Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Tu Deber por Cucuxumusu

[Reviews - 330]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Diooooos, no voy a llorar, me prometi que no lloraria y no voy a llorar. 

Os dejo el ultimo capitulo de este fic, es largo en compensacion y desde mi punto de vista es muy empalagoso pero no podia ser de otra forma. Espero que os guste por que no hay más. 

No hay mas...

No hay más........

TTT^TTT 

Mierda.

 

—El conflicto con el aceite de Sicilia se ha resuelto y las quejas de la población han disminuido tras las medidas impuestas. Aun así en Grecia siguen quejándose por los impuestos diciendo que darnos el 30% de las cosechas es demasiado—anunció el alto hombre con el pergamino en la mano.

 

Killer por su parte suspiró cansado. Llevaba toda la maldita mañana y parte de la tarde resolviendo aquel tipo de problemas, y seguramente mañana le esperaría otra montaña de acuerdos y papales que aceptar y estampar con su sello. Era uno de los principales problemas de estar al cargo de un imperio. Era un territorio demasiado amplio y había problemas en cada maldita esquina del mismo con gente insatisfecha esperando a que él, como nuevo emperador de Roma, se los resolviese.

 

Ahora entendía por que Kidd había estado tan cansado y muerto la primera semana, Si a él, que había subido al poder de forma legítima le estaba costando, a Kidd que había tenido que empezar todo de cero no sabía ni como no le había matado. Ahora envidiaba al pelirrojo que había dimitido hacia pocas semanas como emperador y se había ido con Law a Persia. Nadie aguantaría en aquel cargo más de dos semanas a menos que adorase ser emperador, el mismo ya estaba pensando en dimitir y apenas llevaba dos días en el cargo desde que la asamblea le había elegido.

 

—Tienen razón—anunció al fin dirigiéndose al hombre enfrente suyo esperando que le resolviese los problemas— Grecia acaba de salir de una guerra, no puedes esperar que paguen lo mismo que otros territorios cuando no tienen ellos ni para comer—

 

— ¿Entonces qué hacemos señor?—le preguntó el hombre educadamente con la misma cara de aburrimiento que él.

 

—Baja los impuestos al 10%. Ver que cedemos en esto les ayudara además a confiar en nosotros y podemos obtener lo que falta de otras regiones más productivas—anunció— luego, cuando se recuperen, los volveremos a subir, pero para aquel entonces nosotros ya tendremos su confianza y no protestaran tanto—

 

El hombre enfrente de él sonrió retorcidamente entendiendo su plan. Roma siempre conseguía lo que quería, si no era ahora sería luego, pero lo conseguiría.

 

— ¿Algo más?—preguntó Killer mirándole aburrido y ligeramente desesperado.

 

—No señor, eso es todo por hoy—

 

Y Killer saltó de alegría en su interior mientras montaba una fiesta a la diosa fortuna. Una parte de su mente registro el "por hoy" dicho por su ayudante, mandándole al instante una advertencia de que aquello no había acabado. La fiesta en su interior la ignoró totalmente. Levantándose del asiento sintiendo sus músculos agarrotados después de tanto rato, bajo del trono donde había estado sentado y se dirigió a sus aposentos dispuesto a descansar de una maldita vez. Tenía dos horas libres antes de que le tocase montarse en un carruaje y visitar a los aristócratas y mercaderes para establecer acuerdos y hacer las malditas visitas oficiales, pero por su madre que esta vez iba a dormir.

 

Sin embargo, sus sueños de descanso y tranquilidad se vieron destruidos cuando entró en su habitación y se encontró a dos hombres en pleno combate con espadas encima de su cama.

 

—Morirás maldito—gritaba uno con efecto teatral.

 

—Nunca lo conseguirás, la princesa es solo mía—gritaba el otro mientras aferraba una muñeca de tela entre sus brazo.

 

Killer frunció el ceño, conto hasta mil, respiró hondo y apretó los puños imaginándose que apretaba otra cosa. Pero no sirvió de nada y la vena en su frente resaltó con fuerza. Pero los dos hombres seguían saltando en su cama sin darse cuenta de su presencia.

 

—No, así no, lo haces mal—dijo deteniéndose un momento uno y acercándose al otro—si me quieres matar tienes que golpear así, ¿Lo ves?—preguntó mientras le enseñaba el fluido movimiento abrazándole desde detrás.

 

—Como ¿Así?—preguntó el otro inocentemente mientras no se daba cuenta de la mano que sobaba su trasero como la cosa más normal del mundo.

 

Aquello fue la gota que colmo el vaso, y Killer decidió interrumpir aquello antes de que se les fuese de las manos y acabasen haciendo algo que no debían. Y en su cama.

 

—Bepo, Sabo—les llamó— ¿Qué cojones estáis haciendo?—

 

Los dos hombres le miraron sorprendidos y luego le sonrieron. El albino con aquella sonrisa feliz y pura, y el rubio con aquella maligna que no anunciaba nadan bueno, mientras seguía sin separarse de su Bepo.

 

—Le estoy entrenando—dijo al fin Sabo con aquella mirada retadora en su cara y aun la sonrisa maligna.

