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Historias de (des)amor por Sh1m1

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Harry traspasó la puerta del herbolario que regentaba Draco en el callejón Diagon.

Desde que dejó Londres todo había sido un desastre, Corazón de Bruja había hecho un reportaje de 59 páginas a color de todo el escándalo. Fotos con Draco y fotos con otros hombres.

Ginny había roto con él, de nuevo, además de sentirse completamente dolida por un engaño de tal calibre.

Harry no la culpaba, realmente no la culpaba.

"El héroe del mundo mágico y su doble vida gay"

Meses de cotilleos, de habladurías, Harry se había ocultado en España, donde tenía una casa para pasar el verano.

Y ni siquiera así había sido capaz de huir completamente de las noticias.

Todo había ocurrido del modo más casual posible.

Hacía al menos cinco años que no había visto a Draco cuando huyendo de un reportero muy insidioso entró por casualidad en su herbolario.

A Harry le gustaba recordar los años en los que podía caminar tranquilo por aquellas calles, sentirse solo un niño maravillado. Pero era tal su fama después de matar a Voldemort, que no podía disfrutar ni un segundo en público se tranquilidad.

Su actitud esquiva parecía solo alimentar las ansias de saber más sobre él por parte de todos.

Cuando escuchó a su espalda un "¿Potter?" Sí que sintió un completo déjà vu. Draco Malfoy, en persona y tras un mostrador atendiendo clientes, o atendiéndolos si hubiera habido alguno.

Harry le suplicó con la mirada cuando la puerta se abrió y se escondió detrás de una planta que no le delatara.

Ya no era solo un periodista sino cinco y pronto habría muchos más.

—¿Ha visto entrar a Harry Potter?—Ni un hola, buenas tardes.

—No veo a Harry Potter desde hace cinco años, pero tengo descuento en babosas asesinas si están interesados.

Un resoplido de fastidio y un coro de campanitas que Harry no había escuchado sonar cuando él entró huyendo.

—Te debo una—sonrió Harry. Tratando de que la planta dejara de manosearle.

—Siguen estando de oferta las babosas asesinas.

Harry ese día compró dos kilos.

La semana siguiente compró un poco de polvo peruano de oscuridad, y cada día que iba cualquier cosa que en realidad no necesitaba.

Nunca vio algún otro cliente, pero aquello le sirvió para charlar con Draco, estaba realmente guapo sin toda esa gomina, y con el rostro mucho más relajado.

Harry se quedó bastante atontado con su sonrisa también.

Draco le invitó a tomar té en la trastienda, y Harry se habituó a tener pequeñas citas, como a él le gustaba llamarlas, después de comprar ingredientes innecesarios.

Cuando Draco le besó una tarde, Harry llevaba deseándolo semanas.

Harry le invitó a su casa, para descubrir que Ginny había vuelto de una de sus giras de Quidditch y quería olvidar su última pelea.

Draco no lo dijo, pero se sintió realmente ultrajado. Por las palabras de Harry él había entendido que ya no estaban juntos.

Cuando volvió a la tienda, Draco no estaba, se había tomado unas pequeñas vacaciones para ir a ver a sus padres a Italia.

Pansy Parkinson le miró de malos modos, y Harry se sintió terriblemente culpable.

No volvió en demasiado tiempo, Draco se merecía una explicación, lo sabía. Pero tampoco sabía cómo manejar todo el asunto. Lo que se reconocía sentir por Draco no lo había sentido antes. Ni siquiera, tristemente, con Ginny.

No se enorgullecía de haber vuelto de nuevo con ella.

Meses después unas fotos de cuando Harry tuvo un pequeño affair con un ex jugador de Quidditch lo volvió todo loco, completamente loco.

Nunca había reconocido en público que le gustaban los hombres, y ahora era la comidilla del mundo mágico, de sus amigos, y de su familia adoptiva.

Ginny se fue dolida y Harry solo podía pensar en Draco, ¿qué estaría pensando él?

Volvió a su tienda envuelto en un glamour bastante pobre, pero los brazos de Draco sin cuestionar nada fueron todo lo que necesitó Harry.

Sus brazos, sus besos y mucho más, todo más.

Draco vivía en un cuartito que Harry nunca había visto en la trastienda, y allí se olvidó del tiempo y el espacio porque vivía pegado a Draco. Incluso le ayudó a elaborar algunas pociones y rieron recordando a Snape mirándolos con desaprobación.

