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Siempre tuyo por 1827kratSN

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Tsuna tenía una teoría. Reborn usaba ese encanto casi angelical dado por su edad para embaucar a sus víctimas, y cuando la madurez le llegara, simplemente cambiaría ese encanto a uno más adulto con el que seduciría a cualquiera. Por eso era tan peligroso. A veces le gustaría confirmar si sus hipótesis eran verdaderas, pero después se arrepentía porque era arriesgado.

Pensar en que Reborn iba a crecer más, causaba en Tsuna una pena indescriptible, porque adoraba a Reborn como estaba, ni más ni menos. Le gustaba desde hace tanto, calculaba que fue desde antes de la batalla de los representantes, pero era uno de sus muchos secretos pensamientos que guardaría hasta que fuera el momento indicado, pues no quería joderla por el momento. No. Dejaría que Reborn creciera un poco más, entonces probaría suerte, pero por ahora jugar con el peligro le era suficiente incentivo para seguir sonriendo.

 

—Te has torcido un poco, niño —Verde miraba al décimo jefe sonreír mientras comía un chocolate—. ¿En serio te gusta hacerlo enfadar?

—Es lindo así, ¿no crees?

—No lo creo —hizo una mueca de asco antes de negar—. No puedo hallarle lo “lindo” a esa bestia maniaca.

—Supongo que muchos no pueden —rio mientras esperaba a que Verde terminara de hacer algunos ajustes en la velocidad de transporte de su máquina.

—Creo que Reborn o alguno de tus enemigos te golpeó muy fuerte en la cabeza. Tus lineamientos de lindura están muy errados.

—Puede ser —rio bajito.

—Que te hayas enamorado de Reborn lo dice todo.

—Mantén el secreto —añadió entre risitas.

—A veces desearía no haber descubierto tu secreto. Siento repelús cada que lo recuerdo.

 

Al parecer Verde fue el único en darse cuenta del fantasioso amorío en las sombras que tenía, tal vez Tsuna no debió pasar mucho tiempo en los laboratorios cuando estaba aburrido.

Sí. Verde era una fuente de diversión un tanto rara para el décimo jefe, quien tenía cierta cantidad de dinero de su propio salario —porque sí, también tenía derecho a tener un salario que no tuviese que explicarle a nadie—, para dejar que ese loco siguiese inventando cosas en pro del beneficio personal del Vongola. Como aquel brebaje que borraba las memorias de cualquier persona en el rango de los diez a veinte minutos, gracias a eso Gokudera a veces olvidaba cederle el papeleo de ciertos días.

Era divertido.

Además, el científico aceptó mantener la incógnita de su relación laboral porque también salía beneficiado, pues hasta le era proveído de laboratorios en diferentes zonas, los cuales solo eran de conocimiento de Tsunayoshi, y ahora mismo disfrutaban de la quietud de uno de esos. Uno ubicado al borde de Italia, subterráneo, equipado con todo, y a donde trasladaron en partes, de manera muy sigilosa y precavida, la máquina que lo transportaba a universos paralelos.

Porque Tsunayoshi Sawada no iba a dejar que su familia le quitara ese juguete caro. ¡No señor!

 

—Bien. Ahora sí.

—Yey~ —Tsuna se levantó y sacudió sus manos—. ¿A dónde iré ahora?

—Los rastros de llamas en ese mundo son muy débiles, casi como si no existieran, pero a la vez la energía está concentrada de una forma un tanto… gelatinosa, por así decirlo.

—¿Y eso qué significa? —no entendió esa explicación ambigua.

—Que son humanos o una mutación de estos —Verde miró sus pantallas—, ya no es algo como el otro universo donde las llamas eran más fuertes y de valores desproporcionados —se rascó la nuca—. Supongo que será más seguro de ir.

—¿De nuevo tendré como una hora?

—Sí —siguió tecleando—, eso calculo.

—Confío en ti.

—Vongola —Verde miró al chico que parecía más que feliz por su nuevo viaje—. Sabes que aún estamos en etapa experimental.

—Mismas condiciones —sonrió—, ya sabes a quien llamar si es que no vuelvo en el tiempo indicado.

—Casi lo olvido —mostró una cajita—. Toma esto —era una especie de reloj extraño, pero cuyos símbolos digitales solo reflejaban un número de tres cifras.

—Gracias.

