Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

~ Casado con un hombre ~ por Monnyca16

[Reviews - 604]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Capítulo 4

“El vienes será la boda”

El cabello parecía estorbarle, se aplacó los flequillos negros por un rato mientras impulsaba su pelvis para poder rellenar la enorme boca de Maribel. Su grandísima erección golpeaba con fuerza  la garganta de su acompañante. Sin desabrocharse aún la camisa, se aguadó la corbata, tomó la cabellera rubia de la golfa, y comenzó a moverla hasta saciarse por completo.

El enorme pene entraba y salía con rapidez y hasta con pesadez, era la presión para no correrse aún en la boca de su puta. La mujer alzó la vista y con la boca escurriendo en saliva lo detectó en su punto más excitante. El orgasmo vendría pronto y eso la hacía feliz.

La punta de su verga comenzó a temblar escandalosamente en las cavidades de Maribel, dejó hundida la polla y apretó los dientes con la imagen de Nicolás en la cabeza. Estando ya muy preparado para correrse, deslizó el pene un poco y volvió a penetrar para que se lo tragara completo. Eso era lo que  ella esperaba en esa mañana de martes.

Con el espeso semen invadiéndole el hocico, se lo tragó. Yael retiró el pene y tomó una toallita de papel  para limpiárselo. No podía mantenerse  mojado, claro que no se sentiría incomodo todo el día.  Miró a Maribel, le sonrió y la dejó hincada en su hermosa y costosa alfombra.

Pues claro…Oliver no le pedía a Maribel que se la chupara, ella era la golfa que siempre le hacia el favor aunque no estuviera de ganas. Las mamadas que la pequeña rubiecilla le daba no eran las mejores, pero al menos le sacaban de apuros cuando su falo empalmado necesitaba estallar por completo.

Ésta vez, la rubia había ido a su oficina para ofrecérsele como todas las veces anteriores, pero nunca pudo al igual que antes. La mujer de veintitrés años sólo se conformaba con picársela mientras se la mamaba, algo que no era inconveniente para Oliver. Al pelinegro le parecía atractiva, y tal vez hasta ardiente, pero no le apetecía follar con ella, ni muerto lo haría y es que la rubia era tan puta que de seguro tenía la vagina lo suficientemente usada y sin estreches, algo que para él  era sumamente importante.

Nada mejor que el culo de su deseado Nicolás para poder sentirse realmente excitado.

— ¡Ni una hoja de papel pudiste darme para limpiarme tu asqueroso semen!

—A eso viniste —le recordó—. Llegaste aquí para que me corriera en tu boca como muchas veces anteriores, te masturbaste y gozaste, deberías estar agradecida ya que estás  hincada en mi costosa alfombra Italiana —le hizo ver las cosas mientras se abrochaba la cremallera.

— ¿Por qué no lo hacemos?

—Te lo he explicado muchas veces.

—Nos conocemos desde hace cinco años —ella le recordó.

 

El ojigris alzo la vista, pensó un rato, después sonrió con alegría.

 

—Oh sí, ya mucho tiempo —fue hasta su silla de descanso —. Pero eso no tiene nada que ver. Puedo tirarme a una persona en el  primer día  que me la encuentre, pero contigo es diferente.

— ¿Diferente?

—No quiero repetirlo, si ya terminaste, vístete y sal que tengo trabajo que hacer —abrió el legajo más cercano y con el rabillo del ojo observó su móvil. Tenía que mantenerse en comunicación con su delicado pelirrojo y en esos momentos ansiaba hablar con él.

 

—Lo que lo hacía más feliz era que Salomón le había dado el número de su hijo para que le llamara o mandara mensajes cuando quisiera.

 

— ¿Hay otra persona, no es así? —se le puso en frente. La rubia no pensaba rendirse, desde hace mucho tiempo vivía deseando al empresario y no quería alejarse, no podía abandonar aquellas noches de semen y alcohol.

— ¿Qué es lo que te preocupa? Nosotros nunca tuvimos nada serio, yo no te hablé hoy, ni ayer o tal vez desde que comenzaste a chupármela. Te me ofreces y lo aprovecho, pero eso no quiere decir que te quiera. Somos colegas, tal vez sólo conocidos y bueno… si deseas saber si hay otra persona, entonces mi respuesta es sí. Estoy interesado en una persona y pronto me casaré.

