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R27 Week (2018) por 1827kratSN

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—Si es que no acepto el puesto como líder Vongola, ¿qué harás tú?

 

Los nervios le carcomían el cuerpo, sus manos sudaban, sus mejillas internas estaban destrozadas de tanto que las mordía. Mantenía su vista fija en su tutor ya libre de aquel chupete que lo condenaba a ser un arcobaleno; esperaba ansioso una respuesta, aunque su intuición ya le dio la pista que necesitaba.

 

—Me iré porque no tengo más que hacer aquí. No seguiré desperdiciando mi tiempo y me enfocaré en buscar a un digno sucesor para entrenarlo.

 

Tsuna quiso llorar, pero se contuvo porque muchas dudas estaban en su cabeza, muchas emociones surcaban su ser y había pesares que ni siquiera entendía. Agachó su cabeza y jugó con sus dedos al escuchar que le exigían una respuesta ante la tan indeseada pregunta. No quería unirse a la mafia, nunca quiso hacerlo, tenía miedo de poner en riesgo a sus amigos y familia.

 

—No quiero hacerlo.

—Ya has decidido, Tsuna.

 

La vida entonces fue tan silenciosa, desanimada y triste. Ya no tuvo al huésped indeseable en su cuarto ni en su casa; y aunque se suponía debía sentirse feliz porque su vida normal volvía, se sentía incompleto. Era tan jodidamente difícil aceptar que desde hace un tiempo sentía que sin Reborn nada le saldría bien o siquiera deseaba seguir viviendo esa vida mediocre y aburrida.

Dos días después aceptó que no sólo extrañaba a Reborn, pero también vio llegar a aquel niño vestido de traje con la noticia de que lo entrenaría para ser el Neo Primo Vongola. Fue tan estúpido y perfecto que no pudo evitar reírse de su suerte.

Desde ese entonces tres años más habían pasado. Y de nuevo la misma pregunta se daba, aunque el título era una invención rara por parte de Nono para ocultar que sería el décimo jefe de Vongola en caso de aceptar el trabajo. A veces desearía poder retroceder el tiempo y repetir esos maravillosos y calmados —tolerablemente—, años de vida estudiantil junto con sus amigos.

 

—Quiero que tomes una decisión que complazca a Nono y a todos los aliados.

—¿Y qué harás tú después de eso?

—Si te niegas, me iré; si aceptas, también lo haré.

 

Algunas cosas habían cambiado en ese tiempo, como la figura de Reborn que en ese momento aparentaba ya casi los diez años, crecimiento acelerado porque él mismo expresó querer recuperar su forma adulta y Verde lo ayudó a pesar de los efectos segundarios que no eran nada más que malestares superables y tolerables. Tsuna suspiró una vez más cuando se dio cuenta de que él ya tenía sus dieciocho años y ahora sí tenía que decidir qué hacer con su vida.

 

—Reborn.

—Estoy esperando, dame-Tsuna.

—Reborn… te…, ¿te que-quedarías conmigo?

—No tartamudees —exigió con seriedad y cruzándose de brazos—. Se supone que te quité esa maña a base de entrenamiento, harás que me enfade.

—No quiero parecer un futuro jefe patético —rió bajito.

—Lo entendiste bien.

—Entonces lo repetiré. Reborn, ¿quieres quedarte conmigo?

 

Sonrió sin poder evitarlo porque aquella preguntó sonó muy extraña incluso hasta para su propia percepción y, aun así, no pudo encontrar otras palabras para expresar aquella necesidad descubierta desde hace un par de años atrás. Él no quería que Reborn se alejara, no podía siquiera imaginarse su vida sin ese tutor espartano, caprichoso y egocentrista amante del café. Tsuna sentía que algo lo unía a él de forma tan fuerte que la sola idea de una distancia permanente le causaba dolor en el pecho.

 

—Te volverás dependiente de mí.

—No será así.

—No podrás tomar decisiones por tu cuenta, no serás independiente, y no serás un buen líder si te aferras a algo tan volátil como yo.

—Pero…

—Si me dan una misión iré, si tengo algo que hacer ni siquiera te avisaré. Soy libre de hacer lo que me plazca pues ya no tengo una relación laboral contigo.

—Pero —susurraba cada vez más bajito.

—No te aferres a mí.

