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Hilo rojo por Ayann

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ε´


διατομή 


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Tráeme hacia ti y muestra la realidad para mí, esto es sólo un sueño...


Soul to preach to, Fuel


.


El viento impulsaba las cortinas, invitando a un pequeño intruso a revolotear por la habitación; cansado de volar, el colibrí decidió reposar sobre el filo del escritorio pegado a la ventana.


Los ojos azul claro observaron al avecilla buscar el néctar en las flores coloreadas en las paredes, cuidando que su acompañante no se despertara, bajó de la cama con la emoción brillando en las pupilas; sigiloso, forcejeó al subir al escritorio, cuando lo logró no pudo evitar un chillido de emoción.


—dor-mir —masculló el bulto entre las sábanas.


Sintiéndose atrapado, contuvo la carcajada con las manos, giró la cabeza a su izquierda y vigiló que el durmiente se mantuviera así; emocionado, buscó con la mirada al colibrí, el ave parecía inmune a su presencia en la otra punta del escritorio; por un instante los ojos azul claro se perdieron en los oscuros del pajarillo, el tiempo se detuvo y miles de murmullos rodearon su figura, el colibrí se elevó y aleteó lentamente, provocando remolinos multicolores, él permaneció inmóvil, maravillado por los secretos que le estaban otorgado; tambaleante se puso de pie, extendió el brazo hacia el ave, hipnotizado dio un paso sobre el alféizar de la ventana, el colibrí se alejó y, a punto de caer, de un momento a otro se encontró en el piso de la habitación sobre un cuerpo más grande que él.


—Pequeño Rey’**. —La suave voz lo hizo mirar hacia abajo.


—¡Sidius! —chilló, sus ojos se inundaron de lágrimas—. ¡Sidius! —Escondió el rostro entre el cuello y el hombro del primogénito.


—¡Pudiste herirte! —increpó Sirius, permitiendo que su magia envolviera el pequeño cuerpo y lo confortara—. Madre se volverá loca si se entera. —El pequeño se estremeció—. Pero no le diremos nada. —Regulus levantó el rostro y sonrió—. ¿Qué hacías Pequeño Rey?


—Adcoidis —susurró y miró al cielo donde el picaflor revoloteaba.


Sirius suspiró.


—Debiste esperarme.


El pequeño hizo un puchero.


—Domido.


—No puedes ir y hacer lo que quieras —bufó. Las lágrimas brillaron en los ojos azul claro de Regulus, Sirius soltó un gruñido parecido a “niño mimado”.


El niño puso sus manos en las mejillas del primogénito de los Black.


—Sidius quele a Ley, no nene mimido.


—Mimado —corrigió Sirius, tomando delicadamente las manos de su hermano las retiró sin soltarlas—. ¿Cuándo vas a hablar como un Black? —Regulus ladeó el rostro sin comprender, Sirius sólo le llevaba dos años y hablaba como un adulto, un escalofrío atravesó su espina dorsal, no quería que su bebé tuviera que vivir lo que él para ser un digno representante de la familia—. Vamos a la cama Pequeño Rey.


Antes de incorporarse algo llamó la atención de Regulus.


—¡Dojo!


—¿Qué? —A ojos de Sirius no había nada ahí, pero Regulus tomó algo con sus dedos y una sacudida cruzó la espalda de ambos—. ¿Lo ves? —Regulus parpadeó sin entender y rozó con la yema de los dedos el hilo rojo que para él era visible. Otro escalofrío—. ¡Basta! —Regulus sonrió divertido y volvió a rozar con más fuerza, Sirius tomó la muñeca del niño y negó con la cabeza—. No bebé, no es agradable.


—¿Duele?


Sirius mordió su labio inferior.


—No —murmuró; el niño volvió a parpadear—, pero se siente extraño.


Los ojos azul claro estudiaron el hilo en sus dedos, siguiéndolo.


