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Circunstancias coloridas por 1827kratSN

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—Adelheid sabe cuándo estoy preocupado, a veces sin que yo lo sepa primero —Enma rio bajito—. Así que no dudó en traerme hasta aquí.

—A pesar de que les dije que estaba bien —Tsuna suspiró.

—No debiste ocultar que tuviste una cirugía.

—Solo no quería que dejaran todo para venir hasta tan lejos —hizo una mueca—. Y estoy seguro de que no serás el único en venir, ¿les dijiste a los demás?

—Lo siento, intenté ocultarlo… pero sabes que soy pésimo mintiendo.

Tsuna negó, ya no importaba, tarde o temprano todos se iban a enterar.

Pero le tomó por sorpresa que un día, de la nada, tocaran a su puerta y Enma junto a Adelheid le dieran aquella sorpresa. Le trajeron fruta, algo de medicina y cosas más para comer juntos. Se alegró de verlos, pero a la vez se sintió inútil pues ni siquiera pudo mantener en secreto lo de su cirugía.

—Así que ya te mudaste con él —Adelheid miraba al azabache, quien preparaba limonada para las visitas.

—¿Por qué tanta curiosidad?

—La última vez que los vi, tu rostro hervía en celos —se burló—. Me pareció gracioso… Y ahora se me hace más gracioso que te hayas “mudado” y que, aun así, Tsuna no tenga una fotografía contigo entre todas las otras que presume desde la entrada al departamento.

—Golpe bajo —miró a la mujer sin mostrar enfado, pero siendo muy frío.

—Lo sé —sonrió de lado—. Y quiero ver tu cara cuando lleguen Mukuro y Hibari.

—Quiénes…

—Ya lo verás.

Y es que Adelheid podía ser muy cruel y ruda en ocasiones, más aún cuando la gente no le agradaba, y Reborn obviamente no le simpatizaba, ni siquiera tenía razones para eso, simplemente no le caía bien y ya. Por eso hizo la sutil sugerencia a Enma para que comentara a los amigos cercanos de Tsuna y del propio Enma sobre la cirugía del castaño y en consecuencia visitaran aquel hogar.

Quería ver el desastre que armaban, y el caos cuando se enteraran que alguien se había casi apoderado de Tsunayoshi por la fuerza.

—Adel es como mi alma gemela, a veces creo que sabe lo que estoy pensando.

—Y lo sé —la chica se sentó junto a los demás y empezó a trocear las manzanas.

Tsuna sonrió al ver a esos dos.

—Creo que eso es muy bonito. También me gustaría tener a alguien que complemente mi alma.

—¿Y qué me dices de Mukuro? —Enma rio bajito.

—Dime que no le dijiste —Tsuna se golpeó la frente.

—Se lo dije yo —Adel ofreció los pedazos cortados.

—Adelheid, ¿por qué hizo eso?

—Creí que necesitarías que alguien te cuide bien, y con lo obsesivo que es el Rokudo, fue la mejor opción.

—Pero a Tsuna ya lo cuida el joven Reborn —Enma miró al azabache que les sirvió un vaso de limonada en completo silencio.

—Podrán compartir —Adel sonrió divertida.

—Ay no —Tsuna ya sentía el desastre venir.

Uno a uno sus amigos llegaron, uno más preocupado e histérico que el anterior, todos ignorando la mirada pesada que les brindaba Reborn, y centrándose en abrazar e interrogar al castaño que poco hacía para impedir aquel trato tan cercano.

 Y es que eran sus amigos de toda la vida. Así que Reborn poco o nada tenía que decir.

Lo bueno era que la mayoría, debido a trabajo o por tiempo, solo llegaba de visita, daba regalos, platicaba con el castaño y se retiraba. Incluso Adelheid y Enma se fueron en la tarde, prometiendo volver el fin de semana para revisar la recuperación de Tsuna.

Hasta que llegó el peor.

El muchacho de hebras azuladas, con un extraño peinado elevado en la coronilla y de mechones largos atados en una coleta.

—¿Mukuro?

—Pequeño conejito traidor —lo abrazó ni bien lo vio—. ¿Por qué no me avisaste de tu pequeño reto personal? Sabes que si te pasa algo, ¡me muero!

—No seas exagerado —Tsuna empujó un poquito al recién llegado—. Y no tan fuerte, recuerda que aun no estoy del todo bien.

—Pues aquí me quedo hasta que el doctor te quite los puntos y te dé de alta.

—Mukuro, por favor —Tsuna suspiró, y luego simplemente negó—. Tengo que presentarte a alguien.

—¿Al azabache de mirada furibunda que está intentando ocultar sus ganas por apuñalarme la espalda?

—¿Qué?

—Él —Mukuro apuntó a quien se hallaba junto a la puerta.

—Él es Reborn y es quien me está cuidando —sonrió—. Así que no tienes por qué…

Pero fue ignorado.

Mukuro fue quien se acercó al desconocido y con su mejor sonrisa prepotente se presentó.

—Soy el alma gemela del pequeño conejito, es un placer.

—Para ser su alma gemela, te enteraste casi al final de lo sucedido —retó—. Soy Reborn, el gusto es mío.

Iba a ser un par de días muy pesados, suponía Tsuna.


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