 

Tsuna no sabía cómo decirle que no sólo quería aferrarse a él, sino que deseaba que Reborn también se volviese dependiente de su persona. Anhelaba que ambos se necesitasen mutuamente. Tenía emociones encontradas que ocultó por miedo al rechazo colectivo, o simplemente por miedo al rechazo de la persona que en ese momento estaba frente a él exigiéndole una respuesta.

 

—Sólo pido que estés ahí para cuando necesite un consejo o cuando haga una tontería y necesite un golpe —el castaño forzó su sonrisa, pero su tutor seguía tan serio como al inicio.

—Como jefe errarás o acertarás y tendrás que asumir las consecuencias de eso.

—Pero necesitaré apoyo.

—Tu apoyo será tu familia.

—Reborn, no me estás entendiendo.

—Es porque estás dando rodeos y no entiendo a qué quieres llegar, dame-Tsuna.

 

Tsunayoshi sintió un nudo en su garganta y en su estómago. No sabía cómo expresarse, no tenía idea de lo que pasaría después, pero quería sacarlo de su sistema o explotaría en algún momento. Y, aun así, esa mirada color carbón le intimidaba como en antaño. Era gracioso que ahora entendiera los pesares de Dino y esos traumas que tenía en memoria de sus tutorías con Reborn.

 

—Yo quiero que te quedes conmigo —habló con claridad y en tono audible.

—¿Por qué?

—Porque —suspiró—, porque te quiero —tomó pausas entre cada palabra y sintió su cuerpo más ligero, aunque algunas náuseas también lo atacaron.

—Tengo la apariencia de un niño de diez años.

—Lo sé.

—Fui tu tutor por años.

—Lo sé —desvió la mirada hasta sus dedos.

—¿Y dices ahora que te gusto?

—Creo que eso dije —el castaño se mordió el labio antes de reunir fuerzas para no tartamudear—, es decir, acabo de decir que me gustas y por eso no quiero que te alejes.

—¿Acaso entiendes las consecuencias de lo que acabas de decirme?

—Las entiendo, las tuve en cuenta durante dos años, y al fin pude reunir el valor como para decir esto.

—¿Has pensado en los problemas, las miradas, los herederos que necesariamente debes ceder y que no podrás tener?

—He hallado una solución para cada cosa —sonrió nervioso, mirando sólo por segundos al azabache de rizadas patillas que se mantenía sereno para después fijarse en el suelo.

—¿Has pensado en que yo no te corresponda?

—Sí —suspiró antes de mirar a Reborn a los ojos—, y estoy listo para el rechazo, pero al menos sé que pude decirlo.

—Sólo quiero que me respondas una cosa.

—Dime.

—¿Serás el décimo Vongola?

—Sí, lo seré.

 

Algo que Tsuna odiaba era que su tutor hacía algunas cosas sin dar explicaciones, esa fue una de esas ocasiones. Vio la sonrisa de Reborn, pero nada más que eso antes de que el azabache se levantara y saliera de la sala en donde se habían quedado a platicar. Quiso tener esperanzas, pero las desechó enseguida porque estaba claro que fue rechazado de forma tajante, aunque sin palabras mordaces.

Triste era una palabra muy insignificante como para reflejar lo que sintió en ese entonces, y aun así no se detuvo a sentirse desdichado o a deprimirse por algo que vio venir desde hace años.

Reunió a sus amigos, les expresó la decisión tomada. Vio a cada uno aceptar el puesto como guardián en Vongola, reverenciarle y prometerle lealtad; incluso el pequeño Lambo demostró su buena intensión para ir con él a la sede de Italia y formar su nueva vida como mafioso en la familia Vongola. Lo siguiente fue decirle la noticia a su madre, camuflándola como una beca completa ganada en el extranjero que le aseguraba estadía permanente y trabajo a futuro. El resto fue empacar, despedirse de los que se quedarían en Japón, y seguir con su vida.

 

—No te ves feliz, Tsunayoshi.

—Lo siento, pero algo no me ha dejado de inquietar —Tsuna bebía té junto a su antecesor en esos días previos a la ceremonia de sucesión.

—Creo saber lo que es —sonreía con comprensión— y te diré que él está bien.

—¿Lo ha visto? —preguntó ilusionado.

—Es un buen amigo y vino a contarme algunas cosas antes de partir.

—Así que… Reborn se fue —Tsuna soltó un suspiro resignado.

