dar una cita —en medio de esa llave asfixiante aplicada al azabache, Tsuna habló—, y los dos lo disfrutaremos mucho. Yo para vengarme de tus intentos por molestarme, y tú tendrás tu preciada eyaculación bajo sesión BDSM.

—¿Y… que hay con… Kyoya? —hablaba entrecortado pues su garganta estaba siendo estrujada.

—¿Y qué tiene que ver él? —en ese descuido el castaño aflojó su agarre y Reborn aprovechó para girar los roles y ahora ser él quien tenía al castaño contra el suelo—. ¡No me toques! ¡No me toques! —rezongaba Tsuna porque la manga de su traje protector se levantó y los dedos de Reborn sujetaron la piel—. ¡Joder! Te dije que no me gusta que me toquen.

—¿Tienes una relación con él? —obvió los problemas del castaño con el contacto físico y lo presionó— ¿O al menos sexo?

—Creo que tengo náuseas —murmuraba pues seguía sintiendo los dedos de Reborn en sus muñecas.

—Vamos, Tsuna —se acercó a ese rostro que reflejaba pánico puro—. Contesta y te suelto.

—Las relaciones no son lo mío —habló a prisa mientras cerraba sus ojos y pataleaba—. De sólo pensar en la piel muerta que desprende otra persona me… ¡ay, dios! ¡Ya suéltame! —alzó su voz—. Ahora quítate porque necesito antibacterial.

—En serio tienes un problema —Reborn rió antes de dejar ir al niño que se veía la piel como si estuviera llena de lodo o algo—, pero, ¿para cuándo me das una cita?

—¡Nunca! —y salió corriendo de la escena del crimen en busca de su kit de limpieza.

 

Fue difícil, aunque en el tiempo de espera también vio como Tsuna rechazaba a Kyoya tras romperle la nariz. Se rió con sus compañeros por semanas, porque en sí todo lo sucedido no fue una agresión real. Lo que pasó en realidad fue un accidente, pues Tsuna tropezó con una escalera después de rechazar una cita y ésta cayó encima de Kyoya junto con otras cosas; y sucedió lo que sucedió.

Aunque la herida que Colonello recibió después de pisar encima de las huellas del criminal, eso sí fue a propósito. Tsuna le arrojó su caja de herramientas y el rubio terminó con una cortada en la ceja y un labio hinchado, eso porque logró esquivar parte del equipo. Cosas interesantes que pasaban con Tsuna trabajando a par que ellos.

Pero entonces llegó el día en que Tsuna accedió a darle una cita alegando que estaba harto de ser interrumpido en su trabajo. Pero dejó bien en claro que solo sería una sesión y nada más. Cosa que Reborn cambiaría si llegaba al caso de que le gustase eso del BDSM. Y le gustó.

 

—Generalmente hay una palabra clave para que me detenga —Reborn miraba con extrañeza como Tsuna sacaba un par de guantes negros que parecían de látex y se los colocaba haciendo un ruido final pues los estiraba y soltaba.

—Qué considerado —se hallaba sentado en medio de un cuarto iluminado por una lámpara fosforescente de color amarillo pálido, sentado sobre un extraño sofá-cama tapizado de cuero, y en un departamento ubicado en medio de la zona de bares en un local donde el dueño, al parecer, tenía a Tsuna como cliente típico.

—Pero como me has hartado con tu acoso —la mirada del castaño se oscureció y esa sonrisa se torció en una mueca que predicaba dolor—, te aguantarás hasta que yo termine contigo —se relamió los labios.

—No me asustas, sé tolerar bien el dolor.

—Una bala supongo —Tsuna rió antes de quitarse el abrigo y quedar solamente en una playera sin mangas que se pegaba a su cuerpo delgado, pero con los músculos correctamente torneados—. ¡Ay! … ternurita —dramatizó.

 

Reborn fue desnudado sin cuidado hasta quedar sólo en ropa interior, ni siquiera se le fue permitido hablar mientras Tsuna lo desvestía; y si se atrevía siquiera a suspirar muy fuerte, uno de sus pezones era firmemente estrujado por contados veinte segundos. Interesante, no sabía que el dolor en esa zona sería algo estimulante para el resto de su cuerpo. Después se quedó de pie siendo escrutado minuciosamente por esa mirada achocolatada que giraba en torno a él. Y al final escuchó un largo suspiro lleno de satisfacción que de alguna forma le hizo inflar el pecho en orgullo de su bien trabajado cuerpo.

