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Mi Faraón por Shiochang

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Mi Faraón

Dedicado a todos los que leen esta historia, que espero que mi amiga Jess pronto pueda poner en Inglés, que yo no me la apaño con el idioma.

Largos cinco meses

El palacio comenzaba a tomar nueva forma cada día que pasaba, de los seis arquitectos que habían presentado su proyecto, sólo dos habían sido capaces de obtener los elementos necesarios para construir el edificio principal, claro que recurriendo a los despojos del anterior dado que las canteras no se daban abasto y era muy costoso el transporte del material desde otras regiones.
- Estoy aburrido - dijo Deia sentado a la sombra de un árbol junto a Quatre - Heero se ha puesto demasiado protector conmigo.
- Debe tener en cuenta que está embarazado - le sonrió el rubio - y que si bien su embarazo se ha normalizado, no es natural su estado y más si espera gemelos como dice el médico.
- Es que Heero ya ni hacerlo quiere conmigo, dice que sería riesgoso para los bebés y para mí - se quejó - además, me ha puesto guardia permanente que nos vigila día y noche auque él esté presente, duermo apoyado en él, pero cuando lo beso o lo acaricio me dice "nos miran" y acaba todo.
- Bueno, debería decirle lo que siente - le recomendó.
- ¿Y en qué momento si se la pasa ocupado yendo de un lado a otro? Apenas y desayuna y se va a supervisar la reconstrucción de la cuidad con Wufei y Trowa, llega a comer apurado y se va a otro sector a supervisar y en la noche llega muy tarde, cuando yo no doy más de sueño, y no tiene ganas de hablar, sólo de dormir y a la mañana siguiente vuelve a lo mismo.
- Pues será mientras reconstruyen el palacio, su majestad - trato de tranquilizarlo - además, el Sr. Heero lo quiere mucho y por eso se preocupa por usted.
- Lo sé, pero es que a ratos me siento tan abandonado por él...
- Si quiere, yo le doy su mensaje - lo interrumpió Quatre - y así tendré una oportunidad de ver a Trowa - sonrió.
- Así que por eso te ofreces.
- Yo lo estimo mucho, excelencia - le respondió poniéndose de pie - y no me gusta verlo triste, por eso quiero ayudarlo.
- Y te ayudas de paso ¿verdad? - le dijo divertido - anda y dile a mi esposo que exijo verlo de inmediato, aunque tengas que mentirle para que esté un rato a mi lado, me siento muy solito sin él.
- Como ordene, su majestad.

Levantar de las ruinas una ciudad completa era una tarea titánica, bien los podían atestiguar los trabajadores y esclavos del reino que se sacaban la mugre todos los días tratando de crear una ciudad más esplendorosa y duradera que la que se había venido al suelo con el terremoto. Grandes piedras habían sido trasladadas de las canteras a través del río y fueron arrastradas tierra adentro con grandes poleas y animales de tiro, siendo arrastradas a través de resbalosos caminos de barro que humedecido facilitaba el camino de las piedras pero dificultaba el andar de cuantos tiraban y empujaban.
- Si esto no aguanta un nuevo sismo, señor Heero - dijo uno de los arquitectos a su lado - no va a haber qué lo resista.
- Veremos si al Faraón le gusta - suspiró - ha estado más de un poco insoportable últimamente.
- En su estado cualquiera - le dijo Trowa mientras se alejaban - por lo que me dijo Quatre, ha estado esquivándolo demasiado.
- Los médicos dijeron que debía cuidarlo, simplemente estoy cumpliendo con él y con nuestro hijos - replicó.
- Pues se le está pasando la mano - le dijo - casi no pasa tiempo con él, de seguro se siente abandonado.
- Es que quiere demasiado - le dijo sonrojado - desde que lo conozco tiene esa fijación conmigo, si lo primero que hizo cuando entré a su servicio fue hacer que me bañara con él, el sólo estar a su lado es una tortura.
- Sería mejor que le diera en el gusto, después de todo es el Faraón ¿no?
- Allá viene Quatre - intentó cambiarle el tema.
- De seguro viene a reforzarle lo que dije - sonrió mirando a su dueño - aunque sospecho que algo se trae entre manos.
- Lo que no sería de extrañar, sabiendo como ese bribón hace las cosas.
- Espero que no esté diciendo lo que pienso que quiere decir - lo miró molesto.
- Actúas como Deia, entre Quatre y yo jamás hubo nada mientras estuvo a mi servicio, estaba demasiado ocupado pensando en Deia y en cómo traerlo de vuelta como para mirar siquiera a Quatre, por muy lindo que te parezca.
- Pues habla tan convencido - se disculpó.
- Acabas de darme la razón - miró a Quatre que venía con un esclavo cargando una cesta - además, por lo que me contó Deia, es el mejor torturador que te pudo haber tocado.
- ¿Cómo sabe él...?
- El mismo Quatre se lo contó, aunque sospecho que Deia pudo haberlo averiguado de otra manera de todas formas - se encogió de hombros.
- Amo Heero, Trowa - los saludo Quatre risueño - traje de comer, aunque su majestad en realidad esperaba que le hiciera compañía porque no se siente muy bien - le soltó de sopetón.
- Ese Deia - suspiró.
- Debería ir, después de todo si está en ese estado es por usted - le recordó Trowa.
- Está bien, pero sé que algo se trae entre manos - miró a Quatre - esto es idea tuya ¿verdad? - el rubio se sonrojó - ya me lo temía, ustedes son un peligro público - se volvió hacia el latino - creo que no podré regresar más tarde, hazte cargo con Wufei de supervisar todo.
- ¿No puede quedarse el chino solo a cargo? - le dijo el rubio.
- No - replicó y se marcho sonriendo para sí ante la cara de decepción que puso Quatre y la cara extrañada de Trowa.

