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Tu Deber por Cucuxumusu

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Notas del capitulo:

Buenooooo se que he tardado siglos n_n' y se que la mitad de vosotros aun quereis matarme por lo que paso en el cap anterior...asique no me entetendre mucho.

SIENTO EL RETRASO 

Pero en compenzacion este cap es intenso y creo que sale todo el mundo, asique seamos felices jeje

Espero que os guste U_U

 

Doflamingo paseaba alegremente por el templo en dirección a sus aposentos. Aunque todo se hubiese ido a la mierda y en aquel momento debería estarse reuniendo con sus aliados y montando una estrategia en contra de lo que los otros planeaban, no podía evitar estar buscando a Law. Había recorrido ya medio templo y el único lugar al que le faltaba por ir era su habitación. Law estaba en su habitación. Dios solo de pensarlo sus dedos cosquilleaban de la emoción, no podía esperar para verle, para abrazarle y agradecerle por aquello.

Por que Law le había elegido por encima de Kidd.

Y la emoción que sentía ante ello, le hacía querer ir saltando por la maldita habitación como un niño pequeño en una tienda de golosinas. No se lo podía ni creer. Después de todo, después de haber perdido la esperanza, allí estaba, de nuevo para él. Le iba a violar allí mismo, le iba a atar a la cama y no le iba a dejar levantarse en mucho tiempo.

Entró en la habitación y la cruzó con dos grandes pasos. Y sus ojos se posaron al instante en la figura acurrucada al lado de la chimenea con un pesado libro entre sus manos y la mirada perdida en el techo de la habitación donde las pinturas y decoraciones se enrevesaban en un patrón extraño. El dios voló literalmente a su lado y sus brazos rodearon desde atrás al chico mientras sus dedos se hundían en su suave pelo negro.

—Hola Law—dijo con un una voz grave y suave contra su oreja, como si el sentimiento de felicidad que le estaba estallando en el pecho realmente no estuviese ahí.

El chico se tensó al instante y aunque Doflamingo lo achacó a la sorpresa o a un susto, Law quedo tenso durante más tiempo del normal. Pero antes de que el rubio pudiese siquiera intuirlo o decir nada, Law se levantó del sillón y encaró al rubio, y fue entonces, cuando le tuvo de frente y pudo ver la mirada del otro, que entendió que había malinterpretado totalmente la situación. Se tenso él también y se dio cuenta de que aquello no iba a ser bonito. La mirada que le mandaba Law le indicaba que en vez de un buen polvo y la felicidad, aquella iba a ser más bien una buena pelea.

—Me mentiste—le acusó entonces el moreno sin andarse con rodeos.

Doflamingo observó sus preciosos ojos grises, aquellos en lo que se había perdido tantas veces y que no abandonaban su mente ni un segundo a lo largo del día. Los observó fijamente mientras se replanteaba la situación, mientras empezaba a entender en el lio en el que estaba.

—¿Y qué?—respondió entonces a la defensiva—no pareció importante mucho cuando tú me usaste después—

Law frunció el ceño.

—¿Qué? ¿De qué estás hablando?— preguntó con aquel adorable tono de confusión y sorpresa, como si no se hubiese dado cuenta de nada.

Doflamingo paseó alrededor de la silla donde había estado Law sentado hasta quedar enfrente suyo ahora sin la silla de por medio. Con su altura y fuerza de frente imponente. Intimidándole como siempre había hecho. Recordándole en todo momento lo que había pasado en aquellos seis años y aprovechándolo contra él. Intentando dominarle y recordarle que no podía contra él.

—Justo después de... mentirte—respondió el rubio—cuando nos acostamos...no tardaste en olvidarte de Kidd y comenzar a gemir mi nombre ¿recuerdas?—contestó con una sonrisa amarga— ¿de verdad me consideras tan imbécil?¿ de verdad crees que me voy a creer que de repente sientes algo por mi?—

Law abrió los ojos sorprendido por repentina la acusación.

—No...yo...estaba afectado, me acababas de decir que Kidd había muerto... no te insinué nada— se excusó débilmente Law, y luego como recordando su principal enfado volvió a la carga—...yo te lo di todo después, confié en ti y era todo una estúpida mentira— acabó gritándole el moreno.

