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~ Casado con un hombre ~ por Monnyca16

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Capítulo 10

 

“Llévame contigo”

 

Las persianas se encontraban cerradas, el ambiente permanecía ligero, fresco y oscuro. El reloj despertador marcaba una hora muy temprana, eran las siete de la mañana de un sábado muy escalofriante para Nicolás. Las sabanas de la cama  acobijaban al pequeño tenuemente, las almohadas le servían de apoyo para seguir descansando, mientras que  con el dolor de su interior seguía dormido.

 

Mirando hacia otro ángulo, en la misma cama se encontraba el pelinegro, el sensual ojigris que había hecho gritar y gemir una y otra vez al adolescente pelirrojo. Oliver mantenía los ojos bien abiertos mientras seguía acariciando con la vista la piel desnuda de su pequeño Nicolás.

 

El brillo de sus ojos se agitó cuando el pequeño dormilón comenzaba a moverse. Al parecer a Nicolás le encantaba moverse mientras dormía o era que necesitaba  su osito de peluche como antes le había mencionado a su esposo. Oliver observó cada milímetro de su extensión, la piel de Noah se encontraba realmente divina, el color de su tez era muy lechoso y claro, sin olvidar las pecas que le cubrían los hombros, nariz y espalda. Ese pequeño se miraba absolutamente bellísimo y en este mundo no había nadie que pudiera dudar de aquello.

 

El mayor levantó la mano izquierda, miró la barriga descubierta del pequeño gatito que había sido descubierta segundos atrás por culpa de él mismo, entrecerró los ojos y dejó caer su enorme y delgaducha mano sobre el no tan marcado abdomen de Nicolás. Al sentir el toque caliente, Nico se retorció de nuevo.

 

— ¿Te ha gustado? —Le preguntó al oído al notar que el pequeño estaba despierto y muy tenso.

—No sé a qué te refieras. —Nicolás tomó la mano de su esposo para apartarla de su barriga, pero como siempre no pudo contra Oliver. El hermoso pelinegro  se enganchó más de la barriga de su amado pecoso, retándolo a la vez,  ya que  no deseaba dejarlo ir.

—Anoche, a lo que hicimos anoche. —Le recordó. Le mordió el lóbulo y ronroneó  deseoso de más.

—No, nada de eso me gustó. Fue realmente asqueroso, no quiero volver a hacer eso.

— ¿Eso? ¿Eso? Hicimos el amor, mi vida. —Lo reprendió. Dejó caer sus labios en la mejilla de Nicolás y siguió regañándolo—. Anoche no parecía así. Si lo disfrutaste sólo dilo.

—En primera, no quiero que vuelvas a hablarme con cursilerías. Anoche solamente fue algo que hice por obligación. —Se justificó—.  No me gustó, no me gustará y punto —musitó, mintiendo.

 

A decir verdad el pequeño Nicolás había disfrutado y mucho, tanto que no podía encontrar una buena explicación para aquello. Sinceramente necesitaba  a su amigo Tomás para poderle contar todo y sacar conclusiones, unas muy buenas conclusiones. 

 

—Entonces tendremos que tratar de nuevo hasta que te guste.

 

Y fue entonces cuando el cuerpecillo del menor se sintió atacado por el magnético cuerpo de su esposo. Las chispas comenzaron a recorrerle el cuerpo, era esa corriente, esa estúpida corriente que lo hacía sentir realmente excitado. 

 

—Tengo que ir a la escuela, déjame ir. —Detuvo sus azules ojos en las orbes grises de Oliver, se sonrojó y no pudo más. Nicolás se encontraba de nuevo entre la espada y la pared.

—Hoy es sábado, no tienes clases.

 

«Joder. Estúpido Oliver, estúpida escuela, estúpido sábado», Nicolás comenzó a maldecir en su interior. 

¿Por qué no recordaba que era sábado? ¿Por qué? , ¿Por qué?, ¿Por qué? Ahora había quedado como un cobarde y frente a su marido. Estúpido Oliver que pensaba con más rapidez.

 

— ¿Por qué haces esto? Ayer me obligaste a hacerlo, me obligaste a hacer algo que no quería. ¿Te encanta esto? ¿En serio te gusta hacerme sentir una mierda? —El pequeño le preguntó.