El grandioso templo reflejaba este refuerzo del carácter sagrado de la realeza. Un inmenso patio, tres anchas terrazas, escalinatas, rampas de acceso, y en la enorme terraza superior, diferentes capillas. Entre terraza y terraza, largas filas de columnas poligonales, con capiteles simples.
En Karnak había varios templos importantes. Entre ellos, el de Konsú, hijo de Amón; se consideraba el que seguía más fielmente el diseño típico, sin los desdoblamientos y añadiduras que con mucha frecuencia desfiguraban el plan primitivo de los templos. En el de Amón, la sala hipóstila tenía 134 columnas, divididas en tres grupos: en el central eran más altas y tenían capitel de flor abierta; en los laterales, el capitel era de flor cerrada.
Deia no pensaba mucho las cosas, estaba cansado de ser el faraón y no ser un humano común y corriente, de los que pueden elegir libremente su destino, era casi como aquellas estatuas creadas para él. Eran esculturas frontales, es decir, hechas para ser contempladas desde el frente, y casi totalmente simétricas. Las únicas rupturas de la simetría consistían en que con frecuencia, tanto en las estatuas en pie como en las sedentes, una pierna se adelanta ligeramente a la otra, pero siempre sin levantar el talón del suelo ni modificar la posición de la cadera; también es frecuente que un brazo se cruce sobre el pecho, o que una mano esté abierta y la otra cerrada.
Odiaba cada vez más aquello, aunque, claro, agradecía que su posición le hubiese traído a Heero de tierras lejanas, pero no podía dejar de pensar que podía perderlo cualquier día de éstos ¿y si por ser de tierras lejanas no le correspondía la inmortalidad? Sabía, según le enseñaran los sacerdotes cuando niño, que esta era exclusiva de la familia real. Por supuesto, ella debía extenderse a su servidumbre y a sus esposas y concubinas, pero Heero no era uno ni lo otro, pero si llevaba en sus entrañas a su hijo, su sangre se mezclaba con la suya...
- ¿En qué piensa, mi amado faraón? - le dijo Heero asustándolo.
- Por poco me matas del susto - le dijo poniéndose la mano en el corazón.
- Lo siento, no era mi intención - lo abrazó - sólo que te vi tan concentrado que no pude aguantar la tentación.
- Estaba pensando en... cosas que no debo - dijo vacilante.
- Mm - le dijo acariciándole el cuello con la nariz - ¿y se puede saber cuales?
- Bueno, pensaba en la muerte...
- No pienses en eso, fue terrible para mí cuando pensé que no te recuperaría jamás - lo apretó un poco - aunque no me has contado lo que hay entre esta vida y la otra - le mordió una oreja suavemente.
- No vi mucho, realmente, simplemente había un camino largo y el suelo mm - dijo sintiendo que le acariciaba el vientre - sigue, más abajito.
- Te estoy escuchando, cuéntame más - volvió a subir.
- Malo - le reclamó - el suelo estaba oculto por una niebla espesa que escondía mis pies - se echó hacia atrás - llegué hasta un hombre que conducía una barca por lo que supongo es el Lago de Estigia, pero cuando iba a subir alguien me apartó y me hizo avanzar por otros caminos, escuché decir que no era mi hora de cruzar el lago de la vida, pero que tendría que vagar por algún tiempo por sus linderos - se volvió hacia él - ¿me harás un cariñito?
- Creo que es muy peligroso para ti y los bebés que hagamos esa clase de cosas - lo sentó sobre sus piernas - pero podría hacerte otras cosas.
- ¿Cómo cuales? - le dijo intrigado y notó que le levantaba un poco la ropa y su mano viajaba traviesa por la cara interna de su muslo.
- Supongo que un poquito de placer no los dañará - le dijo frotando levemente su miembro que de inmediato reaccionó a sus caricias.
- Mm, sabes que me encanta que hagas eso - suspiró atrapando su muñeca - pero pon a trabajar la otra ¿no?
- Como quieras, mi faraón - le dijo comenzando a frotarle lentamente el pecho mientras con la lengua le acariciaba el costado del cuello y su mano le masajeaba firmemente el sexo.
- Más... - gemía sintiendo cercano el orgasmo - más fuerte - ordenó arqueando la espalda buscando más placer - ¡ah, Heero! - volvió a gemir sintiendo que apretaba más fuerte y subía y bajaba cada vez más rápido por su carne sensible - ¡ah! - seguía gimiendo moviendo la cadera excitando a Heero que dejó que su otra mano viajara hacia el trasero de su amado y buscara su entrada para prepararlo - ¡Ah! - gritó con más ganas cuando sintió que un dedo intruso invadía su ser provocando violentos espasmos placenteros en su piel - ¡Heero! - dijo sorprendido al ser volteado sin dejar de ser masturbado y quedar en cuatro. Lentamente sintió los labios de Heero bajar por su columna vertebral hasta llegar a su trasero, allí le separó los glúteos con los dedos y empezó a acariciarle aquella zona con los labios introduciendo a ratos la lengua para lubricarlo un poco - ¡Ah! - volvió a gritar extasiado y sintió que ahora eran los dedos de Heero los que se movían en su interior dilatándolo lo suficiente para ser penetrado.
- ¿Te gusta? - le dijo bajando por el interior de sus muslos con la lengua hasta llegar a su sexo y rozarlo suavemente con la lengua.
- ¡Heero! - le reclamó - ¡poséeme de una buena vez!
- Mm, no, quiero que acabes una vez, primero - le dijo y le atrapó el miembro entre los labios mientras sus dedos continuaban jugando en su agujerito entrando y saliendo en movimientos ondulatorios.
- ¡Ah, Heero! - dijo sintiendo que ya no podía más, su Heero si sabía como darle placer a su cuerpo - me... corro - gimió y al fin soltó su semilla que glotonamente Heero bebió por completo.
- Ahora sí - le dijo el japonés mirándolo con lujuria haciendo que se sentara sobre sus piernas mientras llevaba su sexo hacia el interior caliente del trenzado - Mm. Que rico se siente.
- Que rico se siente - repitió Deia moviéndose lentamente subiendo y bajando por el miembro de Heero, pensando en lo ajustado que quedaba en su interior. Pero las manos del japonés no se quedaban quietas, habían comenzado a vagar por el cuerpo amado buscando los puntos más sensibles y los habían localizado en los pezones erectos y en el miembro nuevamente despierto, los que comenzaron a frotar al mismo ritmo de las embestidas - ¡Ah, Heero! - volvió a gemir sintiendo que de a poco el éxtasis lo tomaba prisionero. Mientras, Heero sentía que los restos de cordura escapaban bruscamente de su mente y se sumergía en un mar de placer infinito que terminó cuando sintió que se derramaba dentro de Deia en un sensación caliente y miles de luces de colores aparecían tras sus ojos cerrados.
- ¡Deia! - gimió sin aliento sintiendo que el trenzado respiraba apenas - ¿Estás bien, amor mío? - le dijo preocupado saliéndose de su interior.
- Eso estuvo... fuera de... este mundo - le sonrió dándose vuelta hacia él para apoyarse en su pecho - pero tengo sueño.
- Descansa, mi faraón, yo velaré tu sueño - le dijo abrazándolo con ternura.