Tsuna jamás dejó de lado esa personalidad aniñada y caprichosa, incluso en ese punto exigía que se respetara su “trabajo” de tal forma que hasta firmaron algunos papeles que a Reborn ni le interesaron mucho porque eran acuerdos de confidencialidad. Nada raro hasta ese punto, nada más que rutinarias acciones como las que vio en televisión o leyó en alguna página de internet. Fue atado de manos y pies a los extremos de esa cama por amarras de cuero que le impedían moverse demasiado, siendo escrutado nuevamente por largo rato bajo la atenta mirada de ese iris chocolate que destellaba un brillo extraño, diferente, como pocas veces vio en esos meses. Y cuando a Reborn se le ocurrió hablar porque se estaba aburriendo, su garganta fue presionada hasta que se le cortó el aire.

 

—Aquí mando yo —dejó de ahorcar a Reborn para que este tosiera un poco y recuperase el aire—, aquí yo decido los castigos y tú cumples cada orden que te doy.

—¿Y si no? —carraspeó.

—Veremos si sientes placer con los castigos —se mordió el labio inferior y sonrió—. El primero es… este.

 

Reborn soltó el aire cuando una fusta de cuero negro marcó su vientre bajo con sutileza, pero dejándole una suave marca rosada en su banca piel. Soltó su risa porque en serio creyó que eso sería todo, pero entonces escuchó el chasquido de su “amo” y un nuevo golpe le quitó las ganas de protestar pues fue tan fuerte que su piel adquirió un tono rojo intenso. Tres golpes después, supo que el castaño iba en serio y que para eso eran las amarras en su cuerpo.

 

—Me has fastidiado hasta el cansancio en estos meses —agitó la fusta y golpeó suavemente el pecho de su víctima—, has colmado mi paciencia— elevó la fusta y sonrió con malicia— y debes ser castigado como un ¡perro! —un sonido silbante se daba antes de que el cuero maltratara el pezón izquierdo del investigador en ascenso.

—Joder —vociferó siseando al aspirar el aire con sus dientes cerrados y dejando su cabeza caer en esa cama de cuero.

—¡No hables, dije! —otro golpe en el pezón sano, con fuerza y precisión—. Sólo hazlo cuando te lo diga —rio por lo bajo antes de morder la punta de la fusta—, y por ahora tu voz me sigue estresando.

—¿Y si quiero que pares? —se relamió los labios y tiró de sus amarras en las muñecas ocasionando un ruido seco.

—¿Recuerdas lo que te hice firmar? —Tsuna sonrió antes de acercarse al rostro de Reborn—, lo que no leíste —susurró con sensualidad al estar junto al oído ajeno.

—¿Qué fue…? —oh, sí, ahora se estaba preocupando.

—Dice que esto se extenderá por dos horas sin opción a palabra de seguridad —se alejó de Reborn mientras agitaba su fusta, chasqueaba sus dedos enguantados y meneaba su cadera con sutileza.

—No jo… agh —sintió dos latigazos más en cada pezón y cerró los ojos porque su piel cada vez se ponía más sensible.

—Reborn el egocentrista y hombre perfección —Tsuna se burló mientras rodeaba aquella cama y se detenía frente a la hombría ajena—, ahora sometido por un simple fotógrafo forense. ¡Cuán impactado estoy! —dramatizaba con una de sus manos posada sobre su pecho.

 

Reborn no dijo nada, entendió que el dolor sería infringido sin control si es que no seguía con las órdenes impuestas al iniciar esa sesión. Y aunque le jodiera la existencia, vio al niño sonreír gustoso pues tenía el control total y legal. Aprendió a no subestimar a ese castañito afeminado.

Golpecitos suaves, como caricias rudas, fueron cedidas, mismas que dejaron marcas rosadas en sus piernas, vientre y después pasaron a su intimidad. Golpes que, aunque no deseara hicieron a su miembro despertar de a poco, placer engañoso que lo inundó a la par de la voz de ese chico quien cantaba algo en susurros. Jodido su cuerpo sensible.

 

—Hace dos días intentaste besarme —Tsuna siseó en la oreja de Reborn, pero jamás haciendo contacto con la piel ajena—, ¿por qué? Dime.

—Quería saber por qué Kyoya te desea tanto.

—Porque es un tabú —con sus dedos enguantados repasó los labios de Reborn y de paso jugueteó con las patillas rizadas del mismo—. Porque lo tiene prohibido… Porque no me gusta el contacto físico con alguien que no sea mi madre.