— ¿Q-qué? — tartamudeó la pobre.

 

Le dolía de algún modo.

 

—Me casaré pronto —miró de nuevo su papeleo, esperando a que Maribel lo dejara tranquilo —.Maribel —la nombró, la rubia  lo observó con atención—. Sería demasiado bueno que ya no vinieras más, la verdad es que por primera vez quiero hacer las cosas bien.

— ¿Hacer las cosas bien? ¿Quién es? ¿Una modelo? ¿Rubia? ¿Morena? Porque no creo que sea una mojigata.

—Mm… — pensó más a fondo —.Es una persona diferente a lo que pensé —sonrió de lado tras recordar—. Es pelirrojo.

— ¿Pelirrojo? —Preguntó al escuchar el lado masculino de la palabra “Pelirroja” — ¿Hombre? —alzó la voz.

—Así es —le señaló la puerta con la mano, no obstante ella se negó de nuevo.

—No puede ser un hombre ¿estás loco? Eres hombre y no puedes casarte con un hombre, eso ni siquiera existe.

—Para mí sí. Deseo a ese hombre, deseo hacerlo mío —confesó—. Nunca he deseado a nadie, ni a ti, ni a ninguna otra mujer, pero él me gusta y mucho.

—No puedes ser maricón.

—Dejémoslo en bisexual —concluyó el tema—. Ahora déjame tranquilo, necesito trabajar —desvió la vista para ver  de nuevo su celular y lo agarró  con calma. Era momento de llamar a Nicolás, pero no sabía que decirle al chiquillo, se encontraba en blanco y necesitaba hablarle de algún modo, o al menos mandarle un mensaje.

 

— ¿Te gusta mucho? —temerosa le preguntó.

Oliver se relamió el labio inferior, luego habló, cuestionándola:

— ¿Él?

Ella asentó, alzándose automáticamente de hombros.

— Sí. —Se lo aseguró con una sonrisa.

Ya teniendo la respuesta que más odiaba, Maribel se retiró de la oficina de su ya no amor platónico. Ésta, honestamente era la última chupada, el adiós. Mientras la rubia lo tomó con tristeza, el pelinegro lo sintió como un gran alivio.

 

No podía estarse corriendo en bocas que no fueran las de Nicolás, no podía pensar en el chiquillo mientras esa mujer le servía como cueva para su desquiciado pene. ¡Claro que no!, además ya pronto sería la boda y eso quería decir follar, vergas, semen, sudor, lujuria, besos y hasta sangre.

 

 

—¤(`a94;a94;´)¤—

 

El dichoso martes por la mañana parecía ser tranquilo, pero no fue así. Nicolás tenía que ir a la escuela como siempre, y pensaba saltarse las clases, irse con Tomás a otros lados o quizás fumarse un churrito mientras pensaba con más calma la situación.

 

En primera, no le agradaba del todo su futuro marido. No le gustaba su físico, ni sus besos, simplemente le daban asco. Tenerlo presente lo hacía temblar, le tenía miedo hasta morir y eso en una relación no podía ser bueno. En segunda, su futuro bueno dependía de Oliver, tal vez si él le ayudara como su padre nunca lo hizo o quiso hacerlo, el pequeño pelirrojo sería feliz. Tercera, morir no era la idea central. Por fin entendió que la muerte nada más le quitaría por completo sus sueños y no deseaba eso, pero algo tenía que hacer. Sin embargo, nada se le ocurría, sólo cumplir con los planes de su padre y ese pelinegro alto y sensual que lo acosaba y hasta pervertía. Cuarta, ¿Cómo le contaría a su mejor amigo sobre su caso? ¿Le dejaría de hablar? Lo más probable era que todo el mundo dejara de hablarle por el simple hecho de estar comprometido con un hombre, joder… ni siquiera anillo de compromiso había.

 

—Tomás. —Nico le sacudió el hombro con fuerza.

 

Se encontraban afuera del salón de clases, en una banca que se encontraba en medio del hermoso pasto y junto a un árbol.

