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~ Casado con un hombre ~ por Monnyca16

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Notas del capitulo:

LEMOOOOOOOOOOOOOOOON!!!! BRINQUEN!!!! ESTE CAPÍTULO NARRA LA LUNA DE MIEL Y YO BUENO... YO MORÍ INFARTADA

 

Capítulo 9

 

“Luna de miel”

 

¿Día? Vienes, ¿Hora? Seis treinta y cinco de la mañana.

 

—Por favor, por favor Tomás ven a mi casa, necesito de tu ayuda —el pequeño pelirrojo le habló por teléfono a su mejor amigo.

Tomás al escucharlo mortificado a tan temprana hora, decidió calmarlo con unas cuantas palabras de aliento.

—Tranquilo Nico, todo saldrá bien… sólo es un pene entrando y saliendo de tu estrecho interior.

— ¿Cómo puedes hablar así? ¿Acaso ya lo probaste?

—No, pero tampoco me pondría como tú. Mira, yo pienso que estás en buenas manos.

—Buenas manos mis huevos. Me violará, me violará en unas horas más y no quiero. —Alucinó al mismo tiempo que su blanquecina piel comenzaba a convulsionar con escalofríos seguidos y desagradables —. Ayúdame a escapar, por favor.

— ¿Escapar? —Una risilla se escuchó por la otra línea, Tomás no paraba de reír —. Jajá, Nico tu padre puede encontrarte en cuestión de minutos, no digas tonterías.

—Tomás, mi querido Tomi, ayúdame por favor. —El pelirrojo trató de convencerlo.

—Ayer te encontrabas bien, hasta vimos pornografía homosexual juntos, pensé que ya te sentías mejor, pero ya veo que no. Lo que tú tienes es que estas nervioso, sólo relájate, no pasará nada… tu padre solamente firmará por ti y  si tú quieres pues  no tienes que decir nada.

—No es eso, Tomás, no es solamente eso. La verdad es que pienso que Oliver es muy profundo y tengo miedo de que me convierta en marica ¿Me comprendes? Tengo miedo que cuando me la meta, me guste. Es por eso que quiero huir.

—No hay ningún problema si te gusta que te den por el culo o no, yo no te diré nada. Pienso que él te quiere de verdad —El rubio le contó a su amigo —. Es por eso que deseo que él te cuide.

— ¿Me quiere de verdad? Por favor Tomás, yo sólo soy una compra y ya. Mi padre me regaló porque no quiere hacerse cargo de mí y esa es toda la verdad, ese gilipollas finge cosas y la verdad no quiero caer.

—Inténtalo, inténtalo Nico y  disfrútalo, ya no hay más remedio que hacer eso. Oliver se ve muy duro de personalidad, pero es buena persona y sé que te ayudara de alguna manera.

—Yo no lo creo. Hay ocasiones en las que me agrede y me hace llorar. Dice que es porque me quiere, pero una persona que en verdad te quiere no te hace llorar. —Se negó con la cabeza segundos después de pronunciar esas palabras —. No sé por qué hablo de esa forma, en verdad no sé por qué hablo como si me gustara.

—No es feo, él es muy atractivo. —Tomás se lo recordó—, dale una oportunidad.

—No sabes cómo me siento realmente, no sabes que muero de miedo, no te puedes imaginar la infinidad de ganas que tengo de llorar, vete a la mierda Tomás, vete a la puta mierda hijo de puta —Colgó después de maldecirlo.

 

La imaginación comenzó a marear al minino, Nicolás temía enamorarse de Yael. Al paso que estaban yendo, todo parecía ser muy significativo y cien por ciento real. El brillo de la luna ya no existía por las noches, la luz del sol ya no traspasaba la ventana del pequeño pelirrojo por las mañanas, lo único que parpadeaba produciéndole mareos constantes eran esas ideas locas y altas de ser marica, de chupar penes y de gemir con los toques de un hombre.

 

Tal vez si estuviera muerto por culpa de los champiñones, en esos momentos no estaría inquieto y triste. Tal vez si Oliver nunca lo hubiera conocido nada de esto estuviera pasando, tal vez… tal vez si… si… si no se casaba podría seguir  de holgazán y drogadicto.

 

El reloj comenzó a marcar una hora más… el reloj comenzó a funcionar más rápido que de costumbre. Ese viernes, Noah no fue a estudiar, no tenía ánimos, no tenía corazón, no tenía entusiasmo, no tenía nada. Lo único que podía hacer era mover los brazos, pies y parpadear como si fuera un retrasado mental.

