Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El obrero y el arquitecto por kurerublume

[Reviews - 132]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Agradezco a Alcachofa por seguir por estos lares :)

Ya tenía esto escrito hace dos semanas y nada más no se me dio subirlo, Ya tengo el siguiente, aunque me tarde en subirlo, de verdad que ya lo tengo.

Espero les guste este capítulo :)

CAPÍTULO XXVIII: la oportunidad de Gabo

 

Otra semana saliendo con Arturo. Él me trata tan bonito que me da miedo que todo sea falso, por Dios que es tan marica que asusta; no estoy exagerando. Cada tres días me lleva flores y dice cosas tan pinches empalagosas que no sé cómo no es diabético el señor. A sus veintiséis años y no ha perdido el toque. A-do-ro salir con él.

 

Aunque hay que decir que Santiago a veces me taladra con su mirada. No entiendo, seguro es de esas personas que si los rechazas se lo toman muy a pecho y como un reto. La cualidad de un cabrón. Lo bueno es que no me ha escrito o llamado. Creo que ya terminé como intermediario y eso ufff, me alivia el alma.

 

En esta semana he salido con Fer a su casa y luego a la mía, se lleva muy bien con los peques. Lo adoran, de hecho; son súper apegados a él. Por eso lo extrañaron cuando dejó de venir tan seguido como antes.

 

Con Arturo he ido a comer helado para estos pinches calores locos, fuimos a una feria y al cine. Como que la semana me rindió muy bien y creo que hasta merezco un aplauso por no haber muerto en el intento.

 

Hoy es sábado y realmente no quiero hacer ningún plan, solo quiero estar en mi casa con mi familia. David últimamente no ha estado, ha ido a unas prácticas al hospital. Ah, para los que no lo sepan, él estudia pedagogía y le interesa mucho la parte de pedagogía hospitalaria. Para mí es algo masoquista tratar con niños que puede que vuelvas a ver porque ya están enfermos de por vida, o literalmente no verlos jamás porque… bueno… porque puede que se curen y regresen a su escuela normal.

 

No sé cómo él soporta eso. Pero es bueno que lo haga, me ha contado que no hay muchos dispuestos a hacer sus prácticas ahí. Por eso mis hermanos pequeños lo admiran tanto, yo también.

 

En fin, hoy hace un calor nefasto otra vez. Si no fuera un hombre en mis veinte, pensaría que soy una señora con menopausia, estoy a dos de comprarme un abanico, que no mamen.

 

—¿Por qué no vas por unas paletas? —pregunta mi papá asomado desde la cocina mientras hace el desayuno-almuerzo porque ya son las once de la mañana— Te doy dinero, espera.

 

Pongo los ojos en blanco antes de pararme del sillón que ya tiene la forma de mi trasero. Me pongo unos tenis y una sudadera roja. Salgo del edificio y camino unas tres cuadras hasta la tienda más cercana. Paso por un parque y decido quedarme un ratito ahí en la sombra.

 

Es de esos momentos en los que te pones a pensar qué hacer en el futuro. Me gusta ser obrero, pero… recuerdo la oficina de Santiago y recuerdo que quería algo así en un futuro. ¿Y si yo también pido una beca? La chingada, tendría que hablar con esos cabroncitos: Roberto y Santiago. Me pondrían mandar a volar. Además, están los gastos. No me puedo dar lujos como el estudio, no ahora.

 

Me pongo de pie y voy a la tienda. Compro tres paletas de limón y dos de mango, bueno, tres de mango por si las dudas.

 

Al llegar a mi casa, abro la puerta y los veo ahí sentados en el sillón viendo alguna mamada de Marvel que les encanta a los niños. Yo me incluyo.

 

Y así el fin de semana la paso en mi casita, flojeando con mi familia.