—¡Uno! —exclamó al descubrir que el hilo rojo de su hermano estaba unido al suyo.


Sirius sonrió con ternura.


—No puedo verlo —dijo, acariciando la cabeza de Regulus; la decepción se vio reflejada en los ojos del niño—, estoy seguro de que así es.


—¿Mío? —Por un momento los ojos de Regulus obtuvieron un tono plata que asustó al mayor.


—Escucha. —Juntó su frente con la del pequeño—. Somos parte de una misma alma. —Regulus soltó un grito de alegría—. Pero es un error creer que somos piezas que siempre embonarán. —El niño ladeó la cabeza, Sirius ahogó un suspiro—. Llegará el día en que elijas que tu camino no es estar conmigo.


El entrecejo de Regulus se arrugó.


—¡Mío! —gritó enfadado, revolviéndose logró zafarse de los brazos de su hermano y se paró frente a Sirius con las manos en la cadera— ¡Mío! —repitió golpeando con el pie derecho el piso.


—Pequeño Rey. —Sirius se levantó, acunando con sus manos las rojas mejillas de su hermano, musitó—: Siempre estaré cuando me necesites.


El entrecejo de Regulus se suavizó.


—¿Sempe? —Sirius sonrió, antes de responder la puerta fue abierta, Regulus quiso asirse a su hermano que por instantes pareció desvanecerse—. ¿Sidius? —llamó aterrado, todo a su alrededor se mezcló entre la imagen de su madre apartando a Sirius y la oscuridad—. ¿Sirius? —susurró con un tono grave—. ¿Dónde estás? —Respiró varias veces, tratando de acostumbrarse a la negrura de la caverna donde se encontraba, rodeado por un tenebroso lago, sus ojos se empañaron y un nudo oprimió su pecho.


—Amo. —La aguda voz de Kreacher retumbó como uñas en una pizarra.


Regulus permaneció dándole la espalda, en su mano izquierda tenía la varita levantada y un hechizo de protección a su alrededor.


—Maldito seas Voldemort —masculló, comprendiendo que había caído en la trampa del Lord; la poción abrasaba las venas, aturdiendo los sentidos y haciéndole recordar cosas que no quería volver a vivir. «Un Black domina el dolor», repitió mentalmente, alargó la mano derecha y dejó caer un viejo relicario, ahogando el alarido, ordenó—: Destrúyelo.


El elfo tomó el medallón antes de tocar el suelo.


—Amo.


—¡Largo! —Kreacher ahogó un lastimero aullido y desapareció. Black cayó de rodillas; la opresión en el pecho se hizo más fuerte, una gota, dos más—. Sirius… —musitó—, ¿dónde estás?... —El charco carmesí empapó las oscuras rocas, pronto huesudas manos emergieron de las aguas y reptaron por la isla—. Lo prometiste…


.


Un dolor intangible retorció su alma, tan profundo y afilado que no pararía jamás.


—Un Pilar ha muerto —dijo en voz alta, abriendo los ojos y tratando de entender dónde estaba—. No era su tiempo y las consecuencias serán irreparables...


—Para ser un mestizo… —La ronca voz lo hizo saltar del sofá con la varita en alto—, tienes habilidades de un sangre pura.


Severus tardó un par de segundos en reconocer a Sirius, sentado en el alfeizar de la ventana frente a la chimenea. Lentamente Black llevó un cigarrillo a la boca y dio una profunda calada, Snape estaba a punto de lanzar la imperdonable, cuando un doloroso hormigueo en la magia centró su atención.


—¡Regulus!


—Siempre fue un maldito dolor en el culo —contestó Sirius—, un verdadero hijo de puta.


—No era su tiempo… —repitió Snape, buscando sus ropas esparcidas por la sala.


—Él lo eligió.


Severus quedó a mitad de levantar la túnica, soltó la prenda y se volvió.


