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How To Save A Life por Sabaku No Ferchis

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Notas del capitulo:

¿Saben? Mientras revisaba los capítulos anteriores por acá, me he dado cuenta de que siempre prometo contiuar rápido y me tardo mis años D: Pero, ¡juro que la promesa de que jamás abandonaré el fanfic sigue en pie! :3

En fin, muchas gracias por sus comentarios. ¡He aquí la continuación!

N/A: Capítulo inspirado en la canción "Whispers in the dark", de Skillet, porque me pareció que le quedaba como anillo al dedo xD Ok no, jaja.

Advertencias: OcC principalmente en Naruto (no vayan a creer que me cae mal, jaja.) y cosillas cursis.

 

 

[CAPÍTULO 15]




ღ WHISPERS IN THE DARK 

 

 

[…] Mi amor solo está esperando convertir tus lágrimas en rosas […]

 

 

. . .

 

 

El tono de sus ojos era intenso. No como el azul cielo que normalmente adorna las pupilas de algunas personas, sino como la profundidad de un mar que acaba de caer en una tormenta: furioso, lleno de rabia y cólera.

 

Había visto al rubio contadas veces, pero Gaara recordaba que era la manifestación misma de la alegría, con su sonrisa zorruna contagiando a los que lo rodeaban y su mirada irradiando confianza y simpatía. Ahora, todo aquello se había consumido en una mueca de auténtico odio, y el rostro del chico parecía no ser el mismo.

 

Sus palabras, escupidas con desprecio, se clavaron en el corazón de Gaara. El eco del pasado que siempre lo atormentaba.

 

“Monstruo”.

 

No entendía la renuencia de su corazón al acostumbrarse a esa palabra. Le seguía doliendo inmensamente, y aunque pudiera esconderse tras su máscara inexpresiva, la aflicción se hacía cada vez más profunda. Un corazón con mil dagas enterradas, que sorprendentemente siempre tenía espacio para una más.

 

Gaara permaneció callado, los latidos de su corazón yéndole a mil por hora, producto de la carrera desde la enfermería hasta ahí, o quizá de la agresión del chico de cabellos dorados. ¿Dónde estaba Sasuke? Sus ojos aguamarina pasaban del rubio a todas direcciones, en búsqueda de alguna señal del moreno. El pasillo estaba tremendamente vacío a lo lejos. Solo estaban él, Naruto, y un inmenso silencio.

 

— ¡Contesta, pedazo de mierda! —gritó Naruto, claramente con los estribos perdidos. Su rostro estaba colorado por el coraje, y sus puños temblaban ansiosos—. ¿¡Para qué quieres a Sasuke!?

 

Un nudo trepó por la garganta de Gaara, él trató de tragárselo, pero era tan fuerte que salió a la superficie como un ruidito estrangulado.

 

—Yo…—mustió, y su voz era ahogada, casi un susurro—. Do… ¿Dónde está?

 

Naruto se echó para adelante. Por un momento, el pelirrojo pensó que se le abalanzaría a golpearlo, justo como lo hizo su hermano. Pero se limitó a gritarle con todas sus fuerzas; tenía el rostro crispado y las facciones tensas.

 

— ¡No te interesa! —le escupió—. ¡No te interesa en lo más mínimo dónde esté Sasuke, lo que haga o lo que deje de hacer, así que déjalo en paz, imbécil! ¡Déjalo, desaparece de su vida! ¡Sólo lárgate!

 

Al pelirrojo le dio una fuerte punzada en la cabeza.

 

—No voy a discutir contigo—dijo, pero sus manos, detrás de su espalda, también se habían convertido en puños ansiosos. Sentía las uñas enterrándosele en la piel, causándole un dolor agudo que apenas y pudo percibir.

 

Quiso darse media vuelta, pero la mano de Naruto se cerró sobre su brazo de forma hosca, volteándolo y estrellándolo contra la pared.

 

— ¡Eres un idiota, un pedazo de basura que merece ser pisoteado y destrozado! —gruñó. Los labios de Gaara sólo eran una fina línea, la mueca de dolor tanteaba sobre su rostro constantemente—. ¿¡Quién te crees que eres para intentar apartar a Sasuke de mí!? ¿De verdad piensas que eres lo suficientemente bueno para estar con él? Ni siquiera estás a su altura; él es perfecto y tú…—Naruto lo miró de arriba abajo, como si estuviera contemplando la cosa más asquerosa del mundo—. Tú eres basura, un monstruo.

 

El pelirrojo, Gaara, se sintió caer, hundirse en la oscuridad. El dolor en su cabeza fue ardor, llamas e inmensa negrura. Apretó los párpados, los separó, y luego su voz se escuchó grave sobre los insultos de Naruto.

 

—Prueba entonces al monstruo.

 

Naruto calló, como un niño pequeño después de que su padre le alzara la voz por hacer un berrinche. La expresión de sorpresa se deformó hasta volverse una mueca fiera. Levantó el brazo y lanzó su puño contra la cara de Gaara.

 

Sin embargo, Naruto no sintió la llegada del golpe.

 

— ¿Qué…?—masculló, mirando con los ojos bien abiertos su puño atrapado entre la mano de Gaara. Ofendió al pelirrojo y quiso golpearle con el puño que tenía libre, pero corrió la misma suerte. Gaara lo fue empujando hacia delante hasta que su espalda chocó contra la pared—. ¡Suéltame!

 

Pero Gaara no lo hizo; es más, quizá ni siquiera lo había escuchado. Naruto notó con horror repentino como la expresión del taheño había endurecido. Gaara curvaba una sonrisa socarrona, torcida, burlona, los dientes mostrándose claramente en una blanca hilera. Sus ojos aguamarina eran intensos, estaban abiertos como platos y muy dentro de ellos, al fondo de la pupila, había una amenaza latente. Aquello hizo que un escalofrío en la espina dorsal atacara al rubio.