—Fufufu— comenzó a reír Donquixote maniáticamente— si, realmente me consideras imbécil, pero qué más da, ¿qué más da que confiases en mi? ¿por que cuando lo hiciste? después de seis putos años, cuando te dije que el imbécil de Kidd había muerto, y entonces y solo entonces me aceptaste— dijo con rabia.

Law jadeó sin comprender.

—¿Y que más te da? ya tenías lo que querías ¿que más te importaba cuando lo hiciese?—cuestionó Law sin comprender.

—¿No lo entiendes?—le gritó Doflamingo con cara de incredulidad—yo no soy el segundo plato de nadie Law—

Y a continuación se acercó a él y colocó una mano alrededor del cuello del menor. Sin apretar ni hacer daño, sino en un gesto posesivo y dominante, dándole a entender que aquello podía complicarse pero que era lo suficientemente caritativo como para no hacerlo. Pero Law ya conocía aquel juego desde hacía muchos años y sabía cómo seguirle el ritmo, puede que al principió hubiese funcionado y que hubiese podido bajar la cabeza sumiso al sentir los fuertes dedos del otro entorno a su cuello. Pero ya no era así, ahora aparte de la furia que sentía que le hacía hervir la sangre, tenía algo por lo que pelear, algo por lo que levantar la cabeza y fulminar al otro con sus ojos.

Y Doflamingo abrió los suyos sorprendido. Después de seis puñeteros años de total indiferencia y de dejarle hacer lo que quisiese sin quejarse en lo más mínimo, allí estaba lo que había estado esperando. Que la máscara cayese, que Law viviese a mostrar las emociones que había mostrado antes del incidente con Kidd, que volviese a sonreír con esa sonrisa sarcástica o mostrase aquella mirada que no anunciaba nada bueno. Pero a pesar de la felicidad de haber podido afectarle, no era lo que quería. No quería ver el odio y el enfado, quería verle enamorado, que le mirase con la misma mirada con que miraba a Kidd.

Y aquello fue como si le arrancasen el corazón.

De nuevo aparecía el pelirrojo y todo se iba a la mierda.

Observó a Law de nuevo con aquella mirada rebelde de los primeros meses en que habían estado juntos. La última vez que aquello había pasado, Doflamingo había conseguido domarle, pero también le había roto y Law se había tirado los siguientes años sumidos en aquel estado parecido a la muerte. Pero allí estaba otra vez, en el principio, y esta vez Doflamingo se aseguraría de no romperle, esta vez le domaría y conseguiría además que Law le quisiese.

Miró al chico enfrente suyo.

Y agachándose un poco le besó. Law por supuesto intentó resistirse y echarse hacia atrás para esquivarle, pero la mano del rubio en su cuello le mantuvo en su sitio. Y Doflamingo sonrió sin poder evitarlo cuando sintió los dientes del otro contra sus labios. Dios había echado tanto de menos que Law le respondiese. Sin dudarlo le correspondió de la misma manera, mordiéndole y obligándole a pesar de todo a dejarle paso.

Fue uno de los besos más intensos que se habían dado. Law estrujando su muñeca con sus manos en un intento de que le soltase, y Doflamingo apretándole sin dejarle irse. Devorándose profundamente e intentando ganar al otro a la fuerza. Pero Doflamingo no le dio ni la más mínima oportunidad al moreno y apretando al otro contra su cuerpo y aprovechando su altura y fuerza obligó al otro a estarse quieto y a dejarle a él hacer lo que quería. Se deleitó en su boca como siempre hacía, relamiendo el adictivo sabor del otro y explorando los ya conocidos recovecos de su boca.

Law gruñó molesto. Doflamingo volvió a mordisquearle el labio posesivo.

Y finalmente se separaron un momento para recuperar el aire. Y aunque Law jadeaba y tenía en la cara una mirada mezcla de odio y desesperación Doflamingo no le tuvo ni la más mínima piedad, después de todo Law le había hecho daño y los pinchazos de dolor aun seguían palpitando en sus venas recordándole la cruda realidad. Delineó el cuello del otro aun aferrado por su mano, solamente sintiendo la cálida y suave piel del otro o su pulso acelerado mientras el moreno intentaba recuperar a duras penas la respiración. Y entonces realizó el lento lametazo desde su clavícula hasta la mandíbula del chico lentamente, sin violencia ni pizca de enfado pero claramente prometiéndole más, mucho más, recordándole a quien pertenecía y a quien siempre había pertenecido.

