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~ Casado con un hombre ~ por Monnyca16

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Capítulo 3

 

“Primera cita y primer beso”

 

Necesitaba fumar, drogarse o tal vez morir. Noah no encontraba una verdadera razón de peso para poderse dejar follar y peor aún, pertenecer a un hombre mayor que él, porque queriendo o no, la edad se distinguía por más que se quisiera esconder. El pequeño rogaba porque todo esto terminara, deseaba escapar de su familia, pero sabía que si escapaba, en menos de una hora podrían encontrarlo. Él necesitaba dejar de existir para que su ruin padre no se metiera en su vida.

 

Aún encogido de hombros, el pequeño Nico suspiró. Deseaba llorar. Joder, no podía ser gay de la noche a la mañana, claro que no. Noah tardaría en acostumbrarse. Le daban nauseas al recordar que su vida estaba en total dominación por su progenitor. No entendía el por qué. Aunque recordara todas sus maldades, nunca pensó que por hacer ese tipo de cosas endemoniadas él sufriría de este modo. No era aceptable y es que no era justo. Robar, pelear, drogarse… esas no eran  razones para que su propio padre lo obligara a casarse con un  hombre. Aparte Nicolás por ciertas razones veía inaceptable ese tipo de lazo. No se encontraba muy refrescado acerca de los matrimonios homosexuales y aunque los respetaba, no le agradaba la idea de pertenecer a ellos.

 

Más sin embargo, tenía otro tipo de pensamiento fuera de todo ese rencor y odio que se cargaba en esos instantes. Aparte de todo el sufrimiento que podía acarrear esta boda, lo único refrescante por así decirlo, sería que tal vez por alguna razón lejana, Oliver fuera buena persona y lo dejara realizar sus sueños, esa era la única esperanza que salía como enormes fuegos artificiales de su cabeza. Si todo lo que se siembra tiene un fruto, entonces  sería algo realmente bueno que ese fruto fuera realizar cada uno de sus sueños.

 

Por otra parte, no se conocían el uno al otro. Realmente Nicolás no deseaba conocerlo, le asqueaba echarse a la imaginación y verse cogiendo con Oliver. No, eso lo haría vomitar a diario. 

 

—Pienso que hoy es un buen día para que sus citas comiencen. —Su padre lo sacó de la terrorífica plática que se encontraba haciendo con su corazón.

— ¿Hoy? —El pequeño alzó el cuello con sorpresa.

—Sí, pronto será su boda y pues lo más saludable es que tengas tus primeras citas —le dijo. 

El menor sacó una risa escalofriante; su padre estaba jodiendo, se estaba pasando del renglón.

 

—Vale. —Aceptó. 

 

Se tronó los dedos de las manos  y se puso de pie para salir de la oficina de su descabellado padre. Después de eso, tal vez pensaba tomárselo con calma, valorar a su padre, golpearlo un rato, humillarlo, después, huir como una perra para asesinarse brutalmente y con una corbata para que su muerte fuera lo más elegante posible.

 

—Vamos. —Oliver se adelantó para guiarlo.

 

Lo miraba perdido y eso le ocasionó dolor de cabeza. Le gustaba el pequeño, de algún modo deseaba retenerlo aunque aquel pusiera cara de asco total al tenerlo cerca.

 

Sin decir nada, el chico siguió a su futuro esposo. Lo primero que hizo fue mirarlo, se miraba sexy, también potente y eso le intimidaba… Odiaba suponer su primera noche fornicando. Con pensarlo un poquito, los colores se le venían al rostro y se le revolvía la barriga por el asco que le daba todo aquello.

 

Nicolás no era santo y se podía asegurar que no era virgen. Su pene había penetrado más de treinta vaginas después de cumplir dieciséis, tal vez más, contando las folladas desde dos años atrás.  Pero, el caso se filiaba en  que nunca había tenido sexo con hombres, eso le parecía asqueroso, horrible y mal visto. Aunque no perteneciera a una religión, no le agradaban ese tipo de cosas, tal vez porque nunca tuvo esa atracción erótica con uno, porque si fuera de ese lado, lo más seguro seria pensar que  las folladas entre hombres no le parecerían asquerosas y degradantes.