 

— ¿Qué decías? —Gaara parecía divertido al preguntar—. ¿Piensas que no soy lo suficientemente bueno para Sasuke? ¡Oh, qué pena por ti! Si tan solo supieras la cantidad de veces que ha gritado mi nombre mientras me la mete…—Naruto intentó desesperadamente zafarse al oír eso, con claras intenciones de querer asesinarlo, pero Gaara era más fuerte, increíblemente mucho más fuerte. El pelirrojo sonrió y se relamió los labios lenta y sensualmente—. Se siente tan endemoniadamente bien, ¿lo sabías? El calor de sus brazos rodeándome, sus manos, ¡oh esas manos tocan tan bien! Y su boca sobre mi cuerpo, succionando, mordiendo, besando, mientras yo cabalgo sobre él y me deja cubierto de su semen. A él le fascina, dice que nadie más lo hace sentir así.

 

Al verse tan limitado de sus extremidades, el rubio le lanzó un escupitajo. Estaba tan furioso e impotente al escuchar a ese pedazo de idiota decirle cosas tan asquerosas. Imaginarse a Sasuke yaciendo con alguien más resultaba inaceptable e incorrecto para Naruto, ¡y mucho más con ese pelirrojo! Sasuke era demasiado, demasiado para alguien como Gaara.

 

Para su sorpresa, el taheño se carcajeó, limpiándose sin cuidado la saliva del rubio de la mejilla. Naruto intentó empujarlo lejos, pero con una velocidad sobrenatural, Gaara volvió a aprisionarlo contra la pared.

 

—Oh, lo siento, lo olvidaba—con su dedo pálido le acarició la mejilla al rubio—. Estás enamorado de él, ¿cierto? ¡Y yo aquí contándote lo fantástico que es hacer el amor con Sasuke! Te estoy haciendo hervir en celos, ¿huh? Lo lamento en verdad, pero…—hizo una pausa. Se extendió por su rostro una amplia sonrisa—. Tú nos estorbas aquí. Resultas ser una molestia, ¿y sabes qué hago con aquellos que me molestan?

 

Sus manos viajaron con suavidad por los hombros de Naruto, como si estuviera tocando una pieza de gran valor. Sin embargo, cuando llegó al cuello, apretó fuertemente, igual que si estuviera apretando una botella de kétchup. El rubio hizo una mueca de horror y desesperación.

 

— ¡No, e… espera! ¡Quítame las manos de encima! —alcanzó a articular, su voz intentando escapar de la presión que se le aplicaba a la garganta. Gaara le sonreía maliciosamente, claramente encantado de lo que hacía, hasta que…

 

—Ya basta— era Gaara. Naruto entreabrió los ojos, pero la mueca del de pelo rojo seguía siendo malvada—. Ya basta, Shukaku, por favor… No quiero hacerlo… Sólo deshazte de este mocoso estúpido, disfruta cada segundo que transcurre, escúchalo suplicarte hasta su muerte… ¡Para! No voy a hacerlo, ¡vete ya! Podrás tener a Sasuke Uchiha para ti solo si dejas que le parta el cuello… ¡Que te largues!

 

El dolor lo tragó incontables veces hasta que Gaara pudo retomar el control de su cuerpo, mandando al demonio hasta el fondo de su interior. Sus manos se aflojaron del cuello de Naruto y se deslizaron bajo. El rubio aspiró una gran bocanada de aire, aliviando por fin a sus pulmones y lanzándole una filosa mirada al pelirrojo que se tambaleaba hacia atrás, mientras él jadeaba.

 

— ¡Maldito monstruo!

 

Naruto no esperó hasta sentirse del todo bien, se fue de lleno contra Gaara y le hizo caer al suelo, para encimarse sobre él y propinarle un fuerte golpe en el rostro. El pelirrojo no hizo ninguna resistencia, pero estaba consiente. Sus ojos aguamarina lo miraban fijamente, inexpresivos. Se dejaba hacer con cada puñetazo que le propinaba el rubio en todas partes, su rostro blanco cubriéndose de moretones y él sin hacer ni un solo esfuerzo por defenderse. Tenía la mirada nublada, el cuerpo entumido, y la mente perdida en Sasuke.

 

 

~*~

 

 

 

19 de Septiembre del 2014

 

Lo odio. Creo que en todo el tiempo que llevo aquí no había sentido tanto desprecio por alguien hasta que llegó él, con su estúpido andar y esa mirada llena de superioridad y arrogancia que siempre se carga. Es el tipo de persona que se cree el centro del universo, con todos los demás girando a su alrededor como insignificantes insectos. Aquello se lee en las miradas filosas que les echa.

 

Él, como yo, parece tener cierto desprecio al contacto humano, pues siempre rechaza a la mayoría de las personas que intentan acercársele. Sin embargo, a diferencia de mi mierda de autoestima, parece que él se aísla más bien porque piensa que la demás gente no es de su calibre para merecerse apenas un poquito de su atención, y los ve insípidos, sin gracia ni valor. Personas que nunca le llegarán ni a las suelas de sus lustrados zapatos.

 

Gran cosa, ¿eh? Yo me he topado con tantos sujetos así. Resultan ser unos completos idiotas porque ni siquiera son tan fantásticos como creen. Pero mi odio por ellos sólo fue lo mismo que para todos: Indiferencia a la repulsión que sentían por mí. Y con él… con él… Bien. Es que Sasuke Uchiha terminó hostigándome de diferente manera.

 

A lo largo de mi vida, desde que era un niño hasta ahora, se me ha vuelto costumbre ser visto como basura, el centro de las miradas de repulsión que susurran en silencio: “Hey, ¿por qué no te mueres? ¿Por qué sigues aquí si no eres más que basura despreciable? Deja de ocupar el espacio que podría ser ocupado por alguien mejor”. Cuando camino por los pasillos, no es de extrañar que la gente me rodee, haciendo muecas despectivas y susurrándose entre ellos lo mejor que estaría el mundo si un rayo me partiera en dos. Es admirable su valentía cuando me lo dicen en la cara, y su perseverancia al tratar de provocarme cuando ningún maestro los ve. Pero, incluso cuando me golpean, sé que sus sentimientos por mí son sinceros. Me odian.