Heero había decidido pasar más tiempo con su amado faraón, así, al menos, no habría tanta lujuria entre ambos cada vez que estuvieran juntos, aunque debía admitir que le gustaba mucho hacérselo a su trenzado, pero el pobre quedaba tan cansado que luego dormía mucho y el médico les recomendó que lo hicieran con calma, ya que lo mejor sería que lo hicieran solo una vez por semana, pero al ver la mirada del faraón, había hecho esa proposición para el bien de sus hijos.
Heero estaba sentado en la ventana del cuarto de su esposo mirando el cielo, hacía mucho tiempo que no miraba las estrellas para preguntar por el futuro, desde antes que embarazara al trenzado, para ser más exacto, sin embargo, ellas habían formado una frase extraña, algo relacionados con los números mágicos, el 7 y el trece. Cambió de posición y entendió algo más, eran 7 guerreros y 13 profecías, los siete guerreros estaban presentes junto al corazón de los mismos y las 13 profecías presagiaban una guerra muy violenta que vendría del oriente.
"Dos niños nacerán de quien no podía engendrar, ellos son la luz del futuro, pero hay quien ambiciona lo que les pertenece y los guerreros deberán ir cumpliendo las 13 pruebas antes que el sol se esconda en pleno día, si quieren volver a ver su luz y su mundo"
Heero volvió la mirada a su faraón, estaba seguro que se refería a sus hijos, ellos no debieron tener familia, ningún varón era capaz de tenerlos, sin embargo, a ellos se le había dado la oportunidad de tenerlos para mantenerlos juntos.
"Las trece profecías se presentarán a si mismas cuando la hora al fin llegue"
Heero intentó descifrar un poco más de lo que decían las estrellas, pero repetían una y otra vez lo mismo y no decían más. Suspiró cansado, sabía que, cuando Wufei se presento con Deia se había anunciado la presencia del quinto guerrero, pero ¿quiénes eran los otros? Sospechaba que él y Trowa eran dos, por lo tanto conocía de tres de los guerreros, tal vez Deia también lo fuera, quizás Quatre, pero aquello no señalaba a los otros dos.
"Los siete guerreros están juntos, más cerca de lo que ellos creen"
- Si me vas a dar enigmas a resolver, entrega algo que me dé una pista para resolverlo - gruñó tratando de escrutar mejor las estrellas, pero unos brazos lo sacaron de balance y cayó junto con su dueño al suelo - Deia, que te puedes hacer daño.
- Que no quiero dormir solito - gimoteó abrazándose a su cuello.
- Deia - suspiró tratando de ponerse de pie con él colgado - estaba tratando de predecir el futuro para nuestro hijos.
- ¿Y? - le sonrió soltándolo sólo hasta que estuvo sentado en la cama, una vez allí se sentó sobre sus piernas y se acomodó entre sus brazos.
- No me dicen nada, sólo que nacerán.
- Quizás su futuro no se escriba hasta que ellos nazcan - sonrió - al menos tenemos la certeza que nacerán - acarició su pecho suavemente - durmamos ¿quieres? Estoy cansado, pero la cama se siente terriblemente fría cuando no te siento a mi lado. Además - le sonrió - solo tú consigues que estos dos se queden tranquilos cuando estoy de espaldas.
- Pues yo creo, mi pequeño faraón - le respondió acostándose con él sobre su cuerpo - que si usted se quedara tranquilito donde su esposo lo deja, no tendría semejante problema.
- Prefiero tener un colchón calientito - le dijo cerrando los ojos para quedarse dormido de inmediato.
- ¿Sabes, mi querido Deia? no tienes remedio - le dio un beso en la frente y también se durmió.