—No te violé,  Nicolás —Se lo recordó—, eres mío, mi esposo. Debes cumplir con algunas de tus obligaciones.

—Pero lo acabamos de hacer ayer, ¿Hoy también?

—Y ¿Por qué no? Supongamos que es nuestra luna de miel.

—No es nada de eso, no lo puedo suponer.

— ¿Qué es lo que no te gusta? Puedo cambiarlo. —Noah tragó saliva al escuchar eso—. Dime qué es lo que no te gusta de mí y lo cambiaré.

 

«Esa es una oportunidad demasiado buena, genial…»

 

—No seas ridículo. No quiero tener sexo de nuevo, es agotador, es asqueroso y… —No pudo seguir hablando; Oliver lo calló con un suave beso en los labios.

— ¿El tamaño de mi pene no te gusta? —Cuestionó sobre sus labios.

 

Nicolás se sonrojó. Sinceramente no era nada de eso, el tamaño de su pene era realmente agradable.

 

—No tengo vellos, lo has visto. No me gustan los vellos entre el pene. —Le platicó. Nicolás entrecerró los ojos al escuchar eso, no pensaba que Oliver fuera tan asquerosamente cursi y sí, era cierto, el mayor no portaba vellos púbicos.

—Acaso ¿No te gustan mis besos? —Le sopló entre los labios. Nico se encogió de hombros —. ¿Qué es? Dímelo.

—No me gustas, no te quiero. —El estómago se le revolvió. No era que fuera tan malo, pero la verdad era que sólo le había gustado el sexo y nada más.  Nicolás aún no podía ver con otros ojos a su esposo. Se le hacía atractivo, se ponía nervioso cuando estaba con él y le tenía miedo, pero la explicación a todo eso es porque lo veía  como un superior y nada más.

—Eso fue un golpe bajo —murmuró el otro.

Oliver sabía que el pequeño no lo quería, pero pensaba hacerlo cambiar de opinión después de su primera vez. Sin embargo no fue como el tanto había soñado.

Nicolás supuso que la había regado, así que prefirió añadir:

—No tienes que cambiar nada…  

—Báñate, cámbiate con alguna ropa mía que encuentres por ahí y sal a almorzar. —Lo interrumpió. Se apartó de Nicolás y comenzó a caminar desnudo por toda la habitación para poder salir lo más pronto posible de ahí. Agarró su bata, se cubrió con ella, y  sin mirar atrás,  se marchó de la habitación.

 

—Estúpido, estúpido Oliver ¿Por qué te vas así? ¡Berrinchudo! —gritoneó al oír como el enojón azotaba la puerta al salir —. ¿Ahora yo tengo la culpa? —Comenzó a pelear solo —. No, no tienes que ser tan estúpido. Estúpido chico malo. —Se paró de la cama, buscó ropa en los cajones de Oliver y al encontrar algo que le gustara, fue hasta la regadera de la recamara y se comenzó a duchar.

 

Algo que tenía que hacer inmediatamente era traer toda su ropa, y sus cosas hasta la casa de Oliver. Aún faltaba mucho por hacer.

 

Después de una ducha larga y traumante para él, salió a vestirse y a peinarse para comenzar un sábado animoso y bueno. Hablando de la ducha lo más asqueroso que pudo haber visto fue ese líquido seminal que aún le brotaba de entre las piernas, y como siempre, su curiosidad fue tanta que se llevó las manos hasta el ano, lo acarició y se lo talló bien para poder apartar el olor y la humedad que seguía yaciendo de su interior.

 

Al salir del cuarto ya vestido y bien duchado, en el pasillo se encontró con Oliver. El pelinegro estaba ya bañado y cambiado, lo más probable era que tal vez su ducha la había  tomado en otro baño y la ropa de otro closet. Lo más impresionante era que su vestimenta era como si fuera a trabajar.

—Puedes hacer sentar en la mesa a quienes quieras —Oliver le avisó—. Me iré a trabajar.

— ¿Trabajar? —impresionado por la noticia, Nicolás quiso corroborar preguntándole.

—Sí.

— ¿En sábado? —Le preguntó como si no quisiera que se fuera. Oliver sonrió de lado.