 

Siempre trato de ignorar las incontables sugerencias de Shukaku: “Mátalos, mátalos, mátalos. Piensa en ellos como pequeñas hormigas a merced tuya. Imagina sus rostros llorosos mientras se inclinan ante ti a rogarte misericordia”. Hago todo lo posible por callar su voz rugiente en mi interior, pero a pesar de ello, el rencor que siento por todos esos ojos llenos de odio jamás desaparece.

 

Sin embargo, los ojos de Sasuke son diferentes. A veces lo pillo mirándome a ratos, y cuando lo hago, puedo notar que un amago de sonrisa intenta surcarle los labios. Muchas veces pensé que estaba burlándose de mí, pero en su mirada no hay nada parecido a la mierda que me echan todos los demás. En cambio, hay algo que no sé descifrar, es como si me estudiara, como si quisiera penetrarme el alma.

 

Y yo, aislado como estoy del mundo, intento no tomarle importancia. ¿Qué se trae Sasuke Uchiha? ¿Por qué intenta ser gentil conmigo? No me importa. Lo que sé es que nada bueno puede esperarse de un tipo como él, que es enaltecido por todos e inalcanzable para todas. Él, que no dudaría en pasar por encima de mí porque sabe que soy nada a un lado suyo.

 

. . .

 

6 de Octubre del 2014

 

Recibí múltiples patadas hoy en la tarde. Estaba tumbado en el suelo, intentando recoger mis cosas regadas por ahí, entre todos los pies que no dudaban en patearlas cuando tenían la oportunidad. Escuchaba toda clase de insultos, tanto disimulados como lanzados a los cuatro vientos. Pero no me importaba, tenía la mente puesta en encontrar este diario, que cuando caí y de mi mochila se desparramaron todas mis cosas, se había perdido.

 

Recogí casi todo, pero seguía sin hallar el diario. Estaba desesperado, y me venían valiendo las veces que me pisaron y patearon los brazos cuando los extendía sobre el suelo, tanteando. No lo encontraba y si alguien más llegaba a hacerlo…

 

Sin embargo, él, ese idiota, me tocó el hombro con la pasta del diario, y cuando volteé a su dirección lo vi con sus mismos ojos negros, mientras me lo extendía con una ligera mueca de curiosidad en el rostro. El corazón se me encogió dentro del pecho. Yo solo se lo arrebaté y me eché a correr entre la gente, sintiendo su mirada clavada sobre mi espalda mientras me alejaba.

 

Pero a fin de cuentas aquello no sirvió de mucho, puesto que su habitación está frente a la mía, y un rato más tarde terminó encontrándome sentado contra mi puerta.

 

Shukaku seguía lastimándome, la cabeza me dolía horrible. Pero cuando levanté la mirada y mis ojos se encontraron con los suyos, fue como si todo se pausara. Ya no había dolor, ni la voz rasposa del demonio alzándose dentro de mi cabeza. Solo éramos él y yo.

 

Le hablé déspota, hice que se fuera, pero había una opresión en mi pecho. ¿Qué está pasando conmigo?

 

. . .

 

12 de Noviembre del 2014

 

Tenemos que hacer un trabajo juntos. Yo no quiero, y mucho menos con él. Estoy acostumbrado a hacer las cosas por mi cuenta, no necesito de Sasuke ni de nadie para poder pasar la materia, si es que Shukaku no se mete de por medio y me viene a joder en las noches.

 

Ayer me quedé en la cama. No tenía intenciones de ir a verle la cara a ese Uchiha. Sin embargo, se apareció en mi habitación. Entró a pesar de los esfuerzos que hice por sacarlo y terminó sobre mí, en la cama.

 

Esos ojos, esos malditos ojos. Me miró de arriba para abajo, haciéndome sentir expuesto, a su merced, como un león que contempla a su presa antes de devorarla. Una sensación de vacío me atacó cuando él notó los hematomas y rasguños que me hizo Shukaku; pero luego, cuando Sasuke dejó caer su cabeza entre mi cuello y aspiró, ese vacío se transformó en una ráfaga de calor. La sangre que bombeaba mi corazón ardía como lava…

 

No sabía la intensidad a la que podía llegar aquella sensación hasta que hoy él me tomó entre sus brazos y me dijo que todo estaría bien, mientras ahuyentaba inconscientemente a Shukaku hasta los confines de mi mente y me hacía sentir, por primera vez, protegido.

 

Es un maldito loco.

. . .

 

20 de Noviembre del 2014

 

¡Estoy harto! Harto de todo. ¿Qué demonios pensaba lograr al golpear a Deidara? ¿QUÉ DEMONIOS SE GANABA CON DEFENDERME?

 

Su manera de ser hace que mi odio por él crezca cada día un poco más. Odio la manera en la que me mira, odio la suavidad de su voz cuando me habla, la maldita sensación en el estómago engulléndome con su cercanía. Le he dicho tantas veces que deje de tratarme así, y sin embargo, lo que hace es irse a interponer en la golpiza que me estaba propinando ese idiota de pelo rubio. ¿Por qué?

 

Incluso me siguió, me abrazó, me dijo que no podía permitir que Deidara me golpeara. ¡Estoy harto! ¿Qué quiere obtener de mí? ¿Piensa que este monstruo es capaz de ser conmovido por unas cuantas gentilezas y así poder ganarse una oportunidad para humillarlo más?

 

Le grité tantas cosas… Le ordené que se alejara de mí, a pesar del ardor de las lágrimas que luchaban por manchar mis ojos.

 

. . .