Los días pasaban lentamente, Deia ya no sentía con ánimos de salir de su habitación, pese a ello, Heero no lo dejaba permanecer inactivo, no era bueno para él ni para los bebés que se quedara acostado todo el día, pero tampoco significaba que lo dejara agotarse, eso tampoco era bueno para ellos.
- Estoy aburrido - le dijo el trenzado mientras navegaban por el Nilo en un velero que se movía suavemente meciéndolos levemente - creo que me cuidas demasiado - suspiró mirando a su esposo que lo mantenía recostado en su regazo - me gustaría tener muchas cosas que hacer, podríamos ir a montar...
- Le harías daño a los bebés - le dijo Heero acariciándole el cabello.
- Entonces, a practicar...
- Nada que tenga que ver con golpes, los bebés que llevas dentro serán la luz del imperio - lo interrumpió.
- ¿Y a nadar? ¿Acaso tampoco se puede?
- Mientras no pretendas hacerlo entre cocodrilos, estará bien - sonrió - ya sé que estás cansado y aburrido, pero falta bastante para que ellos nazcan y no quisiera que por un descuido apuraras su nacimiento.
- Pero es que me cuidas demasiado - le reclamó - Que Deia, no hagas esto, que no hagas lo otro, que les puede pasar algo a los bebés, ¿que no ves que no soy de cristal? No me voy a romper de cualquier nada así porque sí ¿sabes? Las embarazadas siguen haciendo sus labores tranquilamente.
- Deia, tú no eres mujer, tu embarazo no es normal - respondió abrazándolo - entiendo que soy demasiado aprensivo, pero hay mujeres que mueren en el parto y no quiero que la sombra de la muerte acompañe el tuyo, ya pasé bastante en el pasado cuando a tu primo se le ocurrió atacarte.
- Lo sé, Heero, pero estoy seguro que no me pasará nada, las estrellas ya te dijeron que ellos nacerán.
- Pero no me dicen si tú vas a seguir vivo y es eso a lo que le temo.
- Quizás la tabla del adivino te diga otras cosas - le dijo Deia pensativo - no le has preguntado a ella.
- Cierto - le acarició la frente - las estrellas generalmente entregan su mensaje en un enigma, el tablero es más claro.
- Pero no me has contado lo que te dijeron las estrellas - lo miró.
- Es que no sé aún si es bueno - suspiró - habla de siete guerreros y de trece pruebas que deberán cumplir antes que el sol se oculte en pleno día poco después de que nazcan los hijos de aquel que no debería tenerlos. Los cuales serán la luz del nuevo imperio.
- ¿Y quienes son esos guerreros?
- Están reunidos en torno al corazón de los mismos a la espera de la hora señalada - miró el agua - no sé más.
- Mm, recuerdo que el día del terremoto esa voz maligna dijo que los cinco guerreros estaban reunidos, eso quiere decir...
- Que tanto Quatre, como Trowa, Wufei, tú y yo somos cinco de los guerreros, pero ¿quiénes son los otros dos? Además, señala que el fin del imperio vendrá de oriente, de allá donde tu abuelo pactó con los Hititas.
- ¿Crees que haya una posibilidad que nuestro aliados nos traicionen?
- Existe más de una, Deia, enviaste a Relena y a su esposo a esas tierras a negociar con ellos, es bastante lógico que ella trate de aprovecharse de los hechos e intente algo en su contra, después de todo, ambiciona dos cosas que son completamente tuyas.
- El poder y mi esposo - gruñó por lo bajo - esa arpía, debí matarla como me decían los escribas y no ser benevolente con ella y enviarla a buscar mas enemigos en mi contra.
- Amor, le diste una oportunidad, que ella se haya aprovechado del pánico no es tu culpa - lo besó - tranquilízate, cuando lleguemos te prepararé un baño y podrás nadar un rato en aguas medicinales mientras yo le pregunto a la tabla del adivino sobre nuestro futuro.
- Preferiría que me acompañaras en el baño - hizo un puchero.
- Mm - hizo un gesto - tal vez te acompañe luego.

La tabla del adivino no solía ser ambigua, pero en esta ocasión se le fue por las ramas sin decirle nada nuevo, excepto que los siete guerreros pronto obtendrían sus alas cuando el guerrero amado por el corazón diera a luz a los herederos del reino. Dejó la tabla a una lado y miró a Deia que flotaba en el agua aromática con su pancita al aire y sonrió, era casi como uno de los globos con aire caliente y enorme como los elefantes de la India.
- ¿Por qué me miras así? - le dijo Deia.
- Pues - se puso de pie - si te digo lo que pienso, te vas a enojar - se sacó la ropa y se metió al agua con él.
- ¿Te dijo algo la tabla?
- Lo mismo que las estrellas, lo demás ya lo sabíamos, excepto que cuando tú tengas a los bebés los siete guerreros obtendremos nuestras alas. Ah, creo que cuando hablan del corazón de los guerreros se refieren a mí, después de todo, el único ángel embarazado que hay eres tú.
- Mira tú - sonrió y entró en trance.

"El que es la Divinidad y el Poder, labró la gran Piedra de la Gracia, allí donde antiguamente no había cielo.
Y de allí nacieron Siete Piedras sagradas, Siete Guerreros suspendidos en el espíritu, Siete llamas elegidas.
Y se movieron. Y siete fueron sus gracias también, y siete sus santos.
Y sucedió que incontables gracias nacieron de una piedra de gracia. Y fue la inmensidad de las noches, allí donde antiguamente no había Dios, porque no habían recibido a su Dios, que solo por si mismo estaba dentro de la Gracia, dentro de las tinieblas, allí donde no había cielos ni tierra.
Y fue formado al fin un Guerrero, cuando no había nacido el Primer Guerrero, y tenía los cabellos en guedejas (mechones dispersos). Y fue su divinidad. Y entonces salió y se hizo varón en la segunda infinita Piedra de Gracia. Alpinon es el nombre de su ángel.
Cuando hubo nacido, salió y pidió su Segunda Gracia, en la segunda inmensidad de la noche, donde antes nadie había. Y recibió su divinidad él solo por si mismo.
Y cuando vino a salir, "Ofirmar" dulcemente dijo. Y recibió su divinidad él solo por sí mismo. Y salió y fue a la tercera infinita Piedra de Gracia. Albacongel es el nombre de su ángel, el de la tercera Gracia.
Fue a la cuarta infinita Piedra de Gracia, en la cuarta noche. Atea Ohe es el nombre de su ángel. Naciendo, quiso su cuarta Gracia, y empezó a decirse solo en sí mismo: "Ah, Dios Poderoso, yo no soy nadie, pues, por mí mismo".
Y fue a la quinta infinita Piedra de Gracia, en la quinta infinita noche. Cuando hubo nacido el Quinto Guerrero quiso su Quinta Gracia. Y se levantaron las palabras de su divinidad y nació su ángel. Decipto es su nombre.
Y fue a la sexta infinita Piedra de Gracia, en la sexta medida de la noche, el Sexto Guerrero. Cuando hubo nacido, quiso su Séptima Gracia. Conlamil es el nombre de su ángel.
Contento nació el séptimo Guerrero. Siete veces se alumbraron las siete medidas de la noche, siete veces infinitas".

