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~ Casado con un hombre ~ por Monnyca16

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Notas del capitulo:

Aquí les dejo, mañana, o mejor dicho, más tarde les subo el otro. Saludos

Capítulo 35

“Un paso más hacia adelante”

De camino a casa, Nicolás llamó a Tomás, avisándole que era probable que llegara muy tarde, pero que sí asistiría a la Gran fiesta. Su mejor amigo no se molestó; sabía que Noah ya era un adolescente casado y que tenía que ir hacia donde su marido fuera. Así que sólo  dijo que sí, relajando de esa manera al pelirrojo.

Poco después de bromear con Tomás y cantarle las mañanitas por celular, colgó.

—¿Entonces vamos a llegar temprano? ¿Me vas a acompañar a la fiesta de Tomás? —Prestándole atención a sus agujetas desatadas, le preguntó.

Oliver se relamió el labio, confuso y sin una respuesta todavía.

—Supongo que sí —contestó, asomándose por el espejo retrovisor y detectando que estaba saliendo mucha gente de un lugar muy pequeño.

—No supongas, dame una respuesta concreta. —Nicolás se alzó de hombros, sintiéndose inquieto y muy  irritado. No quería faltar a la fiesta de Tomás y Oliver debía entenderlo.

—Si quieres ir a la fiesta de tu amigo entonces lo harás —musitó—. Me estás cumpliendo en esta salida, así que yo también cumpliré la tuya.   

Oliver pisó el acelerador y se adentró al carril de máxima velocidad, provocando un mareo en Nicolás. El tonto de Nico para sucumbir el malestar, comenzó otra plática, pero más privada, más íntima. Debía aprovechar que estaban solos y que el tiempo valía oro, así que comenzó:

—Oye… y ¿Qué te gusta de mí el día de hoy?  

El cuestionamiento tomó por sorpresa al conductor. Yael dio vuelta a mano izquierda y pensó un poco para responder a esa pregunta. Noah se miraba tan bien el día de hoy que era difícil decir sólo una cosa.

—La manera en que te mirabas al espejo me gustó mucho —articuló, decidiéndose por esa característica.

Nicolás resopló con mucha confusión. ¿Estaba hablando en serio? ¿Eso le gustaba? No podía creérselo; otra gente diría algo físico, pero su marido dijo algo muy poco común y algo simple. 

—¿Qué?

Acariciando el volante con la punta de los dedos, Yael respondió:

—Cuando te miras al espejo, renegando o alagando tu atuendo, me hace saber que eres un vanidoso de primera y aunque no me guste mucho la gente vanidosa, tú eres la excepción —espetó con simpleza, alzando su ceja derecha al concluir con su literal explicación.

—Yo pensé que dirías que mis ojos, labios, pómulos, mi ropa, o las nalgas, pero sales con esto…eres muy extraño —se quejó el pequeño.

Oliver sonrió, complacido.

—Es que depende del momento. De igual manera me gustas todo, me gusta todo tu aspecto físico, tus habilidades, tus tonterías, incluso me gusta que grites, claro, hasta cierto punto —murmuró lo último, dedicándole una mirada potente.

Sus orbes se conectaron, brillando con un extraño interés. Noah habló para romper el vínculo que sus irises hacían, preguntando:

—¿Y qué es lo que no te gusta de mí?

Los labios de Oliver se transformaron en una sonrisa, una muy amplia.

—Que fumes, bebas alcohol, hagas travesuras, y que siempre me hagas pedir disculpas primero —dijo, haciendo más énfasis en la última cuestión. 

Las cejas del pelirrojo se fruncieron, viéndose enfermizas. Luego de esa respuesta el enano se quedó pensando hasta encontrar un buen cuestionamiento. Después de pensar en el principio de su relación, decidió preguntar algo muy importante, quizá lo más importante hasta el momento.

—¿Cómo supiste que yo accedería como sujeto pasivo? —Observó sus manos al preguntarlo, viendo como éstas estaban temblando por los nervios que esa interrogante le causaba. No le gustaba hablar mucho sobre el tema sexual, pero era importante saber cómo era que él era el pasivo y Oliver el activo a la hora de follar, aunque al final de cuentas sabía que sólo realizaban esos roles a la hora del coito, ya que cuando estaban conviviendo los dos eran muy equitativos… o eso creía.

