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Percepción por rmone77

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Notas del capitulo:

—Nunchucks—

La simpleza de la vestimenta o los movimientos atontados de Do eran características confusas, sin duda llamativas por lo extrañas que eran, pero que alejaban a personas como Kim. Jamás se habría fijado en sus pantalones desgastados o en los altos pómulos si no hubiese estado en una habitación junto a él, casi obligado, experimentando lo cotidiano a través de los sentidos.


No era su primer amor y seguramente no era el primer hombre que le gustaba más allá de la admiración, pero Do se ganaba dos títulos: el primer hombre que despertó su interés conscientemente y, también, el primero que le mostraba indiferencia.


Desde el contacto inicial Kim forzó sus expectativas en él, pero Do respondió con ignorancia y capricho. Él, que generó ansiedad por verlo fuera de la oscuridad, de hablarle y mirarle, fue brutalmente apartado. Hubiese preferido la bofetada antes que apatía. La confianza acumulada en los años se resquebrajó en su totalidad. Debido a que nunca recibió un rechazo de alguna mujer, era incapaz de comprender la indolencia que mostraba Do ante su presencia.


¿No habían desarrollado la misma curiosidad sobre el otro?


Necesitaba respuestas rápidas y claras. Ya no arriesgaba nada, porque no tenía nada que perder. La impulsividad nacía cada vez que se encontraba con Do, descubriéndose a sí mismo con desesperadas ganas de tocarle. Se conformaría con cualquier tipo de atención, aunque estaba consciente de lo codicioso que podía llegar a ser.


—   Así es como terminé dentro del proyecto, era una oportunidad que no se repetiría.


Le sorprendió la repentina charla iniciada por Do. Nuevamente Kim había depositado expectativas en él, creyéndolo más introvertido. Fue agradable escuchar el tono grave y fluido de su voz, contando con confianza aspectos tan propios de sus decisiones. Kim sonreía en secreto, oculto en su apariencia seria, embobado con las expresiones y gestos de Do, tan conversador mientras cenaban. Pero éste tenía un agudo sentido de la percepción y, luego de un rato, notó que Kim apenas hablaba. Entonces optó por las preguntas, no iba a ser el único que hablara durante la cena.


—   ¿Y tú? ¿En qué trabajas?


La informalidad impresa en las palabras sólo atontaba más la lógica de Kim. Era un aspecto dulce en él. ¿Creía acaso que tenían la misma edad? Porque la diferencia era bastante.


—   Publicidad. Al inicio estuve en dos o tres compañías, pero hace unos años que me establecí en una empresa bastante importante.


Do alzó la vista y dejó de interesarse en la comida. Había picado el anzuelo. Kim esperaba la pregunta.


—   ¿Cuántos años?


—   ¿En la empresa? Seis años. Si preguntas por mi edad, treinta y uno.


Do pestañeó un par de veces, pero no dijo nada. Tomó los palillos de nuevo e intentó tomar un poco de carne, sin lograr terminar la acción. Kim no pudo seguir manteniéndose serio y la sonrisa asomó lentamente en sus labios, como un preámbulo al siguiente paso. Do vocalizó un simple “ah” y se mordió los labios. Se notaba ligeramente nervioso.


—   ¿Por qué no dijo antes ese importante detalle?


Se llevó la mano al rostro y dirigió una severa mirada a Kim, quien estalló en una sonora carcajada. Qué agradable se sentía reírse por un error tan simple.


Parte de la cena Do se quejó de lo joven que se veía y de que se sentía profundamente engañado. Kim pensó que no era el único, puesto que la contextura delgada de Do aparentaba demasiadas cosas.


Acordaron que seguirían tratándose de la misma forma, era un pormenor que a Kim le parecía divertido (y tierno, y desafiante). Do sólo continuó haciendo preguntas al azar, con el pretexto de conocerse mejor. Las botellas de licor se acumularon tanto como las respuestas que cada uno daba y ninguno mostró ni un ápice de debilidad ante el alcohol.


Fue tan sencillo continuar el contacto entre ambos que Kim estaba ligeramente agradecido. En algún momento el agobio tomó riendas en sus decisiones. Pero parecía ser que se equivocó al juzgar a Do una vez más. Y esos errores lo volvían más tentador. Aún con más ganas quería descifrar el misterio detrás de la simpleza del chico.


Y como un secreto a voces, el interés entre ambos comenzó a ser más evidente. Aunque las miradas silenciosas y roces intencionados no ocultaban su significado, ninguno de los dos mencionó algo al respecto. Un preámbulo idílico que Kim deseaba mantener. Disfrutaba en demasía de los acertijos dejados por el otro.


Kim no podía asegurar que la inocencia que mostraba Do fuese falsa, aunque tampoco verdadera. “Natural” era cercano a lo que apreciaba. Gestos sutiles, postura relajada, sencillez impresa en cada movimiento que daba. Y sumido en esos pensamientos, fue desconcertante escuchar la atrevida pregunta.