 

—Sí, estamos jugando a las peleas—chilló el otro emocionado mientras se bajaba de la cama y se acercaba a donde estaba Killer enseñándole la muñeca—yo soy el malo que ha secuestrado a la princesa—dijo poniendo un intento de cara de malo que simplemente quedó demasiado adorable como para conseguirlo.

 

Killer solo se le quedó mirando. Law le había encargado cuidar de aquel chico ya que según él "Delfos no es un buen ambiente para alguien tan inocente y quien mejor que el emperador Killer para cuidar de él", luego Kidd había insistido y al final se había tenido que quedar con él crio. Y lo que en un principio había parecido una pesadilla, luego se había convertido en algo demasiado interesante. Bepo era simplemente demasiado inocente, tanto, que Killer se había visto incapaz de no meterse con él y aprovecharse de la situación. El rubio sabia que parte de aquella inocencia era debido a que el chico se había pasado prácticamente toda su vida encerrada en aquel templo y no conocía el mundo, otro motivo por el que había aceptado acogerle, pero simplemente no podía resistirse cuando el chico se quedaba embelesado con cualquier cosa. Sus manos volaban sobre el pelo casi blanco y aquella piel nívea mientras escuchaba la fresca risa del otro en sus oídos como si fuese música.

 

El albino era su nueva obsesión, una obsesión que le estaba costando sus queridas horas de sueño.

 

Sin embargo el problema no era el chico, sino el idiota que había venido con ellos como embajador de Grecia. Sabo, acompañado de Bartolomeo, había acordado ir a Roma a organizar un poco las cosas entre los dos países. Iban y venían de un lado a otro en lo que Killer había supuesto que serian visitas cortas y rápidas, pero que cada vez eran más y más largas. Y que cada vez tenían más que ver con jugar con su querido e inocente albino en vez de tratar cuestiones políticas.

 

Killer odiaba a Sabo porque sabía lo que el rubio pretendía con Bepo, después de todo, era lo mismo que pretendía él. Pero a diferencia de Killer, Sabo no tenía tantas obligaciones que atender y podía disfrutar de más tiempo con el chico. Y eso, Killer lo odiaba aun más. El saber que Bepo estaría con el otro, que en aquellos momentos mientras el volvía a poner su firma en un contrato, podría estar perdiendo contra su estúpido rival en aquella competición por el chico, le sacaba de quicio.

 

Killer nunca se tomaba bien las derrotas, y aquella vez tampoco iba a ser diferente. Agarrando al chico enfrente suyo le atrajo contra su cuerpo en un abrazo posesivo. Y Bepo se reclinó contra su pecho mientras un fuerte sonrojo cubría sus pálidas mejillas y comenzaba a ponerse nervioso en los brazos de aquel enorme y protector hombre que siempre le había tratado tan bien.

 

—Bepo—dijo Killer sin darse cuenta de nada al no poder ver la cara del otro—no quiero que te vuelvas a acercar a Sabo, ¿entiendes?—

 

Sabo fulminó a Killer con la mirada mientras se bajaba por fin de su destrozada cama.

 

—No tienes poder para ordenarle eso—gruñó molesto—Bepo, no le hagas caso y ven a seguir…—

 

Un fuerte portazo les interrumpió en el momento en que Sabo se acercaba a la parejita arrebataba abrazaba al albino de los brazos del rubio para estrujarlo entre los suyos propios. En la puerta Bartolomeo escaneó la habitación con la cara de alguien que está buscando algo histéricamente. Por fin sus ojos se posaron en Sabo que seguía abrazando a Bepo empalagosamente.

 

Una mirada de puro odio surco su cara mientras fruncía el ceño y entraba en la habitación con paso firme.

 

—Señor, nos vamos a casa. Ahora—anunció agarrando del brazo a Sabo y tirando de él fuera de la habitación.

 

—¿Por qué? Espera, aun me tengo que despedir de Bepo—gruñía el rubio más joven tratando de resistirse y volver a llegar a donde Bepo que volvía a estar "por casualidad" entre los brazos de Killer.

 

—No hace falta—respondió Killer esta vez sonriendo malignamente como había hecho el otro hacia un momento.

 

—Pero yo me quiero despedir—dijo entonces Bepo mirando al mayor suplicante.

 

Y la mirada que le dedico Bartolomeo le hubiese hecho desmayarse a Bepo si este hubiese entendido lo que estaba pasando. Sin embargo, como siempre, no entendió absolutamente nada y le sonrió a Bartolomeo en respuesta. Y este decidió que era hora de zanjar la situación de una maldita vez.

 

—No te vuelvas a acercar a mi Sabo—le gritó al niño albino encarándole y abrazando al rubio de la misma forma posesiva en que Killer abrazaba a Bepo.

 

Sabo igual que Bepo se sonrojó hasta las orejas.

 

—Espera, ¿cómo que tuyo idiota?, ¿Qué significa eso?—pero Bartolomeo aprovechando el momento de sorpresa ya le había arrastrado fuera de la habitación.