—Es lógico, nuestra complexión, edad, y estatura… Eso lo dijo todo —explayó con seriedad, mirando al pecoso con el rabillo del ojo.

Al escucharla, Noah también coincidió. Había pensado en lo mismo, además no se imaginaba penetrando a Oliver… eso sería demasiado extraño.

Por otra parte, el pequeño Nicolás visualizó el momento para poder seguir con sus preguntas, pero no sabía si lo que preguntaría sería bueno, claro, considerando que su esposo se encontraba manejando. Así que se quedó callado por unos minutos, esperando a que llegaran a casa, inclusive esperó hasta que Oliver apagara el motor para poder abrir su gran bocota. Se agarró fuerte del asiento, miró al hombre que cuidaba de él y luego continuó con un cuestionamiento muy interesante.

—¿Cuánto le pagaste a mi papá para firmar el contrato? O ¿Cómo fue que ese contrato con una lista de reglas se formuló?

El estómago de Oliver se apretó ante esa pregunta. Realmente no se la esperaba. Se suponía que Nicolás no debía saber sobre el contrato que tenía el listado de reglas, aunque no tenían gran importancia, pero aun así podían causar problemas. Muy intrigado, Oliver puso los seguros de las puertas inmediatamente, temeroso de que Nicolás quisiera pelear. Lo conocía y si Nicolás no obtenía las respuestas esperadas, entonces su respuesta sería una no deseada.

—¿Quién te dio esa información? —Con calma, Oliver lo miró a los ojos, percatándose de la curiosidad que su esposo tenía.

—Sólo dímelo —exigió el chico.

Se cruzó de brazos para esperar, sin embargo, Oliver le dio muchas vueltas al asunto.

—¿Estás molesto por eso? —Procurando su bienestar, se preocupó por lo más importante. Si Nicolás llegara a estar molesto, entonces lo comprendería y lucharía porque todo tuviera un desenlace contento, pero si el enano no lo estaba, entonces significaría mucho; expondría que su relación en verdad estaba avanzando en la confianza y esas mierdas.

—¿Tú qué crees? —Sin sonreír, Nicolás volcó la plática.

Los ojos del pelinegro se entornaron, llenos de angustia. Y sin despegar su grisácea mirada del pequeño, respondió:

—Que sí.

Nicolás cerró los ojos, buscando una explicación en su cabeza, cuando la encontró, entonces habló:

—Esperaba algo como eso. —Se refería al listado de reglas—.Era lógico que eso pasara, así que no estoy molesto. No mucho. —Corrigió, abriendo los ojos por completo. Se volvió hasta su esposo y se acurrucó en su asiento —. Pero todavía no has contestado a mi pregunta —protestó.

—Fue algo inesperado —dijo, levantando la mano izquierda para acariciar la mejilla de Nicolás —. Cuando te vi por primera vez causaste muchos efectos en mí. Tú estabas esa vez en la empresa de tu padre y yo fui de visita, fue por eso que tuve la oportunidad de verte.

—Ahora entiendo porque no despegabas los ojos de mí. ¿Y cuáles fueron esos efectos?

—Fue amor a primera vista, pero fue extraño, lo sentí extraño porque eras un hombre y cargué con ese pesar. Fue entonces que descubrí que era bisexual, bueno, eso sólo para darle un nombre, ya que sólo me gustas tú. Puedo ver a muchos hombres y no me causan ese efecto. Hice muchas cosas extrañas como masturbarme.

—¿Pensando en mí?

—Sí, pensando en ti.

—Y después ¿Qué pasó?

—Gracias a la amistad que tenía con tu padre, nos reunimos; él esa vez me citó para pedirme un consejo y una escuela recomendada. En esa conversación saliste tú, en ese entonces yo sólo te conocía por Noah y no por Nicolás. Entonces sucedió. Yo le pedí a tu padre que te dejara en mis manos, a mi cargo, prometiéndole que te cuidaría. Él confió en mí y para tener todo bajo control, realizó una lista de reglas que yo debía cumplir antes del matrimonio y unas que debo cumplir ahora.

