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~ Casado con un hombre ~ por Monnyca16

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Capítulo 7

 

“Es vivir”

 

Y colgó, colgó como todo el hijo de puta que era…

 

El pelinegro respiró profundo,  se sentó en el sillón más cercano y comenzó a pensar más a fondo en la situación. El pequeño Nicolás en estos momentos estaba drogándose con sus colegas, se encontraba con un montón de hombres y mujeres y claro,  ansiaba follar también. Oliver no podía ver a Noah besar a otras personas, no podía si quiera imaginárselo metiéndosela a cuanta vieja tuviera en frente. Por otro lado, también había hombres ¿Y qué tal si otro de esos locos barbaros lo penetraba primero? Si eso pasaba, Nicolás no llegaría virgen a sus brazos, no, no y no.

 

«Joder»  Oliver se reclamó en privado.

 

El pequeño Noah tenía que detenerse, porque si eso no paraba, entonces rodarían cabezas por todas partes.

—Hijo de puta —gritó lo suficientemente alto para que la sirvienta escuchara. Al ver llegar a la servidumbre, se tranquilizó y levantó la mano —. Nadie cenará, no cocines nada más.

—Pero, señor la cena ya está lista.

—Tírala, regálala, o cómetela, porque no lo haré yo. —Se levantó del sillón y se sacó las llaves de la camioneta de entre los bolsillos del pantalón. 

 

A toda prisa se subió a la Audi, la encendió y se dejó caer en el volante. Maldito Nicolás que lo ponía de malas y es que,… es que pensaba tener sexo con cualquier chica en esa noche, lo que para Yael era la muerte. Sinceramente, no podía verlo en escenas indecorosas, tampoco podía permitirlo, claro que no. Si él podía detener todas las estupideces de Nicolás, entonces las pararía. Lo haría y así podría dormir bien.

 

Ya bien decidido, agarró su celular y rastreó el móvil de Nico. Buscó la dirección y comenzó a conducir para poder llegar al lugar donde la dichosa fiesta se haría. Tomó con más fuerza el volante cuando entró a la calle citada, observó por todos los alrededores y ahí estaba una gran bola de méndigos jóvenes intoxicados por el alcohol, tatuados, rapados y con ropas que los hacían ver tenebrosos. 

 

El ambiente olía a Nicolás, olía a su perfume. Con una simple mirada lo detectó, aún sin bajarse del auto, lo miró con fuerza. En esos instantes el pequeño se encontraba sin camiseta, y manchado de mermelada, joder. ¿Mermelada? Y ahí iba una boca femenina que chupaba toda la espesa capa de esa azúcar sabor fresa.

 

Con el demonio invadiéndole el cuerpo, bajó del auto, se acarició el cabello con desesperación y comenzó a caminar para ver más de cerca el acto. Entonces recordó, recordó que Nicolás le había advertido que si se metía en los barrios bajos con sus colegas, entonces tenía que soportar verlo follar y drogarse. Lo sabía y aun así no podía permitir que eso pasara.

—Nicolás —Oliver lo llamó con una serenidad muy falsa.

El gatito le agarró la cabeza a la muchacha que se mantenía lamiéndole el estómago y sonrió.

—No pensé que vinieras. —Lo miró con rencor—. Es un nuevo invitado —Nicolás lo presentó —. No tienen que saber su nombre, sólo háganlo sentir como en casa.

—Tenemos que ir a casa —Oliver se lo quiso llevar cuando antes de ahí.

—No lo creo. —Se enfocó en mirar a la chica para incitarla a que siguiera chupándole la mermelada —. Esto apenas comienza, ¿Por qué no vienes? —Lo invitó a que se sentara en un cofre de carro abandonado.

 

Oliver al principio se negó, pero después accedió. Fue hasta ese cofre y se recargó para poder mirar a cada uno de los amigos de Noah. Esos hombres y mujeres se miraban muy mal. Uno que otro llevaba cabello trenzado y gorras, otros llevaban puestas camisetas de tirantes y shorts de distintos colores. Un total caos, además, había que mencionar que se encontraban fumando y bebiendo un millón de gotas de alcohol.  Las botellas de cerveza estaban tiradas por doquier, mientras que las chicas se encontraban en sostén por todos lados. Parecía un prostíbulo.