 

— ¿Qué pasa? —El rubio lo miró de re ojo. Algo malo estaba por decirle y se sentía sumamente avergonzado y extraño al respecto. Era su mejor amigo ¿Cómo no podía leerle la mente? Así ya no tendría que contarle la gravedad de las cosas.

—Me casaré —se lo soltó sin vaselina.

— ¿Con él?

— ¿Eh? —Abrió los ojos de par en par.

 

¿Cómo? ¿El rubio ya sabía? Noah respiró profundo, aplanó los ojos y asentó suavemente mientras se tragó una enorme cantidad de saliva por culpa de los malditos nervios.

 

—Suponía que por eso te miraba como si le pertenecieras.

— ¡Hey! ¿Estamos hablando de la misma persona? ¿Cómo lo puedes tomar con calma?

—Primeramente, estoy en shock. —Extendió los brazos para dar a entender su estado histérico, sin embargo lo único que Nicolás pudo observar fue una sonrisilla juguetona que mostraba abiertamente y sin ninguna muestra de susto—, y pues bueno… pienso que estamos hablando de Oliver, el hombre alto de ayer.

—Sí. —Le confirmó—. Ese hijo de puta. Mi padre me quiere casar con él

—Pero son hombres.

—Lo sé, no soy marica. —Le tocó el hombro a su amigo para que su confesión fuera lo más sincera posible—. Ni siquiera me gusta, pero al parecer le gusto a él y por lo que le dijo a mi padre, quiere hacerse cargo de mí.

—Ya veo, la verdad es que da miedo. Sus ojos grises me intimidan.

— ¿Tiene ojos grises? —preguntó incrédulo.

—No me digas que ni siquiera lo observaste bien.

—Te lo juro que siento tanto asco que no pude observarlo bien —expuso el gatito.

 

Era verdad, el pelirrojo ni siquiera le había visto el rostro  lo suficiente como para confesar que era guapo. De todo el cuerpo, lo único que le había visto bien eran las largas piernas y las manos, pero nada más. Tal vez había visto su mirada, pero sólo la potencia que  tenía, porque el color no.

 

—Que idiota, te piensa follar y ni siquiera sabes el color de sus ojos. —Se burló mostrándole los dientes.

 

El pelirrojo cruzó los brazos, se encontraba demasiado molesto como para cortar cabezas. ¿Por qué Tomás estaba riéndose? ¿Por qué estaba tomándoselo con calma? ¡No podía ser posible!

 

—Aun así, no quiero casarme.

—Pero, tiene dinero. —Apoyó la boda—. Tiene una buena verga, ¿viste sus pantalones?

— ¡Tomás! —alzó la voz, regañándolo—. ¡No pensé que fueras tan pervertido!

—Bueno, es guapo y se ve que puede tratar contigo, él tiene un carácter fuerte.

—Eso es lo que no me gusta. Su carácter, él se pone celoso sin ni siquiera conocerme bien, me besó sin pedirme permiso. Tengo miedo —le dijo a sabiendas de que su amigo se reiría por ello.

— ¿Un beso? ¿Te besó? Wah. —Levantó la mano izquierda y se meneó como un crio. Nicolás notó el brillo en su mirada, más patético no se podía… seguía sin comprender por qué Tomás se lo tomaba con calma y hasta con gusto.

—Bueno, pero fue a la fuerza. —Se recordó a sí mismo—. Aparte me reclamó por los piercings —paró los labios —. No puedo dejar a mis bebes, se ven geniales. No los dejaré por él. —Alzó el cuello mostrando indignación.

—Y eso que no te ha visto el del ombligo.

—Ni pienso decirle —dijo muy seguro.

—Cuando tengan. —Se detuvo—. Cuando forniquen te lo verá y se molestará.

— ¿Por qué tienes que recordarme sobre el sexo? No pienso acostarme con él —recalcó sin ni siquiera estar seguro.

 

Tomás rodó los ojos, era mentira, no podía creerle a Nico… ese hombre de alguna manera lo seduciría.

 

Con un sonido rápido, el celular de Noah comenzó a vibrar. Al ver la pantalla se dio cuenta que le había llegado un  nuevo mensaje. Lo abrió.