- ¿Y eso? - le dijo Heero extrañado y Deia pestañeó rompiendo el trance - ¿qué fue lo que viste?
- El nacimiento de los siete guerreros nacidos de la Gran Piedra de la Gracia infinita - se acercó a Heero - el primero era igualito a ti, solo que tenía el cabello más claro, te llamabas Alpinon, luego surgí yo, Orfirmar, me llamaste, yo desperté a Trowa, Albacongel y él buscó a su pareja, Atea Ohe, era Quatre, luego apareció el quinto guerrero, Wufei, llamado Decipto, y finalmente los dos guerreros de la soledad, uno rubio de largos cabellos que no tiene un nombre y el otro, Conlamil, de cabellos castaños claros y mirada suave, contento y enamorado del anterior.
- Un guerrero sin nombre, que vive en la soledad - dijo Heero atrayéndolo hacia su pecho - y su pareja que lo mira enamorado - agregó pensativo - y ambos están cerca de nosotros...
- ¿En que piensas? - dijo al ver que callaba.
- En Zech y Traize - dijo al fin luego de unos minutos de silencio - recuerda que él dijo que su padre era el médico anterior y que su madre era extranjera. Además, él es rubio y tiene el cabello largo y su novio, que es tu médico oficial y de cabecera, tiene el cabello castaño claro.
- Entonces, ellos son los otros guerreros - suspiró - en fin, allí están todos, pero aún falta bastante para que estos dos nazcan - se señaló la barriga - pero yo me siento enorme, me canso fácilmente, me da mucha hambre, paso en el baño y, para colmo, me siento enorme.
- Estás enorme - dijo sin pensar y se tapó la boca al ver que sus ojos se llenaban de lágrimas - perdona, amorcito - lo abrazó con ternura - no quise ofenderte, lo dije sin pensar - le acarició el cabello y le limpió las lágrimas - te amo mucho.
- Pero no seas malo conmigo - lloriqueó abrazándolo por el cuello.
- Perdona, no te hago llorar nunca más - lo besó en los labios.
- ¿Palabra de Samurai? - lo miró mordiéndose el labio inferior.
- Palabra de Samurai - le dijo besándolo de nuevo atrapándole el labio dañado.

Quatre estaba sentado en una banca esperando que Trowa se desocupara de su trabajo con Wufei, estaba aburrido de verlo llegar cansado por el trabajo, pero no se atrevía a decirle nada al faraón, después de todo él había estado de un genio muy cambiante en los últimos días y mantenía al señor Heero pegado a su costado haciendo pequeños gestos, claro que debía darle la razón, en su pecho pesaba algo, no sabía qué, pero su propio corazón no estaba en paz.
- El faraón está enojado - le dijo Wufei sentándose con Trowa a su lado - ni Yuy ha conseguido hacerlo entrar en razón, ha gritado y ha botado las estatuas de la entrada de palacio antes de echarse a llorar sentándose en el suelo.
- Quizás no le han gustado las estatuas - dijo Quatre.
- Si fuera eso - dijo Trowa abrazándolo - simplemente habría bastado con volverlas a hacer, pero no sabemos que le pasa, es como si no fuera el mismo.
- Quizás sea por su embarazo - dijo el rubio - creo que el Señor Heero lo ha mantenido demasiado tiempo encerrado en palacio para que nadie se entere de su estado actual, pero podría llevarlo de viaje a alguna parte donde ellos sean simples personas normales esperando que sus hijos nazcan.
- ¿Dijiste hijos? - repitió el chino asombrado.
- Si, por lo que me dijo el señor Heero, el médico señaló que son gemelos.
- Entonces, con más razón debe sacarlo de palacio, a ver si nos deja trabajar en paz de una buena vez.
- No deberías ser así - lo regañó Quatre - él fue quien le dio permiso al señor Heero para que te sacara de la casa de tu amo.
- Lo sé, pero es que me saca de paciencia - se defendió el chino.
- El faraón es una gran persona - siguió molesto - él pudo haber condenado a Trowa, pero lo perdono y lo dejó a mi servicio convirtiéndome de esclavo a administrador y...
- Ya te pareces a él - le sonrió Trowa atrayéndolo hacia su pecho.
- Sólo espero que tú no te perezcas al señor Heero - le advirtió.
- Mm, tendría que verte embarazado primero - le dijo burlón.
- Si es que alguna vez te dejo estar arriba - le replicó el rubio poniéndose de pie molesto - allí está tu comida - y se marchó.
- Ups - dijo Wufei divertido - así que es él quien lleva las riendas.
- Y yo que pensaba que el faraón tiene un genio endemoniado, pero comprendo que esté así porque está embarazado, pero Quatre no lo está, ni mi comentario se merecía tal respuesta ¿no te parece?
- Tal vez sea porque él no puede embarazarse - el chino se encogió de hombros - al menos no se llevó la comida.
- Sí, tienes razón - abrió la cesta y comenzaron a comer en silencio.

