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Delicioso aroma por 1827kratSN

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El calor seguía siendo sofocante e insoportable, por eso odiaba su estúpido celo. Pero en esa mañana, cuando despertó recostado sobre el pecho de aquel muchacho al que halló por mera casualidad, no pudo evitar AMAR su celo. Jodida fuera su maldita vida, pero en ese momento adoraba ser un omega.

Ni siquiera le importaba que aquel niño tuviera apenas veinte años, o que fuera más bajito que él, porque era una joya amoldable a sus deseos. Ante él estaba una persona que cumplía con sus estándares de belleza, con aquel aroma dulzón —pero no empalagoso—, y suponía que podía manipular todo lo demás para volverlo a su imagen de perfección.

 

—No puedo quedarme más tiempo —esa mirada salvaje se había ido, pero aun así tenía su encanto.

—Mi celo no ha terminado, así que no te vas —dictó, odiando que ese niño se las hubiese ingeniado para darle un supresor.

—Así no le guste, me iré —declaró Tsuna antes de empujarlo suavemente para salir de la bañera donde se hallaban—. No puedo quedarme durante los tres o cuatro días en que dure su… su celo.

—No lo harás —lo sujetó del brazo con fuerza.

—Volveré en la tarde —suspiró—. Pero ahora debo irme a casa y a mi trabajo en la guardería.

—Dije que no.

—Intentaré posponer mi día de labor en la cafetería —siguió entre sus forcejeos para zafarse del agarre ajeno—, y vendré con usted.

—Tsuna.

Reborn, suéltame ahora.

 

Aquella voz de mando era poderosa, incluso Reborn no pudo luchar contra ésta y menos en el estado de pleno celo en el que estaba. Por eso vio a ese niño abandonar el cuarto de baño envuelto en una toalla blanca y sin dar cabida a la vergüenza. Pero también se disculpó por usar aquella voz, asegurando que recompensaría ese mal rato. Y Reborn juraba que iba a atarlo a su cama si era necesario para que no se le escapara una vez más. Aunque sus deseos de venganza se vieron aplacados cuando bajó a su comedor y se halló con una taza humeante de café. El perfume de aquella bebida, la combinación con lo que parecía almendras, el sabor fuerte con el toque preciso de azúcar, fue la gloria. Le perdonó la desfachatez de marcharse solo por ese café.

 

—Sí, señor —Tsuna hablaba por teléfono mientras caminaba hacia su trabajo, después de haber dado una excusa barata en casa para justificar su ausencia en la noche—. Me ayudaría mucho si lo hace.

Hablaré con ellos. Pero si no pueden cambiar la reservación para mañana, tendrás que venir a trabajar.

—Jefe, de verdad lo siento mucho, pero es un asunto serio —murmuró mientras verificaba que el vendaje de su cuello estuviera colocado correctamente.

—Confía en mí y dime qué sucede.

—Alguien —Tsuna suspiró antes de cerrar los ojos—. Alguien descubrió donde trabajo y me está chantajeando.

—Si me dices quién es, puedo hacer algo.

—No, señor. Ya le he causado muchos problemas —apretó los labios—. Trataré de llegar a un acuerdo con esa persona.

—Tsuna, puedo ayudar.

—Y se lo agradezco, pero primero déjeme intentar solucionar esto por mi cuenta.

—Está bien. No puedo ir en contra de alguien tan terco como tú.

—De verdad lo siento.

 

Chantaje, en eso pensaba Tsuna mientras trabajaba con aquellos niños, intentando no distraerse, pero fallando algunas veces. Incluso se olvidó de la hora de la siesta de los pequeños, pero juró que pondría más empeño para recompensar sus fallos.

Estaba frustrado.

Siempre mantuvo sus dos trabajos separados el uno del otro, su familia siempre al borde de lo que hacía para mantenerlos, y estaba tan ocupado que jamás daba la oportunidad de que alguien lo encontrase en ninguna de sus tres usuales sitios de convivencia, pero ¡por buda! Ese hombre lo halló. Salió de la nada y hasta lo llamó por su nombre.

Y se acostaron.

Tsuna no podía perdonarse eso, por eso llamó a su médico particular en medio de su descanso y le preguntó si podía duplicar su medicamento para suprimir su lado alfa. No dio detalles, jamás lo haría porque era completamente vergonzoso, pero se sintió más relajado cuando le permitieron duplicar sus dosis. Estaba tan avergonzado al recordar lo que había hecho la noche anterior, todo se ponía peor al sentir las vendas que ocultaban los moretones en su cuello, incluso con solo recordarlo sentía cierto escalofrío extraño recorrerlo.

