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Noche eterna... por Doki Amare Pecccavi

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Cap. 5: Tú que me cuidas.

 

Tras la primera noche, la segunda, y la tercera, en un orden no consecutivo, nunca se sabía cuándo llegaría, siempre bien recibido. En los estudios el niño, un poco menos interesado, sus noches y madrugadas hechas para platicar en el balcón.

 

Ayudaba a con las tareas de Gee, con las de Mikey, de vez en cuando, cuando el dinero hacia falta, Gee pedía al hombre del negocio clandestino trabajo, y a escondidas "él" le ayudaba.

 

Y los días pasaron...

 

"Él lo supo" De la muerte del padre, la madre y el abuelo..., todo ello apenas hacía unos meses, le habló de su hermanito, un año tres meses menores que él, y de su abuela la "mujer fuerte".

 

Sin que el niño lo supiera, "él" aumentaba los ingresos familiares cada vez más, todos pensaban "una familia que crece después del terror", la abuela creyó ingenuamente, que sus ahorros y su trabajo eran suficientes.

 

Y las semanas pasaron...

 

La abuela era ingenua, Gee también lo era, incluso "él"

Qué los problemas económicos eran los únicos, pensaron.

 

El niño rubio, dejaba de sonreír y sólo la noche lo arrullaba con tranquilidad, un profundo sueño en el instante en el que su hermano se posaba frente a la ventana del balcón. Cuando "Él" llegaba.

 

Esperó a que las sombras del crepúsculo desaparecieran...

Esperó con ansias, lo había prometido...

"Regresar otra vez."

 

.*.

 

Sus ojos avellanos abriéndose, notó la incomodidad en su cuerpo mal colocado, recostado en una mesa apolillada, cubierto de polvo acumulado. Primero alimentarse, su índice de nutrición había bajado considerablemente... su corazón de piedra dejaba ver un cristal unicolor en el fondo.

 

Y los meses pasaron... muchos de ellos, del viento al calor, las lluvias y la nieve.

 

A un hombre no muy vivo, sangre sabor a alcohol, limpió la comisura de sus labios, delineó en un acto casi inconsciente el dedo índice con su lengua sonroja, pequeña manía después de comer.

 

... y después lo más importante.

 

¡El niño en la casa vieja!

 

Caminó por las calles sin ser visto, no corría, pero sus pies eran rápidos, muy rápidos, demasiado para un mortal. ¿Y a él que le importaba? Su cajita de monerías resultaba ser ese niño... un entretenimiento demasiado sano.

 

El niño le hacía recordar cosas, y "él" adoraba recordar el color del pasto de su ciudad natal, el polvo elevado por las patas de los caballos. La voz de su madre, sus recuerdos se mezclaban con los de Gee, y eso era aún más perfecto.

 

Subió al balcón, la ventanita estaba semi cerrada, sin timidez alguna, se adentró en la casa ajena. En la recamara no había nadie... nadie a quien dormir, ni con quien platicar, salió al pasillo, corredor estrecho y gastado, bajó por las escaleras que amenazaban con caer, crujir a cada paso, pasó junto a los sillones desfondados, Gee sentado en el suelo, su cabeza recargada en la mesa que simulaba su cuarta pata con cajas de cartón... los cuadernos con tareas terminadas...

 

—  "Tareas de tu hermano" ¡Ey! Niño, he llegado... —  Su mano en el hombro del pequeño. — Gerard despierta que no tengo tu tiempo.

 

—  Tan... lejos...– Murmuró el niño en sueños – Yo... sueño...

 

— ¿Qué dices? –  De modo infantil " él " golpeo en la cabeza de Gee.

 

—¡Ah! ¡Ha llegado!

 

— ¿Que soñabas...? –  Cuestionó interesado.

 

—  Yo... "El sol... y mucha tristeza" No lo recuerdo.

 

— No te creo... pero, no me interesa "demasiado". Por cierto, ¿Puedes dejar de decirme señor?

 

—  No, no puedo, no me ha dicho usted su nombre...

 

— Es cierto. — Contar nada a cambio de todo no resultaba gran cosa. — Entonces...

 

— ¡GERARD! —  Gritó un niño entrando a la casona – ¡Gerard mira lo que la abuela ha comprado para ti!

 

— Te espero en tu recamara... — “Él" a velocidad autentica, directo a la habitación del niño... era muy temprano para marcharse, Gee lo entendió.

 

.*.

 

—¡Feliz cumpleaños! —  Mikey incluso más emocionado que el pequeño Gee.

 

Ocho velitas en el panque de chocolate, panque barato.

 

Gerard apenas si comió del suyo; adicto a los dulces, Mikey pidió doble trozo, la abuela, un trozo más pequeño.  

 

—  Eres todo un niño grande Gee, estoy segura de que tu mamá y… tu papá

 

— ¡Y el abuelo! —  Recalcó Mikey...

 

— Sí Mikey, el abuelo también, todos están muy orgulloso de ti mi Gee.

 

— ¿De mí también? —  De nuevo Mikey interrumpió emocionado.

 

–  Sí Mikey... de ti también.

 

.*.

 

— Es tu cumpleaños… — Él hacía mucho que había dejado de festejarlos, "Él" con el rostro hundido entre sus piernas... recargando su cuerpo en la ventana que daba al balcón. — Eres tan extraño.

 

Tan extraño que daba miedo acercarse, mucho miedo.

 

Gee entró sin hacer ruido, el trozo de panque de chocolate en sus manos, envuelto en servilletas, lo había guardado para compartirlo con el señor del gabán fino.

 

—  Señor — La abuela y Mikey dormirían juntos hoy, toda la habitación para estar con él. — ¿Está llorando...?

 

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«. ·°·~*~Lágrimas rojas'~*~·°·. »
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