—No espera, esto no...—y por primera vez en mucho tiempo Doflamingo pudo volver a captar el tono ligeramente confuso y suplicante del otro.

Y la boca se le hizo agua. Adoraba tener a un Law suplicándole por algo, y si encima era en la cama era mil veces mejor, era una de las cosas más eróticas que nunca había tenido el placer de ver, le hacía querer torturarle una y otra y otra vez. Su mente se desvió entonces del motivo de todo aquello, de la furia y la rabia que tenía y simplemente se dejó llevar por el caliente cuerpo del otro.

Agachándose ligeramente tomó los muslos del chico desde detrás y los alzó obligándole a saltar y a rodear su cintura con sus largas piernas. Doflamingo parpadeó entones un momento aturdido. ¿Por qué se había vuelto de repente tan dócil Law?¿No se estaban peleando? pero el mordisco en su oreja que le hizo soltar un ligero gemido de dolor , así como las uñas clavándose insistentes en su cuello le dieron la repuesta.

Mierda había bajado la guardia un momento y ya tenía heridas y cicatrices de la batalla.

Subiendo ligeramente las manos apretó las nalgas del chico firmemente entre sus manos estrujándolas posesivo y apretándole aun más contra su cuerpo. Law gimoteó ligeramente, medio estrangulado contra su cuerpo y el rubio aprovechó el momento para volver a devorarle la boca. Le mantuvo así un momento, colgando en el aire y sosteniéndose solamente gracias a la fuerza del mayor. Le dejó sentirse indefenso y vulnerable contra él, y finalmente, cuando rompieron el beso, el enano no intentó morderle ni arañarle ni nada, solamente recostó la cabeza contra su hombro y jadeó pesadamente mientras las piernas que rodeaban al mayor parecían temblar en torno suyo. Al mayor le encantaban aquellas largas y fuertes piernas, sobre todo cuando le rodaban de aquella manera o cuando se tensaban mientras él devoraba el calor que había entre ellas.

Aguantando el peso del otro con una mano firme en su trasero movió la otra a lo largo de una de aquellas piernas apretándola firmemente y sintiendo como esta se tensaba bajo su tacto. Delicioso. Sintió su erección crecer como por arte de magia y apretarse contra la propia de chico entre sus brazos. Un escalofrió recorrió su cuerpo.

Comenzó a andar entonces por la habitación hasta que llegó a una pequeña silla dorada forrada de terciopelo rojo con dibujos de hojas y animales en su superficie. Aun quedaban siglos para que el estilo barroco se instalase en Europa pero Doflamingo había conseguido que un famoso artesano la hiciese con algunos dibujos de su parte. Sin mucha demora sentó al chico en la silla de golpe y se arrodilló entre sus piernas ansioso. Law le mandó una mirada de odio profunda mientras seguía jadeando y observaba como el rubio tomaba una de sus piernas y se la colocaba en un hombro.

—Doflamingo para, no estoy de humor para...—ni siquiera pudo acabar la frase cuando el rubio le arrancó literalmente la túnica que llevaba y paseó su habilidosa lengua por el interior de su muslo acercándose a su polla.

En un movimiento instintivo intentó alargar la mano hasta la cabeza del rubio e intentó detenerle con manos temblorosas. Pero el rubio tenía la ventaja con aquella degradante postura y se acercó aun más hasta que tuvo la punta de su erección a puros milímetros de su boca prometiéndole una placentera tortura. Law gimió ligeramente avergonzado. Nunca se había sentido tan expuesto con el rubio como en aquel momento, normalmente lo hacían bajo las sabanas y era él el que tenía que situarse en aquella postura arrodillada y sumisa, pero últimamente el mayor le había cogido el gusto a ser él el que se la chupase. Y aunque Law no se quejaba en lo más mínimo de la experta y precisa lengua del mayor, aquella vez era distinto. Porque estaban en medio de la habitación y a plena luz del día y encima, con su pierna en el hombro del mayor y la altura de este, era como si se estuviese abriendo de piernas para él. Y no le gustaba. Estaba enfadado con el rubio como nunca lo había estado y sabía que el otro también lo estaba con él. Por eso aquella pose vulnerable y ofrecida, era demasiado, no pegaba con la situación, deberían estarse matando a golpes, no abierto de piernas y con la polla más dura de lo que lo había tenido en mucho tiempo.