 

Con terror, observó la ropa  que se pondría en la ceremonia y quiso romperla, pero no pudo. Algo en Nicolás sobresalió y eran esas terribles ganas de no hacer cosas extrañas que pudieran dañar su integridad y mucho menos la de Oliver. En esos momentos tristes no sólo pensaba en su miedo, también en el sufrimiento y enojo que tendría Oliver si se llegara a hacer daño a sí mismo. 

 

Maldición, el pequeño gatito ya no pensaba solamente en él, también en su cabeza vagaban pensamientos que protegían y maldecían al mismo tiempo a su prometido. Cerró los ojos con fuerza y comenzó a llorar con mucha nostalgia.

 

¿Por qué la falta de una madre ocasionaba este tipo de situaciones? ¿Por qué un padre regalaba a su único hijo a una persona rica y del mismo sexo? ¿Por qué? ¿Por qué Nicolás? ¿Por qué su madre no podía intervenir? ¿Por qué su padre se encontraba feliz? ¿Por qué las personas no se oponían al matrimonio? ¿Por qué en un encuentro de bandas criminales no lo mataron? ¿Por qué Nicolás no estaba muerto? Un castigo, eso era lo que para Noah significaba todo esto. Un castigo que duraría mucho tiempo. Un castigo por no tener una familia completa, un estúpido castigo que por ahora sólo él tenía…

 

El teléfono celular comenzó a sonar y vibrar al mismo tiempo. Nico observó la pantalla y al ver que se trataba de Oliver, se estremeció y abrió el mensaje con rapidez.

 

¿Cómo amaneciste?

 

Al principio el pequeño se negó a contestarle el mensaje, pero después accedió por la curiosidad que se le formaba al imaginar qué tipo de plática era la que Oliver trataría de entablar tan temprano.

 

Bien, no fui a la escuela ¿Y tú?

 

Estoy en el trabajo, salgo un poco más tempano para poder llegar a casa y preparar todo

 

Nicolás no supo qué contestar después de eso, así que no hizo nada y fue hasta la cocina para tomarse un jugo. Después de cinco minutos su celular comenzó a vibrar y sonar de nuevo. Al abrir el nuevo mensaje, lo leyó con lentitud.

 

¿Por qué no fuiste a la escuela? ¿Te sientes mal? ¿Quieres que vayamos al doctor? Házmelo saber

 

Noah sonrió de la nada. El comportamiento de Oliver era extremadamente tibio y hermoso como para negarse a sentirlo en sus adentros. Se relamió el labio inferior y comenzó a escribir un mensaje nuevo.

 

Me siento realmente mal, esta mañana desperté con muchos malestares estomacales y con ganas de vomitar. ¿Estarías dispuesto a llevarme al médico?

 

En cuestión de segundos le llegó un nuevo mensaje al pequeño pelirrojo.

 

Ahora mismo voy a tu casa, bébete un yogurt o algo para que puedas salir rápido.

 

No, en verdad no necesito ir al doctor.

 

Se arrepintió de haberlo alarmado.

 

¿Cómo qué no? me acabas de decir que te despertaste con malestares, es posible que algo te haya caído mal, es posible que estés intoxicado.

 

Estoy nervioso, es por eso.

 

Y dijo por fin la verdad.

 

Es un alivio que no sea nada grave, Nicolás no estés asustado, no estés nervioso yo nunca te haría daño.

 

Eso lo veremos después.

 

Confía en mí, confía en tu futuro esposo.

 

Y la plática por mensajes se terminó. Noah no respondió el último mensaje porque no supo qué decir después. 

 

 

 

—¤(`a94;a94;´)¤—

 

—Está todo listo, ¿No te arrepentirás de darme el permiso de tener sexo sin condón? — El guapísimo pelinegro le preguntó a su  amigo que ahora podía llamarse suegro.

 

Eran aproximadamente las once de la mañana y no se podía negar, al igual que el pequeño gatito, Oliver también moría de los nervios. Para el mayor, Nicolás no era solamente un jovencito de corta edad y que estudiaba en preparatoria. Para el hermoso empresario, Noah era una persona importante y especial, alguien demasiado esencial.

 

En ese momento, Salomón se encontraba en la oficina de Oliver, el pelirrojo mayor deseaba ver a su amigo, volverle a decir las cosas y amenazarlo si era posible. Como “padre” tenía que seguir cuidando de su hijo que seguía siendo además un menor de edad.