—Seguramente volverá cuando se le requiera.

—Así es él, supongo —recuperó un poco de su semblante antes de sentir las palmaditas en su espalda.

—Tsunayoshi, no decaigas, porque a veces la vida es sabia y suele hacerte esperar para que todo salga perfecto.

—Gracias por los ánimos, Noveno.

 

Como supuso, la falta de aquella presencia espartana le afectó de diferentes formas, pero logró reponerse porque en honor a su maestro tenía que ser un buen jefe mafioso. No quería defraudarlo o ensuciar su intacta hoja de vida. Tsuna reía ante sus propios pensamientos antes de acomodarse el traje y seguir con los preparativos para la ceremonia de sucesión.

Trajes pulcros, fino reloj de oro, una capa similar a la de primo Vongola —regalo de Timoteo—, los buenos deseos de su familia y su férrea voluntad de tomar a Vongola y devolverla a su forma original. Como fue el deseo de sus antecesores y del propio Reborn, tomó el anillo que lo dictaba como jefe y juró guiar a Vongola hacia su máximo esplendor. Nada muy diferente a lo que intentaron hacer alguna vez antes de que Simon se volviera un enemigo manipulado por Daemon… Recuerdos que no podría borrar de su memoria, aunque deseara.

Tuvo que charlar con decenas de personas en esa fiesta, controlar a sus guardianes para que no armaran alboroto, cargar a Lambo y llevarlo a su habitación cuando se quedó dormido en la mesa de los bocadillos, sonreírles a las aliadas que por alguna razón empezaron a acosarlo en cierto punto de la fiesta para que bailase con ellas, y al final despedirse de todos para disfrutar de un poco de paz. Aunque en realidad dejó que los empleados se encargaran de los borrachos que quedaron desperdigados en el patio y él se perdió en medio de su caminata sin rumbo fijo.

Nota mental: controlar el consumo de alcohol en esas fiestas.

 

—Nono, lo acompaño a su habitación.

—No hace falta —sonreía el anciano que caminaba con ayuda de su bastón por un solitario pasillo—. Iré solo y tú descansa, ha sido un primer día muy ajetreado.

—Bueno, no tengo sueño —sonrió con vergüenza.

—Entonces ve a tu oficina y entretente revisando qué tareas te he dejado —rió con ganas antes de agitar su mano en despedida.

—Nono —rezongó como niño pequeño antes de reír—, al menos así me distraeré un rato.

 

Caminó por esos pasillos, ignorando las ilusiones que protegían ciertos sectores y jugando a que sus dedos se encendieran con llamas de la última voluntad que iluminaron su camino hacia la que sería su oficina. Era tanto el silencio que escuchaba con claridad su corazón latir o su respiración acompasada con cada paso que daba. Se sentía solo y eso le ponía un tanto triste.

Ingresó a su despacho y sin mirar su alrededor se dirigió a su silla, se sentó, apagó las llamas de sus dedos y después posó su mejilla en la fría madera mientras, entre tanteos, buscaba el botón de su capa para quitársela y sentirse un poco más libre. Era un día importante y aun así no sentía que lo fuera, porque le faltaba alguien para que en realidad se sintiera especial.

 

—Te ves deprimente —Tsuna se puso alerta ante esa gruesa voz y se levantó de un salto.

—Muéstrate —ordenó con firmeza.

—Vine a saludar al décimo Vongola.

—En la fiesta tuvo la oportunidad de hacerlo, es un atrevimiento que pise sitios exclusivos en mi mansión.

—Te comportas como un buen jefe mafioso, dame-Tsuna.

—No ose insultarme, señor.

 

Escuchó la risa divertida de la persona que a paso lento se mostró en medio de penumbras, mismo que encendió una lámpara cercana y mostró su figura. El perfil de un hombre de no más de veinte años brillaba a media luz, su altura superaba la del castaño, sus ojos se hallaban ocultos tras el sombrero de fieltro, y al final estuvo una presencia imponente que Tsuna sintió familiar.

 

—Si no se identifica, tendré que atacarlo —encendió su anillo y esperó algún ataque, pero ninguno llegó.

—Eres un dame y siempre lo serás.

—No me llame así.

—Siempre te he llamado así.

—Yo ni siquiera lo conozco.

—Eres un despistado —removió su fedora hasta mostrar sus ojos y sus patillas rizadas.