 

Killer aun con el chico entre sus brazos intentaba todavía procesar la información. ¿Bartolomeo con Sabo? ¿Era el fin del mundo? Miró de reojo a Bepo entre sus brazos dándose cuenta entonces del sonrojo de este. Del adorable sonrojo de Bepo. Sin poder contenerse le dio un casto beso en el pelo blanco. Bepo levantó entonces la mirada y le miro con confusión. Entre sus brazo, sonrojado, con la duda en su mirada, y tan jodidamente cerca que podía sentir su aliento contra su pecho.

 

Killer suspiró mientras soltaba al chico haciendo uso de toda su fuerza de voluntad. Definitivamente necesitaba dormir.

 

.oOo.

Law caminó, con a paso rápido y cabreado, por el maldito pasillo con los ventanales de madera a su derecha que daban al impresiónate jardín con árboles y fuentes. Los criados que se le cruzaban le miraban aterrorizados apartándose sabiamente de su camino sin decirle absolutamente nada. Law lo agradeció, porque esta vez juraba que no se contendría.

 

Llegando por fin a la habitación que buscaba, la abrió de golpe sin siquiera dignarse en llamar. Inmediatamente quiso golpear a Kidd hasta la muerte y más allá.

 

El pelirrojo se encontraba sobre una de aquellas suaves y esponjosas alfombras persas de intenso color rojo. Estaba sentado sobre una pila de cojines mullidos con bordados de oro y a su lado había una mesa llena de té con menta y aquellos pasteles arabas que llevaban demasiada miel para el gusto de Law. Por la ventana del balcón entraba la agradable brisa del verano dándole a la habitación aquella perfecta temperatura y llenándola del olor del mar del Bósforo. El prototipo de riqueza.

 

Kidd leía un libro en medio de todos aquellos placeres con cara de aburrimiento. El turbante sobre su pelo dejaba escapar más mechones de los que retenía, la camisa estaba demasiado abierta dejando ver su deliciosamente musculado pecho, y los pantalones se ajustaban justo a las curvas a las que debía ajustarse.

 

Aun así, Law no se dejo tentar por aquello, ni tampoco por el hecho de que cuando Kidd le vio entrar por la puerta su mirada pasó de la aburrida a una de las de más absoluta felicidad. Law estaba enfadado con Kidd, y quería mantenerse en aquel estado. Cerrando la puerta a sus espaldas para no montar el numerito en medio del palacio, hizo la maldita pregunta.

 

—Eustass Kidd, ¿Dónde está mi ropa?—

 

La mirada feliz de Kidd pasó a una divertida y juguetona mientras en su cara se extendía aquella maldita sonrisa que traía al moreno de cabeza.

 

—No la necesitas—le contestó el pelirrojo mirándole descaradamente de los pies a la cabeza.

 

La piel de Law se erizó ante aquella mirada famélica, pero, cruzándose de brazos, continúo con la discusión. Kidd por su parte se deleitó con el, ahora todavía más moreno, cuerpo del otro que no llevaba más prenda que uno de aquellos pantalones árabes que se ajustaban a sus tobillos y cintura y que eran más finos y transparentes que una hoja de papel, dejándole ver sus largas piernas y aquel delicioso pecho al descubierto para deleitarse mirándolo.

 

—Kidd—volvió a insistir Law— ¿Qué has hecho con mi ropa?—

 

Kidd se ocultó detrás del libro para que el otro no viese la infantil sonrisa de su cara. Definitivamente lo de destruir la ropa del moreno había sido una de sus más brillantes ideas.

 

—No se dé qué estás hablando—cometó esta vez con voz de niño bueno que no ha roto un plato en su vida—Aun así ¿Por qué crees que he sido yo?¿Por qué iba yo a querer quitarte nada? Pudo ser uno de los criados—

 

Law avanzó por la habitación con el ceño fruncido. Luego, se agachó y le quitó el libro de las manos a Kidd para tirarlo a un rincón y entonces, cada vez sin menos paciencia, se sentó a horcajadas sobre las caderas del pelirrojo. Impidiéndole hacer otra cosa que no fuese prestarle atención a él. Inmediatamente las manos de Kidd estaban sobre la piel de su estomago acariciándole posesivo, abrazándole y juntándole más sin dejarle escapatoria.

 

—Has sido tú Kidd—dijo Law—eres el único con los cojones e idiotez suficientes en este palacio como para robarme mi ropa y esconderla como si fueras un niño pequeño—

 

Esta vez fue el turno de Kidd de fruncir el ceño ante la palabra "niño" referida a él. Con su orgullo herido decidió que siempre era divertido hacer cabrear al moreno en venganza, asique, esta vez, se quedaba sin saber dónde estaba la ropa.

 

—Kidd. Dime Dónde. Esta. Mi. Ropa.—

 

Kidd sonrió malignamente mientras se acercaba a aquellos labios apretados del cabreo que tenia encima.

 

— ¿Y si no te lo digo?—preguntó con aquel tono grave que sabía que Law no podía resistir. Los labios de Law temblaron impacientes y sus ojos volaron los labios del pelirrojo ahora tan cerca de los suyos traicionándole vilmente. El orgullo de Kidd volvió a florecer en todo su esplendor mientras sus manos acariciaban la tierna piel de la espalda de Law con delicadeza.

 

—Te quedas un mes sin sexo—sentenció Law sin apartar aun los ojos de sus labios.