—¿Él lo eligió? —masculló entre dientes—. ¿¡Él lo eligió!? —La ventana vibró, los ojos negros refulgieron en furia—. ¿¡Cómo puedes…!?


Sirius soltó el humo despacio, sus ojos grises se perdieron en la ventana.


—Nadie escapa a las consecuencias de sus elecciones. —Severus se detuvo, sin mirarlo Sirius preguntó—: ¿Conoces la diferencia entre «elegir» y «decidir»?


Snape parpadeó confundido.


—¿Qué?


Lentamente Black giró la cabeza para posar sus ojos en los negros.


—«Decidir» —explicó en voz baja— proviene del latín dēcidērĕ que significa separar, cortar, zanjar (arreglar) y del verbo caedĕre que significa pegar, romper y matar. —Severus abrió la boca—. En otras palabras —prosiguió Black—, para «decidir» consideras detalles y concluyes que tomarás x opción porque es lo correcto o es lo que quieres.


Cruzándose de brazos, Snape increpó:


—¡Tu hermano está muerto! y ¿me das lecciones de lingüística?


Una triste sonrisa se dibujó en los labios de Black, que apagó el cigarrillo en el marco de la ventana.


—«Elegir» —La voz bajó una octava— proviene del latín legere que significa escoger y leer. —Hizo una pausa para rozar con su lengua los labios sedientos—. La idea de elegir es escoger entre varias posibilidades, sin embargo, la vida suele dar sólo una. —Elevó el dedo índice—. Una y en vez de elegirla, decides que no la quieres, que no te gusta o no es justa, y luchas por arreglar o cambiar las circunstancias y situaciones.


Severus miró a Sirius como si hubiera dicho una blasfemia.


—¡Era un Pilar de la Antigua Religión! —habló entre dientes, acercándose a Sirius lo tomó por la solapa de la chaqueta de cuero y, con la mandíbula tensa, acercó sus rostros—. Podía modificar el Destino, tirar reyes y hacer de un mendigo un emperador… él podía… —La voz se le cortó, sentía que todo el peso del mundo caía sobre él—. Él podía…


Black lo sostuvo por los hombros y preguntó:


—¿Elegiste o decidiste la estatura que tienes?


Desconcertado, Snape empujó a Sirius y dio un paso atrás.


—¿Qué?


—¿Elegiste o decidiste?


Snape rodó los ojos, una punzada en la sien derecha lo obligó a inhalar profundamente. Black lo miraba intensamente, esperando una respuesta.


—Es la estatura que tengo —bufó—. ¡No tuve que decidir o elegir!


—¿Estás seguro? — Snape enarcó una ceja—. Hay personas que pasan toda su vida separando argumentos, arreglando detalles, matando opciones por la estatura que tienen.


—¡Para con esto!


—Y se miran al espejo y deciden que si midieran más alto o bajo, la persona que aman estaría a su lado. —El dolor de cabeza se extendió hasta el cuello de Severus—. Cuando ves la diferencia entre «decidir» y «elegir», eres libre… y Regulus eligió.


—¿Eligió? —indagó Snape, convencido de que Black se había vuelto loco—. ¡Nadie elige ser un Pilar! ¡Nadie! ¡Es una tortura disfrazada de virtud! ¡Por cada vida modificada hay un pago!


—Era un Pilar de la Antigua Religión desde que cumplió los tres años, así que lo elegía o lo elegía.


Severus soltó un gruñido.


—¡No tenía otras opciones! ¡Es lo que había!


Black ladeó la cabeza, los ojos plata brillaron con una curiosidad infantil.


—¿Elegiste o decidiste ser un Pilar?


El dolor de cabeza amenazó con convertirse en un zumbido intermitente tras la nuca.


—Lo elegí —respondió Severus sin comprender.


—Y por elegirlo lo aceptas, vives con ello y creas infinidad de oportunidades. En otras palabras, ser un Pilar no es excusa ni obstáculo para tus metas o cambiar las circunstancias.