 

—Escribí las reglas, pero haré esa excepción porque me lo pides. Escúchame bien, Oliver, sólo será sin protección por esta vez, nada más por hoy ¿comprendes?

—Lo sé, pero también dijiste ayer que si el pequeño quería que fuera al natural en otras ocasiones  entonces podría seguir haciéndolo sin protección.

El ojiazul sonrió de lado. Oliver no era estúpido y tenía también que dejar claras las cosas.

 

—Hay muy poca probabilidad de que mi hijo quiera volver a tener sexo. —Miró de re ojo la computadora del pelinegro y volvió a sonreír —, y sí, esas ya son decisiones de Nicolás y no mías. Así que te encargaré la protección en exámenes, necesito una valoración de tu salud y la de él cada mes.

—Ya sabes que lo haré, haré lo que sea necesario para poder cuidar la salud de Nicolás.

— ¿En serio tanto te gusta mi hijo? ¿Lo cuidarás?

—Haré muchas cosas por él. —Sonrió al decirlo—, pero tienes que esperar.

—Sabes que todo se puede revertir, sabes bien que si veo alguna anormalidad todo acabara ¿verdad? —Chasqueó la lengua para poder advertirle.

—Lo sé. Gracias, gracias. —Le agradeció el más joven. Tomó una bocanada de aire y comenzó a ponerse de pie para  despedir a su amigo. El pelirrojo al verlo emocionado, comenzó a sentirse feliz también.

 

Sinceramente para Salomón, no había ningún problema. En esta ocasión todo estaba saliendo de lo mejor, sólo faltaba firmar el papel,  nada más eso y la  vida de casados entre esos dos hombres comenzaría…

 

—¤(`a94;a94;´)¤—

 

Yael respiró con agitación, observó el reloj y al detectar que las horas pasaban más rápido que de costumbre, fue a su casa. Eran las tres de la tarde  y la hora para firmar el papel estaba marcada para las cinco, así que lo primero que el pelinegro hizo fue darse un baño, y vestirse. 

 

Después de salir de la regadera comenzó a perfumarse, peinarse y tras verse al espejo mientras contemplaba su desnudes, lentamente comenzó a vestirse. ¿Cómo estaría Nicolás en estos momentos, a tan sólo unas horas antes de la boda? ¿Estaría bien? ¿Nervioso como Oliver? ¿Aburrido? ¿Molesto?...

 

Con desesperación comenzó a peinarse. Necesitaba un peinado nuevo, un nuevo look para poder verse bien para Nico, así que lo que Oliver hizo fue comenzar a desparramarse el cabello por todos lados, aprovechando así el largo que traía. El color carbón de su melena comenzó a verse mejor con cada cepillada. Se movió los cabellos con la mano extendida para poder darle un toque nuevo y quedó satisfecho cuando al mirarse al espejo pudo notar la diferencia.  

 

Había hecho un buen trabajo ya que él iría por su propia cuenta al lugar acordado porque  Salomón llevaría a su pequeño hijo, para  así poder tener todo bajo control. ¿Qué diría Nicolás cuando viera a Oliver? ¿Cómo reaccionaría? ¿Lo seguiría rechazando? 

 

Encendió la Audi para poder llegar a tiempo a la reunión dejando así  la casa sola y sin ningún trabajador para que  por la noche nadie los interrumpiera. Al terminar de firmar deseaba llevar al pequeño a casa, enseñarle la habitación y comenzar a actuar, pero no podía hacerse así, ya que después de la ceremonia lo que harían seria cenar y no irse a casa de inmediato.

 

Estacionó la camioneta y salió apresurado para poder encontrarse con los demás. Al abrir la puerta y entrar a la habitación donde se  firmaría el contrato, lo primero que observó fue el esbelto cuerpo de Nicolás. A pesar de su esfuerzo no logró llegar primero, no le quedó más remedio que ser el último.

 

Viboreó la postura del pequeño pelirrojo, se miraba realmente guapo con esos pantalones y esa camisa blanca que era idéntica a la suya. Lo que obviamente se podía observar a simple vista era esa mirada azulada que trataba de mirarse latente, pero que en realidad se miraba nerviosa y un poco distraída.

 

Y el corazón comenzó a latir con fuerza al acercarse a Nicolás. Lo miró con mucha presión para que él pequeño lo mirara también y cuando eso sucedió, el mayor abrió la boca para poder preguntar algunas cosas.