 

—Entra. —El ojigris le abrió la puerta del copiloto al pequeño gatito.

 

Nicolás enarcó las cejas, estaba siendo cortés con él… y también se miraba nervioso al tenerle cerca.

 

Al estar ya montados en la Audi, Yael encendió su máquina en un abrir y cerrar de ojos. Prendió el clima del auto y respiró profundo para poder arrancar. No se encontraba seguro de cumplir con la  pequeña cantidad de reglas que se incluían en el reporte de  relaciones saludables. Él simplemente deseaba tirárselo con dureza ahí mismo. El sudor se le hacía notar arribita de las cejas, con el pulgar se lo apartó y trató de no mirar mucho hacia donde el pequeño se encontraba, no deseaba que su pene se endureciera con solamente aspirar su dulce aroma descendiente de las mieles.

 

Con los dedos firmes pero torpes por dentro, encendió el reproductor y con un volumen bajo, la música comenzó a sonar para poderlo entretener un rato.

 

El sonido que comenzó a salir, hizo que el joven pelirrojo se pusiera helado. Muse estaba produciendo un sinfín de sensaciones en el pequeño, la canción que salía de ahí era United States Of Eurasia, una de las favoritas de Nicolás. Después de cerrar los ojos, la música lo llevó a otro mundo, a su mundo lleno de felicidad y tranquilidad.

 

El ambiente se relajó. Oliver se detuvo en un rojo, buscó la palidez que caracterizaba el cuerpecillo del pequeño y al verlo extasiado, se excitó. Se relamió los labios y acarició el volante por unos segundos. No podía tirárselo, ahora no podía follar con él; aún faltaba mucho por llegar al restaurante en el cual  deseaba comer en compañía del pequeño Noah. 

 

Miró de nuevo al pelirrojo y éste abrió los ojos, dejando al aire sus grandes irises azules. Se agarró la nariz y se la rascó un poco. El semáforo cayó en verde y la música siguió su secuencia, ahora sonaba Linkin Park con leave out all the rest. El menor escuchó con atención, el pelinegro guapo  tenía buenos gustos y similares a los de él, y lo más inquietante era que Oliver no se mantenía presionándolo en esos momentos, al parecer le estaba dando su espacio como debía ser.

 

—Di algo por favor —habló  el de mirada grisácea. Con la vista aún puesta al frente para manejar con cuidado, esperó una respuesta.

 

—Escuchas buena música. —Le miró por un segundo para después ignorarle.

 

Oliver enarcó la ceja, el pequeño estaba siendo demasiado frío con él.

— ¿Cuáles son tus géneros? —Oliver preguntó, buscando un tema de conversación.

—Rock, rap, música asiática —dijo, pensando y relamiéndose los labios. 

— ¿No te interesa preguntarme, verdad? —El de cabellera negra lo miró por unos pocos segundos, cuidando su pie sobre el acelerador.

 

El pecoso sonrió.

 

—La verdad… —Se detuvo por unos instantes—. No, y no sé por qué me hablas cuando tarde o temprano piensas violarme.

—No debes pensar en el sexo en estos momentos. —Lo hizo avergonzarse—. Pero le estás dando mucho interés al asunto. Me gusta. —Sonrió, dio vuelta a mano izquierda y  fue entonces que el silencio rondó.

 

Pisó el acelerador en una autopista nueva y larga que se situaba en el alto nivel. La música del reproductor comenzó a sonar pero ahora con diferente artista, Thirty seconds to mars – Hurricane.

