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Plan conquistar. por 1827kratSN

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Un besito en la mañana era como un vaso de agua en el verano después de una caminata de dos horas bajo el sol… No, pésima analogía, pero no podía pensar bien desde que su maplecito se le confesó. ¡SE LE CONFESÓ, CHINGADA MADRE! ¡Todo lo demás podía irse a la verga!

 

—Another one? —(¿Otro más?), susurró Canadá antes de reírse entre dientes.

—Los que quieras, mi maplecito.

 

Era ese pequeño momento en la mañana el que hacía todo un sueño, porque podía quedarse besando a Canadá hasta que fuera medio día, pero tenían que preparar el desayuno y el sartén seguía encendido…, y al parecer el mantel también, pero eso se arregló al dejarlo bajo la llave de agua y abrir la ventana.

 

—Eres un ángel que se cayó del cielo, maplecito —sonrió entre movimientos que batían suavemente la mezcla de los panqueques.

—Don’t say that —(No digas eso), enrojeció y sus manos temblaron un poco.

—Lo voy a decir cada vez que me acuerde —canturreó.

—Can I tell you things like that too? —(¿Puedo decirte cosas así también?)

—Me va a dar un infarto, pero sí.

—You are the maple honey that sweetens every day of my life —(Eres la miel de maple que endulza todos los días de mi vida), le costó no tartamudear por la vergüenza, pero lo logró.

 

México se quedó sin palabras, apretando los labios, enrojeciendo cual bombillo en fiesta, sosteniéndose el pecho, y preocupando al maplecito. Pero es que no podía con la ternura que le causó Canadá, porque a diferencia de él —que desde el inicio andaba piropeando como albañil—, el amor de su vida sabía ser el más dulce de los novios.

No podía ser más feliz.

Terminó riéndose y abrazando a Canadá, escondiéndose en el pecho del mismo, murmurando que se lo iba a chingar la huesuda porque su corazón no resistiría tanto amor, pero siendo reconfortado con suaves besitos en sus cabellos y después en sus labios. Podría morirse y lo haría feliz. Habían sido las mejores dos semanas de su vida.

Pero tenía que terminarse.

Cada uno tenía que volver a su diario vivir, en sus tierras originarias, a lidiar contra mamadas que no tenían importancia —bueno sí—, y fue ahí donde tuvieron que atravesar su primera prueba real. No fue fácil despedirse en el aeropuerto, porque después de tantos tropiezos al fin estaban juntos y… ¡¿por qué no podían quedarse juntos?!

 

—See you at Thursday's meeting —(Nos vemos en la junta del jueves), le dio un último besito al mexicano antes de erguirse y sonreír.

—Quiero quedarme —se quejó como cualquier escuincle castroso.

—You have to go —(Tienes que irte), suspiró, porque tampoco quería alejarse—. I will send you a message later —(Te enviaré un mensaje más tarde).

—Ta’ bien —suspiró antes de maldecir entre dientes—, me voy.

—Bye hon… honey —(Adiós, ca… cariño), esta vez le ganó el bochorno y tartamudeó, pero quiso decirlo y lo hizo.

 

Tardaron como quince minutos en despedirse, hasta se ganaron un par de miradas y risitas ajenas. Puros envidiosos porque ellos se amaban y a los demás les faltaba esa felicidad abismal. Pero al final cada uno pa’ su tierra. A volver a la realidad, distrayéndose entre mensajes y suspiros, dando a entender que andaban en su fase de luna de miel.

Pero había un pequeñito problema.

Bueno, ni tan pequeño, porque la gordis tenía volumen suficiente para ser destacable.

La cosa era que, tanto Canadá como México, sabían que decirle sobre su relación a USA, así, de la nada, no era buena idea. Con lo histérico y pendejo que era el yanqui, armaría un escándalo global e intentaría arruinarles su pequeño paraíso de ensueño. Pero no iban a poder ocultar su relación por mucho tiempo, era obvio, porque necesitaban besarse y sabrosearse todo el puto tiempo —al menos México no podía aguantarse las ganas—.

Las dos reuniones que les tocó vivir, fueron un completo caos.

Canadá no podía dejar de mover su pie, tenso como nunca, fingiendo escuchar a su hermano o a la ONU, pero pensando en que desearía haber podido besar a México cuando lo vio. El tricolor, por su parte, jugaba con dos bolígrafos de forma frenética, hasta el punto en que ONU le regañó o que Argentina le codeara con fuerza para detenerlo. Sabían que el teatrito de que “no pasa nada”, no les iba a durar.

Si bien USA estaba distraído —quién sabe por qué—, de modo que no vigilaba o interfería las llamadas de Canadá u ordenaba al FBI hacerlo, sabían que en algún punto cometerían un error y sinceramente no estaban listos para eso. Pero, al fin y al cabo, Canadá prometió doblegar un poco a su hermano para que lo entendiera.

La cosa fue un tanto diferente a lo planeado. Fueron sorprendidos besándose en medio de un pasillo lejano a la sala de reunión principal. Sí, puta sea la chismosa, quien quiera que fuese. Y quien los descubrió fue nada menos que… Ecuador, quien venía junto a USA, obviamente. Par de enamorados escucharon el jadeo gringo como si lo hubiese gritado.

 

—What shit do you do?! —(¡¿Qué mierdas hacen ustedes?!), los apuntó con el dedo índice.

—Están muchándose, ¿no ves? —Ecuador soportó la risa mientras tomaba una foto.