 

9 de Diciembre del 2014

 

¿Cuánto se necesita para arrancarlo de mi mente, para que los días vuelvan a ser grises como de costumbre, y no negros, como el inmenso vacío que siento desde que él ya no me mira?

 

Pensé que eso era lo que quería, que Sasuke se alejara, que me permitiera volver a mi asquerosa rutina, pero ahora lo miro y noto su indiferencia conmigo, es como si todos los demonios del pasado volvieran a hacerse conmigo, torturándome, usándome como un juguete para manejar a su antojo. Es… incluso peor que toda la mierda que he vivido.

 

Shukaku a veces está y a veces no. Estoy agradecido cuando aparece, pues así puedo olvidarme aunque sea un poco de Sasuke. Olvidarme de que me muero por verlo…

 

. . .

 

19 de Enero del 2015

 

¿Qué es el amor?

 

Quizá, sea como una luz, un destello a lo lejos de un túnel oscuro. Cuando extiendo la mano hacia esa luz, el estómago se me encoge de una felicidad que jamás creí ser capaz de sentir. Y luego, al final, cuando logro alcanzarla, me doy cuenta de que no es nada más que él. El calor de sus brazos y su voz. La mirada que me regala cuando me sonrojo, y los besos que planta en mis labios, diciéndome sin necesidad de palabras lo importante que soy para él. Jamás creí que semejante cosa fuera posible para mí. Que pueda sonreír sin que nada más me importe, cuando él está conmigo.

 

. . .

 

5 de Marzo del 2015

 

El juego con el monstruo ha concluido. Él decidió que había jugado lo suficiente conmigo y se hartó de mí. Era de esperarse, ¿no? Debí saber que lo único que puedo aspirar en esta vida es a recibir el odio del mundo.

 

Y sin embargo, duele más que cualquier cosa que haya experimentado. Duele como si él estuviera clavándome un cuchillo en el corazón con cada segundo que pasa.

 

Se fue y dejó en mí una marca permanente. Cada vez que vea el rostro de este bebé, recordaré lo mucho que duele amar.

 

. . .

 

Le dolió al tratar de suspirar. Tragó el nudo de su garganta mientras levantaba la mirada al cielo y lo contemplaba con los ojos entrecerrados. El atardecer terminaba, los tonos naranjas y rojos se consumían para darle paso al negro de la noche. Sasuke separó la espalda del árbol. La mano que sostenía el diario de Gaara le temblaba, y él ejercía presión como si quisiera atravesar la pasta y las hojas. Quizá pudiera mantener sus facciones libres de cualquier expresión, pero sus ojos mostraban una membrana que amenazaba con quebrarse.

 

No importaba cuántas veces releyera el diario, la repulsión que sentía al saber que Gaara sufría no menguaba. El conocer el pasado que atormentó al pelirrojo, el infernal presente que le recordaba que Gaara jamás podría dejar las sombras, y el dolor que él mismo le había causado, provocaba que Sasuke quisiera gritar; lastimar a todos aquellos que le hicieron daño al taheño y tomarlo entre sus brazos, abrazarlo, demostrarle que lo único que él quería hacer era cuidarlo, darle mil razones para verlo sonreír…

 

Se sentía, quizá por primera vez, la persona más estúpida del mundo. En primera instancia, pensó que probablemente la culpa no era suya, sino de Naruto por esperar algo que sabía que él no podía darle. Pero, ¿habría terminado todo esto así si Sasuke hubiera tenido el valor de apartar al rubio cuando éste estaba por besarlo?

 

Sin embargo, pensar en posibilidades era una pérdida de tiempo, se dijo. Y entonces cayó en cuenta del último renglón que leyó. Su estómago dio un fuerte tirón y él soltó un ruidito estrangulado para luego tragar saliva mientras emprendía el camino de regreso al internado, con el corazón atorado en la garganta.

 

El trayecto se le hizo eterno, pero al cruzar las puertas del lugar fue invadido por una ansiedad abrasadora, el pecho lo sentía más caliente que el resto de su cuerpo. Quería ver a Gaara, quería arreglar todo de una vez por todas.

 

— ¡Sasuke!

 

Apenas fue consiente de la voz que pronunció su nombre, y de no ser porque alguien le tomó del hombro y lo obligó a detenerse, él hubiera seguido de largo por el inmenso pasillo hasta dar con la habitación de Gaara. Encaró con una mirada asesina a aquél que se había atrevido a interrumpirlo.

 

Itachi.

 

La expresión de su hermano era de completa preocupación. Abría y cerraba la boca, mirándolo de pies a cabeza, como renuente a hablar. Los labios le temblaban y su mano se mantenía firme sobre el hombro de Sasuke.

 

— ¿Qué? —preguntó el menor, bruscamente. Vio a Itachi tomar aire y él arqueó una ceja, confundido—. ¿Qué quieres, Itachi?

 

Pero su hermano no le contestaba, así que intentó zafarse. No tenía tiempo para eso.

 

Apenas tuvo tiempo de zarandearse, cuando el mayor por fin habló.

 

—¿Dónde estabas? — preguntó. Su voz llegó extraña a los oídos de Sasuke.

 

—En la biblioteca—mintió, con esperanzas de que su hermano por fin lo soltara. Por supuesto que estaba preguntándose qué rayos le pasaba a Itachi, pero en ese momento esa no era su prioridad—. Itachi, ¿podrías…?

 

—Mentira—le interrumpió el otro, presionando un poco que agarre que le ejercía a Sasuke—. Te he estado buscando por todas partes, y créeme que ahí no estabas.

 

Sasuke hizo una mueca, mirando de reojo el diario que se asomaba entre su mochila. Sin embargo, cuando estaba a punto de hablar, oyó el suspiro de su hermano y luego sintió la mano de Itachi resbalarse sobre su hombro.

 

—Ya no sé qué está pasándote, de verdad que si tú no me dices, yo no lo voy a entender. No soy adivino, Sasuke—dijo él. Su voz era tan suave que a Sasuke le recordó cuando de pequeños, Itachi usaba ese tono para calmarlo cuando pensaba que había monstruos debajo de la cama.