—Así es. Además es bueno para ti ¿No? —El minino se quedó en blanco—, así no me verás en unas horas…estarás muy feliz.

 

Las palabras que decía Oliver sonaban tan naturales que Nicolás se sintió realmente triste. Sentía culpa, mucha culpa. Si no se hubiera portado mal con Oliver, entonces él no estuviera a punto de irse a trabajar.

— ¿Entonces te vas a trabajar  porque…?

—Es hora de irme. —Lo hizo callar. Caminó hasta las escaleras y las bajó con rapidez. Después de esas palabras el pecoso no volvió a ver a Oliver.

 

Con mucha desesperación, el menor bajó las escaleras, buscó a la empleada de servicio y la comenzó a cuestionar con amabilidad.

 

— ¿El señor va a trabajar también los sábados? —Esa fue la primera pregunta.

—No señor, él no va a trabajar los sábados.

— ¿Me está diciendo la verdad?

—Sí, señor. —Ella  asentó.

 

Nicolás comenzó a sentirse más triste. ¿Oliver se había ido de casa  solamente porque no lo quería? Que infantil.

 

 

—¤(`a94;a94;´)¤—

 

El sol comenzó a salir, el reloj marcaba una hora muy aburrida para Nicolás: dos y media de la tarde. Lo único bueno de este día era que el pequeño había invitado a su amigo Tomás a su nueva casa para poderle platicar sobre su noche de bodas, sobre el comportamiento de su esposo y además pedirle que lo acompañara  a su casa por su ropa y cosas materiales.

 

— ¿Hiciste el amor con él y luego por la mañana le dices que no lo quieres? —Tomás comenzó a reprenderlo —, eso no se hace. No se hace. —Le dio un zape para que comprendiera la gravedad de la situación.

— ¿Qué querías que le dijera? No lo quiero —gritoneó.

— ¿Te gustó? ¿Te gustó el sexo?

—No estuvo nada mal —confesó—, pero  eso no quiere decir que lo quiera. Aún no siento nada por él.

—Entonces ¿Eso quiere decir que puedes amarlo con el paso del tiempo? —Lo interrogó.

Nicolás tragó saliva. No se esperaba esa pregunta y realmente tampoco tenía una respuesta a eso.

—No es tan mala persona, es posible. —Dio esperanzas—. Pero si él se comporta como un estúpido,  entonces no podré ceder.

—Suenas tan asquerosamente cursi. El matrimonio te está sentando bien. —Su amigo  se burló en alto.

—Tomás, él es muy cursi. Oliver dice muchas cosas cursis, no sé cómo puede decírmelas a mí.

—Te quiere, te quiere, entiéndelo Nico. —Se emocionó al decirlo—. La cama es grande —añadió. Extendió la mano para poder hacerlo reaccionar.

 

En ese momento se encontraban en la habitación de los recién casados y todo parecía ser una broma de muy mal gusto.

—No sólo la cama, la casa es muy grande. —Corrigió Nicolás.

— ¿Me estas presumiendo? —Sonrió de lado mientras seguía mirando por toda la nueva habitación de su amigo—,  te has ganado la lotería, Nico,  deberías disfrutar. —Lo tentó —. Oye y ¿En qué posición lo hicieron?

—No sé… sólo sé. —Calló  por unos segundos para poder recordar —. Me acorraló, me dilató, me abrió las piernas y se dejó caer por completo para poder…

— ¿La tiene grande, verdad?

— ¡Tomás! ¿En serio te interesa?

 

El rubio se comenzó a reír.

 

—Tengo que saber si mi amigo tiene cosas buenas para disfrutar. —Se justificó. Nicolás sonrió de lado y se sonrojó al recordar el cuerpo de su esposo.

—La tiene grande, y gruesa. —Comenzó a describir—. Es cálido.

—Cuéntame más. Dime como es de cuerpo… como se ve cuando está excitado, es que me da mucha curiosidad… él se ve muy serio y seco —dijo Tomás,  incitando así a su amigo para que le contara más.

—Los ojos le brillan cuando está excitado, suda en frio cuando está agitado, su piel es suave, realmente tiene buen cuerpo, además no tiene vellos en la entre pierna, es muy limpio en ese aspecto.