 

No puedo darme el lujo de estudiar, tal vez más a futuro. ¿O sí? ¿Y si mejor lo hablo con mis papás? A ver qué me dice, lo que ellos decidan estará bien porque tienen que ver por todos nosotros.

 

En la noche del domingo voy a su cuarto y entro con una pinche timidez que da flojera— ¿Puedo hablar con ustedes?

 

 

—Claro, ¿estás bien, Gabo? —pregunta mi mamá histérica.

 

—Sí, es que quiero hablar de algo con ustedes. No sé, solo díganme qué es mejor para nosotros —los dos se voltean a ver y se quedan en silencio para que yo les diga qué carajos me pasa—. Pues, ¿se acuerdan lo que les conté sobre los menores de edad y todo eso? —los dos afirman en silencio— Es que estaba pensando en que quiero… bueno, me gustaría ver si también me pueden dar una beca a mí. Podría trabajar medio tiempo para tomar mis clases. Es que yo quiero… quiero más. Me gusta lo que soy ahora, pero en el futuro querré más —aprieto mis manos, nervioso—. Pero sé que necesitamos el dinero, no sé qué hacer. Por eso creo que es mejor consultarlo con ustedes.

 

Uff, que alguien me eche aire porque lo dije casi todo de una sola respirada. Mis papás parecen preocupados y casi igual de indecisos que yo.

 

—Gabo… la verdad es que nos gustaría que regresaras a estudiar —dice mi papá—, lo hemos comentado antes tu mamá y yo. Pero nuestra situación ahorita no es la mejor…

 

—Lo sé —susurro.

 

—Por eso tú tendrías que pagar tus útiles y todo lo necesario —retoma la palabra mi mamá mientras sonríe—. Gabo, nos agrada que nos hayas preguntado primero. Está claro lo que quieres y lo que menos queremos hacer es estorbarte una de tus metas.

 

Y es todo, señores. Voy a su cama como niño chillón para abrazarlos. Tal vez no sea lo mejor para mi familia, pero sí para mí y creo que si ya me dieron su autorización, no debo desperdiciar esta oportunidad. Y me vale madres si debo rogarle al cabrón de Santiago, voy a conseguir esa beca sí o sí.

 

--------------

 

Al día siguiente, un lunes, obvio. Voy a eso de las nueve a la oficina del tipo este. Sin agendar cita porque de que me va a escuchar, me va a escuchar.

 

Su recepcionista me sonríe y le avisa al tipo que ya llegué, me deja pasar después de unos minutos.

 

Entro ahí con aire de triunfador aunque está claro que por dentro soy un manojo de nervios y que casi voy a chillarle si me dice que no.

 

—¿Todo bien, Gabriel? ¿Sucedió algo en la construcción?

 

—¿Qué? —pregunto confundido— Sí, todo bien. Vine por una razón más personal.

 

—Ah, entonces, ¿qué te sucede? —se sienta en la silla detrás del escritorio. Le da un aire de ser alguien con la capacidad de resolver casi cualquier cosa.

 

Me siento en la silla de adelante— Pues es que esa beca, esa oportunidad que expuso para los menores de edad, yo… quisiera tenerla también. Quiero regresar a estudiar —termino diciendo firme.

 

Santiago abre los ojos y se queda pensando unos segundos— Es bueno saber eso, me da mucho gusto por ti. Pero no será posible ya que esas becas son para menores de dieciocho años —la manera en la que lo dice, de verdad hasta parece que lo siente en serio—. Disculpa, Gabriel.

 

—Yo… —carajo, tengo que decir algo— Mmmm —mierda, mi lengua no pone de su parte, no estoy diciendo nada.

 

—Pero te propongo algo, nuestra empresa ahorita tiene algo de renombre. Puedo revisar con mi socio la posibilidad de darle nosotros mismos una beca. Claro que la tendrías que pagar después con tus servicios —afirma con un tono autoritario pero suave… si es que eso existe—. ¿Te parecería bien?