 

—No es algo que tú necesites saber—dijo, y se arrepintió cuando aquellas palabras se le escaparon de la boca. Sabía que heriría al mayor. Desvió la mirada cuando los ojos de Itachi se expandieron.

 

—Soy tu hermano—contestó Itachi—. Así que yo creo que sí me interesa. Estoy preocupado por ti, y necesito que me expliques todo lo que ha pasado con ese chico.

 

Sasuke sintió que le faltaba el aire.

 

—Necesito ir con él ahora.

 

El mayor se relamió los labios, sus comisuras volvieron a temblarle.

 

— ¿Lo sabes ya? Que él… está… —preguntó, con la voz ahogada. Y si en algún momento Sasuke no supo a qué se refería, el vacío en su estómago le hizo pensar en lo que seguramente pasaba por la cabeza de Itachi.

 

—Sí, ya lo sé.

 

Itachi se quedó callado, y Sasuke decidió que era suficiente. Retrocedió algunos pasos de su hermano, y luego se echó a correr por el pasillo. Sentía el pecho como una bomba a punto de estallar. Allá en el fondo, había una figura extraña.

 

Y conforme llegaba al final del pasillo, empezó a escuchar gritos. Una voz colérica que lanzaba maldiciones una y otra vez. A Sasuke le sonó terriblemente conocida.

 

— ¡Muere, maldita sea! ¡Me las pagarás por haberlo tocado!

 

La figura que se aclaró frente a sus ojos resultó ser algo que lo dejó sin aliento: Naruto encimado sobre Gaara, con el rostro furioso, las facciones tremendamente duras mientras gritaba maldiciones, sus ojos azules tan oscuros, tan llenos de odio. Parecía no cansarse de golpear a Gaara, quien permanecía inerte sobre el suelo como una marioneta rota. Sasuke se odió al pensar que podría confundir la sangre con el color de su cabello.

 

Apresuró el paso, apretó la mandíbula. Algo empezó a crecerle en la boca del estómago, algo desagradable. El ver a su amigo golpear a Gaara, escucharlo decir el favor que le haría al mundo si el pelirrojo se muriera, y que Gaara estuviera inconsciente, le hizo sentir un desprecio inmenso por el chico de cabellos rubios.

 

Naruto sólo sintió como alguien lo empujaba fuertemente cuando él estaba a punto de soltarle un golpe en la cabeza al pelirrojo.

 

Terminó contra la pared. Se había golpeado la cabeza gracias al impacto. Soltó un chillido de dolor, llevándose la mano a la zona afectada y haciendo de su rostro un mohín, mientras entreabría los ojos y veía como Sasuke, ese chico que lo volvía loco, se inclinaba junto a Gaara, acunándolo entre sus brazos con una expresión de suma preocupación.

 

— ¡Gaara! —gritó el Uchiha, tomándole el rostro entre las manos, mirando con horror los hematomas surcaban la piel de Gaara, la sangre que le caía por la boca y la nariz, y su respiración irregular—. ¿Me escuchas? ¡Despierta!

 

—Sa… Sasuke, él…—articuló Naruto, el pecho oprimiéndosele dolorosamente al ver cómo el chico frío y arrogante del que se había enamorado, tenía especial cuidado con Gaara—. Él trató de asfixiarme, él dijo…

 

— ¿Pero qué…?

 

Naruto calló al ver que Itachi llegaba y miraba la escena con la sorpresa salpicándole la mirada. El Uchiha pasó sus ojos de su hermano a Naruto, pero no dijo nada y se inclinó a un lado de Sasuke, preguntándole a él lo que había pasado.

 

Sin embargo, la voz de Itachi llegaba lejana a los oídos del menor. Sasuke sentía cómo se le desgarraba la garganta al pronunciar el nombre de Gaara una y otra vez, fracasando en todos sus intentos por hacer que él despertara.

 

 

~*~

 

 

El ruido del agua moviéndose era tenue, lo hacía relajarse y sentir su cuerpo tan ligero como una pluma, como si estuviera flotando en medio del mar a la media noche. Permanecía con los ojos cerrados y las facciones tranquilas. No sabía en qué momento dejó de sentir los golpes de Naruto y se sumergió en lo profundo de su mente donde, por primera vez en mucho tiempo, se sentía bien.

 

No podía decir que el dolor en su corazón se había esfumado. ¿Cómo podría? Las palabras de odio dichas por Naruto (por cualquiera) seguían haciéndole daño, y a esto sumada la cantidad de veces que escuchó al rubio gritarle lo poco que era él para Sasuke y que, si alguna vez el Uchiha le había mostrado señales de cariño no era más que por simple lástima, lo hacía sentir como si estuviese siendo desollado vivo. Cualquier cosa era mejor que eso…

 

Así que, ¿tu mejor opción es venirte a esconder aquí como un cobarde?

 

La voz del demonio se alzó sobre las ondas de agua, rompiendo con la tranquilidad del taheño. Gaara separó lentamente los párpados y, sin levantar la cabeza, dirigió la mirada al frente, topándose con la impotente jaula que resguardaba a Shukaku.

 

—No estoy escondiéndome—contestó, en tono suave, pero con la nariz un poco arrugada—. Estoy rindiéndome.

 

¡Rindiéndote! Oh, por todos los infiernos, ¡eso es mucho más patético! —Shukaku rió a carcajada suelta, provocando que las ondas de agua se intensificaran. El muchacho hizo un mohín—. ¿Quién te dijo que aquél que ni siquiera lo ha intentado tiene el derecho a rendirse?

 

Gaara se incorporó, quedando sentado. Aunque siguiera flotando sobre agua, él estaba completamente seco.

 

—Tú querías que matara a Naruto—protestó—. ¿Esa te parece una mejor opción?

 

Era la manera más fácil.