 

Cuando la camioneta se detuvo, Oliver abrió la puerta con lentitud, se encontraba nervioso y con miedo a que Nicolás no le siguiera los pasos después. Dejó la puerta abierta y cuando observó que el pequeño se bajaba lentamente, la cerró.  Por la hora y el lugar, era muy obvio imaginar el porqué de su llegada ahí. Así que emprendió paso haciendo lo que tal vez Oliver esperaba de él: Acceder.

 

Con la cabeza dolorida, Nico entró al restaurante, viboreó  su alrededor y fue hasta la mesa que más le agradaba, y claro la más escondida también para que nadie pudiera verlo con un hombre. Desplomó su trasero sobre la silla y rodó los ojos  hacia todos lados para ignorar la vista  de su acompañante.

 

Al verlo sentado frente a él con una distancia aproximadamente de un metro, Yael enarcó la ceja y se lamió el labio. Lo miró con seriedad y no pudo decir nada; el mesero llegó.

 

— ¿Ya saben qué pedirán? —Le prestó más atención al pelirrojo al comenzar a atender.

 

El mesero chaparrito, observó al estudiante y le sonrió con una coquetería algo extraña, tanto que Oliver no evitó ponerse celoso, barrió con los ojos al trabajador y él se hizo cargo de lo demás.

 

—Pollo con crema de champiñones, una pasta blanca, un refresco de uva y una copa de tempranillo, el mejor por favor. —Pidió Oliver, adelantándose.  

 

Noah alzó la ceja, le peló los ojos y se burló. Hasta en la comida lo manipularía. Jodido. 

 

Al sentir el mando con una ronca voz autoritaria, el trabajador tomó apuntes y se fue lo antes posible de ahí.

 

— ¿Gracias por escoger mis alimentos? —El pequeño le reclamó con sarcasmo.

—De nada —le respondió, después sonrió de lado.   

 

«Hijo de su mamá», el menor maldijo cuanto pudo

 

La plática pareció esfumarse, al grado que Oliver se animara a comportarse un poco más suelto.

 

— ¿Te encuentras molesto?

— ¿Por qué debería estar molesto? —Lo miró con asco y con una inmensa indignación. No quería verse gracioso, pero al fin de cuentas se miraba demasiado chistoso.

 

Puso los ojos en blanco, Oliver sólo esbozo una sonrisa ante eso. 

 

—No lo sé, primero que nada…

 

No lo dejó terminar.

 

— ¿Quién planeó esto? ¿Mi padre o tú?

— ¿Importa?

—Vale, de acuerdo, los dos son unos hijos de puta, gilipollas. —Se recargo en la silla sin siquiera tratar de ocultar la molestia que cargaba.

—Yo di la idea.

— ¿Por qué?

— ¿No es demasiado obvio? —Se reusó a contar situaciones que le hacían quedar como un tarado sentimental.

 

Nicolás llevó la vista  hacia el techo, elevó la ceja izquierda, después  terminó burlándose.

 

—Los enfermos sexuales son demasiado obvios. Disculpa mi intromisión, debí suponerlo antes. —Puso la mano sobre la mesa, haciéndose el buen entendedor y al mismo tiempo tratar de enfrentarlo como un adolescente rudo y obviamente fuerte.

—No sé a quién le llames tan grotesco. —Se burló—. Esta es nuestra primera salida y debemos aprovecharla para después llevarnos bien.

—No me gusta tu presencia, no me gusta absolutamente nada de ti.  

— ¿Nada? —preguntó con rapidez, abriendo al mismo tiempo  los ojos.

 

Oh, su cita estaba comenzando mal. Tenía miedo de que al final todo fuera horrible para los dos.

 

El pequeño Nico quiso arrepentirse de lo anterior; la verdad era que los  ojos de Yael  lo hacían ver realmente autoritario, la cintura más atractivo y la voz más interesante. Mierda.

 

—Mm… —Soltó. Miró por la ventana que estaba  a su lado y trató de pensar en las palabras apropiadas para decir, pero Oliver lo interrumpió, diciendo:

— ¿No hay nada que te agrade? Hablemos del físico. —Pidió.