 

Kidd le rozó suavemente con la nariz y observó fascinado como Law seguía el movimiento persiguiendo sus labios, ahora sin pizca del enfado en sus ojos y solo con el deseo en ellos. Quiso reír al haber ganado aquella batalla.

 

—Eso no te lo crees ni tu—se burló del moreno con la sonrisa en su boca—no creo que puedas aguantar ni dos días sin sexo, y a decir verdad, yo tampoco—

 

Law gruñó derrotado dándole la razón mientras al fin caía en su juego y se abalanzaba sobre la boca del pelirrojo. Kidd volvió a tumbarse con el moreno sobre él mientras sentía su cuerpo calentarse placenteramente con ello. Los besos de Law siempre conseguían excitarle como a un maldito virgen, le fascinaba el control que podía tener el moreno sobre su cuerpo. Sus manos bajaron por la espalda del menor hasta llegar a su trasero donde apretaron sus nalgas fuertemente masajeándolas posesivamente. Law le mordió en el beso en respuesta y comenzó a restregarse contra él de aquella bendita manera que excitaba tanto al pelirrojo. ¿Y Law quería castigarle sin sexo? Bueno, soñar siempre era bonito.

 

—Chicos, no es que me importe lo que hagáis en vuestro tiempo libre y eso. Sois jóvenes, os habéis reencontrado, lo entiendo—dijo una voz desde la puerta con un deje aburrido—pero necesito a Law en una reunión en cinco minutos. Asique Kidd, te agradecería que le quitases las manos de encima a mi hijo—gruñó Darío fulminando al pelirrojo con la mirada.

 

Kidd chasqueó la lengua por la interrupción. Law rodó los ojos.

 

—¿Es necesario?—preguntó Law mirando a su padre sin separarse todavía de Kidd.

 

—Es un conclave con los nobles que querían derrocarme asique, si, lo es—dijo el hombre mirando divertido la cara de molestia de su hijo—venga será divertido, habrá pelea—prometió.

 

—Está bien—dijo por fin levantándose y dirigiéndose a la puerta donde estaba apoyado su padre. Entonces recordó algo importante y razón por la que había ido allí—Kidd, ven conmigo y ayúdame a vestirme—comento como indirecta al "todavía" paradero desconocido de su ropa.

 

Kidd sonrió divertido apresurándose al instante tras el moreno captando su indirecta en relación a la ropa, pero queriendo aprovechar el "ayudar a vestir a Law" para acabar lo que habían empezado, como principal motivo. Sin embargo, y como siempre, una mano le detuvo en su sitio.

 

—No creo que eso sea necesario—comentó Darío con mirada asesina pero con una enorme y escalofriante sonrisa en su cara. Law suspiró, conociéndole ya y dando por perdido el caso, se dirigió a su habitación solo a encontrar algo que ponerse. Si hacía falta se haría una camisa con las cortinas.

 

Kidd por su parte miró derrotado como Law se alejaba por el pasillo junto con sus esperanzar de algo de diversión. Aquello no era la primera vez que pasaba, pero aun así, Kidd no pudo evitar el sentimiento de cabreo y necesidad que siempre le dejaba la situación. Miró al culpable de todo aquello con odio mientras el rey a su vez también le fulminaba con la mirada.

 

Darío parecía haber desarrollado un odio visceral hacia su persona desde que habían recuperado a Law. Kidd en parte lo entendida, después de todo le estaba robando a su hijo, quitándole la oportunidad de tener nietos y llevando a Law por el camino de la depravación y la lujuria…o algo así, había dicho el rey. Por respeto y por comprenderlo se había contenido en un primer momento, pero, por otra parte, que el viejo no le dejase quedarse con Law a solas prácticamente nunca, estaba acabando rápidamente con su paciencia y aguante.

 

Quietos en medio del pasillo se miraron con molestia el uno al otro listos para destriparse mutuamente.

 

—Algún día acabare contigo—amenazó Darío cruzándose de brazos en una pose de superioridad.

 

—Sigue soñando viejo—respondió Kidd.

.oOo.

—Y entonces, cuando todo parecía perdido, apareció el ejercito Persa por el éste con Darío al frente—contaba el viejo general en medio de la plaza al corro de niños a su alrededor con los ojos brillantes— Juntos Darío y Eustass consiguieron acorralar al ejercito griego contra un saliente del terreno gracias su superioridad numérica y al abatimiento que había llegado a los soldaos al verse superados. Y entonces…—

 

—Entonces Kidd mató a Doflamingo—chilló uno de los niños emocionado.

 

Garp por su parte solo sonrió al niño y sin preocuparse por la interrupción continuó contando la historia.

 

—Y entonces, Kidd levantó con sus poderes uno de los carros metálicos y lo lanzó contra los aterrorizados soldados. Algunos salieron heridos, pero la mayoría solamente chilló como mujeres histéricas y se meó encima—los niños rieron divertidos al imaginarse la escena—Entonces Darío se acercó al grupo—dijo poniéndose serio de nuevo—y mirando a Doflamingo fijamente les pidió que se rindieran o que serian masacrados allí mismo. Y como recordatorio de lo que podría pasar, Kidd volvió a levantar dos pesados carros como si no pesasen más que una pluma—

 

En la plaza del pueblo el silencio era sepulcral mientras Garp llegaba al momento cúspide de la historia y todos contenían el aliento. Incluso los padres detrás del círculo de niños le miraban sin quitarle ni un segundo los ojos de encima.