 

—Fácil, ¿para qué?

 

El mapache movió su enorme cola de un lado a otro, encontrando la mejor manera para echarse y acomodar la cara entre sus patas. Sus ojos amarillos miraban al pelirrojo de forma divertida.

 

¿Cuándo fue la última vez que sonreíste? —preguntó.

 

Gaara sintió un tirón en el estómagoy se sonrojó violentamente. Tuvo que desviar el rostro, esperando que Shukaku pasara por alto aquella reacción.

 

Te diré un secreto—continuó el tanuki—. No tengo tanto control sobre ti cuando estás feliz; si te das cuenta, suelo aparecer cuando estás débil, molesto o triste—Gaara lo miró fijamente, mientras él se lamía una pata—. ¿O por qué creías que cuando estabas con ese Uchiha no había señales de mí? ¿Porque soy tan bueno y prefiero no intervenir cuando te está besando ardientemente? No, mocoso. Esto no funciona así.

 

El taheño lo miraba con desconfianza. No se había dado cuenta de que tenía el aire atrapado en sus pulmones hasta que lo soltó.

 

— ¿Y tú qué te ganas con que yo sonría?, ¿con que sea feliz?

 

No mucho, sinceramente. Quizá solo un cambio de rutina. La verdad es que pocas veces en mis siglos de vida he visto a personas tan persistentes como él—comentó Shukaku—. Pero tú, por otro lado, ganas una vida diferente a la que te impusieron, otra manera de ver las cosas y a la gente, y a alguien que te ama.  Ya lo dije antes, ese mocoso cara de zorro te estorba.

 

Se prolongó el silencio por algunos segundos. El demonio tras los largos barrotes dorados meneaba su cola de un lado para otro. Gaara, por su parte, estaba cabizbajo.

 

— ¿Qué te hace afirmar que él me ama? ¿Acaso te has metido dentro de su cabeza a averiguarlo? —él quería sonar firme, pero la voz le salía entre cortada y baja. Shukaku tuvo que levantar sus orejas para escucharlo bien—. Naruto tiene razón, no soy nada como para estar con Sasuke. Míralo, y mírame. Él siempre va a tener muchas mejores opciones de dónde elegir; a alguien que sea normal, a alguien que valga la pena y sea lo suficientemente bueno para estar a su lado.

 

Recuérdame más seguido que estoy tratando con un pesimista.

 

—Estoy siendo realista—repuso Gaara—. Un chico como él jamás se fijaría en alguien como yo, y fui un estúpido al pensar que eso podía ser diferente. Al final de todo, cuando no podía sentirme más feliz, lo encontré besándose con Naruto—su voz fue descendiendo hasta volverse un murmullo quedo. Llevó inconscientemente la mano al vientre—. Y me dejó marcado; es un dolor peor que el tener nuevamente a todos los demonios que me dieron a tragar.

 

Shukaku suspiró, claramente exasperado. Pensó que no podía haber contenedor más terco como el muchacho que tenía enfrente.

 

Te estás rindiendo sin siquiera intentarlo—dijo el mapache—. ¡Me sorprende lo ciego que estás! ¿O quizá es que simplemente no querías aceptar que él era el único que te observaba de manera diferente a los demás? ¿Qué me dices de las veces que él fue a tu habitación para ver cómo estabas, que te defendió de aquellos que te echaban mierda, que te abrazó mientras te decía que todo estaría bien y me hacía perder el control sobre ti? ¡Incluso pasó semanas esperándote fuera de tu habitación! Eres un estúpido si piensas que todo eso lo hizo solo para botarte al final, y un imbécil ahora que decides rendirte, sin intentar luchar por él.

 

Quizá Gaara estaba más rojo que un tomate. Sus latidos eran tan fuertes que le golpeaban el pecho provocándole un ligero dolor. Tenía un nudo en la garganta, y pronto se dio cuenta de que sentía ganas de llorar.

 

—De acuerdo, maldito mapache hablador. Según tú, ¿qué debería hacer ahora?

 

Shukaku sonrió.

 

Da el primer paso, y escúchalo.

 

El pelirrojo hizo una mueca de confusión. Abrió la boca, pero entonces una voz se escuchó por todo el lugar, haciendo que su corazón diera un vuelco. No era la voz del demonio, ni la de él. Era una grave y a la vez suave, que cargaba un tono de auténtica preocupación. Se escuchaba muy lejana, pero perfectamente clara. Y lo estaba llamando.

 

“¡Gaara!”

 

 

~*~

 

 

Se echó agua fresca a en la cara y luego se talló con las manos. Cuando miró su reflejo en el espejo, notó que las gruesas sombras bajo sus ojos aún seguían ahí. No negaba el sueño que tenía, pero debía permanecer despierto hasta que Gaara abriera los ojos. Necesitaba saber que él estaba bien. Sin embargo, Itachi le había dicho que si iba a insistir, fuera al baño a echarse agua en la cara y el cabello, mientras él esperaba en la enfermería.

 

Suspiró, recargándose en el lavabo. Su mente vagaba por las páginas del diario de Gaara y el lugar que él ocupaba en ellas. Pensó también que, algunos años antes de conocer al pelirrojo, jamás creyó que llegaría a enamorarse de alguien como él. Y desde que fue consciente de sus sentimientos, se había vuelto una meta hacer todo por ganarse su corazón sin importar lo difícil que fuera, los rechazos del taheño y lo duro que era lidiar con él. Quien diría que, al final de todo, también terminó salvándole la vida. 

 

— ¡Sasuke, Gaara despertó!

 

El Uchiha se incorporó rápido, centrando la mirada en Itachi, que estaba en la entrada. Su estómago se le encogió y tardó menos de un segundo en echarse a correr hacia la enfermería.