 

Se sentía estúpido, feo y un total pedófilo. No podía creerlo, la mayoría de las personas le decían que  tenía porte, también le contaban que de acuerdo a su físico todo lo apuntaba como un gran hombre atractivo.

 

Al no oír respuesta por parte del pequeño adolescente,  respiró profundo.

 

—En cambio a mí me gustas en todos los sentidos.  

—Gracias. —El pequeño le sonrió con altanería.

 

El cuerpo de Nicolás se prensó con mucha fuerza en la zona que más odiaba, le molestaba sentirse avergonzado, mimado y ¿Por qué no? también sentirse amado de la manera más cursi y más si se trataba de un hombre. No aceptaba la situación, mientras él no aceptaba que Yael en verdad era guapo, aquel hombre guapísimo lo alababa.  ¿Qué pasaba?

Era tan difícil para el pequeño asimilar lo antes dicho…

 

Noah tampoco era lo suficientemente estúpido para no darse cuenta de la cantidad de celos que le demostraba su futuro esposo. Le causaba enojo, pero al final de cuentas en el fondo, muy en el fondo le encantaba que lo celaran y más Oliver que se caracterizaba como un hombre demasiado importante como para ignorarse.

 

—Ni siquiera me conoces bien y haces cosas extrañas: pides mi comida, sientes celos y envidia, me das órdenes y me miras como si estuvieras avisándome de toda la infinidad de ganas que tienes de violarme.

—Me gusta tu cabello. —Oliver cambió de tema—. Tus ojos, tu boca. —El pequeño frunció los labios —.Tu cuerpo… —Un enorme temblor recorrió la columna vertebral del debilucho cuerpecillo de Nico —… tu rebeldía. Quiero cuidarte.

— ¿Debería estar a tus brazos? —cuestionó con una buena cantidad de sorna.

 

La pregunta no fue resuelta, la comida llegó como de rayo en ese momento. El mesero llevó los platos que lucían idénticos por el pedido que su futuro marido había escogido con anterioridad y sin su permiso. Nicolás bebió un poco de su refresco que por supuesto estaba  vaciado en un hermoso vaso y hasta tenía pajilla. Súper majo. Al chupar el popote se encontró con la mirada de Yael. En realidad el tipo no tenía llenadera y Nicolás estaba bastante tocado como para soportarlo.

—Come. —Ordenó el más alto.

Tomó un sorbo de su vino, se relamió los labios y comenzó a comer.  

 

La comida se miraba riquísima, la compañía excitante, pero algo faltaba... y era la justicia. Su padre se había pasado de lanza, le había construido una vida difícil de aceptar y llevar a cabo y  lo más traumante  ¡con un hombre!, un maldito homosexual súper sexy, que aparte se encontraba extasiado con toda su extensión pelirroja. 

 

Con un poco de miedo pero con coraje, tomó un trozo de pollo, se lo metió a la boca y lo masticó. Dejó que el sabor del champiñón le hiciera efecto para después darle otro sorbo a su bebida de uva. Cerró los ojos y comió más rápido y sin control. Después de casi terminar con su porción de pollo, aún sin tocar ni un poco de la pasta que lo acompañaba, se sintió débil. La garganta le comenzó a doler, se le inflamó. Poco espacio tenía ya para respirar.

 

—Nicolás —lo nombró Oliver con el tenedor en la mano. Aún no se percataba de la falta de aire de su acompañante —. Podemos hablarlo tranquilamente, en realidad yo quiero hacer muchas cosas contigo y sí, el sexo tiene su porción de espacio. —Lo miró a los ojos para poder concluir, pero no pudo.

 

Noah agacho la cabeza, mantenía la boca abierta, el pecho inflado y las manos temblantes. Se moría ahí mismo. Imposible.

 

— ¿Te sientes bien? —le agarró el cuello para alzarle la cabeza.

