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Noche eterna... por Doki Amare Pecccavi

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Cap. 9: Cartas con marca.

 

Estar ahí era su castigo, el más joven de los "magníficos", pertenecía a un clan sin tregua ni promesas, ni obligaciones. Sí permanecían juntos, pero era simple obediencia hacia el más poderoso de "ellos".

 

Dean había permanecido casi atado a la muñeca de Marc, un laso compromiso era y aunque había intentado ver nuevamente a Gerard, no había mucho que hacer cuando había una "misión" y un motivo.

 

.*.

 

Michael terminaba siempre los ejercicios de clase, siempre el primero del cuadro de honor, los profesores le adoraban, sus compañeros no tanto. Era sincero, risueño, sumiso, en fin; un estuche de monerías. De voz dulce y con una devoción incorregible hacia su hermano, su hermano que daba tantos disgustos a la abuela.

 

Michael caminando entre profesores y compañeros, buscaba en los pasillos a los compañeros de Gerard, pedía sus apuntes y regresaba a casa. Una suerte era que no hubiese tantos deberes para ambos.

 

Entraba por las rejas de la casa, cruzaba el camino de piedras que salvaba de pisar el césped enlodado y hacía sonar sus llaves antes de abrir la puerta principal para hacerle saber a su hermano que había vuelto a casa.

 

— Gee, he llegado. — Gerard no dijo nada, cubría con su brazo el brazo pero que su respiración fuese tan calmada le indicó que intentaba hacerse el dormido. Michael le conocía lo suficiente como para caer en trucos soso. Soltó un suspiro profundo sentándose en el sillón de una plaza, dejó su mochila sobre la alfombra esperando tener la atención de su hermano. Sabía que él y su abuela habían discutido, pero ninguno había querido decir nada de lo sucedido. Siempre era así. — Gee, hoy no tenemos demasiada tarea. Le pregunte a tú amigo, el del cabello raro.

 

Michael siguió hablando, y las horas pasaron, decía muchas cosas importantes de verdad, preguntas sin respuestas. Sentado a los pies del mayor, sus ojitos con anteojos luchaban por no ser vencido por el cansancio, últimamente, lo notaba, un dolor en su cabeza frecuente y el ardor en su garganta, los ataques de tos cada mañana al contacto con el frío.

 

Michael preparó la comida, la abuela regresaría de noche, ya no de madrugada, Gee, seguramente no comería otra vez.

 

— Mikey no deberías preocuparte tanto — Exclamó Gerard, después de horas había descubierto su rostro, sentado en el sofá de la sala, lograba ver a su hermano cocinando, de vuelta a la mesa, dos cuadernos con ejercicios realizados perfectamente. Michael impresionado, dejó la cocinita fea y corrió hasta donde su hermano comenzaba a ponerse de pie — Voy a dejar la escuela y a quien le pediste los apuntes no es mi amigo.

 

— ¡Gee! ¿Qué dices? La abuela confía en que termines, por favor, no digas eso frente a ella.

 

— No Mikey, ella dejó de creer en mí, todo esto es tan amargo, Mikey — Terminó y no dio tiempo a revancha, su hermano rubio cerró los puños— En cuanto las cosas se mejoren, creo que... iré a vivir a otro lado, estoy causándoles demasiados problemas.

 

— ¡No se te ocurra hacer una tontería como ésta! — "Semejante niño regañándome" pensaba Gerard, pero él no era mucho mayor. La situación era dolorosa, y las palabras de Mikey estaban huecas. — No hagas algo que mamá y papá no aceptarían, ellos no te dejarían hacerlo.

 

— No les metas en esto, Michael, ellos ya no están aquí. — Gerard abandonó la salita, quería decir a Mikey que entendía su decepción, pero no pudo. Subió a paso rápido las escaleras y se encerró en la habitación que compartía con su hermano. Acomodó algunas cosas, un fajo de billetes maltratados y viejos, propinas de algunas personas. Estaba pensando guardar ese dinero para comprar algunas cosas para la casa, pero ahora que las cosas no iban bien había cambiado idea.