— ¿Sigues con los malestares? —Lo hizo tambalear un poco con el jalón que le dio a su corbata mal acomodada.

—No. —Mintió. Se encogió de hombros al sentir el toque del chulo aquel  y sin poderlo evitar se sonrojó. Se dio la media vuelta y fue a sentarse en uno de los sillones de piel que ahí había.

 

¿Por qué el menor tenía que estar presente? Si no firmaría nada, sólo observaría la infinidad de injusticias que su padre haría con él y nada más. Subió la mano hasta su rostro y comenzó a toquetearse las partes donde tenía los piercings. Los aretes ya no estaban, horas antes se los había quitado solamente para la boda,  para no hacer enojar al mayor y sí… el de la lengua y el ombligo también.

 

Dejó caer las manos en las rodillas y cerró los ojos para poder soportar el momento y competir contra sus nervios, los malditos nervios que lo mataban a cada segundo. Al abrir de nuevo los ojos se encontró con la mirada de Oliver, los hermosos ojos grises del pelinegro estaban brillando como nunca antes lo habían hecho,  también se podía sentir en ese brillo mercurio esa preocupación, esa preocupación que el mismo pequeño le provocaba.

 

Parpadeó con locura y se agarró el cabello con las manos extendidas. El rojo de sus cabellos lucia más claro que de costumbre, tanto que lo hacía ver más sexy y joven. Oliver sonrió al verlo ansioso y muy curioso, se acercó a él mientras traían el papel, se sentó a su lado y dejó que su voz lo tranquilizara un poco.

 

—Luces realmente atractivo, ¿Te hiciste algo en el cabello? —le preguntó mientras lo mirada más de cerca.

 

Esa pregunta le correspondía a Nicolás ya que Oliver era el que se miraba más guapo y joven. El pequeño se chupó los labios y sonrió haciéndose el natural.

 

— ¿Qué te hiciste tú? Se ve genial —Lo alagó—, se ve diferente, no pensé que tuvieras el cabello quebrado. —Se refirió a  las ondas hermosas y alocadas que se le miraban.

 

Levantó la mano y comenzó a tocarle el cabello con las yemas de los dedos para poder sentir su sedosidad y que ese aroma tan delicioso se le saliera con un simple toque. 

 

Y de nuevo el corazón comenzó a brincotear, ¿Por qué lo hacía? ¿Por qué le acariciaba el cabello? A él no le gustaban los hombres y en ese momento parecía ser diferente. Al verse reflejado en las pupilas grises de Oliver, se detuvo. Bajó la mano que antes se mantenía amansando la cabeza del pelinegro y con una mirada divertida y confundida comenzó a observar todo el lugar.

 

¿Por qué tienes que actuar así? Eres un estúpido Nicolás… y con ayuda de sus pensamientos comenzó a pelearse interiormente. ¿Qué más podía hacer? Obviamente no podía pelearse con Oliver en esos momentos, ya que él ni siquiera podía darse cuenta de los sentimientos que comenzaban a emanar del cuerpecillo del menor.

 

Ese miedo, ese dichoso miedo estaba dándose a conocer. Nicolás no sólo estaba a punto de caer rendido a los pies del desgraciado y alto marica, también se encontraba dispuesto a comenzar una buena relación con él cuando estuviera cien por ciento seguro de sus sentimientos.

 

Con la vista floja, Noah volvió a recaer en la mirada del excitado sujeto activo. Se podría asegurar que en esos momentos el pene de Yael comenzaba a endurecérsele con mucha facilidad gracias al toque anterior que el pequeño depositó entre sus mechones alocados de cabello.

 

— ¿Puedes volver a tocar mi cabeza de esa forma? — le pidió para poderse sentir mejor. No importaba donde fuera el toque, cada caricia de Nicolás significaba mucho para él.

— ¿Qué? —Se sobresaltó.

 

Bum, boom, los latidos del corazón le comenzaron a salir por la boca como si fueran chorros de alegría simulados a los arcoíris de colores. 

 

—Esto. —Tomó la mano de Nicolás  para llevarla de nuevo hasta su cabello negro. La dejó caer delicadamente en su cabeza y empezó a moverla para simular el toque que antes el pelirrojo le había dado —, se siente muy bien.

—Esto es muy embarazoso, dejémoslo así. —Apartó su palma y la escondió entre su pecho con un muy reconocido cruce de brazos. 

 

El mayor sonrió; el ojiazul sí estaba comenzando a cooperar y ciertamente también se miraba hermoso mientras lo hacía. 

