Cuando un artista es sincero, intenta crear algo, que sea en sí mismo, una obra viva.- William Dovell. Pintor.
Inuyasha y Koga se despedían de sus amigos y familiares. Sus padres y su hermano dormido, totalmente rendido y agotado de jugar, en brazos de su padre se marchaban en Mayuri. Su hermana y su sobrina, que también estaba más dormida que despierta con su impecable pelo azulado lleno de hojas y manchurrones de barro por toda la cara, agarrada a la larga trenza también azulada de su cuñado se iban en sus propios lobos.
En el momento que la pequeña Natsuki le decía adiós con su mano a su tío Koga restregándose los ojos por el sueño, Inuyasha se despedía de Miroku, Sango y sus hijos. Aunque era difícil, por que Sango estaba totalmente enamorada y embelesada con el pequeño Ryoga de ya cinco meses.
Cuando todos se fueron solo quedaban Kagome, Inuyasha y el joven Shippo que los iba a llevar.
-Ohh, ¡Ryoga-chan está tan grande ya! Cada vez que lo veo es como si creciera a un ritmo vertiginoso.
El pequeño Ryoga había crecido, acentuando sus ojos azules que habían adquirido el color del cielo en la primavera y su tez tostada. Le había crecido el pelo tan negro como el de su padre. Ya hacía sonidos y se reía, gritaba y cogía objetos. Podía voltearse y sentarse solo y había comenzado a comer algunos alimentos sólidos como algunas frutas.
-Crece mucho por que se parece a su madre, ¿a que si?-Inuyasha acarició con su propia nariz a la de su hijo que sonrió.
Pero Koga apareció por su espalda, cogiéndole de la cintura puso su cabeza encima de la suya. Su hijo al verlo chilló de alegría y estiró sus manitas.-No le hagas caso a mamá, te pareces a papá, ¿ves? Yo soy más alto y más fuerte.
-Y más idiota.-Kagome rió ante el comentario del medio demónio.
-¡Pues así me amas cachorro!
-Para tu suerte.
Se despidieron con un abrazo y la promesa de verse pronto. Ya era de noche, así que Inuyasha alimentó a su hijo que se durmió en sus brazos. Cuando se dirigió a la cocina su esposo había hecho la cena y le esperaba leyendo. Se pasó toda la cena leyendo y respondiendo con monosílabos a los intentos del menor de iniciar una conversación. Resopló y recogió los platos, fregándolos después, se marchó a la cama, ante la mirada divertida de su esposo que no advirtió.
Se metió en la cama y cuando ya se estaba quedando dormido notó como el otro se metía en la cama. Ni le tocó. Volvió a resoplar. Lo oyó reírse, pero no iba a darle el gusto de girarse. El otro se le acercó y lo abrazó por la espalda. Le deshizo la yukata y comenzó a acariciarle los pectorales y a morderle la oreja. A besarle el cuello y hacerle chupetones. Comenzó a suspirar. Bajó su mano hasta su miembro y comenzó a masturbarlo despacio, deleitándose con sus gestos, su sonrojo, sus pequeñoa gemidos. Y paró.
-¿Por que...paras?
-Ah no se, como tu esposo es idiota.-Dijo con sorna.
Se giró y le encaró.-No, si idiota eres, pero por parar.-Se puso encima de él.-Pero si te he ofendido, te pido perdón.
-¿Como que me...uhhhhh?
Inuyasha comenzó a lamer su miembro y a masturbarlo. Pasando de la base a la punta, metiéndosela hasta el fondo sin dejar de mover la lengua. Su esposo suspiraba y gemía. De vez en cuando le raspaba con los colmillos haciendo que Koga se mordiese los labios.
-¿Quieres que pare?
-Ahh...te mataré si lo haces...
Inuyasha sonrió y continuó con su labor mientras se masturbaba él mismo. Koga se alzó viendo como la cabeza de su esposo subía y bajaba, con su mano le marcó el ritmo. Se le nublaban los ojos de placer.
-Cachorro goloso...
-Es que me encanta tu leche.
Con esa frase le subió una ola de placer por la espalda.-Pues si tanto te gusta, sácala tu mismo.-Eso hizo que fuera más rápido y no tardó en correrse con un sonoro gemido.
Inuyasha al sentirse tan lleno y tan caliente, con ese sabor que tanto le gustaba, se corrió manchando su mano. Lo tragó todo y al ver a su esposo dejarse caer se puso encima suya. Le besó dándole probar su propio sabor.
-Deberías decirme idiota más a menudo.-Inuyasha rió y se echó a su lado. Le hizo señas para que se acercara.-¿Que quieres mi cachorro?
-Sabes, no eres el único que se vuelve loco con el contrario. Si tu supieras lo que me enciendes, no te lo creerías.
Koga lo agarró y estrechó entre sus brazos.-¿Y si tanto te pongo, por que no me lo dices?
-Me da un poco de vergüenza la verdad.
Koga le besó.-Cachorro, ven aquí.-Frente contra frente.-No debería derte vergüenza lo que sientas. A mi no me da vergüenza decirte que me enciendes o lo mucho que me pones.
-Pervertido...
-No, lo que pasa es que tengo un chico demasiado sexy cerca de mi todas las horas del día.
Se besaron despacio y con amor. Inuyasha deslizó su nariz por el cuello de su esposo, donde junto con el olor y el ronroneó se quedó dormido entre sus brazos.