—Solo aprieta el botón y te rodeará un escudo, es por protección —miró al castaño—, también se activa si tu ritmo cardiaco asciende intempestivamente, así que ten cuidado.

—Esto es nuevo.

—Inspirado en lo que me contaste del viaje —se rascó la barbilla.

—Ahora iniciemos esto —Tsuna elevó sus manos, estaba emocionado.

 

Verde notó cierto cambio en la expresión del décimo, un cambio raro, como cuando adquiere una seriedad acorde a las dificultades que se le presentan… y dudó. Pero él no tenía aquella intuición envidiable, además que el décimo no desistió del viaje, por eso dejó de lado sus cuestionamientos y activó su máquina especial. Vio desaparecer a su financiador detrás de una luz cegadora.

Jamás se imaginó el caos que se iba armar en unos minutos. Caos que le cedería un par de dolores de cabeza y un regaño, además de la censura de su dispositivo hasta nuevo aviso. Sí. No se lo imaginó jamás. Pero esa era otra historia.

 

Secondo…

 

Los efectos del viaje fueron menos difíciles de soportar. Ahí estaba el mareo, pero pudo pararse casi al instante y no vomitó. Era un progreso notorio. Pero, así como se sintió satisfecho por el viaje menos turbulento, también se quedó de piedra al apreciar el abismo en donde había caído. Porque lo que ante sus ojos estaba… solo podía ser eso: un abismo.

 

—¿Qué carajos?

 

No pudo soportar la grosería, no cuando frente a sí tenía el cuerpo sin vida de un niño, cuya garganta había sido cortada con algo filoso, pues la raja estaba demasiado bien definida. Y no era el único cuerpo, dos mujeres, un hombre, y un bebé estaban cerca. Tuvo que cubrirse la boca para no soltar ni siquiera un mínimo alarido de impresión o dolor, porque si eso estaba así quería decir que no cayó en un universo pacífico como el primero. A más de eso. A lo lejos escuchó un grito aullante, desesperado, y poco después un disparo.

Había caído en medio de una zona de guerra.

Estaba en las ruinas de lo que pareció un edificio pequeño, rodeado de muerte y dolor, mareado por el hedor de algún químico extraño, y con su corazón alterado, porque sentía que lo que iba a encontrarse después iba a ser peor. Fue una conmoción bastante violenta, por eso su escudo se activó, Tsuna se dio cuenta de eso por el suave pitido que desencadenó en algo parecido a un manto semitransparente de llamas de la última voluntad, llamas rojizas, que seguramente intentaban destruir toda amenaza cercana. Aun así, ni eso lo pudo preparar para lo que pasó poco después.

 

Mamma, ¿Che ci fai qui? ¿Avresti dovuto entrare nell'edificio est? —(Mamá, ¿qué haces aquí? Se supone que debiste entrar al edificio este.)

 

Ante él estaba un niño de tal vez unos trece años, de cabellos negruzcos y ojos azules que le recordaban a alguien, pero no supo quién. Apenas si pudo desactivar su escudo, y no tuvo siquiera tiempo de responderle a aquel niño, cuando sintió el temblor del piso que lo desestabilizó.

Poco pudo entender de las palabras del niño que tomó su mano y lo arrastró fuera de ese edificio, para internarlo en pasillos y callejuelas que terminaron por dar a una casa de dos pisos que se veía más estable que la anterior en donde apareció. Tosió cuando percibió el aroma de la pólvora, después jadeó cuando una figurita igual de pequeña y parecida al primer niño se aferró a su cintura.

Era obvio que en ese mundo tuvo hijos. Dos como mínimo, y eran esos niños.

Pero su felicidad no duró mucho, porque tuvo que correr un poco más en dirección de lo que parecía un túnel, pero que terminó siendo el inicio de un canal de aguas negras que tuvo que atravesar con prisa, siguiendo las órdenes de la niña que sujetaba su mano y le indicaba el camino. Fue todo un caos que reflejaba la desesperación de su huida, ni se alteró por el hedor casi nauseabundo a su alrededor o del sonido lejano de más gritos en símbolos de dolor.

 

—Dobbiamo scappare! —(¡Tenemos que escapar!)

 

 

 

Notas finales:

 

¡Se prendió esta mierda!

XDDDD

Ok ya, no es hora de los chistes malos.

Nos vemos mañana~

Besitos~


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