—Usted… —Tsuna exhaló el aire y un recuerdo llegó a su mente—. Usted es el hombre que me ayudó en la batalla de los representantes.

—Es divertido que aún no me reconozcas.

—No se me hace familiar —elevó una de sus cejas.

—¿Y si te digo que a veces hablas dormido y abrazas tu almohada cuando tienes pesadillas? —se burló sin malas intenciones.

—¡Me estaba acosando!

—¿Tal vez algo más personal? —rió con ganas antes de pararse a pocos pasos del castaño quien, a pesar de sentirse amenazado, no atacó.

—Si me dice su nombre…

—Tienes un lunar en el lado izquierdo de tu tobillo derecho y uno más debajo de tu cadera—el azabache sonrió a la par que las mejillas del chico castaño se encendían—, y no, no te he acosado…, pero me he bañado contigo.

—¿Cómo que se ha baña… do?

—¿Ya captaste la indirecta?

—Tú eres —Tsuna jadeó antes de mirar al hombre y sentir su corazón latir con fuerza en señal de que no estaba equivocado—. ¡Re-Reborn!

—Vine a darte un regalo por tu nuevo puesto en Vongola.

—Reborn.

 

Tsuna sonrió sin poder evitarlo, e ignorando el pequeño paquete que le era ofrecido, se apresuró para acercarse ya sin cautela y detallar al hombre en frente de sí. Ni siquiera analizó que fue su tutor quien lo ayudó en esa horrible batalla de los representantes, sino que conectó su mirada con la negruzca y al fin certificó que ese joven era… él. No pudo contener su emoción y lo abrazó, porque habían pasado semanas incontables desde la última vez que lo vio.

 

—Gracias por venir —susurró avergonzado por su comportamiento y soltando a su tutor cuando se dio cuenta de su accionar, pero enseguida sintió los brazos ajenos rodearle la espalda para que no se alejara—. Pensé que no volverías.

—Iba a volver, pero primero tenía que tener este cuerpo adulto —sintió las manos del menor sujetarlo por la espalda.

—Quédate —suplicó porque no sabía cuánto tiempo duraría la estadía del ajeno, se aferró al traje del mayor y reunió valor para soltar su petición—, por favor, quédate y no me dejes.

—No supliques. No es de jefes hacerlo.

—Olvida que soy el jefe por un momento y escúchame —sus ojos se aguaron porque ese tiempo lejos de ese hombre fue insoportable—. Quédate… no importa cómo, sólo quédate a mi lado. No tienes que corresponder a mi sentir, ni siquiera estar siempre conmigo, me basta con sólo tenerte cerca, saber de ti, verte de lejos o alguna forma de contacto constante.

—Tsuna…

—Yo te quiero, Reborn, y no me avergüenzo de eso.

—Sigues siendo el mismo niño que conocí —susurró tratando de endulzar su voz.

—Me falta madurar, lo sé —sollozó.

—Y tendrás que hacerlo solo.

—Entonces…

—Me quedaré contigo, pero los errores que cometas tendrás que solucionarlo solo —sonrió de lado.

—Entonces… —sonrió a la par que sus lágrimas brotaban.

—Si te atreviste a declararle tu amor a un niño de diez años hace algunas semanas —sonrió antes de agarrar las mejillas del castaño y apretarlas—, yo me atreveré a robarme la soltería del décimo cielo.

—Tú me… —se quitó de encima esas manos y miró al azabache—. Tú…

—También te quiero, dame-Tsuna.

 

Y en medio de esa penumbra, Tsuna se abrazó a aquella persona que tanto extrañó. Sollozó por la emoción y dejó que sus cabellos fueran acariciados con dulzura hasta que pudo certificar que no era otro más de sus sueños.

Ahora era verdaderamente feliz y su día fue especial.

 

 

 

 

Notas finales:

No sé si esto es el universo KHR, pero lo intenté weys.

Como aclaración diré que no les di ningún beso o contacto más del necesario en cada caso por parte de estos dos. Eso como reto personal y para comprobar algo leído en una confesión en facebook XDDDDDD.

Muchas gracias por darle una oportunidad a esta week. Muchas gracias por los votos y comentarios. Gracias por tenerme paciencia en la actualización de todos mis fics. Gracias.

Suena a despedida, pero no XD, sólo quería decirlo.

Los ama: Krat~

Besos y abrazos~


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