Cuando Harry sintió los pies en el suelo se giró lo más rápido que pudo, pero si la desaparición ya era compleja y un tanto desagradable, cuando era otro el que la hacía por ti, tu estómago literalmente se ponía del revés.
No tuvo opción de defenderse, cuando su mano estaba llegando a su varita, fue desarmado rápidamente.
En ningún momento supo quién era el que se lo había llevado, pero cuando le vio, sintió un vacío bajos sus pies.
Severus Snape apuntándole con su varita y con un gesto serio de mortalidad.
—No—gimió Harry descorazonado. Había confiado en él, cuando todos sus instintos le habían dicho que no lo hiciera.
Una puerta se abrió haciendo un ruido mortecino, un vistazo mejor al lugar y lo reconoció.
Estaban en la Casa de los Gritos y por la puerta estaban entrando un grupo de mortífagos enmascarados.
—Aquí está—dijo Snape sin mirarle, de un tirón uno de los mortífagos se descubrió el rostro, no le resultaba familiar, pero su cara era de desconfianza.—No soy un traidor.
—Eso ya lo veremos—dijo el hombre.
—Hijo de puta—farfulló Harry con dolor, los había traicionado, le había traicionado, y había dejado a Draco tirado en cualquier lado.
Harry fue empujado por uno de los mortífagos cayendo de culo al suelo, si las miradas mataran todos ellos estarían muertos, pero sobre todo Snape, que no le miraba en ningún momento, estaría patas arriba como la cucaracha inmunda que era.
Otro mortífago entró en la habitación y los demás lo miraron expectantes.
—Todo despejado.
—Avisad a nuestro Señor, querrá acabar con él hoy mismo.
Harry miró todos los rincones de aquella habitación disimuladamente, tenía que conseguir salir de allí o esa misma noche Voldemort definitivamente acabaría con él.
o0o
Draco despertó con un fuerte dolor de cabeza, estaba en el sótano de Honeydukes, completamente solo.
Lo recordó todo, absolutamente todo. La opresión en su pecho fue tan aguda que sentía como si alguien lo estuviera apretando con sus manos.
Le había visto, a Severus, solo una milésima de segundo antes de poder hacer nada, antes de desmayarse. Severus se había llevado a Harry, y la boca le sabía a sangre y dolor.
Abrió la trampilla por la que habían entrado y corrió, corrió a todo lo que sus piernas y sus pulmones le dieron. Hubiera extendido sus alas si hubiera espacio suficiente en el pasadizo para volar, pero era imposible, avanzaba más rápido con sus piernas.
Recordaba que el trayecto era de una hora, pero se apuró por llegar lo antes posible, cuando tras la estatua vio las luces del castillo, casi se derrumba de cansancio.
Pero aún no había acabado, aún tenía que dar el aviso.
¿Dónde te han llevado, Harry? Pensó desesperado.
Lo que no esperaba era que a la vuelta de la esquina estuviera Dumbledore esperándole.
—Es Harry, se lo han llevado, se lo han llevado.
—Calma, hijo, calma.
La rabia, el cansancio y el sabor a traición en su boca por lo que significaba aquello, no le dejaban hablar bien.
—Ha sido Snape.—Su voz era casi un lamento, un quejido de decepción y miedo.
Después se desplomó siendo agarrado por Dumbledore evitando que su cabeza se golpeara dolorosamente contra el suelo.