 

Sintió un alivio profundo al ver a Gaara ahí, con sus ojos aguamarina por fin abiertos, clavados en algún punto imaginario en el techo. Tenía la mirada entrecerrada, pero lo que importaba era que estaba despierto, pensó Sasuke tragando saliva y armándose de valor para penetrar la habitación. La directora Tsunade (que estaba anotando algo en una libreta) fue la primera que clavó su atención en el moreno. Sus ojos cafés miraron a Sasuke con dureza y él creyó que le iba a prohibir la entrada, pero contrario de eso, la rubia se dirigió a la salida, pasando a su lado mientras le decía en voz baja que ya después hablaría con él.

 

Entonces, cuando volvió su atención al interior del cuarto, Gaara lo contemplaba fijamente, parpadeando algunas veces sin mediar palabra. Sasuke sintió como si una mano le oprimiera el corazón.

 

Acercándose a él, Sasuke notó las tonalidades moradas de las que eran los moretones de Gaara (uno en el pómulo izquierdo y otro en la parte superior derecha de la frente), y lo atacó una enorme necesitad de ir y partirle el cuello a Naruto. Realmente, aún le resultaba difícil creer lo que había pasado, porque aquella actitud tan agresiva no era común en el rubio, quien tenía la capacidad de hacerse amigo de cualquiera que se cruzara por su camino. El que había visto golpeando a Gaara no era el mismo chico sonriente y amigable, y si esa era parte de su auténtica personalidad, a Sasuke no le interesaba conocerlo.

 

Cuando llegó a sentarse al lado del pelirrojo, la boca se le secó, su mente tratando de formular las palabras adecuadas para no empezar con el pie izquierdo. Es que, mirándolo ahí al frente después de tanto tiempo separado de él, simplemente le provocaba al moreno las tremendas ganas de tomarlo entre sus brazos y abrazarlo con toda la fuerza del universo, ya sin siquiera importarle que el otro lo rechazara. Era un deseo cursi, totalmente estúpido, se dijo. Pero no podía evitar sentirlo.

 

—Te ves horrible—Sasuke casi pega un brinco en su lugar. Los ojos negros se le expandieron en demasía por el (inesperado) comentario del pelirrojo.

 

Carraspeó, y tratando de que su voz sonara lo más normal posible, contestó:

 

—No estás en posición para decirme algo así. Te recuerdo que eres tú quien está en la enfermería con el rostro molido a golpes.

 

Gaara intentó encogerse de hombros sobre el colchón. El cuerpo le dolía, así que hizo una mueca y abandonó la acción.

 

—He pasado por peores cosas—contestó, y ambos sabían que era cierto. El pelirrojo desvió la mirada y de inmediato volvió a encontrarse con los ojos negros de Sasuke—. Y tú, ¿por qué el rostro demacrado?

 

—Porque me han quitado el sueño.

 

Al pelirrojo se le tensaron los labios. A Sasuke le dolió cuando Gaara apartó la mirada de él.

 

—Nadie te obliga a estar aquí, si es eso a lo que te refieres—dijo con la voz más neutral que pudo—. Si estás buscando a Naruto…

 

—Ese idiota—interrumpió el Uchiha, hablando con desprecio. Gaara lo miró inquisitivo y se encontró con que el rostro de Sasuke se había deformado en una mueca despectiva, como si tan solo pensar en el rubio le causara un ataque de vómito—. Me importa más una cucaracha muerta que él.

 

Gaara no supo si sonreír o sentir lástima por Naruto.

 

—Pues, tú a él le importas más que todas las cucarachas muertas que hay en el mundo—dijo—. Quién sabe, igual para obtener tu corazón acepta disfrazarse de una enorme cucaracha muerta.

 

—Oh, por favor. Para ganarse mi corazón necesita un mejor disfraz que el de una cucaracha muerta—contestó Sasuke, luego hizo una pausa que duró algunos segundos, pero el pelirrojo los dejó pasar al notar que el otro lo miraba fijamente—. Pero claro que una copia no es ni por mucho mejor que el original.

 

Esta vez, el chico de cabellos carmesí soltó una ligera risita (a saber si en verdad le había causado gracia o era simplemente por lo nervioso que estaba). Sus mejillas se tiñeron de rojo y se quedó con la sonrisa plasmada en los labios por algún tiempo, hasta que poco a poco fue deshaciéndose. Ahora tenía los ojos nublados.

 

—No te fue necesario ningún disfraz—comenzó, su tono tan bajo como si estuviera contándole un secreto—. No necesitaste nada para corresponder su beso.

 

Sasuke, que tuvo que inclinarse para escuchar al pelirrojo, sintió un dolor en el pecho.

 

— ¿Correspondí? —Inquirió, frunciendo el ceño—. No lo sé. Creo que corresponderle un beso a Naruto es como ir a la tienda y enterarte de que ya no hay de tu chocolate favorito, entonces te recomiendan uno de otra marca y lo compras, pero cuando lo pruebas no tiene el mismo sabor. Te hace querer escupirlo y tirar el resto a la basura.

 

— ¿Qué quieres decir con eso, Uchiha? —preguntó Gaara, frunciendo el ceño. A Sasuke le encantaba cuando el pelirrojo hacía esa expresión.

 

Su sonrisa fue inevitable.

 

—Tú eres mi chocolate favorito.

 

Los colores treparon por el rostro de Gaara hasta dejarlo incluso más rojo que su mismo cabello. Por alguna razón, creyó que hacía mucho calor y quiso patalear para sacarse las sábanas de encima, pero se contuvo. Lo único que estaba fuera de su control era el fuerte palpitar de su corazón.

 

— ¿Te gusta el chocolate amargo? 

 

El moreno asintió.

 

—Me encanta cuando se derrite entre mis dedos.

 

Ambos rieron, aunque a Gaara no se le podía quitar lo rojo de la cara. Para ser sinceros, Sasuke se sentía orgulloso de causar esas reacciones en el pelirrojo. Pensaba que no podía ser más hermoso cuando los labios se le curvaban en una sonrisa y los ojos le brillaban de esa manera. Incluso con las marcas de golpes en la cara, no dejaba de fascinarle.

