Marshall no sabía que decir y sólo se dispuso a observar la rosada habitación del príncipe. Gumball se hallaba algo nervioso por no saber que pronunciar.
-Yo… ya debo irme… ya va a amanecer.- Marshall se encaminó hacia la ventana para retirarse.
-Gracias por la fiesta.- Gumball soltó antes de que el vampiro se marchara, creyendo que no lo había escuchado.
Al día siguiente Marshall hizo una pequeña visita a la casa del árbol donde Fionna y Cake jugaban luchando entre ellas. Al ver al azabache con una gran sombrilla púrpura dejaron lo suyo para saludarlo.
-¡Hey! ¡Hola Marshall Lee!
-Hola muchacho.- Cake soltó la llave con la que tenía sujeta a la rubia.
-Hola mocosas.
-Gran fiesta la de anoche.- Fionna le dio un amistoso golpe al hombro izquierdo del vampiro.
-Estuvo… pasable.- Marshall sacó una manzana que llevaba en el bolsillo para comer su color y arrojarla cerca de la puerta de la casa del árbol.
-¿Qué dices? ¡Estuvo fantástica!- Cake estiraba sus brazos con emoción.- Deberías hacer otra así la próxima semana.
-Sería mejor sino fueran todo los invitados de anoche.
Fionna pensó por un segundo lo que Marsall decía.- ¿Tan mal te fue con Gumball cuando lo llevabas al castillo?
-¿Qué te hizo niño?- Cake lo miraba detenidamente.
El vampiro recordó el momento en el tuvo que cargar al príncipe mientras dormía. Su rostro tan pacífico y calmado, nunca lo había visto así, siempre le gritaba o tenía el ceño fruncido cuando estaban juntos. Pero en ese instante todo había sido diferente, ya no sentía la necesidad de burlarse o de molestarlo.
Sus mejillas se sonrojaron ligeramente por el recuerdo, por suerte la sombrilla ayudó a cubrir parte de su rostro.- No me hizo nada, sólo es… muy aburrido.
Fionna miró hacia el suelo, cómo disculpándose, por la idea de querer hacer al dulce príncipe parte de la diversión. Gumball era un gran amigo para ella y anteriormente estaba enamorada de él, pero cuando conoció a Marshall eso cambió.- Para la próxima me aseguraré de que no vaya.- Rio un poco nerviosa y Cake la haló hacia donde el vampiro no pudiese escucharlas.
-¿Estás loca?- Cake estaba algo molesta.
-¿De qué estás hablando?
-Otra vez permites que ese vampiro te manipule.- Señaló a Marshall, el cuál fingía no prestar atención.
-¿Qué? Eso es absurdo Cake, sabes que yo no me distraigo por algo tan tonto cómo un chico.
Ambas volvieron a observar al vampiro. Marshall miraba de manera intensa a Fiona, jugando cómo siempre con los sentimientos que sabía la rubia tenía hacia él desde hace mucho tiempo.
Cake tomó entre sus patas el rostro de su hermana.- Trata de que Marshall no interfiera con la amistad que tienes con el dulce príncipe.
La rubia suspiró y lo pensó un segundo.- No lo hará, pero tampoco quiero que ambos peleen. Creo que pueden llegar a caerse bien.
-No los fuerces, si quieren hablarse lo harán por ellos mismos.
-Está bien…
-¿De qué tanto están hablando? Sigo aquí por si no se han dado cuenta.- Marshall se aproximó a ellas molesto.
-Es que… Fionna tiene gases.- Cake dijo lo primero que se le ocurrió.
-¡¿Qué?!- Fionna se ruborizó intensamente.- Eso no es cierto Marshall, no le hagas caso.
El vampiro se acercó al rostro de la ojiazul y susurró muy cerca entre sus labios.- Una chica tan elegante como tú no podría hacer eso.- Acarició su mejilla y sus miradas se cruzaron. Cake estaba muy enfadada por la escena y Fionna sentía que se iba a perder en aquel par de orbes escarlatas tan rojas como la sangre.
-Ehem…- Cake se desesperaba y Marshall se aproximó a la felina para asustarla mostrándole sus largos y afilados colmillos. La minina se escondió detrás de su rubia hermana.
-Nos vemos.
-Adiós.- Fionna agitó su mano para despedirse y temblaba aún por el acercamiento.
-Ah, por cierto Fio… te ves mucho mejor sin ese gorro de conejito.- La rubia se lo quitó de inmediato y sonrió.- Así me gusta.
Cake tenía una mirada asesina hacia el vampiro.
Lo que más disfrutaba Marshall era el cómo Fionna lo obedecía en casi todo, también ella tenía su carácter, pero normalmente era muy sumisa. Al contrario de Gumball, que siempre lo contradecía y lo hacía enfadar, pero divertirse por ello. Era una sensación extraña, lo odiaba, pero a le vez lo quería cerca de él.
Antes de volver a su hogar dentro de la cueva, prefirió dar un paseo para despejar su mente y concentrarse.