Todo era perfecto, completamente perfecto. Y Harry de nuevo la había cagado.

Draco no había tenido la culpa y sin embargo, cuando un grupo de periodistas comenzaron a hacer preguntas y buscarlo allí, Harry montó en colera.

Odiaba lo que había dicho y como se había comportado. Había sido traicionado por su antiguo amante, el jugador de Quiddicth que se dio bastante fama por haber tenido una aventura con el Héroe.

Y Harry acusó a Draco de estar haciendo lo mismo ahora, Harry estaba asustado y aún así no había excusa.

Salió del herbolario, de la trastienda y de Draco como si este tuviera la peste.

Estar de nuevo allí era vergonzoso, no se había comportado como un hombre adulto huyendo.

Había entrado cargando una enorme planta que no dejaba de babearle la cara, y Pansy Parkinson le había dirigido su peor cara posible.

Sin embargo, sí había desaparecido en la trastienda para avisar a Draco.

Harry apartó una de las hojas de su cara, la había encontrado en un mercadillo mágico en un pueblo remoto de la costa española. Cuando la vio inmediatamente se acordó de Draco y la había comprado y cuidado hasta llegar a Londres.

La situación era ridícula, él era ridículo. Pero cuando vio aparecer a Draco se le olvidó un poquito todo.

Su mirada entre sorprendida y resentida era un dardo a su corazón. No le faltaba razón, la verdad es que no le faltaba razón.

—Hola—le saludó.

Harry sintió lo que le hacía su voz, realmente le había echado de menos, y habían estado tan bien. Y él había tenido toda, toda la culpa por salir corriendo, haberle gritado injustamente que él se estaba beneficiando de que le vieran a su lado y luego desaparecer.

Le tendió la planta como saludo, esta parecía estar a punto de echarse a llorar, motivo por el que Harry había tenido que estar cargándola todo ese tiempo. Pero Draco la cogió, y pareció tranquilizarse, pero no le permitió lamerle la cara.

—Yo la vi y me acordé de ti inmediatamente. Y he venido a dártelo.

Draco sonrió, y a Harry se le olvidó si hacía el ridículo o no.

—Gracias.

—Cuando llegué a Londres no me atreví a mandarte una lechuza después de lo mal que me había portado, dos veces.

Draco no dijo nada, solo le miraba con la planta en sus brazos.

—Yo, bueno, no estaba seguro de cómo reaccionarías al verme de nuevo. Y bueno, yo solo quería preguntarte una cosa.—A Harry se le estaba haciendo bola, él había ido con la idea clara, más o menos, quizás solo fuera un boceto. Pero tenerlo delante era diferente, muy diferente.

La planta estaba queriendo frotarse con toda la insistencia contra Draco, y si no lo conseguía iba a comenzar a llorar, Harry lo sabía.

—¿Qué cosa?—preguntó Draco.

—Sí, esto, yo me preguntaba si yo podría verte un poco, o bueno, un mucho—sin la planta en sus manos se sentía desprotegido—para volver a gustarte.

La voz casi no le salía ya, había ido descendiendo el tono a medida que decía la frase perdiendo fuerza.

Draco le miraba sin entender bien.

—Pero dijiste a todos que nunca habías tenido nada conmigo.

Era verdad, era toda la verdad.

—Me asusté, no dejaban de preguntarme, yo no esperaba que ellos estuvieran allí, y dije algo realmente desacertado.

La poco transitada tienda tuvo el oportuno detalle de recibir a un cliente en ese momento, Draco le lanzó un encantamiento a la puerta que echó a la bruja que les miró de muy mal modo.

Draco dejó la planta, no sin antes darle un par de caricias que la dejaron contenta.

—¿Puedo rechazar tu propuesta?

Harry sintió el golpe del significado pocos segundos después de que esas palabras salieran de la boca de Draco, se lo merecía, sin duda, sin duda alguna.

Solo quería irse, que la tierra se lo tragara y volver a ocultarse en un agujero.

—Harry, lo que pasa es que contigo siempre estoy en peligro, en una cuerda floja. No sé cómo vas a reaccionar, si me vas a rechazar, si vas a salir con que vuelves a estar con Ginny, si me vas a tener que seguir ocultando.

—Lo sé, tienes razón, ya me voy.