 

Robin escuchando también la historia, aunque un poco más apartada de la multitud sentada en un banco, se recostó contra su pareja que al igual que todo el mundo en aquella plaza escuchaba al viejo sin quitarle los ojos de encima. Franky la abrazó inconscientemente y Robin soltó otra risilla divertida, encantada con la actitud infantil de su peli azul. Solo alguien como el viejo general podría tener a medio pueblo bebiendo se sus palabras.

 

—Los soldados tiraron las armas al suelo mientras se arrodillaban enfrente de los dos emperadores suplicando por su vida—continuó Garp mandándole una sonrisa cómplice a Robin— pero Doflamingo nunca se rendía y mucho menos lo haría ante Kidd, el chico que había desterrado hace años. Antes de que nadie pudiese hacer nada, se alzó en el aire y desapareció entre las nubes escapando de la batalla—

 

Los niños protestaron molestos por aquel final. Los adultos comenzaron a murmurar unos con otros.

 

—Entonces ¿huyo? ¿Dónde está ahora?—preguntó un chico de pelo rojo que le daba inocentemente la mano a otro moreno de mirada fría y calculadora que a Garp le recordaba demasiado a Law.

 

—No se sabe, puede que esté en la otra parte del mundo, puede que la herida que consiguió hacerle Kidd en la pelea le matase o puede que esté aquí ahora mismo—le respondió Garp ganándose una mirada asustada de la gente pero una retadora del niño pelirrojo—pero la gente dice que algún día volverá a tomar su venganza contra Kidd y Darío—

 

Los murmullos temerosos volvieron a escucharse mientras el niño pelirrojo pasaba entonces a abrazar al moreno a su lado por los hombros con aire protector, mirando con odio a su alrededor buscando a Doflamingo. El moreno solo le apartó de un empujó cansado y se dirigió al viejo.

 

—¿Y por qué Doflamingo expulso a Kidd desde un primer momento?¿Y por qué Kidd decidió volver si ya era emperador?—preguntó el niño mirando fijamente al mayor.

 

Y Garp tragó duro. Había decidido no mencionar aquella parte de la historia para no meter en problemas ni en líos a Kidd y a Law. Además aquellas cosas no se les contaban a los niños. Así que, ahora que el niño había sacado el tema se encontró sin saber que contestar. Robin a sus espaldas rió entretenida con el lio en que se había metido el viejo.

 

—Bueno creo que eso es todo por hoy—comentó Garp levantándose del asiento e intentando avanzar por entre los niños a su alrededor intentando huir.

 

La gente se comenzó a alejar y a irse a casa satisfechos con la historia y rápidamente la plaza comenzó a vaciarse. Sin embargo para tortura de Garp los dos niños, el pelirrojo y el moreno comenzaron a seguirle por la calle.

 

—Oye viejo—empezó el moreno llamándole como Law siempre le llamaba, es decir, sin pizca de respeto— ¿Por qué no me contestas a la pregunta?—

 

—Hey déjalo ya—le contesto el otro niño—está claro que Kidd volvió para salvar su honor y al pueblo de Doflamingo— pero el moreno pasó de él y corriendo detrás del anciano siguió preguntando.

 

—¿Y por qué Kidd dimitió como emperador para irse con el sucesor de Persia? ¿No era él tu hijo? ¿Por qué Law dejo que Kidd se fuera con él?—el niño no se callaba y Garp estaba empezando a asustarse.

 

Aquello se le estaba saliendo de las manos. Aquello le pasaba por contar historias.

 

Ignorando a los niños olímpicamente comenzó a apresurar el paso hacia su casa. Los niños sin dudar corrieron detrás de él.

 

.oOo.

El rubio se dio la vuelta en la cama hasta que apresó el cálido cuerpo del otro de nuevo entre sus brazos. La sensación de la piel cálida del otro contra la suya le hacía temblar mientras sentía a Ace dormitar sin enterarse de nada. Sonriendo cálidamente comenzó a darle suaves besos por la nuca y hombros despertándole en medio de aquella habitación.

 

Era todo simplemente perfecto, el calor agradable del atardecer, las cortinas blancas ondulando con el viento pero permitiendo entrar aquellos rayos de sol que tenían el aire y la deliciosa piel de su amante de dorado, el sentir su cuerpo cansado después de pasarse todo el dia remoloneando en la cama con Ace. Juraba que podía morir feliz.

 

Retirando la fina sabana que cubría tímidamente sus cuerpos desnudos paseó su mano por el costado del moreno acunando su suave piel. Apretando lo justo y necesario mientras Ace seguía acurrucado sobre sus brazos sin enterarse de nada. Aprovechó entonces el momento para pasear sus manos por el cuerpo del otro a placer.

 

Lentamente Ace se fue despertando gracias a sus atenciones y tras desperezarse un poco se giró, le miro y le sonrió con aquella sonrisa brillante. Marco le besó inmediatamente mientras Ace le rodeaba el cuello y le apretaba fuertemente.