 

"Le descontarían los días que había faltado"

 

Bajo las escaleras de nuevo, su cabello parecía levitar por la prisa.

 

— Mikey — Llamó a su hermano que aún se encontraba parado mirando las escaleras — Dáselo a la abuela, dile que lo encontraste de regreso a casa.

 

— No Gee, dáselo tú. — Ni siquiera intentó tomar los billetes que su hermano le daba, no era la primera vez que le hacía mentir a su abuela sobre el dinero que conseguía.

 

— Compra algo rico de comer, tu sopa suele saber espantosa — Sonrió un poco más confiado, Michael no tenía la culpa de nada, estaba bien si sólo les ayudaba un poco. Hizo gala de la diferencia de fuerza y le obligó a abrir la mano para que tomara el dinero. — Guarda un poco para comprarle algo a la abuela, para su cumpleaños.

 

— ¿Vas a salir? — El castaño jaló del brazo a su hermano — No te vayas.

 

En otra ocasión hubiese caído ante los suplicantes ojos de su pequeño hermano.

 

No había posibilidades de faltar, ya muchos días había faltado, desde la noche que se habían vuelto a encontrar con "él".

 

.*.

 

— ¿Me estás pidiendo un favor? — Recalcó la intensión, no para incomodar, al contrario, Marc estaba por completo asombrado por lo que Dean pedía.

 

— Si quieres tómalo así, yo sólo necesito hacer algo esta noche, no le digas a Marshall o Robert, ellos son otro tema y no los quiero pegados a mi durante los siguientes días.

 

— Dean, sabes que en otra ocasión lo haría, pero ¿Qué pasa si escapas de nuevo? ¿Puedes asegurarme de que no tendremos que irte a buscar?

 

— Por favor, Marc, he tenido tantas oportunidades de escapar que sería una tontería avisarte que lo haré, lo que necesito es sólo no tener a ambos pegados a mi espalda.

 

Marc mordió su labio inferior, su mirada fija en la de Dean intentó descifrar las intenciones verdaderas, pero... no había mucho que hacer con él.

 

— Está bien, dos horas, sólo eso y si te retrasas un minuto más, la confianza uqe te tengo se habrá perdido.

 

— Es tiempo suficiente.

 

.*.

 

Cuando la abuela llegó Michael ya había regresado de hacer las compras, encargos de Gee; platico lo ordenado, la mujer sonrió, y pensó "Que su nieto tenía lo merecido".

 

No se atrevió a preguntar por Gerard, ansiosa y desubicada, se sentía molesta aún, la discusión, de días anteriores, había rebasado los límites, imprudencia y soberbia.

 

— Has hecho mucho mi niño, ve a dormir, yo recojo la mesa — El rubio negó sonrió a la mujer, ella también le sonreía. Los gestos de ambos resultaban poco elocuentes, el silencio dando su mayor significado: "incomodidad".

 

Ya solito y con el corazoncito roto en pedacitos astillados; no era nada fácil encubrir acciones buenas, remplazarlas por actos de adolescentes irresponsables. Lloró como nunca, Gee era demasiado para ser un ángel, incluso entre el resplandor de lo oscuro resultaba diferente. No entendía, nunca lo haría, pensaba él, el momento exacto en el que su hermano comenzó con esa vida nocturna tan problemática.

 

"Mejor no decir nada más".

 

Tenía un sueño en especial, ayudar en lo posible, darle lo deseado a su abuela, a Gee también, empeñándose en lo único que era bueno, y después, llegar hasta donde su madre.

 

— Juro que no fue un sueño — ¿Y ahora ya no era demasiado pronto? Ya era tiempo de que Gerard dejase de cuidarle y la abuela descansara por fin. Había pensado hacía tiempo que, si no estuviese entre ellos dos, tal vez las cosas hubiesen ido mejor.

