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Nanas para Kiki por Doki Amare Pecccavi

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Cap. 10: Erato.

 

Esponjosidad, dulce néctar de vida, hay algo que tengo que confesar.

¿Recuerdas cuando nos conocimos? ¿Cuándo espiando por tu ventana de noche, notaste que llevaba días siguiéndote? Aquella noche, estuve decidida a tenerte solo para mí.

 

¿Cómo era posible que la creación me hiciera tan ambiciosa?

 

Pequeño y dulce caramelo. Lo que sea, para tenerte del lado de las artes y no de las guerras.

 

.*.

 

Después del entrenamiento y antes de la cena, podían disfrutar de algunas horas de tranquilidad y aunque no importaba demasiado qué era lo que hacían o si Mu prestaba su completa atención a él, Kiki procuraba permanecer a su lado, sin ser una molestia… demasiado.

 

Kiki disfrutaba también si Alde subía al templo de su maestro para cenar juntos y si se daba la ocasión, incluso el santo de virgo se paseaba de vez en cuando. Eran su mundo completo y aunque el lugar estaba lleno de caballero, no todos tenían la obligación para lidiar con sus “monstruosas travesuras” o al menos eso había escuchado decir al caballero de cáncer.

 

—Kiki, es hora de dormir. — El pequeño se apresuró a recoger las migajas de pan con su dedo lleno de leche, y las llevó directo a sus labios para no desperdiciar ni un poco de su cena.

 

— ¿No puedo quedarme un poco más? — Aldebarán sonrió y miró a Mu, completamente enternecido, por él, podían quedarse hasta media noche contando un montón de aventuras, pero eso era algo que Mu no podía permitir.

 

— La hora de dormir, no es negociable, Kiki. — Le aseguró con voz tranquila, al hablar con el pequeño Kiki, una particular y cariñosa voz salía de su boca, única y dulce forma de hablarle sólo a él. El pequeño soltó un suspiro sabiendo que aquello era real, no había negociación con el sueño, porque Morfeo no daba tregua nunca, eso era algo que Mu decía y completamente lo creía él.

 

Fue guiado hasta su habitación, las luces se apagaban a su paso.

Antes de recostarse en su cama, Mu enredó sus dedos en el cabello esponjoso del pequeño para asegurarse que no había humedad, y estando ya seguro, le guió para que subiera a su cama, en donde le cobijó.

 

— Buena noche, descansa, mañana es un día duro de entrenamiento. — Kiki miró por la ventana detenidamente y estando a punto de pedirle a su maestro que se quedara, decidió que era mejor si no lo hacía.

 

—  Buena noche maestro. — Finalizó, al ser cobijado y cerró los ojos, empezaba a quedarse dormido cuando escuchó que Mu se marchaba, la luz se había apagado y sólo quedaba la luz de luna alumbrando las paredes de la habitación.

 

Un ruido bajito, se escuchaban hojas secas ser pisada.

 

— Esponjosidad. — Susurró alguien a su oído. —  Regresé, he venido por ti.

 

.*.

 

Para cuando Mu regresó al comedor, Aldebarán ya se había marchado. Observó su trozo de pan intacto, raro en él, pensó. Hacía días que Alde se comportaba bastante extraño, en los entrenamientos estaba distraído, aunque no era el único, últimamente notaba una ligera enemistad entre algunos y el se sentía con una fuerte niebla mental que le impedía concentrarse en su trabajo y en su entrenamiento.

 

Había intentado preguntar a su maestro sí todo aquello era algo por lo que debía preocuparse, pero hasta ahora, no había podido ser recibido por el patriarca.

 

Cada vez era más difícil contactar con él y cuando coincidían, no lograba encontrar en él, el confort de siempre. Demasiado extraño.

 

— Es hora de dormir. — Se dijo así mismo, antes de apagar las luces, llegó hasta su cama, trenzó su cabello y se hecho a dormir sin una verdadera consciencia de lo que ocurría. Dormir enseguida, a causa del duro entrenamiento y antes de que la consciencia le fuese arrebatada, escuchó una dulce voz llamarle.

 

“¡Maestro!”

 

 

 

 

 

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