Severus mordió su labio inferior.


—Tal vez…


La habitación quedó en un silencio extraño, Snape no lograba comprender la diferencia y su mente se debatía en que Black estaba en shock o se había vuelto loco. «Loco siempre ha estado»; entonces, el recuerdo de un pequeño Severus sobre Eileen, tratando de protegerla del cinturón de Tobias, se apoderó de su mente.


—Hay cosas que debes luchar por cambiar —dijo en un rumor sordo.


Black miró las cenizas en la chimenea.


—La palabra clave es «debes» —recalcó—. Yo nunca dije que «elegir» significaba ser sumiso, resignado o estar de acuerdo con la situación.


—No, pero dijiste que tenías que aceptar.


—El problema es el «significado» que le das a «aceptar». —Severus arqueó una ceja y se cruzó de brazos—. No tienes idea de lo que «significan» las palabras y las usas con el «significado» que más te conviene. —El entrecejo de Snape se arrugó—. «Aceptar» proviene del latín acceptāre, se compone del prefijo ad (hacia) y captare (tomar, coger) y significa aprobar por una parte y recibir por otra. La vida suele dar una opción, en vez de elegirla y por lo tanto aceptarla, decides que debe funcionar como quieres, como consideras que es correcto, como debe ser justo y te la pasastratando de arreglar algo que no tiene arreglo.


—Negándote a «recibir» otras opciones al aceptarlo —interrumpió Severus con la sensación de que su cerebro había colapsado—. Es como usar zapatos con tacones de quince centímetros para arreglar lo que no te agrada o no es justo en ti y al final del día preguntarse por qué duele la espalda.


—Al elegir no hay nada que arreglar o demostrar —completó Sirius—. Por arte de magia lo imposible tiene opciones.


Snape parpadeó incrédulo.


—¿Regulus tenía opciones?


—Demasiadas. —Black se encogió de hombros—. Pero eligió la más obvia y ambos sabemos el resultado.


Sintiendo que algo había paralizado las neuronas, Severus no captó la magnitud de las palabras que escaparon de su boca hasta que retumbaron por la habitación:


—Está muerto y no podemos cambiarlo. —Sintió que un nudo se instalaba en su garganta, no se atrevió a mirar al Gryffindor—. Es lo que es, es lo que hay, sólo podemos continuar sin él.


Un rayo cruzó los ojos grises, Sirius se levantó despacio, caminó hasta quedar frente a Snape, se agachó un poco y rozó con sus labios la frente de Severus.


—¿Decidiste o elegiste ser un mortífago?


—Black…


—¿Decidiste o elegiste estar conmigo?


—¡No…!


—¿Decidiste o elegiste amar a Evans? —Una ráfaga de magia golpeó el pecho de Black, lanzándolo al extremo opuesto. Tambaleante, Sirius se incorporó—. ¡Yo sí te elegí! ¡Te elijo!


—¡No puedo darte lo que quieres! —exclamó Severus—. ¡Y lo sabes!


La magia tronó alrededor de Sirius.


—¿No lo entiendes?, no se trata de que me des lo que quiero o tomarlo a la fuerza ¡ni siquiera se trata de que me elijas!, ¡esto sólo funciona si eliges! —Las lágrimas empaparon el níveo rostro—. Te elijo, como elijo la muerte de Regulus.


Snape endureció la mandíbula.


—No puedes…


—La grandeza de «elegir» radica en transformar lo imposible en opciones.


—¡No puedes venir aquí y exigir! —Se recargó en la chimenea, derrotado—. No tienes idea de lo que la muerte de Regulus ha ocasionado… a mi vida, a la tuya, a…


—Estoy completamente seguro de las consecuencias —Sirius contestó rudo—. Elijo que no es a mí a quien quieres y, por eso, soy libre de elegir seguir amándote o no.