 

¿A qué hora sales del colegio?

 

Lo leyó en voz alta. Tomás se espantó y al mismo tiempo supuso que la persona que había mandado el mensaje a su querido amigo era ese hombre alto.

—Estúpido Marica —lo maldijo. Le echó un ojo  a su amigo y se negó.

—Contéstale Nico, esto se pone emocionante.

— ¿Te da felicidad todo esto? Pensé que eras mi amigo

—Lo soy, pero esto se pone interesante. Dale por el lado bueno, te quiere ver —levantó las cejas con ese toque pícaro que todos los días sacaba para ligarse a las mojigatas de la escuela. 

 

El rojizo se burló ante su gesto, miró el móvil y tecleó:

 

No necesitas saberlo

 

Mandó segundos después de haberlo revisado dos veces.

— ¿Por qué pusiste eso? Eso fue muy seco —su amigo opinó. Había visto lo que el ojiazul había mandado y como siempre, no le pareció que la situación divertida se hiciera oscura y rancia.

—Él también sonó seco —se defendió.

 

Menos de un minuto pasó para que el móvil de Nicolás comenzara  a sonar de nuevo. Abrió el nuevo mensaje.

 

Iré a buscarte cuando salgas

 

— ¡Ay, dile! —El rubio le recomendó con los ojos llorosos de la emoción que le daba este tipo de situaciones románticas.

 

Noah se negó, no deseaba verlo. Ignoró el mensaje de Oliver y se puso en blanco, misteriosamente posó los orbes azules en su móvil y se dio cuenta  que habían pasado exactamente siete minutos después de ese último mensaje que le envió Oliver…

 

— ¿No piensas contestarle? Vamos, te divertirás si sales con él.

—Pensé que eras mi amigo, pero ya veo que estás de su parte.

—Da miedo, lo sé. —Aceptó—, pero ya no tienes nada que hacer, tienes que acostumbrarte, además,  si lo ves a diario puede crecer en ti algún sentimiento.

—Ni muerto. —Movió la cabeza, negando ese hecho que no estaba asegurado.

—Vamos, no seas  estúpido, al menos se feliz por ti y tu futuro, no es hora de rendirte.

 

El móvil volvió a sonar de nuevo. Miró el mensaje.

 

¿A qué hora?

 

Y siguió insistiendo.

 

—Ves, está desesperado. —El rubio lo animó.

 

Tengo muchos trabajos que hacer, la escuela es primero.

 

En menos de un minuto obtuvo respuesta.

 

No creo que tengas trabajos de escuela, o mejor dicho, no creo que los hagas. Dime la hora

 

Esta vez le ordenó. El pequeño pestañeó.

 

Jodido.

 

A las… a la una

 

Mintió con el afán de confundirlo. 

 

De acuerdo

 

Y pensó que sería el último mensaje, pero la curiosidad mató al gato, ósea a él.

 

Oye ¿Quién te dio mi número?

 

Le mandó. Esperó por unos segundos, pero esta vez el idiota de su prometido no le respondió.

 

—Estúpido —lo maldijo.  

—Deberías reclamarle a él, no me grites a  mí. —Tomás pidió justicia.

 

Ver a su amigo así, le causaba mucha risa. Nunca antes había visto  a Noah tan cabreado.

Después de esa vez mensajeandose con Oliver, fue a clases, algo que nunca antes había hecho. Ir a clases lo distraía un poco de su situación. Vio su móvil y la hora estaba casi por llegar, y lo más confuso era que  tenía miedo de que Yael lo pillara.

 

Justamente a las  once con cincuenta y cinco minutos toco el timbre de salida. La hora ya había llegado y tenía que irse, pues le había mentido a Oliver y no quería ser descubierto. Fue al baño para orinar y  también para ponerse sus preciosos piercings en los labios, cuando salió se subió la cremallera, tomó su mochila de la banca que estaba ahí y emprendió paso.

 

—A las… a la una —una hermosa voz sonó a sus espaldas.

 

El ojiazul se detuvo, las piernas le temblaron en ese momento. Joder.

 

— ¿Qué haces aquí? —preguntó aún sin mirarlo a la cara.