—Eso es porque necesitas terapia —miró al castaño con burla.

—¿Te pedí que hablaras? —dijo imitando una voz infantil.

—Maldición —gruñó antes de tensarse.

—Hora del castigo —hizo pausas entre cada palabra antes de soltar su primera carcajada.

 

Reborn vio como el niño se subió a aquella cama y recién ahí se fijó que aquellos pies también estaban protegidos por alguna cosa de látex negro. Lo vio caminar y pararse en medio de sus piernas abiertas y atadas. Apenas pudo mirarlo con curiosidad antes de sentir una presión sobre su semi despierta erección. Jadeó, pero se obligó a cerrar la boca mientras el pie de ese castaño presionaba su miembro con fuerza y después lo liberaba para volver a repetir el proceso una y otra vez. Dolió en un inicio, pero después aquellos dedos empezaron a moverse en círculos, presionando, jugando con sus nervios y provocándole una erección ya visible.

 

—Eres un cerdo.

 

El último pisotón fue más fuerte y el dolor se extendió como un líquido que se regó por su piel para encenderla en fuego. Reborn no expulsó sonido alguno, cumplió con la orden de estar callado, por eso se extrañó cuando el chiquillo le bajó el bóxer y estrujó su pene con fuerza. Lo miró en protesta porque no se merecía algún tipo de castigo, pero esa menuda figura sólo le sonrió de lado antes de empezar a masturbarlo con delicadeza y lentitud.

Sentía claramente el látex que tomaban la figura de esos dedos, mismos que rodearon su pene y se movieron de arriba a abajo de tal forma que todo su miembro fue atendido. Jadeó sin poder evitarlo, y lo hizo mucho más fuerte cuando la mano libre de aquel niño empezó a manosear sus testículos.

Eso le gustó, pero no duró.

Sintió los dedos de Tsuna clavarse en su escroto y pellizcarlo con fuerza, soltó una queja sutil pues si bien le dolía, su pene le enviaba oleadas de placer ya que su punta estaba siendo masajeada en círculos y su prepucio era descendido con habilidad. Placer y dolor combinados que lo hicieron mover la cadera en un vaivén que Tsuna detenía si no le gustaba.

 

—No te vas a venir, Reborn. Aún no.

 

Sintió un cosquilleo en su nuca al escuchar su nombre ser casi gemido por el chico que seguía torturando su intimidad, ni siquiera tuvo fuerzas para levantar su cabeza y mirar, pero tal vez así fue mejor. Llegó a un punto de letargo que desapareció cuando sintió algo extraño rozando la punta de su pene, después percibió su uretra siendo forzada y ahí abrió sus ojos y soltó la tan ansiada pregunta. Su condena a un castigo de otro nivel había llegado.

 

—¿Qué carajos haces, Tsuna?

—¿No has escuchado de los dilatadores de uretra? —soltó una risita burlona antes de introducir el pequeño juguete en forma de una gruesa aguja con protuberancias redondeadas y girarlo con mucho cuidado.

—Carajo —siseó.

—Te has portado muy mal, así que… te dolerá un poquito más de lo normal —y sin más, ingresó la mitad del artefacto—. Mañana te dolerá al hacer pis —rió divertido antes de saltar de esa cama y seguir tarareando esa tonta canción.

 

Reborn se estaba arrepintiendo de provocar a ese niño, pero admitía que todo estuvo siendo interesante y placentero hasta antes de esa cosa que le metieron por la uretra pues se sentía incómodo y tenía la sensación de que esa cosa se le iba a introducir hasta la vejiga. Lástima que no tuvo tiempo como para analizarlo mejor pues poco después aquel chico lo tenía en una posición diferente.

Tsuna movió algunas cosas, presionó un botón y de repente la cama se dobló un poco por debajo de las caderas del azabache y lo obligó a flexionar las piernas. El frío cuero le erizó la piel de los muslos que fueron atados y unidos a cada tobillo correspondiente, mientras Tsuna fingía gemidos queditos y trataba de volverlos agudos como los de una mujer. Un estimulante auditivo que Reborn no pudo mitigar y terminó por completar su erección. El niño sabía como jugar.

 

—Reborn, ¿sabes en donde está el punto G de un hombre?

—Oh, no —luchó contra sus ataduras—. No te atrevas —amenazó.

