Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Tu Deber por Cucuxumusu

[Reviews - 330]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

 

 

La tormenta atronaba la pequeña ciudad como un monstruo despertando de las profundidades. El rugido del viento junto con la intensa lluvia instaba a todo el mundo a quedarse en su casa y resguardarse de la poderosa fuerza de la naturaleza hasta que esta se tranquilizase, los niños se acurrucaban temerosos bajo sus mantas, y los adultos miraban con cara preocupada las ventanas preguntándose si no sería aquello el fin del mundo.

 

Sin embargo, un único viajero cruzaba por los caminos en dirección a la ciudad como si no pasase nada. Su postura era tranquila y calmada, y caminaba con el paso firme y poderoso del que ha recorrido el camino muchas veces. La pesada lluvia había empapado ya la suave capa negra con capucha que portaba, pero en vez de molestarle e intentar refugiarse bajo una de las encinas cercanas hasta que la lluvia amainase, el hombre continuaba andando como si esta fuese un viejo amigo con que se había reencontrado después de mucho tiempo.

 

Solo fue cuando el viajero diviso por fin la imponente y solitaria ciudad de pequeñas casas blancas a lo lejos, cuando se paró un momento. Sus pesadas botas se hundieron ligeramente en el barro y la capa ondeo al viento con una repentina ráfaga de viento revelando un ligero brillo metálico bajo esta. De repente, como respuesta a sus acciones, el cielo se ilumino con el resplandor del primer relámpago y se pudo distinguir por un momento la amplia sonrisa que ocultaba la capucha.

 

Era una sonrisa dura y amarga, pero fuerte y poderosa. La de alguien que después de tanto sufrimiento vuelve a encontrar algo divertido en su vida y la de quien sabe que puede cambiar el rumbo de la historia con un pequeño gesto. Aquella sonrisa se sintió como un escalofrió en la naturaleza colindante, como si su mera presencia fuese un presagio del final.

 

Aquel hombre no debería estar allí

 

El viajero sin embargo, se caló aun más la empapada capucha ocultando el pelo rojo fuego que se había visto por un pequeño momento, y siguió andando en dirección a la ciudad de Delfos.

 

Con el mismo paso lento y tranquilo de antes produciendo un calmante eco en la furiosa naturaleza. Como una tranquila cuenta atrás para el final. Como un presagio de la muerte dirigiéndose a acabar con su próximo objetivo. Como alguien que vuelve a casa después de muchos años.

.

.

.

El dios de pelo rubio se sentó en su inmensa cama molesto. No podía dormir y no sabía por qué. Tenía una incómoda sensación de ansiedad e impaciencia que le había despertado de su sueño cuando apenas comenzaba a amanecer através de las oscuras nubes que descargaban su furia contra la ciudad.

 

En el silencio reinante a su alrededor, típico de aquellas horas cuando el mundo todavía no quiere despertarse al pálido día, observó al chico moreno que dormía plácidamente a su lado casi totalmente oculto por las mantas y almohadas. Estaba empezando a hacer frio pero Doflamingo no entendía por qué el otro se empeñaba en embutirse en las sabanas, él estaba totalmente desnudo y podía soportar a la perfección la temperatura.

 

Suspiró ante la imagen. La cara del menor era tan calmada, tan tranquila y pacífica, como si sus preocupaciones y armaduras desapareciesen en aquel momento de descanso.

 

Doflamingo se levantó de la inmensa cama sin querer pensar en aquello. Distraídamente se puso unos pantalones que encontró en el suelo y decidió dar una vuelta por si se relajaba y conseguía no darle vueltas a un asunto del que no quería pensar.

 

Porque ya lo había hecho demasiadas veces y nunca conseguía encontrar la solución a la repentina falta de sentimientos del moreno. Era como si le hubiese matado por dentro, como si le hubiese destruido totalmente dejando una cascara vacía. Y aquello le había preocupado desde el primer momento. Había comenzado a ocurrir hacia unos años, cuando cansado de gritarle y de resistirse a él, Law simplemente se había detenido. Simplemente un día le miraba con rabia y odio y a la siguiente estaba totalmente muerto e indiferente. Ni comía, ni hablaba, ni parecía querer hacer nada.

 

Al principio se había enfadado por aquello, le prefería odiándole que en aquel estado de muerte en vida, luego se había desesperado al ver que nada de lo que hacía parecía afectar a Law y después había llorado, le había suplicado y se había humillado degradantemente como no lo había hecho en su vida para que le perdonase y volviese a mostrar la más mínima emoción. Pero nada había servido.

 

Al final al rubio no le había quedado más remedio que aceptarlo sin decir nada.

 

Pero dolía tanto rechazo.

