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Percepción por rmone77

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Notas del capitulo:

—The Knowing—

La piel traslucida mostraba hilillos azulados en los brazos de Do. Kim seguía esos caminos que se abrían y difuminaban lentamente, perdiéndose en los hombros. Las cosquillas repetidas despertaron a Do quien, sin decir una palabra, apartó la mano del otro y se encerró en el cuarto de baño. La actitud fue tremendamente fría y Kim no estaba para nada acostumbrado a algo así.

Al cabo de unos minutos, el cabello húmedo le daba un aspecto muchísimo más sumiso y adelgazaba todavía más su figura. Marcas rojas asomaban sobre las clavículas de Do, pero él mismo le quitaba toda importancia. Tomó su ropa y se vistió con normalidad, pero cuando colocó su morral en la espalda fue que Kim se levantó preguntando si pasaba algo. La respuesta del muchacho lo dejó estupefacto, pues con una sonrisa falsa en la boca negó y se despidió. "Nos vemos en otra oportunidad", dijo y salió del cuartillo.

Desde entonces Kim cuestionó a sí mismo en esa noche. Todo se dio de una manera tan rápida y tosca que no hubo tiempo para preguntar, para disculparse. Simplemente sucedió. Y al rememorar aquello para buscar posibles errores, se dio cuenta que eran escasos detalles los que podía visualizar. La única conclusión a la que llegó fue una disculpa sincera y comenzar desde cero. Consideraba que Do aún tendría algún interés, aunque no conseguía descifrar la sonrisa y la despedida tan distante.

¿Había dado ese tipo de señales como para que Do creyera que el "asunto" entre ellos se resolvería con un poco de sexo bruto? Dios, no. Si Kim había pensado eso en algún momento, la idea quedó descartada en su totalidad al tener esos cortos y repetidos encuentros con Do. No, mucho antes. Cuando lo vio entrar a la habitación, con su ropita tan ordinaria, con esa expresión de que todo le daba igual y que espera a ver qué es lo siguiente. Y, aun así, pudo ser mucho antes, cuando vio su boca seria, cuando escuchó esa voz grave, cuando lo vio inmutable, sentado, atrayéndolo de manera irreparable.

Se le apretó el estómago. ¿Cuán profundas eras las sensaciones que Do desató en él? El cuerpo mismo se le encogía de rabia, frustración, ¿había sido rechazado? ¿estaba Do ansioso por ver quién era el siguiente en su lista de enamoramientos unilaterales? ¿era siquiera consciente de cada muestra que hizo, por él, queriendo mostrarle cuán fanático era de sus gestos simples y nimios?

Buscó la forma de conseguir su número y se debatía en un mensaje o llamada. Treinta y un años, y la edad no le daba ningún tipo de seguridad sobre cómo debía actuar. Se sorprendió a sí mismo utilizando un tono maduro y controlador a través del teléfono, empero le sorprendió más la tímida voz de Do al responderle.

— Es que no me gustan las llamadas, me hacen sentir incómodo.

Seguro que sí, seguro que Do era de esos chicos que tienen tantos lados ocultos que parecieran miles de personas encerradas en un solo cuerpo.

Se quitó el morral, ese que siempre llevaba a todos lados, y la chaqueta, una distinta esta vez. El suéter negro era el mismo que llevó en las sesiones así que Kim no disimuló su cara de idiota al notar la delgadez bajo esa prenda. La misma que había palpado, la misma de la que no recordaba nada.

— ¿Por qué te fuiste la vez pasada? ¿Te ofendí?

La expresión de Do era totalmente transparente: asombro. No le respondió y le devolvió la pregunta, masticando un poco del aperitivo antes de la cena.

— ¿No debía irme? ¿Faltaba algo por hacer?

Las dudas habían sido confirmadas. Do tenía miles de personalidades en su interior. Eso, o era un muchacho muy simple y honesto, al que era fácil malinterpretar. Y tal vez Kim lo había estado malinterpretando todo este tiempo. Y quizá, sí, era el único que tenía un interés real y duradero.

Negó.

— Pensé que te había ofendido.

— Para nada.

Era un chico sencillo fácil de malinterpretar. Y eso podría ser lo único que Kim obtuviese de él, hechos y emociones malinterpretados, fuera de contexto.

Se le quitó el apetito de golpe y aprovechó de beberse todo el alcohol de la mesa, no quería que se repitiera la historia. No de nuevo los dos ebrios, sin ser conscientes de lo que sucedía.