—No tienes idea de lo que estás hablando —siseó entre dientes Severus—, no tienes idea de lo que me estás pidiendo.


—Soy libre y dueño de mi vida, Regulus murió dueño de sí mismo. ¿Y tú? —La magia impactó, tiñendo la pared de carmesí, desafiante observó a Severus—. Un esclavo del enredo que tú mismo has creado.


—¡Largo!


—Se requiere de mucho valor para elegir, porque cuando eliges no hay excusas ni a quién echarle la culpa, eres totalmente responsable de ti mismo y de tus actos, eso te hace libre. —Miró intensamente a Snape —. Honorable para asumir las consecuencias y crear milagros.


—El honor —masculló Severus con la garganta seca— es hablar claro y sin rodeos.


El cuerpo de Black se tensó.


—No se puede pedir mucho a quien ni siquiera es libre de sí mismo.


Las palabras dolieron más que un golpe.


—En el fondo nadie quiere ser libre, Black. Es mejor que otro sea el responsable.


—¿Eso fue lo que te detuvo? —reprochó Sirius, sintiendo que las fuerzas lo abandonaban—. ¿No estás dispuesto a pagar el precio?


—He pagado…


—¿Lo has hecho?


Severus soltó una lánguida carcajada.


—Nunca lo sabremos, he sido juzgado y el veredicto ya se ha dado, ¿no es así?


Sirius estuvo tentado a agregar que lo obvio no se defendía.


—Espero que algún día puedas ser libre de elegir tu vida —pronunció, girando a la izquierda y caminado a la puerta.


Snape permaneció absortó en un punto de la pared, el azote de la madera lo hizo dar un respingo.


—El «no elegir» —expresó con voz ronca— también es una elección, Perro.


.


Los débiles rayos del alba se colaron por la neblina sobre la calle de La Hilandera, Remus mordió con fuerza su labio inferior, echó un vistazo a la solitaria calle y volvió la vista a donde se suponía debía estar la casa de Severus; como criatura mágica había percibido la muerte de Regulus, sonrió triste.


—De todas las personas que te amamos, lo buscarás a él, ¿no es así? —Por entre la cortina gris creyó ver a su compañero—. ¿Sirius? —llamó, dirigiéndose hacia la amada figura.


Black hizo una mueca de dolor al sentir el frío clavarse en la piel, un murmullo a su izquierda le hizo darse cuenta que no estaba sólo.


—¡Demonios! —masculló, sacando la varita y susurrando el encantamiento desilusionador.


—Sirius… —Lupin quedó en medio de la neblina, sus sentidos le indicaban que Black estaba cerca—… estoy preocupado… yo…


Black comprendió que tenía varias opciones, quedarse y matar a Remus a golpes, retirarse y con la cabeza fría buscar explicaciones, o dejarlo estar.


—Ahora no —dijo en voz alta—, quizás mañana…


Remus sintió encoger su corazón.


—Yo… —El sonido de la desaparición le indicó que estaba solo—. La muerte de tu hermano cambió todo. —Parpadeó sin éxito, las lágrimas empaparon sus mejillas—. Dumbledore me manda a Albania y no sé si volveré… —Con un último vistazo a la casa Snape, tomó el camino opuesto al de Sirius—. Tal vez mañana…


.


.


—¡Papá!


Las pequeñas manos tomaron las mejillas y las estiraron hasta que Potter abrió los ojos.


—¡Por Merlín, Harry! —farfulló James, retirando las manos del pequeño sentado en su pecho.


Papapapapapa.


James soltó un resignado quejido, echó un vistazo al reloj, las manecillas señalaban diez para las ocho.


—¿Quieres dormir, bebé?


Papapapapapa.


Harry —pidió, el pequeño aplaudió emocionado y siguió con su cantaleta; él suspiró resignado, depositó un sonoro beso en la mejilla del pequeño, lo tomó en brazos y se levantó de la cama.


—¡Ete!