 

Es que era una escena digna de ver, porque México estaba colgado del cuello del canadiense, y el de hojita de maple rodeaba la cintura del menor para levantarlo un poquito del suelo. A ojitos del tricolor de amarillo, azul y rojo, era la escena más bonita de la vida, así que tenía que tomarles una foto para su álbum privado —que obviamente usaría para referencias futuras, o como chantaje, dependiendo del caso—.

Obviamente USA se desahogó entre reclamos hacia su hermano y amenazas hacia el vecino del sur porque no confiaba en los mexicanos, además que tenía cierto complejo de hermano mayor con su bebé Canadá —así lo llamó en medio de la discusión—. Obviamente Canadá no se vio callado, refutó todo usando francés porque estaba muy enfadado como para centrarse en hablar en inglés, a veces hasta alternaba entre los dos idiomas, todo para defender su relación.

 

—¿Deberíamos detenerlos? —Ecuador les tomó una foto a esos dos postes coléricos.

—No —México masticó algo que le brindó el ecuatoriano. No sabía qué era, pero estaba rico, aunque le faltaba picante—, quiero ver si mi maplecito le rompe las gafas a la gordis.

—No creo —masticó también, haciendo ruiditos—, se quieren mucho, y USA es buen ñaño.

—¿Y tú cómo chingaos lo sabes?

—Pues —elevó sus hombros—, lo he escuchado hablar de Canadá.

—Eso no quiere decir que sea buen hermano —refunfuñó pidiendo más de aquel maíz.

—Loco —hizo una mueca—, el gringuito puede ser medio histérico, piteado y zafado, pero es buena nota.

 

México miró al ecuatoriano por un largo rato, intentando sacarle la verdad solo con su amenazante mirada, pero sin lograr mucho porque el tricolor era de esos que no se doblegaba fácil. Dejó de pensar en el chisme, ya después lo averiguaría, para ponerle atención a esos dos que seguían discutiendo en voz alta. Tenían que pararlos antes de que llamaran la atención.

Ecuador suspiró al guardar su celular entre su chamarra una talla más grande que él —su favorita—, se recogió las mangas, y se acercó a ese par a paso constante. México no tenía idea de lo que el pequeño tricolor iba a hacer, pero tenía curiosidad y por eso no hizo mucho más que terminarse el tostado que le brindaron.

 

—USA —Ecuador tanteó terreno—. USA—repitió, pero cuando lo ignoraron, se cabreó—. ¡Chucha! ¡Hazme caso!

—One momento, honey —(Un momento, cariño), hizo un ademán con su mano antes de seguir en esa pelea—. I will not let the wall-jump corrupt you! —(No dejaré que el salta muros te corrompa).

—Mexique est l'amour de ma vie! —(¡México es el amor de mi vida!)

—¡No! —pero USA seguía reticente a cambiar de opinión.

—Manallininakuy —(maldición), susurró Ecuador antes de tronarse los dedos.

 

México esperaba se armaran los chingadazos, Canadá se dio cuenta de la presencia del más pequeño y esa aura enfadada, y USA seguía en su monólogo repetitivo de proteger a su hermano. Nadie se esperó lo que seguía.

Ecuador ágilmente se acercó al gringo, lo golpeó levemente en la parte posterior de la rodilla derecha de modo que USA se doblegó y casi cayó de rodillas, pero pudo sostenerse lo suficiente para quedar a la altura del tricolor y por fin darse cuenta de que éste se hallaba enfadado. Quiso arreglar eso, pero antes de que dijera algo, su rostro fue sujeto por esas manos calientitas y su boca fuera apagada por un beso.

 

—¡Ah, chingado!

 

Canadá no pudo decir nada ante eso, solo se fijó en la seña repetitiva que le hacía el ecuatoriano que señalaba la salida a ese lio, eso sin dejar de besar a su hermano. No dudó. Fue hasta México, le tomó de la mano, y corrió por ese pasillo en dirección de la salida a ese edificio. Al demonio la junta, al demonio todo, se iba a escapar con México hasta nuevo aviso. Ya después pediría perdón por huir de la reunión.

 

—Me siento como Julieta cuando abandonó a su vato infiel en el altar —reía el mexicano entre la carrera hacia la salida.

—¿Who? —(¿Quién?)

—Pinche novela que nos armamos —entrelazó sus dedos con los de su maplecito—. ¡Hay que fugarnos y robar un auto! —dio un suave grito animado, porque estaba cumpliendo uno de sus fantasiosos sueños noveleros.

 

No robaron un auto, pidieron un taxi, porque Canadá no lo permitió, hasta detuvo al mexicano que en verdad paró un auto particular. Fue divertido. Más lo fue cuando tomaron un vuelo directo a tierras mexicanas porque ahora quien le iba a dar un tour al maplecito, era el tricolor. Entre besos mariposa o de lengüita, entre caricias en sus manos y su vida de colores, pasaron las dos siguientes semanas hasta que de nuevo tuvieran que volver a la realidad.

Ya solucionarían lo demás después.

Nadie les iba a quitar su felicidad.

 

 

 

Notas finales:

 

Jajajaja, me reí feo con ese final, pero bueno.

Decidí que seguiría aumentando cosas si es que me surgían ideas, así que nos veremos dentro de un tiempo indeterminado.

Krat los ama~

Gracias por darle una oportunidad a esta cosa fea.

 

PD: La novela que veía se llama “Un poquito tuyo”, jajajjaa, we, me reí feo con eso.


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