 

La puerta se abrió, se trataba de un empleado de Salomón. El papel ya estaba sobre el escritorio esperando a que fuera firmado y todo lo que había ahí dentro se consumara. En realidad no sólo había un papel, estaban dos en un legajo, el primero era el del matrimonio y el segundo que se encontraba debajo de primero era el del reglado modificado que obviamente Oliver tenía que volver a leer para poder quedar conforme.

 

El mayor se puso de pie, sonrió y comenzó a leer los papeles en el orden correspondiente y al encontrar que todo se encontraba perfectamente bien escrito, comenzó a firmarlos. Por su parte, Nicolás se quedó paralizado, todo estaba sucediendo demasiado rápido ¿Por qué el maldito de Oliver leía las cosas con mucha agilidad? ¿Por qué no  le pensaba dos veces para firmar?

 

Diablos.

 

Todo terminó. Salomón dio su firma y en esos instantes, y  justamente a las 5:15 de la tarde Nicolás ya podía llevar los apellidos de su actual terror. Nicolás ya pertenecía al guapísimo empresario Oliver Yael Wolff Rudel.

 

Un torrente de emociones variadas le pasó por todo el cuerpo, Noah no sabía qué hacer después de esto, ya no podía huir y aunque tuviera suficiente dinero, no podía dejar todo como un cobarde. Alzó el cuello, miró a su esposo y los huesos  se le comenzaron a debilitar al grado de no poderse parar del sillón.

 

—Felicitaciones hijo. —Salomón fue hasta el menor para abrazarlo. Necesitaba que su precioso hijo sintiera y viera la realidad de las cosas, ansiaba que Nicolás lo entendiera y no lo odiara al día siguiente —. Lo disfrutarás, lo sé. Oliver es una persona impresionante, aun así, ya sabes que  tienes a un padre para que puedas decirme lo que no te parece ¿sí? —Le habló al oído para poder sacarlo de la tensa esfera de miedo que lo rodeaba en una capa transparente.

—No sé si agradecerte o patearte los huevos, papá.

—No digas nada. —Rogó con tono deforme. Tomó a su hijo de los hombros y le sonrió en grande.

 

Le dio un estrujón y el tiempo se pasó volando, Oliver llegó en ese momento, tomó a Nicolás del brazo y comenzó a jalarlo para poder hablar en privado con él. Lo abrazó con fuerza, al sentirlo, Nico se estremeció como siempre lo hacía. Tragó una enorme bocanada de aire y se dejó manipular por ahora su esposo.

 

—No te arrepentirás —pronunció entre sus cabellos—. Te quiero.

—Cuida de mí —Nicolás pronunció las primeras y tal vez únicas palabras románticas que le diría. Alejó poco a poco su cuerpo y se metió las manos en los bolsillos para poder marcharse primero, la situación lo incomodaba y demasiado, además se encontraba cerca su padre y no deseaba que lo viera entregado al cien por ciento como todo un maricón.

 

Después de salir de aquel lugar, Salomón los encaminó hasta un muy buen restaurante donde cenaron temprano para poder sentirse más relajados. En la cena tocaron temas interesantes como el enlace que abría entre Salomón y su pequeño hijo, también hablaron de dinero y de la serie de cosas que los recién casados podían hacer. Entre las actividades que proponía el pelirrojo mayor se encontraban ideas fantásticas como salir de viaje, ir a acampar, construir su ambiente matrimonial con fotos, regalos,  nuevos objetos, muebles…

 

Y sí, sonaba tentador, tanto que hasta el ojiazul se emocionó. Sinceramente no había pensado en todas las cosas que podía hacer junto a Oliver, por su miedo ni siquiera se había dado el tiempo de pensar más a fondo en la situación. Escuchar la palabra matrimonio no le parecía bonito, pero sí interesante, al fin de cuentas Nicolás no se encontraba preparado para enlazarse matrimonialmente con alguien, pero como Oliver ya tenía una edad madura, entonces poco a poco pensaba madurar con ayuda de él.

 

Aunque fuera doloroso aceptarlo, a Nico le agradaba la idea y le parecía interesante comenzar una relación amorosa homosexual. Aunque sintiera atractiva la atmosfera, no todo se haría con rapidez, ya que el pelirrojo tenía que probar y aceptar las cosas buenas y desagradables para poder descartar o seguir con una vida feliz.