 

.*.

 

Y si lo demás lo veían grotesco, él ni siquiera lo notaba, perdido en un mundo que opaca la realidad con dulzura, no había sido su intención llegar en ese momento, mal momento dijeron todos, con cuidado pasó el trapeador por el suelo recién matizado con vomito de ebrio.

 

Hoy precisamente, hoy, no había casi ningún cliente, y los pocos presentes no eran para él, el dueño estaba enojado porque había faltado algunos días al trabajo, él un poco ajeno a todo, autómata con sentimientos, "sólo por hoy", los aseos del local, la mujer mayor descansaba, picara, mientras bendecía su buena suerte, de no ser por Gee, ella estaría limpiando esa porquería.

 

Un emocionante acto para los consientes, las puertas se abrieron de par en par, y le vieron entrar, a aquel chico tan sugestivo, con sus manos blancas y su ropa fina, camisola clara y pecho ligeramente descubierto, lo demás en negro, hermoso, realmente admirable.

 

Directo a la barra, sonrió a la mujer que ocupaba el lugar de Gee, esa que se apachurro a su cuerpo como un hambriento ser.

 

Últimamente la clientela del lugar comenzaba a ser más abundante.

 

— Disculpa, ¿Gee ha venido a trabajar? — La chica le miró algo extrañado, ningún cliente había preguntado nunca tan directamente por Gerard, ella quiso preguntar más, no había tiempo, asintió y corrió hasta donde el jefe, avisó, el hombre mayor con mala cara se dirigió al jovencito que estaba por terminar su trabajo.

 

— Gerard, te buscan — Voz seca he interesada — El de la barra ¿Quién es?

 

.*.

 

Marc frunció el ceño, Marshall sonrió.

 

— ¿Otra vez? No puede ser. — Marshall sólo se encogió de hombros y colocó las cartas sobre la mesa. — Hiciste trampa.

 

— Que seas tan malo jugador, no es problema mío, Marc. — Marshall se puso de pie y se dirigió hacia el ventanal, sus movimientos la mayor parte del tiempo eran sutiles, se removían sus rizos castaños y su piel blanca en exceso parecía resplandecer a la luz de la noche. — Aprende a perder.

 

— ¿Perder? ¿Crees que soy idiota? — Marc miró fijamente las cartas sobre la mesa, tomó algunas de ellas para examinarlas y sin pensarlo demasiado, terminó levantándolas sobre su rostro. — No soy tonto, tú has hecho trampa.

 

— Tengo un talento para jugar cartas... no necesito hacerte trampa, mucho menos a ti, que eres tan malo.

 

— Marshall — Marc se mostró serio, sus pupilas que variaban en tonos cafés o verdes se encendieron en un iluminado tono dorado. — varias cartas están marcadas, ya lo he notado.

 

Y no entendió Marc, bien la reacción de su acompañante, pero hubiese podido jurar que en ese momento Marshall se mostró avergonzado.

 

.*.

 

Dean miró a Gerard acercarse, sus brazos desnudos sincronizados con sus piernas... el jefe detrás de él, como un perro guardián que teme perder a su dueño. Gerard caminando hacia donde todos veían, levantó la mirada, sus ojitos verdes como siempre, abiertos de par en par.

 

— ¿Le conoces? — Cuestionó el hombre, demasiado fuerte que sonó su pregunta, Dean no necesito de facultades especiales para escucharlo.

 

— Sí— Contesto Gerard, con temor teñido en sus palabras. — Sí le conozco... "Nunca fue un sueño...".

 

— Cuanto tiempo mocoso...— Cínica y cruel, una sonrisa que ocultaba sentimientos... alegría y dolor...—

 

 

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«. ·°·~*~' Todo como ayer '~*~·°·. »
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