Deia estaba sentado en un rincón en su habitación llorando a mares, le dolía todo y sentía que el mundo se le venía encima y, para colmo, Heero no lo acompañaba ni trataba de entenderlo ¿qué estupidez se le había metido en la cabeza cuando se le ocurrió embarazarse de él?
Heero entró en el cuarto buscando con la mirada a su esposo, estaba mas que extremadamente sensible en estos últimos meses de su embarazo, cualquier cosa lo hacía llorar o enfadarse a tal punto que no controlaba sus poderes, había consultado al médico al respecto y este le dijo que lo llevara para una evaluación, pero Deia no quería saber nada al respecto, decía que le gustaba Traize y sus celos estaban llegando al límite de su paciencia.
- Mi faraón - le dijo al verlo llorando y lo abrazó - te traigo una propuesta - le apartó el cabello del rostro - si te dejas examinar, saldríamos de viaje por unos meses para que descanses de tus obligaciones.
- ¿Te alejarías de todas las tentaciones?
- Deia - suspiró pretendiendo decirle que ellas sólo estaban en su mente, pero prefirió no decirle nada - nos iríamos a esa isla que hay frente al delta del Nilo.
- Me parece bien - dijo acomodándose entre sus brazos - tengo sueño.
- Te apuesto que has llorado toda la tarde - lo levantó y lo dejó sobre la cama - te quiero, pero eres incomprensible la mayor parte del tiempo.
- Sé que soy celoso - le echó los brazos al cuello para obligarlo a acostarse a su lado - pero tú no tienes cuidado con lo que dices.
- Deia, jamás he tenido intenciones románticas con nadie que no seas tú.
- Lo sé, pero me siento tan horrible y enorme que no sé cómo es que te retengo a mi lado - ocultó el rostro en su pecho - tengo miedo de perderte.
- Así que te sientes inseguro, amor mío, no deberías ser así, no me vas a perder.
- Sé que no debería, pero igual me siento así.
- Bueno, mañana verás al médico y nos iremos por un tiempo, no creo que el imperio se venga abajo porque te ausentes unos días, te mereces un buen descanso mientras esperamos que ellos lleguen - le puso la mano en la barriga.
- Je, je, mientras me hagas un cariñito - le pidió.
- Ss - suspiró - de acuerdo.

Pero, a poco de haber salido de palacio tuvieron que dirigirse al templo de Karnac, recién reedificado, porque los enemigos habían atacado las fronteras al nororiente de Egipto, los Hititas no se quedaban en paz, en especial porque estaban seguros que el poder del faraón ya no bastaría para detenerlos.
Heero se sentó en la parte central del templo tratando de hacer que la tabla del adivino se uniera con los poderes especiales del templo, pero aún no conseguía que le diera respuestas claras, no sólo ambigüedades como hasta el momento.
- Creo que deberías enseñarme a usarla - le dijo Deia - quizás activada por mis poderes nos diga algo más que frases sueltas y sin sentido.
- Está bien, siéntate justo aquí - le mostró sus piernas cruzadas con las rodillas separadas - siéntate de la misma forma y apoya la tabla sobre tus rodillas.
- ¿Así? - le dijo haciendo lo que le decía.
- Bien, ahora debes concentrarte en ver el futuro en el punto central de las estrellas dibujadas - le mostró - ahora, cierra los ojos y piensa en lo que le quieres preguntar, lo que quieres conocer.
- De acuerdo - cerró los ojos y se recostó en el pecho de su esposo, casi de inmediato una luz blanca lo rodeó y la tabla del adivino comenzó a escribir frases que Heero se dedicó a transcribir sin pensar en ellos. Pronto Deia dejó de pesarle sobre las piernas y notó que levitaba a más de tres pies de altura. Asustado, iba a sacarlo del trance, pero la tabla del adivino comenzó a destellar y Deia se desmayó cayendo sobre él.
- ¡DEIA! - gimió lanzando la tabla lejos mientras intentaba moverlo para poder acomodarlo mejor - Amorcito, despierta.
- Heero - gimió despertando y se puso a llorar - eso fue horrible, no quiero llegar allá - le dijo ocultando el rostro en su pecho.
- Tranquilo, no voy a permitir que lo vuelvas a hacer - le dio un beso en la frente - veamos que nos dijo la tabla sobre nuestro futuro.
- Heero, ella ha presagiado el final de todo para que comience un ciclo nuevo, nuestra muerte a cambio de una nueva vida.
- Veamos que nos dicen sus profecías - intentó calmarlo.

"Los siete guerreros estarán listos a vencer el mal, sin embargo, ellos ayudarán al inicio de un nuevo ciclo, el sol será mordido por la luna en cinco días interminables a los que precederán los trece días de calma. Los hijos del segundo guerrero serán los iniciadores del nuevo reino, pero ellos olvidaran el pasado de sus padres y crearán un nuevo imperio diferente"

- ¿Ves que te decía? - dijo Deia ocultando ahora su rostro en su cuello - ellos serán la causa de nuestra muerte.
- Vamos, no dice eso - le dijo frotando su nuca suavemente.
- Entonces, mejor sigue leyendo y dime si no es cierto que ellos nos van a acabar.

"Los siete guerreros verán una nueva luz cuando encuentren sus alas, su vida será eterna y feliz, serán felices cuando el ciclo cambie, serán lo que siempre debieron ser, volverán junto a la gracia que los creó"

- ¿De qué habla? - le dijo Deia interrumpiendo la lectura.
- De la visión que tuviste hace un mes - le recordó - recuerda que en tu visión nacieron los guerreros de siete piedras de gracia, nacidas a su vez de una Piedra principal que es Dios.
- Si, recuerdo perfectamente la visión.
- Bien, entonces me dejarás terminar de leer sus palabras.