 

—Sasuke—lo llamó, sacando al moreno de sus pensamientos.

 

Cuando lo miró, las mejillas del taheño ya no estaban coloradas, y su expresión no dejaba ningún vestigio de la sonrisa que había hecho antes.

 

—Dime.

 

—Lamento haberte dejado con la palabra en la boca tanto tiempo—dijo. Su mano hizo ademán de querer tomar la de Sasuke, pero se contuvo de hacerlo—. Te voy a escuchar… sobre tu beso con Naruto, quiero decir.

 

El moreno endureció sus facciones y rodó los ojos. Se recargó sobre la silla, cruzando los brazos.

 

—Una confesión muy precipitada y desagradable—contestó—. Él llegó a mi habitación hecho un fantasma porque una chica de la clase, Hinata, se le había declarado. Pienso que aquello hizo click dentro de él para animarlo a confesarme sus sentimientos, pero al ver que yo no reaccionaba de la manera que esperaba, decidió abalanzarse y besarme.

 

Un silencio cayó sobre ellos. Gaara había tensado los labios y desviado la mirada del pelinegro, pero Sasuke decidió esperar a que él hablara.

 

—No es feo—dijo—. Y es simpático, supongo. No te es mala opción.

 

— ¿Simpático? —Sasuke estaba que no se la creía—. Si simpático es alguien que se pone salvaje y se abalanza a golpear a una persona por un ataque de celos, entonces creo que he vivido toda mi vida engañado.

 

Gaara hizo una expresión de haber encarado una ceja.

 

— ¿Y quién te dijo que me pegó por celos?

 

—Fue por eso, o quizá porque comprarse el último vaso de ramen.

 

Él sonrió, pero en cambio, Gaara oscureció su mirada. Apretaba los puños bajo las sábanas y los labios le temblaban. Cuando habló, Sasuke notó aquel tono de tristeza que le rompía el corazón.

 

—Me dijo que… que yo no soy…—tomó una gran bocanada de aire—. Que soy demasiada mierda para estar contigo, luego me estampó contra la pared. Traté de quitarlo, pero él estaba furioso. Hubo un momento en el que perdí el control de mí mismo y cerré mis manos alrededor de su cuello. Yo no quería, de verdad que no. Hice todo lo posible por parar, Sasuke. Y cuando lo logré, él se abalanzó contra mí.

 

El moreno se mordió los labios, tragándose la maldición que estaba a punto de soltar. Odiaba ver a Gaara así, contándole lo ocurrido como si toda la culpa hubiera sido suya. Ahora sí le tomó la mano, y la apretó fuerte contra la suya. El contacto les produjo a ambos una calidez que casi les hace soltar un suspiro.

 

—Necesitas descansar—dijo el Uchiha, hablándole con el tono más suave que pudo. No quería mostrarle lo molesto que estaba a Gaara—. Mañana seguiremos hablando, ¿vale?

 

No se soltaron las manos en ningún momento, incluso fue Gaara quien ejerció más presión. Miraba a Sasuke dubitativo, separando los labios para tomar aire.  Se veía como un niño pequeño a la hora de dormir, con temor a que su padre abandonara su habitación y lo dejara a merced de los monstruos escondidos en el clóset.

 

—Cuando estaba inconsciente, escuché tu voz—comentó, bostezando un poco—. Eran susurros en la oscuridad, diciendo mi nombre—hizo una pausa—. Abrí los ojos y tú no estabas, pero me sentí muy feliz cuando entraste por esa puerta, Uchiha.

 

Sasuke sintió un calor agradable en el pecho, mientras miraba cómo los párpados de Gaara comenzaban a pesarle. Le acarició con la yema del dedo el dorso de la mano, sonriendo de una manera que sólo Gaara tendría la dicha de ver.

 

—Te grité muchas veces. Tienes una capacidad increíble para preocuparme.

 

Sintió la mano del pelirrojo aflojando el agarre. Ahora Gaara parpadeaba pesadamente, haciendo un gran esfuerzo por mantener los ojos abiertos. Ésta era una de las pocas veces que sentía que, al dejarse llevar por los brazos de Morfeo, no habría tinieblas ni demonio. Solo la dulce sensación de dormir.

 

—Tengo que decirte algo—se obligó a decir, con la voz muy apagada.

 

Pero Sasuke no supo qué era ese algo que Gaara quería decirle, porque justo después de hablar, el pelirrojo se quedó dormido. Su mejilla cayó al lado derecho de la almohada y los párpados oscuros no se volvieron a abrir. Tenía los labios ligeramente abiertos, y el moreno no se resistió a sus deseos de inclinarse y chocar sus labios contra los de Gaara, alargando el beso todo lo que se le antojó.

 

Parar de contemplarlo era imposible. No importaba la cantidad de moretones en el rostro ni que incluso estuviera más pálido que de costumbre. Lo seguía encontrando tan fascinante en todos los sentidos, con esos ojos aguamarina (cuánto no daría por verlos abiertos en ese momento) que miran detenidamente, siendo capaces de penetrar y desnudar el alma de una manera suave, que te hace querer exponerte ante ellos. Sasuke nunca había encontrado persona tan atrayente como Sabaku no Gaara, tan diferente a las tantas que había conocido. No era ni por mucho parecido a las muchachas que su padre le había sugerido tomar por novias y que tantas peleas habían originado entre ellos dos. Recordaba la mirada colérica su padre cuando él le decía que no quería estar con alguien solo por tener novia; quería estar con alguien porque ese alguien le gustara. Y nadie le había gustado tanto como ese pelirrojo.

 

Entonces, al descubrir que el chico que tenía enfrente era perfecto, sintió un miedo egoísta. ¿Qué sería de él si todos amaran a Gaara?

 

 

 

Notas finales:

¡Muchas gracias por leer! :3 Yo traeré la continuación, lo prometo n.n


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