 

Y entonces sintió el horrible dolor subiéndole desde el costado. Soltó un gruñido y al instante Ace se separó con la preocupación en sus ojos.

 

—No es nada—intentó calmarle. Ace solo frunció el ceño y se alzó sobre el imponente.

 

—Y una mierda. Te dije que tenías que descansar, y sin embargo tú sigues yendo a la asamblea y sigues queriendo tener sexo—se quejó—estás herido, date cuenta—

 

Marco solo hizo una mueca y se tumbó boca arriba en el colchón. La venda que rodeaba su estómago le apretó dolorosamente la herida pero él la ignoro. No estaba tan mal, el ir a la asamblea y ejercer su cargo como nuevo jefe de la ciudad no le suponía ningún esfuerzo físico, y el sexo…

 

—Ace te he dicho que no me vas a quitar el sexo—

 

—Pero estas herid..—

 

—Estoy bien—

 

Desde la pelea muchas cosas habían pasado, y él, por casualidad, había acabado como jefe. No se quejaba, era un buen puesto, bien pagado y que le permitía darle a Ace todo lo que quisiera o hacer lo que le viniese en gana, pero le había tocado también hacer algunas cosas que no le habían gustado del todo. Después de la guerra aun había quedado gente que seguía apoyando al dios. Vergo, Bellamyi y otras muchas personas que habían tenido que ser juzgadas por sus actos y condenadas. Había sido un proceso largo y complicado, sobre todo porque eran su gente, sus familiares, personas con las que habían convivido…

 

Pero ayer ya había acabado de juzgar al último y ya no quedaba más por hacer y podía descansar. Aun así, desde el principio, Ace se había estado quejando por que no se cuidaba lo suficiente. Era simplemente un sol, aun no entendía como había estado sobreviviendo sin él todos aquellos años, le había curado y limpiado las heridas cuando él se retorcía de dolor, le había dado masajes cuando llegaba a casa con los músculos agarrotados…Marco había descubierto en aquellas pocas semanas como era capaz el moreno de excitarle solamente con poner las manos sobre su cuerpo y de como un masaje podía convertirse en la cosa más erótica del mundo.

 

Marco se desperezó en la cama y luego salió de ella sin preocuparse en ponerse nada, después de todo, Ace ya había visto todo lo que tenía que ver. Avanzando por la habitación se dirigió a la puerta dispuesto a hacer algo de comer. Aunque fuesen las siete de la tarde su estomago necesitaba algo que le alimentase después de todo aquel ejercicio.

 

—¿A dónde vas?—preguntó Ace desde la cama.

 

—A hacer algo de comer—respondió aburrido. Sin embargo, cuando se volvió a ver a Ace se encontró con la mirada de este recorriendo su cuerpo lánguidamente y deteniéndose más tiempo del conveniente en su trasero. Aun tenía el ceño fruncido por la discursion, pero claramente su mente estaba en otra cosa mucho más divertida.

 

Felicitándose internamente por no haberse puesto la ropa, decidió que ya iba siendo hora de que fuese él que provocase al moreno hasta el límite

 

—¿Me acompañas?—preguntó con la voz más empalagosa que pudo poner mientras se giraba para encarar como dios le trajo al mundo a su novio.

 

La mirada de Ace se dilató y Marco se quiso reír.

 

—Eres un cabron—gruñó Ace.

 

Y Marco sonrió mientras Ace se levantaba y se acercaba a él para darle un beso esta vez más profundo que los anteriores. Bueno, pensó Marco mientras envolvía la cintura de Ace, la comida siempre podría esperar.

 

.oOo.

Zoro sintió el dolor subirle por la espalda como agujas cortándole la piel. Tenía dos costillas rotas después de la batalla, que estaban tardando demasiado en recuperarse. Sin embargo, ese no era su mayor problema en aquellos momentos. Su mayor problema y lo que le causaba más dolor era la boca de Luffy sobre la suya.

 

Había sido otro de aquellos encuentros. De repente, un encuentro por casualidad, un cruce de miradas y al instante siguiente era espachurrado contra una pared vilmente. Como animales en celo, en cualquier puto lugar y sin que significase absolutamente nada, ya que al segundo siguiente se separarían y no se volverían a ver hasta la siguiente sesión de sexo.

 

Y que aquello no significase nada para Luffy, dolía más que todas las heridas que podrían infligirle.

 

Sintiendo su corazón romperse, decidió llevar a cabo el plan que había planeado hacia unos días. No podía seguir así, aquella relación le estaba destruyendo, y por mucho que adorara a Luffy necesitaba acabar de una vez con aquello y encontrar a otra persona que le devolviese lo que él le daba. Porque el adoraba a Luffy y se lo había dicho mil veces, pero en cambio lo único que había hecho el otro había sido sonreírle.

 

Empujando a Luffy durante un momento lejos de su cuerpo, tomó aire dispuesto a soltar las palabras que acabarían con aquello. El otro volvió a apresar su boca sin dejarle hacer nada más que contestar. Zoro gruñó frustrado. Decir aquello requería reunir demasiada fuerza como para que le otro pasase de él. Sin embargo esta vez fue Luffy el que se separó de él y abrazándole del cuello le miró intensamente. Zoro se calló ante aquello. Luffy nunca había hecho aquello, y además, la mirada del moreno le confundía, tanto cariño, tanta pasión...