—Sí, también tengo hambre. —Con su preciada carga se dirigió a la cocina.


Al entrar, Harry gritó:


—¡Papaaa!


James giró el rostro para toparse con dos brillantes ojos verdes, besó la punta de la pequeña nariz.


—Seremos tú y yo. —La boquita de Harry hizo un puchero, James aguantó las ganas de reír, acomodando al bebé en la silla, dijo—: Mami me dejó las instrucciones. —El pequeño arrugó graciosamente la nariz—. Estará en menos de un minuto. —Harry agachó un poco la cabeza y lanzó a su padre una irritada mirada—. Te aseguro que está vez no sabrá a cebolla. —Dándole la espalda al bebé, se apresuró a sacar la leche de la nevera.


—¡Tus! —chilló Harry emocionado, sobresaltando a James.


—¡Buenos días campeón! —exclamó Black, elevando al niño.


—¡Sirius!


Black giró la vista para encontrarse con el pálido rostro de su mejor amigo.


—Deberías salir más seguido, Jamie, estás empezando a tener el mismo tono que Snivellus.


Potter lo fulminó con la mirada.


—Dame a mi hijo que lo vas a marear —ordenó, estirando los brazos. Siendo más alto, Sirius alejó al pequeño que reía descontrolado—. ¿Te caíste de la cama? Ni siquiera son las diez.


Sirius chasqueó la lengua, bajando a Harry.


—Amargado.


James tomó al bebé, lo colocó en la silla alta y empezó con la preparación del desayuno.


—¿Té o café?


—No tengo hambre —respondió Sirius, volteando una silla tomó asiento y puso los brazos en el respaldo.


Potter se detuvo, miró a Sirius de soslayo, Black lo evitó.


—¡Ete!


—Ya está —anunció James, agitando el biberón; las pequeñas manos se estiraron desesperadas—. ¡Parece como si nunca te diera de comer!


—Todo un amo de casa —bromeó Sirius—. ¿Y la pelirroja?


—En el invernadero —dijo, tomando asiento frente a Sirius—. Recibió noticias inquietantes.


Sirius arqueó una ceja, desde su mudanza a la casa Potter, seis meses atrás, había notado que la pelirroja se iba al invernadero cada vez que algo la alteraba y, con él viviendo ahí, eso era seguido.


—Tienen que aprender a comunicarse. —Miró a su amigo—. Si no, no funcionará. —Hizo una pausa—. A veces creo que debiste esperar.


James respiró hondo y se sentó frente a Black.


—Esperé siete años…


—No es lo mismo y lo sabes. —Potter rodó los ojos, Sirius se contuvo—. ¿Qué fue esta vez?


—Su padre está enfermo —declaró James, mirando a la ventana, hacia el invernadero—, no le dan muchas esperanzas.


—Ella sabía las consecuencias de elegir al Mundo Mágico —susurró Black, observando el brillo de tristeza en los ojos castaños comprendió que no sólo se trataba de eso—. ¿Sigues con darle una pensión vitalicia al licántropo?


—¡Es nuestro amigo! —argumentó James, regresando la mirada a Sirius—. No le dimos la oportunidad de explicarse…


—Lo vi James, ¿qué otra prueba quieres?


A punto de contradecir, Potter fue interrumpido por el silbido de la tetera, con un movimiento de varita llenó las tazas en la mesa.


—Remus es un buen hombre. —La voz de Lily los hizo girar a la puerta que daba al jardín, ella se quitó el sombrero, los guantes, besó la frente de Harry y se acomodó a un lado de James—. Pero no podemos olvidar lo que es. —James se mordió la lengua, sólo existía una cosa que detestaba de su esposa—: La magia oscura debería ser restringida, igual que las criaturas… Greyback está con Voldemort y Remus no puede negarse a su alfa.


Potter se puso de pie.


—Eso no lo sabemos. —Tomó al distraído pequeño en brazos—. Ni siquiera en sus peores transformaciones dio muestra de deslealtad o que Greyback tuviera control.