 

Oliver lo tomó del brazo y lo hizo verle. Observó los piercings y se enojó por completo, pero por el momento no le tomó importancia a los aretes.

 

—No me gusta que me mientan, pero fuiste demasiado estúpido, tanto que te descubrí desde que mandaste el mensaje. —Se burló en su cara, sosteniéndole la mirada grisácea.

—Vale, pero aun así decidiste venir, creo que te gusta que te rechacen.

—Digamos que tienes miedo —musitó, haciéndolo andar a la fuerza—. Además, pronto tendremos otro tipo de relación, ya no podrás rechazarme. —Le estiró del brazo.

 

Después de caminar por un ratito, lo guió a la puerta del copiloto. Lo miró detenidamente, agarró con sus enormes garras los brazos del pequeñín y lo checó. Las manchas por la reacción alérgica ya no estaban.

 

Nicolás aprovechó el momento para mirarlo bien, era verdad, sus iris eran grises y hermosas. El mayor le abrió la puerta y la cerró cuando el pequeño se encontraba ya adentro. Como siempre, fue hasta su lugar y encendió el motor, prendió la música y comenzó a manejar.

 

Noah no comprendía mucho las relaciones homosexuales, pero tampoco las aceptaba. Con muchas dudas, puso la vista  hacia su frente y quiso que todo fuera lo mejor para él, si para ser feliz tenía que aceptar su matrimonio arreglado, lo haría, se casaría y haría que Oliver le ayudara a superarse lentamente.

 

—Quiero comer pizza —dijo antes de  que el pelinegro escogiera el lugar para comer— ¿Iremos a comer verdad? —Quiso saber si su instinto había acertado.

—Bien. —Dio vuelta  a mano derecha y  recorrió un  rumbo hacia la mejor pizzería del lugar.

 

En esta ocasión el que eligió la comida había sido el pequeño gatito y no el alto león, eso hizo sentir a Nicolás un poco más importante. Al llegar, los dos bajaron al mismo tiempo. Poco después de  sentarse, una chica les tomo la orden. Como era de esperarse Nicolás pidió la comida.

—Una pizza grande de pepperoni, espagueti… y refrescos por favor. Bueno. —La hizo detenerse —, ¿quieres refresco negro? —le preguntó al empresario. Oliver  se negó—. Traiga dos refrescos negros por favor.

 

«Ahora sabrás lo que es comer algo que no te gusta», se burló el pequeño.

 

—Bien, de alguna forma tenía que pagarla —Oliver espetó después de percatarse que la mesera se había retirado de ahí.

—Lo siento —sonó  meramente sarcástico.

—La boda será el viernes —articuló, avisándole.

—Pero... pero estamos a martes.

—Sí, falta mucho —murmuró el otro.

 El chiquillo  tragó  una enorme cantidad de líquido salival.

— ¿Mucho? Falta poco. —Se alarmó.

—No te preocupes, mañana iremos a comprar la ropa que usaremos.

—No me pondré vestido. —Le advirtió.

— ¿No? —Le retó.

—Espera. —Peló los ojos, confundido y con pequeños toques de molestia—. No me pondré vestido ¿Esperabas que me pusiera uno?

—Tal vez un velo…

— ¡NO!—Alzó la voz.

—Tranquilo, sólo era una broma. —Se burló de él, sacando una limpia sonrisa—, nos vestiremos con trajes. Nos casaremos por el civil solamente.

—Bien, no soy religioso y como quiera en las iglesias no aceptan esto. —Extendió las manos para imitar a la masa de gente que había en el mundo entero—. No quiero que nadie más esté enterado.

— ¿Tomás ya sabe?

— ¡Hasta sabes su nombre! —Le reclamó, apuntándolo con el dedo índice.

—Sí, nos presentamos ayer, ¿Qué es tuyo? — preguntó con inquietud.

— ¡¿Qué te importa?! —Esbozó una mueca de asco.  Lo que faltaba, que Oliver estuviera moliéndole todo el tiempo sobre la cercanía que Nico tenía con su amigo.

 

La mesera llegó, trajo consigo la pizza, espagueti y los dos refrescos. Yael abrió la coca y le dio un sorbo. No le gustaba, pero tenía que comer lo que su futuro esposo le había escogido.