 

El poderlo tocar le sorprendió, algo andaba mal. Era que el pequeño pelirrojo se encontraba demasiado molesto con él como para que lo dejara tocarlo. Algo estaba pasando, algo que Oliver no sabía.

 

Noah lo miró a los ojos y se recargó en la silla. Aún en su estado no pensaba ceder, no deseaba caer en las garras de Wolff Rudel.

 

«Muerto el perro se acaba la rabia», pensó el pequeño

 

— ¿Qué pasa? —le preguntó con un tono más alto de voz.

 

Tragó una enorme cantidad de  saliva, se puso de pie y al verlo en estado crítico y con dificultad para respirar. Vagó entre sus pantalones, saco unos cuantos billetes y  sin saber la cantidad exacta, dejó el dinero ahí para poder irse lo más pronto posible. Cargó al niño estúpido, cuidadosamente, y se lo llevó a la camioneta.

 

Estando ahí, lo subió al copiloto, fue hasta su asiento, encendió la Audi y arrancó a una velocidad de vértigo. Nunca antes había tenido a su cargo una persona con peligro de vida. Nicolás se estaba muriendo y junto a él, algo que lo hacía poner nostálgico, furioso y realmente culpable. Lo miró sintiendo el corazón en la garganta, le agarró la manzana de adán con los primeros tres dedos de la mano derecha y se le vino la presión del momento a la cabeza. Seguía conduciendo por la carretera, no tuvo miedo de poderse incluir en un accidente donde él pudiera salir herido, lo que más le aterraba era perder a alguien que no le pertenecía todavía.

 

Sin estacionarse bien, salió de la camioneta, tomó al pequeño y lo llevó cargando y casi corriendo al hospital que se encontraba a unos cuantos pasos de él. Al verlo entrar y  en estado histérico, la enfermera hizo lo que pudo, llamó al doctor y el adolescente fue tratado a tiempo.

 

Después de esperar por una hora y media para saber resultados, el doctor por fin llegó  y despistadamente se paró frente a él.

 

—Disculpe ¿Usted es?

—Su prometido —le contó.

El médico enarcó las cejas, confundido.

— ¿Su qué? —El viejecillo se agarró de los cabellos con una necesidad gigante de jalárselos frente a Oliver.

—Mi prometido —repitió sin ninguna vergüenza.

 

¿Y qué mierda tenia de malo? Bueno, según Oliver, nada…

 

—Pero...

— ¿Cómo está ahora? —Oliver se apresuró para cambiar de tema.

—Bueno, él… —Miró con seriedad al más alto—. Él tuvo una reacción alérgica.

— ¿Alérgica?

—Sí, es alérgico al champiñón. —Frunció los labios con preocupación—, Pero usted vino a tiempo, su garganta se encontraba demasiado inflamada y las fosas nasales también, él estaba a punto de morir. No se encontraba respirando el aire necesario, pero logramos quitarle la inflación, por ahora solamente tiene unas cuantas manchas en la piel, pero es también por la reacción.

— ¿Alérgico al champiñón? — preguntó de nuevo, sintiéndose morir. 

 

Pensó ser un completo bastardo de puta. Si no hubiera escogido sus alimentos… si el chico le hubiera dicho…

 

—Así es —corroboró —. ¿No lo sabía? Y usted es su prometido…

Se burló un poco.

 

— ¿Dónde está? ¿Se encuentra despierto?

—Sí, está despierto en estos instantes, en una hora más terminará su medicamento para que repose en casa —dijo—, se encuentra en la habitación seis —le señalo el pasillo.

— ¿Puedo verlo?

 

El anciano asentó.

 

Sin perder más tiempo, el ojigris vagó hasta el pasillo, vio los números que se encontraban colocados en cada puerta y cuando llegó al número  seis, jaló el pomo con una furia impresionante.