Doflamingo le miró desde su posición y Law se vio esquivando su mirada. Demasiado intenso, demasiado intimo.

—Mírame— ordenó entonces el rubio.

—Muérete— respondió Law aun jadeando pero resistiéndose.

Y entonces el rubio dejo de contenerse y le lamió el miembro desde la base a la punta depositando como toque final un ligero beso en la sensible punta. Law gimió cabreado, pero extrañamente excitado.

—Mírame —volvió a ordenar.

Y Law giró la cabeza a un lado y cerró los ojos fuertemente. Porque sabía que si seguía así acabaría mirando y se arrepentiría toda su vida. Y entonces sintió al otro meterse su miembro en la boca por completo y succionarle con ganas y sin el más mínimo cuidado. Law se arqueó contra el sillón aferrándose a los brazos intentando no resbalarse y quedarse quieto para no comenzar a envestir contra la boca del rubio como quería hacer. No se iba a dejar llevar, no aquella vez.

Pero la boca del rubio era tan dulce, era como si le quisiese tragar por completo, comerle y devorarle, como si fuese lo más delicioso que nunca hubiese probado y tras años de abstinencia al fin pudiese volver a probarle. Le trataba igual que Kidd, con cuidado, con delicadeza y una obsesión poco sana, pero a diferencia de Kidd en Doflamingo podría sentir la ligera desesperación y ansias de poseerle y dominarle. Y él odiaba que le dominasen.

EL rubio volvió a lamerle de la forma más obscena posible y Law se encontró temblando a punto de llegar al orgasmo con apenas dos deprimentes lamidas. Soltó un gemido derrotado y lastimero mientras se tapaba los ojos con un brazo intentando protegerse de la situación. Doflamingo vio su gesto y paró al instante lo que estaba haciendo con un poco de reticencia, realmente adoraba hacer aquello y observar las reacciones del chico, era algo que había descubierto recientemente y a lo que se había aficionado al instante siguiente. Observó al chico temblando enfrente suyo mientras se tapaba sus preciosos ojos grises y se mordía el labio intentando contener los eróticos gemidos.

Sin dudarlo se alzó ligeramente del asiento y se acercó a los labios del menor besándolos posesivo sin siquiera dudarlo. Apretándolos entre los suyos y sintiéndolos calientes y húmedos por los suspiros del otro. Sus manos recorrieron de nuevo los muslos del menor sintiéndolos temblar violentamente como si el menor se estuviese conteniendo de matarle a envestidas. Sonrió orgulloso a pesar de la situación pero al final se separó.

—Law mírame—repitió.

Pero el moreno solo se revolvió bajo suyo intentando alejarse de él. Delicadamente alzó una mano y retiró su brazo de sus ojos, pero desgraciadamente los seguía teniendo cerrados.

—Law por favor mírame—suplicó.

Y entonces el menor abrió lentamente los ojos y le miró con aquella mirada metálica plagada de nerviosismo y desesperación. Doflamingo le sonrió tímidamente y besó su frente protectoramente, no le gustaba ver al otro tan indefenso, le gustaba el Law fuerte y dominante, rendido ante él pero fuete. Volvió a besarle lentamente sin apartar los ojos ni un momento de él y Law hizo un leve amago de morderle de nuevo que Doflamingo desbarato al instante. Y entonces Doflamingo se puso serio mientras se recolocaba entre las piernas del otro y le tomaba de la mejilla de nuevo con sus bocas a tentadores milímetros.

—Law, te quiero—susurró débilmente mientras le daba suaves besos por su boca.

Sintió al otro tensarse y no supo si fue por sus palabras o por el hecho de que había comenzado a desabrocharse el pantalón, pero le daba igual, el solo quería al otro a su lado. Necesitaba volverle a sentirle contra su cuerpo, necesitaba volver a sentirle suyo y quitarse esa horrible sensación de haberle perdido para siempre, de que la estúpida felicidad de aquellos tres días había sido todo una estúpida farsa.