 

Y no dudo en mover la cabeza de arriba hacia abajo con ganas— Sí.

 

Santiago sonríe— Bueno, lo comentaré con mi socio. Así que nada es seguro, ¿quedó claro? En cuanto tenga su respuesta te avisaré.

 

—Gracias, Santiago —respondo súper contento—. Espero que tu socio piense con el corazón —digo sarcástico mientras me pongo de pie—.  Disculpa las molestias.

 

—Sabes que no molestas —nos quedamos parados como pendejos en un silencio medio rarito. Santiago es el primero en salir de ese estado de idiota—. Si necesitas algo más sabes dónde encontrarme. De cualquier manera iré mañana a la construcción a checar todo —extiende su mano y yo la mía para estrecharlas en una despedida muy formal.

 

—Lo estaremos esperando.

 

—Con muchas ansias, seguramente —comenta igual sarcástico porque sabe que nos pone bien pinches nerviosos su presencia cuando va a supervisar el progreso. Por eso no puedo evitar reírme.

 

Y me sigo riendo hasta que noto que seguimos con las manos pegadas— Sí, bueno, para qué mentir —me zafo de su agarre y a su puta madre, otra vez el silencio de pendejos—.  Con permiso.

 

Salgo de ahí con el trasero sudado, pero eso sí, con una sonrisa de oreja a oreja. Es que algo me dice que me irá bien. No sé, este pinche optimismo es agradable.

 

Esperaré su respuesta.

 

***

 

¡Juro por mi vida que lo que le dije a Rafa de que lo iba a cuidar cuando quisiera no fue romántico!

 

¡Fue de amigos, maldita sea!

 

Fernando, tienes que ubicarte, niño. Ubícate, ubícate, ubícate.

 

Ya es lunes y no dejo de darle vueltas al asunto, eso fue hace… bueno, una semana. Y Dios, cuando Rafa se asustó y me di cuenta que sonó mal, pues hizo eco en mi cabeza. Así como de «¡¿En qué estabas pensando, Fernando?!». Hay gente despistada y luego yo.

 

Lo bueno es que mi amigo hace como si nada y me trata como siempre. Pero otra vez siento mi corazón golpeando, casi pateándome el pecho para que reaccione. No lo puedo dejar.

 

 

—Hola, Fer —llega Martín junto a mí—, ¿puedo sentarme contigo?

 

—Claro —le hago un espacio mientras ambos nos limpiamos el sudor del cuello y la frente—, ¿estás bien? Te he visto medio triste últimamente. ¿Es por… —me acerco a su oreja para susurrar— Roberto?

 

Y parece que le doy al clavo porque de inmediato se pone muy nervioso— N-No… digo, sí, pero en eso ando.

 

—¿Cómo?

 

—Es que andaba como muy sensible y me dijo unas cosas que me molestaron —me dice mientras saca una botella de agua—. Y pues ya, sabes que me gustaba, entonces que me dijera eso como que me pegó. Pero que lo aguante su madre porque yo no. Lo que tiene de guapo lo tiene de bastardo.

 

—¡Martín! —lo codeo regañándolo— pero vaya —digo yo ya más tranquilo— para que le digas esa palabrota.

 

—Es porque se la ha ganado, Fer —da un trago a su agua y se pone un trapo en el cuello—. Como sea, ¿tú de verdad ya no sientes nada por tu cotorrita? —sonríe de medio lado, burlándose de mí.

 

—Nada más porque estás triste no te digo nada, eh —extiendo mis piernas sobre el piso—. Pero no, creo que realmente no me gustaba tanto o solo lo confundí con una muy buena amistad.

 

—¿En serio? A mí no me parecía eso —«ah, cállate, Martín. Sé que no había manera de confundirla con una amistad, pero es lo que me repito para pararle a este relajo» es lo que pienso mientras finjo una risa de despreocupación.

 

—Te lo juro.