"Las trece pruebas harán purificarse a los guerreros, cada uno alcanzará su gracia quedando cada vez más blanco, el primero y el corazón de ellos, será quien abra el camino a la paz, purificando a su paso a quien ama y a los que los acompañan, cada uno de ellos será purificado, limpiado de lo malo, salvado del mal, llevándose con ellos los libros de la vida y de la muerte liberando al mundo de ellos".

- Sigue insistiendo en que eres el corazón de los guerreros - dijo frotando su nariz en su cuello - me gusta saber que soy tu pareja y que pase lo que pase siempre permaneceré a tu lado, amándote.
- Mm - dijo tratando de evitar que consiguiera excitarlo - lo demás señala que sobrevendrá una guerra desde oriente y que será terrible, que muchos morirán antes que los guerreros encuentren sus alas y antes que la luna esconda al sol.
- Deberíamos aprovechar el tiempo que nos queda - le dijo Deia tratando de besarlo en los labios, cosa que Heero evitaba girando el rostro.
- Y yo que quería que descansáramos unos días lejos de todo - le dijo bajándolo de él y poniéndose de pie - venga, vamos a acostarnos un rato antes de comer y antes de la ceremonia de invocación a Ra - lo ayudó a ponerse de pie - quizás podamos hacer algo, si es que no estás muy cansado.
- Sabes que nunca estaré cansado para que tu me hagas cariñitos - le dijo apoyando la cabeza en su hombro - aunque luego duerma como piedra.
- Sólo espero poder despertarte luego, corazón mío - le pasó el brazo por la espalda y lo levantó.

Quatre estaba mirando el techo de su habitación sin prestarle atención a Trowa, que permanecía en el más absoluto silencio a su lado, se habían peleado el día antes de la partida del faraón. Claro, Trowa tenía la razón al decir que estaba molesto sólo porque él no podía tener sus propios hijos, pero Quatre no quería dar su brazo a torcer, seguiría sin mirarlo aunque no pudiera dormir en varias noches.
- Algo malo se encuentra cerca de nosotros - dijo Trowa - nuestro mundo va a cambiar en rotundo cuando los príncipes nazcan.
- Me importa poco - le dijo Quatre en un susurro.
- Quatre, tú no eres así ¿no será que ya no me quieres a tu lado?
- No - dijo volviéndose al fin hacia él - es que el faraón a va a ser completamente feliz cuando tenga a sus hijos y nosotros...
- ¿Acaso no has visto todo lo que ha pasado por ellos? Y está el hecho que ellos serán quienes cambien en rotundo nuestro mundo - suspiró tendiéndole los brazos y el rubio se acurrucó en ellos - Heero ha mencionado en varias ocasiones la existencia de siete guerreros, de los que formamos parte, de las trece profecías o pruebas que debemos superar, pero cree que la destrucción que vendrá de oriente va a darnos un nuevo comienzo.
- Nunca hablas tanto - le dijo - pero también me gustaría que tuviéramos nuestra familia, la nuestra sería normal, no como la del Faraón.
- Pero por lo mismo no podemos tener familia, quizás en otra vida sea posible.
- Pero podríamos intentarlo - le dijo Quatre ofreciéndole su boca.
- Ah, picarón - le sonrió tomándolo por asalto en un beso.
Quatre se dejó caer sobre la cama llevándolo con él mientras continuaba el beso y le rodeaba el cuello con ambos brazos atrayéndolo más hacia él. Trowa tomó control total del beso hundiendo su lengua en la dulce boca de su amo, rodeando la suya en una danza interminable y placentera. Dejó que sus manos vagaran por los contornos de su amado lentamente, buscando aquellos puntos sensibles que tan bien conocía, que tanto le gustaban.
- Trowa - suspiró el rubio cuando al fin rompieron el beso por falta de aire - quiero pedirte algo - susurró al ver que comenzaba a viajar por su cuello dejando un reguero de besos húmedos por su piel.
- ¿Mm? - le dijo levantando la mirada - ¿pasa algo malo?
- Quiero que me hagas tuyo - le dijo todo sonrojado.
- ¿Perdón? - le dijo alzando las cejas sorprendido - ¿acaso piensas que puedes embarazarte como el faraón?
- No es por eso - le dijo ocultando su rostro en el cuello - escuché el comentario de Wufei y me di cuenta que nuestro amor no está completo si alguna vez no cambiamos de posición.
- Mm - dijo Trowa pensativo mientras le frotaba suavemente la espalda - pero según sé, sería la primera vez que vas a estar abajo ¿verdad? - el rubio asintió sin palabras - trataré de ser muy suave contigo - y volvió a comenzar el sendero de besos por todos los contornos de su cara bajando lentamente por el cuello acariciando lentamente el pecho hasta llegar a una tetilla que de inmediato se elevó ante el roce de su aliento caliente.
- ¡Ah, Trowa! - gimió al sentir como la torturaba entre sus dientes y se sobresaltó cuando una mano traviesa llegó hasta su sexos palpitante y comenzó a moverse sobre él pero sin tomarlo - ¡Trowa! - gritó, pero este lo ignoró soltando la tetilla que torturaba e iba hacia la otra arrastrando los labios por su piel dejando un sendero húmedo de pequeños besos mientras la otra mano viajaba por su cintura de arriba abajo acariciando su costado - Trowa - se quejó ahora, así que el latino se sonrió para si bajando hasta su ombligo en donde se entretuvo torturándolo hundiendo la lengua en él, después bajó hacia el impaciente que esperaba que le brindara caricias más firmes, allí le dio un suave beso en la punta antes de hundirlo por completo en su boca mientras sus manos lo levantaban un poco por el trasero. Quatre lo miró un segundo antes de cerrar los ojos ante tan erótica imagen y se dejó hacer haciendo pequeños ruidos que excitaban a su amante que ahora lo frotaba con mayor fuerza para soltarlo luego - Trowa - volvió a quejarse al ver que lo soltaba por completo.
- ¿De verdad quieres que lo haga? - le dijo preocupado.
- Si - dijo separando las piernas - quiero sentirte dentro - insistió.
Trowa volvió a bajar a su sexo húmedo y comenzó a masajearlo lentamente entre sus dedos y su boca mientras su otra mano masajeaba la cara interna de sus muslos excitándolo todavía más, tanto que casi ni cuenta se dio de cuando el latino comenzó a prepararlo sino hasta que un tercer dedo entró en su interior preparándolo con cuidado, dilatando su entrada lo más posible.
- ¡Ah, Trowa! - volvió a gemir sintiendo que tocaba las nubes con las manos.
- Ah, Quatre - dijo él soltándolo al sentirlo a punto de derramarse y se subió a su cuerpo manteniendo las piernas del rubio abiertas - serás mío - le dijo al oído antes de colocar su propio sexo palpitante contra la entrada de Quatre y presionar suavemente entrando lentamente para no causar mayor dolor.
- ¡Ah, Trowa! - gimió de dolor soltando una pequeñas lágrimas, pero al sentir que el latino se salía de su interior lo rodeó con las piernas y lo hundió por completo en él con violencia hasta sentirlo totalmente dentro.
- Quatre, te voy a desgarrar - le dijo asustado tratando de safarse.
- No, déjame acostumbrarme a sentirte - le dijo besándolo con gran pasión en los labios - me gusta tenerte dentro - movió levemente las caderas y sintió algo muy agradable - anda, muévete - le ordenó soltándolo un poco.
Trowa comenzó a entrar y salir de su interior llegando a tocar algunos puntos insospechadamente sensibles dentro del rubio que comenzó a agitarse llevando el ritmo de sus movimientos mientras las manos del latino lo recorrían entero buscando algo hasta encontrarlo totalmente erecto y necesitado de atención, lo rodeo y comenzó a frotarlo con la misma intensidad de sus embestidas, y el placer comenzó a crecer rápidamente, violentamente hasta que se rompió en un mar caliente y salado, de luces de brillantes colores bajo los párpados cerrados.
- Trowa - dijo Quatre totalmente complacido y volvió a besarlo con intensidad y pasión en los labios - te amo.
- Y yo a ti - le dijo saliendo de su interior pero sin separarse de sus brazos - mucho - agregó dándose la vuelta para que él quedara sobre su cuerpo - mucho - volvió a decir antes de dormirse.
- Has estado fuera de este mundo - sonrió durmiéndose también, aunque sabía que ya no lo escuchaba.