 

—Te quiero—murmuró Luffy— te quiero, te quiero—repitió como en una cantinela, como si por fin algo se hubiese liberado y pudiese decirlo.

 

Zoro abrió los ojos sorprendido mientras Luffy unía sus frentes y comenzaba repartir besos por sus labios.

 

—¿Qué?— consiguió murmurar el peliverde— ¿Por qué?—

 

El moreno sonrió feliz mientras sus manos abrazándole y obligándole a inclinarse para salvar la altura, sin separarse ni un momento.

 

— ¿Cómo que por qué? Eres increíble Zoro, lo mejor que me ha pasado—respondió feliz—siempre te he querido, desde el primer momento que te vi—

 

Zoro apretó los puños impotente mientras sus ojos se llenaban de lágrimas y sus instintos resurgían queriendo golpear a Luffy.

 

—¿Y por qué no lo has dicho antes idiota?—le gritó. Había estado a punto de cortar con él, había estado a punto de acabar aquello porque Luffy no le quería y ahora el idiota le decía que lo había hecho desde el principio.

 

Luffy le miró de repente con el arrepentimiento en la mirada, como sabiendo por lo que había pasado y odiándose a sí mismo por ello.

 

—Yo… no podía, pensaba que algo malo pasaría si lo decía—confesó—pero ahora ya está bien, ahora ya lo puedo decir—

 

Y sin más se besaron de aquella manera tan intensa. De la manera que hacía que las rodillas de Zoro temblasen y quisiese solamente tumbarse y dejar que él otro hiciese lo que le diese la gana con él. Se perdieron uno en el otro dentro de aquella tienda de campaña en medio del campo de entrenamiento entre los gritos de los soldados, olvidándose de todo y solamente disfrutando el uno del otro.

 

Cuando se separaron Luffy sonreía y Zoro jadeaba.

 

—Bien—comentó Luffy irritantemente satisfecho—ahora solo queda decírselo a Mihawk para que te deje venirte a vivir conmigo—

 

Y esta vez el corazón de Zoro se detuvo pero por una razón muy diferente.

 

—¿Qué ?—preguntó mientras veía a Luffy aterrorizado.

 

Su padre, Mihawk era uno de los hombres más tradicionales del mundo, un gran espadachín con el mayor respeto entre los miembros de la ciudad. Decirle que su hijo había decidido pasar el resto de su vida con u niño descerebrado, que no continuaría con la herencia de los Roronoa, no era una buena idea. Definitivamente era una malísima.

 

Luffy se alejó de él y comenzó a dirigirse a la salida con una idea en mente que hacia que el corazón de Zoro quisiese salírsele del pecho. O no por dios.

 

—Mihawk es un bien tío—le dijo con una sonrisa feliz y despreocupada—seguro que lo entenderá—

 

Al instante siguiente Zoro corría detrás de Luffy pensando en lo irónica que era la vida. En como hacia unas horas era Luffy el que no quería profundizar su relación, y en como ahora, era él el que quería impedir que la relación profundizase y se volviese publica.

 

Y que la cabeza de su novio rodase por el suelo tras un mandoble de la espada de su padre.

 

.oOo.

Law realizó un círculo con su mano y la esfera azulada creció en su palma brillante. Con un poco de esfuerzo hizo que las paredes de la pequeña esfera se ampliasen hasta que rodeasen la tranquila naturaleza en su entorno: los árboles, la hierba y la nieve que caía desde el cielo y cubría todo con un espeso manto blanco. Kidd a su lado se removió inquieto mientras se abrigaba más con el enorme abrigo de piel que le cubría. Aun así Law sabía que aquello no sería suficiente, aquel frio penetraba cualquier ropa y te entraba dentro hasta asentarse en tus huesos. Manteniendo la esfera lo más amplia posible, apretó la mano del pelirrojo a su lado pidiéndole que tuviese paciencia.

 

Regulando su poder para dividirlo y poder hacer dos tareas a la vez, alzó la pila de piedras que habían recogido y las colocó ordenadamente sobre el cuerpo enterrado bajo el suelo, indicando aquel lugar como una tumba que nunca, pasase lo que pasase, debía ser molestada. Cuando las piedras estuvieron colocadas a su gusto, dejo que sus poderes se disipasen, la esfera se disolviese y que la nieve volviese a caer sobre ellos silenciosamente.

 

Ninguno dijo nada, solo se quedaron callados observando las dos tumbas una al lado de la otra. La más grande de las dos tenía un rudimentario bloque de piedra sobre el que había crecido la maleza y el musgo. La otra, un poco más pequeña donde estaba enterrado un dios cubierto por las piedras que Law había colocado. Ambas pacíficas y tranquilas, en medio de aquel monte desierto cuyo horizonte se extendía en todas direcciones hasta donde alcanzaba la vista. Y rodeadas por aquel círculo de piedras como barrera protectora que hacía siglos había construido Doflamingo para enterrar a su madre.