—   ¿Recibiré un castigo por ser maleducado contigo?


Kim repitió la pregunta en su mente al tiempo que registraba visualmente a Do. Estaba apoyado sobre sus brazos relajados, dispuestos al azar sobre la mesa; los párpados caídos y las mejillas rojizas, exponían la ebriedad en sus palabras. Le brillaba la piel producto del alcohol y una sonrisa completa se asomó por la tardía reacción de Kim.


—   ¿En qué piensas?


Kim absorto en la imagen erótica que mostraba, se dedicó a contemplar.


El muchacho se llevaba a la boca el vaso con alcohol, pero ni siquiera era capaz de beber algo. Do estaba demasiado ebrio como para moverse con seguridad, pero no tanto para estar consciente de lo que hacía, de hecho, también estaba muy pendiente de Kim.


Do se sintió deseoso de tocarlo y no tuvo reparos en acunarle la mejilla bajo su palma tibia. Kim transformó besos en mordidas sobre los dedos. Jadeos tenues dejaron entrever el tipo de reacción que se producía al contacto de ambos. Los dos iniciaron el juego perverso olvidando el lugar y demás personas que los rodeaban. No había tiempo ni ganas para dedicar atención a nada más que no fuesen ellos mismos.


La pasión predominó en ambos, pero fue el cerebro de Kim lo que le empujó a sacarlo del bar. Llevó a Do bajo su brazo, sosteniéndolo por los hombros, iba ebrio y excitado, y no dejaba de verse horrendamente lascivo. Pagó apresurado y el primer callejón le sirvió para apaciguar las ansias en la boca amarga del muchacho. Fue un beso hambriento, ajeno a la vida taciturna.


Do descubrió la presión ejercida por un hombre experto y la propia figura se deshizo en la humedad de los labios. 


La sangre hirviendo tras los recuerdos compartidos amplió las sensaciones y un beso tan íntimo fue suficiente para encender el resto de sus cuerpos.


Si Kim hubiese estado tan delirante como Do, probablemente no le hubiese importado tomarlo en esa callejuela, con espectadores a su alrededor. La cordura restante lo alentaba a buscar privacidad, sin embargo, las ganas escocían su raciocinio. Un motel de mal aspecto fue el oasis a su desesperación.


Do estaba tan urgido a causa de la desinhibición momentánea que la preparación de sí mismo fue tórpida, sin importancia ante la penetración apresurada. Jadearon al unísono, sumido cada uno en su propio placer. Nuevamente la presión atosigaba al muchacho, siendo presionado por brazos calientes, quitándole espacio para respirar.


Toda la tensión sexual acumulada desde el primer encuentro de ambos se liberó de forma brutal, siendo sinceros por primera vez a través del sexo. Do se retorcía y apretaba sus dedos en la piel tostada, suplicando sin saber por qué. Intentaba quitarle las manos para lograr obtener aire, pero en respuesta Kim apretaba aún más la delgada cintura, casi tan estrecha como una femenina.


Kim no le daba oportunidad de descanso, lo penetraba de pie, sosteniéndole el cuerpo flojo y se aprovechaba de él, mordiéndole los hombros blancos. Do era especialmente sensible al dolor, tenía tintes de masoquista mezclados bajo las capas que lo componían y los espasmos provocados resultaban en contracciones alrededor de la erección que se inmiscuía con fuerza dentro de sí.


Do no recordaba haber tenido sexo de forma tan salvaje antes, sentía la diferencia de edad y cómo ésta se traducía en experiencia y un deseo insaciable de llevarlo a la locura.


Kim, por su parte, abandonaba la razón cada vez que su miembro desaparecía entre las nalgas del muchachito. Quería romperlo. Eso sentía, escalofríos y una sensación abrumante de poseerlo. Cada vez más fuerte, más rápido, sin importarle las palabras de auxilio o la resistencia de las manos más pequeñas.


Apretó la carne con fuerza y lo empujó boca abajo en la cama, forzando la espalda de Do a permanecer abajo, con el abdomen pegado al edredón, inmóvil, incapaz de oponerse a su desastroso descontrol.


El trasero de Do¸ luciendo una perfecta media luna, vibraba junto con los muslos por cada golpe, por cada arremetida. Los gemidos nacidos desde el fondo de su garganta eran la bandera blanca de su cuerpo. Sabía que Kim se estaba desquitando por algún motivo desconocido, lograba percibir perfectamente la ira detrás de las caricias toscas y, aun así, su lado depravado disfrutaba la tortura.


Kim liberaba años de represión, todo el tiempo que mantuvo oculta su verdadera identidad. Empezaba a conocerse a través de Do.


Una experiencia indescriptible.


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