—Yo te odio—siseó entonces Law mientras las manos del rubio acariciaban su trasero, mientras acercaba sus caderas al otro y su ardiente polla a su temblorosa entrada.

Doflamingo se detuvo al escucharle y observó con cuidado el odio en los ojos del otro. Dios sólo quería gritar y chillar, quería matar a todo el mundo que se le pusiese delante, quería hacer magia, magia y borrar aquella mirada de los ojos del otro. Pero por primera vez se lo trago todo y fingió una sonrisa. Porque en el fondo lo entendía, porque en el fondo sabía que se lo había buscado él solo, sabía que todo aquello era culpa suya.

—Lo sé—dijo agachándose y dándole un casto beso en la frente.

Y entonces entró dentro suyo y después de tantas veces y de tantos años Law no necesito ni preparación y le tragó por completo apretándole con ganas desde el primer instante, como si hubiese estado esperándole desde el principio. El chico soltó un fuerte gemido y se pegó a su cuerpo agarrándole de los hombros. Doflamingo aun arrodillado en el suelo comenzó a envestirle con fuerza mientras el sillón en el que estaba sentado Law comenzaba a chirriar contra el suelo de mármol. Doflamingo aferró los brazos de la dorada silla para mantenerla en su sitio y continuó con las potentes envestidas mientras Law se retorcía bajo suyo, mientras le clavaba las uñas en el los hombros dejándole las marcas típicas de un buena sesión de sexo. Doflamingo lamentó entonces que el chico hubiese vuelto a cerrar los ojos, quería mirarle aquellos pozos plateados mientras se retorcía de placer y le clavaba su polla hasta la base haciéndole suyo de nuevo.

Dejo de pensar, no quería pensar en nada, sólo quería centrarse en lo físico y nada más, disfrutar de Law, y de tenerle así en aquel momento. Le envistió con ganas de tal forma que si no hubieses tenido el asiento agarrado este hubiese salido disparado varios metros. Bajó entonces una mano hasta la base de la espalda de Law y le apretó contra s cuerpo pegándole más y más. Y sintió entonces a Law estallar el primero entre ambos mientras gritaba de placer y se tensaba deliciosamente. Manchándoles a ambos de su cálida sustancia y volviendo todo aquello aun más caliente . Doflamingo le sintió arqueando la espalda contra su mano y apoyando su cabeza contra el respaldo del asiento para contener las oleadas de espasmos y placer. Pero Doflamingo no se paró, no quería parar, quería alargar todo aquello todo lo que podía y mucho más.

Porque se sentía como si aquella vez fuera la última, porque se sentía como si aquella fuera la despedida.

Pero por mucho que el rubio lo quisiese alargar aquello no podía durar para siempre, y Doflamingo sintió frustrado como las primeras oleadas del orgasmo atravesaban su cuerpo. Buscó a tientas los jadeantes labios del otro mientras se sentía estallar entre aquellas adoradas paredes una y otra y otra vez.

Se quedaron así durante un rato. Sin separarse, simplemente jadeando y mirándose a los ojos durante un tiempo. Doflamingo con su mirada violeta e intimidante y Law con su frente sudorosa pegada a la suya y devolviéndole una mirada del más puro odio. Ninguno se atavía a moverse tras aquello, era como si el mero hecho de hacerlo pudiese desencadenar una tormenta y pudiesen abalanzarse uno a la garganta del otro.

—¿Por qué lo hiciste?—preguntó de repente el rubio suavemente— ¿Por que de repente me pediste que no me fuera y te dejase solo?—necesitaba saberlo, necesitaba saber si en algún momento había tenido la más mínima oportunidad— ¿fue mentira? ¿una venganza por haber matado a Kidd? ¿o me lo dijiste de verdad?—

Law no apartó su mirada al responder, le miró fijamente para que el otro viese que era verdad lo que iba a decir.

—Era verdad—anunció— en aquel momento te necesitaba... pero ahora da igual, todo era una mentira al fin y al cabo. Solo lo hiciste por interés— y entonces empujó ligeramente al rubio para que le dejase apartarse y levantarse de la excéntrica silla.