—¿Cuáles son esas reglas?

—Todas se enfocaban a tu cuidado, tanto social, personal y económico. Antes de casarme contigo yo debía cuidarte, hacerte exámenes para verificar tú salud y la mía. Tenía que evitar tocarte, y cuidar tu integridad. Después del matrimonio las reglas fueron ampliándose: Nuestra primera vez debía ser con condón y las siguientes también. —Nicolás torció los labios al escuchar eso —. Al final de cuentas ésa se modificó porque yo quería que fuera natural, las siguientes tú las decidirías. Otro aspecto era la salud, en poco tiempo nos tocan los exámenes para poder evidenciar nuestra salud. Yo debo cumplir con guiarte académicamente, no debo esconderte de los demás. Además de que hay una cuenta a tu nombre en la cual deposito 20 mil euros cada dos meses para tu gasto personal. Todo lo demás se trata de cosas simples y que todo esposo debe hacer, como proporcionar salud emocional, social y personal. En sí tengo que cuidarte Nicolás, tenerte conmigo y no alejarte de tu padre. Si yo no cumplo con mis obligaciones, tu padre hará un cobro por una alta cantidad de dinero y te alejará de mí.

—¿Por cuánto es el cobro por no cumplir con las reglas?  

—Tú no vales eso —respondió el mayor, tragando saliva.

—¿Cuánto es? —insistió, disimulando una sonrisa.

—Treinta y cinco millones de euros —terció Oliver, cerrando la boca poco después para no decir algo de  más. Por primera vez estaba nervioso

—Es vario —sacó a regañadientes.

Rudel respiró profundo, tensando los músculos de su alto torso.

—No lo que vales tú —añadió con un toque de miedo.

A Yael lo aterraba el ambiente, pues percibía a Nicolás muy confundido. Temía perderlo.

—¿Entonces has roto alguna regla?

—Quisiera decir que no, pero sí. Yo no te he cuidado lo suficiente.

—Lo has hecho bien —felicitó el chico, levantando la palma derecha para acariciarle la cabeza y así recompensarlo por todo lo que había cambiado en él.

La única persona que había cuidado al mocoso de Nicolás era Oliver. A todo momento cuidaba de él, lo alimentaba, le daba regalos, amor, confianza…Le daba todo lo que estaba a su alcance. Nico no podía negarlo. Era inevitable no darse cuenta de las atenciones que el enano recibía diariamente. Simplemente ambos se sentían orgullosos del contrario y lo disfrutaban, amaban estar así de juntos aunque todo fuera indiscutiblemente rápido e inusual. 

 

—¤(`a94;a94;´)¤—

 

—No puedo, voy a infartarme aquí mismo —Se agonizó el pelirrojo, cerrando nuevamente la puerta de la Audi. Se encontraban en el estacionamiento de la casa del amigo de Oliver y a punto de salir de la camioneta, hasta que Nicolás volvió a negarse, diciendo que no se sentía para nada bien.  

Oliver gruñó, volviendo a cerrar la puerta de su lugar. Devolvió su ya irritada mirada hasta el pequeño y lo esperó sólo un poco más. Pero luego se enojó y prefirió hablar.  

—Llevamos 10 minutos encerrados aquí ¿Por qué te sientes mal?

Nicolás movió las manos, abanicándose el bochorno. Estaba comenzando a sudar y eso era peor que cuando exponía en clases.

—Estoy nervioso y me siento mal —musitó, cerrando los ojos con notable espanto. Estaba ya bastante pálido…

—Sólo es una reunión.  —Oliver trató de tranquilizarlo, pero no funcionó.

—Oliver, ¿No me estás escuchando? Esta es la primera vez que voy a presentarme con tus colegas y me asusta. ¡Estoy muy asustado! ¿Y si no les gusto? ¿Y si… si se burlan de ti, de mí… de nosotros? ¿Cómo se supone que voy a presentarme así? ¿Con quién voy a hablar? ¡Me voy a morir de los nervios!

—No vas a estar solo, pequitas —enfatizó lo último, poniéndole un nuevo apodo a Nicolás.

—¿Por qué “pequitas”?

—¿Porque tienes pecas?