 

—Es hermosa. —Un moreno muy extraño fue el primero que le habló a Oliver. El empresario lo miró con atención y entonces comprendió que se refería a su Audi.

—Sí, lo es, gracias —le dijo al tipo mientras de nuevo miraba a su Nicolás.

— ¿No quieres chica? —Le ofreció. Extendió los brazos para mostrarle la variedad —. Hay muy buenas, —Se relamió los labios mientras le miraba los senos a una pelinegra muy alta.

— ¿Quién es ella? —Señaló a la tipa que le chupaba la barriga al pelirrojo.

La marce. —La nombró así: tal cual—. Ella es del rojo.

— ¿Del rojo? —Oliver se impresionó. Ahí todos se hablaban con apodos. Más difícil no podía ser.

—El rojo pecoso —Le señaló a Noah —. ¿O cómo lo conoces tú?

—Se llama Nicolás —Lo reprendió —, ¿Pero, cómo qué es de él?

La marce ha sido pareja del pecoso por mucho tiempo, pero ahora el rojo se nos casa ¿Ya sabes no? Se casará y bueno… ¿Sabes con quién se casará? Supongo que debe ser una persona muy especial, ya que él nunca quiso contraer matrimonio.

 

Al parecer el moreno no sabía sobre Oliver, así como  tampoco el empresario pensaba decirle que sería una boda homosexual. El mayor respiró profundo y pensó más a fondo. Algo que sí le había molestado y mucho, fue ese pequeño punto que el moreno le menciono con anterioridad. ¿Noah en una relación? ¿Con esa piruja chupa mermelada? Joder, no podía estar pasando.

—No tengo idea de  quién será la desafortunada —sacó el semental.

— ¿Desafortunada? No lo creo —le dijo el morenazo, mientras miraba bien a Nicolás —. El rojo es buena gente, sabes… a pesar de su edad es leal, un día me salvó de morir.

— ¿De morir?

—Sí, y casi lo pican por mi culpa.

— ¿Lo pican?

—Sí tú sabes, navaja… casi le cortan los intestinos con  el filo, pero es valiente.

— ¿Quieres decir que Nicolás estaba a punto de ser reprendido por un arma blanca y por tú culpa? —gruñó. No le gustaban esas amistades y menos si su querido Nico corría peligro.

—Me la debía —Confesó—. Un día también lo salvé del bando mayor.

— ¿Bando mayor?

—Cállate, no lo digas tan alto que te pueden escuchar.

—Vale, pero cuéntame —Trató de animarlo.

El chico desconocido le pensó un poco, pero al ver interesado al alto y culto hombre chulo, prefirió contárselo.

—Pues, sí… un día se metió en problemas, se acostó con la hermana del rubio.

— ¿Del rubio? —Se le erizaron los bellos con tanto apodo maldito.

—Sí, él y su hermana son rubios y los llaman así… bueno el rojo se cogió a la rubia, claro ella quiso, pero después le fue a contar a su hermano y se armó la guerra.

— ¿Guerra? —Oliver no podía comprender ni un poquito. Tanto naco lo asqueaba.

—Sí, la guerra… un montón de personas con edades mayores a las nuestras y con armas de fuego vinieron a matar a nuestro rojo. Esa vez corrimos y un tiro me dio a mí por andar escondiendo al pecoso. —Sonrió tras recordar—. El no lucia angustiado, es más… pensaba enfrentar a la puta aquella y a su hermano mayor, pero todos se lo impedimos. Él es muy joven para perder la vida por puñetadas ¿verdad?

—Demasiado joven —confesó mientras se quedaba en blanco.

—Y bueno, él me prometió esa vez que cuidaría mis espaldas y así fue. —Suspiró con cansancio —. Es por eso que el rojo se ha vuelto parte del clan, también por eso le festejamos.

—Pero nada grave más ha pasado con él ¿verdad?