Doflamingo ni siquiera intentó retenerle y aun arrodillado observó el espacio vacío que hacía segundos había ocupado el moreno. Law tomó entre sus manos la desgarrada túnica que le había arrancado el rubio y desechándola se acercó al armario a conseguir otra. No pensó en sus piernas chorreando con el semen del otro ni en su pecho cubierto con el suyo propio, solo quería largarse de allí.

— Ahora ya no sirve de nada—repitió Law mientras se alejaba— sabes que nunca volveré a creerte ni a pedirte nada—

Y Doflamingo entonces se tapó la vista con la mano intentando ocultar sus ojos. Porque nunca nada le había hecho daño como para querer llorar, pero en aquellos momentos solo quería chillar y gritar al aire como un niño pequeño pidiendo por su madre. Por que como siempre con Law todo tenía que salir mal.

Porque en el fondo sabía que en aquel momento, cuando Law le había pedido que se quedase a su lado, había sido de verdad, porque le necesitaba y a pesar de haber sido el asesino de Kidd, se lo había pedido. Y aunque él podía pensar que era el segundo plato y un burdo sustituto del pelirrojo, estaba claro que Law no pensaba así. Y tenía razón. Law le había dado una oportunidad, en vez de odiarle insultarle o despreciarle por asesinar a la persona que más quería, le había pedido que se quedase con él. Law le había dado todo. Y él no se había dado ni cuenta.

Se odio a sí mismo.

Porque aquello en el fondo era culpa suya. Porque aunque Law le hubiese dado una oportunidad esta desde el primer momentos había sido falsa. Porque él le había mentido y Kidd nunca había estado muerto y por lo tanto la oportunidad no tenía ni que haber existido desde el principio. Ahora sabía que Law no había decidido quedarse en el templo por él, ahora sabía que había tenido otro motivo y seguramente tendría que ver con el pelirrojo. Dios, se había destruido a sí mismo por mentirle. Había destruido lo mínimo que tenía con Law por egoísmo. ¿Por qué nunca podía aceptar las cosas que tenía? ¿ Por qué siempre tenía que ser arrogante y pedir más y más?

Sintió la mano que cubría sus ojos mojada y se sorprendió a si mismo llorando. Dios ¿Hacía cuanto que no lloraba? ¿Décadas? ¿Siglos? Ni siquiera cuando aún era humano y vivía la peor de las vidas, recordaba llorar. Y sin embargo allí estaba. Llorando por un chico que apenas alcanzaba los treinta y del que se había enamorado estúpidamente sin haberlo ni pretendido. Alguien que desde el primer momento no le había pertenecido y le había odiado.

Pero no podía parar de llorar. Porque le había perdido. Y esta vez sabía que era para siempre.

.

.

.

Darío se sentó en la silla de bronce oscuro y miró a los generales sentados alrededor de la mesa estudiándoles como siempre hacía. Acababan de terminar un consejo de guerra y ahora estaban en un breve descanso antes del siguiente. Aunque hacía muchos años que para él la palabra descanso había perdido su significado. Siempre estaba alerta, analizando la situación y buscando ventajas y desventajas a todo lo que pasaba o veía. Estaban reunidos los generales amigos de Law, sus "hermanos" adoptivos con los que Darío todavía se negaba a intercambiar alguna palabra y el segundo al mando de Kidd.

Kidd por suerte estaba desaparecido y Darío en cierta forma lo aceptaba y entendía. Había visto la forma en que el pelirrojo y su hijo se miraban, como si se necesitasen para respirar. Nunca había aprobado del todo las relaciones entre hombres como hacían tan abiertamente los Griegos. Había querido decapitar a Kidd en un primer momento por pensar de esa manera de su querido hijo, pero al final lo había tenido que acabar aceptando. Más o menos. El instinto asesino seguía ahí. Pero había comprendido que Kidd adoraba a Law, lo había visto en sus ojos, era la misma mirada que ponían algunos fanáticos al adorar a su dios. Y al parecer el sentimiento era mutuo, pensó recordando como la cara de su hijo se había iluminado al ver al pelirrojo, o como había estado buscándole con la mirada cada dos segundos.

Kidd no haría daño a Law y Law parecía feliz con el pelirrojo, asique suponía que estaba bien.

Suspiró.