—¡Oliver!  ¡Me estás diciendo pecoso! —Su boca se torció, entristecido todavía más.

Bien, lo del apodo no estaba funcionando…

—Sal ahora mismo ¡Ya! —Gritó en alto, abriendo de nuevo su puerta. Oliver estaba dando a conocer su característica más íntima: poca paciencia. Nunca llegaba impuntual y Nicolás estaba arruinando su expediente de puntualidad. Al escucharlo gritar, Nicolás se asustó.

Yael fue hasta la puerta del copiloto, la abrió y al ver a Nicolás paralizado, lo sacó lentamente del vehículo.

—Me gritaste —lo acusó el pequeño.

—Tengo poca paciencia y lo sabes. No te estoy culpando, es sólo que no debes ser inseguro. Estás a mi cuidado y voy a cuidarte, tal y como siempre lo hago. ¿Por qué no confías en mí? Si te digo que te esperes, te esperas. Si debes ir conmigo y confiar en mí, entonces lo haces. 

—Pero me gritaste, Oliver. Estaba triste y me gritaste…

—Lo siento.

—Ahora dame un beso. —Se lo pidió sin mirarlo a los ojos, evitando avergonzarse más.

Sin pensarlo, el ojigris se inclinó y lo besó en los labios, acariciándole la mejilla al mismo tiempo. Luego preguntó:

—¿Ya podemos ir a la reunión?

—Sí. —Asentó con la cabeza.

Ante ese dulce movimiento, Yael lo sujetó de la mano, entrelazando aquellos delgados dedos con los suyos.

—Últimamente has estado muy sensible —Oliver se lo recordó, viéndolo de re ojo.

El estómago de Noah se retorció al escucharlo, pero era cierto. Nicolás no entendía y encontraba una razón, pero desde que cumplieron un mes de casados se sentía diferente, cansado y muy sensible. Estaba siendo bipolar y se daba cuenta de ello, ambos lo hacían, pero luego platicarían sobre ese asunto y si era necesario ir con el doctor o algo, entonces lo harían. Estaban dispuestos a todo.

Los pasos agigantados de Oliver hicieron que el momento de la llegada fuera épico y muy rápido. Ni siquiera habían pasado 10 segundos desde que comenzaron a caminar y ya habían llegado.

El enano se puso serio, Acomodó la espalda para verse espigado y permaneció así, hasta que Oliver se detuvo. Estaba con su colega y había un montón de gente, parecía una fiesta que no tenía fin y eso que era temprano y apenas estaba comenzando.

—Llegaste, Oliver —Saludó un hombre castaño de ojos claros, vestido completamente de negro. Al parecer era el anfitrión de la fiesta.

El nombrado sonrió, soltando a Nicolás para poderlo saludar.

—Llegamos —musitó el pelinegro, jalando a Nicolás para que éste no huyera —. Él es Nicolás Trimmer Valois, mi esposo.

—¿Pariente de Salomón? —Dirigiéndose a Nico, el castaño preguntó.

—Sí, su hijo —respondió el crío, sonriendo con timidez. 

—Soy Carlos Jung. Conozco a Salomón, he hablado con él sobre algunos contratos y juntas, mucho gusto —Levantó la mano para saludarlo correctamente. Nico correspondió el saludo, luego comenzó a temblar —. Oliver me ha hablado mucho de ti, es muy bueno conocerte. ¿Tienes 17, cierto?

—16 —corrigió el pequeño.

—Tengo a dos hijas gemelas de esa edad, están por allá, espero que puedas conocerlas para que te sientas como en casa. Por lo general no hay muchos invitados de tu edad  y pensé que te sentirías muy aislado.

—Es sólo que no estoy acostumbrado a este tipo de fiestas, pero estoy seguro que sus hijas me harán compañía y me sentiré como en casa

—Entonces vamos. —Con la mano hizo paso para ir hasta sus dos hijas, las cuales estaban vestidas diferentes para ser diferenciadas. Las dos tenían el cabello rubio, pero una vestía de color negro, mientras que otra de blanco, haciéndolas distinguirse bastante.

Al llegar hasta las mujeres, Nicolás sonrió. Ellas se veían muy monas y sencillas. Quizá se llevarían bien con él y eso sonaba muy divertido.

