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Percepción por rmone77

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Notas del capitulo:

Portrait

Cuando estacionó el vehículo lejos pensando en no alertar de su presencia al chico, creyó que hacía lo correcto. Cuando caminó a través del pavimento casi inexistente y la tierra húmeda, se dejó llevar por la ira y mantuvo tenso todo su cuerpo. No dejó de pensar en las mil y una formas en que podía desquitarse, cobrar alguna venganza por lo desvergonzado que había llegado a ser Do. Se mortificaba a sí mismo, creyéndose un iluso al considerar la posibilidad de ser alguien especial en su vida. Quizá hacía lo mismo con todos, engañándolos de la forma más cruel. Quizá en ese mismo instante se reía a sus espaldas, divirtiéndose con otros. Quizá lo disfrutó desde el primer momento, desde que él cayó en sus manos.


Maldijo en voz baja y tensó las piernas al subir uno a uno los escalones, acelerándose su respiración al escuchar murmullos y sonidos indiferenciados provenientes desde el segundo piso. Sintió que la sangre le bañaba el rostro y que un calor iracundo le cegaba la mente. Empujó levemente la puerta, con las emociones a punto de estallarle bajo la piel, pero lo que vio lo congeló de golpe, como si hubiese sido lanzado a un lago gélido. La luz anaranjada de la única lámpara encendida ocultaba muchos detalles, pero era evidente lo que ahí ocurría. Do estaba sentado en el sofá, pero su postura era extraña, como si no tuviese fuerza en sus músculos. A su lado había una sombra, un hombre, de su edad probablemente, pero totalmente diferente en su forma física. Tenía a Do agarrado del cuello, sin llegar apretarlo del todo, y su otra mano estaba apoyada en una pierna del chico. En el primer segundo no lo notó, pero Do estaba casi desnudo, con la piel teñida del mismo color del atardecer en que le dijo lo feliz que era a su lado.


El desconocido se levantó asustado, soltó a Do e hizo el amago de querer huir. Kim escuchó que Do se quejaba, pero de forma horrible, como si le costase respirar. Él mismo inhaló profundo y abrió la puerta por completo, golpeando la madera con el muro de concreto. Kim no lo pensó dos veces para abalanzarse sobre el desconocido. Lo golpeó un par de veces antes de que Do volviese a llamar su atención, esta vez parecía que sollozaba muy bajo. Y en ese despiste el desconocido huyó. Kim, sin saber qué sentir, tomó el delicado cuerpo de Do, provocando más quejas y llantos en él. Se le aguó la mirada y por primera vez se dio cuenta de lo mal que estaba. Respiraba con dificultad y tenía varios golpes en el rostro. No quería examinarlo por miedo a descubrir algo que le hiciera desesperar aún más. Le acarició la mejilla, llamándolo muchas veces, intentando despertarlo, pero era todo inútil. Do mantenía la mirada perdida y una expresión desvirtuada, como si no fuese él. Kim creyó ver una sonrisa depravada en su rostro antes de que tosiera desenfrenadamente.


Sudando frío y un tanto tembloroso, lo vistió como pudo y bajó con él en brazos a su auto. No dejó de hablarle en ningún momento mientras conducía a un hospital. El terror lo hizo presa cuando lo pudo observar por completo sobre una camilla, bajo la luz incandescente de la habitación blanca. Estaba mucho peor de lo que creyó.


Do pareció despertar cuando el médico quiso interrogarlo, estaba desorientado y no reconocía a nadie. Gritó asustado cuando intentaron calmarlo y luego contenerlo, y Kim se sintió perdido al verlo así. Pedía ayuda como si estuviese en peligro, golpeó al personal que tuvo que amarrar sus extremidades una a una a la camilla frente a los ojos de Kim. Pero lo que le rompió el corazón fue verlo llorar mientras llamaba a su abuelo. Una enfermera lo sacó del lugar y tuvo que empujarlo, porque no fue capaz de moverse por sí mismo.


Minutos después se acercó un muchacho joven, probablemente también tendría la misma edad de Do, se presentó como un médico en formación y le pidió antecedentes. Kim contestó todo de forma rápida y sincera, dándose cuenta de que poco y nada sabía de él. Cuando le preguntó sobre su relación, demoró en contestar que era un amigo.


El joven le explicó la probable situación. Había sido drogado, o se había drogado. Una pelea quizá, porque era lo único que justificaba los golpes en su cuerpo. Cuando Kim preguntó si había sido abusado sexualmente, el joven médico dudó al responder y dijo que no habían examinado sus genitales, porque no había antecedentes de ello. Kim se cubrió los ojos, recordó a un Do ebrio y excitado y, a los segundos después, tomó al muchacho del cuello de su bata blanca. El guardia lo sacó del lugar para calmarlo y otra mujer se acercó a él, otra enfermera, que fue mucho más amable y asertiva al explicarle la situación de Do. Le dijo que, incluso, podía ingresar a verlo si quería.