 

—¿Crees que esto está bien?—preguntó Law a Kidd—¿Crees que está bien que le enterremos con su madre?—

 

Kidd le miró serio durante un momento, luego se giró y observó las dos tumbas. Soltando un suspiro se rasco la nuca sin saber muy bien como contestar a aquello. Law le había contado la historia del dios, y aunque Kidd lo entendía, su resentimiento hacia el hombre seguía siendo demasiado como para perdonarle.

 

—Es el mejor sitio para él—dijo al fin—tranquilo, pacifico… y que permanecerá de esta manera durante mucho tiempo. Es un buen lugar para descansar—

 

Law asintió mientras se apoyaba en el hombro del pelirrojo mirando cansado las dos tumbas. Les había costado bastante encontrar la tumba de la madre del rubio. Es más, muchas veces habían pensado que después de tanto tiempo era imposible que la encontrasen, pero allí estaban. Y ahora que Law ya había conseguido darle al rubio un pequeño regalo de despedida, se dio cuenta de que despedirse le iba a costar más de lo que debería. Kidd pasó un brazo alrededor de sus hombros.

 

— ¿Estás bien?—preguntó mientras los últimos rayos del solsticio de invierno se colaban por el arco que formaban las piedras del circulo y iluminaban su cabello haciéndole parecer en llamas.

 

Law asintió. Echando una última mirada a las piedras y pensando un último memento en el hombre enterrado bajo ellas para mandarle una breve despedida, se dio la vuelta decidida. Olvidando todo el sufrimiento y maldad del mundo y la gente, y simplemente encarando su futuro y felicidad junto a Kidd. Quitándose aquella última carga sobre sus hombros y dejándola sobre aquellas piedras y aquel hombre que le había enseñado tanto.

 

—Vámonos—pidió— ya no podemos hacer nada más—

 

Kidd le siguió sin decir nada, y sin decir nada ambos se montaron en sus caballos. Pinguin relinchó feliz porque su amo volviese y pudiesen irse de allí de una maldita vez. El frio afectaba a todos, tanto animales como personas.

 

—¿Qué crees que habrá después de la muerte?—preguntó de repente Kidd observando pensativo al suelo.

 

Law se volvió a mirarle sorprendido por el repentino tema profundo que sacaba Kidd. El pelirrojo no era la clase de personas que le daban muchas vueltas a las cosas y aunque el momento hubiese podido ser en cierto modo inquietante con aquella solemnidad y silencio, no se lo esperaba del pelirrojo.

 

—No lo sé—respondió el moreno mientras se abrochaba un poco más el abrigo largo que llevaba—pero aun tenemos mucho tiempo para averiguarlo ¿verdad Kidd?—preguntó con una retorcida sonrisa.

 

Kidd le sonrió cálidamente mientras empezaba a espolear a su yegua para que empezase a andar tras el caballo de Law. Sin embargo, cuando se estaba empezando a acercar a él, frunció el ceño dándose cuenta de algo.

 

—Espera… ¿Cómo que "averiguar"?¿Cómo cojones quieres averiguar algo así?—

 

Law puso su mejor sonrisa psicópata insinuando de todo mientras Kidd se paraba a su lado aun montado en su caballo. Kidd empalideció y Law no pudo más que reírse ante su reacción. Dios meterse con el otro era tan divertido. Inclinándose sobre la silla le dio un beso en los fríos labios al pelirrojo mientras este comenzaba a fruncir el ceño por que Law se burlase de él.

 

—De verdad, a veces me sigo preguntando como narices pudiste llegar a emperador con lo lento que eres para pillar algunas cosas—se burló de nuevo Law con una enorme sonrisa.

 

— ¿Qué?—dijo Kidd ahora sí finalmente cabreado.

 

Pero Law ya había establecido un galope rápido y se alejaba riendo entre el campo cubierto de nieve. Sonriendo malignamente Kidd espoleó su yegua blanca animándola a seguirle con ganas en una carrera que le recordaba a una que habían tenido hacia mucho tiempo. Alejándose del silencioso circulo de piedras oscuras y persiguiendo a aquel chico moreno que reía alegremente enfrente suyo burlándose de él, haciendo que él también quisiese reír estúpidamente de pura felicidad y castigarle "creativamente" por semejante falta de respeto a un ex-emperador como él.

 

Regresando a casa para no volver a irse nunca más, para poder ser feliz con quien siempre debía haberlo sido.

 

FIN

Notas finales:

Señoras, señores, ya esta, se acabo. 

No me lo puedo ni creer, casi un año y 300 paginas (una novela practicamente), no me puedo creer que se haya acabado. Muchas gracias a todos los que lo habeis leido y lo habeis seguido. Y a los que me habeis dado animos, sugerencias y me habeis apoyado con esto T^T gracias.

En fin, creo que no me he dejado nada sin mencionar o algo sin resolver, pero si lo he hecho por favor decidmelo e intentare arreglarlo. Tambien deciros por si no os habeis dado cuenta, que la tumba de Doffy es Stonehenge en Inglaterra (o al menos mi version de él XD) Es una de las maravillas del mundo y pense que quedaria bien n_n

Bueno guapos, de nuevo, muchas gracias, espero que nos sigamos viendo en otros fics (aunque sera dentro de mucho ya que ando de examenes).

Espero que os haya gustado. 

Un beso muy fuerte a todos.

Adiooosete


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).