Qué desesperante era que, al descubrir este nuevo mundo, el inicio estuviera fuera de su control. Que el hombre que había despertado su "yo" real fuese tan despiadado. Tan increíblemente atrayente y despiadado. Tan honesto. Tan real. Como ninguno de los que conoció antes.

Y cayó en cuenta de que el único que mentía y engañaba era él mismo. El chiquillo jamás puso expectativas en él, ni una sola. Kim, por el contrario, creó infinidades de ilusiones. Pero Do no era alguien que pudiese ser limitado, puesto que carecía de toda codicia. Estaba seguro de que, aunque no pudiese oír, ni ver, ni hablar, seguiría teniendo esa actitud despectiva contra lo que es vivir, esperando, sencillamente, lo que seguía en su cotidianidad.

Entonces, ¿por qué se preocupaba tanto? Sólo tenía que hacer lo que sentía, de otra forma Do nunca se enteraría de nada, no tendría siquiera oportunidad de ser rechazado.

— ¿No me dejarás beber, aunque sea un poco?

Kim negó de nuevo, aunque fue un movimiento sutil, puesto que no pensaba apartar la vista del otro. Lo miraba con la intención de un espectador que desea fervientemente interrumpir en la película, con ese poquito de frustración picándole las manos y con otro tanto de miedo que realzaba su cobardía. Y se repetía, ¿qué era lo que le preocupaba tanto?

Dedos en forma de seda se balancearon en su rostro serio.

— ¿Qué sucede?

La voz grave y dulce le preguntaba si es que le sucedía algo. Kim guardó silencio. De todas formas, no tendría cómo explicarle lo que estaba pasando.

Los dedos insistieron en la caricia y, empalagosos, peinaron también su cabello.

— Eres como un niño, a pesar de tu edad... eres como un niño.

Do lo dijo como si estuviera intentando convencerse de ello, como si no quisiera creerlo, pero tuviera que reconocer que era así.

Si Kim hubiera tenido unos años menos, se habría sonrojado por la comparación. Pero ahora se sentía un tanto molesto. Esa actitud tan dulce le hacía sentir que no había ninguna posibilidad de tener algo de control.

Kim se moría de ganas de tener sexo con él. Estaba excitado sólo por la actitud cuidadosa del muchacho, pero, por otro lado, se negaba a reconocerlo. Le importaba y preocupaba profundamente que en cada encuentro todo se diluyera en sexo y que, luego de satisfacerse ambos, cada uno volviera a su vida.

¿No había otra salida?

¿No había sido él mismo quien limitó las relaciones pasadas a sólo sexo?

Qué indolente había sido.

A lo mejor Do era quien venía a hacerle pagar por sus pecados. ¿Y si mejor se lo llevaba al mismísimo infierno?

— Hey, ¿realmente estás bien?

Do volvió a preguntar porque, aunque habían compartido una cama desnudos, no esperaba el contacto íntimo y cálido de un abrazo en medio de una noche fría. Un gesto de amantes verdaderos, algo que le parecía lejano e incómodo. Pero cedió por primera vez, no supo por qué, quizá pena, o quizá estaba madurando.

Kim, encorvado sobre la pequeña figura, que se hacía más pequeña a medida que más fuerza ejercía, liberó su ansiedad, su lado infantil, ese adolescente perdido entre la vanidad y la arrogancia.

— Quiero tener sexo contigo, pero quiero que te quedes.

Al principio de la frase Do sonrió, lo esperaba, de hecho, creyó que la actitud tímida se debía a lo salvaje que había sido Kim la vez pasada. Pero el epílogo lo descolocó. Se estremeció entero y la sensación de ahogo se hizo más fuerte. El pánico le indicó que debía esconderse, que no quería estar ahí, sin embargo, los brazos de Kim no se movían, lo apresaban más.

¿Qué significaba "quiero que te quedes"? ¿Una segundaronda? ¿Una hora? ¿Una noche? ¿Y qué pasaba si decidía "quedarse"? ¿Quésignificado había realmente detrás de esa petición? ¿Por qué sentía que debíadecir que no y huir? ¿Porqué, de pronto, la angustia le robaba el aliento? Otal vez no sólo era la angustia, y era culpa del beso que los unía, porque Kimno aguantó la ansiedad por la respuesta y decidió retenerlo de cualquier forma. 

 


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