 

El pequeño Nicolás  se encontraba con suero, los brazos con pequeñas marcas rojas como si fueran pecas gigantes y su rostro aparte de marcar palidez,  estaba demasiado nervioso. Sabía que había hecho mal, muy mal…

 

¡Diablos!

 

— ¿Cómo te sientes? —Lo estudió completamente y  con el mismo interés que siempre le tuvo.

 

Y pensarlo… A pesar de todo, el demente de Oliver no estaba siendo demasiado desgraciado como para regañarlo de a principio.

 

—Bien —habló con un sonido de voz más tenue. Sentía la garganta dormida al igual que la nariz.

— ¿Lo sabias? —y así fue como comenzó el terror.

 

Los orbes grises de Yael ardieron como el mismísimo infierno, se llevó las manos a su hermoso cabello negro y comenzó a hacer sus berrinches previniéndose para no golpear ahí mismo al estúpido de Nico.

 

— ¿Qué? —se hizo  el desentendido.

—Los champiñones —le recordó con los dientes bien apretados—. Eres alérgico a los putos champiñones y no me dijiste nada —le reclamó.

—Tú pediste por mí —quiso culparlo.

—Eso no fue… —le refresco la memoria un poco más.

 

El mechonudo rojiento estrelló los ojos al abrirlos con rudeza, lo había descubierto.

 

—Si pensabas matarte debiste hacerlo cuando yo no estuviera presente, imbécil —maldijo en alto—. Te querías morir porque no quieres que lo que tu padre ha planeado se realice, pero sabes que… ¡Muérete si quieres!, pero no lo hagas cuando yo esté presente, no me quiero sentir culpable de una muerte que no me corresponde —voceó haciéndolo intimidar.

 

Los azules ojos del adolescente deseaban llorar. Lo sabía, lo sentía, sí… había hecho mal en quererse quitar la vida en esos instantes. Esa no era la solución al problema. Sin decir más nada, Oliver se sentó en un pequeño y cómodo sillón que ahí había. Se inclinó y se cogió el rostro con las manos para tener un momento de tranquilidad.

 

Nicolás observó cada movimiento de Oliver, quiso pedir disculpas pero no pudo. No quiso sentirse más agobiado, no quiso hacerle saber que estaba muriendo con el remordimiento que él mismo se provocó.

 

El doctor pasó a la habitación, aparto el medicamento con lentitud. Aún no se tragaba las palabras del alto pelinegro que dijo ser el prometido del chiquitín aquel, ¿Prometido? ¿Un hombre con un hombre? ¿A qué mierda se refería? Francamente parecía una broma de muy mal gusto.

 

—Ya está listo para irse a casa. Cuídate —le pidió al ojiazul. Este asentó algo aturdido — Cuídalo por favor —ahora se refería al Yael.

 

Oliver no dijo nada, tampoco asentó, no hizo ningún gesto. Aquella actitud le causó intriga al pequeño minino. ¿Tal vez se había rendido? ¿Y si ya no quería nada con Noah? Estaría completamente salvado…

 

Al ir al pequeño estacionamiento para poder llevar a Nicolás a su casa,  lo tomó de los brazos, lo recargó en la camioneta y lo besó. El gatito abrió los ojos como platos, se sintió alarmado… este era su primer beso con un hombre y le repugnaba demasiado. Movió las muñecas, pero Oliver lo apretó con más fuerza, le incrustó la lengua salvajemente y en ese momento, Nico comenzó a moverse para apartarlo, para pedirle que se alejara…

 

Lo consiguió.

 

El rose salvaje duró solamente siete segundos, tiempo suficiente para odiar aún más al empresario.

 

—No lo vuelvas a hacer —lo amenazó, apuntándolo con el dedo índice— Cerca de mí, no lo vuelvas  a hacer —lo hizo rebotar en la camioneta, y lo alejó para abrirle la puerta.