 

—Bueno, está bien. ¿Hoy qué trajiste para comer?

 

—Otro sándwich de atún y uno de huevo.

 

—Fer —me dice serio—, eres el señor de los sándwiches —bromea sonriendo—. Te juro no sé cómo no te cansas de ellos.

 

Comenzamos a reírnos y doy un bocado al de huevo porque es el que más me gusta.

 

Y veo pasar a Rafa, él me ve y me saluda alzando la mano. Yo sigo hablando con Martín y de verdad que este niño es muy divertido, es sencillo, burlón, pero agradable. Además luego dice cosas que para mí son graciosas y por eso me ha sacado mis buenas carcajadas. Casi como las de mi papá, que como recordarán son muy… fuertes.

 

Al terminar el turno, veo a Gabo esperando en la entrada. Me ve y me saluda— Fer, tengo que decirte algo muy importante —me rodea los hombros—. Creo creo creo que regresaré a estudiar.

 

—¡¿Qué?! —grito sorprendido.

 

—Ya lo comenté con mis papás y fui a ver si me dan una beca o algo para no tener que pagar tanto.

 

Y me comienza a contar cómo fue con Santiago, lo que le propuso y que está esperando una respuesta de su parte.

 

—¡Wow, Gabo! Qué bien por ti, eh. Espero que sí te la den, te ves muy decidido.

 

—Y lo estoy —sonríe con cara de ganador y me empiezo a reír— ¿De qué mierdas te ríes, Fernando? Estoy hablando en serio.

 

—Es que deberías ver tu cara —me sigo riendo y ay, de verdad estoy tan feliz por Gabo. Él es muy inteligente. Flojo, eso sí, pero muy inteligente. Y si ya se decidió a estudiar, quiere decir que le echará muchas ganas.

 

Creo que por eso nos empezamos a llevar tan bien hace una eternidad. Gabriel no es mediocre, se esfuerza; y esas son cualidades que aprecio en una persona. Aunque sean tan impuntual, pero hace las cosas de buena manera.

 

Se merece esta oportunidad.

 

***

Una semana y media pasa. Y no es que sea histérico, pero creo que voy a hacerle otra visita a Santiago para que me diga ya de una vez por todas si sí o no.

 

El turno termina en dos horas, puedo irme media hora antes para alcanzarlo y que no escape de mí el hijo de la chingada.

 

Así que ya muy determinado a irme a linchar a esa persona, aparece ese cabrón de Santiago con una sonrisa como de liberador de esclavos o algo así. Bien pinche alzado. Espera… ¿eso quiere decir que lo consiguió?

 

—Santiago, ¿qué tienes en la mano? —me voy a desmayar.

 

Comienza a agitar un sobre que lleva sin borrar esa sonrisa de su cara preciosa— Léela, es para ti —me la da y oh, mierda. Creo que quiero ir a hacer pipí de la emoción.

 

Intento verme relajado y casual a la hora de abrir el sobre, leo toda la carta y sí.

 

—¡Lo conseguiste! —doy brincos de emoción y no puedo parar de reír. De verdad, cielos, de verdad volveré a estudiar— Lo conseguiste —creo que estoy en mis días, porque de la risa paso al llanto de dos segundos—. Lo hiciste —comienzan a salirme unos mocos que parecen agua y yo intento taparme la cara.

 

Santiago me abraza y acaricia mi cabello— Tú lo hiciste, parece ser que todos aquí te conocen y saben que eres un joven muy capaz. Mi socio estuvo investigando antes de acceder a hacer esto, y mira que es difícil de convencer —sigue consolándome y termina diciendo—. Felicidades, Gabriel. Comienzas en agosto.

 

 

 

Notas finales:

¿Ya quieren lemon? xD siento que lo estoy posponiendo mucho y aghhhh. 

En fin, espero les haya gustado el capítulo. Nos seguimos leyendo. 

¡BESOS!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).