—Joder. ¿Qué más?

—Besa bien. —Alzó la vista para poder pensar más a fondo —. Es  muy apasionado, le gustan mucho los besos de lengua.

— ¿En serio?

—Sí, al parecer sí. Además se enciende muy rápido, se le pone dura con rapidez y eso es algo bueno, supongo. Pero ya no hablemos de eso, mejor acompáñame a casa para ir por mis cosas.

—Vale, vamos. —Su amigo accedió.

 

Los dos bajaron rápidamente las escaleras, fueron hasta la puerta de salida, pero no pudieron salir de casa ya que Oliver se apareció de repente. El pelinegro se miraba ansioso y con un rostro paralizado.

—Llegaste… —Nico le dio la bienvenida.

—Me iré en unas horas más.

— ¿A dónde? —Le preguntó confundido y con esa miradita que lo caracterizaba como un chico nervioso.

—Saldré del país. —Se desabrocho la corbata mientras buscaba con la mirada a la muchacha de servicio.

— ¿Del país? ¿A dónde? ¿Por qué?

—A Francia; trabajo —le contó mientras miraba a su pequeño a los ojos.

 

El mayor se dirigió hasta Tomás, le extendió la mano para saludarlo y el rubio como cortesía estrechó su mano con la de su “cuñado”.

— ¿Estaré solo? —El ojiazul se atrevió a preguntarle.

Oliver sonrió de lado y asentó.

—No puedo sacarte del país por ahora. Espero no tardarme mucho tiempo.

— ¿Qué? —Nicolás siguió pidiendo una explicación.

—No puedo sacarte del país, estarás solo hasta que regrese. —Le repitió lo mismo que antes —. Tengo que solucionar unos problemas que se dieron, haré mis maletas y es posible que llegue el viernes de la otra semana.

— ¿Qué se supone que haré yo solo? —El menor comenzó a gritonear. 

 

Le valía una mierda que su mejor amigo estuviera escuchando sus berrinches de loco, pero no podía quedarse sin ninguna explicación más profunda. No, no… el desgraciado de Oliver no podía dejarlo solo tanto tiempo y menos en momentos como estos.

 

—Vamos. ¿Qué más te da si me voy? Piénsalo, Nicolás. —Pronunció su nombre con un toque molesto. Rodó los orbes grises y fue directo a las escaleras para poder ir a empacar.

 

Las piernas, los brazos… el alma, todo… absolutamente todo en Nicolás parecía temblar. Los latidos del corazón se le salían por la garganta como brotes de lágrimas seguidas. ¿Qué mierda estaba diciendo el estúpido de Yael?

— ¿Estás estúpido? ¿Por qué no se lo reclamas en privado? —Tomás opinó al ver el ambiente muy tenso.

 

Oliver se había ido a su recamara y los dos pequeños estudiantes se encontraban en la puerta de salida y entrada de aquella mansión. No podía ser posible que a Oliver le valiera una mierda dejar solo a su esposo,

 

Pero, sinceramente a Oliver no le valía mierda eso, es más… a él le dolía dejar a su pequeño minino en casa solo. Algo que no se podía olvidar eran esas reglas que Salomón había puesto con anterioridad, y una de esas reglas era no sacar al pequeño del país durante su “luna de miel”  o mejor dicho noche de bodas.

 

Oliver tenía que pensar fríamente las cosas, apenas ayer el matrimonio se llevó a cabo, sacar al pequeño un día después haría que las reglas propuestas antes se rompieran o mejor dicho se pusieran en peligro, ¿Qué debía hacer?  La única salvación era hablar…

 

Con las piernas débiles, Nicolás subió las escaleras a como pudo, llegó a la puerta y pensó un poco antes de entrar, pero ya no había marcha atrás, ya todo estaba desatado.

 

— ¿Qué mierda se supone que haces? ¡Eres mi esposo y tienes que cargar conmigo a donde quiera que vayas! —Nicolás gritó  en alto después de jalar el pomo de la puerta. 

 

El corazón se le estrujó de una forma alarmante; nunca antes se había enojado  tanto como en esa tarde. 

Notas finales:

Ahí me dicen que tal... :)


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