 

Sin embargo, pretendía poner sus propias reglas para poder dominar en gran parte a Oliver ya que deseaba realizar la profesión que su padre no se atrevió a aceptar y necesitaba del apoyo de su esposo. Necesitaba que éste metiera las manos al fuego por él, que lo defendiera y cuidara como si fuera lo más valioso de su vida.

 

Con astucia sonrió, miró a los ojos a Oliver y los nervios comenzaron a disminuir, sólo por ese momento, ya que se encontraban acompañados y no en una habitación con las puertas y ventanas cerradas. Pero, por desgracia Salomón decidió irse a casa para poder dejar a los recién casados a solas, así que tomó sus cosas y se despidió para no interrumpir más.

 

Ahora solamente quedaban los dos, en esos momentos sólo estaban esos dos hombres, uno con instintos bestiales, mientras que el otro con un miedo tremendo por esa  espesa capa de aire caliente y sofocante.

 

Oliver sonrió de lado con una malicia increíble, pagó la cuenta del restaurante y llevó a Nicolás hasta la camioneta. Le abrió la puerta, le puso el cinturón de seguridad como si fuera un niño estúpido y sin pensarlo por mucho tiempo, manejó para poder llegar a su casa.

 

El tiempo, el maldito tiempo… los minutos, la oscuridad, el calor de su cuerpo, y la tentación a un lado de él lo hicieron extasiarse. Oliver tenía que cazar, era hora de tomar lo que le pertenecía. Entró a su casa, hizo pasar a su acompañante y al tenerlo ya entre su ambiente, lo tomó del brazo para poder mostrarle la casa.

 

Antes no pudo hacerlo, pero lo que ahora le interesaba era la habitación, su nido, su enorme y secreto cuarto de amor. Subió las escaleras, caminó hasta una puerta enorme, jaló el pomo y le dio un empujoncito al menor para que entrara.

—Esta es nuestra habitación, anteriormente dormía solo.

— ¿No has traído a nadie aquí?

—No pensé que te interesara. —Nicolás tragó saliva—.Y no, en esta habitación la única persona que ha entrado aparte de mí, eres tú. Bueno sólo mi empleada, pero yo me refiero al tema… —Le hizo señas para que comprendiera.

— ¿Tenemos que dormir juntos? ¿Puede sólo ser esta noche?

—Las otras habitaciones no están a tu alcance, me refiero a que no tienen el ambiente que te mereces. Soy un hombre ocupado y como nadie familiar vive conmigo, entonces no arreglo los otros cuartos. ¿Por qué? ¿Tanto te desagrada?

—Es solamente que tengo manías para dormir, bueno, mejor dicho, tengo mi manera para dormir —le aclaró.

— ¿Roncas? ¿Eres sonámbulo?

—No. —Comenzó a reírse sin parar al escuchar las locas ideas de Oliver—. Es sólo que estoy acostumbrado a dormir con un oso de peluche.

—Odio los osos. —Se negó sin aún gritarle un NO en la cara—. Odio ese tipo de cosas ¿Por qué duermes con eso? Creo ya estás grande.

—Lo necesito —Se encogió de hombros al decirlo —, espero lo aceptes— miró hasta la cama y se quedó paralizado.

 

Prácticamente no tenía nada más qué decir, no tenía para dónde correr y lo más extraño de esto es que no tenía ganas de huir. Joder.

 

Su vista fue interrumpida por la presencia del pelinegro, el ojigris se puso al frente del menor, lo observó con muchas emociones juntas, jaló de su corbata y lo besó.

 

El toque fue tan lento que provocó un montón se sensaciones en el gatito, el pequeño no lo correspondió, sólo dejó que Oliver lo acorralara y lo sedujera  a su manera. Cerró los labios con fuerza para no dejar entrar la insistente lengua de su acompañante, pero luego fue relajando la quijada.

 

Oliver se separó al no ver reacción alguna, ladeó la cabeza y sí… tenía otra opción y esa era tomar al pelirrojo a la fuerza. Sin embargo, aún tenía que insistir ya que  no deseaba tener una aventura con él, lo que realmente deseaba era hacerlo suyo de la mejor manera para poder disfrutarlo de todas las formas posibles.

 

Así que volvió a comportarse insistente, añadiendo unos cuantos toques para hacerlo reaccionar. Con la mano derecha le aguadó la corbata a Nico y al apartársela por completo, emprendió paso para desvestirlo. Desabotonó la camisa mientras seguía rogando por los besos del pelirrojo, y siguió con su ropa. Se desnudó por la parte de arriba y con un simple manotazo comenzó a apartarse el cinturón para dejar libre la dolorosa erección que ya no podía respirar más. 