—Pues sólo ha salido golpeado y pues, creo que es el único que ha llegado a parar con la policía. Pero eso es joda, verás blanquito. —Le agarró el hombro a Oliver para contarle con cuidado —. El rojo no entiende, él en verdad es muy bueno, pero algunas veces quiere morir.

— ¿Quiere morir?

—Una persona que está cerca del peligro siempre quiere morir —le contó el otro—. Así que cuando hay peligros el pecoso siempre estará ahí, siempre. Es por eso que necesitamos amansarlo, él sabe usar armas de fuego, ¿sabes…? yo le enseñé a tirar.

 

JODER. HASTA SE SENTÍA ORGULLOSO DE TALES MALDADES, NO PODÍA SER REAL.

 

— ¿Quién te da el derecho de enseñarle a usar un arma de fuego? —Le gritó.

 El moreno comenzó a reírse.

—Tranquilo viejo, pareces su madre. Y pues, es mejor enseñarle a que lo maten después, algún día de estos, el rubio lo agarrará y lo partirá en trocitos pequeños.

—Pensé que ese problema ya se había resuelto.

—Claro que no. El rubio aún lo busca y desea hacer muchas cosas con él —dijo—, pero él tiene veintiséis y nuestro rojo apenas dieciséis, entonces es injusto.

Qué barbaridad, ese tal rubiecillo tenía la misma edad que Oliver, ¿Qué más faltaba? Todo este cuento se sentía asqueroso, se escucha aterrador y el ojigris no deseaba escuchar todos los problemas que Nicolás tenía, pero de nuevo esa angustia por cuidarle los huesos le hacía perder la cabeza.

 

—Es muy injusto —musitó.

Y sí, como era injusto que un hombre de veintiséis lo persiguiera para matarlo, también era injusto que un empresario anduviera tras su  culo.

—Y qué… ¿Qué eres de él?

—Amigo. —Mintió—, Nicolás y yo sólo somos amigos. —Le miró de re ojo. Tomó una bocanada de aire y se enojó aún más cuando vio que la tipeja se encontraba agarrándole la verga para ponerlo duro.

— ¿Todo se hace en vivo y en directo? —Oliver se refirió al sexo.

—No todo, hay cuartos libres adentro. —Continuó —. La marce lo quiere mucho.

—Es muy puta. —La maldijo —.Una cualquiera que seduce a un hombre que pronto se casará no puede querer a nadie, no puede agarrarle la verga al aire libre, si en verdad lo quisiera lo respetara…

—Bueno, pues pensándolo así, tienes razón.

—Claro que tengo razón —. Le echó una última mirada al pelirrojo y le sonrió con malicia para darle a entender que estaría muerto si se atrevía a follar ahí mismo. Como respuesta Nicolás se burló, tomó a La marce entre sus brazos y le alcanzó la boca para besarla como siempre lo hacía. El beso se agrandó cuando la lengua lo hizo ver apasionado, le agarró el culo a su putita y se lo apretó para darle a entender que ya estaba más que listo para darle duro toda la noche.

 

Oliver, al darse cuenta que su prometido estaba cruzando la raya del perdón, carraspeó la garganta y se hizo notar.

 

—Más noche habrá venganza ¿Lo sabes, no? —Le echó un gritillo a Noah.

Éste de inmediato supo a qué se refería, pero sólo sonrió.

— ¿A, sí? ¿Quién se vengará? —Lo retó. Jugueteó con su labio inferior y esperó una respuesta demasiado buena para soltar a la muchachita que tenía bien pepenada.

Ciertamente, Nicolás ansiaba verlo arrepentido por haberlo humillado con anterioridad. Él sabía que Oliver se encontraba muy molesto, celoso y desesperado, y que si ese puto se encabronaba rodarían cabezas, pero aun así no le importó, echó el cuello a un lado y le sonrió en grande cuando lo observó callado y sumiso. 