Heero hizo que las tropas se concentraran en las fronteras hacia el desierto de Sinaí, no quería sorpresas, en especial ahora que su querido faraón había cumplido los ocho meses, ya Zech les había advertido que los bebés podían ser prematuros y Traize les recordó que debían nacer en el palacio o en el templo para evitar que hubiera malos augurios para ellos.
- Me siento malito - le dijo Deia cansado mientras permanecía acostado de espaldas y con la piernas en alto en su habitación en el templo - ¿hay noticias?
- No, nada nuevo - le dijo Heero sentado a su lado.
- Creo que Zech y Traize me los van a tener que sacar, ya no puedo más con ellos - le dijo Deia pálido y adolorido.
- Mi pobre ángel - le sonrió dándole un beso en los labios - veré que pueden hacer por ti, vida mía.
- No creo soportar hasta el noveno mes - lloriqueó adolorido.
Heero asintió y salió de la habitación, casi de inmediato una luz blanca rodeó a Deia y este vio a aquel ser alado que lo ayudó a embarazarse de Heero de pie a su lado mirándolo con cierta ternura.
- Ha llegado la hora del cambio - le dijo y Deia lo miró sorprendido y sin entender nada - ellos deben nacer.
- No me los vas a quitar - le dijo molesto.
- No, pequeño Deia, simplemente vas a tenerlos sin ninguna clase de dolor, los ángeles que están por nacer no han de llorar hasta que todo haya acabado. - le puso una mano en la frente y el trenzado se durmió profundamente, luego, se fue en un rayo de luz dejando un bebé en cada brazo del joven faraón.
- Deia - dijo Heero entrando en la habitación - Zech dice... - se cayó sorprendido al ver a los niños a su lado - han nacido - se volvió y fue por los médicos, no sería necesaria la operación y no preguntaría que había pasado, sólo estaba feliz que la espera hubiese terminado, sin embargo, olvidaba la profecía que con su nacimiento comenzaría a cumplirse.

"Los siete ángeles guerreros encontraran las alas cuando los seres nacidos de aquel que no podía tenerlos alcancen la vida para luchar por el reino después del segundo ciclo de la luna y deberán salvar las 13 pruebas antes que el séptimo ciclo concluya y la luna devore al sol por cinco días y cinco noches, entonces vendrá el final, aquel que limpiará este mundo para engendrar uno totalmente nuevo y se inicie un nuevo ciclo".
Heero regresó con Traize y Zech junto a Deia y vieron que este le sonreía a sus pequeños vástagos, ellos serían la nueva luz del imperio...

Continuará...

Lamento haber tardado tanto, pese a mis alas nuevas no había tenido inspiración para continuar con el fic, espero que les guste el capítulo, que la historia se comienza a poner interesante y se viene el final, creo que no serán más de dos los capítulos siguientes.
Wing Zero. (Al fin de regreso).

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