Ese aroma.

Todo fue por causa de ese aroma a lavanda tan… hogareño.

No podía describirlo de otra forma.

Por eso, esa tarde volvió a aquella casa de la cual apenas y memorizó la dirección exacta, porque su nariz se encargaba de guiarlo sin dificultad. Se prometió que solo sería ese día, porque no podía seguir retrasando su trabajo, y aun así su voluntad flaqueó cuando puso un pie dentro de aquel hogar y esos brazos rodearon su cuello. No sabía lo que le estaba ocurriendo, ni con el medicamento podía mantenerse alerta por demasiado tiempo, y sucumbía fácilmente a las órdenes de ese hombre.

 

—Tengo condiciones —susurró cuando el calor de aquel omega se desvaneció momentáneamente después de que ambos llegaron al orgasmo y al nudo respectivamente.

—No hables de eso ahora —apenas y pudo entender lo dicho.

—Tiene que escucharme —insistió, olvidando lo vergonzoso de su situación.

—Al demonio —se acomodó sobre su cama y bufó—. Solo… dilo.

—Será temporal.

—No —Reborn miró al niño fijamente—. No quiero que sea temporal —no después de disfrutar del sexo y el dolor placentero de ese nudo que lo unía al alfa.

—No tengo tiempo para una relación formal —Tsuna admitió que ese omega le atraía de forma extraña, pero no era razón suficiente para esforzarse en vano—. No voy a poder fingir ser su compañero a tiempo completo.

—¿Y quién dijo que quiero que finjas?

—Hablo en serio.

—Y yo también —sonrió de lado—, porque no hay muchas personas que me produzcan lo que tú me produces, niño.

—¿Qué quiere de mí? —suplicaba por una respuesta y una salida a esa situación.

—Tu cuerpo y tu alma —sujetó la quijada del castaño con fuerza—, ya te lo dije.

 

Un pacto, un acuerdo, todo basado en el miedo del castaño por perder la vida que tanto amaba. Era todo tan apresurado y torcido, pero, aun así, no se quejó. Accedió a las órdenes de aquel azabache —que según supo, le llevaba diez años de diferencia—, y aceptó ser considerado la pareja permanente de aquel mandón y orgulloso omega.

Tsuna se acopló a una rutina en la que se añadió la visita obligatoria a esa casa cada que no trabajara en la cafetería temática —a veces incluso se le pedía ir cerca de la oficina del mayor—, y a las salidas de fin de semana que se resumían a una charla para conocerse, prepararle un café, y avergonzarse cuando Reborn quería algo más que simplemente un beso. Fue un mes de adaptación muy agitado.

 

—Pudiste tener el mundo a tus pies —Reborn miraba fijamente a quien se paseaba por su cocina preparándole el café—, pero decidiste trabajar en una guardería y… lo otro.

—Todos me han dicho eso —rio bajito mientras vertía aquel líquido oscuro en la taza—, y yo jamás sé bien cómo responderles.

—¿Por qué no simplemente estudiaste alguna cosa? —esperó pacientemente hasta que la taza le fue colocada enfrente—. Doctor, abogado, empresario, lo que fuera —miró al castaño—. Las puertas se te hubiesen abierto por ser un alfa de casta elevada. Becas, trabajos, empleos.

—¿No le parece eso muy injusto? —se sentó frente al azabache con una taza de leche con chocolate. Era irónico que no le gustara el café—. ¿El que me den privilegios solamente por ser alfa?

—Muchos darían lo que fuera por esas oportunidades.

—Yo no las quise porque tenía otras prioridades —sonrió de lado—. Mi familia, mis amigos, la seguridad de un empleo que me gustara.

—No hay muchos como tú.

—Los alfa de casta elevada son difíciles de hallar —suspiró Tsuna antes de rodar los ojos—, lo sé.

—Los alfa en general —bebió con calma y evitó soltar un ruidito de satisfacción—, petulantes desgraciados que obtienen lo que quieren.

—Yo quise ganarme las cosas por esfuerzo propio —rio bajito—. Además, desde que papá murió, mi vida siempre se encaminó a un trabajo sencillo, pasar tiempo con mi madre y mis hermanos pequeños, y de lujos tan insignificantes como este —elevó su taza—. No me hace falta nada más.