 

—No es bueno, Nicolás —Yael por fin habló cuando encontró las palabras correctas —. Es posible que esta noche te duela el culo después de que  te deje en casa. —Lo amenazó—. También es posible que llegues con unos cuantos golpes, hoy al ver esto no se me antoja ser bueno, y como ya sabes,… no me encuentro de humor para aguantar todo lo que se te llegue a ocurrir. Piénsalo Nicolás, porque no lo repetiré dos veces. Aún no conoces su tamaño y sin humedad, duele, y puede llegar a desgarrar todo de una sola incrustada. —Le habló de su amiguito que por suerte se encontraba sereno y  escondido entre sus pantalones.

 

El moreno que se encontraba a un lado de Oliver, se aterró. Las palabras que el alto había sacado sonaban muy escalofriantes, tanto que hasta la piel se le había enchinado.

 

Nicolás tragó saliva, esa noche no quería ser violado y ese animal enorme se encontraba amenazándolo. ¿Se atrevería a violarlo y sin lubricación? ¿El maldito lo haría? Y de acuerdo a esos pocos días que habían pasado juntos podía asegurar que todo lo que Oliver se proponía lo hacía. Así que sonrió como un estúpido al rendirse ante él, besó por última vez a La Marce y se metió a un cuarto para lavarse el estómago y ponerse la camiseta.

 

El juego había llegado a su fin…

 

— ¿Qué pasa? —Lo siguió la chica putona que unos momentos atrás le había chupado por completo la barriga.

—Se me han quitado las ganas —Nicolás contestó muy atareado.

—Pero… tú no eres así —La marce trató de hacerlo reaccionar.

—Ahora que lo pienso mejor, no puedo serle infiel a mi futura esposa. —Se burló en alto —. Lo siento, contigo nada volverá a pasar. —La agarró de los hombros y le dio un empujoncito para hacerle entender las cosas.

—Exacto, él tiene que ser fiel a su esposa, no seas una puta —Oliver se entrometió en la pequeña pelea —. Y viéndote mejor, su prometida es mucho mejor que tú. —Se auto alagó —. Tiene elegancia y las cosas en su lugar —dijo, ofendiéndola.

— ¿Puedes callarte? — Noah interrumpió la ofensa.

Sabía que estaba haciendo mal, pero no podía permitir que ofendieran a la mujer con la que se había acostado meses atrás.

— ¿Por qué, Nicolás? ¿Por qué debería callarme? ¿Por qué, la quieres?

—Sería mentira si dijera que no.

Y la segunda discusión pre-matrimonial comenzó.

— ¿La quieres? —Oliver preguntó por segunda vez.

 El mayor se sintió morir.

—Sí, sí la quiero —lo confesó en alto —. La quiero mucho —dijo la verdad.

 

No la amaba, sólo la quería y eso en realidad quería decir que solamente como amiga y nada más, pero aun así, el cariño no se podía negar. Lo que Nico no deseaba aclarar era que su forma de quererla no era como mujer, sino como amiga o mejor dicho conocida sexual y ese punto fue el que hizo estallar al pelinegro adinerado.

—Ve directo a la camioneta. —Ordenó —. ¡Sal ahora mismo de aquí! —Le gritó con más fuerza al notar que el pequeño no lo obedecía.

Después de salir, Nicolás fue con sus amigos, les dio las gracias, le dio una última calada a un churro y se fue directo a la Audi de Oliver.

— ¿Qué es lo que le ha dado? —Yael le pidió una explicación a la chica.

La marce se quedó chiflando en las lomas, la verdad no comprendía la situación ¿A qué se refería el grandulón guapetón aquel?

—No sé qué quieras decir.

—No me hable de “tú” —La regañó, atreviéndose a mirarla de cerca —. ¿Cuánto dinero quiere para que no le hable más?

— ¿Habla de Nicolás?

—Hasta por nombre se hablan, señorita… ¿Cuánto dinero quiere para dejarlo en paz?

— ¿Quién es usted para pedirme esto?

—No le interesa, prometo pagar bien para evitarme la pena de mandarla fuera del país y como prostituta.

—Está loco, ¿Quién es usted para manipular a la gente así?

—Un millón —Ofreció para sellar su pacto.

— ¿Tiene esa cantidad?