—¿Y qué creías? —Tsuna se rio antes de rodar los ojos y mirarse los enguantados dedos— Que un BDSM entre dos hombres, incluso en una sesión con una mujer como dominatrix iba a quedarse sin esa divertida experiencia.

—No te atrevas a meterme algo ahí abajo —jadeó.

—No te escucho, Reborn~

—¡Tsunayoshi!

—Empecemos con mi dedo —canturreó mientras movía sus falanges.

 

Y sin evitarlo Reborn maldijo al mocoso que reía suavecito mientras colocaba el lubricante en sus dedos y hacía señas con su mano libre para declarar la cuenta regresiva. El azabache se tensó, intentó luchar, pero tal y como estaba mucho no pudo hacer. Poco después sintió un invasor en aquella zona que nunca pensó que dejaría de ser casta y virgen. Jadeó enfadado mientras aquel intruso exploraba sus entrañas mientras su “agresor” reía bajito ante los diferentes gestos que seguramente hacía.

 

—¿Lo hallé?

 

Tsuna sonreía con prepotencia cuando Reborn apretó los labios, emitió una especie de gruñido gutural, y tembló. Manoseó aquella parte con lentitud, frotando delicadamente, viendo como en cada estimulación Reborn perdía un poco más de esa fuerza de voluntad, hasta el punto en que lanzó una maldición y Tsuna como castigo introdujo otro de sus dedos. Un juego similar se dio hasta que tres eran las falanges que dilataban la cavidad anal del investigador, eso mientras el fotógrafo se regocijaba bailando torpemente una melodía de Lady Gaga que colocó en su celular.

Una burla cruel.

 

—Hum. Ya es suficiente —Tsuna sacó sus dedos de sopetón causando el alivio del azabache que recostó su cabeza y jadeó con mayor placer—. Estás ya suficiente excitado, así que te quitaré el dilatador.

—Ya era hora —su voz estaba ronca porque mal o bien su libido estaba encendida, sentía calor en la mayoría del cuerpo y el sudor se deslizaba por su frente.

—Con cuidadito —Tsuna sonrió antes de retirar el dilatador del pene del azabache para proceder a limpiarlo y guardarlo—, porque ahora se viene el acto final.

—No más —casi sonó a un ruego.

—Te quedan quince minutos en mis manos, Reborn.

—Joder.

—Espero que con esto último aprendas a no molestarme… o que me molestes el doble para que los castigos sean mucho más divertidos —se relamió los labios secos mientras buscaba algo entre sus cosas—. Podemos seguir con bondage o látigos, no sé… como recién eres novato tengo que ser delicado.

—¿Qué diablos vas a hacer ahora?

—¿Has escuchado de los dildos? —lanzó un chillido agudo antes de reírse— ¿Vibradores o cosas así? ¿Te suena familiar?

—No te atrevas… agh —dolor en su ano que le dio la mala señal.

—Ups, se me resbalaron los dedos —risa estruendosa que daba paso a los ahogados gemidos del azabache—. Gime —susurró.

—Jamás —tragó saliva antes de morderse el labio inferior.

—Gime o lo encenderé en el nivel máximo —amenazó con su voz grave y profunda.

 

Dos minutos después Reborn cedió ante el pedido de su dominante soltando su voz en susurrantes suspiros y jadeos; en recompensa, Tsuna dejó el vibrador en el nivel dos. Pero el castaño no planeaba quedarse el tiempo restante de la sesión. Antes de despedirse, Tsuna se quitó los guantes, los hizo una bolita y los metió en la boca del azabache para que dejara de soltar gruñidos entrecortados. Tras una pequeña burla más, un beso volado, un guiño, Reborn fue dejado a su suerte.

Sin embargo, al cumplirse las dos horas resonó un pitido constante y Reborn poco después sintió una de sus manos ser liberada de la amarra de cuero dándole la oportunidad de zafarse, quitarse el vibrador del culo, olvidarse que eyaculó por el estímulo en su próstata, y vestirse para fingir que la virginidad de su trasero seguía intacta.

 

—Me las vas a pagar, niño.

 

Promesa lanzada al aire. Reborn se juró a sí mismo hacer que ese niño fuera el que gimiera en su siguiente encuentro y él sería quien lo torturaría tocándole cada fibra de piel y penetrándolo no con un dildo, sino con su virilidad. Oh sí, le gustó ese juego y lo iba a continuar.

