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Nanas para Kiki por Doki Amare Pecccavi

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Cap. 11: Ayúdame.   

 

Esponjosidad. ¿Qué por qué no puedes irte?

 

Porque he relatado “un montón” de historias para ti, he contado memorias para que tu corazón se adormezca en mi magia. ¿Es que acaso no te gustan mis creaciones? Una maravilla de mundos, sin el peligro de que “aquellos caballeros dorados” arrebaten esta pureza de ti.

 

Esponjosidad. ¿Sabes la historia de la musa que consiguió un hijo humano? Somos tú y yo.

 

Pero Kiki se incorporó, mirando a la “Musa” de forma extraña.

 

— Pero yo no soy humano.

 

— ¿Qué dices?

 

.*.

 

¡Ese corazón, él lo quería!

 

El dragón azul observó la “magia” que era capaz de hacer anochecer y desplegando sus alas se dirigió hacia donde el tritón y el humano estaban, observó al humano llevar a la horilla al tritón con piernas y dejarle descansar. Ambos sonrieron observándose fijamente.

 

— Lo conseguí, podré estar por siempre a tu lado. — Susurró Milo, Camus sintió una emoción intensa en su corazón, como si durante mucho tiempo hubiese esperado aquellas palabras.

 

— Has arriesgado demasiado. — Susurró inclinando su cuerpo para poder estar a nivel de Camus, por fin podían estará así de juntos, no dudó estirar una de sus manos para acariciar el rostro suave de Milo.

 

— Me haces cosquillas.

 

— ¡Cosquillas te haré yo! — Ambos viraron su rostro cuando la voz feroz del dragón azul se escuchó, lo miraron imponente, ninguno había visto antes a ningún dragón, pero Milo sabía que en la cadena alimenticia no le beneficiaba en ese momento.

 

Aquel era mal momento para no saber caminar, tenía a su lado a Camus y de haber estado en agua, él podría haberlo defendido, pero en tierra, no era más que una carga para él.

 

— Camus, necesito que regreses a tu castillo. Yo… voy a distraerle.

 

— ¿Qué dices? ¿Que corra y te deje? — En ese momento Camus sentía energía recorrer su cuerpo, se sintió capaz de proteger a Milo, a pesar de la imponente figura que se acercaba a ambos.

 

— Mi comida favorita y un manjar exótico. ¿Cuál debería comer primero? — Preguntó de forma histriónica el dragón, pero antes de que pudiera decir nada

 

— No te atrevas a acercarte ni un centímetro más. — Camus lo encaró, dejó algunos pasos atrás a Milo para ponerse en posición de ataque, frente al dragón. Sus manos y brazos se movían por sí sólo y ante la renuencia del Kanon, por alejarse de ellos, elevó sus brazos, dispuesto a iniciar un ataque.

 

— ¡Deténganse ambos! — Shura había podido llegar en el momento previo al primer ataque, y a diferencia de Milo, Camus y Kanon. No observó más fantasías frente a él, eran sus camaradas atrapados aún en aquella ilusión.

 

.*.

 

— ¿Aioria?

 

— ¿Me recuerdas? — Mu le miró confundido. Sí que le recordaba. Intentó levantarse, pero no pudo más que doblar su dorso, antes de que el inmenso dolor le hiciera caer nuevamente en la cama. — ¿Por qué no puedo?

 

— Estabas atrapado entre cimientos de algo, o lo que parecía ser eso, es normal que no puedas moverte ni un poco, pero estarás bien… sólo hay que encontrar la forma de volver al palacio.

 

— ¿En dónde estamos? — Susurró. — ¿Y Kiki?

 

— No lo sé, Mu, estamos atrapados, no sé cómo, no sé en dónde… todo lo que he hecho es caminar en círculos antes de encontrarte…

 

— Esto es un ataque… es una ilusión. — Mu intentó elevar su cosmos para entender un poco la situación, pero lo notó enseguida. — Aioria, no… siento mi cosmos, ni el tuyo.

 

Un poco que la vista seles nublaba, tanto Aioria como Mu sintieron como sus cabezas podrían explotar al mínimo intento por elevar su energía, intentaron hasta olvidar en un principio lo que querían intentar, lo ¿Olvidaron? Pero… ¿Olvidar qué?

 

La construcción de la habitación fue cambiando poco a poco, hasta quedar la imagen de una chocita vieja, Mu permaneció en la cama, con la mirada perdida y Aioria de pie, sintió un terror absoluto a lo que miraba, pero no entendía.

 

— ¡Santo dios, que miedo tengo! Se escuchan pasos allá afuera. — Susurró más para sí mismo, que para Mu que permanecía ensoñando todo. — Mejor me voy de aquí.

 

Caminó hasta la puerta, dio algunos pasos hasta abrir la puerta, pero al hacerlo no pudo más que encontrarse a un hombre de armadura… ¿Hojalata?

 

— No me hagas daño, yo estaba por irme. — Susurró Aiora sintiendo como su cuerpo se hacía cada vez más pesado. —

 

— No… deseo dañarte. — Dijo en voz baja, el hombre de armadura, mientras intentaba mirar al interior de la choza y cuando lo hizo, observó al joven sentado en la cama. — Lo he… buscado a él.

 

— Entonces yo me marcho, si vienes por él. — Aioria intentó huir, como el león cobarde “que era”, eso había visto el recién llegado, sin embargo, le detuvo el paso en seco al ingresar a la choza y cerrar la puerta. 

 

“Saga, tu armadura ¿Quieres que te ayude con ella? Puedo repararla.”

 

— Sí. Repárala. — Susurró, parado frente al joven, colocó sus manos sobre los hombros, logrando tener así por fin la atención de Mu. — La armadura… repárala.

 

.*.

 

— Lo que te he dicho, que yo no soy un niño humano. — La musa abrió los ojos asombrada, ella deseaba un hijo humano, frunció el ceño enseguida.

 

— Esponjosidad… los niños buenos no mienten a las musas, porque los niños malos no nos gustan y solo tienen pesadillas.

 

 

 

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