 

— ¿Qué es tuyo? —de nuevo le pidió una explicación detallada.

—Que te importa —contestó por segunda vez.

— ¿Tu amigo? —No se rindió, siguió preguntando.

 

Le interesaba demasiado saber sobre el tipo de relación que aquellos estudiantes de diecisiete años tenían. 

—Es mi futuro amante —arguyó, buscando un reto—. Me gusta, Tomás me gusta y mucho. —Mintió.

—De acuerdo. —Oliver inmediatamente le prestó atención a su teléfono celular. Se encontraba inquieto, muy enojado, necesitaba darle un estirón de greñas al pelirrojo, quería estallar, pero no podía frente a Noah.

 

Tomó el espagueti y se vacío un poco en el plato, así como también agarró pizza y le sacó el pepperoni.

— ¿No te gustan?

—Los detesto, detesto este tipo de comida. —Lo miró recelosamente—. No estoy acostumbrado a comer este tipo de porquerías.

—Vale —terció. El menor comenzó a comer dándole poca importancia al gran comentario dicho por su acompañante.

—Nicolás —lo nombró—. ¿Qué te gusta hacer? ¿Cuáles son tus comidas preferidas? Aparte del champiñón ¿a qué más eres alérgico?

—Son muchas preguntas a la vez —se quejó el pequeño rojizo—. Me gusta follar con mujeres, fumar, ir de paseo, cantar, bailar. —Levantó la vista hacia el techo—. No sé, me gustan las cosas difíciles y divertidas —confesó—. De comer prefiero la pizza, aunque puedo comer muchas cosas más. Sólo soy alérgico al champiñón.  

— ¿Follar con mujeres? ¿Has estado teniendo sexo últimamente?

—Sí — mordió  su enorme  pedazo de pizza.

— ¿Cuándo fue la última vez?

—No lo sé, ya no recuerdo, fue hace cuatro días más o menos. —Yael se atragantó. El chico sí que era activo sexual y  eso no le agradaba.

—Ya no lo harás —le advirtió, mostrándole la misma autoridad de antes.

—Y tú ¿Has tenido sexo con mujeres?

—Claro —confesó también. Se relamió los labios y prosiguió—. Tengo veintiséis y es obvio Nicolás. —Le dedicó una mirada seria—. He tenido novias.

— ¿Novios no? — preguntó con sorna.

—No. —Le dio  un ligero sorbo a su Coca-Cola. 

—Entonces ¿Por qué? —Ahora él pidió una explicación—, entonces ¿ya has tenido sexo con hombres?

— ¿Y qué si lo he tenido?

—Nada, solamente preguntaba, es que yo no…

 

No pudo hablar más, se sintió morir. Odiaba recordar que nunca nadie le había metido la polla por el culo, y le intimidaba imaginar que el pene de Oliver entrara y lo reventara lentamente. Odiaba eso

 

—Es bueno que vengas virgen —adujo, sintiéndose muy afortunado; tendría un culo estrecho sólo para él.

—Supongo —habló quedito. Se encogió de hombros con un montón de vergüenza que ni el mismo pensó tener en esos momentos —. ¿Te gusta mucho tener sexo con hombres?

 

El mayor se burló.

 

—No lo sé —dijo—. No he follado con ningún hombre.

Nicolás dibujó una enorme sonrisa sobre sus labios, triunfante.

—Eso es un alivio —vociferó.

—Eso no quiere decir que no querré tomarte. —Lo miró con furia. Noah  lo ignoró por un largo rato —.Tienes que prepararte, mañana iremos a comprar la ropa —le recordó—. Pasaré por ti después de la escuela y espero que no mientas de nuevo. Después de ir por la ropa, iremos a mi casa. —El adolescente trago saliva con dificultad—. Tienes que conocer lo que ahora será también tu hogar.

 

Nicolás no pudo hacer otra cosa que no fuera asentar con la cabeza, quería ser feliz y por ahora Oliver no estaba siendo tan malo, quizás estaba queriendo dar buena impresión. Algo que no podía dejar pasar era que aún temía ver  la  verdadera personalidad  de Wolff Rudel salir a la luz.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).