—Espera—le interrumpió Draco—, es que cuando me dejes, tú seguirás apareciendo en cada portada, cada periódico hablará de ti, y yo no creo que pueda soportarlo otra vez. Porque tú me olvidarás, pero yo seguiré viéndote por todos lados.

Harry sentía un peso enorme en su corazón, no era la primera persona que se lo decía, aquella era la cara oculta de la fama, los que no se acercaban a ti por ella, la temían. Y no podía evitar darles un poco la razón, tampoco podía evitar sentirse completamente hundido.

—Lo comprendo.

—Siempre serás el héroe del mundo mágico, siempre serás famoso y yo, bueno, yo soy un exmortífago que tiene un herbolario al que no entra nadie y mantengo por pura cabezonería.

Harry sentía como las lágrimas querían salir, pero no quería llorar, no allí, ya había hecho el tonto suficiente.

Pero no pudo evitarlo. Se giró y encaró a Draco.

—Lo de la fama es toda una mentira, una caja de cristal donde te meten y de la que no puedo escapar—suspiró, porque sabía lo solo que se estaba dentro de ella—. Y al final, por muy héroe que sea, por mucho que matara a Voldemort, solo soy un chico delante de otro chico pidiéndole que le quiera, nada más.

Draco no dijo nada, y Harry decidió que aquel era el mejor momento para irse.

Se fue hacia la puerta, con la mano en el pomo se giró y señaló sonriendo tristemente hacia la planta.

—Le gusta que le canten antes de dormir, no es muy exigente, ha aguantado mi falta de oído musical. —Draco sonrió y él también lo hizo—Adiós, Draco.

El corazón le pesaba mil toneladas y se fue arrastrándolo por toda la calle. Al menos, lo había intentado.

Draco había echado a la única clienta que había entrado después de una semana, y Pansy se quedó mirándolo con el ceño fruncido.

—Seguro que se había confundido de tienda.

—Eres tonto, Draco.

—Gracias, yo también te quiero.

—Llevas suspirando por él media vida, y ahora viene y te pide, te ruega que le des una oportunidad y tú te cagas.

—Pansy, es complicado.

—No, no es complicado, eres un cobarde.

—Pensaba que no te caía bien.

—No me cae bien, pero tú le quieres, y creo que es evidente que él también a ti.

—¿Y cuando se asuste y se vaya?

—No le dejes, enséñale que contigo no tiene que huir.

Draco acarició a la planta, le había dicho a Harry cuanto le gustaría tener una como ella, pero lo complicado que era acceder a ese mercado.

Recordó el rostro triste que puso cuando le dijo que no, no es como si él no hubiera sufrido, bastante, pero no había dejado de pensar en él, y lo bien que habían estado los pocos ratos que sí habían podido estar juntos.

—La he cagado, ¿verdad?

Pansy asintió.

La planta aprovechó ese momento de descuido para chuparle la cara.

—¿Crees que aún estará por aquí?

—Corre.

Draco no era muy de obedecer, pero salió lo más rápido que pudo de su herbolario.

Buscó entre las cabezas en la calle, pero no consiguió ver la maraña morena que Harry tenía por cabello.

Giró varias veces sobre sí mismo, hasta que le vio. Estaba mirando la nueva saeta de fuego último modelo junto a un grupo de niños, Draco sonrió y fue hasta él.

—Creo que he cambiado de opinión.

Harry se giró sorprendido.

—¿Qué?

—He cambiado de opinión y sí, me gustaría pasar un poco más de tiempo contigo.

Harry sonrió, completamente, radiante, gigante ante sus ojos.

—¿Ahora?

—Después de echar a esa bruja, es muy probable que no haya ningún cliente como mínimo hasta mmm—se dio varios golpecitos en el labio con el dedo índice—nunca.

Al día siguiente salió como ambos caminaban juntos por el callejón Diagon, como comieron helados y como se dieron un beso delante de la tienda de Draco.

La fama de Harry nunca desaparecería, pero a Draco nunca más volvió a darle miedo.

 

 

FIN

 

 

Notas finales:

Si habéis visto la película no acaba exactamente así, pero una rueda de prensa no tenía sentido plenamente aquí.

 

Pues con esto acabamos este especial de desamores, Harry y Draco en cualquier contexto son geniales.

 

Os deseo un precioso día del amor, del amor de pareja, del amor a uno mismo, a los amigos, a la familia y a la vida, que también hay que amarla mucho.

 

Gracias por leer y comentar. 

 

Nos leemos en otras historias.

 

Besos

Shimi


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