 

Soltó un gemido ahogado al sentir el blanquecino cuerpo de su pequeño chocar contra su pecho desnudo y acelerado. Cerró los ojos, tomó del cuello a Nicolás y comenzó a insistirle de la mejor manera. Profundizó un beso no correspondido, bajó las manos hasta su cintura y con un sólo apretón hizo golpetear su entre pierna con la del pequeño. Desparramó los dedos por toda la espalda del ojiazul y fue ahí, en ese momento, cuando Nicolás sintió la necesidad de corresponder a los besos de Oliver.

 

Abrió la boca, y dejó que el hermoso beso se profundizara como debía ser. El pequeño no se encontraba en condiciones para responder con facilidad ni mucho menos con rapidez, así que le costaba mucho trabajo cooperar con Oliver.

 

Obviamente, tampoco deseaba que su primera vez fuera feroz y desastrosa. En ese caso tendría que esforzarse y disfrutar como le había recomendado su mejor amigo. En esos momentos Tomás tenía razón, se sentía delicioso sentir la ansiedad de un hombre guapo rogando por más, por una caricia, por un beso…

 

Al sentir que la lengua de su querido Nicolás se encontraba libre de perforaciones, Oliver sonrió. Recordaba que lo había regañado con anterioridad, y  eso lo hizo sentirse un gran dictador. Abrió los ojos, al mirar a Nicolás excitado y con el corazón exaltado, se separó de él, le manoseó la cadera y con mañas simples, le desabrochó el pantalón para poder tenerlo cien por ciento desnudo frente a él. 

 

Miró su cuerpo, su piel, remojó su labio inferior con la puntita de la lengua, tomó a Nico de la muñeca y lo dejó caer en la cama mientras salvajemente se posicionaba sobre él. Lo miró a los ojos por unos segundos, bajó la mano y al tocar el pene del pequeño se encontró con una novedad muy buena, Nicolás no sólo tenía el cabello rojo, también el rostro y por culpa de la enorme erección que le llenaba y sobresalía de la mano de Oliver.

 

El mayor nunca pensó que un jovencito tuviera una verga bien proporcionada y hasta madura. El glande se encontraba demasiado libre del prepucio y no había necesidad de hacer que esa cabeza de pene pudiera salir completa ya que se  encontraba de esa manera.

 

El largo era un poco menor al de Oliver, la anchura era más pequeña y lo duro podía competir, ya que los dos se encontraban demasiado erectos como para escoger a uno. 

 

El pre-semen comenzó a salir. El líquido transparente comenzó a llenarle y escurrirle por todo el tallo, haciendo así que el pedazo de carne se remojara y pudiera ser masturbado con más facilidad.  Nicolás cerró los ojos y hundió la cabeza entre las almohadas para no ver la acción ya que le provocaba una lucha emocional muy grande para poder preferir un sexo en particular.

 

El vaivén comenzó. Oliver extendió la mano, agarró el falo y comenzó a subir y bajar lentamente. La pelvis de Nicolás se elevó al mismo nivel que la masturbación, para pedir más y así no correrse tan rápido.

 

Al mirarlo angustiado y realmente excitado, Oliver bajó hasta los labios de su pequeño para volver a besarlo. Tenía que disfrutar porque tal vez al día siguiente no sería lo mismo. Pasó la lengua  por la barbilla del ojiazul, y bajó hasta sobarle la manzana de adán, creó un caminito de saliva ligero, llegó hasta el pezón derecho y comenzó a remojarlo con la lengua.

 

Rodeó en círculos la tetilla rosada y mordisqueó la punta con ayuda de los dientes, estiró el pezón y masturbó con más rapidez. Dejó estancado el dedo índice en el agujero uretral y lo sobó con morbo para poder hacerlo gemir más fuerte. Movió el dedo lentamente hasta tener el glande en medio de la palma de la mano, la cerró y deslizó hacia abajo para seguir marcando el ritmo de la masturbación.  Nicolás jadeó, aplanando los ojos ante la sensación y demostrando su miedo a la vez. Era imposible que su miedo se fuera tan rápido, pero Oliver decidió trabajar la emoción que sentía, buscando acariciarlo con más delicadeza.

 

Depositó un lengüetazo lento y húmedo por el otro pezón y detuvo los vaivenes de la mano. Nicolás impulsó la pelvis, y los testículos comenzaron a hormiguearle. Apretó los dientes, meneó la cadera y al sentir de nuevo la mano de Oliver acariciarle con ansiedad, se corrió. Eyaculó en un tono transparente blancozo, y con un espesor natural.