Se fumó el último cigarrillo fuera del recinto, le dolían las sienes y se sentía deshecho.


Pidió que trasladaran a Do a una habitación individual sin importar el costo. Y, luego de hablar con la policía y darle la mayor cantidad de antecedentes, regresó con él.


Cuando entró a verlo estaba dormido. Aún tenía sus extremidades amarradas y, aunque sabía que era por su seguridad, le parecía un acto totalmente desalmado. Pero, peor aún le parecieron sus pensamientos antes de encontrarlo.


El torso limpio de Do se elevaba con una calma profunda. Se veía estremecedoramente tranquilo con la ropa blanca, con su rostro limpio y las heridas curadas. Un pequeño círculo violáceo alrededor de su labio descomponía su expresión inocente. Un pómulo resaltaba por la hinchazón y el color oscuro. Sus párpados impecables eran lo único que seguía pálido en su rostro. Tenía un parche en su brazo y un suero conectado a su mano izquierda. A ratos sonaba una de las máquinas que había al lado de su cama y a los segundos entraba algún auxiliar para verificar el tratamiento. El joven médico le informó que no había signos de forzamiento sexual, pero fueron las enfermeras las que le hicieron saber que seguramente habría sido abusado en ese estado de drogadicción, aunque sin llegar a ser forzado físicamente. Se le estremecía al alma al repetir la voz femenina diciendo esas palabras y dejando inconclusas las ideas que él podía completar claramente.


— No hay heridas o algún signo que indique que lo hayan forzado físicamente, pero, en ese estado… además, cuando se le realizó el cambio de ropa y el baño…


Arrugo el entrecejo y telefoneó a su secretaria. La mujer, a esa hora de la noche y un tanto adormilada, cumplió con su deber de asistente y le prometió interceder por él al día siguiente.


Le informaron sobre los medicamentos, la condición, sobre una máquina expendedora de comida o café, pero Kim no se interesó en nada de eso. Le pesaba la culpa sobre un hecho que aún no estaba del todo claro. El oficial de policía también le había pedido datos que desconocía y eso sólo lo hizo sentir peor. La investigación ya estaba en curso, pero incluso ellos pensaban que se trataba de un simple caso de drogadicción. No lo conocía, no tenía idea de dónde provenía Do, pero apostaba su vida en que era un buen chico. En que él no se habría drogado, ni puesto en peligro de esa forma. No lo sabía, pero quería creer en eso. Entre toda la desesperación y rabia, quiso creer.


Kim se preguntó desde cuándo se encontraba en esa situación. ¿Desde la noche anterior? ¿O tal vez desde que se mensajearon? ¿Estaba ya drogado cuando le respondió? ¿Fue desde antes? ¿Realmente lo hizo él? Recordó entonces al desconocido y a su ineptitud al dejarlo ir. Pero es que Do necesitaba atención, estaba mal y él lo único que hizo fue desconfiar de él.


Con ese tipo de pensamientos se atormentaba, una y otra vez, repitiendo incansablemente sus acciones. La situación en sí ya era bastante mala, no haber estado ahí a tiempo, no haber podido ayudar en nada, pero peor era recordarse como una simple víctima del muchacho que estaba tendido frente a sus ojos, completamente vulnerable, incapaz de abrir sus ojos.


En algún punto de la madrugada empezó a detallar al hombre desconocido. Intentó recordar paso por paso sus movimientos, sus características físicas, la torpeza en su postura, lo que estaba haciendo con Do. Con la mente fría pensaba y recordaba. Y sólo levantaba la vista cuando Do resoplaba en el sueño inducido en que se encontraba.


Unió un par de cabos y realzó sus sospechas previas. Cuando se reencontraron Do estaba más delgado, sí, pero había una serie de marcas sobre su cuerpo de las que ninguno habló. ¿Podría ser que antes ya le había sucedido algo similar? Y si no dijo nada, es que tal vez no lo recordaba. Tal vez le pasó lo mismo cuando desapareció la primera vez, aunque él le dijo que quiso huir de él. ¿Y si realmente no recordaba lo que sucedió y le mintió porque no sabía nada?


Kim, paranoico, analizó cada detalle, por más mínimo que fuera, queriendo dar respuesta a las nuevas incógnitas. Y justo cuando pensó que la figura del desconocido se le hacía familiar, Do balbuceó palabras incomprensibles. Se levantó para ponerse en su campo de visión, para comprobar si esta vez lo reconocería. Do se alteró un poco al sentir sus manos y pies atados, pero Kim inmediatamente le soltó una de ellas e intentó calmarlo. Aún se veía desorientado, pero al menos tenía la mirada mucho más viva. Cuando Kim lo llamó por su nombre, éste reaccionó fijando la vista en él. Le apretó la mano, aunque el agarre carecía de toda fuerza. Kim le acarició el rostro y se atrevió a besarle la frente. Do murmuró de nuevo, un par de palabras dichas en forma precisa, justo antes de que volviese a dormir.


 


— Lo siento.


 


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