—No te olvides que eres un adolescente casado —le susurró Oliver a Nicolás, muy cerca del oído.

Esa aclaración aceleró que un estremecimiento vagara por la columna vertebral del crío. Por supuesto que nunca se olvidaría de algo tan importante, ¿pero por qué Oliver se lo recordaba? No podía entenderlo. Luego supuso que quizá estaba celoso por la nueva convivencia que tendría con unas gemelas muy guapas de su misma edad.

Nicolás no respondió nada, prefirió prestar más atención a las hijas de aquel señor. Las dos adolescentes fijaron sus enormes ojos en Noah, estudiándolo así a la perfección y sonriendo en grande al ver que estaba súper bueno.

—Kat —dijo la  más alta de las dos, meneando la cadera, muy gustosa.

Nicolás asentó con la cabeza.

—Nicolás, mucho gusto —dijo él, viendo el hermoso vestido negro de Kat. 

—Lara —musitó la otra, acercándose a Nicolás y saludándolo de beso.

De los tres adolescentes, Nico era el más alto y aunque la estancia se mirara muy formal para el gusto del mocoso, las dos gemelas lograron que Nicolás se sintiera como en casa.

No pasaron demasiados minutos para que Noah pudiera platicar con ellas, dejando a Oliver con sus colegas y algo histérico por esa compañía doble que parecía muy tentadora.

—¿Entonces estás casado? Wah —preguntó Kat, sonriendo en grande. Ella también se sentiría muy nerviosa si estuviera casada a su edad —. Oliver es muy guapo, ¿Cómo fue que se conocieron? —Aceptando la homosexualidad, le preguntó.

Nicolás supuso que aquellas dos gemelas eran de mente muy abierta, lo cual lo hizo sentirse aliviado. Lo último que esperaba era que lo hicieran menos por estar casado con un hombre, aunque en esos momentos los únicos que parecían no juzgarlo eran las hijas de Carlos Jung y él, pues cuando miraba a su alrededor podía sentir que muchos lo observaban y hablaban de él, criticándolo.

—Sí, pues fue algo extraño. Nos topamos en la empresa de mi padre, después tuvimos citas y luego nos casamos. Al principio no me caía bien, pero después todo cambió —contó el pelirrojo, asomando una tierna sonrisa después de concluir.

—Ow —Se sacudió Lara, tomando del brazo a Nicolás y saltando como una desquiciada —. Fue semejante con mi novio, pero la diferencia es que todavía no me caso con él. Cuando comenzamos primero nos odiábamos y luego nos enamoramos. 

—Yo pronto me casaré, estoy comprometida —añadió Kat, acercándose a su hermana y a Nicolás —. Pero estoy nerviosa, porque ni siquiera sé bailar y no sé cómo le haré —soltó con los ojos tristes —. Mi padre me ha contratado a un maestro de baile, pero no puedo, por más que intento, no puedo bailar. 

—Yo sé bailar —sacó el pecoso, sonriendo en grande —. Puedo enseñarte si quieres —se ofreció. Había pasado mucho tiempo desde que no bailaba con alguien y se sentiría muy bien si lo hacía por una buena causa.

—¿De verdad? —Kat alzó la voz, gritando y viendo a Nicolás muy fijamente —. ¿Me ayudarías?

—Por supuesto —Asentó, definiéndole un riso a Lara.

Las dos rubias saltaron de gusto y fue entonces cuando encendieron la música, aprovechando el momento para poder aprender a bailar. La primera canción fue algo lento, de dos, justo la canción que Kat deseaba bailar en su boda.

Nicolás llevó a Kat a la pista y comenzó a darle instrucciones, acercándose y tomándola de la cintura y la mano para comenzar a guiarla. Luego de eso, quizá pondrían tango o alguna salsa.

La gente ahí presente dejó un espacio enorme para que los dos adolescentes usaran el centro. Y sin lugar a dudas comenzaron a hablar, haciendo que Oliver se percatara de aquel suceso.

—¿La pelirroja es tu esposa, cierto? —Preguntó un don nadie, hijo del dueño de una pequeña empresa que justo apenas estaba por firmar un contrato para extenderse.