 

El pelirrojo respiró con dificultad, disfrutó el orgasmo, se agarró la cara con las dos manos y bajó hasta su abdomen para acariciarse y calmar los calambres que aún estaban latentes saliendo y entrando. Abrió los ojos y al ver el rostro de su esposo demasiado cerca, lo besó. Alzó el cuello, elevó las manos hasta la espalda de Yael y comenzó a abrir las piernas para poder ser penetrado.

 

Por primera vez lo deseaba, por primera vez lo anhelaba. Eran esos besos, esos toques que lo hacían sentir especial y amado, era Oliver, sólo él.

 

Sin querer hacerlo, Oliver dejó de corresponder el beso. Lo tomó de la cadera con las dos manos y  con ayuda del semen ya derramado con anterioridad, llenó su dedo índice y comenzó a dilatar el esfínter del menor. No podía olvidar que Nicolás era virgen y podía ser doloroso, muy doloroso para él.

 

Dejó caer el pulgar en el ano, estremeció el dedo varias veces y al sentir la pulsación que yacía de la pequeña entrada de Noah, se saboreó. Le abrió más las piernas y metió el  dedo  de en medio con lentitud. El ano del pequeño absorbía su dedo, se lo tragaba por el exceso de excitación que de ahí salía, era realmente impresionante poder sentirlo de esa manera. 

 

Nicolás no pudo evitar lloriquear por culpa de la primera sensación, era como si le partieran el culo, como si la piel se le rompiera lentamente como una hoja de papel. Se llevó de nuevo las manos  a la cabeza y comenzó a alucinar, a llorar en silencio mientras Oliver lo penetraba con  ahora dos dedos a la vez.

 

Realmente dolía, pero ese dolor fue extinguiéndose cuando las penetraciones comenzaron a repetirse constantemente haciendo que su interior reaccionara. Aún no metía el pene y ya se encontraba con ganas de correrse por segunda vez en esa noche, joder. ¿Cómo se pondría con un pedazo de carne pulsante y caliente? ¿Cómo se sentiría tener un pene excitado entre las piernas y entrando una y otra vez?  Lo descubriría…

 

El esfínter llegó a una dilatación considerable, Yael apartó los dedos y con un sencillo movimiento penetró lentamente lo que ahora le pertenecía. Nicolás se quedó mudo, se sonrojó al sentir la primera calada y apretó los dientes para no llorar de nuevo.

 

No se podía comparar un pene con dos dedos, claro que no. Si con los dedos había llorado, pues con un pene no se podía controlar. El calor del pene de Oliver lo hacía pedir por mas, tanto que  hasta tenía miedo de sentirse como una puta barata. 

 

Penetró con rapidez haciendo que los sonidos húmedos comenzaran a percibirse  por doquier. Se dejó caer sobre el cuerpo de Nicolás, le robó el aliento con un simple rose de labios abiertos, lo miró a los ojos, desvió la mirada hacia sus pecas, hacia sus labios, su nariz, sus orejas  y lo besó descontroladamente haciendo que sus pechos acelerados fueran al mismo compas. 

 

El pequeño pelirrojo subió las piernas hasta la cintura del mayor, lo abrazó con fuerza y palpó su piel con desmedidos agarres no ideados con anterioridad. Se retorció desde abajo y comenzó a gemir al sentir de nuevo ese estúpido hormigueo en los testículos. Oliver se encontraba penetrando y estimulándole la próstata, y eso se sentía realmente delicioso.  

 

Metió las manos para separar un poco el cuerpo de Oliver   y comenzó a masturbarse de nuevo. Su pene comenzó a temblar al igual que el de su esposo, Oliver estaba por correrse, lo supuso cuando sintió que su falo temblaba y el líquido seminal viajaba por todo el ducto uretral para poder explotar por todas sus paredes anales.  Apretó los labios al sentir el calor del semen que Oliver había depositado en el interior. Gimió cuando de su pene también salió de nuevo ese líquido salado  y tibio, cerró los ojos con fuerza y tranquilizó su esfínter que seguía carcomiéndose la pesada polla de Yael.

 

El pelinegro dejó caer los brazos en los costados de la cabeza de Nico, a la vez que hizo chocar sus labios con los suyos, perdiéndose así en el último beso de la noche.

 

Notas finales:

 

 


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