 

Al abrirla esperó a que se adentrara en la Audi, el pequeño dudó para treparse, ya desconfiaba más en Oliver por el beso que le había robado segundos atrás, pero por alguna extraña razón se metió con torpeza.

 

Aún se sentía arrepentido por causarle ese gran espanto y de algún modo tenía que pedir disculpas, así que esa fue la manera, claro  por ahora.

 

Al verlo ya bien sentado en el asiento de cuero, azotó la puerta con rudeza. Fue hasta su puerta y al entrar, se abrochó el cinturón.

 

—Ponte el cinturón de seguridad —ordenó con la misma voz que aún tenía hace poco más de una hora.

 

Éste sin chistar se lo abrochó. Observó los actos de Oliver y lo primero que él hizo fue encender la música. Entre las pistas, la canción que escogió  fue una de las letras de Tokio hotel- On the edge. Arrancó y antes de incorporarse al tráfico, le subió a la música para poder relajarse. La canción no sonaba muy alta, sólo lo suficiente para poner en una buena atmosfera a  aquellos  dos peleoneros de cuarta.

 

Al estar a tan sólo quince cuadras cerca de la casa del chico, Oliver le bajó a la música cuando la canción de Fun- We are Young comenzó a sonar y preguntó lo que tanto le tenía aturdido.

— ¿Tienes perforada la lengua? —el pelirrojo sonrió de lado, un poco juguetón.

 

Al parecer, el coraje que antes había ya no existía y de algún modo se sentía feliz.

 

— ¿Por qué lo dices?

—Por qué sentí un horrible piercing cuando sobé mi lengua con la tuya, a la fuerza. — recalcó lo último.

—Sí —lo aceptó sacando la pequeña lengua rosada.

—Me molestan los piercings.

—Ni hablar, tengo dos en los labios también — al inquirir lo miró de reojo inspeccionando las comisuras de sus pequeños labios rojizos.

—Ahora no me los puse, pero tengo perforado —puso sus dedos en el labio inferior en la puntita de cada lado, quería mostrarle evidencias…

—No te los pongas, nunca  lo hagas cuando salgamos —amenazó con un poco de gracia.

 

Nico no sabía si estaba feliz por el beso anterior o por que en verdad no había muerto por la inflamación, pero ¿qué más da? Lo más probable de toda la alegría de Oliver  tal vez era la fusión de aquellas dos suposiciones previas.

 

Nicolás se burló.

 

—No me gusta que me digan qué hacer —se sacudió el fleco haciendo un peinado natural e inocente.

 

Oliver tragó saliva, ahora tendría que lidiar con muchachitos perforados por todos lados, pero seguía gustándole el chamaco y  ahora no sólo le gustaba, le encantaba y pretendía hacer esfuerzos por hacerlo su propiedad.

 

Al llegar a la casa del pequeño, detuvo la camioneta, se apartó el cinturón y se bajó de ella. Fue hasta el asiento del copiloto y observó bajarse a Noah. El minino se encontraba ya con un estado feliz y eso era lo bueno de la situación. El peligro ya había pasado de un estado furioso a uno más agradable, y con rapidez.

 

Y de nuevo… otra vez el alto empresario volvió a apresar a su gatito. Se acercó lentamente hacia él y sin ningún agarre, quiso besarlo de nuevo, pero Nico lo esquivó con asco, le puso la mejilla derecha por el movimiento rápido y Oliver al notar el rechazo que ya se imaginaba que tendría, lo besó en la mejilla. El beso fue fugas, sin ruido, pero con un choque que hizo sentir muy cerca al moreno de él.

 

Las mejillas del pobre adolescente comenzaron a calentarse, se encontraba sonrojado y odiaba eso, porque un hombre no podía hacerlo enrojecer, no… Un hombre no. Se negaba rotundamente.

 

Al sentirlo tibio del rostro,  se alejó, fue hasta su puerta y comenzó a encender la Audi. Se había ido para volver al día siguiente y el siguiente, hasta que la boda se efectuara. 

 

 


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