 

Sabía que se había equivocado, que podía haberlo hecho de otra manera hacia seis años, pero no le habían dejado otra opción. La culpa no era solo suya, la culpa también era de los otros dos por engañarle. Si, Law le hubiese aceptado desde el principio todo esto no tenía que haber pasado, si Law no fuese...

 

Negó con la cabeza sin querer pensar en ello. Continuo caminando descalzo y sin rumbo por su inmensa propiedad de suelos de mármol blanco y altas columnas decoradas que daban al colorido jardín de finales de otoño.

 

Y entonces se detuvo lentamente frente a un pequeño patio ya conocido. El patio en el que todo había empezado y acabado hacia seis años, en el que había perdido a Law y en el que a la vez le había vuelto suyo para siempre.

 

¿Por qué había acabado allí? ¿Porque sus pasos le habían llevado allí? Cansado de todo se giró y sin querer andar más por el lugar y se acercó a una columna para apoyarse en ella. Contempló entonces el turbulento cielo gris que bullía con enormes nubes grises iluminadas tenuemente por el azulado amanecer. Todo el mundo seguía en silencio, como conmovido por la impresionante tormenta de la noche anterior, como esperando algo.

 

El rubio contempló las nubes durante un rato intentando dejar la mente en blanco y sintiendo como poco a poco se iba relajando.

 

—¿Hace un buen día verdad?—

 

Doflamingo pegó un salto en su sitio sorprendido por la repentina voz que hablaba. No lo había oído al llegar. No había notado a nadie acercarse pese a tener conciencia absoluta a cada instante de lo que le rodeaba.

 

Y aquello solo podía significar una cosa.

 

Alarmado giró la cabeza buscando al intruso en su templo hasta que encontró una enorme figura sentada en las escaleras que daban al jardín. A sus pies. Estaba oculto por una vieja y empapada capa negra que no dejaba ver absolutamente nada de su cuerpo ni reconocer quien era.

 

—¿Quién eres? ¿Cómo has entrado?—pregunto tenso y ligeramente molesto. No le gustaba que le sorprendiesen de aquella manera. Porque normalmente aquello significaba que era alguien fuerte. Y la cosa no solía acabar bien.

 

El hombre de la capa soltó entonces una ligera carcajada amarga e incrédula y se retiró la capucha lentamente revelando aquel impresionante pelo rojo que se le había quedado grabado a fuego en sus recuerdos.

 

—¡Tú!— siseó con la voz plagada del más puro odio y veneno.

 

Rápidamente se apartó de la columna y se quedó plantado firme sobre sus dos pies encarando con los puños apretados a Eustass Kidd.

 

—Ha pasado un tiempo— comentó el pelirrojo levantándose de las escaleras y encarándole también.

 

Había crecido. Y no solo físicamente por lo que se podía ver. Había ganando bastante más musculatura y su porte parecía más poderoso y imponente. Sus ojos habían perdido también la pasión y ilusión inocente propia de la juventud. Parecía más centrado, más seguro.

Y había vuelto.

 

—Te dije que la próxima vez que te viese te mataría—le recordó totalmente fuera de sí. ¿Cómo se atrevía? ¿Cómo osaba desobedecerle?

 

El pelirrojo sonrió con aquella sonrisa entre divertida y plagada de odio. Aquello iba a acabar muuuy mal dedujo Doflamingo.

 

—Bueno, dudo que ahora ya seas capaz de hacerlo—le retó arrogante.

 

Y con aquellas simples palabras Doflamingo explotó, enredó sus hilos en torno al cuerpo del pelirrojo y apretó con todas sus ganas sin darle ni la más mínima oportunidad. Por su culpa Law estaba así, por su culpa Law no era suyo como debía. El odio y resentimiento habían crecido a lo largo de aquellos años después del incidente hasta que el pelirrojo se convirtió en su enemigo de por vida, la persona a la que odiar por encima de todo.

 

Porque la culpa era solo suya, porque todas sus desgracias se debían a él.

 

Y ahora le volvía a tener delante. Algo que jamás pensó que pasaría. Y le estaba provocando y dándole la oportunidad de acabar con lo que llevaba seis malditos años deseando hacer.

 

El chico amplió su sonrisa y alzó la cabeza exponiendo su cuello, ofreciéndose en bandeja a su muerte. Doflamingo sonrió macabramente mientras sentía sus hilos mordiendo la piel del otro, cada vez más y más fuerte.

 

Hasta que estos simplemente desaparecieron.

 

El rubio se encontró parpadeando ansioso esperando ver la sangre escarlata salir del cuerpo sin vida del otro. Pero el pelirrojo solo sonreía arrogante mientras el rubio intentaba asimilar que sus superemos poderes acababan de desaparecer por arte de magia. Como si todo hubiese sido cosa de su imaginación y estos nunca hubiesen estado allí.