—Te criticaría —sonrió de lado—, pero cada quien vive como quiere vivir.

 

Reborn descubrió la dulzura escondida en aquel castaño, el alma sin ambiciones inalcanzables, y de la sencillez que acunaba. Era la imagen más hermosa que había tenido el gusto de conocer. Definitivamente entendió que quería a ese niño solo para él, para cuidarlo, proteger esa felicidad simple, y abrazarse con fuerza para que le cedieran un amor tan pulcro y desinteresado. Comprobó que en esa ocasión su lado omega no se equivocó y halló a un alfa que valía la pena. Jodido Tsunayoshi que se ganó su aprecio en tan poco tiempo.

Ni siquiera le importaba que el tiempo que compartía con aquel chico fuera limitado, solo unas pocas horas los fines de semana y visitas cortas en los días libres del castaño. Esperaba ansioso ver aquel rostro vivaz sonriéndole amablemente, el percibir ese aroma dulzón, y fijarse en cada movimiento delicado de esas gloriosas manos al prepararle café. 

Se perdió en esa alma pura que con el pasar de los días se abrió en esplendor, mostrándose sin tapujos y demostrando que, así como tenía virtudes, tenía defectos. Como lo despistado o ingenuo que podía llegar a ser, incluso de los repentinos ataques de furia que eran momentáneos y pasajeros, demostrando que de verdad era un alfa que intentaba dominar.

Era lindo.

 

—Tengo una duda —Reborn miró a Tsuna mientras caminaban por una plaza—. ¿Cómo pudiste llegar a trabajar en ese café?

—Oh, eso —sus mejillas enrojecieron—. Digamos que el dueño me encontró a mí.

—¿Cómo? —insistió. Quería los detalles.

—A veces… no puedo simplemente mitigar mi naturaleza dominante —jugó con sus dedos—. No es algo que me guste, pero sucede sin que pueda evitarlo.

—Explícame bien. ¿Cómo es ese asunto?

—Me cansé del trato denigrante que me estaban dando en una tienda porque me consideraban un “beta curioso que no compraría nada” —Tsuna bufó—, y priorizaron a un alfa recién llegado.

—Y te enojaste.

—No había sido mi mejor día —hizo una mueca—, y estallé. No me di cuenta, pero empecé a emitir feromonas a lo loco, estableciendo mi “territorio” —rio divertido—. Reté al recién llegado y lo superé con creces.

—Y eso qué tiene que ver con tu jefe.

—Él estaba ahí también, y según me dijo, vio algo especial en mí. Aunque en verdad no sé qué fue lo que vio en alguien como yo —a veces Tsuna no se daba cuenta del encanto que emanaba, no por nada era el “exclusivo” de aquella cafetería y las reservaciones jamás terminaban.

—Yo lo sé —Reborn sonrió de lado—. Despides sexualidad por cada poro si así lo quieres.

—¿Sexualidad? —sus mejillas enrojecieron.

—Sí, porque dan ganas de llevarte a un motel y repasar tu piel con la lengua.

—¡Reborn! —dio una mirada rápida a su alrededor, verificando que nadie escuchó ese comentario— ¡Deje de hablar así! Estamos a media calle.

—Puedo preguntarle a cualquiera y te diría que digo la verdad —miró al castaño—, ¿quieres hacer la prueba? —sonrió maliciosamente.

—No —se tensó—, porque estoy seguro de que sería usted quien me arrastraría a un motel.

—Hum —lo pensó—, cierto.

—Y no quiero moretones visibles en mi cuello para mañana. Aún tengo que trabajar.

—¿Y si prometo no morder? —sonrió de lado, rozando su brazo con el ajeno.

—Tal vez en otra ocasión —desvió su mirada.

—Creo que estoy excitado —Reborn respiró profundo, su imaginación a veces iba a mil por hora.

—¡Deje de decir esas cosas! ¡Lo pueden escuchar!

—Pues cállame —susurró cerca del oído del castaño.

—No caeré en ese juego otra vez —se alejó cuanto pudo.

 

 

 

 

Notas finales:

 

No sé si estoy usando mucho occ… o si debo releerme el manga de nuevo para asegurarme.

Bueno. Ese no es el asunto. Lo que quería decirles era que aumenté un poco el fic para que la relación de nuestros protas evolucionara adecuadamente. Con lo que, este fic tendrá finalmente 8 capítulos.

Besos~

Nos vemos~


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