—Es un hombre lobo —arguyó Lily—, con instintos salvajes que nublan hasta al más sensato.


—No hay oscuridad sin luz —contestó James secamente— y como Guardián de la Antigua Religión juré proteger a la magia y a todo ser bajo su manto.


La mandíbula de Evans se endureció.


—¿Inclusive a Voldemort? —soltó entre dientes—, el mago que quiere asesinar a nuestro hijo.


James instintivamente apretó a Harry contra sí, el pequeño se acomodó entre el cuello y el hombro de su padre.


—Esa aberración no es un mago, no compares a Remus con él.


—¿Por qué no? —dijo altiva—. Remus nunca eligió ser un licántropo, fue raptado y expuesto a las más  horribles vejaciones, la magia oscura corre por sus venas. Dumbledore dice que los ideales de tu religión son arcaicos, los tiempos cambian James o nos adecuamos o desaparecemos.


Potter contuvo las ganas de abofetear a su esposa.


—Dumbledore no es un sangre pura —siseó—, difícilmente comprende lo que la Antigua Religión es y lo que conlleva ser un Guardián de ella. —Miró a Sirius—. Y tú lo sabes.


Black se encogió de hombros.


—Lo que sé es que el licántropo nos traicionó y que nunca creí en cuentos de viejas.


Los ojos castaños chispearon.


—Sólo espero que no te arrepientas.


Lily y Black lo observaron abandonar la estancia.


—Es un tema delicado, pelirroja — indicó Sirius, dio un sorbo al té y lo dejó de inmediato—. Sigue sin saber distinguir entre ajo y manzanilla. ¿Por qué no conservaron a Tipi?


Lily movió la varita y transformó el té en ambas tazas.


—El director consideró que lo mejor era que ella permaneciera en Hogwarts, sin conocer el paradero de esta casa.


Sirius apretó los labios.


«Los está aislando», pensó, dando un receloso trago. «Por lo menos no sabe a cebolla».


—Me agrada Remus —indicó Lily—, pero…


—Es lo que es.


Ninguno confesaría jamás que un nudo se alojaba en la garganta y una vocecilla en el fondo de sus cabezas se preguntaba si era lo correcto. La imagen de Lupin, convertido en lobo, estremeció la piel y sepultó a la voz, ambos se sumergieron en el líquido de las tazas.


—¡Papaaaa! —El chillido entusiasmado de Harry los sacó de sus reflexiones.


Lily dirigió la vista a la ventana, sus labios esbozaron una bonita sonrisa, regresó la vista a Sirius y dijo:


—Encontré la manera de cambiar al Guardián.


Los ojos grises se abrieron sorprendidos.


—¿Cómo?


—En realidad era simple —habló la pelirroja emocionada—, el momento en que venus y el octavo signo estén en conjunción en un eje de 180°… —Paró al darse cuenta de la desencajada mueca en Black—. ¿Sucede algo?


—¿Desde cuándo tomas en serio a la astrología? —Agudizó la voz—: Es una materia sin bases mágicas ni científicas como para siquiera considerarla como parte del tronco educativo. —Carraspeó para volver al tono habitual—. ¿Ya olvidaste tu campaña en Hogwarts?


—¿Terminaste? —exclamó indignada, Sirius hizo un ademán con la mano—. La astronomía es una ciencia exacta y en ella estoy basando mis cálculos, cálculos que deberías agradecer.


—¿Debería… —indagó Sirius pronunciando lentamente cada letra— agradecer? —Parpadeó, tratando de no reaccionar—. El licántropo ya no es problema y no pienso irme a ningún lado.


La pelirroja frunció ambas cejas.


—¿Así que estamos a salvo?


—Sí.


Evans hizo un movimiento con el hombro derecho, dándole cierto parecido a su hermana, pasó saliva alzando más el largo cuello y acotó:


—¿Y la misión en Albania?