—¿Ocurre algo majestad?—preguntó entonces un moreno con pecas que se había presentado a sí mismo como el hermano de Law. Con una firmeza y convicción impresionantes, como restándole a que dijese lo contrario.

—No nada hijo—respondió ignorando la tensión que parecía haber entre él y los dos hermanos— la cadera...que con la edad ya sabes que...—intentó cambiar de tema

Sinceramente no sabía cómo responderle a los hermanos, eran la otra familia de Law, la que había visto como crecía y que le habían convertido en el hombre que era ahora. Eran más familia suya que él mismo, y aquello le incomodaba. Law era su hijo, sangre de su sangre debería haber sido él el que le enseñase todo y el hombre al que pudiese acudir cuando tenía problemas en vez de ser el extraño que era ahora. Sentía celos de los hermanos no lo iba a negar y una ligera rabia por todo lo que se había perdido, pero a la vez les estaba agradecido por que hubiesen acogido a Law y le hubiesen podido hacer feliz como podían.

—¿Entonces volveréis a Persia?—preguntó entonces un rubio con un extraño peinado que abrazaba al pecoso por los hombros .

Darío asintió.

—Sí, volveré y reuniré al ejercito, ahora que tenemos al heredero los nobles nos apoyaran, volveré aquí antes de que estalle el conflicto, lo prometo—comentó dedicándole a los dos jóvenes una sonrisa.

—Pero eso no es justo—comento el otro moreno que si no se acordaba mal se llamaba Luffy.

—Si Luffy-sempai tiene razón— concordó otro de los dos peliverde de la reunión, uno con el cabello largo y unos dientes demasiado afilados. Bartolomeo si no se equivocaba.

El otro peliverde, un chico alto y con tres pendientes en una oreja solo se había situado de pie detrás de Luffy como un guardaespaldas y no había abierto la boca en toda la reunión, lo que a Darío le parecía demasiado serio y preocupante.

—¿No deberías quedarte aquí? por fin has conseguido ver a Law después de todo ¿por qué te quieres ir tan rápido?—siguió Luffy

—Vais a estar bien sin mí, pero yo supuestamente solo iba a estar aquí unos días a petición de Kidd, nada más—intentó explicarles— tengo que volver a Persia y explicar la situación para volver con el ejército—

—Pero no es justo—siguió el moreno haciendo un puchero.

—Lo sé—

—Law por fin ha encontrado a su padre—

—Lo sé—repitió.

—Te tienes que quedar—

—No puedo—

—Luffy deja de molestar al rey—le reprochó entonces su hermano dándole una colleja.

—No le hables así a Luffy-sempai, Ace-san, lo hace todo por Law, es el verdadero amor entre hermanos— le respondió entonces tímidamente el tal Bartolomeo mirando a Luffy como a un dios.

—No te metas en esto Bartolomeo— empezó Marco cansado de la estúpida obsesión del peliverde con Luffy.

—Que has dicho bastardo—respondió el mencionado al instante.

Darío rio mientras les observaba pelear. Hacía años que no mantenía una reunión tan relajada. Todos eran como una gran familia y se apoyaban y metían unos con otros, era tan diferente de las reuniones que mantenía él en Persia con los nobles, donde todos se intentaban clavar un puñal por la espalda a la más mínima. Se alegró entonces por primera vez de que Law hubiese podido crecer en aquel ambiente y no en el opresivo de Persia. Tal vez sería mejor que cuando le sacasen del templo se quedase allí en vez de volver con él...pero entonces seguirían teniendo el problema del heredero y el reino se dividiría de nuevo.

Necesitaba pensar y aclarar su mente. Por primera vez desde que había llegado a la ciudad quiso marcharse, llegar a su palacio y encerrarse en su biblioteca bajo las montañas de libros. Aquello seguramente le relajaría y le ayudaría a pensar en una solución como siempre pasaba. Y su mente comenzó a divagar. Juró que si todo aquello acababa bien llevaría a su hijo al palacio y le enseñaría aquello, el placer de los libros, el tirarse horas entre polvorientas historias. Seguramente Law se quejaría, pensó el rey sonriendo, todos los jóvenes odiaban el leer y estudiar, pero si Law era realmente su hijo acabaría apreciándolo como le había pasado a él. Y sería él el que se lo enseñaría y le vería aprender aquella vez. Y también le enseñaría a nadar en las cálidas aguas del Mediterráneo, y a luchar con la ligera espada Persa que se manejaba con una mano y a…

Dios, que simplemente llegase aquel día.