 

 

Extra…

 

 

—Su cerebro hizo ¡kabum! —Tsuna apuñalaba su flan para describir su punto—. Entonces no fue un simple accidente laboral, fue algo más que eso, le metieron algo en el centro y lo hicieron estallar.

—Eso es horrible.

 

Mientras el castaño seguía con su explicación, el último integrante de esa reunión entró en silencio y se acomodó en una esquina para apreciar la seriedad laboral de ese castaño, misma que contrarrestaba con lo que pasó ese domingo. Reborn estaba planeando alguna forma para cobrar algo de venganza y suplir sus mundanos deseos por destrozar ese cuerpecito con una enfermedad mental o fobia hacia los gérmenes y al contacto físico.

 

—Reborn, demoraste-kora. Te estás perdiendo de lo divertido.

—Eso explicaría el pulsador que hallé en…

—Te tardaste en el baño —comentó su compañero sin mala intención.

—¿Te duele al hacer pipí? —Tsuna rio suavecito antes de mirar a Reborn, incluso dejando de lado su preciado trabajo— Aww… —hizo un puchero con sus labios—, pobrecito.

 

Todos los presentes detuvieron su concentrado estado para mirar al castaño y después a Reborn quien ni se inmutó antes de beber un poco de su café. Pero las dudas estaban allí. Tsuna ignoró a todos antes de seguir con su explicación, o eso intentó. Cuando Reborn terminó su café caminó hasta posarse a espaldas del castaño y proseguir con su pequeña venganza.

Con sigilo el azabache se acercó al parlanchín y con rapidez aprisionó uno de los brazos, lo dobló hacía atrás y estampó la cabeza del castaño en la mesa. Todos quisieron detenerlo, pero antes de que alguien se acercara, Reborn sonrió arrogante y sin prisa deslizó su lengua por el cuello del castaño quien chilló agudamente mientras palmeaba la mesa con su mano libre.

 

—¡Te dije que no me gusta que me toquen!

—Mi lengua te está ensuciando, Tsuna —sonrió arrogante antes de soltarlo.

—¡Voy a vomitar! —con dramatismo el castaño se levantó y con una servilleta intentó quitarse la saliva del cuello mientras ahogaba las arcadas dadas debido al asco.

—¡Reborn! Deja de violar el espacio personal del niño —criticó uno de los presentes.

—Cierto —el castaño entonces detuvo sus acciones y miró al azabache, torció una de esas sonrisas— deja de violar mi sensible cuerpo.

—No te atrevas —advirtió.

—Tal y como yo violé tu culo ayer.

 

Silencio sepulcral. Miradas confundidas. Alguien derramó su café en el suelo. Todo quedó en shock momentáneamente hasta que Tsuna recordó los gérmenes en su piel y asqueado exigió gel antibacterial con urgencia mientras Reborn recalcaba que los malditos gérmenes se reproducían a cada segundo y se desperdigaban por toda la piel de Tsuna. Pánico, boqueos y risas.

 

—¡Voy a bañarme con cloro!

—Mis gérmenes ingresarán hasta tu boca.

—¡Voy a beber cloro! —y sin decir más, el castaño salió corriendo de esa sala de reuniones.

—Tiene que ir a un psicólogo con urgencia —reía Reborn siendo acompañado por un par de sus colegas.

—Kyoya, ¿a dónde vas? —sentenció Colonello al notar que su más nuevo compañero se levantó de su asiento.

—El omnívoro de verdad se beberá el cloro si no lo detengo.

—¿No me dirás nada, Kyoya? —Reborn estaba satisfecho con lo hecho, pero quería ver qué pasaba si molestaba a ese carnívoro.

—El omnívoro ya hizo suficiente —salió tras agarrar el frasco de antibacterial, dejando a todos con las ganas de expresar sus dudas.

—Idiotas —murmuró Reborn antes de servirse otro café ante la atenta mirada de sus compañeros.

—Y… —pero alguien tenía que preguntar—, ¿lo del culo era verdad-kora?

—¿Y es verdad que tú embarazaste a Lal?

 

Nadie contestó y el silencio formaría sólo más dudas en ese grupo de trabajo.

 

 

 

Notas finales:

Me reí mucho durante la realización de este intento de NSFW ajajaja. Perdón por lo occ que salió, pero deben admitir que sí fue gracioso alv. También me disculpo por si hay alguna incoherencia médica, pero no tuve mucho tiempo como para ponerme a estudiar medicina con San Google XDDD.

Krat les desea días llenos de perversión~

Besos y abrazos~


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