 

—¿Algún problema?—sonrió macabramente el pelirrojo.

 

Doflamingo le fulminó con la mirada. ¿Que acababa de pasar? ¿ Que había hecho?

 

—Veras—siguió el pelirrojo con cara de aburrimiento y desdén— gracias al forzoso e indefinido destierro del que me vi obligado a formar parte por cortesía tuya—comento irónicamente— he aprendido algunas cosillas bastante útiles en estos largos años y me he enterado de algunas otras, algunas bastante...interesante— comentó misteriosamente.

 

—Me alegro entonces—se burló entre dientes apretados el rubio intentando llamar de nuevo a sus hilos y acabar con aquello de una buena vez.— Aunque supongo que algunas de esas cosas me conciernen a mí y son la razón por la que estés aquí ¿Verdad?—pregunto con tono de total desprecio, como él que se usaría con un niño pequeño que molesta a su padre con estupideces.

 

—Por supuesto…— respondió felizmente con una sonrisa conspiradora.

 

—Vaya me alaga tu preocupación por mi—le corto el rubio— lamentablemente creo que no hay nada que pueda afectarme actualmente, asique tus descubrimientos son totalmente inútiles—

 

—No creo que sea así— respondió Kidd, y de repente su voz cobro una seriedad y profundidad alarmantes— ¿o acaso la verdadera razón por la que obligaste a Law a entrar aquí y no sería un problema en el caso de que se revelase a quien no se debe enterar?—

 

El rubio sintió su pulso paralizarse ante aquellas palabras.

 

Y Doflamingo decidió entonces que definitivamente Kidd tenía que morir. Ya no solo por una cuestión personal, sino por el bien de la ciudad y de la propia Grecia. Su cuerpo se tensó al instante y adopto con cuidado de que no se notase mucho una posición de pela totalmente ofensiva. Kidd le miro adivinándolo al instante como militar, y antes de que pudiese hacer nada, murmuro divertido:

 

—Yo que tu no haría eso, como te he dicho he aprendido algunas cosas durante estos años y a varias personas les afectaría profundamente que me hicieses el más mínimo daño— y otra vez comentarios imprecisos y metafóricos que no se acababan de entender.

 

—¿A qué te refieres?—pregunto cada vez más alterado sin confiar en absoluto en nada. ¿Podía la situación empeorar aun más?

 

Kidd sonrió con aquella mirada arrogante y Doflamingo se dio cuenta de que no le iba a gustar lo que iba a oír y de que si, la cosa se podía ir aun más a la mierda.

 

—Veras, tienes ante ti al nuevo emperador del cada vez más grande Imperio Romano—comento con un ligero tono de orgullo mientras abría los brazos en una pose magnánima— emperador que se acaba de aliar con Persia, emperador que ha conseguido a sanguinarios soldados barbaros y que puede acabar con la vieja Grecia en menos de dos minutos— rió el menor encantado.

 

Doflamingo apretó los puños. Era una broma. Una estúpida y asquerosa broma de mal gusto. Mentía. No había ni una sola posibilidad de que aquello fuese verdad.

 

Fue a replicarle, a pedirle una mínima prueba que le demostrase que decía la verdad. Y entonces el otro, como si leyese su mente, se retiró ligeramente la túnica que cubría su cuerpo revelando lo que llevaba debajo.

 

Una impresionante coraza de oro propia de las elites militares romanas con toda la decoración y parafernalia que solían llevar chocó contra los ojos violetas del rubio. Doflamingo tragó saliva aterrorizado. El pelirrojo era el prototipo de general romano: las botas de cuero de invierno que utilizaban, la falda de tela rojo imperial con las tiras de cuero blando, la espada de acero propia de las colonias romanas de Hispania y con los engarces de un emperador...

 

No podía haber conseguido todo aquello por sí mismo ni en mil años, ni mucho menos haber llegado hasta Delfos con el tesoro que llevaba encima sin ayuda. Los bandidos se lo habrían robado antes de siquiera cruzar la frontera. Decía la verdad. Y aquello era lo peor que podía haber pasado.

 

—¿Que quieres?—pregunto con la boca seca.

 

Pese a saber ya de antemano la respuesta.

 

—A Law— tan predecible, tan retorcido— Dame a Law y seguirás teniendo tu maldito templo y tu maldita religión, niégate y caerás junto con tu maldito país al que tanto intentas proteger—

 

Claro y preciso, sin la más mínima oportunidad de responderle y negociar. Era una declaración de guerra tan estúpida: Si Law se iba del templo Grecia iba a caer pese a la supuesta promesa de paz que le proponía Eustass, lo sabía y punto, era como sumar dos más dos. Y si Law se quedaba Grecia caería también como había prometido el pelirrojo.