Sirius abrió la boca sorprendido.


—¿Cómo…?


—Vivimos en la misma casa, ¿realmente crees que hay privacidad?


Black chasqueó la lengua.


—Es una misión de treinta seis horas: entro, intercambio pergaminos y estoy listo para que Harry festeje su primer Halloween.


Las pupilas verdes refulgieron incrédulas.


—¿Y quién es tu contacto?


Black ahogó un gruñido de frustración.


—Dumbledore lo puso ahí. —Abrió los brazos señalando lo obvio—. De todas maneras Lupin está aislado, nadie en su sano juicio se atrevería a cruzar los límites del Ragnarök.


—Tú lo harás.


—¿Y?, creí que el “nadie en su sano juicio” había sido claro.


Evans se obligó a contar hasta diez.


—No sabemos con quién ha tenido contacto, Dumbledore confía en él y…


Sirius dejó de escuchar, no podían confiar en el viejo director, no después de lo que él y James habían descubierto: Dumbledore estaba obsesionado con las Reliquias de la Muerte.


«Un mago jamás —recitó en su mente— debe juntar las Reliquias, si lo hace y las usa al mismo tiempo…». Un escalofrío lo recorrió, aunque insistía en no creer en la Antigua Religión, como sangre pura sabía que hay límites que era mejor no cruzar.


—Sería más fácil si Dumbledore…


—Pelirroja. —Lili calló—. Esto es entre los cuatro y entre los cuatro se resolverá.


—Entonces, cambia al Guardián —Sirius abrió la boca, ella no lo dejó hablar—: Es mi familia la que está en riesgo, Black. —El gris chocó contra el verde—. No sabes lo que hará Lupin.


Black soltó un suspiro.


—La snitch está en tu cancha.


Una sincera sonrisa se dibujó en los labios de Evans.


—El encantamiento fidelius es sumamente complicado, si bien más personas pueden conocer nuestra ubicación, como Dumbledore, sólo tú puedes divulgar la información.


—Lo sé.


—No, no lo entiendes —Sirius le lanzó una mirada airada, ella continuó—: Sólo tú conoces el punto exacto en dónde estamos. Dumbledore puede venir, pero si él intentara traer o guiar a alguien más que no haya sido parte de los elegidos para conocer nuestra ubicación…


—No sabría cómo hacerlo —interrumpió Black—, parecería aturdido y su memoria sería eliminada.


—Sí, pero estás centrándote en lo obvio. —Black arqueó una ceja—. El fidelius está diseñado para proteger no sólo a los protegidos, sino a quienes saben del secreto.


—Por eso Dumbledore no puede divulgar la información.


—Es un encantamiento de defensa y ofensiva, pero tiene un punto ciego. —Sirius la observó interesado—. El Guardián es el receptor de la confianza de quienes protege, por eso es siempre uno y por un tiempo indeterminado.


Black procesó la información y lo entendió.


—Como no confías en mí, puedo divulgar la información en medio de una Imperdonable.


Evans evitó decir “o cuando tú quieras”.


—Sólo con la total confianza de los protegidos, el Guardián no podrá hablar…


—Siete años no se zanjan en seis meses.


—No.


—Bien, ¿a quién prefieres?


—Peter.


Sirius arqueó una ceja.


—¿Pettigrew?


—Peter es un hombre que ha buscado mantenerse al margen de los problemas, la Orden y de la guerra.


«Como si no hubiéramos arriesgado el pellejo por sus estupideces», gruñó Sirius en su cabeza; aguantando las ganas de debatir, soltó—: ¿Cuándo?


—En dos semanas, en la media noche del 31 de octubre.


—¿Qué necesitas?


—Que Peter sepa que será el Guardián. —Sirius asintió con la cabeza—. De lo demás me encargo yo.


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Notas finales:

‘**Regulus significa Pequeño Rey.


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