Miró al grupo de gente a su alrededor que habían empezado a chillar como niños pequeños. Definitivamente estarían bien. Y él tenía que irse, tenía una vida que planear.

.

.

.

Kidd miró el alto muro que rodeaba el templo en el frio clima de una noche de invierno.

Hacía seis años aquel mismo muro le había parecido algo inquebrantable, insuperable. Recordaba con ansiedad como había intentado golpear la puerta intentando entrar y como se había dejado los nudillos en ella.

Hacía seis años aquel muro le había quitado a la persona que más había querido.

Apoyó una mano en el muro sintiendo la rugosa superficie de piedra bajo ella. Aquella mañana había conseguido superar aquel muro de una forma legal, no colándose como otras veces, sino entrando con todo el derecho. Había pensado que ya estaba, que aquel mismo día podría volver a tener a Law seguro entre sus brazos, que podría volver a besarle, a tocarle y a hacerle feliz como se merecía.

Pero de nuevo estaba allí contra aquel muro. Como un maldito idiota.

Law le había dicho que no se quería ir. Había preferido quedarse en el templo a irse con él. Golpeó el muro con furia. ¿Por qué lo había hecho?¿ Acaso se había olvidado de él?¿Acaso ya no le quería? No, se obligo a pensar, Law le seguía queriendo, había visto su mirada cuando se habían encontrado, la de profunda alivio y felicidad. Law le quería. Definitivamente. ¿Entonces por qué había dicho que no?¿Por que seguía castigándose?

Tenía que pedir una explicación, era su deber exigirla.

Miró hacía arriba y frunciendo el ceño al recordar la cara del moreno antes de salir corriendo a esconderse en el templo, a esconderse de él. Apoyó un pie en el muro en busca de soporte. Saltar al otro lado no le costó absolutamente nada. A diferencia de hace seis años cuando había tenido que usar un túnel mugriento pegajoso olvidado hacía muchos años, esta vez entró sin planes estúpidos, tan fácilmente que quiso reír. Cuando sus pies se plantaron en la blanda hierba al otro lado reconoció al instante el jardín con la pasarela de la otra vez, donde el dios le había obligado a presenciar la mayor pesadilla de toda su vida.

Quedándose en silencio observó el pequeño jardín con sobrecogimiento.

—Sabía que vendrías—susurro una voz a sus espaldas, cálida y suave, como una brisa de verano en aquella fría noche de invierno.

Girándose alerta observó al chico con mirada apagada y cansada que se encontraba sentado en la pequeña escalinata y que se envolvía en una pequeña manta para protegerse del fresco aire de la noche. Había un libro abierto a su lado y parecía como si realmente llevase bastante tiempo esperándole.

—Hola Kidd— le saludó Law con una sonrisa amarga.

Kidd no dijo nada. No corrió a abrazarle como había soñado otras veces, aquella vez se contuvo. Porque la imagen de Law alejándose de él con cara de pánico aun seguía gravada en su mente. Y aunque no lo entendía y le dolía como nunca que el moreno no quisiese que le tocase o que se le acercase, no quería hacerle daño. Nunca se lo perdonaría. No entendía por qué le tenía tanto miedo de repente, aunque tenía una ligera sospecha de que era culpa del dios, pero aun así no pensaba volver a asustarle.

—Hola Law—respondió suavemente mientras se acercaba hasta una distancia prudencial del moreno.

Y en el silencio de la noche ambos se volvieron a mirar de la misma forma en que lo habían hecho seis años atrás antes de que todo se fuese a la mierda.

 

 

Notas finales:

Jajaja Law es un rompecorazones XD le dice que no a todo el mundo XD, vale chistes malos a parte, por fin he llegado a donde queria, una conversacion tranquila entre Law y Kidd, esto se va a poner bonito muajaja

En cuanto a Doffy...dios, me odio a mi misma, pero tiene que ser asi, lo siento wapo U_U tua culpa.

En fin, asi lo dejo, ¿que os ha parecido? ¿Me perdonais el retraso?

Un besaco y grache por leer n_n


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