 

El resultado era el mismo, la única diferencia sería quien les haría caer. Y Doflamingo tenía muy claro quién sería más peligroso y cuál de las dos batallas merecía la pena pelear.

 

En cuál de las dos tenía una posibilidad de ganar.

 

Doflamingo no se pensaba rendir ni ceder a Law. Grecia no caería tan fácilmente aunque dos imperios se le opusiesen de frente por mucho que Kidd pensase que sí. Eran la cuna de la civilización conocida, tenían a los mejores políticos, filósofos, matemáticos y estrategas, no caerían tan fácilmente. Y además, él tampoco dejaba que le manipulasen ni le chantajeasen como si nada. Él era un dios. El otro debía de saberlo, debía saber a lo que se enfrentaba. Pero antes de que pudiese contestarle el menor volvió a interrumpirle como si solo él pudiese tener la palabra.

 

—No hace falta que me des ahora una respuesta— anunció— volveré dentro de tres días acompañado de mi querido amigo Darío III de Persia y veremos si entramos en guerra o seguimos en paz—

 

Darío de Persia, se dio entonces cuenta el rubio. No, él no podía estar allí, el no podía…

 

Kidd, sin más que añadir y viendo que el rubio acababa de comprender el problema, se giró dándole la espalda y se dirigió al imponente muro. Doflamingo ya no sabía qué hacer, porque las dos batallas podían volverse una tan fácilmente… la rabia inundaba sus venas ante semejante insulto, ante semejante burla de su persona. Tenía que ver al otro llorar, sufrir, gritar... Kidd se alzó sobre el alto muro con una sorprendente facilidad y se sentó en la superficie plana que lo coronaba con elegancia antes de dedicarle una última mirada.

 

—Nos vemos, su majestad — murmuró con burla. Y con aquella sonrisa de superioridad de quien sabe que va a ganar se dejo caer al otro lado sin dejarle decir absolutamente nada.

.

.

.

Doflamingo volvió a su extravagante habitación ligeramente más relajado. Había destruido totalmente el pequeño jardín y la columnata donde se había encontrado con el pelirrojo dejándolo irreconocible. Pero seguía bastante alterado y su mente no dejaba de darle vueltas al asunto.

 

El hombre se detuvo en medio de la habitación respirando pesadamente y su vista voló al instante a la cama donde Law seguía durmiendo pacíficamente sin haberse movido en los más mínimo. Totalmente ajeno al problema, con su cara tranquila y aun inmerso entre las esponjosas mantas.

 

Su mente se quedo en blanco.

 

Con un repentino sentimiento posesivo y de necesidad se abalanzó a la cama y se metió bajo las mantas buscando el cálido cuerpo del menor.

 

Law se revolvió en sueños al sentir su helado cuerpo envolverle pero siguió durmiendo tranquilamente sin dignarse a despertarse por aquello. Doflamingo le envolvió por completo atrayéndolo contra su pecho y apretándole en un abrazo asfixiante. Se deleitó en su olor a mar, en el tacto suave y agradable de su tostada piel. Delineó su cuello con sus labios mientras introducía la nariz entre el suave pelo de su nuca y soltaba un suspiro del más puro placer.

 

Le quería, no había vuelta de hoja. Pese a que lo había intentado evitar, pese a que aquello no debería haber pasado se había enamorado totalmente de Law. Su mera visión le alegraba el día, el tocarle, el sentirle suyo como en aquellos momentos le tranquilizaba como nada conseguía hacerlo. Pese a que Law le odiase y estuviese en aquel estado de muerto viviente, se había convertido en algo indispensable para él. Su alimento, su alegría, algo por lo que vivir tras interminables siglos de patética soledad.

 

No iba a dejarle. No se lo iban a quitar, pensó aferrándose al moreno como si su vida dependiese de ello.

 

Nunca

 

 

Notas finales:

Ya lo se no os habeis enterado de una mierda XD relajación ya lo ire explicando poco a poco, se que os habeis quedado a lo WTF? sobre todo con lo de Kidd, pero todo tiene una explicacion razonable XD

Bueno ahora alguna aclaracion, como habreis visto he decidido que voy a alterar la historia de Grecia, Roma y supongo que Persia como me de la real gana para adaptarla a la historia, sin embargho seguire sacando personajes historicos (Darío III existio realmente y fue rey de Persia y eso). Asique por favor, los que seais de letras no me mateis, que yo os quieroooo 

Bueno ¿Que tal? ¿No os da pena Doffy? Por que a mi si, pobrecillo siempre le torturo y acaba mal. Es un incomprendido T^T

Jejejeje, en fin espero que os haya gustado ¿Reviews?


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).