— ¿La quiere o no?

— ¿Por qué hace eso? ¿Nicolás le interesa?

—Por supuesto que me interesa,  si no lo quisiera sólo para mí, en estos momentos estuviera yéndome directo a casa.

—Dos.

— ¿Dos qué?

—Millones, tráigalos mañana a este mismo lugar.

—No sea estúpida, es mucho dinero para dárselo en efectivo, mejor le daré una tarjeta donde se lo depositaré y así lo pueda gastar en lo que quiera. —Sonrió satisfecho —Mañana mismo se la entrego aquí mismo —espetó y se fue.

 

Al salir de ahí, miró hasta la camioneta y al detectar a Nicolás sentado y con rostro molesto, comenzó a caminar para poderlo llevar a casa. Y así fue, condujo con cuidado hasta la casa de la familia Valois. Al llegar al hogar de la familia pelirroja, puso los seguros en las puertas para que el pequeño no pudiera salir y con mucha serenidad volvió a reprender al chico.

 

—Tengo que decir que ahora que lo veo mejor, me avergüenzas demasiado. ¿En realidad puedes llegar a ser así? ¿Puedes ser tan estúpido como para tratarme como a un naco? No soy como tú, Nicolás, y no lo seré. Grábate bien en la cabeza mi nombre y mi posición.

—No tienes derecho a hablarme de esa manera. —El pequeño lo interrumpió.

—Quiero que este suceso nunca más se vuelva a repetir, porque si descubro que se hace, juro que me las pagas y todas juntas. No pensé que un crío como tú, diera tanto asco, pero al fin lo descubrí. Das asco, Nicolás. Eres una persona inmadura y con poco intelecto, también te faltan huevos, muchos huevos para retarme de verdad. No sigas siendo un bueno para nada, no sigas siendo un estorbo. Compórtate como lo que eres, una persona de buena posición, estudiante, muchacho joven, y seré bueno… de lo contrario temerás, me tendrás mucho miedo y sufrirás. —Con un simple clic apartó los seguros de las puertas —. Entiéndelo, porque esta será la última vez que te lo pasaré, será la única vez que me contendré para darte un puñetazo y escupirte en la cara todas aquellas palabras que te mereces. ¿Entiendes?

 

Nicolás no pudo contra sus emociones. Necesitaba llorar de inmediato, abrió la puerta con rapidez para escapar, para huir de aquel pedazo de animal, y cuando estuvo a punto de entrar a casa, Oliver lo pescó para detenerlo, lo aventó contra la puerta que aún no se abría  y se acercó a su oído.

 

— ¿Entendiste? —Le pidió una explicación del regaño anterior —. ¿Verdad que comprendiste, Nicolás? —El mayor se sintió mal de nuevo.

 

Aunque estuviera bien seguro de lo que decía, en estos momentos se arrepentía por haberle hablado tan duro al pequeño pelirrojo. Tragó saliva y se le aceleró el corazón cuando Nicolás no habló, cuando el pequeño pelirrojo comenzó a llorar.

 

Noah no podía controlarlo, el desgraciado de Oliver lo hacía sentir mal y las lágrimas ni siquiera le pedían permiso para llenarle  todo el rostro. El pequeño no podía limpiárselas  ya que Oliver lo sujetaba de las muñecas con ferocidad, pero lo que si podía hacer era escapar de aquella mirada potente. Con miedo, abrió la boca.

 

—No, no comprendí. Tus palabras son muy difíciles de comprender. —Sonrió de lado para olvidar su nostalgia—. Un estúpido como yo no comprende. —Miró a los ojos a su prometido que se mantenía estudiándolo con cuidado—. Tú también me das asco, Oliver. —Confesó—, más asco de lo que pensé —arguyó, escupiéndole las palabras en la cara.

Oliver se encogió de hombros y fue de nuevo hasta su oído para confesarle algo que quería hacer en la noche de bodas —. Te quiero. Te quiero, Nicolás. —Subió los labios hasta su sien y lo besó con suavidad. Al olerlo con más profundidad, bajó hasta su mejilla para besarla también… 

 


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