Oliver lo miró con recelo, alzando una ceja y sonriendo de lado.

—Es hombre —corrigió, viéndolo por debajo del hombro.

—Un hombre muy apretado.

El comentario que aquel hombre de 25 años, hizo estremecer a Oliver. Todos los colegas de Yael sabían que nadie se metía con él. Que absolutamente nadie hablaba mal de él ni de sus pertenecías. Incluso el año pasado muchos comenzaron a hablar de Olivia y lo primero que hizo Oliver fue dirigirse personalmente, hacer unas cuantas denuncias y ponerle punto final a la situación. Sin embargo ahora estaba escuchando que un cabrón hijo de puta se encontraba hablando de algo que no le correspondía.

—Y más decente que un mediocre como tú —atacó, recordándole que no tenía que alzar tanto el cuello por el levantamiento que apenas su empresa iba a tener.

Al parecer ese canalla no sabía que el que les daría la oportunidad de extenderse era Oliver. Éste recordaba que si firmaba, entonces la empresa de aquel hombre renacería, pero pensándolo bien… Ya no firmaría nada.

—¿Y un maricón me lo dice?

—Tómalo como quieras, Kurt —espetó el ojigris, volteándose cuando Carlos lo llamaba por su apellido.

Kurt se confundió al instante. Había llamado marica a la persona que firmaría el contrato para ayudar a su empresa y no sólo eso, también se había burlado de su esposo.

—Nicolás baila muy bien —dijo el castaño, felicitando a Oliver. Éste sonrió algo dudoso. Era cierto que bailaba bien, pero se vería mejor bailando con él —. Tienes mucha suerte de tener a un esposo que sabe bailar, eso da mucho crédito. 

—Sí, pero nosotros todavía no bailamos con música como esa. He visto a Nicolás bailar, pero en otros ambientes —terció, recordando cuando el pecoso le bailó muy sexy la vez pasada.

—Pues mi hija ya se ve más segura, Nicolás es su salvación —añadió el padre de Kat, abrazando amistosamente a Oliver mientras seguía viendo a su hija bailar tan fluidamente. 

 

—¤(`a94;a94;´)¤—

 

Después de esa pieza, Nicolás animó a Kat a bailar algo más movido, haciendo que esa vez aprendiera mucho. Oliver sólo lo observó de lejos, preguntándose por qué Nicolás todavía no bailaba así con él.

Luego pasó mucho rato, en el cual Lara y Kat se la pasaron platicando con Nicolás sobre su habilidad en el baile, hasta que Oliver pasó por él, diciéndole que ya era hora para irse, que faltaba asistir a la fiesta de Tomás.  En pocos minutos se despidieron y aunque algunos evitaron despedirse de ellos, los más importantes sí les dijeron adiós de una manera agradable. Lara y Kat quedaron complacidas, tanto que Nicolás les dio su número telefónico y  su correo para que por las redes sociales estuvieran en contacto. 

Al salir, Oliver no dijo nada, sino hasta que arrancó.

—Eres demasiado bueno bailando. Yo sólo te vi bailando en tanga y ahora fue muy distinto —ya con mucha confianza, logró articular.

—He aprendido mucho, bailar es lo que más hago —comentó el pecoso, sonriendo con mucho entusiasmo —. Kat pronto se va a casar y estaba muy nerviosa porque no sabía bailar, incluso no pudo aprender nada con sus profesores profesionales, pero conmigo aprendió lo suficiente. Ella estaba agradecida.

—Supongo que es la edad lo que los hace vincularse. Ya sabes… no fue difícil para ella dejar que la tocaras.

—Quizá, pero no la toqué. No como tú piensas —El pelirrojo se defendió, buscando hacer conexión visual.  Oliver gruñó, riéndose sin gracia al mismo tiempo —. Vamos, Oliver ¿Estás celoso?

—Es sólo que nunca has bailado conmigo de ese modo.

—Tienes razón, tenemos que bailar algún día de estos, o quizá en la fiesta de Tomás.

La piel de Nicolás de erizó de inmediato, al suponerlo. Oliver sólo pudo ronronear ante la propuesta. No podía esperar más para bailar con el enano.

Notas finales:

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