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Nanas para Kiki por Doki Amare Pecccavi

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Cap. 9: Mu

 

Hermosa bolita de algodón, preciosidad no te escondas, escucho tu risa, escucho tus pasitos de borreguito entre nubes esponjosas. Pon atención, a esto que fue el final de todo, el inicio para mí. Tú y yo… desde siempre y por siempre.

 

No te escondas… esta nana es para ti.

 

.*.

 

Después de un largo día de entrenamiento, Mu tomó un baño refrescante, se asomaba su cabello sobre el agua cristalina del lago. Sus ojos entrecerrados, estaba tranquilo y escuchaba los pasos encargados de su discípulo de un lado a otro.

 

— Kiki, vas a hacerte daño si corres de un lado a otro. La tierra está mojada. — Kiki era apenas un niño, entendía el porqué de toda aquella energía, también pasaba por los primeros entrenamientos, pero parecía no inmutarse ante las largas horas de exigencia física. Él tampoco era demasiado mayor, pero… tal vez era el peso de la armadura lo que le hacía ensombrecer su rostro con las ojeras…, o las marcas de los golpes que en el entrenamiento no había podido parar.

 

— Maestro ¿Podemos irnos ya? Creo que alguien nos mira, — Kiki Andaba completamente desnudo de un lado a otro. — Y hace frío.

 

— Tienes frío porque no te has metido al agua. Ven aquí, si no seré yo quien talle tu cabello.

 

— No, no, no, al agua no. Alguien nos ve desde ahí.

 

Mu viró su rostro confundido, en aquel lugar no había nadie, regresó la atención a Kiki quién parecía no prestarle atención.

 

“Shhhh sólo tú puedes verme”

 

.*.

 

— ¿Lo sentiste? Tienes que ir a buscar a Camus, su cosmos está despertando. — Shura negó, quería quedarse a un lado de Aldebarán, estaba tan confundido como al principio y aunque había intentado que Shaka le explicara cual era la situación y por qué estaban en aquel lugar, la insistente mirada del rubio no dio pie a una negociación. Tenía la sangre de Aldebarán en sus manos y Shaka le mantenía con vida, así que lo menos que podía hacer era asegurarse de que Camus no estuviese en problemas.

 

En el instante en el que se convención que marcharse sería una mejor idea, Shaka señaló un espejo de cuerpo completo en la habitación. Shura se acercó, la imagen de su reflejo jamás apareció, sin embargo, pudo observar las imágenes de varios compañeros empezaban a reflejarse.

 

Aphrodite con Death Mask, en las profundidades marinas, y tuvo que desviar la mirada por la cercanía que había entre ambos mientras compartían besos y caricias.

 

Después, Saga caminando por una vereda, completamente solitario, sin embargo, quienes llamaron indudablemente su atención fueron Kanon enfrentando a Camus y Milo observando completamente anonadado, observó a Kanon dar un enorme salto entre riscos filosos, la armadura de Camus poco a poco empezaba a aparecer tras una deslumbrante luz dorada.

 

Tomó una posición de pelea, miró de reojo a Milo y después a Kanon.  

 

¿Qué mierda estaba pasando con todo eso?

 

— ¿En dónde está Aioria? ¿Y Mu? —

 

— Shura, Date prisa…. Kanon va a atacar a Camus y Milo.

 

.*.

 

Había terminado cediendo ante las instrucciones de su maestro, el prefería las duchas en el templo, pero… si su maestro lo indicaba ¿Qué podía él hacer? Estuvo templando, sumergido en el agua, hasta que el tiempo de marcharse llegó.

 

Ambos se envolvieron en mantas, apenas habían caminado de regreso al templo, una estruendosa lluvia comenzó. “Así eran las noches de verano, calurosas y húmedas”, había dicho su maestro, sin embargo, él tenía una sensación extraña aquella noche.

 

“Esponjosidad pequeña, cierra tus ojitos brillosos y recuerda esta historia con detalle, para que puedas contarla otra vez”.

 

En apenas unos minutos había quedado completamente dormido, tan dormido que había notado ni un poco, que aquella figura en el lago los había seguido hasta su hogar.

 

No era la primera vez, ni sería la última, pero era tan complicado acceder a él.

 

“Esponjosidad hermosa, así inicia esta historia”.

 

.*.

 

Un dragón le había arrebatado su corazón, ahora andaba, sin rumbo, sin noción de nada.

 

Su cuerpo persistente, no le permitía detenerse y aunque había intentado de muchas formas, retirarse la armadura de batalla para andar más ligero, mientras más lo intentaba, más difícil era moverse.

 

Qué problema tan grande.

 

Saga, tu armadura

 

Una voz que continuamente le llamaba, una voz en un simple recuerdo. Si cerraba los ojos, podía recordar, unos enormes ojos verdes, mirándole con compasión.

 

Ojalá hubiese alguien que pudiera ayudarle.

 

“¿Quieres que te ayude con ella? Puedo repararla.”

 

— Sí.

 

 

 

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